Revista Ensayos Pedagógigos Vol. XVI, Nº 1. Enero-junio, 2021 URL: http://www.revistas.una.ac.cr/ensayospedagogicos LICENCIA: (CC BY NC ND) |
Acerca de la “filosofía del turismo” y de la educación turística: compromisos y responsabilidades
Ricardo Antonio Villalobos Paniagua1
Universidad Nacional Estatal a Distancia
Costa Rica
Resumen
Se pretende, de este modo, un escrito que relacione al turismo, como profesión, con la filosofía y la educación, apreciando el papel del turismólogo, y de este modo trascender al personaje del turista que, comúnmente, se complace en sus egocéntricas intenciones de producirse un placer efímero y solipsista (solus ipse), con el peligro de decantar en la indiferencia, inclusive, de lo que acontece a su alrededor: como extensión del consumismo y del materialismo. Aun, y a pesar de que se han realizado apuestas por generar un turismo responsable y comprometido con el entorno cultural, con la ecología y con el patrimonio histórico legado, el ensayo, muestra un ideal entendido como una meta personal, y con un objetivo pedagógico y ético. Esta apreciación parte de la experiencia existencial, laboral y académica del autor, cuyo fin último es denotar en una necesidad constante por interpretar éticamente al turismo, siendo, este, un potencial camino pedagógico, más que simplemente uno dirigido al ocio.
Palabras clave: ética, epistemología, turismo, filosofía
Abstract
A piece of writing is intended which relates tourism, as a profession, to philosophy and education, appreciating the role of the touristologist, and in this way, transcending the character of the tourist who, commonly, takes pleasure in his or her egocentric intentions to produce an ephemeral and solipsistic pleasure (“solus ipse”), with the danger of opting for indifference, even, of what happens around him or her as an extension of consumerism and materialism. Still, and despite the fact that attempts have been made to generate responsible tourism committed to the cultural environment, ecology, and the legacy of historical heritage, this essay shows an ideal understood as a personal goal and with a pedagogical and ethical objective. This appreciation stems from the author’s existential, work, and academic experience, the ultimate goal of which is to denote a constant need to ethically interpret tourism, being itself a potential pedagogical path, rather than simply one aimed at leisure.
Keywords: philosophy, ethics, epistemology, tourism
Este aporte reflexivo parte de una pregunta, tipo problema de investigación, nacida, en alguna ocasión, en un seminario académico relacionado con el turismo, y en la Universidad Nacional Estatal a Distancia (UNED) de Costa Rica, cito esta que se convirtió en un problema epistemológico para el autor de este documento, a saber: ¿Cómo posicionar, educativamente, hoy, al estudiante de turismo, y al turismo como carrera universitaria, a partir de la comprensión de su participación en los campos axiológicos, generando compromiso y responsabilidad contra los devaneos y las efímeras de una cultura que tiende a lo laxo, como la actual?
Ha de saberse que el autor es filósofo y profesor en una carrera de turismo sostenible, lo que le involucró en esta reflexión, luego, aún más, después de indagar acerca de lo que se denomina como filosofía del turismo. Descubre, el escritor, que de este tema no existe casi nada en aportes cognitivos y académicos, por lo que se siente atraído por dedicarse a un escrito sobre ello.
No se trata de reflexionar acerca de una carrera de turismo en particular, sino de la interdisciplinada con la educación y con la filosofía, y esta es su riqueza al conocimiento académico, o al menos su pretensión, además de esa muy escasa reflexión sobre el asunto anteriormente mencionada. Para responder a esto, se convierte, entonces, en el acicate cognitivo: a la filosofía y a la educación, y estas desde la ética y desde la epistemología, convertidas, ambas, en los caminos educativos (pedagógicos y andragógicos) para esta reflexión.
A este inicial punto del discurso, aclaro, e indico, que dicho aspecto ético se estima por cuanto “es cierto que la ética es una característica inherente a toda acción humana y, por lo tanto, es un elemento vital en la producción de la realidad social” (Bieger y García, S. F., p. 2), mientras que, como soporte epistemológico, considerando el pensamiento de Bunge, y con exactitud, acerca del método científico:
Por otro lado, la expresión “método científico” es engañosa, pues puede inducir a creer que consiste en un conjunto de recetas exhaustivas e infalibles que cualquiera puede manejar para inventar ideas y ponerlas a prueba. En verdad no hay tales recetas populares para investigar. Lo que sí hay es una estrategia de la investigación científica. Hay también un sinnúmero de tácticas o métodos especiales característicos de las distintas ciencias y tecnologías particulares. Ninguna de estas tácticas es exhaustiva e infalible. No basta leerlas en un manual: hay que vivirlas para comprenderlas. Ni dan resultado todas las veces. El que resulten depende no sólo de la táctica o método sino también de la elección del problema, de los medios (conceptuales y empíricos) disponibles y, en no menor medida, del talento del investigador. El método no suple al talento, sino que lo ayuda. La persona de talento crea nuevos métodos, no la inversa. (2002, pp. 48-49)
Prevalece, ergo, una intención inmediata y fundamental intencionada: el turismo como carrera profesional, que en su papel educativo integre a sus estudiantes (y profesionales) como un medio de análisis de lo que sucede con su entorno, comprometiéndolo con este en su cuido, su protección, y desde la reflexión de los hechos, máxime que la actividad turística crece inconmensurablemente atrayendo a millones de personas, produciendo efectos en los entornos y en las culturas, así como en las ecologías.
El efecto del turismo puede ser tan perjudicial para culturas, tradiciones y pueblos, como puede transformarse en un camino hacia la conciencia y la preservación de estas, así como puede convertirse en un medio para la sostenibilidad, o como un medio para la aniquilación de ambientes. El provecho de lo turístico, entonces, es ambivalente, y la educación universitaria, en donde exista esta oferta de carrera, tiene el compromiso de hacerla lo más responsablemente posible con el medio y con la historia, dado el alcance actual del crecimiento comercial, capitalista, del turismo.
Por eso, se considera con este ensayo, que para que el turismo sea beneficioso (incluso extendiendo intencionadamente a la reflexión hasta los ámbitos de lo gerencial y lo empresarial) se requiere que sea en la educación formal, en donde se encuentre la posibilidad mediática, pueda lograrse ese beneficio de responsabilidad y compromiso holístico, con la tesis: proponer una educación en las carreras del turismo denominada como: una educación de la intelectualidad.
Por ello, será necesario que la persona estudiante de turismo, a futuro, y por supuesto los profesionales egresados, posibiliten cognitividades en conjunto desde el aula universitaria, con análisis críticos que responsabilicen y comprometan al turista, y al profesional, con los entornos y las culturas, en donde la manera para lograrlo será el proveerle de una educación integral y humanística, asociada a la educación empresarial que se requiere, esta con tintes de interdisciplinaridad, y de pensamiento crítico.
Hoy, el turismo se halla entre el debate de si se le puede considerar una ciencia o no, el dilema de orden epistemológico nos permitirá dar ingreso al objetivo final en esta propuesta discursiva. El turismo, concretamente, no es una ciencia, es una actividad humana, que raya popularmente con el disfrute ocioso, con la sinonimia de las vacaciones tan anheladas. Sin embargo, el turismo, es una actividad que hoy involucra a millones de personas en el mundo, quienes acaparan y pueblan ciudades enteras, y aquellas no ciudades también; algunos residentes de esos lugares, incluso, les llegan a no desear como sus visitantes.
Ese odio proviene de una básica razón, y justificable: la inconsciencia del turista en sus responsabilidades para con el entorno que visita (considerada una intromisión), y súmese, muchas veces, la del profesional turístico quien en su labor solamente quiere percibir un beneficio económico, más no atiende a un compromiso ético, holístico y ecológico con aquel lugar que “se abre” para ofrecerse a su redescubrimiento.
Se vuelve necesario explicar, entonces, que el profesional en turismo, y desde la aprehensión propia, conciba en su labor la posibilidad de que su trabajo eduque, y lo haga bien. Es que el turismo no puede ser un simple momento de disfrute hedonista, aunque esta no sea una única motivación, sino que debe ser un momento de aprendizaje, de formación histórica, artística, cultural, gastronómica, etcétera. Y muy especialmente, un momento para concientizar el papel de la humanidad con el planeta y con todo su contexto: especies animales y vegetales, respeto a otras culturas, ecologías, etcétera. Es decir, un papel de incumbencias éticas.
Para que esto se logre, es fundamental que las universidades (aquellas que ofrezcan la carrera de turismo, en cualquiera de sus versiones/intereses) provean de intelectualidad a sus estudiantes, por decir: conllevar generaciones de alumnos que se impresionen con el conocimiento, y lo anhelen, que sean personas que lean, que investiguen científica y metódicamente, que aspiren a servir más que ser servidos, que quieran aprender y entender. Acá, la connotación de intelectualidad, se comprende como la intención de aquella persona quien se vale del intelecto para realizar un análisis crítico de la realidad, histórica y antropológica.
Cuando un estudiante o trabajador del turismo aleja de sí esta percepción, indicada anteriormente, impide que el turismo se transforme en algo diferente: algo así como un antro y un estímulo para la aprehensión del conocimiento, una escuela. Posiblemente, pocos tengan tal oportunidad de producir un cambio radical en la mentalidad de las personas en beneficio de la civilización y sus contextos.
El turismólogo (entiéndase a este como el profesional que investiga, aprende/estudia y realiza reflexiones desde su área, que incluso tiende a considerar al turismo como una ciencia social, contrario al denominado turistólogo, que es quien busca motivar al turista) es en la actualidad un invitado a dar cátedra de intelectualidad y de academia desde su especialidad.
Si el estudiante y el profesional del turismo (aun no siendo esta carrera, una ciencia) desean que su labor sea percibida como un campo “cercano a lo científico”, han de solicitar estudios universitarios que les faculten así ante los demás académicos. Entiéndase de cátedras que se apresten a graduar personas con la preparación del intelectual, de por sí, el turismo así lo requiere, porque cuando viajamos para visitar algún destino, y nos aventuramos a contratar a un guía nos llega a fascinar descubrir a esa persona que alcanza niveles de conocimiento que resultan de la admiración nuestra, y por eso se les aplaude y se les agradece.
Entre los campos del conocimiento fundamentales, consecuentemente, para su “plan de estudios”, se seleccionan los siguientes, y a los que debe dárseles un papel preponderante –aun si existen ya en esos planes de estudio-, según la intención de la tesis propuesta aquí:
•La historia
•La ética y la epistemología
•La ética ecológica
•La comunicación
•Cursos de investigación sustanciales (al menos tres)
•Interculturalidad
•Filosofía del arte y apreciación del arte
•Cursos de humanidades
•Antropología
•Tecnologías educativas
•Gerencia e idiomas
Con estos, en la tesis, se generará un profesional menos “mercantil” y se logrará uno más humanista/intelectual/integro. Lo anterior, conlleva en decir que, para empoderar al turismo como disciplina formal y académica, de acuerdo con Baretto (2004, según se cita en Panosso, 2007), en cuanto a la producción científica del turismo y su situación actual:
Falta producción científica capaz de producir nuevas teorías, para auxiliar la aplicación de mejores técnicas, pero, fundamentalmente, para crear nuevos paradigmas. Para que aspiremos a un nuevo modelo de turismo, necesitamos de nuevos paradigmas, referidos al propio turismo y a la sociedad más amplia. (p. 390)
Castrogiovanni (2004, según se cita en Panosso, 2007) atisba acerca de profundizar en los motivos que generan viajar, y como se ha dado una visión reduccionista sobre el turismo, indica:
Los factores de motivación que propician ese movimiento por el mundo son incontables. Algunos son fácilmente detectados; otros, por envolver una mayor subjetividad, son difíciles de evaluar. Así, ya no parece posible que veamos el turismo de forma genérica, aunque históricamente haya sido visto por varios campos profesionales, como un conjunto de actividades o transacciones financieras gracias a los índices de crecimiento económico, lo que parece ser como mínimo una mirada reduccionista. (p. 390)
El turismo no puede reducirse a simples actividades que inviten al ocio, debe transformarse en una academia dentro de la academia.
Entendamos a la epistemología, mejor, desde las conocidas preguntas clave “kantianas” acerca del ser humano:
-¿Qué puedo saber?
-¿Qué debo hacer?
-¿Qué me cabe esperar?
-¿Qué es el ser humano?
Estas preguntas nos remiten estrictamente a lo antropológico, en fin, el ser humano que hace ciencia.
Todo tipo de conocimiento humano, además, conlleva a un involucramiento de lo ético, de lo axiológico, punto fundamental de alcance en el pensamiento kantiano, y filosófico en general. Relacionemos las cuatro preguntas kantianas con la carrera de turismo:
¿Qué puedo saber?: que el turismo no debería reducirse a un momento de actividades recreativas de carácter social, o individuales, ociosas.
Campodónico y Chalar (2010), acerca de la epistemología en el campo del turismo, escribieron lo siguiente:
En este proceso de construcción epistemológica, se entiende que las normas de validez del conocimiento turístico como campo de estudio se podrían dar una vez que se adopte un posicionamiento teórico desde el pensamiento complejo que debe reconocer en primera instancia que existe una multiplicidad de disciplinas que abordan este campo de estudio, pero que solo la integración de las mismas generará un nuevo marco epistémico. (p. 14)
¿Qué debo hacer? entrar en sintonía con el papel académico de que en el turismo se encuentra una disciplina académica.
En algunas ocasiones, he escuchado, incluso entre quienes laboran en diversas latitudes del turismo, y como profesionales de la carrera, e incluso desde lo académico, que el turismo es eso justamente: recreación y ocio, (lo he escuchado en seminarios de turismo sostenible) o peor de que lo que priva debe ser el interés lucrativo, por sobre los intereses mismos de encontrar la dicha de la felicidad en la sola posibilidad de trabajar, y con ello de servir y de educar.
Pensar de ese modo no solo desmerita al “turismo académico”, porque lo puede “enviar”, inmediatamente, al consciente de lo banal, de lo fútil, o simplemente de lo efímero, en términos populares: un simple deseo por “pasear” y divertirse, por lucrar, olvidando la oportunidad de reinventar la historia, culturalizar y humanizar (esto último entiéndase como la opción por dignificar a la humanidad, en turismo mediante lo que a educación ecológica, holística y humanista se refiere) mediante la relación persona-persona.
¿Qué me cabe esperar? un empoderamiento de intelectualidad del especialista turístico.
El turismólogo, convertido en medio y modo de educación, y de educación ética también, es en su labor en donde, considero fundamental, que establezca discursos epistemológicos/filosóficos/humanistas/intelectuales para las carreras de turismo, que pueda darle un tinte académico a su actividad turística, es decir, que no solo atraiga a quienes quieren turistear, o ser tour operadores, sino que sean personas con niveles de cognitividad elevados sobre lo establecido como normal, al punto de mostrarse como intelectuales en el conocimiento de lo histórico y de otras disciplinas acá nombradas; como legítimos investigadores que aporten constantemente conocimientos a la academia, y a la universidad, como a su profesión.
El turismólogo, es por lo tanto un profesional “educador” que debe destacarse, y formarse en la academia, al investigar, y que no se mantiene entre sus cursos pasados, sino que los trasciende, entonces: un intelecto que produce intelectualidades. Finalmente, ¿qué es el ser humano? es un ser que quiere conocer y hacer ciencia, que se pregunta y busca soluciones, un ser que en su curiosidad nunca se encuentra satisfecho, un ser que entiende que su existencia es un viaje.
Se entiende que para que una disciplina tenga consideraciones de ciencia debe tener, consecuentemente, algunos elementos que la hagan percibir de ese modo, a saber:
-Tener un “objeto” particular para ser estudiado, en el caso del turismo, como disciplina, o como multidisciplina, le podemos llamar así: el “fenómeno social en cuanto tal y al individuo que lo hace ser”.
-Requiere del uso del método científico. Y, por lo tanto, debe conllevar actividades de investigación, hallando nuevos conocimientos, o aportando a otros ya existentes.
Antes de abordar este asunto, se entiende que el turismo como fenómeno social se desarrolla con la incumbencia de diferentes ámbitos del conocimiento, por ejemplo: la filosofía, la economía, la mercadotecnia, la antropología, la psicología, la sociología e incluso en donde se realiza su desarrollo empírico: los campos de la arqueología, la arquitectura, la historia, entre otras. Concebido de este modo, el turismo, también es un conjunto de actividades que requieren del uso de recursos humanos, financieros, infraestructurales, etcétera.
Pero si algo demarca el devenir y el hacer del turismo lo es su incidencia en lo social, lo cultural, lo humano y lo ecológico, así como en los deberes del turista por valorar y preservar lo que visita y conoce, incluso, hoy, hablamos de los campos de la biodiversidad y del patrimonio de la humanidad, es decir, el turismo ha ido dejando de ser un simple fenómeno social de entretenimiento y de placer, para convertirse, en posibilidad (depende esto mucho del interés filantrópico de quien labora en estas áreas) de encauzar al viajero en un conocedor de culturas e historias, y en quien aprecia y valora aquello que visita.
Las agencias de viajes, los encargados de los tours, y las operadoras turísticas han de tener esto muy presente para que el turismo “pase” a ser un momento importantísimo de encuentro con la cultura, con la naturaleza, con el entendimiento de todo esto, y de su estimación. En fin, se debe trascender hacia los campos del interés comprometido, y de lo intelectual, punto álgido y de interés sumo para este análisis.
El especialista en turismo ha de “llevarnos” a recorrer algún lugar físico con el afán de convencernos no solo de su conocimiento de ello, sino de su intelectualidad también, y acá el turismo se transforma en “universidad” y su dador se transforma en un docente, uno que debe de ser un investigador, un constante autodidacta; es acá cuando el turismo alcanza un nivel que evade la simplicidad de ser determinado como un fenómeno social, para buscar visualizarse en los campos de lo científico.
Al encontrarse con lo humano, el turismo pasa a establecer relaciones para el aprendizaje, la educación, la percepción y la investigación de las realidades. De esta forma, puede generar aportes de índole científico, y quizás esto sea parte del debate de si es ciencia o no, pero la percepción del que sí puede ser dador de aportes científicos se valida no solo a partir de los trabajos finales de graduación –investigación− sea cual sea su interés académico/profesional-, sino también desde, la misma academia que prepara a los especialistas en esa área. Pero, todavía más aún, conforme al aprendizaje universitatis extra que el turismólogo ofrece, ciertamente, a los clientes.
El turismólogo pasa a ser acicate para hacer ciencia, al producir nuevas teorías que acompañen a otras disciplinas estrictas, e históricamente, que sí han sido concebidas como ciencias: la arqueología, la antropología, la sociología, por citar. Podemos descubrir, así, el papel educativo del turismo, y de su alcance, como disciplina. Y en relación con la filosofía, desde las teorizaciones que nacen de la experticia y de la empiria del “profesional turístico”.
De hecho, reconozcamos, que los campos del turismo son muy diversos, hoy hablamos de: turismo alternativo, ecoturismo, sostenible, ecológico, patrimonial, cultural, rural, urbano, etcétera, su amplísimo campo de aprovechamiento lo transforma de un evento y fenómeno más que social en uno pedagógico y andragógico, de alcances sorprendentes, pero quizás aún no explotados en toda su riqueza.
Entonces, desde lo filosófico, mi propuesta teórica para este artículo se detenta por la escuela denominada como el existencialismo. Esta es una corriente y escuela filosófica que, modernamente, se ha situado su origen con el filósofo danés Sôren Kierkegaard entre los siglos XVIII-XIX, luego alimentada por el surgimiento de personajes y pensamientos del tamaño de Jean Paul Sartre, Miguel de Unamuno, Martín Heidegger, Gabriel Marcel, Albert Camus, entre otros considerados existencialistas.
Acerca de la perspectiva existencialista, Guzmán escribe:
Esta visión de mundo asume algo de realismo y algo del racionalismo. Del primero toma la creencia en la existencia del mundo y del sujeto la creencia en el papel decisivo que cumple el sujeto humano. Sin embargo, se diferencia de ellos. Critica al primero la idea de que el mundo es un orden o un cosmos y cuestiona al segundo la reducción que hace del sujeto a sólo la parte racional. Plantea como realidad básica la relación hombre-mundo, conciencia-realidad, sujeto objeto, etc. Se aprecia que esta mentalidad también configura particulares formas de espacio y tiempo, por las cuales experimenta, naturalmente, interés y atracción. Especial predilección siente esta mentalidad por el arte y su entorno, por lo autóctono, por los espacios y tiempos que significan singulares e individuales proyectos de vida y por toda situación o espacio que se plasma en íntima complicidad con las vivencias humanas. (1997, p. 79)
La perspectiva epistemológica, y ética, del existencialismo puede determinarse conforme los siguientes aspectos, ya asuntos, que le distinguen –y a modo personal-:
-Una visión de mundo que parte de la realidad, no de trascendencias metafísicas.
-Una visión de mundo que no reduce al sujeto humano a una individualidad, sin dejar de defender esta, pero que lo encamina a una perspectiva de responsabilidad y compromiso ético con ese mundo, que es suyo y de “los otros”.
-Compromete y responsabiliza al ser humano con la conciencia de su papel en la historia, con la humanidad, e incluso con la naturaleza entendida como su entorno y su personalidad.
-Establece que el ser humano no solo es racionalidad, sino además emocionalidad, sentimientos (esto es producto de su cercanía histórica con la línea filosófica epistemológica llamada la fenomenología –siglos XIX-XX-).
-Imperativamente indica acerca del papel relevante del ser humano, y la humanidad en el devenir de la historia.
-Su carácter holístico se manifiesta en cuanto ingresa al ser humano en el cosmos como ser con capacidad de cuestionar la realidad, particularmente la suya.
-El ser humano no vive solo, es un “ser en el mundo”, es un “ser que se relaciona con el mundo”, interactúa, se trasciende.
-El ser humano hace arte desde su vivencia (estética), y con ello propone nuevos modos de interpretar el mundo, y la existencia personal.
-Es cómplice de lo que sucede en la historia, influye, pero también es influido.
-La libertad es una característica del ser humano en tanto puede decidir conscientemente de la realidad, de lo que acontece, pero no deja de estar predeterminado por la historia, la cultura, la política, la religión, etcétera.
-Somos, básicamente, decisiones, oportunidades y responsabilidades.
-Cada ser humano es un ente que interpreta y produce su opinión de la realidad, esto es parte insoslayable de su búsqueda de libertad, y cada interpretación merece respeto y estima por el solo hecho de su individualidad y su ímpetu por descubrirse en este mundo, en tanto su papel.
-Somos ante todo “proyectos de vida”, destinados a trascender a lo cotidiano, a lo masivo, a asegurar un estado de vida distinto fundamentado en el análisis y la reflexión. La enajenación le es prohibida.
Podría seguirse escatimando, mucho más, acerca del existencialismo como filosofía, que incluso fue, contemporáneamente, influenciada por las terribles guerras mundiales que generaron en los existencialistas un pesimismo misantrópico muy bien marcado acerca de la existencia del ser humano y de su papel en el mundo, al punto de la concepción del absurdo de la existencia, de la vida.
Pero ante el absurdo de la vida (como indicaba Camus) la “rebelión” ante ella, la trascendentalidad de nuestra existencia radicará en enfrentarnos a ese absurdo de la existencia mediante el insosegado deseo por vivir, por existir, vivir con intensidad mi vida. Lo anterior, me lleva a establecer el vínculo que debería existir entre la filosofía, particularmente como existencialismo, con el turismo:
El turismo, desde sus profesionales, tiene el deber imperativo de establecer vínculos de responsabilidad y de compromiso con el mundo, con la naturaleza, con la historia, y con la intelectualidad, consecuentemente.
El graduado de turismo tiene que responder, más que a sí mismo, a la esperanza de una humanidad gentil que permanece en vigilia de un mundo mejor, más bien educado, esto porque su papel es esencialmente educativo, pero humanista también.
No puede, el turismólogo, perder esa conciencia diluyéndose en lo puramente mercantil, en el consumismo exacerbado, en un capitalismo al que “el otro” y el mundo le son indiferentes, excepto por meros intereses económicos. La apatía frente a la historia, la educación y la academia es inviable en el profesionalismo de los encargados de trabajar en el turismo.
Castro (2008) escribió:
Ser, pensar, viajar. En suma, Platón y Nietzsche nos permiten ilustrar la existencia de dos niveles de relación entre la filosofía y el viaje: la metáfora de una idea y el nexo entre la experiencia y el pensar. En el primer nivel, emerge el problema de la filosofía como movimiento que aspira a una realización y, en el segundo, el vínculo entre el autor y la existencia. En esta última dimensión, la anécdota se convierte en un objeto filosófico de interés, en tanto en cuanto sugiere la inscripción del pensamiento en las formas de vida. (p. 5)
El turismo no puede convertirse, tampoco, en un momento olvidable y obtuso, la anécdota tiene que ser premisa en cada viaje, una experiencia de actividades, pensamientos y conocimientos, una página en la vida de quien se ha embarcado en la aprehensión del mundo y de sus maravillas, muchas de ellas construidas por el ser humano, algo que no puede desdeñar en nosotros de críticas y análisis de lo que acontece desde la humanidad y de su intromisión artificial en la naturaleza: experiencias anecdóticas que hagan percibir lo estético y lo trágico de nuestra vivencia en la historia del planeta, a partir de nuestra participación en esta. La autocrítica debe de ser una premisa en el turismo, y desde quien lo facilita, en este caso el turismólogo. Y todo esto es educar y educación.
La invitación a una aventura turística no puede ser la sola impronta de esa aventura de experiencias divertidas, sino que también creativas, las que nos permitan percibir el mundo, y esa experiencia desde la cognitividad, la reflexión y la interpretación de lo que por nosotros acontece en la historia del universo. Convertir a esta disciplina en un evento cósmico: el ser humano que se encuentra, se relaciona, con el mundo, la naturaleza y consigo mismo, y lo interpreta.
La trascendencia de la profesión en cuestión radica en esa propiciación de una percepción existencial del mundo que nos supera, que nos obliga, por ello mismo, a cuidarlo, a protegerlo: uno de los mejores escenarios para educar en esto se da a través del turismo y de sus profesionales. Y se convierte en una reflexión, una filosofía, un aprendizaje, un existencialismo. Una subjetividad del viajero que se encuentra en la objetividad de descubrirse responsable de su entorno, de la cultura que desde tiempos inmemoriales nos incluía en las siguientes páginas de la historia del mundo y de la humanidad.
La educación turística tiene que ser radical en todo lo anterior, sino se está gestando a un profesional inconsciente con su propia esencia de ser y de lo que debería propiciar como experiencia turística: concientizar de que el turismo no es solo placer perecedero y efímero nacido de un egocentrismo hedonista, sino que además debe ser un momento de placeres intelectuales: muchas personas, eso buscamos, y quien no lo hace lo sufrirá, pero que no sea un sufrimiento causado por quien no debería causarlo. No pueden producirse irresponsabilidades.
Bowles (1949, según se cita en Castro, 2008), indica al separar existencialmente al viajero del turista:
Este último recorrería el mundo como un coleccionista de sensaciones, siempre consciente de que un día cercano regresará a casa y podrá abrir el álbum de fotos ante los amigos. Por el contrario, el viajero sería aquel que no teme perderse y que jamás, en sentido estricto, regresa al hogar que le vio partir porque después de viajar nunca se puede volver a ser el mismo. Mientras el turista camina provisto de mapas y guías que condicionan su mirada de lo extraño, asegurando en buena medida preservar su identidad para volver al punto de partida pletórico de souvenirs, el viajero anula toda cartografía hasta perderse en la hondura de parajes indómitos. Desde una perspectiva levinasiana, el turista representaría el movimiento de una ontología que es retorno permanente a la patria de lo Mismo e invisibilización de la alteridad. Solamente el viajero daría cuenta de un encuentro con lo completamente Otro en que el poder del sujeto se disuelve. Esa experiencia de trascendencia supondría el fin de la violencia de lo Mismo y el inicio de una nueva historia. (p. 7)
El turista se resiste a ser manipulado, a establecer una ruta sin haberse permitido una aventura, se incluye e inmiscuye entre lo que se escapa de las rutas turísticas y se aventura entre lo anecdótico. Y nada es más anecdótico, al viajar, que compartir una conversación con un lugareño, o sentarse a percibir aquello que solamente acontece una sola vez, como todo en la existencia.
El viajero, más que el turista, se distingue porque se convierte en un “sujeto filosófico”, su pensamiento se incrusta en esa nueva realidad, la admira y la interpreta, escribe y habla sobre ella como luego escribirá y hablará sobre ese recuerdo. La filosofía del viajero es la del recuerdo, la de la anécdota, la de la aventura insospechada, la de quien celebra un hecho de intelectualidad…el turista deja de serlo y se convierte en un viajero: un intelectual existencialista.
Al viajar también descubrimos la maldad humana; sin embargo, este descubrimiento, o redescubrimiento, también ha de convertirse en rebelión contra el absurdo, al considerar la posibilidad imperativa de ser sujetos de cambio, a impedir que esa violencia en sus múltiples manifestaciones sea mayor, a pesar de ser su naturaleza: la constancia.
Su voluntad se vuelve poderosa, rebelde, revolucionaria. La mente del viajero se vuelve nómada, deambula entre experiencias, anécdotas, preocupaciones y deseos, su vida cobra sentido, y lo cobra solamente al hacer de su viaje turístico uno sin igual, el de un ser diferente, uno cósmico y trascendente a la violencia humana, se lanza a generarse un proyecto de vida a través de sus viajes: el libro de su vida.
El turismo como disciplina, incluso académicamente, sea ciencia o no, no se convierte en la intención puntual de este ensayo, sino que su intención es validar una necesidad: el turismólogo, entendido, particularmente y a partir de su conceptualización, como un profesional del turismo con rasgos de intelectualidad.
El turismo como disciplina está en la posibilidad, y el deber, de conllevar una experiencia de vida educativa y filosófica, de hacer elaborar al viajero (el turista convertido en sujeto de intelectualidad) un plan de existencialidad que le confronte consigo mismo ante el cosmos.
La universidad tiene la obligación de seguir proveyéndole al estudiante de turismo de los conocimientos que le permitan actuar entre la interdisciplinaridad, para que en la praxis fomente una axiología del bienestar diverso: ecológico, cultural, gastronómico, arquitectónico, sostenible, artístico y hasta filosófico, entre otros tipos de conocimientos y ciencias.
El objetivo es generar en el trabajador del turismo, como en el viajero, no solo conocimiento, sino también compromiso y responsabilidad, pero para que eso suceda, primero que acontezca el turismólogo, quien debe verse interpelado por todo esto. Que haya planes de estudio tan ricos en diversos conocimientos que hagan del estudiante un ser dispuesto a trascender el mundo, su entorno. El turismólogo tiene que ser el vínculo entre la historia y la cultura con el viajero, sino el turismo deja de tener el sentido que debería de tener: valorar y proteger el legado de un planeta y de grandes culturas, por citar.
El turismólogo ha de dejar de percibir el sentido de su existencia desde lo puramente lucrativo, y sin olvidar que ello es una necesidad y derecho, la validez máxima del trabajador del turismo se transforma en la de educar bien, a saber: la concientización de nuestro compromiso y responsabilidad con la historia pasada, presente y la de las nuevas generaciones. Él está llamado a ser la diferencia en su campo profesional, y en el viaje, llegar a ser parte de la anécdota…una de intelectualidad.
Bieger, M. y García, P. (S. F.). La ética bajo la concepción de Aristóteles.
Recuperado de https://es.scribd.com/document/362037926/3- La-Etica-Bajo-La-Concepcion-de-Aristoteles-pdf
Bunge, M. (2002). Epistemología. México: Siglo XXI Editores.
Campodónico, R. y Chalar, L. (9 de julio, 2010). Turismo: una ciencia en construcción. Anais do VI Seminário de Pesquisa em Turismo do Mercosul: saberes e fazeres no turismo: interfaces. Universidade de Caxias do Sul. Brasil. Recuperado de https://www.ucs.br/ucs/eventos/seminarios_semintur/semin_tur_6/arquivos/09/Turismo%20una%20ciencia%20em%20construccion.pdf
Castro, R. (2008). Filósofos y viajeros: el pensamiento como extravío. Astrolabio. Revista internacional de filosofía, 6, 1-12. Recuperado de http://www.ub.edu/astrolabio/Articulos6/Castro-filosofos-viajes.pdf
Guzmán, J. (1997). Algo de Filosofía en torno al turismo. Gestión Turística, 1, 72-87. Recuperado de http://mingaonline.uach.cl/pdf/gestur/n1/art07.pdf
Panosso, A. (2007). Filosofía del turismo: una propuesta epistemológica. Estudios y Perspectivas en Turismo, 16 (4), 389-400. Recuperado de http://www.redalyc.org/pdf/1807/180713898001.pdf
Recibido: 27 de enero de 2020. Aprobado: 2 de setiembre de 2020.
http://dx.doi.org/10.15359/rep.16-1.4
1 Magíster en Educación con énfasis en Docencia Universitaria (UNA), licenciado en Filosofía (UNA), licenciado en Ciencias de la Educación con énfasis en Docencia de la Filosofía y de las Humanidades (UNED), bachiller en Filosofía y Humanidades (Universidad Católica Anselmo Llorente y Lafuente). Docente en la UNED y la UCR.
División de Educología del Centro de Investigación y Docencia en Educación (CIDE),
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