Vol. 42, N°. 64, enero – junio, 2022
ISSN: 1409-3928 / e-ISSN 2215-2997
www.revistas.una.ac.cr/abra
DOI: doi.org/10.15359/abra.42-64.1
DONAS Y FEMINISMO PARA EQUILIBRAR LA AGENDA SOCIAL CON LA ESTABILIDAD ECONÓMICA
DOUGHNUTS AND FEMINISM TO BALANCE THE SOCIAL AGENDA WITH THE ECONOMIC STABILITY
Andrea Patricia Morales Méndez
Trabajadora independiente, Costa Rica
andrea.patricia.morales.mendez@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-1817-9275
Recibido: 16/11/2020 - Aceptado: 19/05/2022
Resumen
El objetivo del ensayo es responder a la interrogante: ¿cómo equilibrar la agenda social con la estabilidad económica? Para ello se realiza un recorrido sobre los postulados de la visión económica neoclásica imperante. Se explica el daño al ecosistema –y al desarrollo humano sostenible– que el modelo económico contemporáneo ha causado a nivel mundial. Para ejemplificar la doble desigualdad que atraviesan las mujeres, se hace uso del análisis de género desde la economía feminista. La propuesta para responder a la interrogante inicial es implementar el modelo de la dona de la economista Kate Raworth, en conjunto con la teoría de género. Con ello se busca subsanar la crisis medioambiental y se apuesta por un desarrollo humano sostenible con igualdad de género.
Palabras claves: Economía de la dona, teoría de género, desigualdad, cambio climático, sexta extinción masiva.
Abstract
The objective of this essay is to answer a question: How can the social agenda and economic stability be balanced? To do this, the researcher reviews the prevailing tenets of the neoclassic economy. The damage to the ecosystem and sustainable human development, which has been done worldwide due to the contemporary economic model, is also explained. To provide an example of the double inequality that women go through, a gender analysis from feminist view on economy is used. The proposal to answer the original question of this essay is to implement the doughnut model from the economist Kate Raworth along with gender theory. All this looks forward to rectifying the environmental crisis and having as commitment the sustainable human development with gender equity.
Key words: Doughnut economy, gender theory, inequality, climate change, sixth massive extinction.
Existe una pregunta recurrente cuando un país tiene problemas de liquidez: ¿Cómo equilibrar la agenda social con la estabilidad económica? La interrogante es estremecedora, pues la agenda social está compuesta por áreas como salud, educación, vivienda, cultura, deporte, entre otros. Los gobiernos deben destinar presupuesto a cada una de estas áreas para que las personas tengan una vida medianamente digna. Entonces, cuando se habla de “equilibrar” la agenda social y estabilidad económica, ¿qué entienden quienes sostienen este discurso por estabilidad económica?, ¿recortar el presupuesto a las áreas básicas que componen la vida de las personas a falta de liquidez gubernamental?
Peor aún, ¿implícitamente admiten que sacrifican el desarrollo humano con el fin de acumular riqueza? En caso de respuesta afirmativa, ¿dónde está acumulada la riqueza producto de los recortes sociales? Es de suponer que en unas pocas manos, si se usa como ejemplo Latinoamérica. El Informe sobre Desarrollo Humano de 2019 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) asegura que “se trata de la región del mundo que registra mayor desigualdad de ingresos” (Lissardy, 2020, párr. 3). Según PNUD, “el 10 % más rico en América Latina concentra una porción de los ingresos mayor que en cualquier otra región (37 %), indicó el informe. Y viceversa: el 40 % más pobre recibe la menor parte (13 %)” (Lissardy, 2020, párr. 4).
La forma más común de graficar la desigualdad es mediante el cálculo del coeficiente de Gini. Según Barría (2019, párr. 4), “mide la diferencia de ingresos. Mientras más bajo el indicador, menos desigualdad existe. Es decir, el cero representa la completa igualdad”. La siguiente imagen muestra los altos índices de desigualdad que presentan los países de la región latinoamericana, según las mediciones realizadas por Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 2019:
Figura 1: Coeficiente de Gini en América Latina (Barría, 2019)
Mientras que en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) —mayoría ubicados en Europa— el coeficiente es de 36.5, en América Latina resultó de 46.2, prácticamente 10 veces más. Estos datos indican que la región es muy desigual y los ingresos se concentran en pocas manos.
La visión tradicional de la economía explica que esta disciplina surgió porque los recursos siempre han sido escasos y la humanidad ha tenido que aprender a ingeniárselas para saber distribuirlos (Rodríguez y Núñez, 2010, p. 50). Desde este paradigma, el tema de la desigualdad no es primordial, pues su principal preocupación es una buena producción con los recursos existentes. Así lo manifiesta Rodríguez (2015):
La cuestión de la desigualdad es una preocupación relevante para visiones críticas y heterodoxas de la economía que contrastan con la mirada ortodoxa, concentrada centralmente en explicar el funcionamiento de los mercados, y con ello, la perfecta asignación de recursos económicos para una producción óptima (p. 30).
Este enfoque tradicional no contempla las necesidades particulares de las mujeres, pese a que ningún sistema económico ha sabido subsistir sin el trabajo gratuito de ellas. Rodríguez (2015) expone que esta omisión es lo que da origen a la economía feminista1:
La economía feminista se ubica dentro de este conjunto de miradas alternativas y hace una contribución específica al explicar las raíces económicas de la desigualdad de género. Uno de los aspectos centrales de esta mirada refiere a la explicitación de la manera en que las sociedades resuelven la reproducción cotidiana de las personas y al rol que esto juega en el funcionamiento económico y en los determinantes de la desigualdad. Utiliza para esto el concepto de “economía del cuidado” (pp. 30-31).
Desde la perspectiva de género, esta omisión que realiza la visión ortodoxa se denomina sesgo androcéntrico. Son una falacia las aseveraciones respecto a la supuesta “neutralidad” del paradigma neoclásico y dominante de la disciplina económica. No tiene nada de neutral pensar las políticas públicas desde un transitar masculino, adulto, blanco y burgués (homo economicus) en la sociedad. Lo que denominan neutral en realidad es excluyente, y esta exclusión de un sector de la población en la toma de decisiones deviene en el desequilibrio entre agenda social y estabilidad económica. Rodríguez (2015) así lo presenta:
La racionalidad del hombre económico (homo economicus), esencial para las decisiones económicas que toma (como participar en el mercado laboral o no hacerlo), no se enfrenta con los condicionantes que impone vivir en un mundo racista, xenófobo, homofóbico y sexista. Por el contrario, cuando se reconoce y visibiliza la relación entre las relaciones sociales (y en este caso particular, las relaciones de género) y la dinámica económica, queda en evidencia el sesgo androcéntrico de la mirada económica convencional, y por ende su incapacidad para explicar apropiadamente el funcionamiento de la realidad y contribuir con relevancia a los debates de políticas públicas. (p. 32)
Las economistas Julia Evelyn Martínez Barraza (Martínez, 2020) y Corina Rodríguez Enríquez (Rodríguez, 2015) coinciden en que la situación actual que viven las naciones del mundo no es una crisis económica cualquiera, sino una crisis de sostenibilidad de la vida. El cambio climático es la muestra más contundente de esta crisis. Por ello, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet Jeria, declaró en el septuagésimo primer aniversario de la adopción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que el cambio climático es la mayor amenaza a los derechos humanos desde la Segunda Guerra Mundial. La expresidenta chilena manifestó: “desde su repercusión sobre el derecho a la vida, la salud, la alimentación, el agua y la vivienda, hasta nuestros derechos a vivir sin discriminación, al desarrollo y la autodeterminación, sus efectos se sienten ya en todos los ámbitos” (Gonza, 2019, párr. 7).
El cambio climático, el cual está alterando los ecosistemas y cercenando el acceso a los recursos naturales, es mayoritariamente producido por los países ricos. El modelo actual de consumo lleva a producir en masa, consumir y luego tirar. Ello ha alterado el equilibrio ambiental. El problema –y mayor injusticia en todo esto– es que son los países más pobres quienes experimentan las peores consecuencias. Lo anterior, pese a no ser estos últimos los principales causantes del cambio climático. La emisión de dióxido de carbono por el uso de combustibles fósiles es el principal causante del efecto invernadero, el cual altera el equilibrio atmosférico y provoca el cambio climático. Según datos recabados en la Cumbre del Clima en Madrid (COP25) llevada a cabo en diciembre de 2019, China, Estados Unidos, India, Rusia y Japón encabezan, respectivamente, la larga lista de países que emitieron más dióxido de carbono entre 1998 y 2018 (Redacción BBC News Mundo, 2019). Estos claramente son países ricos y potencias económicas, pero las consecuencias climáticas de sus patrones de consumo las experimentan, primero, los países más pobres. Por ello se ha acuñado el término justicia climática, y autoridades como Michelle Bachelet catalogan abiertamente el cambio climático como una amenaza a los derechos humanos.
Economía feminista y economía de la dona
Rodríguez (2015) es enfática al aseverar que la economía feminista es opuesta al modelo tradicional ortodoxo de donde se deriva la visión neoclásica. El eje fundamental del enfoque feminista no es producir capital para consumir, sino la reproducción de la vida en condiciones dignas para todas las personas, incluyendo desde luego el respeto a la naturaleza y el medioambiente:
La economía feminista se caracteriza por poner en el centro del análisis la sostenibilidad de la vida, descentrando los mercados. En consecuencia, el objetivo del funcionamiento económico desde esta mirada no es la reproducción del capital, sino la reproducción de la vida. La preocupación no está en la perfecta asignación, sino en la mejor provisión para sostener y reproducir la vida. (p. 32)
“Sin igualdad de género, el desarrollo sostenible no es desarrollo, ni es sostenible”, afirma Alicia Bárcena Ibarra, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL (de Waziers y Morales, 2020, p. 7). Las mujeres somos personas y sujetas de derecho. Por lo tanto, el desarrollo de las naciones no puede ser pensado sin incluirnos y tomar en cuenta nuestras particularidades. Un informe de ONU Mujeres (2018) realiza un análisis con perspectiva de género sobre los 17 objetivos del desarrollo sostenible (ODS) que componen la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Las conclusiones son categóricas: a menos que se adopten medidas adecuadas para promover la igualdad de género, la promesa de la Agenda 2030 quedará incumplida. La desigualdad afecta de manera desproporcionada a las mujeres y, para cumplir el objetivo 5, la transversalización del análisis de género se debe realizar en los 17 objetivos. La Tabla 1 presenta un resumen con datos concretos:
Tabla 1
Análisis con perspectiva de género de los 17 ODS de la Agenda 2030
ODS |
Análisis de género |
1. Fin de la pobreza |
A escala mundial hay 122 mujeres de 25 a 34 años de edad que viven en la pobreza extrema por cada 100 hombres del mismo grupo de edad (p. 76). |
2. Hambre cero |
En casi dos de cada tres países las mujeres tienen mayor probabilidad que los hombres de experimentar inseguridad alimentaria (p. 79). |
3. Salud y bienestar |
A nivel mundial 303 000 mujeres murieron en 2015. La disminución de la tasa de mortalidad está siendo excesivamente lenta para alcanzar la meta 3.1 (p. 81). |
4. Educación de calidad |
15 millones de niñas en edad escolar nunca tendrán la oportunidad de aprender a leer y escribir en la escuela primaria, en comparación con 10 millones de niños (p. 83). |
5. Igualdad de género |
En 18 países los esposos pueden impedir que sus esposas trabajen. En 39 países las hijas y los hijos no tienen los mismos derechos hereditarios. En 49 países carecen de leyes que protejan a las mujeres de violencia en el hogar (p. 87). 19 % de mujeres y niñas entre 15 y 49 años experimentaron violencia física o sexual por parte de su pareja en un año (p. 88). A nivel mundial 750 millones de mujeres y niñas han contraído matrimonio antes de cumplir los 18 años (p. 91). Y al menos 200 millones de mujeres y niñas en 30 países han sufrido mutilación genital femenina (p. 93). |
6. Agua limpia y saneamiento |
Mujeres y niñas son las responsables de recolectar el agua en el 80 % de los hogares que no cuentan con acceso a agua corriente (p. 104). |
7. Energía asequible y no contaminante |
La contaminación del aire en el interior de la vivienda debido al uso de materiales combustibles como energía doméstica provocó 4,3 millones de muertes en 2012. De cada 10 personas afectadas, 6 fueron mujeres y niñas (p. 106). |
8. Trabajo decente y crecimiento económico |
La brecha salarial de género a nivel mundial es del 23 % (p. 109). La tasa de actividad 63 % mujeres y 94 % hombres (p. 108). |
9 Industria, innovación e infraestructura |
A nivel mundial las mujeres representan el 28.8 % de quienes se dedican a la investigación. 1 de cada 5 países (aproximadamente) han logrado la paridad de género en este ámbito (p. 111). |
10. Reducción de las desigualdades |
Hasta un 30 % de la desigualdad de ingresos se debe a la disparidad dentro del hogar, incluida la de mujeres y hombres (p. 113). También es mucho más probable que las mujeres vivan por debajo del 50% de la renta mediana (p. 114). |
11 Ciudades y comunidades sostenibles |
Las mujeres que viven en barrios urbanos padecen numerosas dificultades, entre ellas, la falta de cobertura de necesidades básicas como el acceso a agua limpia o servicios de saneamiento mejorados (p. 115). |
12 Producción y consumo responsables |
La inversión en transporte público ofrece grandes beneficios para las mujeres, ya que tienden a depender de él en mayor medida que los hombres (p. 118) |
13 Acción por el clima |
El cambio climático afecta de manera desproporcionada a quienes dependen en gran medida de los recursos naturales locales como medio de vida, como las mujeres pobres que habitan en zonas rurales y los pueblos indígenas. Las proyecciones indican que, para el año 2050, el cambio climático habrá reducido la producción de arroz, trigo y maíz en Asia Meridional y África Subsahariana. Lo que cabe esperar que provoque un aumento del precio de los alimentos y una mayor inseguridad alimentaria. El cambio climático tiene un impacto desproporcionado en las mujeres, las niñas y los niños, dado que es 14 veces más probable que fallezcan durante un desastre que los hombres (p. 119). |
14. Vida submarina |
La contaminación de agua dulce y de los ecosistemas marinos tiene consecuencias negativas en los medios de vida de las mujeres y los hombres, en su salud y en la de sus hijas e hijos (p. 121). |
15. Vida de ecosistemas terrestres |
Entre 2010 y 2015 el mundo perdió 3.3 millones de hectáreas de superficie forestal. Las mujeres pobres de medios rurales que dependen de los recursos de uso común resultan especialmente afectadas cuando estos disminuyen (p. 123). |
16. Paz, justicia e instituciones sólidas |
Durante los conflictos, las tasas de homicidio y de otros crímenes violentos aumentan de manera significativa. Si bien es más probable que los hombres mueran en el campo de batalla, las mujeres están más expuestas a la violencia sexual, al secuestro, la tortura y el desplazamiento forzado (p. 126). |
17. Alianza para lograr los objetivos |
En 2012, los fondos procedentes de países en desarrollo eran 2,5 veces mayores que la cantidad de ayuda que recibían, y las asignaciones para la igualdad de género eran comparativamente insignificantes en comparación con ese egreso de fondos (p. 129). |
Nota: ONU Mujeres (2018, pp. 76, 79, 81, 83, 87, 88, 91, 93, 104, 106, 108, 111, 113, 114, 115, 118, 119, 121, 123, 126 y 129).
Retomando la pregunta de la introducción, si nos estamos planteando cómo equilibrar la agenda social con la estabilidad económica, es porque en definitiva existe un desequilibrio y su origen es el modelo económico imperante desde hace dos siglos (Raworth, 2018a). Este mismo está enfocado en que haya un crecimiento a toda costa sin tomar en consideración las consecuencias devastadoras, tanto a nivel social como medioambiental, que dicho incremento pueda acarrear.
Si el problema radica en el modelo económico, entonces allí también radicará la solución. Las sociedades deben cambiar su modelo económico por uno que tome en cuenta las necesidades, que desde la economía feminista, se señalan como imprescindibles. Estoy consciente de que este cambio es complejo, pues, como lo menciona Kate Raworth (2018a), gracias a un siglo de propaganda consumista fascinantemente creada por Edward Bernays, creemos que hay una transformación en nosotros cada vez que compramos algo. Bernays era sobrino de Sigmund Freud y se dio cuenta que la psicoterapia de su tío podría convertirse en una terapia minorista muy lucrativa, en el tanto pudiera convencernos que consumir nos dará felicidad.
Kate Raworth es, de hecho, una economista británica convencida de que una economía saludable debería ser diseñada para prosperar, no para crecer. Pero la obsesión por el crecimiento nos ha llevado a la autodestrucción. Lacerar el planeta en el que vivimos solo por acumular dinero es prácticamente un suicidio colectivo. Además, el modelo imperante conduce a que la riqueza se concentre en un grupo reducido de personas, mientras la inmensa mayoría no vive en condiciones dignas.
Se encuentra muy arraigada la creencia respecto a que el crecimiento debe ser el fin último de las economías en cada sociedad. Una vez alcanzado este anhelado crecimiento, suponemos que todos los problemas de un país se solucionarán. Seguimos insistiendo en medir el desarrollo económico mediante el producto interno bruto (PIB), pero Raworth (2018a) explica que el PIB es solo el costo total de los bienes y servicios vendidos en una economía en un año. Fue inventado en la década de los 30 y muy pronto se convirtió en la meta primordial en la creación de políticas.
¿Cómo sucedió esto? Kate Raworth (2018a) explica que Walt Whitman Rostow era el asesor del candidato a la presidencia John F. Kennedy, quien se postulaba para las elecciones con una promesa de crecimiento del 5 %. El trabajo de Rostow consistió en crear un modelo que buscase crecer y crecer. Algo similar a mantener un avión siempre volando, pero sin posibilidades de aterrizar. Lo que hoy sabemos es que esta propuesta es insostenible, pues en nuestro mundo los recursos son limitados y se ocupa tiempo para el descanso y la regeneración ambiental.
Rostow (1960, citado por Raworth, 2018a en su disertación) nos dejó volando en el ocaso del consumismo masivo. Él lo sabía y escribió: “Y luego la pregunta más allá, donde la historia solo nos ofrece fragmentos: ¿Qué hacer cuando el aumento del ingreso real pierde su propio encanto?”. Él hizo esa pregunta, pero nunca la respondió. Ahora en 2022 sabemos que un consumo en esos términos no es viable y que las consecuencias son social y medioambientalmente devastadoras.
Suscribiendo la propuesta de Kate Raworth, el desafío del siglo XXI para la humanidad es claro: satisfacer las necesidades de todas las personas, con los medios disponibles en este planeta, para que la humanidad y el resto de la naturaleza podamos prosperar. El progreso desde esta nueva visión no va a ser medido con la métrica de dinero. Para esta nueva propuesta se necesita de un panel de indicadores, lo cual es completamente distinto al PIB (Raworth, 2018a y 2018b).
Consciente de todo esto, Kate Raworth se planteó idear un modelo revolucionario acorde con las necesidades de este siglo. Así fue como nació la economía de la dona. La dona “es una brújula radicalmente nueva para guiar a la humanidad en este siglo. Y apunta a un futuro que puede satisfacer las necesidades de cada persona al tiempo que salvaguarda el medio natural del que todos2 dependemos” (Raworth, 2018b, p. 53). La Figura 2 especifica cuáles son los elementos que construyen esa dona.
Figura 2. Dona de Raworth (2018b, p. 54) adaptada por Kayser (2020).
En su libro, Raworth (2018b) explica que el círculo de adentro constituye el fundamento social, así denominado por la autora como base social, pues ahí se “sitúan las deficiencias de bienestar humano que afrontan quienes carecen de elementos esenciales de la vida como el alimento, la educación y la vivienda” (p. 53). Si se lee con detenimiento, los 12 elementos que la autora coloca en la base social, son los mismos que componen los 17 ODS de la Agenda 2030 (ver Tabla 1). Raworth considera que estos son los parámetros mínimos con los que cada persona en el mundo debe contar para tener una vida digna. Esta es la razón por la cual los coloca como la plataforma que sostiene su modelo.
El círculo de afuera la autora lo llama techo ecológico, y es donde “se hallan los excesos de presión sobre los sistemas que sustentan la vida en la Tierra, como el cambio climático, la acidificación de los océanos y la contaminación química” (p. 53). Estos nueve elementos del techo ecológico se conocen como límites planetarios. Fueron planteados por los científicos Johan Rockström y Will Steffen en 2009 (Raworth, 2018b, p. 57) y son los que “regulan la capacidad de la Tierra de mantener unas condiciones como las del Holoceno [últimos doce mil años de la historia de la Tierra marcados por una inusual estabilidad de la temperatura]” (p. 57). La agricultura se inventó durante el Holoceno y Raworth (2018b) explica que “es la única fase conocida de la historia de nuestro planeta que ha permitido vivir y prosperar a miles de millones de seres humanos” (p. 56).
Estos límites son las fronteras sobre las que no debemos ejercer más presión, si pretendemos seguir existiendo como especie. El mundo, como lo conocemos, se ha construido en el período del Holoceno. Más nos vale no descubrir qué pasaría si sobrepasáramos estos nueve límites por dañar irreversiblemente el equilibrio planetario; todo por culpa de un pésimo modelo económico que nos está conduciendo a la autodestrucción.
Lastimosamente estamos a las puertas de descubrirlo. La comunidad científica asegura que actualmente atravesamos la sexta extinción masiva. Kottasová (2020) explica que las extinciones pasadas fueron causadas “por alteraciones catastróficas del medio ambiente, incluidas erupciones volcánicas masivas o la colisión de un asteroide. La sexta extinción masiva, la que está ocurriendo ahora, es diferente: los científicos dicen que es causada por los humanos” (párr. 6).
National Geographic [NatGeo] (2017) revela que esta sexta extinción está afectando particularmente a las especies de vertebrados. Como todo en el ecosistema está entrelazado, la desaparición de una especie inevitablemente afecta a otra, pues ninguna se encuentra aislada en su hábitat. Esto se conoce como red trófica y la extinción de las especies tiene un efecto cascada que “será tanto mayor en cuanto la especie afectada ocupe un papel más relevante dentro de la red” (NatGeo, 2017, párr. 10). Un ejemplo claro de este efecto cascada es el siguiente:
La reducción del número de animales y de la diversidad biológica, aparte de suponer el ‘preludio’ … de una extinción de especies, también implica la perdida [sic] de servicios cruciales que ofrecen los ecosistemas, como la polinización de las abejas, el control natural de pesticidas o la purificación del agua (párr. 11).
El reportaje de NatGeo (2017) concluye que necesitamos reducir el crecimiento de la población humana ‒así como el consumo‒ y apostar por el uso de tecnologías verdes, si queremos aprovechar la pequeña ventana de tiempo que nos queda para actuar, aunque esta se está cerrando rápidamente.
Retomando la dona, el centro se denomina espacio seguro y justo para la humanidad. Raworth (2018b) explica que llegar a este punto debe ser nuestra meta como humanidad:
Pero entre estos dos límites se extiende una zona óptima —con una inconfundible forma de rosquilla— que resulta ser un espacio a la vez ecológicamente seguro y socialmente justo para la humanidad. La tarea propia del siglo XXI no tiene precedentes: llevar a toda la humanidad a ese espacio justo y seguro. (pp. 53-54)
El gran desafío de los países y gobiernos del orbe es diseñar un modelo económico acorde con las necesidades concretas de cada país, sin sobrepasar los nueve límites planetarios, mientras le brindan a sus habitantes como mínimo los 12 elementos ubicados en la base de la dona. La desigualdad es un fallo de diseño y eso es, a todas luces, lo que el modelo neoliberal imperante produce. No existe un modelo perfecto, pero si vemos que el contemporáneo está haciéndonos agonizar, ¿por qué seguir aferrándonos a él? Raworth (2018b) es enfática en su planteamiento:
Repensar la economía no va de encontrar la economía perfecta (porque no existe), sino de elegir o crear la que mejor sirva a nuestros fines; que refleje el contexto que afrontamos, los valores que sostenemos y los objetivos que albergamos. (p. 32)
En esta misma línea el economista y filósofo Amartya Sen elaboró un proyecto que le valió el Premio Nobel de Economía en 1998. Él “sostiene que el desarrollo debería centrarse ante todo en ‘fomentar la riqueza de la vida humana, antes que la riqueza de la economía en la que viven los seres humanos’” (Raworth, 2018b, p. 52).
Ningún economista del siglo pasado vio las consecuencias de la implementación de sus modelos, entonces, ¿por qué imaginamos que sus teorías están a la altura de asumir nuestros desafíos? Necesitamos nuestras propias ideas, porque somos la primera generación que ve esto, y puede que la última con una oportunidad real de darle vuelta a esta historia.
Raworth (2018a) afirma con contundencia que heredamos industrias degenerativas, tomando los materiales de la tierra, convirtiéndolos en lo que queremos, usándolos por un tiempo y luego los tiramos. Esto nos está llevando al extremo de los límites planetarios planteados por Rockström y Steffen (Raworth, 2018b). Nuestros modelos económicos ‒además de regenerativos‒ deben ser distributivos por diseño y tenemos oportunidades sin precedentes para que eso suceda. Raworth (2018a) está convencida de que en este siglo podemos diseñar nuestras tecnologías e instituciones para que distribuyan riqueza, conocimiento y empoderamiento a muchas personas. Requerimos diseñar economías que trabajen con los ciclos del mundo viviente y dentro de este, para que los recursos nunca se agoten sino que se usen una y otra vez. Por ejemplo, economías que funcionen con la luz solar, donde el residuo de un proceso sea el alimento del próximo.
Esta es, en síntesis, la propuesta que Kate Raworth realiza tanto en su libro (Raworth, 2018b) como en la charla Ted que impartió en abril de 2018 en Vancouver, Canadá (Raworth, 2018a). Pero, como expliqué al inicio, las mujeres somos el eslabón más débil. Las economías que hasta el momento conocemos no han sabido subsistir sin nuestra labor doméstica-reproductiva gratuita, lo cual es producto de la división sexual del trabajo. “Sin este trabajo cotidiano que permite que el capital disponga todos los días de trabajadores y trabajadoras en condiciones de emplearse, el sistema simplemente no podría reproducirse” (Rodríguez, 2015, p. 36).
Por ello, según mí parecer, la economía de la dona no se puede implementar sin transversalizar la teoría de género. Sin esta visión terminaremos irremediablemente pensando como el homo economicus neoclásico, pues es un sesgo que como sociedad venimos arrastrando desde hace siglos. Basta repasar los resultados del informe de ONU Mujeres (2018) (ver Tabla 1), para comprender que a las mujeres la realidad las golpea de forma diferenciada en comparación con los hombres.
Raworth (2018b) declara que se inspiró en diferentes escuelas de pensamiento económico para crear el modelo de la economía de la dona: “economía de la complejidad, la ecológica, la feminista, la institucional y la conductual” (p. 20), pero que “el verdadero avance reside, pues, en combinar lo que cada una de ellas tiene que ofrecer y descubrir qué ocurre cuando todas interactúan al unísono” (p. 21). Por ello decidí plantear el modelo de la dona, combinado con la perspectiva de género, como una alternativa acorde para subsanar las falencias mencionadas en la introducción. Como bien lo explica Rodríguez (2015), el eje fundamental del enfoque feminista no es la producción desmesurada de capital para consumir, sino la reproducción de la vida en condiciones dignas para todas las personas. Y eso es –precisamente– lo que Raworth plantea como solución a la crisis de sostenibilidad de la vida que atravesamos en el siglo XXI.
El 28 de febrero la BBC News Mundo (2020) publicó un vídeo muy contundente, donde dejan en claro que contagiarse de enfermedades provenientes de animales no es nada nuevo. Aseguran que siempre ha ocurrido; pero, en los últimos cincuenta años, la humanidad ha tenido varias crisis sanitarias que vinieron de animales: VIH de los simios, gripe aviar de las aves, gripe porcina de los cerdos, SARS, ébola y SARS CoV-2 de los murciélagos.
¿Por qué ocurren ahora con más frecuencia? Las razones expuestas por la BBC son tres y la primera de ella nos debe encender las señales de alarma: el cambio climático. Este se encuentra alterando el hábitat de los animales y las dinámicas de sus vidas. Como segundo punto mencionan el aumento de la población en las ciudades, lo cual conduce a nuevos hogares para ratas, ratones, zorros, pájaros, que hacen que haya más especies conviviendo y más enfermedades en evolución. El tercer punto es el aumento de los viajes internacionales. Esto último hizo que la capacidad de viajar de los virus se multiplicara, haciendo de estas enfermedades contagiosas una amenaza global. Pero esta amenaza no nos toca a todas las personas por igual pues, el factor de la desigualdad, hace que unas estén más expuestas que otras a contraer virus. Las de menos recursos están en mayor riesgo de ser infectadas. Si pensamos en quienes trabajan en labores de limpieza y tratamiento de residuos, corren más riesgos que alguien con un trabajo de mayor rango social. Además, su sistema inmune puede estar más débil producto de una dieta menos completa. El reportaje de la BBC (2020) deja muy claro que las pandemias serán parte de nuestro futuro si estos tres factores no cambian pronto. Mientras la dinámica de las grandes ciudades siga siendo la misma, y la desigualdad siga creciendo, el cambio climático continuará teniendo un impacto en los ecosistemas y estas enfermedades seguirán saltando con frecuencia de animales a humanos.
Esta explosión de enfermedades provenientes de animales desencadenada desde los últimos cincuenta años, es una muestra de lo que ocurre al sobrepasar los nueve límites planetarios acuñados por Rockström y Steffen (Raworth, 2018b, p. 57). Si pretendemos seguir viviendo y existiendo como especie, necesitamos prescindir del sistema económico neoclásico que nos está llevando a esta autodestrucción. Ámsterdam lo entendió de primero y apuesta por implementar el modelo de la dona para salir de la crisis post Covid-19 (Ortiz, 2020).
Las demás ciudades del mundo deben seguir su ejemplo y apostar por este modelo que fue diseñado para responder a nuestras necesidades actuales, en especial, una región como Latinoamérica, cuyas economías son fuertemente dependientes de la explotación de los recursos naturales. En un eventual escenario de escasez y agotamiento de estos recursos producido por el cambio climático, Latinoamérica será de los sectores más golpeados del mundo. Por ello, y con más razón, debemos implementar el modelo de la dona sin sobrepasar el techo ecológico.
Ante la duda incrédula, de todo lo aquí planteado, solo expresaré lo siguiente: Tonto no es intentar cosas nuevas. Tonto es repetir lo mismo, esperando obtener resultados diferentes, aun sabiendo que las consecuencias serán demoledoras.
Barría, C. (25 de noviembre de 2019). Desigualdad en América Latina: Los países en los que más ha disminuido (y la paradoja del que más la ha reducido). BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-50255301
BBC News Mundo. (Productor). (2020). Coronavirus: ¿por qué contraemos cada vez más enfermedades transmitidas por animales? [Video]. https://www.youtube.com/watch?v=Y36en98lbNw
Gonza, M. (10 de diciembre de 2019). El cambio climático es la mayor amenaza a los derechos humanos desde la Segunda Guerra Mundial. ONU Noticias. https://news.un.org/es/story/2019/12/1466431
Kottasová, I. (2 de junio de 2020). La sexta extinción masiva está ocurriendo más rápido de lo esperado. Los científicos dicen que es nuestra culpa. CNN Español. https://cnnespanol.cnn.com/2020/06/02/la-sexta-extincion-masiva-esta-ocurriendo-mas-rapido-de-lo-esperado-los-cientificos-dicen-que-es-nuestra-culpa/
Kayser, B. (2020). Debemos implantar una ‘economía que satisfaga las necesidades de todas las personas, pero dentro de los límites del planeta. Entrevista a la economista Kate Raworth. http://bloglemu.blogspot.com/2020/05/debemos-implantar-una-economia-que.html
Lissardy, G. (6 de febrero de 2020). Por qué América Latina es “la región más desigual del planeta”. BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-51390621
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1 “La economía feminista es una corriente de pensamiento heterodoxo preocupada por visibilizar las dimensiones de género de la dinámica económica y sus implicancias para la vida de las mujeres. Su noción de «economía del cuidado» ha contribuido a actualizar el debate feminista sobre las formas de organización de la reproducción social y a reconocer el impacto de estas en la reproducción de la desigualdad” (Rodríguez, 2015, p. 1).
2 La autora no suscribe el uso del masculino hegemónico por ser invisibilizante. No obstante, no se ha corregido la cita para evitar caer en una imprecisión textual, la cual pudo haber sido producida en el proceso de traducción de la obra.
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