La implementación de habilidades para la vida en el adecuado abordaje de los conflictos en hombres: Una perspectiva desde las nuevas masculinidades
Implementation of Skills for Life for an Appropriate Approach to Men’s Conflicts:
A View from the New Masculinities
Colegio Técnico Profesional del Valle la Estrella
Ministerio de Educación Pública
Limón, Costa Rica
willrony@yahoo.es
Recibido 29 de agosto de 2012 • Corregido 09 de abril de 2013 • Aceptado 19 de junio de 2013
Resumen. El escrito trata el tema de la implementación de habilidades para la vida en el adecuado abordaje de los conflictos en hombres: Una perspectiva desde las nuevas masculinidades. El objetivo es evidenciar el aporte que puede brindar la implementación del enfoque de habilidades para la vida en el desarrollo de alternativas propiciadoras de la prevención, el abordaje y la resolución adecuada de conflictos por parte de la población masculina. En el escrito se abordan los principales preceptos de masculinidad, resolución de conflictos y habilidades para la vida. Se concluye, haciendo un llamado a la implementación de las habilidades para la vida en el fortalecimiento de masculinidades conscientes de la importancia de la equidad e igualdad de género como parte de la autorrealización.
Palabras claves. Masculinidad, resolución de conflictos, habilidades para la vida, habilidades sociales, habilidades cognitivas.
Abstract. This paper refers to the implementation of skills for life for an appropriate approach to men’s conflicts: a view from the new masculinities. The objective is to understand how the implementation of the skills for life approach can contribute to find alternatives that would promote prevention, as well as an appropriate approach to conflicts and conflict resolution by male population. It studies the main canons of masculinity, conflict resolution, and skills for life. It concludes calling attention to the implementation of skills for life in the strengthening of masculinities raising awareness of the importance of gender equality and equity as part of self-fulfillment.
Keywords. Masculinity, conflict resolution, skills for life, social skills, cognitive skills.
El presente artículo tiene como objetivo evidenciar el aporte que puede brindar la implementación del enfoque de habilidades para la vida, en el desarrollo de alternativas propiciadoras de la prevención, el abordaje y la resolución adecuada de conflictos por parte de la población masculina. Enfatiza en la perspectiva de las nuevas masculinidades, considerada como una respuesta a las implicaciones generadas por los cambios sociales propios de la actualidad, los cuales han ocasionado que los varones vivencien un proceso de cambio de sus creencias y actitudes acerca del significado de ser hombre, y ha dado, como resultado, mayor apertura a la inclusión, la equidad, la igualdad y el cumplimiento de los derechos de las personas por igual, sin importar su género.
Antecedentes del estudio de la masculinidad
Cabe destacar que los estudios de la masculinidad emergen de la corriente feminista y movimientos de liberación gay. Fueron enfocados, en un inicio, en el conflicto y su relación con la masculinidad, las relaciones de poder, el género, la subordinación de la mujer, principalmente (Hernández, 2009). Estos primeros acercamientos al estudio de la masculinidad se vinculan, de manera directa, con la incapacidad del hombre del resolver conflictos adecuadamente, así como con el uso inadecuado del poder por parte del varón. Concuerdan con la definición de masculinidad tradicional, la cual se enfoca en un análisis parcial del hombre, en los que se resaltan aspectos meramente patriarcales como violencia contra otros hombres, violencia contra mujeres y otras poblaciones vulnerables y, finalmente, violencia contra sí mismo (Kaufman, 1989).
La masculinidad tradicional patriarcal, desde su concepción, genera en el hombre el deber y necesidad de ser fuerte, de ser siempre viril (Hardy y Jiménez, 2001). Asume una postura rígida, con poca apertura al diálogo. Esta situación se intenta modificar desde el nuevo paradigma de las masculinidades, en donde, concordando con Montesinos (2007), se presenta la importancia por establecer “. . . un vínculo con la identidad, las relaciones sociales, la interacción entre los géneros y, simbólica y discursivamente, propicia la emergencia de nuevas identidades masculinas” (p. 147).
Partiendo de una nueva percepción del hombre, propia de las nuevas masculinidades, se cree en su capacidad para el desarrollo de herramientas que le permitan la búsqueda de una adecuada resolución a sus problemas, mediante el fortalecimiento y la propiciación de canales de comunicación en donde pueda expresarse libremente, sin tener que cumplir con un estricto rol social de figura de “poder”, visto este como control total de sí mismo y de quienes le rodean. Esta circunstancia genera en el hombre la desmitificación de muchas creencias, como lo ha sido deber proyectar una imagen de absoluta seguridad y mantener control sobre todo y todas las personas, barreras generadas desde el patriarcado, las cuales dificultaban la construcción de procesos integrales para enfrentar, de una forma creativa constructivista, los obstáculos presentados en su cotidianidad (Boscán, 2008).
Rivera y Ceciliano (2004) mencionan que la masculinidad se visualiza desde un perfil tradicional, caracterizado por una posición machista y reflexiva: es la parte más pura del patriarcado en la sociedad. Asimismo, se resalta un perfil moderno de la masculinidad, el cual privilegia la igualdad de género, implica respeto a la mujer y su papel activo en la sociedad, brinda un espacio de responsabilidades compartidas en el hogar y la fidelidad, entre otros. Además, sobresale uno llamado en tránsito, que si bien su posición no es tan clara como las anteriores, presume el cambio de una masculinidad tradicional hacia una más moderna.
Por su parte, las nuevas masculinidades se caracterizan por ser una filosofía en donde se visualiza al hombre como un ser integral, capaz de reconocerse y reconocer a las demás personas como seres humanos libres de derecho, con sus propias necesidades e intereses. Este surge a partir de la modernización de la sociedad en temas de género y de las transformaciones que en ella se han dado en los últimos tiempos, producidos por la incorporación de la mujer al campo laboral, mayor independencia de los sexos, incorporación del padre al cuidado integral de sus hijas e hijos y de sus progenitores, posibilidad del hombre de ser más expresivo, incorporación a profesiones y ocupaciones estereotipadas para mujeres, cambios en las jurisdicciones políticas, entre otros muchos eventos de la actualidad.
Partiendo de lo mencionado, se puede decir que las masculinidades están en pleno proceso de cambio, o sea, no es un concepto construido, sino que responde a la sensibilización y concienciación experimentados por los seres humanos, lo cual está transformando la visión de mundo tenida (Boscán, 2008).
Para fines conceptuales, las nuevas masculinidades se conciben y se enfocan en la construcción de una sociedad fundamentada en principios de igualdad y equidad de género. Pero esto no se construye solo evaluando el impacto negativo de la acción de los hombres: se tiene que forjar con base en el esfuerzo conjunto de instituciones y en el trabajo de los varones por cambiar los patrones depositados por el machismo en la sociedad. Estos patrones no le dan prioridad a la formación integral y a la búsqueda de estrategias critico-constructivas de un manejo del conflicto como una posibilidad de crecimiento y no precisamente de tener un estatus superior sobre las demás personas o de subsanar las heridas narcisistas y el egocentrismo.
Un mundo androcentrista, lejos de favorecer al hombre, le ha generado una carga emocional bastante compleja, que le ha obstaculizado la posibilidad de desarrollar habilidades para la resolución adecuada de conflictos. Como parte de la construcción de un mundo con equidad e igualdad de género, se hace necesario fortalecer estas habilidades en el varón.
La concepción de masculinidad ante el conflicto
Es importante resaltar que la masculinidad es parte de una construcción social afectada por el proceso educativo en el que se forman las personas (Hardy y Jiménez, 2001). Por lo tanto, desde esta visión, la mujer y el hombre se han visto afectados, ya que se han delegado roles específicos según cada sexo, los cuales, en una gran mayoría de casos, provienen del patriarcado y generan relaciones de poder en donde a la mujer se le asigna un “estatus de sumisión” y al hombre se le delega “un rol de supremacía, de ser fuerte y viril, de no mostrar emociones ni sentimientos”, lo que afecta el desarrollo de habilidades generadoras de adecuadas estrategias para la resolución de conflictos.
Ahora bien, aunque el conflicto desde su génesis tiene una connotación de crecimiento, su manejo inadecuado ha repercutido en una desigualdad de géneros, en donde a la mujer y al hombre se le han reprimido derechos y deberes fundamentales para la sana convivencia humana. Todo ello con base en una cultura estereotipada, con roles y, prácticamente, estilos de vida definidos para cada género. La masculinidad desde esta concepción, mantiene una postura rígida, meramente patriarcal, con poca disposición al desarrollo de procesos de comunicación y con una postura ególatra ante la resolución de conflictos.
Si bien es cierto, por un asunto de cultura, se ha hecho toda una connotación de la postura femenina y masculina ante el conflicto, en donde el hombre es caracterizado por su capacidad de control e inhibición emocional y las mujeres por su sentido de empatía y sensibilidad ante las demás personas (Valor-Segura, Exposito y Moya, 2009), no es algo que se pueda generalizar, ya que los conflictos pueden ser abordados de forma óptima –sin importar el género– a partir de las habilidades desarrolladas a lo largo de la vida por cada ser humano, marcando cambios en posturas de masculinidad tradicional.
Cabe resaltar que la historia universal del ser humano sobre la tierra ha estado acompañada de diferentes conflictos, algunos tan cotidianos como elegir los zapatos que se van a usar durante el día o tan trascendentales como los generados entre una nación y otra por una diferencia en la definición de sus fronteras. En ellos, el detonante para resolverlos adecuadamente no ha sido una cuestión de género, sino de las habilidades desarrolladas por cada ser humano para tal fin. No se trata de creer que la masculinidad o la feminidad –de forma unísona– tienen mayores oportunidades para dar un abordaje adecuado de los conflictos, sino que es la educación integral recibida, así como las competencias desarrolladas por cada persona, las que marcan las pautas para alcanzar una visión del conflicto como posibilidad de crecimiento.
También, existen conflictos intrapersonales, interpersonales, grupales, religiosos, entre otros, algunos de los cuales han generado toda una revolución de los patrones de comportamiento e interacción humana, en donde los hombres, al igual que las mujeres han sido participantes protagónicos de este proceso; sin embargo, ambos han ocupado roles distintos, fundamentados en una sociedad patriarcal, en la cual, usualmente, se da el uso de la violencia como parte de la obtención de un poder coercitivo sobre las otras personas y el contexto en general, con carentes estrategias para la resolución de los conflictos de la vida cotidiana (Cascón, 2001). Estos, apoyados en construcciones sociales de lo que debe ser la masculinidad y la feminidad, han marcado todo un prototipo del papel que hombres y mujeres desempeñan en ellos.
En la actualidad, con las nuevas concepciones de masculinidad se quiere una postura más integradora de la visión de mundo del hombre para resolver adecuadamente sus conflictos. Hoy, hablar de masculinidad, lejos de hacer referencia exclusivamente a una visión de ensimismamiento o concepción de mundo androcentrista, debe hacer alusión a concepciones de convivencia humana en donde el hombre tiene la capacidad de raciocinio, de sentir, pensar, vivenciar sentimientos como el enojo y la frustración con un manejo adecuado y acorde con óptimos procesos de resolución de conflictos.
Ahora bien, al hablar de nuevas masculinidades se hace alusión a que existen diferentes manifestaciones de ella, claro está, aún existen grupos en los cuales se conserva todo un modelo patriarcal; sin embargo, ello no implica dejar de reconocer los avances realizados en la materia de equidad e igualdad de género, en donde ya se hacen evidentes los resultados generados en la sociedad; pero dejando entrever, a su vez, la necesidad de fortalecer procesos de educación integral, en los cuales se generen herramientas para dar resolución adecuada a los conflictos, basándose en el desarrollo de habilidades potenciadoras de la empatía y la comunicación.
Recapitulando, si bien es cierto, en la historia se parte de un modelo patriarcal para definir masculinidad, ya se hace evidente un cambio social, el cual es necesario seguir reforzando con habilidades para la vida en todos los seres humanos, para fortalecer masculinidades ajustadas a una sociedad con un enfoque de género basado en la equidad e igualdad con normas básicas de convivencia humana, cuyo fin sea lograr calidad de vida y la autorrealización de todas las personas por igual.
Si bien, existen muchos avances en la sensibilización del rol del hombre en torno a la resolución de conflictos, todavía quedan muchos retos por abordar relacionados con la temática, como lo es la resistencia al cambio de ciertos sectores conservadores, los cuales aún tienen un modelo de convivencia meramente patriarcal. En ellos es donde aún es más urgente el desarrollo de procesos de educación integral basados en habilidades para la vida que sigan fortaleciendo la construcciones de nuevas masculinidades y una visión positiva del conflicto.
Tipología del conflicto asociado a las masculinidades
Cabe resaltar, según Moore, mencionado por Delgado (2002), que algunas de las causas centrales del conflicto son las necesidades e intereses percibidos por las partes como incompatibles, es decir, el hombre dentro de la historia del patriarcado se creó como necesidad (por los patrones sociales establecidos), el alcance de un poder desigual por medio de la subordinación de la mujer; algo que se viene a replantear dentro del enfoque de las nuevas masculinidades, en donde se rescata el reconocimiento de sí mismo y de la otra persona, ambos como seres con potencial propio para funcionar a plenitud, pero que se pueden complementar mutuamente.
Otra causa generadora de conflictos son las relaciones de poder y los problemas estructurales (Delgado, 2002), los cuales constituyen estructuras opresivas manifestadas en el patriarcado y que, desde el posicionamiento de las nuevas perspectivas de la masculinidad, son rechazadas; pues lo fundamental debe ser la búsqueda continua de la igualdad y equidad, como ejes promotores de las acciones del hombre en miras a la obtención de calidad de vida, así como a la equidad e igualdad de género.
También, se adjuntan los conflictos de valores y principios (Delgado, 2002), los cuales son constituidos por las creencias delegadas con el transcurso del tiempo a la vida cotidiana del hombre y la mujer, donde prevalece el calificativo de bueno-malo, justo-injusto, a las acciones y roles asignados para cada sexo dentro de la dinámica social, partiendo de patrones de comportamientos machistas. En la actualidad, la nueva perspectiva de las masculinidades refleja lo negativo que estas acciones han sido para el desarrollo integral del hombre y de la mujer, pues genera un conflicto interno entre lo que “se quiere y se debe hacer” según los patrones de comportamientos establecidos por este tipo de sociedad (Montesinos, 2004).
Otro de los agentes generadores de conflicto son los problemas de comunicación (Delgado, 2002), donde prevalece la unilateralidad y la poca o nula asertividad, aspectos que se intentan abordar desde las nuevas masculinidades –con la desmitificación del hombre como ser con poco raciocinio y quien se basa en la fuerza física para manifestar acuerdos o desacuerdos–. Se abre, así, la posibilidad para el surgimiento de varones sensibles, conscientes de la necesidad de generar procesos de escucha activa que enriquezcan el desarrollo de alternativas para abordar diferentes problemáticas. Finalmente, Moore, citado por Delgado (2002), enfatiza que el conflicto de relaciones se basa en emociones negativas, estereotipos, dificultad en los procesos de comunicación y conductas negativas o repetitivas.
Desde una visión de nuevas masculinidades, así como desde un desarrollo en habilidades para la vida en los hombres, los conflictos deben representar una oportunidad de crecimiento, en donde se puede expresar flaquezas, fortalezas, la expresión de emociones y la construcción de procesos adecuados de comunicación que rijan la sana convivencia humana. Por ende, resulta de trascendental importancia trabajar en la generación de procesos de formación integral en los seres humanos, en aras de fortalecer competencias personales e interpersonales que promuevan una panorámica de masculinidad congruente con el bienestar propio y colectivo.
Las habilidades para vida en la resolución de conflictos
El hombre, al ser partícipe de una sociedad machista, ha adquirido patrones de conducta que le han dificultado o imposibilitado el desarrollo de herramientas adecuadas para la resolución de conflictos, situación que se puede modificar si, desde las primeras etapas del desarrollo, se da la implementación de habilidades para la vida y se promueve un cambio en los estilos de crianza, fomentando la búsqueda de alternativas factibles para afrontar positivamente los conflictos que se generen.
Las habilidades para la vida, son definidas como:
. . . Estrategia de “empoderamiento” o fortalecimiento de la capacidad de los niños, niñas y jóvenes para transformarse a sí mismos y al mundo que los rodea. La adquisición y práctica de estas destrezas psicosociales les permite aprender a procesar y reaccionar activamente a las influencias sociales y ambientales sobre el comportamiento, y de muchas otras formas de modelar y transformar las circunstancias de [la vida]. (Mantilla, 2002, p. 25)
Es fundamental rescatar que el desarrollo de habilidades para la vida, como agente favorecedor de nuevas estrategias para la prevención y resolución adecuada de conflictos, es obviamente una herramienta capaz de ser utilizada tanto por hombres como mujeres, pues ambos tienen la misma posibilidad de superarse integralmente y romper con estereotipos y realidades existentes. Partiendo del enfoque de habilidades para la vida, se puede generar en el hombre el empoderamiento para transformar muchas conductas machistas que le imposibilitan hacer acciones tan fundamentales y básicas como la expresión oportuna de sus emociones y sentimientos, además de posibilitar la generación de cambios en los patrones sociales establecidos, los cuales entorpecen el desarrollo e implementación de adecuados canales de comunicación que favorezcan el manejo apropiado de los conflictos.
Para Castro y Llanes (2009) “. . . el ´desarrollo de las habilidades para la vida´ es el proceso educativo que resulta en una capacidad de percibir, de acatar normas, de moldear actitudes y tener conductas de afrontamiento que nos permitirán evitar los riesgos o salir de las situaciones de riesgo exitosamente . . .” (p. 3). Trabajar en la potenciación de habilidades para vida en los hombres posibilita la prevención de problemáticas sociales como la violencia intrafamiliar (la cual es tan preocupante en la actualidad por los altos índices de muerte que produce y por las repercusiones socioemocionales resultantes en las personas involucradas), pues se favorece el desarrollo de mecanismos capaces de propiciar la concienciación de la situación emergente y permite la búsqueda de alternativas para resolver el conflicto de una manera satisfactoria para las partes involucradas.
Los niveles de manejo inadecuado de los conflictos en el hombre se comprueban con los índices de femicidios en Costa Rica, en donde durante el año 2008 hubo 18, en el 2009 se dieron 15 y en el 2010 se atendieron 10 casos; además, los índices de violencia se mantienen muy altos y, en su mayoría, son hombres quienes los protagonizan (Hsieh, 2012). Por ende, el fortalecimiento de habilidades para la vida, basado en un enfoque de género, es una necesidad evidente para abordar esta temática.
Lo anterior muestra, ciertamente, una realidad: un porcentaje alto de hombres carece de métodos adecuados para manejar los problemas y conflictos; sin embargo, también representa un cuestionamiento a las estrategias utilizadas en los sistemas de educación formales y familiares. Ante esta panorámica, es necesario darle mayor énfasis a fortalecer, en el varón, habilidades que le permitan ser más consciente de los beneficios que se obtienen, si se da apertura a una nueva imagen del hombre, la cual se caracterice por tener mayor capacidad de escucha y asertividad, en donde se favorezca tanto el bienestar y respeto por sí mismo, como por las demás personas y, a su vez, se busque desmitificar la concepción social tradicional de la masculinidad.
La implementación del enfoque de habilidades para la vida dentro de la resolución adecuada de conflictos es importante que se aplique en tres ejes prioritarios, los cuales se convierten en alternativas propiciadoras de las sanas relaciones humanas basadas en el enfoque de género:
- La prevención: no se trata de evitar los conflictos, sino de verlos como algo positivo y parte implícita de las relaciones humanas (y no de un género en específico) que demanda el desarrollo de habilidades para resolverlos adecuadamente.
- El abordaje: conlleva el fortalecimiento de habilidades que promuevan la comunicación, la empatía y el reconocimiento de sí mismo.
- La resolución adecuada del conflicto: buscar la mejor alternativa al acuerdo posible.
Si bien es cierto, algunos autores agregaran otros ejes como prioritarios, en el presente escrito se pretende hacer una representación lo más simple posible de la temática, por ende, se proponen estos en específico.
Alternativas al manejo adecuado de los conflictos
Como alternativa para la prevención, abordaje y resolución adecuada de los conflictos por parte de la población masculina, es importante contemplar la necesidad de generar procesos de educación y reeducación en los hombres, en aspectos claves como son el desarrollo de competencias psicosociales, correspondiendo estas a la capacidad tenida por los seres humanos para atender, de una manera adecuada, las exigencias y desafíos de la vida. Ello nutre la posibilidad de mantener un estado de bienestar mental, posibilitando la vivencia de un comportamiento positivo y adaptable con su relación intra e interpersonales, así como con su entorno (World Healt Organization [WHO], 1994).
Para continuar reforzando una masculinidad más sensible y consciente de la necesidad de trabajar en el autodesarrollo y la resolución alternativa de conflictos, es importante profundizar desde las primeras etapas del crecimiento humano en el desarrollo de habilidades como una forma de hacer prevención y de ayudar a mejorar la calidad de vida del hombre.
Algunas de las habilidades que es necesario reforzar, son las psicosociales, clasificadas por la OMS y mencionadas por Mantilla (2002):
· Conocimiento de sí mismo (a):
· Comunicación efectiva
· Toma de decisiones
· Pensamiento creativo
· Manejo de sentimientos y emociones
· Empatía
· Relaciones interpersonales
· Solución de problemas y conflictos
· Pensamiento crítico
· Manejo de tensión o estrés
Cada una de ellas se relaciona entre sí y marca aspectos básicos de la convivencia humana.
También, están las llamadas habilidades cognitivas y sociales. Estas últimas constituyen, según Caballo (2007): un “. . . conjunto de conductas emitidas por un individuo en un contexto interpersonal que expresa los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de ese individuo de un modo adecuado a la situación, respetando esas conductas en los demás . . .” (p. 6). Este mismo autor agrega que esto ayuda al individuo a trabajar los problemas en el “aquí y ahora” y contribuye a su prevención en el futuro.
Con el fortalecimiento de las habilidades sociales, se puede lograr un entrenamiento sucesivo de alternativas adecuadas para actuar en la sociedad, se favorece el desarrollo e implementación de estrategias que promuevan alternativas viables para el manejo de los conflictos, de tal modo que las personas involucradas logren desarrollar opciones pertinentes a sus problemas específicos de la manera más acertada posible.
Las habilidades sociales, a su vez, se componen de habilidades de comunicación, las cuales posibilitan expresar de manera clara y apropiada las ideas, sentimientos y necesidades particulares (WHO, 1994). La comunicación es más que las palabras, es todo un proceso en el cual las personas manifiestan lo sentido sobre sí mismas y el entorno que les rodea. Si los hombres tienen la posibilidad de ser conscientes de sus emociones y sentimientos, de poder comunicarlas, además de ser partícipes de procesos adecuados de comunicación, en donde esta sea bilateral, con una escucha activa, acorde con los intereses y necesidades de todas las partes involucradas, existe más oportunidad de que se dé un avance en su espiral del saber, lográndose construir soluciones más satisfactorias para las partes involucradas.
Dentro de las habilidades sociales, se encuentran las habilidades interpersonales. Estas permiten construir, dialogar e interactuar con los demás individuos y favorecen el reconocimiento de barreras que afectan el progreso propio (WHO, 1994). Las habilidades interpersonales posibilitan, en los individuos, construir sus propias conceptualizaciones de la realidad que viven y reconstruir aquellas ideas preconcebidas capaces de afectar su relación armoniosa y constructiva con el contexto y con quienes habitan en él.
Las habilidades interpersonales promueven, en los seres humanos, ser conscientes de la diversidad social existente, de su riqueza y del compromiso social adquirido por el bienestar propio y el de las otras personas; en un proceso lleno de diferencias que van a generar conflictos; pero los cuales, a su vez, se deben abordar buscando la discusión como algo provechoso y no mediante el uso de la fuerza o la violencia.
También, dentro de las habilidades sociales se encuentra la empatía. Esta corresponde a la habilidad de situarse en lo vivenciado por la otra persona. Beneficia la comprensión entre los seres humanos y favorece la asertividad dentro de las relaciones que se generen (WHO, 1994).
Una persona empática posee la capacidad de situarse en las particulares de los otros individuos, tener una visualización integral de ellos, así como de desarrollar la sensibilidad y las competencias necesarias para crear alternativas en situaciones adversas, con el fin de buscar el bienestar propio y colectivo. Es necesario que el hombre desarrolle la habilidad de poder situarse en “el lugar” de la otra persona, con el fin de contrarrestar ideas machistas de la visión de la masculinidad y promover el auge de una cosmovisión capaz de permitir verse y ver a las demás personas como sujetos que merecen respeto, necesitan de la comunicación y comprensión de su subjetividad dentro de la resolución adecuada de sus conflictos, en busca de fortalecer la horizontalidad.
Por su parte, las habilidades cognitivas, según Krauskopf (1997), “. . . se refieren al análisis de la realidad que contribuye en la solución de problemas . . .” (p. 185). Estas habilidades, dentro del estudio de las nuevas masculinidades, demandan toda una revisión de los modelos tradicionalistas de crianza y educación, con el fin de fortalecer la criticidad de la realidad vivida, su influencia en los hombres y en sus respuestas ante diferentes situaciones, particularmente dentro de la resolución de conflictos; permite criticar el rol que ocupa y su impacto en la sociedad. Las habilidades cognitivas se vinculan con los procesos de educación y aprendizaje de las personas, y se relaciona directamente con la toma de decisiones.
Trabajar las habilidades cognitivas, propiamente en procesos de toma de decisiones, permite la identificación del problema, sus causas y alternativas de solución; la búsqueda de soluciones colectivas a los problemas sociales y de la comunidad; así como poder pedir ayuda en momentos de necesidad (WHO, 1994), aspectos claves de una masculinidad responsable con el bienestar propio y colectivo.
Es importante resaltar que las habilidades para la vida favorecen el desarrollo de las potencialidades del hombre, algo que coincide plenamente con la perspectiva de las nuevas masculinidades; sin embargo, haciendo referencia a Menjívar y Alvarado (2009) es necesario rescatar que:
A) La violencia hacia las mujeres y muchas formas de violencia hacia [los mismos] hombres son aprendidas, por lo tanto, pueden desaprenderse. Esto se logra dándonos cuenta de las formas de ser hombre que promueven la violencia.
B) Al mismo tiempo que se desaprende la violencia, se pueden aprender formas pacíficas de relacionarnos con las otras personas, formas con las cuales, estas personas y nosotros mismos, crezcamos como seres humanos (p. 12).
Los autores antes mencionados continúan diciendo que en el proceso de crecimiento humano es a los mismos hombres a quienes les corresponde propiciar espacios de fortalecimiento de sí mismos, partiendo de la promoción, es decir, involucrando a la comunidad, a sus habitantes y las instituciones del Estado en la búsqueda de una transformación social; y a su vez, trabajando en la prevención, lo que implica reforzar potencialidades personales y colectivas (es decir, habilidades para la vida) favorecedoras de la no violencia.
En fin, las alternativas para trabajar en una visión positiva del conflicto mediante el fortalecimiento de las habilidades para la vida existen, lo importante es reconocerlas y dar énfasis al desarrollo de políticas educativas que impulsen constantemente el abordaje de la temática como una estrategia para lograr una generalización de masculinidades comprometidas con la igualdad y equidad de género como estilo de vida.
Conclusiones
Se considera que la formación de las nuevas masculinidades demanda todo un proceso de reconstrucción social, en donde es necesario desmitificar la figura del hombre, trabajando arduamente en un proceso de educación y reeducación, en el cual se profundice en esfuerzos capaces de permitir una revaloración del aparato social imperante y el avance en una formación integral de calidad, donde se fomente la construcción de habilidades para la vida en la población masculina.
Si bien es cierto, muchos hombres todavía llevan implícitos aspectos del patriarcado, también existen otros que han dado un giro a esta realidad, por lo cual se deben articular mayores esfuerzos en ver los logros tenidos en la construcción de nuevas masculinidades, y en crear estrategias viables para la sensibilización y la concienciación de la importancia de mecanismos de resolución de conflictos en la creación de una sociedad más justa e igualitaria para todas y todos.
La violencia se puede prevenir, el hombre puede y debe hacerse consciente de las consecuencias que tienen sus actos tanto para sí mismo como para la sociedad en general; sin embargo, si se quiere realizar un cambio positivo a nivel micro y macro, es fundamental que la familia y los centros educativos formen alianzas que posibiliten el desarrollo de herramientas capaces de promover una cultura de paz, de equidad e igualdad entre hombres y mujeres, mediante la implementación de mecanismos como las habilidades para la vida, en donde se busca nutrir a la persona en ser responsable de su propio ser y de las consecuencias, tanto positivas como negativas, de sus actos.
Resulta fundamental fomentar una comunicación activa, relaciones interpersonales adecuadas y el desarrollo de empatía en los hombres, ya que esto puede conducir, definitivamente, a un impacto positivo en la disminución de las estadísticas de violencia y femicidios que tanto agobian a la sociedad actual. Además, el hombre es un ser humano y, como tal, puede aprender y modificar sus conductas; por lo tanto, puede fortalecer prácticas que le posibiliten calidad de vida y armonía consigo mismo y con las demás personas, y visualizar, así, el conflicto como lo que es: “una posibilidad de superación y crecimiento”.
Cabe resaltar que la masculinidad comprende elementos simbólicos, de percepciones, comportamientos y actitudes, los cuales influyen en los modos de convivencia humana; sin embargo, estos no son imperecederos, sino que pueden variar con los procesos de educación integral recibidos por cada ser humano. Por ello, la necesidad de fortalecer la promoción de las habilidades para la vida en los hombres, en aras de reforzar todos aquellos aspectos que beneficien un adecuado manejo de los conflictos.
Todas y todos nacimos en una sociedad donde impera el patriarcado, pero eso no es una justificación para dejar de luchar por crear una sociedad donde impere la igualdad y equidad de género, ello beneficiaría tanto al hombre como a la mujer; les posibilitará autorrealizarse como seres integrales, sin tener que cumplir todo un protocolo social exclusivo a su género.
A nivel personal profesional, cada vez que atiendo casos de violencia, donde son hombres los que están involucrados, se me reconfirma la necesidad de fortalecer sus habilidades para la vida como estrategia para prevenir este tipo de situaciones. Generalmente el hecho violento se presenta como mero mecanismo aprendido para solucionar sus problemas, pues carecen del conocimiento de diferentes alternativas para la resolución adecuada de conflictos.
Como hombre, ser partícipe del proceso de construcción de nuevas masculinidades es todo un reto que demanda mucho autoconocimiento, así como satisfacción personal, al no tener que cumplir como prototipos impuestos desde el patriarcado.
Queda aún mucho trabajo para hablar generalizadamente de una visión del conflicto como algo inherente al crecimiento; por ello, la necesidad de empoderar al hombre en la vivencia de masculinidades fortalecidas con la implementación de habilidades para la vida, que les permitan la promoción de una cultura de paz basada en la equidad e igualdad de género, continúa siendo un reto.
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