Revista Ensayos Pedagógigos Vol. XVII, Nº 2. Julio-diciembre, 2022 URL: http://www.revistas.una.ac.cr/ensayospedagogicos LICENCIA: (CC BY NC ND) |
Igualdad de acceso a la educación superior estadounidense: ¿Realidad o ficción?
Equal Access to American Higher Education: Reality or Fiction?
Silvia María Ruiz Santiago1
Martin County School District
Estados Unidos
Resumen
Los valores e ideales democráticos estadounidenses afirman que todas las personas tienen las mismas posibilidades de conseguir el éxito independientemente de su raza, etnia o género. La igualdad de oportunidades que deben tener todos los educandos no se aplica en todas las instituciones educativas de este país. La teoría del liderazgo, las prácticas de instrucción, así como las evaluaciones educativas han tenido y tienen un gran impacto en esta desigualdad. A este respecto, es necesario que los líderes educativos pongan un freno en la política que están ejecutando para equilibrar los recursos y ofrecer todo lo necesario para una educación adaptada a todas las clases sociales. La educación superior deberá ser el medio para educar a una sociedad multicultural donde no prime el color, ni la raza, ni el origen, ni el género de las personas. La equidad educativa deberá estar presente en cada una de las instituciones para poder ofrecer a la población estudiantil una igualdad de oportunidades, buscando así una justicia social universal.
Palabras clave: Educación superior, equidad, Estados Unidos, justicia social.
Abstract
American democratic values and ideals affirm that all people have the same chance of success regardless of race, ethnicity, or gender. The equal opportunities that all students must have do not apply to all educational institutions in this country. Leadership theory, instructional as well as evaluative practices have had and still have a great impact on this inequality. In this regard, educational leaders need to put a brake on the policy they are enforcing to balance resources and provide everything needed for an education tailored to all social classes. Higher education should be the means of educating a multicultural society where neither color, race, origin, nor the gender of people comes first. Educational equity must be present in each of the institutions to offer the educated equal opportunities to seek universal social justice.
Keywords: higher education, equity, United States, social justice.
La educación es considerada a nivel mundial un bien público y necesario al que todas las personas deben tener acceso, sin importar el sexo, la raza o la etnicidad de estas. Hoy, la educación superior ya no presenta esa mirada democrática (Giroux, 2016) y universal en la que todos los sujetos tienen derecho a ella; esta es más bien un lujo que solo algunas personas pueden alcanzar, dependiendo de las condiciones, de las cualidades y de las características de cada caso.
El aumento de la desigualdad educativa en Estados Unidos es un componente alineado a una desigualdad individual, en cuanto la educación superior proporciona un tipo determinado de institución a un grupo específico de estudiantes (Taylor y Cantwell, 2018), por lo cual, el acceso a esta es todavía difícil para los grupos minoritarios. Es así como Westwood (2016) fundamenta que comprender el término igualdad significa ir más allá, pues para entenderlo es necesario concebir la igualdad de oportunidades, la igualdad de recursos e ingresos, la igualdad de capacidades y la igualdad de resultados o logros. Para tener igualdad de oportunidades educativas para acceder a la educación superior se requiere que la persona previamente haya recibido las herramientas necesarias para poder lograrlo. Si no existe tal distribución equitativa previa, automáticamente los beneficiarios serán aquellos que por sus condiciones sociales ya son aventajados. El objetivo no es proporcionar una educación igualitaria, sino ofrecer a las personas estudiantes realmente lo que necesitan para conseguir el éxito educativo.
Inequidad en el acceso a la educación superior estadounidense
El sistema educativo superior se creó con el fin de permitir el desarrollo de las personas para formar una sociedad y, consecuentemente, crear un país mejor. Sería esencial pensar que la realización de estudios universitarios no es simplemente un deber público, sino también un deber social, el cual es recomendable que cada persona concluya para su propio desarrollo, así como para el de la sociedad a la que pertenece. La educación debe de ser el centro del desarrollo intelectual, emocional, de la imaginación, la curiosidad, la toma de riesgos, decisiones, etc. (Guiroux, 2016); por este motivo, resulta indispensable que esta sea valorada, respetada y considerada por la comunidad.
Estados Unidos presenta un sistema jerárquicamente diferenciado de instituciones de educación superior con altos niveles de desigualdad a nivel individual y familiar. Estas son condiciones de oportunidades educativas limitadas en medio de altos niveles de acceso (Taylor y Cantwell, 2018). A pesar de que este país haya tenido durante mucho tiempo altos niveles de desigualdad institucional, la literatura disponible evidencia que la desigualdad institucional se ha vuelto aún más pronunciada con el paso del tiempo, con respecto al hecho de que son siempre las mismas universidades las que obtienen el dinero de la mayoría de los inversionistas y los fondos para realizar investigaciones (Cantwell, 2016; Taylor, 2016), lo que directamente perjudica a la población de estudiantes, tanto en el acceso como en el costo de sus estudios. En años anteriores, con la ayuda del gobierno, estos gastos se reducían, pero en la actualidad, el acceso a la universidad es cada vez más costoso, ya que las instituciones tienen grandes presiones fiscales, costos crecientes e ingresos dudosos (Taylor y Cantwell, 2018). A este respecto, las personas estudiantes que se ven más desfavorecidas son los tradicionalmente desatendidos, especialmente la comunidad afroamericana y la hispana o latina. El resultado es que la educación superior en los Estados Unidos se ha vuelto más desigual al mismo tiempo que la participación total de matrículas universitarias de estudiantes de poblaciones blancas siguen superando a las correspondientes de estudiantes de poblaciones latinas y a las de comunidades afroamericanas. Los datos recogidos en el Current Population Survey (CPS), Education Statistics (U.S. Department of Commerce, Census Bureau, 2019), muestran cómo las matrículas universitarias para el año 2018 de estudiantes de 18 a 24 años de edad correspondieron a 42 % para personas blancas, 37 % para personas afroamericanas y 36 % para personas latinas. Con estos porcentajes, se visualiza que aún quedan reformas por realizar si se quiere conseguir una igualdad de acceso real a la educación superior.
Dentro de los motivos encontrados en la investigación realizada por Page et al. (2013), se argumenta que uno de los problemas para conseguir la igualdad es que la población más adinerada no apoya el financiamiento hacia las instituciones educativas públicas, ya que prefiere reformas en el mercado. Por este motivo, cada vez son más las personas ricas que tienen acceso a una educación superior o a una calidad educativa. Asimismo, Page y Jacobs (2009) corroboran que al realizar una encuesta a una sección de la población rica y a un sector del público general, solo el 28 % de los resultados indicaron que el gobierno federal debe asegurarse de que todas las personas que quieran ir a la universidad puedan hacerlo. En esta misma línea, solo alrededor de un tercio de las personas ricas manifestó que el gobierno federal debería gastar lo que sea necesario para cerciorarse de que todos los niños y las niñas tengan realmente buenas escuelas públicas en las que puedan realizar sus estudios. Siguiendo con los resultados de la encuesta, solo una pequeña minoría, el 28 % de las personas ricas encuestadas estuvo de acuerdo con que el gobierno federal debería asegurarse de que la toda población estudiantil que quisiera ir a la universidad pudiera hacerlo. Como consecuencia, se puede señalar que las personas estadounidenses de clase social alta no se preocupan por invertir el dinero en una escuela pública de calidad, en donde haya becas universitarias, capacitación del profesorado, recursos disponibles para todos, etcétera. Por lo tanto, al no invertirse en instituciones educativas en donde acuden las minorías, la población más adinerada cada vez es más rica y la población pobre es cada vez más desfavorecida.
El acceso a la educación superior se encuentra restringido a estas poblaciones minoritarias, sufriendo así una desigualdad de la cual no pueden romper su cadena de inaccesibilidad a estudios universitarios, pues esta se sigue perpetuando de generación en generación. Como consecuencia, al no poder realizar estudios de este tipo, las poblaciones que no son adineradas se ven condenadas de forma inevitable en un círculo vicioso en el que nunca podrán salir de la pobreza.
Los datos recogidos en el año 2016 en el Current Population Survey (CPS), “Annual Social and Economic Supplement” (U.S. Department of Commerce, Census Bureau, 2017), muestran cómo el hecho de tener acceso y culminar los estudios de educación superior se encuentra estrechamente relacionado con la media anual económica (ver figura 1). Por este motivo, se puede observar cómo el promedio anual de ingresos de una persona que trabaja a tiempo completo con una edad comprendida entre los 25 a los 34, pero que no haya completado los estudios de la escuela secundaria, recibe alrededor de $25,400 al año. Sin embargo, una persona en las mismas condiciones, pero con una licenciatura o estudios superiores, tiene un promedio salarial anual de $54,800, una gran diferencia que puede cambiar la vida de muchas personas.
Promedio de ganancias anuales de acuerdo con la escolaridad y grupo étnico de las personas
Fuente: U.S. Department of Commerce, Census Bureau (2017).
Por otro lado, un dato importante que muestra la figura 1 es la desigualdad económica por raza o etnia en la sociedad estadounidense, incluso en personas con estudios de educación superior. El Current Population Survey (CPS), “Annual Social and Economic Supplement” (U.S. Department of Commerce, Census Bureau, 2017) aporta que, en el año 2016, hubo una diferencia económica entre la raza y la etnia de las personas. Por ejemplo, se diferenció que las personas con estudios superiores peor pagadas fueron aquellas de origen hispano, ya que ganaron un promedio de $49,300 anuales, seguidas de las personas afroamericanas que ganaron $49,400 y, posteriormente, las personas blancas con $54,700. El ranking de las personas que recibieron el promedio salarial más grande fueron las de dos o más razas que ganaron $57,000, y las asiáticas que recibieron la suma mayor con un promedio de $69,100 al año.
Tal y como se aprecia en la figura 1, la disparidad económica sigue estando presente en el promedio salarial de las personas afroamericanas, por lo que se puede concluir que la raza o la etnia a la que pertenecen las personas si es un factor que influye en el monto respectivo a promedio salarial, u otra serie de condiciones sociales. Esto da como resultado una contrariedad a todos los supuestos expuestos por los ideales estadounidenses, ya que los datos muestran cómo la desigualdad sigue existiendo en una sociedad que proclama ser equitativa.
De igual manera, el género también ocupa un lugar importante en la desigualdad salarial. El Current Population Survey, “Annual Social and Economic Supplement” (U.S. Census Bureau, 2019), expone que tener estudios universitarios conduce a mayores ingresos económicos, pero entre el género femenino y el masculino, aún sigue existiendo una brecha salarial. El U.S. Census Bureau (2017) recoge los datos del salario promedio de una mujer y un hombre que trabajan a tiempo completo, con y sin estudios universitarios, en el cual se observa una desigualdad evidente. La figura 2 expone cómo el salario fluctúa en función del sexo, agravándose este cuando ambos sexos obtienen títulos universitarios semejantes.
Promedio de ingresos anuales entre hombres y mujeres de acuerdo con su escolaridad
Fuente: U.S. Census Bureau (2017).
Tal y como se puede apreciar, las cifras salariales anuales por diferencia de género aún siguen siendo desiguales, por lo que se puede concluir que los valores e ideales estadounidenses pueden ser en teoría democráticos, pero que en la práctica real aún queda un largo camino que recorrer para poder crear una sociedad justa en donde realmente tengan todas las personas las mismas posibilidades, el mismo salario y las mismas condiciones, sin importar el género, la raza o la etnicidad de la persona.
Liderazgo político que ha favorecido la desigualdad
Las políticas de liderazgo en Estados Unidos han ejercido una influencia importante para llegar a la desigualdad educativa que existe en la actualidad (Gopalan, 2019). Carnevale y Strohl (2013) expresan que la mayoría de las 468 universidades selectivas que se encuentran en Estados Unidos invierten entre dos y casi cinco veces más dinero por estudiante que cualquier otra universidad estadounidense. Un mayor gasto en las universidades más selectivas conduce a tasas de graduación más altas, un mayor acceso a escuelas de posgrado y profesionales, y, por ende, mejores salarios en el mercado laboral. Cuando estos datos se comparan, se puede evidenciar cómo va a existir una desigualdad entre personas estudiantes blancas con respecto a personas estudiantes afroamericanas e hispanas que están igualmente calificadas (Nichols y Evans-Bell, 2017), pero que desafortunadamente asisten a escuelas menos competitivas, ya que no pueden pagar el alto costo generado por las matrículas universitarias.
Es así como los mayores recursos postsecundarios y las tasas de finalización para estudiantes de poblaciones blancas se concentran en las 468 universidades estadounidenses más selectivas que ofrecen ventajas en el mercado laboral, así como más de dos millones de dólares por estudiante en ganancias de por vida y, por tanto, acceso a empleos de élite profesionales y gerenciales, además de carreras que traen empoderamiento personal al igual que social (Carnevale y Strohl, 2013). Por este motivo, debería gestarse un cambio en las políticas de liderazgo para ayudar así a distritos con instituciones educativas primarias que se encuentren en condiciones marginales y con una población de estudiantes que pertenecen a clases minoritarias, para combatir esta inequidad educativa desde la educación K-12.
Young (2019) argumenta que ha habido una formación para directivos escolares con respecto a unos estándares que deben conocer y utilizar para realizar una mejora en la equidad y sensibilidad cultural en las instituciones escolares. Dentro de estas, es posible mencionar las Normas Profesionales para Líderes Educativos (NPBEA, 2015), las cuales exponen que los estándares estarán basados en: misión, visión y valores fundamentales; ética y normas profesionales; equidad y sensibilidad cultural; currículo, enseñanza y evaluación; una comunidad que brinde apoyo y atención a los estudiantes; desarrollo y formación en liderazgo educativo: historia y prácticas contemporáneas en Estados Unidos; capacidades profesionales del equipo escolar; una comunidad profesional para los docentes y equipo; colaboración estrecha con las familias y la comunidad; operaciones y gestión y mejora escolar.
La puesta en práctica y ejecución de dichas normas debería estar presente en todas las instituciones educativas estadounidenses para una mejora y equidad educativa con miras a ayudar a la población estudiantil a obtener un futuro y una vida mejor.
Las prácticas educativas que han favorecido la desigualdad
Libassi (2018) argumenta que la formulación de políticas y las investigaciones podrían ofrecer a más estudiantes las oportunidades que merecen, si estas se diseñan para abarcar todas las minorías. La equidad en la educación superior se ha centrado en las graves brechas de acceso para personas estudiantes afroamericanas e hispanas. El problema que ha ocurrido es que entrar en la universidad no es suficiente, pues para ello es necesario que detrás de las prácticas educativas haya una formación académica competente (Westwood, 2016), con lo cual es posible lograr que cada estudiante pueda finalmente graduarse.
De esta manera, cabe mencionar que la verdadera equidad racial en la educación superior significa ir más allá de ayudar a la población estudiantil a acceder a la universidad, pues es necesario proporcionarle la igualdad en programas de estudio que sean accesibles y acogedores para toda persona (Formichellav y London, 2013). Ofrecer esto permitirá que puedan obtener títulos universitarios y, por lo tanto, empleos menos precarios y mejor remunerados, realidad que ayudaría a salir de una situación económica y social desventajosa; de este modo, se evitará entrar en un círculo económico-social repetitivo, al cambiar por ende el futuro de cada familia. Es así como se conseguirá formar a una sociedad igualitaria sin importar la raza, el origen o el sexo de la persona.
Por otro lado, Sandoval (2011) expresa que la educación no debe buscar una equidad, sino una justicia social. Las prácticas de formación docente no solamente deben ser de calidad, sino también ayudar a superar la brecha educativa y social que enfrentan los diversos contextos sociales, al ofrecer oportunidades de cambio en el proceso de enseñanza y aprendizaje a toda la población estudiantil a través de una educación competitiva. Por este motivo, las personas docentes deben salir de su rol técnico, rutinario y repetitivo para afrontar diferentes contextos sociales que presenten obstáculos, impedimentos, dificultades, etc. en su práctica diaria. Así, el rol de cada docente es trabajar de una manera integral, cohesiva con toda la comunidad en busca de una justicia social. Por otro lado, no solo las prácticas educativas han favorecido o están favoreciendo la desigualdad; el sistema de evaluación, por medio de sus prácticas evaluativas, también lo está haciendo.
Las prácticas de evaluación que han tenido un impacto en esta inequidad
Libassi (2018) expresa que para que las escuelas se tomen en serio la equidad académica evaluativa estas deben reconocer primeramente que los juicios sobre quién es probable que tenga éxito en un campo dado se ven inevitablemente afectados por el sesgo implícito y el racismo estructural, y, por lo tanto, estos pueden estar equivocados sobre muchas personas estudiantes de minorías poblacionales. En tanto que cada estudiante reciba desproporcionadamente una preparación académica K-12 más baja, las instituciones deben reorientar sus prácticas para reconocer que a la educación le queda un largo camino por recorrer para constituir realmente excelentes instituciones académicas (Taylor y Cantwell, 2018). Por este motivo, se puede observar cómo casi todas las instituciones de educación superior de Estados Unidos gradúan a un porcentaje más alto de personas estudiantes blancas que de alumnos y alumnas de poblaciones afroamericanas o latinas. A este respecto, se puede exponer que la evaluación y calificación benefician en mayor medida al estudiantado que ha tenido una mejor preparación escolar (Westwood, 2016), por lo que se debe prestar atención a las prácticas evaluativas donde se haga énfasis en la cultura, la diversidad, la raza, el poder y la equidad (Boyce, 2017), evitando así la desigualdad de oportunidades formativas especialmente en los grupos raciales o étnicos de todas las regiones del país (Gopalan, 2019), lo cual ayudaría consecuentemente a aquellas comunidades minoritarias.
En definitiva, tanto los procesos y las prácticas educativas como de evaluación, así como las políticas de liderazgo locales podrían estar agravando las desigualdades en estudiantes provenientes de grupos minoritarios. Prestar atención y tomar medidas eficientes y efectivas será importante para educar a una sociedad y evitar la desigualdad social.
La igualdad de oportunidades es un término que se debe emplear en un sistema democrático donde se priorizan valores e ideales independientemente del género, raza, etnia o clase social a la que pertenece cada persona. Desafortunadamente, estudios investigativos evidencian que la realidad educativa estadounidense está sufriendo de desigualdades que afectan el progreso de las clases sociales; tal es el caso de la inequidad en el acceso a la educación superior. La educación postsecundaria es fundamental para conseguir un mejor puesto de trabajo y, por ende, salir de una situación social desventajosa. Para ello, es necesario que exista y se aplique la igualdad de oportunidades educativas en todos los contextos y a todas las personas sin excepción.
Para conseguirlo será de suma importancia realizar un llamamiento a las personas líderes educativas, pues será necesario un cambio en las políticas educativas, en la financiación de las instituciones con una población minoritaria, en las prácticas educativas con recursos adaptados a las capacidades del estudiantado, en la formación del profesorado y los recursos educativos, así como prácticas evaluativas equitativas. De esta forma, toda la población estudiantil podrá no solo llegar a las universidades, sino conseguir terminar sus estudios y adquirir títulos universitarios que les puedan ofrecer mejores salarios y mejores condiciones laborales. Ayudar a crear una equidad social donde la educación no sea un privilegio sino una necesidad permitirá construir una sociedad estable, exitosa en la cual las personas, sin importar el género, el origen o la cultura, tengan las mismas oportunidades educativas y consecuentemente laborales.
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Recibido: 12 de mayo de 2022. Aprobado: 20 de octubre de 2022
http://doi.org/10.15359/rep.17-2.4
1 Doctora en educación y liderazgo, instructora en el área de la enseñanza del inglés como segunda lengua para el Distrito de Martin County en el estado de Florida, Estados Unidos. Ha publicado numerosos artículos en revistas nacionales e internacionales así como ha presentado diferentes ponencias en congresos y simposios a nivel internacional. https://orcid.org/0000-0003-0674-2665
División de Educología del Centro de Investigación y Docencia en Educación (CIDE),
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