Número 73E (3) • Julio-diciembre 2024
ISSN: 1011-484X • e-ISSN 2215-2563
Doi: https://dx.doi.org/10.15359/rgac.73e-3.11
Recibido: 25/03/2024 • Aceptado: 10/06/24
URL: www.revistas.una.ac.cr/index.php/geografica/
Licencia (CC BY-NC-SA 4.0)
Juan Humberto Cevo G1
Profesor jubilado, Escuela de Ciencias Geográficas, Universidad Nacional
Resumen
Tal como han acontecido importantes hechos y procesos en la historia de la humanidad, el nacimiento de la geografía como ciencia y el desarrollo de sus primeras etapas requirió de un proceso de adaptación y transformación, donde los protagonistas de estas supieron darse cuenta de las condiciones que fueron encontrando, desde el nacimiento mismo de la carrera profesional de la geografía, e hicieron lo que estuvo a su alcance, para lograr su aprobación y luego, su rápida consolidación. Este escrito, pretende remontar a los lectores, especialmente, a la década de los años setenta, famosa en el mundo por ser una década en la que el espíritu humano, dio rienda suelta a todo tipo de creaciones y manifestaciones en todos los campos cultivados en una u otra forma por la humanidad, lapso en el cual, la geografía en Costa Rica no es ajena.
Palabras clave: primeros desafíos; circunstancias iniciales; geografía de Costa Rica.
Abstract
As with significant events and processes in human history, the birth of geography as a science and the development of its early stages required a process of adaptation and transformation. The pioneers in this field recognized the conditions they encountered from the very inception of the professional career in geography and did what was within their reach to achieve its approval and subsequent rapid consolidation. This paper aims to take readers back, particularly to the 1970s, a decade renowned worldwide for its unleashing of the human spirit in all kinds of creations and expressions across various fields cultivated by humanity. During this period, geography in Costa Rica was no exception.
Keywords: initial challenges, early circumstances, geography of Costa Rica
Resumo
Assim como ocorreram importantes fatos e processos na história da humanidade, o nascimento da geografia como ciência e o desenvolvimento de suas primeiras etapas exigiram um processo de adaptação e transformação, no qual os protagonistas souberam reconhecer as condições que encontraram desde o próprio surgimento da carreira profissional de geografia, e fizeram o que estava ao seu alcance para obter sua aprovação e, posteriormente, sua rápida consolidação. Este escrito pretende transportar os leitores, especialmente, à década de 1970, famosa no mundo por ser uma década em que o espírito humano deu vazão a todo tipo de criações e manifestações em todos os campos cultivados de uma forma ou de outra pela humanidade, período no qual a geografia na Costa Rica não foi exceção.
Palavras-chave: primeiros desafios, circunstâncias iniciais, geografia da Costa Rica
Tal como han acontecido importantes hechos y también procesos en la historia de la humanidad, tanto en el nacimiento, así como en el desarrollo, al menos en sus primeras etapas, los protagonistas de estas, supieron darse cuenta de las condiciones que fueron encontrando, desde el nacimiento mismo de del desarrollo profesional de la Geografía, así como de la Vulcanología, en Costa Rica, e hicieron lo que estuvo a su alcance, para lograr su aprobación y luego, su sólida consolidación.
Este escrito, pretende remontar a sus lectores, especialmente, a la década de los años setenta, famosa en el mundo por ser una década en la que el espíritu humano, dio rienda suelta a todo tipo de creaciones y manifestaciones en todos los campos cultivados en una u otra forma por la humanidad, lapso en el cual, la Geografía en Costa Rica, no es ajena y que sus protagonistas trataron de aprovechar, al máximo, las oportunidades que se presentaron y tomaron decisiones pertinentes, gracias a las cuales, las ciencias geográficas y la Vulcanología, juegan hoy un papel relevante en el desarrollo social, científico y económico de Costa Rica y la región.
Todo ser humano tiene una historia personal. Englobados en esta afirmación, en un conjunto menos numeroso, se encuentran las personas que, debido a sus antecedentes y estilo de vida, les ha correspondido, jugar un papel importante que impactó y sigue impactando en la vida de otras personas y de la sociedad.
Un profesional con alguna trayectoria de algún prestigio en su desempeño como catedrático universitario, salvo muy contadas excepciones, no es el producto de un azar de algunos segundos de duración, como lo son las ondas sísmicas, al liberar energías, producto de tensiones acumuladas en variados lapsos de tiempo.
Es por esta razón que, me parece, deben ser conocidos una serie de situaciones de variada índole pero que, cada una de dichas situaciones fueron modelando al profesional que un día 4 de enero de 1974, llegó a Costa Rica, con un contrato de cinco años, para formar parte y sumar sus aportes al equipo que venía diseñando una nueva universidad, con nuevas oportunidades profesionales para las generaciones y el desarrollo futuro de Costa Rica, pero que, a la vez, continuaría con los procesos de modelado hasta ese momento, solo que ahora en un ambiente nuevo, de una sociedad diferente a la de sus orígenes, pero que ahora lo incorpora como uno de los suyos.
Entre los hechos más relevantes que contribuyeron a ir marcando los hitos de mi senda en la Geografía y la Vulcanología, por la magnificencia de este, es necesario posicionarse -aunque sea por algunos segundos -con el fenómeno que se conocería en el mundo, como “el terremoto de Chile”.
Lo ocurrido fue, en realidad un gigantesco proceso de liberación de energía interplaca, Nazca y Sudamericana a lo largo de más de mil kilómetros, que se inició el 21 de mayo de mayo de 1960 a las 06:02, en la península de Arauco seguidos de otros dos, del 22 de mayo, todos de magnitud superior a 7,5 grados; el último, con epicentro en Purén, a las 14:36, 15 minutos antes del de Valdivia, más al sur, de 9,5 grados, que, 15 minutos después, fue seguido por un gigantesco tsunami, con masas de agua que alcanzaron más de 10 m de altura, centenares de metros, más allá de la línea de costa y hasta kilómetros por los valles de algunos ríos de amplios lechos del sur de Chile y que, literalmente, barrió numerosas localidades costeras.
Estos eventos, especialmente el último, provocó la destrucción de varios miles de edificaciones, así como la única carretera pavimentada, instalaciones portuarias, centros educativos, ascenso y descenso de importantes segmentos continentales e insulares y como si fuera poco, la fractura de unos cerros que, a su vez provocaron el represamiento del desagüe del lago Riñihue que obligó al trabajo forzado de miles de chilenos para abrir un forado que permitiera el desagüe gradual y evitar una avalancha que habría destruido la ciudad de Valdivia.
Este esquemático resumen, seguramente, no refleja los días y meses que vivimos en zozobra, los habitantes del sur y sector norte de la zona austral de Chile –este autor entre ellos– pues vivimos pendientes de las informaciones radiofónicas, conociendo primero la magnitud de los daños y luego los esfuerzos para la recuperación de la vida normal, pues casi todos los servicios quedaron dañados, miles de viviendas destruidas y miles de personas fallecidas o desaparecidas.
Me encontraba finalizando la educación secundaria y, además de informarnos de lo ocurrido, dado que la gran mayoría de mis compañeros eran de diversos pueblos y ciudades, del área afectada y nos correspondió colaborar con algunas acciones en apoyo a los damnificados.
Las informaciones científicas eran escasas y fragmentadas, pues no había un órgano central que asumiera la responsabilidad en situaciones de emergencias ni desastres como el que vivimos, lo cual distorsionaba la gravedad de la situación, a veces a niveles dantescos. Ni siquiera las universidades más importantes, como la Universidad de Chile, contaba con los equipos y medios como asumir total o parcialmente esa responsabilidad. El Ministerio del Interior era y sigue siendo el ente del Estado que tiene la responsabilidad de ese tipo de situaciones; no contaba, entonces, con la ONEMI (Oficina Nacional de Emergencia del Ministerio del Interior).
Entre las informaciones importantes que se dieron a conocer, fue el arribo al país de eminentes científicos, de prestigio mundial, como lo fueron Haroun Tazzief y Lorenzo Casertano. Este último, director de Istituto Vesubiano di Napoli, que va a dejar una profunda huella, ya que unos años después asumió la información oficial del gobierno de la época, por erupciones volcánicas, entre otras, de una muy importante del volcán Villarrica en 1963. Además, orientó el quehacer de las universidades chilenas en la formación en Geología, por lo cual es considerado el padre de la Vulcanología en Chile.
Es importante señalar entre las condicionantes, que, afortunadamente, se dio una excelente relación con Humberto Fuenzalida, Geógrafo chileno, con importante formación en Geología y quien tuvo entre sus ayudantes, a Arturo Ducoing y a Eusebio Flores quienes, a su vez, escogieron a este profesional –entonces– en formación, como su asistente, lo cual marcó, en definitiva mis preferenciales líneas de trabajo.
En los constantes procesos generadores de situaciones de emergencias, así como los avances científicos y tecnológicos que, afortunadamente, se están dando el mundo, obligó al Estado a mejorar el sentido, alcances y poder necesarios para enfrentar los riesgos. Es así como el 1 de enero de 2023, la Oficina Nacional de Emergencia (ONEMI) se transforma en el nuevo Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (SENAPRED), entidad que tendrá la responsabilidad de asesorar, coordinar, organizar, planificar y supervisar las actividades relacionadas a la Gestión del Riesgo de Desastres en el país. Quizás el factor más importante que tiene esta decisión es que resulta obligante para todos los servicios del Estado ya que, con anterioridad, tenía una capacidad solo indicativa, vale decir a voluntad del jerarca respectivo.
Otro acontecimiento que contribuiría trazar mi ruta de vida fue la decisión de la Universidad de Chile de expandir sus servicios a todo el país, mediante la creación de los Colegios Universitarios Regionales; el primero de los cuales fue el de Temuco, la ciudad de la que soy originario.
El 13 de julio de 1960, la Universidad de Chile, funda el Colegio Universitario Regional de Temuco, al que seguirían varios más, como inicio de un plan por llevar la universidad de Chile a todas las regiones, dados sus casi 4.000 km de largo, lo que constituyó in hito de enorme importancia en el desarrollo regional de Chile.
En lo personal, fui aceptado en la carrera de Profesor de Estado en Enseñanza General Básica, mención Estudios Sociales. Se trataba de la nueva versión de los docentes de Educación Primaria que, ahora, tendrían una especialidad.
Las respectivas autoridades universitarias, cuidaron muy bien la selección del personal docente que tendría la responsabilidad de sembrar un nuevo hito, al formar con un nivel universitario, la anterior formación de las escuelas normales. Esta circunstancia permitió que fuéramos formados por excelentes profesionales, tanto en los campos específicos, como en su sentido social del desarrollo humano.
Fue así como, además de excelentes docentes como Roberto Balocchi, Marcial Alcázar, Ives Javet, Víctor Molina, entre otros, tuve como profesor a un verdadero geógrafo, con una sabiduría increíble en las ciencias y en particular en la Geografía Física y sus disciplinas auxiliares o coadyuvantes, en don Arturo Ducoing Herrera. Con él pudimos satisfacer creo que todas nuestras dudas y preocupaciones provenientes de los acontecimientos del llamado Terremoto de Chile, así como de los acontecimientos del universo, desde sus orígenes.
En paralelo, acontecimientos familiares, me hicieron tomar conciencia que el futuro no estaba sembrado de rosas y que debería esforzarme al máximo si quería aspirar a ser un profesional reconocido por su calidad. Además, adquirí el compromiso de servir de apoyo a mi hermana menor, para que culminara su educación media y obtuviera también una profesión universitaria.
Estas nuevas circunstancias, en vez de aplastarme, me hicieron redoblar los esfuerzos de superación. Fue así como, apenas con seis meses de estudio, un día muy especial, don Arturo Ducoing, me llamó para decirme que quería que fuera su Ayudante.
Por supuesto que acepté, comenzando con modestos trabajos de apoyo como la instalación de mapas, así como de un proyector de láminas y su manejo en clases (epidiascopio) que era todo un tremendo avance tecnológico para la época. Al año siguiente mi rol se vio tremendamente enriquecido pues se trataba en encontrar determinados materiales, preparar algunas presentaciones y hasta iniciar la preparación de un libro de Geografía, adaptado a la realidad regional que, lamentablemente, por los mismos acontecimientos que siguieron, no pudo ser completado ni editado.
Dadas las necesidades familiares, logré ser aceptado en el Liceo Nocturno Plácido Briones de Temuco, para impartir el curso de Historia y Geografía para los distintos niveles de la educación secundaria. Pese a que el pago se producía dos o tres meses después de concluido el curso, significaba un complemento de alguna importancia.
Sin embargo, lo más relevante, se va a producir varios años más tarde. Efectivamente, entre los alumnos, estuvo una persona de nombre Eugenio Orellana, un líder evangélico que gustaba participar en clases y fuera de ella, lo cual, produjo una relación más cercana que con el resto de los estudiantes de los cursos y que sería el factor condicionante para mi llegada a Costa Rica.
Gracias a mi rendimiento y la condición de Ayudante, fui incorporado a un equipo profesores que, en el período de las vacaciones y de acuerdo con contrato con el Ministerio de Educación, se dedicó, año tras año, a la capacitación del personal docente de las provincias del sur de Chile, en todos los niveles y áreas. Estas jornadas tuvieron también un gran valor formativo, al trabajar con personas, poseedoras de títulos universitarios pero que, de acuerdo con las valoraciones del Ministerio, debían ser capacitadas para que pudieran ejecutarse las modificaciones del currículo nacional. Fue una experiencia muy enriquecedora, pues pude darme cuenta de las deficiencias que el personal docente tenía, e iba a ser de gran importancia, cuando propuse en Costa Rica un proyecto para actualizar al personal docente, en particular en el campo de las ciencias geográficas. Tuve el privilegio de seguir formando parte del equipo capacitador, aún en los años que estuve culminando mi preparación en Santiago.
En paralelo, en el Colegio universitario de Temuco, comenzaron a producirse las primeras acciones referidas a la constitución de una asociación de estudiantes, en la que, en una primera instancia, fui elegido Secretario de Cultura y al año siguiente, obtuve la calidad de Presidente.
Esas actividades de dirigente estudiantil universitario, me permitieron ser parte importante de los movimientos estudiantiles en los diversos Colegios Universitarios creados, a través de los cuales, se pretendía, entre otros postulados, que las carreras abiertas, tuvieran continuidad a niveles superiores correspondientes, en Santiago. En el ambiente en que yo me encontraba entonces, el objetivo perseguido era lograr la continuidad en el nivel de Educación Secundaria en Historia, Geografía y Educación Cívica.
Al concluir la formación para el nivel de Educación Básica, en 1963, me hice acreedor del Premio Darío Salas, por obtener las mejores calificaciones y espíritu profesional, de todas las especialidades.
Gracias a la voluntad estudiantil, que incluyó algunas huelgas, entre otros logros, se obtuvo la continuidad a la carrera de Pedagogía en Historia y Geografía. Para concretarla, hubo que aprobar algunos cursos complementarios de nivelación, con lo cual, llegué a la Facultad de Educación, Filosofía y Letras de la Universidad de Chile, conocido como “El Pedagógico”, que ya era reconocido como un centro universitario de avanzada, en las luchas universitarias y sociales.
Esos logros, incluyeron el cambio de la condición de las avanzadas de la Universidad de Chile provincias, paseando de la condición de Colegios Universitarios a la de Sedes de la Universidad de Chile.
En lo particular, se enriqueció la planta de profesores, con la llegada de la profesora Úrsula Friebel, especialista en Geografía Humana quién entre sus atestados, contaba a su favor, el haber sido Ayudante de don Eusebio Flores, excelente maestro de la Geografía, de quién tuve el honor de ser también su ayudante, años más tarde; además de doña Úrsula, se sumaron dos profesores: uno para Historia de Chile y otro para Historia de América. Para que se tenga una ligera idea de la cuantía del esfuerzo de la universidad, para cumplir los compromisos adquiridos, baste señalar que estos dos profesores, viajaban todas las semanas a Temuco (700 km), por ferrocarril o avión, para impartir sus lecciones.
Con el traslado a Santiago, un año más tarde, recibimos una ayuda mensual de media beca y en mi caso, el acceso a una residencia estudiantil, integrada por cuarenta personas, donde las condiciones de compartir con personas de diversas especialidades y de formas de ver la vida, constituyeron una nueva circunstancia de aprendizaje, al nivel micro.
El nivel macro lo vivimos todas las universidades y el país, pues se produce la culminación del proceso de Reforma universitaria que venía dándose, prácticamente en todo del mundo, con diversos movimientos y logros, de acuerdo con las realidades de cada país.
En el caso de la Universidad de Chile, me correspondió colaborar en reuniones, preparación de documentos en general, sobre las reivindicaciones que perseguíamos, además de los encuentros con los representantes de los demás Colegios Regionales, a fin de contar con un conjunto de ideas comunes ante las autoridades centrales de la universidad.
Nuevos acontecimientos profesionales de importancia se presentaron durante la estadía en Santiago y que contribuyeron a configurar mi perfil profesional.
Entre ellos, creo que el más importante fue la apertura de la carrera de Geógrafo, en la cual me matriculé, llevándola en paralelo con la de Pedagogía en Historia y Geografía, con mención en Geografía, ambas a cargo del Departamento de Geografía.
Se presentaron excelentes oportunidades de desarrollo profesional, dado que en esos años, prácticamente toda la actividad científica y Cultural, estaba centralizada en la capital, Santiago de Chile.
Así, por ejemplo fui llamado por el Jefe de la Sección de Investigaciones y Documentación Regional, del Departamento de Extensión Universitaria de la Universidad de Chile, don Waldo Suarez (Certificación del 4 abril, 1970), para formar parte de dos equipos multiprofesionales, cuyas metas fueron la realización de dos libros, llamados, Seminario de Problemas Regionales de Coquimbo, así como el correspondiente a Problemas Regionales de la Provincia de Chiloé y que constituyen mis primeras publicaciones, como coautor, con la relevancia de tratarse de la Universidad de Chile.
En Geografía, el trabajo interdisciplinario es de especial importancia, especialmente cuando postulamos que Geografía es una disciplina de síntesis, pues además de lo auténticamente geográfico, se nutre de otras disciplinas científicas, por los que estas publicaciones, contribuyeron a valorar tanto los saberes, como las técnicas, procedimientos y estrategias utilizados por otros campos del saber humano, que resultan de gran utilidad en el saber geográfico.
Ingresé a la Asociación de Geógrafos de Chile (AGECH), en cuyo Congreso en 1971, se aceptó la investigación que presenté, titulada Problemas de Población del Norte Chico.
El Director del Departamento de Geografía, don Eusebio Flores S., me nombró su Ayudante y cumplí con él en los trabajos prácticos y controles de lecturas de dos de las asignaturas a su cargo. Además, ocasionalmente, era solicitado por otros académicos para colaborar con ellos, tanto para actividades en el aula, como para trabajos de campo.
La experiencia de catedrático en Chile, como antecedente inmediato para serlo en Costa Rica
Me gradué en 1968 y fui nombrado Profesor de Geografía a Tiempo completo en la Sede Temuco de la Universidad de Chile, hasta que se produjo el cruento golpe militar que cerró las universidades y nos obligó a presentar nuestras renuncias a nuestros cargos, sin ningún tipo prestaciones laborales (diciembre de 1973).
La estancia en la región que nací y donde cursé los primeros años de mi formación profesional, ahora como catedrático, fue absorbida al máximo por actividades académicas profesionales, tanto en impartir lecciones de Geografía en carreras profesionalizantes, como en capacitaciones diversas, además de asesorías para la FAO, así como actividades de investigación de importancia en Geografía (Oficina de Investigaciones Regionales), así como en Vulcanología (ONEMI, Oficina Nacional de Emergencias del Ministerio del Interior).
Además de las actividades académicas, propiamente dichas, dada mi experiencia ganada en el proceso de reforma universitaria en Santiago, fui nombrado como representante de los académicos de la Sede Temuco, ante los organismos centrales del proceso, lo que implicó que tuve que viajar todas las semanas a Santiago, por dos o tres días, para participar de las sesiones, de dos importantes organismos: el Senado Universitario, que tuvo, entre sus fines, el nuevo Estatuto de la Universidad de Chile; además, fui elegido y formé parte de la Comisión Central de Investigación científica.
Los aprendizajes logrados, las experiencias ganadas, fueron de un enriquecimiento increíble en todo tipo de aspectos, dado que los integrantes eran, en alguna medida, los cerebros más distinguidos de la intelectualidad chilena de entonces, por lo que las visiones a futuro, del mundo, así como de Chile, no solo me permitió ilustrar a mis antiguos profesores, entonces colegas a quienes representaba, sino que iban a tener una tremenda importancia cuando tuve que tomar la decisión de trabajar en Costa Rica y formar parte del equipo que echaría a andar una universidad de nuevo cuño, sin tener que pasar por las conflictivas etapas por las cuales tuvimos que pasar en las universidades chilenas.
Entre otros logros que tendrían una gran relevancia para Costa Rica, posteriormente, fue el contactar con el Geólogo Armando Cisternas, Geólogo de la Universidad de Chile, quien ya era conocedor de algunas de mis actividades en el monitoreo de dos de los volcanes más activos de Chile, que se encuentran en la misma provincia de Cautín, de la Sede de la Universidad de Chile. Fue así como presentamos un proyecto para instalar una Red Telemétrica de monitoreo sísmico en la Provincia de Cautín, ante la Comisión Central de Investigación Científica, mismo que fue aprobado, lo que incluyó la compra de los equipos, de lo que sería la primera red telemétrica en América Latina, para esa finalidad.
El proceso quedó truncado por el sangriento golpe militar, en la etapa de compra de equipos. Gracias a las gestiones que se realizaban en las Sedes de Provincia, en el caso de Temuco, se logró la apertura de la carrera de Pedagogía en Historia y Geografía, para concluir en Santiago, después de dos años allá.
Me correspondió ser Director de las carreras de educación, relacionadas con los campos de la Historia y la Geografía, para el nivel básico y el secundario e impartía en ellos algunos cursos de Geografía. Fue así como tuve contactos profesionales, con la estudiante Cire Castillo, quién jugaría un papel relevante para trabajar en Costa Rica.
Creo necesario hacer notar que, en esos años (finales de los sesenta e inicios de los setenta), el único centro universitario que mostraba una preocupación permanente por los fenómenos volcánicos y sísmicos era la Universidad de Chile en Temuco, como producto, a su vez, de mi interés personal.
Es así como cuando en 1971, entra en erupción un volcán desconocido, hasta entonces, en la Provincia de Aysén, el Intendente (máxima autoridad provincial civil) Norberto Añazco con la aprobación de la ONEMI, entra en contacto con la sede universitaria, pidiendo que esta me envíe al área en situación de emergencia.
La universidad autorizó el permiso y pude viajar con dos de mis ayudantes, no solo para colaborar en el trabajo en el campo que podría resultar dificultoso, dado que se trataba de un área de hielos eternos, con dos ríos que tenían sus nacientes en el área del vulcanismo. Casi tres semanas tomó la actividad para recorrer en avioneta, helicóptero, barco pesquero, toda el área y entregar el informe del caso a las autoridades, así como una conferencia de prensa. Afortunadamente, por lo despoblada del área, no hubo pérdidas humanas. Solo hubo que lamentar la pérdida de algunos animales domésticos de trabajo. Además, la actividad dejó las enseñanzas a tener presente para futuros procesos eruptivos.
Esto, fue de gran utilidad pues en 1973, nuevamente el volcán Huemules entro en una actividad explosiva similar y tuvimos que desplazarnos nuevamente al área para analizar la nueva situación y entregar un informe técnico a las autoridades.
El proceso se repetiría en 1991 y nuevamente fui llamado por las nuevas autoridades provinciales. A mi vez, yo me encontraba como Vicerrector de ULACIT, donde las autoridades comprendieron la situación y concedieron la autorización para que yo pudiera trasladarme a colaborar, desde el punto de vista técnico, nuevamente al extremo austral de Chile. Esta situación, vino a reforzar, uno de los primeros proyectos que presenté a don Oscar Aguilar Bulgarelli, consistente en la creación de un Instituto científico de Vulcanología y Sismología, para el monitoreo permanente de la sismicidad y el vulcanismo en el país, a fin de eliminar o, al menos, minimizar las consecuencias de estos fenómenos, al no tener ninguna información previa de alerta.
Como señalé, por encontrarme en Temuco, apenas en algún lugar de la región se reportaban ruidos o movimientos otros tipos de fenómenos, la autoridad provincial, solicitaba mi participación y el traslado, si era necesario, para verificar en el terreno cualquier posibilidad de riesgos.
Para finalizar esta selección de hechos, situaciones y circunstancias que contribuyeron a moldear mi perfil y quehacer profesional y que, de una u otra manera contribuyeron a orientar mi desempeño profesional en Costa Rica, debo mencionar un par de consultorías que me solicitó la FAO que, entonces, tenía sus oficinas centrales para América Latina, en Chile.
Una se firmó para realizar unas jornadas de capacitación a guardaparques en la naciente organización nacida para el cuido y desarrollo de áreas silvestres protegidas, mediante charlas y prácticas en temas geográficos, en particular sobre el uso de materiales cartográficos.
La otra, trató del levantamiento inicial de un área modelada por los procesos eruptivos del volcán Llaima y que, años más tarde sería constituida como el Parque Nacional Conguillío. Además de los nuevos aprendizajes alcanzados con estas actividades profesionales, se produjo otro enlace importante con mi decisión de trasladarme a Costa Rica. Estando ya en los preparativos para el viaje, solicité a FAO un par de constancias de mis actividades con ellos, las cuales fueron emitidas con elogiosos conceptos sobre las mismas.
Además, se me entregó otra, por parte de don Kenton Miller, entonces Director de la FAO, para un costarricense, desconocido para mí, hasta cuando le hice entrega de la misiva. Se trataba de don Mario Boza, con quién tejeríamos una estupenda relación de amistad y profesional, incluso para llegar a invitarme a ser coautor con él, de una de las ediciones del libro Parques Nacionales de Costa Rica, con la editora española INCAFO. El día de nuestro encuentro en San José, don Mario me informó y relató que Kenton Miller era el director de su tesis de Maestría sobre el manejo del volcán Poás.
Sabido es que ese proyecto, convertido en realidad, inició el proceso de áreas de conservación de Costa Rica y con don Mario fuimos compañeros del equipo inicial de la UNA y más tarde, también la UNED.
Desde más de medio año anterior al golpe de Estado, se iniciaron las acciones encaminadas a poner fin al gobierno de Salvador Allende, pese a estar democráticamente constituido, lo cual aumentó la incertidumbre e inseguridad de la vida en Chile, lo que estimuló el abandono de Chile por muchos nacionales y extranjeros residentes.
En verdad, el proceso de desestabilizar el gobierno, de acuerdo con las decisiones y estrategias concebidas y emanadas desde Washington -según los miles de documentos desclasificados al respecto, en Estados Unidos- se iniciaron desde los finales del gobierno anterior, recrudecieron durante la campaña electoral y culminaron con el golpe de Estado.
Estas tensiones, entre otros efectos, provocaron el que un día de abril o mayo de 1973, recibiera una carta, que constituyó una tremenda y agradable sorpresa: el matrimonio de exalumnos, constituido por Eugenio Orellana y Cire Castillo, se habían establecido en Costa Rica, desde hacía algunos años y me informaban que se estaba abriendo una nueva universidad; que buscaban profesionales y que entre ellos, necesitaban Geógrafos y que si yo tuviese interés al respecto.
Además de agradecer la información, les hice ver que en esos momentos gozaba de un buen posicionamiento social y profesional, pero que averiguaran acerca de las condiciones en que podría darse una eventual contratación.
Por mi mente, nunca pasó como algo probable, que se daría un golpe de Estado. Esto, debido a la formación recibida en el sistema educativo chileno, donde siempre se estableció que los militares eran obedientes de las decisiones del poder civil.
La cruda realidad se me hizo presente cuando, producida la caída del gobierno legítimamente constituido, se cierran las universidades, se constituyen las fiscalías, para determinar, entre otras cosas, si se era enemigo o no del régimen militar, se establecen los toques de queda, después de los cuales, nadie podía circular sin un permiso expreso y en algunos lugares como las cercanías de La Moneda –el palacio de gobierno– el mismo duraba 24 horas.
Mi única hija, de pocos años, había sido llevada por sus abuelitos a Santiago, donde vivían en el llamado Barrio Cívico, precisamente a menos de 200m. de La Moneda, que había sido bombardeada, quedando varias manzanas de los alrededores sin poder salir a la calle.
Intenté pedir un salvoconducto para viajar y llevarle alimentos, el cual se me negó, por lo que mi esposa tuvo que llevar una maleta, cargada solo de alimentos.
Me apersoné a la fiscalía militar, a la fiscalía de la universidad, donde que decía que no tenían nada en mi contra. Incluso fui al Regimiento militar donde fuimos llamadas muchos chilenos, acusados de terroristas y que en caso de no presentarse, serían fusilados donde se les encontrara. Tampoco hubo ninguna acusación.
Las violaciones de hogares, las quemas de libros y documentos, y violación de todas y cada una de las libertades y garantías individuales, se convirtieron en algo común, que cambió brutalmente lo que se consideraba hasta entonces, en modo de vida del chileno.
En esos días y semanas, recibí otra carta que, para mi sorpresa, traía un contrato con la Universidad Nacional, por 5 años y un boleto de avión hasta Costa Rica.
Casi junto con ella una carta en la que el matrimonio Orellana-Castillo, me ofreció su casa mientras yo encontrara un lugar más definitivo.
Dejo expreso reconocimiento a estas bellas personas con quienes existió hasta esos momentos solo una relación de profesor y alumnos, por su tremendo espíritu solidario, no solo conmigo, sino con quienes lo necesitaran.
Así, formaron parte de un comité de solidaridad, al que me agregué cuando ya estuve en costa Rica, para recibir a nuevos refugiados, con techo y alimentos.
Arribé, el 4 de enero de 1974 y, como lo habíamos planeado, desde el aeropuerto llamé a Eugenio quién se encontraba con su familia en Puntarenas. Me recomendó contactar con radio Faro del Caribe y más tarde, pasó a buscarme y llevarme a su hogar.
Allí, en varios momentos, platicamos sobre las condiciones en las que se encontraba Chile y Costa Rica y al día siguiente me llevó al costado sur de la parroquia y del parque, donde tuve la primera reunión con quien era mi jefe, a partir de entonces, luego compañero, guía y apoyo de todo tipo para mi instalación en Costa Rica, que sería 150m sur de la Clínica Bíblica, segundo piso.
Gestionó de inmediato el trámite del 50% de lo que sería mi salario de ingreso, como gastos de instalación, lo cual en esos momentos era de primordial importancia dado que con la venta de la mayoría de los enseres domésticos, quedaban en Chile mi pequeña hija y mi esposa que, afortunadamente trabajaba en el ministerio del Trabajo y no la habían echado, pero de todas formas eran ingresos insuficientes, por las alzas oportunistas, así como por las reservas que eran vitales para enfrentar, en alguna medida, la incertidumbre de cada día.
Desde el segundo día de trabajo, se inició la construcción de un vinel de comunicación franco, abierto y muy cordial, en cuyas primeras horas intercambiamos una buena cantidad de informaciones sobre nuestros respectivos ambientes hasta ese momento, así como las tendencias y las primeras ideas que teníamos sobre el futuro de nuestro desafío profesional.
Algunos momentos de cada día (a veces, fueron horas), intercambiamos nuestros puntos de vista, en forma franca y cordial, ocasiones en donde comencé a aprender la tremenda honestidad de don Oscar en la exposición de sus ideas, la perspicacia de sus cuestionamientos e interrogantes, asunto que, a mi entender, facilitó extraordinariamente nuestra relación y, en particular los logros y metas que comenzaríamos a fijarnos como desafíos.
En esos momentos, esas primeras semanas, todo era un gran desafío pues, lo único con que se contaba era un documento conteniendo el Plan de Estudios, aprobado por la Comisión Ad Hoc y un grupo de profesionales, del que yo era parte.
Como parte del proceso de cierre de la Normal Superior de Heredia, se recibieron sus instalaciones y a Geografía se le asignó el área correspondiente a la Escuela Modelo, donde iniciaban su proceso formativo, pequeños, correspondientes a preescolar y primer grado, en donde, por esa anterior finalidad, no existía el mobiliario necesario para las personas adultas, responsables de su nuevo uso y destino.
Si bien es cierto, existía un plan de estudios oficial, no existía un respaldo acerca de las condiciones físicas de instalaciones, de equipos ni laboratorios u otros equipos ni materiales especializados. Existía un biblioteca, que perteneció a la Normal Superior y que fue formada y enriquecida con los criterios y prioridades de la Normal, o sea, básicamente con los libros de textos para la enseñanza de la Geografía, la historia y la Educación Cívica, pero no con los requerimientos especializados dados por la concepción epistemológica de la formación de Geógrafos, en su variedad formativa.
Se hablaba de la necesidad de las experiencias, así como de la investigación científica, pero, al parecer, estaba pensada “a la antigua”, o sea, básicamente, la indagación bibliográfica.
Estos aspectos y muchos más formaron parte de los diálogos de los primeros días y semanas que mantuvimos con don Oscar Aguilar, a la fecha, director de la entonces llamada Escuela de Geografía.
Don Oscar seleccionó a la totalidad del personal docente, nombrado para entonces, sin embargo, salvo excepciones, prácticamente nadie conocía a ciencia cierta los atributos profesionales de las personas que integraban el cuerpo docente, salvo que provinieran de una misma institución externa a la UNA, como, por ejemplo, el Instituto Geográfico Nacional o la Escuela Centroamericana de Geología de la UCR.
Así, las cosas, resultaba muy difícil garantizar que no hubiera repeticiones ni que hubiese vacíos importantes en los saberes mínimos que se deberían entregar a los estudiantes de Geografía. Don Oscar, preocupado también por la ausencia de personal geográfico nacional, tomó la decisión de enviar formarse en el extranjero (España y Brasil) a algunas personas que él contactó y que, a mi llegada ya se encontraban haciendo uso de esas becas.
También escogió a un grupo de graduados de Bachillerato en Historia y Geografía de la UCR, para que en un plan especial, en dos años obtuvieran su licenciatura en Geografía. Este grupo, estaría destinado a ser los nuevos docentes, a cargo de las asignaturas, en las cohortes de matriculados en los años siguientes, como efectivamente ocurrió, por lo que había que aplicar una mayor intensidad en sus aprendizajes, a fin de que pudieran, por lo menos, con un nivel aceptable de desempeño.
De la lectura de esta breve relación de lo que era la naciente Escuela de Geografía en enero de 1974, se entenderá que, como en la mayoría de los casos de las nuevas carreras en las universidades de Latinoamérica, había algunas debilidades, a algunas de las cuales, hice un abordaje, mediante propuestas específicas al Sr. Director.
Una de ellas, quizás la más importante de todas, como lo es la dotación bibliográfica, me permitió proponer que trajéramos desde mi biblioteca profesional en Chile, unos cien libros, que yo pondría a disposición de los estudiantes que los requirieran, como efectivamente se puso en práctica, solventando, en alguna medida, la no existencia de material bibliográfico de calidad, a disposición de los estudiantes y profesores.
Como de todas formas, esa estrategia, no sería suficiente, propuse a don Oscar, escribir unas antologías que podrían jugar un papel supletoria de la inexistencia de las obras originales. Fue así como me di a la tarea de seleccionar artículos y documentos en los campos de la Climatología, la Geomorfología y la Vulcanología.
Aquí es necesario destacar y agradecer al personal secretarial de la Escuela, entonces en las personas María Isabel Valladares y Rosa Elena Méndez quienes, de manera ejemplar de dieron a la tarea de reproducir los respectivos materiales, en una época en donde no se contaba con las máquinas adecuadas.
Además, es necesario agregar, que estuvo a cargo de ellas también la edición del primer libro de la Universidad Nacional, cuyo título es Modelos de Análisis Geográfico, Aplicados a Costa Rica que, como su título lo indica, es una especie de acercamiento derivado del interés de cualquier persona, a lo que son los intereses que desarrolla la Geografía. Es una obra destinada a darse cuenta y despertar el interés por el enfoque geográfico de utilidad en el desarrollo de Costa Rica.
Parte del contenido de esta obra, está, de igual manera, destinado a despertar el interés por la Vulcanología, que es otro campo profesional que se abrió e inició, por primera vez, desde la Escuela de Geografía a partir de mi propuesta, basada en mi experiencia en Chile, desde 1980, para fundar un Instituto cuya misión sea el monitorear, investigar y preparar al personal científico que aborde los fenómenos volcánicos y sísmicos, además de preparar a la población para enfrentar con éxito los efectos de estos fenómenos, disminuyendo los daños materiales y la pérdida de vidas humanas.
El Dr. Aguilar Bulgarelli, comprendió la gran importancia que podría tener un proyecto de Vulcanología, se compenetró del desafío a enfrentar y dimensionó la gran importancia que podría significar para Costa Rica, por lo que estuvo de acuerdo en que el Lic. Cevo le preparara un primer documento oficial, para presentar y dialogar con el Sr. Rector, Pbro. Benjamín Núñez, al respecto.
Es así como el Lic. Cevo, a finales de febrero de 1974, presenta oficialmente, al Director de Ciencias Geográficas, un documento un tanto general, de alrededor de ocho páginas, conteniendo las principales ideas, ventajas y requerimientos, para crear un Instituto de Vulcanología y Sismología, como parte integral de la Escuela de Ciencias Geográficas, que, además de contribuir a la prevención de eventos sísmicos y volcánicos, permitiría desarrollar las bases humanas y tecnológicas que hicieran viable crear la carrera de Vulcanología a nivel latinoamericano.
Este primer documento y los necesarios y enriquecedores diálogos entre ambos fueron muy útiles para posesionar al Dr. Oscar Aguilar, a quién le correspondió la importante tarea de presentar estas ideas ante el Rector y luego, con la anuencia de este, formularlas ante la Comisión Ad Hoc, encargada del desarrollo inicial de la UNA, así como ante el Consejo Universitario que le sucedió.
En forma extraoficial, en las conversaciones sostenidas entre estas dos autoridades universitarias, el Sr. Rector fue informado de las ideas y labores que realizaba el Dr. Cevo, en torno al tema de la Vulcanología, así como de la idea de iniciar el proceso, creando una unidad académica de Vulcanología al interior de la Escuela de Geografía. Producto de ello es que el Sr. Rector manifiesta su acuerdo en principio y le sugiere al Dr. Oscar Aguilar que este le envíe una comunicación oficial, con la finalidad de que él refrende el proceso iniciado, dándole su aval.
El proceso se oficializa cuando el Dr. Oscar Aguilar, con fecha 18 de marzo, mediante oficio FCTM-N°026-74, comunica al Sr. Rector acerca de las actividades que se han iniciado y que el Lic. Cevo acepta trabajar en forma gratuita en la formulación del proyecto. Las magras condiciones presupuestarias de la naciente universidad, condicionan la toma de decisiones, es así como sugiere que las actividades relacionadas con la Vulcanología se inicien, a la semejanza de una semilla bien elegida, creando la Sección de Vulcanología, en la Escuela de Geografía, misma que sería coordinada por don Juan Humberto Cevo, en forma ad honorem.
El Sr. Rector responde al Dr. Aguilar Bulgarelli, tan solo dos días después, mediante, oficio R-167-74, del 20 de marzo, aceptando y dando su aval a la propuesta, agradeciendo el aporte institucional que significa el proyecto para la UNA.
Don Oscar Aguilar, como Decano, Después de valorar, los diversos requerimientos inmediatos, incluyendo los de espacio físico que se requeriría para los primeros años, asignan con el Ing. Dörries el de la Sección de Vulcanología y procede a nombrar al Lic. Cevo, a cargo de la Sección de Vulcanología, que este va a ejercer entre el 30 abril de 1974 hasta el 30 de julio de 1976. A partir de esos acontecimientos, se incrementan las estrategias y el accionar, que conduzcan y contribuyan a los objetivos planteados en el proyecto de un Instituto de Vulcanología.
Así, por ejemplo, el Dr. Cevo inicia las gestiones, con la Oficina para las Migraciones Europeas, solicitando el envío de Profesionales en Geografía y en Vulcanología, gestiones que comenzaron a concretarse a finales de 1974, con la incorporación de los Dres. Lorenzo Casertano (rememorar su rol en Chile), Sergio Racichini, Andrea Borgia y Conrado Cigolini, quienes comprenden la importancia del momento histórico que se vivía y se incorporan a las labores, realizan visitaciones de campo, investigativas y de publicación de las mismas.
También se planteó la necesidad de contar con el personal nacional para Vulcanología y, con el valioso concurso de don Enrique Malavassi y Mario Fernández, ambos profesores de la Escuela de Geografía, se elaboró un perfil profesional y se concluyó que, la persona con el perfil real más adecuado para incorporar a la Sección de Vulcanología era el Ing. Rodrigo Sáenz, como profesional.
En forma paralela, el Dr. Cevo se informa que la Dirección de Geología, Minas y Petróleos, tiene aprobada la compra de un red telemétrica para la detección de sismos. Es así como a mediados de 1976, que se vincula a don Rodrigo, con el convenio de la red telemétrica que, mediante el convenio indicado, aportaría la DGMP y así se comunica oficialmente. Sin embargo, las deficiencias presupuestarias iniciales, no permiten otros avances, sino hasta enero de 1977, cuando el Lic. Florencio Magallón, como Director de la Escuela Geografía y consecuentemente, Coordinador de Vulcanología, se dirigió al Consejo Universitario, planteando los temas del presupuesto, para la traída de la red telemétrica del convenio con la DGMP, así como el compromiso sobre el salario del Dr. Casertano y comunica oficialmente que se ha seleccionado al Ing. Rodrigo Sáenz, por ser el costarricense mejor capacitado entonces, para hacerse cargo de la red consignada en el convenio con la DGMP, que son fundamentales para el fortalecimiento del órgano que denominó como Instituto Vulcanológico de Centroamérica, logrando que el Consejo universitario reacciona favorablemente.
Probablemente uno de los hechos más importantes para la consolidación de la Vulcanología en la Universidad Nacional cuando en los primeros días de setiembre de 1974, llega a Costa Rica el Dr. Peter Ward, con la preocupación de la poca importancia que se les daba a las temáticas de Sismología y Vulcanología en América Central. Con Mr. Robert Senter, radicado en Costa Rica, como parte de la misión del Servicio Geodésico Interamericano, deciden convocar a una reunión a las instituciones interesadas en estos temas en Costa Rica.
En asocio con el Director del Instituto Geográfico Nacional, que entonces era el enlace local del Servicio Geodésico, envían una invitación en los primeros días setiembre de 1974, solicitando les comuniquen los nombre y calidades de quienes representarán a las instituciones invitadas. Por primera vez, se incluye a la Universidad Nacional como interesada en la temática.
El Sr. Rector, informado del quehacer que se realizaba en la Sección de Vulcanología, comunica a los organizadores, que será el Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli quién tendrá la representación de la UNA, a fin de exponer las ideas que la naciente Universidad Nacional tenía en las temáticas indicadas en la convocatoria.
Todo el accionar relatado, con la coordinación y total apoyo del Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli, van a cobrar una importancia impensada, para el país, para la universidad Nacional y la Sección de Vulcanología de la Escuela de Geografía.
Es así como, el propio Rector, informa al Consejo Universitario acerca de las actividades sobre la creación de una Sección de Vulcanología como parte de la Escuela de Geografía, y que sustentaban la idea del Rector para que la UNA participara en la reunión convocada en el IGN.
Hubo algunas inquietudes y consultas respecto de las ideas que se manejaban en la Escuela de Geografía de entonces, pues se temía que con los déficits presupuestarios existente, la situación empeorara, si había que crear otra escuela o similar y se estuvo de acuerdo en la propuesta del Rector.
La reunión en el IGN sirvió para que la misión técnica visitante formulara sus preocupaciones e ideas respecto del desarrollo que presentaban, en esos momentos, los países de América central, en particular, Costa Rica, en relación con la Sismología y la Vulcanología y, en particular los planes que existían para enfrentar con éxito, las manifestaciones que la naturaleza venía presentando en esos campos.
Por su parte, los representantes de las instituciones invitadas presentaron el accionar y proyectos en sus respectivas instituciones, en relación con la temática central de esa reunión. Allí, don Oscar Aguilar de manera clara y contundente, expuso las ideas y decisiones tomadas que, a nivel de máximas autoridades, se manejaban en la UNA, en torno a esos temas y que, en buena medida, eran coincidentes con las preocupaciones de las autoridades del SGI.
El resultado de este evento fue, la necesidad de realizar un evento del más alto nivel técnico, en el que se valorara, a nivel diagnóstico, el estado de situación y se conocieran los proyectos o, al menos, las ideas que en las instituciones se tenían sobre las temáticas ya indicadas.
Fue evidente que la propuesta que más se acercaba a la solución que la misión buscaba, fue la presentada por la Universidad Nacional, o sea la creación de un instituto dedicado fundamentalmente a la investigación científica de sismos y volcanes.
Para gran satisfacción institucional de la UNA, la delegación visitante, sugirió que dicho evento se realizara en la Universidad Nacional, para lo cual se contaría con el apoyo financiero y logístico de la Embajada de los EE. UU.
El Dr. Aguilar Bulgarelli, manifestó, en nombre de la UNA, su aceptación y compromiso de servir de anfitriona y organizadora de un evento de tanta importancia, dado que significaba un claro respaldo a las ideas que, hasta ese momento de manejaban en la naciente universidad, o sea, que era necesario dar mucha importancia a los fenómenos sísmicos y volcánicos, por medio de un órgano científico responsable.
A lo interno, es necesario destacar este logro pues de trataba del primer evento científico internacional que se realizaría en Costa Rica, a cargo de la Universidad Nacional.
El Sr. Rector informa en el CU sobre lo acontecido y otorga su pleno respaldo a la propuesta del Sr. Rector, reafirmando la importancia de tratarse del primer evento científico internacional, en el que la UNA sería la anfitriona.
De acuerdo con lo pactado, el Sr. Rector, con fecha 16 de setiembre de 1974, se dirige a Mr.Lane, Encargado de Negocios de EE.UU. en Costa Rica, mediante el oficio R-520-74 exponiéndole los resultados y acuerdos de la reunión en el IGN y solicitando la ayuda financiera para contar con los especialistas que en dicha reunión de convino, a realizarse en la Facultad de Ciencias de la Tierra y el Mar, del 21 al 27 de octubre de ese año (16A y 16B. Oficio Sr. Rector a Mr. Lane, Emb. EE. UU. y 17. Lista de participantes).
De esta forma, las ideas sobre el desarrollo de la Vulcanología en la Universidad Nacional, encuentran un inesperado, y muy importante apoyo pues, en el evento las expertos invitados coincidieron en que era fundamental que los países tomaran conciencia del tipo de naturaleza en que nos encontramos y que una de las estrategias más importantes para lograr el ansiado desarrollo, estaba ligada a la prevención de catástrofes originadas en manifestaciones sísmicas y volcánicas, para lo cual existía orientación política y recursos financieros en la AID y que era fundamental estimular el desarrollo de instituciones encargadas del monitoreo permanente, para contar con informaciones que permitiesen desarrollar una clara conciencia en la ciudadanía sobre prevención, una legislación que contribuye a disminuir los costos de infraestructura y edificaciones de todo tipo. Entre otros resultados positivos, este evento estimuló el que la UCR se propusiera desarrollar un evento internacional para una valoración diagnóstica y se conocieran estrategias exitosas a nivel de países latinoamericanos.
De allí surgió la propuesta para que Costa Rica contara con una ley, que diera continuidad, en términos de soluciones, a las preocupaciones de las catástrofes y sus efectos sociales y económicos.
Lamentablemente, los celos que se acuñaron en algunas personas de la UCR por la creación de la UNA y su quehacer inicial, como en toda división negativa, esta iba a significar una fractura en las ideas generales de unir esfuerzos.
Con posterioridad a este último evento, se genera una seguidilla de sesiones de trabajo que sólo estimularon el que la UCR se aliara con el ICE, mientras la UNA continuó con su fortalecimiento a la idea original de la red telemétrica a nivel nacional, para el monitoreo permanente en Vulcanología y Sismología.
Mientras estos acontecimientos tenían lugar, se dio la apertura de matrícula para que estudiantes de Geografía pudieran matricular en Vulcanología, esto con la finalidad de estimular la formación del personal nacional en el campo. Algunos de ellos ya se han pensionado, después de desempeñar un importante papel en el campo de la Vulcanología.
Por el desconocimiento que, en general, se tenía sobre el rol de la Geografía profesional, con el Dr. Aguilar Bulgarelli, nos dimos a la tarea de escribir algunos artículos para los periódicos y también la Revista de Costa Rica del ministerio de Cultura, Juventud y Deportes.
También realizamos visitas a diversas instituciones públicas y privadas que podrían contratar geógrafos en el futuro. En el antiguo ITCO, habían laborado dos Geógrafos Alemanes -Nun y Sanders, 1964-1967- realizando importantes aportes metodológicos, así como de algunas áreas de la regionalización que se trataba de establecer en esos años.
Al asistir a un evento en el CATIE en Turrialba, ese año de 1974, tuve la suerte de encontrar a Florencio Magallón, entre los asistentes. Al consultarle sobre su estado, convinimos en tener un encuentro con don Oscar Aguilar, dado que podría ser un excelente profesor –como efectivamente lo fue– sobre el cual no habría que realizar inversiones de traslados y similares. Don Florencio fue alumno en algunas de mis ayudantías y existía una buena relación de amistad y profesional. El encuentro fue también una excelente coyuntura para él, dado que había sido objeto de torturas por el régimen militar y llegado a Costa Rica sin un futuro promisorio.
De parecida forma, logré que don Oscar Aguilar, aceptara mi propuesta para traer a don Eusebio Flores para incorporarse como una persona de la mayor experiencia nacional e internacional, de quien yo había sido su Ayudante.
Con la incorporación de Florencio y Eusebio, formamos un equipo profesional, coincidente en muchos de los aspectos, pero respetuoso de los puntos de vista de los demás profesionales, dado que en este proceso de constituir un sólido equipo de geógrafos, llegamos a la configuración de una pequeña Naciones Unidas de la Geografía, lo cual fue de gran beneficio formativo para todos, o sea, tanto para el personal docente como para los estudiantes.
Otro de los desafíos que creo que resolvimos en forma exitosa, fuel que planteé a don Oscar Aguilar en cuanto a los tiempos necesarios para impactar a la brevedad en el sistema educativo nacional, dado que lo normal comenzaría a darse, por lo menos, a cinco años plazo, cuando finalizaran los estudios la primera cohorte de estudiantes.
Presenté, entonces un proyecto para incorporar a profesores en servicio dé, por lo menos, unos cinco años, que ya tuvieran la licenciatura en Historia y Geografía y quisieran optar a una licenciatura en Geografía en dos años.
El proyecto, aprobado por las autoridades académicas de entonces, tuvo una muy buena acogida en el profesorado y más bien hubo que limitar la matrícula. Se trata de una ruptura de todos los esquemas tradicionales de formación docente de las universidades: ya no eran asignaturas sino áreas problemáticas en las que se enlazaban diversas materias o temáticas y trabajadas en grupos de profesores ad hoc. Además, cubrían un tiempo se asistencia física (vacaciones) y luego, asumían trabajos a distancia, de acuerdo con las temáticas y docentes respectivos.
El efecto multiplicador del saber geográfico fue excelente, dado que incluso hubo algunos graduados que se incorporaron al equipo profesional de Geografía de la UNA, otros asumieron cargos de alto nivel en el ministerio de Educación, y en provincias.
Otro proyecto importante, que llevé a cabo, desde el mismo inicio de las actividades en Costa Rica, se refirió al trabajo de campo.
El primer trabajo de campo realizado en Costa Rica, lo realicé teniendo como meta el volcán Arenal, el 4 de mayo de 1974, recibiendo los elogios y estímulo del entonces Asistente Académico de la Rectoría, Dr. Chester Zelaya.
Hubo no solo que vencer con la tradición, pues algunos solapados, señalaban que “de cuando acá, son importantes los trabajos de campo” o con la costumbre, según relataban los propios estudiantes de sus experiencias en la UCR, que el trabajo era una visita algún lugar con piscina, donde disfrutaban.
Las principales dificultades eran: qué buses podían hacer el recorrido, sin riesgos para los estudiantes, qué rutas serían aptas para las giras, dado que en esos años, la única carretera asfaltada era la interamericana, en casi ningún lugar había puentes, ni hoteles de cualquier categoría, si el trabajo tomaba más de un día, o bien tiendas de campaña en la universidad para usarlas en giras, por ejemplo para conocer los Canales de Tortuguero. A este lugar, por ejemplo, llevé al grupo especial de verano quienes consiguieron un barco llamado el Gran Delta, con el cual quedamos varados al regreso puse atascó la propela (las aspas que con su rotación, impulsan la embarcación), con un tronco y hubo que esperar que llegara el auxilio en lancha desde Japdeva, con un buzo que pudiera liberar la nave.
Otro logro importante en el fomento de las relaciones internacionales. Fue así como dimos un fuerte impulso a las actividades del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH, de la OEA), lo que nos permitió enviar hasta tres profesores en calidad de becarios al CEPEIGE en Ecuador, a su curso de postgrado.
Además de contratar como profesores principales de los cursos a profesionales de la Escuela de Ciencias Geográficas, entre los cuales, se encuentran Juan Humberto Cevo G y Eusebio flores Silva, entre otros.
De igual manera, logramos afiliarnos a la Unión Geográfica Internacional (UGI), la que apoyó un par de eventos internacionales realizados en Costa Rica, sobre temas del subdesarrollo.
Cuando el tema de la informática comenzaba a extremar las posiciones según los diferentes puntos de vista, gracias al particular apoyo del colega Merryl Liew, logramos realizar un gran evento internacional, que permitió acercas las posiciones y minimizar las presuntas diferencias.
A partir de lo logros ya señalados en el campo de Vulcanología, logramos volver a reunirnos con los personeros de la Embajada de Italia, ocasión en que se extendió el convenio preexistente y se incluyó el campo de la Vulcanología, como tema de interés del convenio.
A casi un año de haber iniciado labores, a inicios de 1975, la Escuela de Geografía fue designada por la Asamblea Legislativa, por propuesta del Diputado, señor Fernando cuadra, de Puntarenas, para proporcionar un informe técnico sobre el golfo de Nicoya y Puntarenas.
Por indicación de don Oscar Aguilar, don Juan Humberto Cevo G., coordinó la misión integrada por profesionales de las escuelas de Ciencias ambientales y de Geografía. Se logró la cooperación del ministerio de seguridad, así como de la municipalidad de Puntarenas, quienes asumieron los costos respectivos.
La idea central era realizar una visita general del golfo, así como a algunos puntos específicos. El informe, entre sus puntos más relevantes, señaló los graves problemas de contaminación, entre otras causas, por desagües de aguas servidas, tanto residenciales como industriales y navieras; la destrucción de los manglares, sobre todo para la fabricación de carbón y se recomendó prohibir las actividades industriales en el golfo, en particular en el muelle y sus alrededores. De igual manera se recomendó diversificar la instalación de actividades industriales, cuidando los desechos de estas, así como el respeto a la biota y circulación de las aguas de las aguas. La otra recomendación de importancia fue la realización de estudios permanentes conducentes a los movimientos de las aguas del golfo, sus conexiones con los del Pacífico, así como la identificación de la biota y de sus respectivos ecosistemas.
En relación con el punto inmediato anterior, con el Ing. Enrique Malavassi, presentamos el proyecto para abrir la carrera de Oceanografía Física, dado que Costa Rica vivía de espaldas a los mares y no mostraba ningún interés en los fenómenos, procesos y vida existentes en las áreas demarcadas como costarricenses, en el Océano Pacífico y en el mar Caribe.
Lamentablemente, ya se habían iniciado los apetitos y jugadas bajo cuerda, donde la Escuela de Geografía era la perjudicada, dada la “abundancia” de proyectos que le eran aprobados y se privilegió la carrera de Biología Marina.
En esa misma dimensión, presenté un proyecto para crear un centro geográfico internacional de post grado en Geografía y fue aprobado por el consejo Universitario con voto de aplausos incluso pues contaba con el apoyo internacional para efectos de financiamiento.
Sin embargo, se producen los cambios de las autoridades y el tema fue revisado por el Consejo directivo de Facultad, que, sin ningún argumento de calidad y de claridad que valiera la pena, denegó su ejecución.
He dejado para el final las referencias a la Revista Geográfica de Centroamérica, pues, gracias al apoyo que las diversas autoridades que se han sucedido en los cargos de autoridad, como técnicos propios de la revista, han posibilitado su existencia, su calidad y radio de acción. A todas ellas mi felicitación y mi gratitud, en particular a las actuales autoridades que generaron esta publicación especial.
La revista fue una de las primeras propuestas que formulé a don Oscar Aguilar, en el mes de febrero de 1974, al darme cuenta de la inexistencia de materiales escritos ni gráficos. De ahí el texto que, por muchos años apareció en la parte trasera de la revista, haciendo referencia a que era un material de intercambio, con el fin de recibir las publicaciones de otras instituciones en el mundo y de las cuales, en aquellos primeros años, no disponíamos ni poseíamos los recursos para adquirirlas y sentirnos que estábamos “al día” con la Geografía del mundo.
De ahí que en los primeros números que, además, estuvieron a mi cargo, se publican algunos trabajos míos, así como de otros colegas de la misma escuela, además de algunas referencias bibliográficas.
En esos momentos, de esos primeros números, realmente no disponía de más tiempo, dado el cúmulo de otras actividades que realizaba para que pudiéramos salir adelante. Cuando se aceptó la llegada de don Eusebio Flores a la escuela, de inmediato pensé en que él era la persona indicada para hacerse cargo de ella con seguridad y calidad científica, dado que ya había dirigido otra revista en Chile, garantías que no supe encontrar en otras personas, ya sea por la ninguna experiencia o por los marcados desvíos de naturaleza política.
Creo que esta revista es el hilo conductor de las ciencias geográficas y de sus protagonistas, deseando que también sea el cordón umbilical, que nutra futuros proyectos y acciones que redunden en beneficio de los humanos de buena y firme voluntad.
En este esquemático relato, a mi manera de comprender la evolución cada vez más rápida y profunda de los saberes del desarrollo humano, creo que debe tenerse siempre presente que la realidad será siempre cambiante y que deberán serlo también las concepciones, instrumentos y estrategias para alcanzar que, para el adecuado desempeño de los profesionales geógrafos, de pregrado, una formación muy estrecha de los saberes de las geociencias, así como de algunas de las ciencias sociales y otras instrumentales, puede resultar demasiado limitante, para la comprensión integral de lo geoespacial.
Por ende, el campo especializado de los saberes geográficos debiese quedar para los niveles de posgrado, tanto conducentes a certificaciones de niveles ya establecidas, como para cursos y, en general, actividades de actualización y capacitación.
Dada también la imposibilidad curricular y humana de cubrir todos los campos relacionados con lo geoespacial actualmente (y mayor aún en el futuro), toda la concepción curricular debiese poseer, entre sus ingredientes básicos, las estrategias de trabajos multidisciplinarios, eliminando la errónea concepción de que solo la Geografía, como disciplina unívoca, es capaz de generar interpretaciones pertinentes de análisis y de propuestas para el desarrollo.
Desde inicios de la década de los 90, la UNESCO, ante los cambios ya acontecidos y los que se visualizaban para el futuro, planteó, entre otros, tres principios básicos: a) el aprender a desaprender; b) el aprender en la acción real en el medio, y c) el aprender a lo largo de toda la vida.
Si se quiere ser consecuente, al menos, con estos principios para todos los sistemas educativos en el mundo, se hace necesario que las mentalidades de las personas graduadas en Geografía deberán tener, como elementos fundamentales de sus perfiles de competencias profesionales:
a)Demuestra capacidad de adaptación al manejo de cambios en la realidad, así como en las capacidades científicas de explicación de estas.
b)Aplica de manera pertinente los espacios reservados para los aspectos teóricos de las ciencias, así como los que emanan de las realidades con las que se trabaja y en donde se trabaja.
c)Es consciente que la actualización del manejo de los saberes geográficos y disciplinas concatenadas es fundamental para que su aplicación al desarrollo humano de cada espacio sea el pertinente.
Entre los indicadores de logro, más relevantes, se encuentra el nivel a que se posea la convicción sobre algo. Para lograr ese objetivo, en la totalidad de organizaciones que ofrecen sus servicios para “colocar” un algo en la sociedad (lo que denominamos el mercado), se somete a un intenso proceso de entrenamiento a las personas que serán responsables de alcanzar las metas que se han establecido para ese producto o servicio.
No es corromper la academia, si se aplican ese tipo de estrategias, entre otras, si lo que se busca es lograr que el profesional geógrafo no solo de desempeñe como tal en la diversidad de segmentos que constituyen una sociedad.
El tema de fondo es: cómo lograr la solidez en la formación, construyendo saberes sólidos saberes y argumentos científico/disciplinarios, capaces de permitir, no solo las bondades y campos del quehacer geográfico, sino también el reconocimiento de cuales son los límites en el accionar de la Geografía.
Creo que un buen ejemplo de esta importante dialéctica se vivió, precisamente en la gestación de la Geografía como profesión en Costa Rica.
El Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli, siendo estudiante de un programa doctoral como historiador, en la Universidad Complutense de Madrid, se dio cuenta que el quehacer geográfico era muchísimo más que aprender una serie de datos, como capitales, ríos, montos de población y similares.
Allí hubo una convicción natural, proporcionado por el ambiente académico y el cultural de la sociedad. A su regreso a Costa Rica, propuso la creación de la carrera de Geografía, como algo separado de la Historia, en la Universidad de Costa Rica de entonces. Su propuesta fue rechazada pues más pudo el ambiente que prevalecía allí.
Él, sin ser geógrafo y no tener, por lo tanto, la formación profesional, con su gran capacidad de análisis social, se convenció que el geógrafo profesional podría ser de un gran valor e importancia en el desarrollo de costa rica; no se conformó y al saber de la creación de la UNA, como una opción de nuevas alternativas académicas y culturales para el país, vislumbró que se trataba de una nueva circunstancia y que valdría la pena probar, hasta donde ese nuevo ambiente podría acoger su idea, como efectivamente ocurrió.
Entre las primeras informaciones que nos cruzamos, cuando me incorporé a la entonces Escuela de Geografía, estuvo la de él que, humildemente, reconoció que no era geógrafo y que esperaba que yo le ayudara en esa importante misión que había asumido.
Para mí, fue un indicador de su nobleza profesional pues no es muy frecuente en el mundo académico, encontrar ese tipo de virtudes. Creo que gracias a esa valiosa actitud humana, cautivó también mi convicción, en el sentido de poder aportar todo, cuanto estuviera a mi alcance, a fin de contribuir a hacer realidad esa visión de don Oscar.
Su rol no se limitó a conformarse con que se haya aprobado la carrera. En nuestras conversaciones pudo darse cuenta de todo lo que era necesario alcanzar para poder afirmar, dentro de algunos años, que se había consolidado académicamente, como efectivamente ocurrió.
En ese ambiente de sana camaradería, fui informándole de las necesidades –algunas apremiantes– que debíamos cubrir y así fue cómo la escuela comenzó a ser dotado de los implementos que requería pues, en cada ocasión que fue necesario contagiar de la convicción al Sr. Rector y sus colaboradores más cercanos o a la Comisión Ad-hoc primero y al Consejo Universitario, después, don Oscar, supo exponer y defender con solidez académica, la dotación de recursos necesaria.
Esto fue así hasta cuando él fue nombrado Decano de la Facultad de Ciencias de la Tierra y el Mar, desde donde seguimos colaborando, aunque ya no solo para la Escuela de Geografía, para la cual fui nombrado su Director, poco tiempo después.
Considero necesario poner punto final –por ahora– a estas remembranzas, señalando, como una tarea pendiente el que la Escuela de Ciencias Geográficas –ojalá antes de que finalice este 2024– lleve, en forma más que merecida, el nombre de su fundador: Dr. Oscar Aguilar Bulgarelli.
La elaboración de este escrito me ha hecho recordar una variada gama de logros que se alcanzaron en esos primeros años de la Geografía en Costa Rica. De ellos, en mucho agradeceré que dos de ellos sean incorporados a este texto, precisamente porque fueron de gran relevancia.
El primero de ellos es la instalación de la primera Estación Meteorológica de Heredia. Pese a la importancia que ya poseía como ciudad, Heredia nunca había contado con ese tipo de instrumental científico que, como tal, contribuyo a una formación más completa de los estudiantes de Geografía de entonces quienes, en sus aprendizajes debieron realizar las mediciones del caso. Por las imitaciones de transporte de entonces, las mediciones realizadas por los estudiantes fueron reemplazadas por el nombramiento de personal para ello. Es importante hacer notar que don Oscar hizo la presentación de don Juan al Director del Instituto Meteorológico en febrero de 1974 y ya en mayo del mismo año, la estación se encontraba funcionando en la sede de la UNA en Heredia.
Don Juan también mantenía una relación epistolar con uno de los geógrafos de mayor prestigio mundial, como lo fue el Dr. Max Derruax, ambos interesados en que don Juan pudiese alcanzan el doctorado en Geomorfología Volcánica en La Sorbona, Francia. Al asumir sus responsabilidades en Costa Rica, comunicó de esta situación al Dr. Derruaux y le propuso podría ser invitado para dar una charla en la naciente Escuela de Geografía, asunto que se tramitó por medio del oficio FCTM 142 del del 15 de mayo de 1975, para la ayuda financiera.
Se logró la presencia del Dr. Derruaux, quién impartió una charla sobre la importancia de la Geografía en esos años y en particular sobre los estudios geomorfológicos, al grupo de estudiantes del Plan Especial de Verano.
1 Doctor en planeamiento del uso del suelo urbano y rural, profesor jubilado de la Escuela de Ciencias Geográficas, Universidad Nacional, Costa Rica, JuanCevoSembrador@gmail.com
Escuela de Ciencias Geográficas
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Apartado postal: 86-3000. Heredia, Costa Rica
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