Revista de Historia
N.º 79 • ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
DOI:
http://dx.doi.org/10.15359/rh.79.4
Enero - Junio 2019
Fecha de recepción: 26/02/2019 / Fecha de aceptación: 10/04/2019
La construcción de las ceremonias de toma de poder en Costa Rica (1906-1936)
The Construction of the Ceremonies of Presidential Inauguration in Costa Rica (1906-1936)
José Andrés Díaz González *
Resumen: El presente artículo analiza la construcción de las ceremonias de toma de poder en Costa Rica, entre 1906 y 1936, como un ritual político desarrollado por parte de la élite política para legitimar su poder y posición de privilegio ante la sociedad costarricense.
Palabras claves: historia política; élite; poder político; rituales políticos; Costa Rica.
Abstract: The present article analyzes the construction of the ceremonies of inauguration of the President in Costa Rica, between 1906 and 1936, as a political ritual developed by the political elite to legitimize its power and position of privilege before the Costa Rican society.
Keywords: Political History; Elite; Political Power; Political rituals; Costa Rica.
Introducción1
El poder se impone en una sociedad no solamente mediante la fuerza, también recurre al uso de símbolos y a la construcción de rituales que le permiten ser aceptado, legitimado y reproducido por las sociedades. Así, Georges Balandier indica que el poder necesita el desarrollo de una escenología, es decir, del desarrollo de técnicas de progresión continua de la intensidad dramática o ceremonias políticas, las cuales permiten a los grupos dominantes mantener el control de la población, por medio de la configuración de escenarios que posibiliten develar su superioridad sobre estos. De esta manera, Balandier propone la existencia de una teatrocracia que regula la vida social, siendo el régimen permanente que se impone a la diversidad de los regímenes políticos revocables y sucesivos.2
En el caso costarricense esta teatrocracia se puede apreciar en el desarrollo y consolidación de las ceremonias de toma de poder por parte del presidente de la República. Si bien el comienzo de este ceremonial puede rastrearse desde inicios del siglo XIX, es en la primera parte del siglo XX que adquiere mayor realce e importancia simbólica. Esto se debe a la preocupación de la élite política de convertir esta ceremonia en un escenario que permitiera a este grupo consolidar su posición de privilegio y, al mismo tiempo, facilitar que la población acepte dicha posición; en otras palabras, se transforma en una dramaturgia política en la que se reproduce cuál es –o debería ser– el orden social y político.3
La necesidad de las élites de convertir las ceremonias de toma de poder en una compleja dramaturgia política radicaba en que, a partir de la primera década del siglo XX, empiezan a gestarse una serie de reformas y cambios en el sistema electoral costarricense los cuales fomentan que se desarrollen elecciones más competitivas.4 Así, las elecciones fueron el método más utilizado entre 1906 y 1936 para hacerse del control del poder político en Costa Rica. Por lo tanto, la ceremonia de toma de poder se convierte en la pieza final de sistema ritual que pretendía legitimar la lucha y adquisición del poder político.
Celebraciones que se tambalean (1906-1917)
La ceremonia de toma de poder de Cleto González Víquez, el 8 de mayo de 1906, marca el comienzo del periodo de fortalecimiento de este tipo de ritual político. Es necesario indicar que la elección de González Víquez estuvo rodeada de controversias y denuncias de fraude; el historiador costarricense Orlando Salazar Mora señala que la campaña inició en 1905 y, desde ese momento, el Partido Nacional, que apoyaba la candidatura de González Víquez, mantuvo fuertes confrontaciones con el Partido Republicano, liderado por Máximo Fernández. Esta última agrupación indicó en reiteradas ocasiones que el Partido Nacional se veía beneficiado por el apoyo de distintas autoridades políticas y militares. En respuesta a estas denuncias, los integrantes del Partido Nacional acusaron a los Republicanos de “revolucionarios”.
Tras las elecciones de primer grado, llevadas a cabo en febrero de 1906, tres partidos de oposición: el Partido Republicano, el Partido Republicano Independiente y el Partido del Pueblo, acordaron realizar una coalición y apoyar la candidatura de Tobías Zúñiga en las elecciones de segundo grado. Esta coalición amenazaba las posibilidades de ser elegido presidente González Víquez; por lo tanto, la expulsión de los candidatos de oposición y la suspensión de las garantías individuales fueron medidas adoptadas por el gobierno para garantizar su triunfo.5
Así, el 1 de abril de 1906 se llevaron a cabo las elecciones de segundo grado sin la presencia de tres de los cuatro candidatos políticos que aspiraban a la presidencia. Todo lo anterior llevó a un grupo de diputados, una vez instalado el Congreso el 1º de mayo de 1906, a oponerse a la ratificación de González Víquez como presidente electo y a solicitar la anulación de las elecciones. Sin embargo, el 2 de mayo el Congreso declara a Cleto González Víquez como presidente de la República y ordena su toma de posesión para el 8 de mayo siguiente al mediodía.6
Debido a los cuestionamientos que rodean su elección, la ceremonia de toma de poder de González Víquez no fue un evento que fuera considerado relevante o llamativo para la población de la época. Esto es consecuente con lo señalado por David Cannadine, ya que el grado de festividad y celebración en la ceremonia de toma de poder de un nuevo gobernante está ligado a la popularidad con la que cuenta.7 Asimismo, la prensa de la época da poca cobertura al acontecimiento, lo que es un indicativo importante para observar la naturaleza de la celebración provocada por la ceremonia.
El único medio de prensa escrita en el que se halla una referencia a la toma de poder de González Víquez es la revista semanal Páginas Ilustradas, la cual saluda al nuevo mandatario y le desea que su gestión sea beneficiosa para el país: “Páginas Ilustradas tiene la honra de presentar atento y cordial saludo al nuevo Presidente de la República, Señor Licenciado don Cleto González Víquez, y confía en que la labor de este alto funcionario se desenvuelva en todo género de beneficios para la Patria”.8 Este saludo iba acompañado de un extenso artículo en el cual se resaltaban los aspectos más importantes la vida personal, profesional y política de González Víquez.9 Este tipo de publicaciones denota el interés que existía por parte del medio de presentar a sus lectores al nuevo mandatario, ayudándolos a formarse una imagen de él, y ensalzando los méritos por los cuales era legítimo y digno que ocupara la silla presidencial.
El proceso electoral de 1910 también se caracterizó por una conflictividad política similar a la ocurrida cuatro años atrás, pero con una diferencia importante: el Poder Ejecutivo se abstuvo de tomar partido o favorecer a alguno de los candidatos a la Presidencia de la República. Sin embargo, el gobierno tuvo que prohibir que se realizara propaganda política en plazas y calles públicas, como una medida para tratar de disminuir la tensión ocasionada por la contienda electoral; finalmente tuvo que decretar que se adelantara la realización de las elecciones de primer grado.10
En 1908 y 1909 se efectuaron una serie de reformas electorales las cuales limitaban al Poder Ejecutivo de crear unidades electorales según la conveniencia del momento, además prohibían la realización de las elecciones de primer grado si se encontraban suspendidas las garantías individuales, otorgaban el derecho a los partidos políticos de nombrar un delegado en todas las mesas de votación y conferían inmunidad a los electores de segundo grado. Estas reformas, sumadas a la alta asistencia de la ciudadanía a las urnas permiten apreciar que, a pesar del ambiente conflictivo imperante, estas elecciones pueden considerarse competitivas; y si bien la práctica del fraude electoral no fue del todo desterrado del proceso, este no afectó de manera importante el resultado final.11
Así, durante las elecciones de segundo grado llevadas a cabo el 7 de abril de 1910, Ricardo Jiménez Oreamuno –Partido Republicano– vence, por una amplia mayoría de 838 votos a 36 votos, a Rafael Iglesias Castro –Partido Civil–; obteniendo la Presidencia de la República y la mayoría de escaños del Congreso.12 Sin embargo, el 13 de abril y el 4 de mayo de 1910 ocurren dos terremotos que dejan cientos de muertos y graves daños materiales, especialmente en la ciudad de Cartago; estos eventos afectan la futura administración Jiménez Oreamuno, la cual debe lidiar con las consecuencias de dichos eventos.13 Asimismo, afectan la celebración y realización de actividades relacionadas con su toma de poder, ya que el segundo terremoto ocurre a cuatro días de asumir la Presidencia de la República.
Lo anterior se visualiza claramente en la prensa de la época, la cual dedica la mayor parte de sus páginas a informar sobre la destrucción ocasionada por el terremoto del 4 de mayo, dejando en un segundo plano la ceremonia de toma de poder Jiménez de Oreamuno. Esta situación la sintetiza el editorial del periódico La Información, publicado el 8 de mayo de 1910:
“Teníamos hechos todos los preparativos para lanzar una edición extraordinaria con motivo del trascendental acontecimiento de hoy, la toma de posesión de la Presidencia de la República por el Licenciado don Ricardo Jiménez; pero dadas las circunstancias dolorosísimas por que atravesamos, nos abstenemos de todo lujo informativo para el que carecemos aliento, pues dedicamos todas nuestras energías a dar información del desastre de Cartago: así lo exige la familia costarricense”.14
Para 1913 las elecciones se llevaron a cabo entre tres agrupaciones políticas: el Partido Republicano –Máximo Fernández–, el Partido Unión Nacional –Carlos Durán– y el Partido Civil –Rafael Iglesias–. Los periódicos de la época comentaron de manera favorable el desarrollo de la campaña electoral ya que, a diferencia de ocasiones anteriores, se permitió el ejercicio libre de los derechos de reunión, prensa y expresión; asimismo, los ciudadanos contaron con una relativa libertad para ejercer su voto.15 Además, en 1913 se realizó una reforma electoral importante: se aprobó el voto directo, con lo que se eliminan las votaciones de segundo grado.16 Sin embargo, la campaña política no estuvo ausente de controversias, fuertes ataques y acusaciones entre los distintos grupos.17
Para ser elegido presidente un candidato debía obtener la mayoría absoluta de los votos emitidos, es decir, más del 50% de los votos. En caso de que ninguno de los candidatos alcanzara dicha cifra, el Congreso tenía la obligación de elegir al nuevo presidente entre los candidatos que más votos hubieran alcanzado tras realizadas las elecciones, en este caso: Máximo Fernández y Carlos Durán. Esta situación lleva a que se desarrollen una serie de pactos políticos entre las agrupaciones que contendían por la Presidencia de la República, los cuales fueron en muchas ocasiones rotos y reemplazados por otros. Como solución al conflicto por el control del poder político, los miembros del Congreso acordaron designar como presidente de la República a una figura de consenso. De esta manera, el 1º de mayo de 1914 los diputados eligen como Primer Designado a Alfredo González Flores, y tras la renuncia de Máximo Fernández y Carlos Durán, este es nombrado presidente.18
Por lo tanto, para la ceremonia de toma de poder de 1914 el significado de la transmisión de poder adquiere especial relevancia, ya que desde 1889 se había utilizado el recurrir a procesos electorales para dirimir los conflictos por el control del poder político. La designación de González Flores rompe con dicho esquema, ya que llega a ocupar la silla presidencial una persona que no había recibido un solo voto en el proceso electoral. Lo anterior no hizo que se demeritara la ceremonia de toma de poderes, sino todo lo contrario, esta se realizó con todo el esplendor posible.
El 8 de mayo de 1914 la ceremonia inició con un desfile del entonces presidente de la República, Ricardo Jiménez Oreamuno, hasta el Palacio Nacional, acompañado de una escolta oficial compuesta por miembros de su Gabinete y del Ejército, mientras una multitud de personas se reunían para verlo marchar y, posteriormente, algunos se unían al cortejo. Por su parte, Alfredo González Flores también desfilaba por las calles de San José, seguido de una escolta oficial y una multitud de personas; fue recibido por una guardia de honor del ejército costarricense. El historiador David Díaz Arias indica que, desde finales del siglo XIX, las autoridades recurrían a los desfiles del aparato estatal como un medio para garantizarse el control del espacio público citadino, ayudando a convertir en rito festivo un acontecimiento civil.19 Asimismo, parece ser que el desfile no solo permite a la población identificar a las autoridades de gobierno, más en específico a la persona que ostentará el poder político, sino que permitía, aunque sea momentáneamente, unir a la población junto a sus gobernantes en la idea que siguen un proyecto común.
El periódico La Época indicó que la ceremonia se llevó en orden y sin que ocurriera ningún sobresalto: “El acto fue “mutatis mutandis”, lo mismo que otras veces”.20 El periódico La Información menciona que la ceremonia siguió la costumbre de ser “extremadamente sencilla”, a pesar de ello se esperaba que miles de personas acudieran a la ciudad de San José para participar de los actos, para lo cual se había habilitado un horario especial de trenes con el propósito de facilitar el transporte de gente proveniente de Alajuela y Heredia. Asimismo, se cuestionaba que la ceremonia de toma de poder se hiciera en el Congreso, ya que se consideraba que no era un espacio adecuado para recibir a tantas personas, y se creía mejor que dicho acto se llevara a cabo en la Plazoleta del Cuartel de Artillería,21 lugar donde se realizó la ceremonia de toma de poder de Jiménez Oreamuno en 1910.22
La aceptación de las élites y del pueblo del nuevo gobernante es un elemento que ayuda a comprender por qué, a pesar de no contar con un apoyo o base electoral, se llevan a cabo celebraciones en distintas comunidades del país en honor de González Flores.23 Así, el 8 de mayo se realizan dos bailes en la comunidad de Miramar de Puntarenas, organizados por vecinos de la comunidad y las autoridades locales;24 en Liberia se efectúa un “hermoso paseo republicano”,25 y en Heredia se hizo un lujoso banquete para homenajear a González Flores.26
El júbilo que existía en la ciudad de Heredia por la llegada a la silla presidencial de Alfredo González parece haber sido general. El domingo 10 de mayo de 1914 el nuevo presidente visitó dicha ciudad para participar en una serie de festejos en su honor. Al llegar a la estación de trenes, González Flores fue recibido con la ejecución de un himno compuesto en su honor. Posteriormente, se efectuó un desfile hasta la casa de los padres de González Flores, lugar donde se había colocado una tarima con el propósito de facilitar la realización de los discursos del presidente y otras autoridades. Todas las calles por las que atravesó el desfile estuvieron decoradas con banderas de Costa Rica y en todas las esquinas se levantaron “preciosos y artísticos arcos”.27 Estos actos no solamente son importantes como gestos de apoyo al nuevo Gobierno, sino que la decoración de la ciudad y el uso de arquitectura efímera son elementos simbólicos que le permiten a la élite política apropiarse del espacio urbano y transmitir a la población la imagen de su dominio del espacio público. Esta estrategia fue muy utilizada por las élites políticas latinoamericanas a lo largo del siglo XIX;28 y en el caso de Costa Rica esta estrategia también era empleada durante otras celebraciones, como en la fiesta de la independencia.29 Asimismo, este tipo de acciones permite identificar lo significativo que tenía la realización de la ceremonia, el hecho que se decorara la ciudad no solo expresa el interés de las autoridades, sino que permite constatar que en la población existía una idea de la importancia de este acto; ya que se generaba la expectativa tanto de asistir como de que fuera celebrado de manera llamativa.30
Otro aspecto llamativo fue la incorporación de actividades de celebración de carácter popular. Así se realizaron carreras de cintas, un concierto de la Banda Militar de San José y una exhibición cinematográfica.31 La ejecución de este tipo de actividades denota el interés de hacer atractiva la celebración para el pueblo, facilitando de este modo que llegara a una mayor cantidad de personas el mensaje de legitimación y celebración ante la nueva autoridad política.
Por lo tanto, a pesar de que la población no participó directamente en el nombramiento de González Flores como presidente, sí hubo una clara intención de integrarla a la ceremonia de toma de posesión; incluso a las poblaciones alejadas de la capital. Esto es en especial significativo en este caso, ya que con la participación popular se podría estar buscando generar aceptación y legitimación a un nuevo Gobierno, cuya designación no se debió a los procesos electorales acostumbrados.
El 27 de enero de 1917 Alfredo González Flores es depuesto mediante un golpe de Estado ejecutado por el Secretario de Estado de Guerra y Marina, Federico Tinoco Granados. Este golpe de Estado no fue coyuntural, sino que debe entenderse como reflejo de la crisis del modelo agroexportador y el Estado oligárquico implantado hasta ese momento en Costa Rica. Hay otros factores que propiciaron la ocurrencia del golpe de Estado, entre los cuales se pueden mencionar: la falta de apoyo popular al gobierno de González Flores al obtener el poder sin participar en el proceso electoral; la crisis económica que vivía el país como consecuencia de la Primera Guerra Mundial; el descontento de las élites económicas nacionales y extranjeras debido a las políticas reformistas de González Flores, entre otros.32
En un intento de legitimar su control del poder político, Tinoco Granados convoca a elecciones el 1º de abril de 1917; en las cuales fue el único candidato. El corto proceso electoral que se llevó a cabo permitió apreciar el apoyo que tenía el nuevo régimen de importantes figuras políticas del país; tal es el caso de los expresidentes de la República Bernardo Soto, Ascensión Esquivel, Rafael Iglesias y Cleto González Víquez, quienes firman una declaración en la que se consigna su apoyo a la intención del gobierno de Tinoco Granados de realizar una Asamblea Constituyente.33
Es posible que la premura de darle a su gobierno una apariencia de legal y legítimo llevó a Federico Tinoco a efectuar la ceremonia de toma de poder el 11 de abril, y no el 8 de mayo, como se acostumbraba desde la designación como Jefe de Estado de José María Castro Madriz, el 8 de mayo de 1847. Es necesario indicar que, hasta la Constitución de 1949, no existía ningún mandato legal para realizar la celebración del inicio de un nuevo gobierno en una fecha específica; pero el hecho que se haya adoptado celebrar la toma de poder el 8 de mayo como algo tradicional, puede entenderse como la necesidad de las élites políticas de tomar una fecha y darle un significado especial, con el propósito de concederle más realce a la celebración e instaurando así una tradición; además que facilitaba transmitir a la población la idea de estabilidad y transición del poder, con lo cual se podía ayudar a aceptar y legitimar más fácilmente a las nuevas autoridades políticas.
El 11 de abril de 1917 Federico Tinoco Granados es juramentado como presidente de la República. El diario La Información indica que una multitud no pudo ingresar al Palacio Nacional para observar el acto de juramentación,34 con esta descripción el medio buscaba transmitir la imagen del gran apoyo popular con el que contaba el nuevo gobierno. Es necesario manifestar que este periódico era un medio oficial del “tinoquismo”; al punto que durante las manifestaciones populares de 1919 que ponen fin a la dictadura, es incendiado por los opositores al régimen.35
Además, en la crónica de La Información sobre la ceremonia se incluyen desde la forma en que fueron vestidos los diputados, las reseñas del acto de juramentación, hasta un recuento de distintas actividades llevadas a cabo en honor a Tinoco. Asimismo informa que el día dio inicio con salvas de artillería en todas las guarniciones militares de Costa Rica, y a la 5 a.m. las bandas militares comenzaron su recorrido por todas las calles de las capitales de las provincias.36 Estas actividades eran usuales de realizar en otras celebraciones cívicas; por lo que su uso aquí podía tener el propósito de hacer notar en la población el carácter festivo de la ceremonia que se iba a efectuar ese día, al mismo tiempo dar a entender que la toma de poder también era una “fiesta cívica” y, por ende, debía ser celebrada por toda la sociedad costarricense.
Para festejar la toma de poder de Federico Tinoco se realizaron tanto actividades oficiales37 como otro tipo de actividades, por ejemplo, un baile en el Club Internacional y un festival de gala en el Teatro Nacional.38 Sin embargo, no se efectuaron actividades de celebración de carácter popular, las que se hicieron iban dirigidas únicamente a sectores de la élite costarricense.
Aspectos llamativos de la ceremonia de toma de poder de Tinoco Granados son el énfasis dado a la participación de las delegaciones internacionales y el reconocimiento que estas otorgaban al nuevo gobierno. Este afán por mostrar el reconocimiento internacional con el que contaba el nuevo gobierno podría haber estado motivado precisamente por la negativa del Gobierno de los Estados Unidos por reconocer a Federico Tinoco como presidente legítimo de Costa Rica.39
Sin embargo, poco tiempo después de la ceremonia de toma de poder los conflictos sociales y políticos en Costa Rica se agudizaron, en respuesta el gobierno de Tinoco Granados adquirió tintes cada vez más autoritarios, tomando acciones represivas en contra de sus opositores. Estas actuaciones del Gobierno le restaron cada vez más apoyo, y promovieron el surgimiento de movimientos populares de oposición. La tensión política creció al punto del desarrollo de enfrentamientos y acciones de violencia. Así, tras el asesinato de su hermano, Joaquín Tinoco Granados, el 12 de agosto de 1919, Federico Tinoco Granados renuncia a la Presidencia de la República y abandona el país; tras lo cual, el 17 de diciembre de 1919, se realizaron elecciones para designar a la persona que ocuparía la silla presidencial durante el periodo 1920-1924.40
El camino a la consolidación de la ceremonia de toma de poder (1920-1936)
En las elecciones de diciembre de 1919 participaron dos partidos políticos: el Partido Constitucionalista cuyo candidato, Julio Acosta García, había sido una de las principales figuras de la oposición al gobierno de Federico Tinoco y líder de la llamada “Revolución del Sapoá”.41 Por su parte, el Partido Demócrata agrupaba a los simpatizantes del “tinoquismo” y su candidato era José María Soto Alfaro.42
Dado el descontento existente hacia el tinoquismo, no es extraño que Julio Acosta resultara elegido presidente de la República por un amplio margen de votos sobre su contrincante.43 Las elecciones se llevaron a cabo en un ambiente de tranquilidad y paz;44 y a pesar de que José María Soto Alfaro y un grupo de sus partidarios denunciaran la exclusión de votantes del padrón electoral, no hubo mayor oposición para el nombramiento de Acosta García.45
Así, en mayo de 1920 se celebra la toma de poder de Julio Acosta. El acto vuelve a realizarse un 8 de mayo; lo que facilitó transmitir la idea de continuidad y estabilidad con los gobiernos constitucionales anteriores y, por ende, remarcar la idea de que se estaba volviendo al funcionamiento natural del sistema de gobierno del país, tras lo acontecido en la dictadura de Federico Tinoco. Como el periódico La Prensa expresa, la ceremonia de toma de poder se visualizaba como el regreso del país a la senda de la institucionalidad: “El país entero con ansia infinita ha estado esperando esta fecha, en la cual vuelve al sendero de la Constitución y del Derecho, después de largos meses de asaltos, de motines, de miseria y de dolor”.46
Las actividades de celebración iniciaron a las 9 a.m. con un desfile de los cuerpos diplomáticos y representaciones extranjeras desde la Secretaría de Relaciones Exteriores hasta el Congreso, lugar donde se iba a realizar la ceremonia de toma de poder.47 Una vez finalizado el acto de juramentación, el nuevo Presidente de la República, Julio Acosta García, junto a otras autoridades de gobierno se dirigieron a la Catedral de San José para la celebración de un Te Deum, oficializado por monseñor Stork.48 Los actos religiosos forman parte de la ceremonia de toma de poder, sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en el siglo XIX, estos ya no son el centro de la celebración, sino que pasan a ser una actividad más que la conforman.
En horas de la tarde se realizó una recepción oficial en la Casa Presidencial, la cual había sido trasladada del llamado “Castillo Azul” hacia el “Castillo Amarillo”–posteriormente conocida como “Casa Amarilla”–. Dicha recepción estuvo amenizada por la banda del Teatro Nacional y participaron miembros de los supremos poderes de la República, el Cuerpo Diplomático y representantes de la Iglesia católica.49 Esta actividad iba dirigida a miembros de la élite costarricense y servía como un espacio diferenciador entre estos y el resto de la población. Así, tanto el presidente como los miembros de la élite reconocían mutuamente su carácter de grupo “excepcional” y demostraban este carácter hacia el resto de la sociedad. Siguiendo al historiador británico David Cannadine, estos espacios “rituales inaccesibles” beneficiaban al selecto grupo que tenía acceso a ellos, ya que facilitan la consolidación de su posición social ante el imaginario del resto de la población, al colocarse como un grupo “diferente o especial”.50
Las actividades de celebración de la toma de poder de Julio Acosta se extendieron hasta el 14 de julio, fecha en que se realizó un baile de gala en el Teatro Nacional. Según el periódico La Tribuna, la elección de la fecha se debe a “la significación universal” de esta,51 ya que ese día se conmemora la toma de la Bastilla, acontecimiento que marca el inicio de la Revolución francesa. Por lo tanto, parece que existía la intención de crear un ligamen entre las acciones que sacaron a Tinoco Granados del poder, con este acontecimiento histórico; en otras palabras, buscar proyectar que los acontecimientos ocurridos en Costa Rica en 1919, tenían para el país una importancia e impacto político semejante al producido por la Revolución francesa.
La elección del sustituto de Julio Acosta García, cuatro años después, tuvo controversias similares a las ocurridas en otras elecciones anteriores. En el proceso electoral participaron tres agrupaciones: el Partido Republicano, cuyo candidato era Ricardo Jiménez Oreamuno, el Partido Agrícola, que impulsaba la candidatura de Alberto Echandi Montero y el Partido Reformista, que aspiraba que Jorge Volio ocupara la silla presidencial. Si bien el Partido Republicano y el Partido Agrícola habían obtenido la mayoría de votos, hay indicios de prácticas fraudulentas verificadas en las provincias de Alajuela y Cartago, que provocaron que el Partido Agrícola perdiera dos escaños en el Congreso, los cuales fueron ganados por el Partido Republicano y el Partido Reformista.52
Sin embargo, ninguno de los candidatos obtuvo los votos requeridos para ser elegido presidente de la República; por lo tanto, en la sesión del 1º de mayo de 1924, el Congreso procedió a elegir a la persona que ocuparía la silla presidencial por los próximos cuatro años. Es una situación similar a la ocurrida en 1914, ninguno de los partidos políticos tenía los votos suficientes para nombrar al nuevo presidente. Dada esto, se formó una alianza entre el Republicano y el Reformista, con lo cual Ricardo Jiménez Oreamuno es elegido presidente y Jorge Volio Jiménez es nombrado primer designado de la República.53
Esta situación pudo ser el motivo por el cual las autoridades encargadas de organizar el acto de juramentación del nuevo presidente tuvieran una preocupación especial de llevar a cabo este en un escenario que consideraban digno para tal ocasión; como una manera de realzar y darle mayor solemnidad a la ceremonia de toma de poder de Jiménez Oreamuno y, con ello, minimizar o desviar de la atención de la población la forma en que este llega al poder. Al respecto, Cannadine señala que uno de los aspectos esenciales al momento de investigar los rituales políticos, es la actitud de los responsables de organizar la ceremonia de toma de poder, ya que esto permite visualizar si buscaban desarrollar la ceremonia de modo tal que se presentara de una manera vistosa y llamativa tanto a los participantes de esta como a la población en general; lo cual es un indicativo de la importancia que presentaba –o buscaba presentar– este ceremonial ante el imaginario de la población.54
Así, para la ceremonia de toma de poder de 1924, el presidente y secretario del Congreso, quienes eran los responsables de los preparativos del acto de juramentación, se abocaron en buscar un sitio que consideraran adecuado para llevarla a cabo. Lo anterior debido a que el salón del Palacio Nacional, lugar donde tradicionalmente se realizaba el acto de juramentación, no se encontraba en las condiciones adecuadas.55 Después de revisar el Teatro Nacional y descartarlo, toman la decisión de efectuarlo en la llamada “Casa Amarilla”, sede de la Secretaría de Relaciones Exteriores.56
El 8 de mayo de 1924 Ricardo Jiménez Oreamuno es juramentado, por segunda vez, presidente de la República. Las crónicas sobre el ambiente vivido durante dicha celebración son contradictorias. Por un lado, el Diario de Costa Rica indica que este acontecimiento ocurrió en un ambiente de fiesta, acudiendo al acto una gran cantidad de personas provenientes de todas las provincias, incluso, muchas tuvieron que quedarse fuera de la Casa Amarilla debido al poco espacio disponible para que el público general observara el acto. Además, en la misma nota señala que esta concurrencia acompañó a Jiménez Oreamuno hasta la Catedral Metropolitana, donde se celebraría un Te Deum; según el redactor de la noticia, era tal la cantidad de las personas deseosas de mostrar su simpatía y apoyo al presidente Jiménez, que la concurrencia abarcaba seis cuadras.57
En contraposición a lo anterior, el Diario del Comercio critica la forma en que Ricardo Jiménez Oreamuno llega a la presidencia y expone las celebraciones en torno a dicho acontecimiento como una “farsa política”;58 y a diferencia de las multitudes llenas de júbilo que narra el Diario de Costa Rica, el redactor del Diario del Comercio indica que existía un ambiente de pesar y tristeza, incluso compara la ceremonia de toma de poder con un funeral.59
Estas formas tan diferentes de informar y posicionarse acerca de la ceremonia de toma de poder de Ricardo Jiménez son un indicio de como el procedimiento en que se elige al nuevo presidente afectaba de manera directa tanto los actos de celebración como la interpretación que los distintos grupos sociales hacían de estos, dependiendo del apoyo que expresaban hacia el nuevo mandatario. De este modo, la ceremonia de toma de poder se empieza a configurar no solo como un espacio festivo, sino también como un espacio de conflicto, donde los opositores y detractores del nuevo presidente buscaban expresarse y minar la legitimidad y autoridad de este frente a la sociedad costarricense.
A pesar de todas las críticas que sus opositores pudieran manifestar, lo cierto es que la ceremonia de toma de poder de 1924 sí mantuvo cierto carácter festivo, al menos entre los partidarios del nuevo presidente, lo cual se puede constatar en la serie de actividades que se llevaron a cabo en su honor. Entre las actividades efectuadas para homenajear al presidente entrante se pueden mencionar los bailes. En la noche del 7 de mayo de 1924 se ofreció un baile que causó un gran revuelo en la ciudad de Cartago, donde fue realizada; no obstante, solo participó un segmento selecto de la población cartaginesa,60 ya que se hizo en el “Club Social”, un “centro aristocrático” donde acudió “[...] todo lo que en la antigua ciudad de Juan Vázquez de Coronado vale por su talento y sus esfuerzos en los diferentes campos de la acción”.61
Por su parte, el Partido Republicano organizó un festival para celebrar la “exaltación al solio presidencial” [sic] de Jiménez Oreamuno. El festival inició el 8 de mayo, a las 6 pm, con una serie de discursos en el local del partido en Desamparados, seguido por un desfile por las principales calles de la localidad, el disparo de 21 bombetas y, para finalizar, una retreta de gala y un baile.62 Este accionar muestra como los dirigentes del partido eran conscientes de la necesidad de realizar acciones para integrar a las personas que no pudieron asistir a las celebraciones llevadas en la ciudad capital, en el espíritu festivo de la ocasión, como una forma de consolidar la legitimidad del nuevo presidente, sobre todo dados los acontecimientos ocurridos para su elección.
Los sectores populares también buscan participar en la celebración de la toma de poder del nuevo presidente de la República, mediante la organización de sus propias actividades festivas. Ese es el caso de los vecinos de la ciudad de Cañas, en la provincia de Guanacaste, quienes el 8 de mayo de 1924 realizan una “fiesta política” para celebrar la toma de poder de Jiménez Oreamuno, llegando incluso a contratar a la banda filarmónica de Puntarenas gracias a la contribución monetaria de los propios vecinos de la localidad.63
La campaña electoral para elegir a la persona que ocuparía la Presidencia de la República para el periodo 1928-1932, según Jorge Mario Salazar, “[...] transcurrió en un ambiente político típico de la época, pues la carencia de planteamientos ideológicos definidos centró la lucha partidista en un ataque político entre ambos candidatos”.64 En esta ocasión se enfrentaron Carlos María Jiménez, del Partido Republicano, y Cleto González Víquez, por el Partido Unión Nacional, quien resultó elegido presidente.
El 8 de mayo de 1928 Cleto González Víquez llega por segunda vez a la silla presidencial de Costa Rica. Al igual que lo sucedido cuatro años atrás, el acto de juramentación es llevado a cabo en la Casa Amarilla, por ser considerado el lugar que ofrecía las mejores condiciones para dicha actividad. Asimismo, el interés por contar con un escenario digno llevó a que un grupo de soldados fuera comisionado para limpiar el inmueble y se ordenara construir un nuevo mobiliario para la ocasión.65
La importancia que había adquirido para la clase política el acto de juramentación se puede visualizar en los esfuerzos de desarrollar y adoptar un protocolo que se debía seguir en estas ocasiones y el cual, con ligeras variaciones, fue utilizado en muchas de las ceremonias realizadas en este periodo. El Diario de Costa Rica, en su edición del 6 de mayo de 1928, publica la forma en que el Congreso de la República dispuso que se debía efectuar el acto de juramentación de Cleto González Víquez, que se llevaría a cabo dos días después:
1.“Lectura del acta de la sesión anterior
2.Nombramiento por el presidente del Congreso de las comisiones de diputados que han de acompañar al salón de sesiones al señor Presidente de la República, al señor Presidente electo, a los miembros de la Corte Suprema de Justicia, al señor Arzobispo y al Cabildo Eclesiástico y a los designados a la Presidencia de la República.
3.Recibimiento en el salón de sesiones de los anteriores funcionarios y del Cuerpo Diplomático y Consular.
4.Idem. del Pabellón Nacional.
5.Lectura del mensaje del señor Presidente de la República.
6.Juramentación del Presidente electo.
7.Lectura del mensaje del señor Presidente del Congreso.
8.Lectura del mensaje del señor Presidente de la Corte Suprema de Justicia.
9.Juramento de los designados a la Presidencia de la República.
10.Retiro del pabellón nacional del salón de sesiones”. [sic]66
Al observar el orden de las actividades y los participantes, se puede inferir que se buscaba que la ceremonia de toma de poder fuera un acto de “transmisión del poder”. Como se señaló anteriormente, esta idea parece estar presente –de forma incipiente– en las ceremonias de toma de poder a inicios del siglo XX, pero se consolida como un significado fundamental de dicho ceremonial para finales de la década de 1920, a raíz de desarrollo de procesos electorales cada vez más competitivos.67 Así, la ceremonia de toma de poder puede observarse como un ritual donde el anterior líder le entrega el poder al nuevo líder, en otras palabras, es un ritual de cambio en la persona que tiene el control del mando del poder político, sin que esto signifique o implique un cambio brusco o conflictivo, que llegue a alterar el orden social del país, sino que sea visualizado como una transición ordenada.
Sin embargo, para la ceremonia de 1928 hay problemas para continuar con la idea de “transmisión” del poder. En esta ocasión el presidente saliente, Ricardo Jiménez Oreamuno, no asiste a la ceremonia de toma de poder de Cleto González Víquez, enviando en su lugar a un representante. Jiménez Oreamuno se excusa de no participar en la actividad por medio de un telegrama enviado al nuevo presidente, en el que expresa que su deseo de “escapar cuanto antes e inadvertidamente a la oscuridad de la vida privada” es lo que lo motiva a no presentarse en el acto de juramentación y, al mismo tiempo, le envía sus felicitaciones y mejores deseos al nuevo mandatario. A pesar de esta explicación, según el Diario de Costa Rica, la población desaprobó la actitud del presidente saliente, interpretándola tanto como una falta de respeto hacia el nuevo presidente como también hacia los representantes políticos que se reunían en el Congreso para asistir a la ceremonia.68
A pesar de la situación antes señalada, la ceremonia de toma de poder de Cleto González Víquez estuvo acompañada por una serie actos. En cuanto a las actividades realizadas en la ciudad capital, La Nueva Prensa indica que el acto de juramentación de Cleto González fue llevado a cabo en medio de un “desbordamiento popular de entusiasmo”, y señala que era tal la aglomeración de personas que no era posible transitar en las calles aledañas al Palacio Nacional, lugar donde se efectuó dicho acto.69
Tras la finalización del acto de juramentación, González Víquez junto a miembros de su Gobierno y representantes del cuerpo diplomático, desfilaron hasta la Catedral Metropolitana para la celebración del Te Deum. Después, el nuevo presidente realizó una recepción en la Casa Amarilla, a la que asistieron las altas autoridades de Gobierno, los altos mandos militares y el cuerpo diplomático, y a la cual le continuó un baile de gala, que se extendió hasta las 7 de la noche.70 Llama la atención que, con la salvedad de los desfiles, las actividades de celebración efectuadas en San José iban dirigidas hacia la élite de la sociedad costarricense y no hubo un intento de llevar a cabo actividades abiertas a la población. Muy posiblemente la situación política del país y las acusaciones de fraude electoral ocurridas en las pasadas elecciones motivaron a las autoridades a evitar actividades festivas de carácter popular, por temor a que estas pudieran dar pie a la generación de conflictos y actos violentos.71
En la ciudad de Heredia, de donde era originario González Víquez, las actividades festivas dieron inicio el 7 de mayo de 1928, con la “grandiosa iluminación del Parque Central con miles de bombillas de colores patrióticas y gallardetes” y una retreta de gala donde se estrenó un himno en honor a Cleto González.72
Asimismo, la música continúa siendo un importante instrumento para convocar a las personas y transmitir el espíritu festivo. El 8 de mayo al mediodía la Banda Militar efectuó toques de ordenanza en el quiosco del Parque Central, y a las cinco de la tarde volvió a tocar y, nuevamente, a las siete de la noche se realiza una retreta de gala. Las actividades festivas en la ciudad de Heredia concluyen a las 9 pm con un juego de pólvora.73
El proceso para elegir presidente de la República para el periodo 1932-1936 resultó el más conflictivo de ese tiempo, desde 1914. En este proceso electoral participaron cuatro candidatos: Ricardo Jiménez Oreamuno, por el Partido Republicano Nacional, Manuel Castro Quesada, del Partido Unión Republicana, Carlos María Jiménez Ortiz, del Partido Republicano, y Maximilano Koberg Bolandi, por el Partido Nacionalista. La forma en que se desarrolló la campaña electoral caldeó los ánimos y provocó una gran tensión política en el país. A esto se le debe sumar que, si bien Ricardo Jiménez Oreamuno obtuvo la mayor cantidad de votos, no alcanzó el porcentaje de votos requeridos para ser designado como presidente. Tras la modificación de la legislación electoral de 1926, este hecho implicaba la realización de una segunda ronda electoral en la cual participaría contra Manuel Castro Quesada, por ser este el segundo candidato con mayor cantidad de votos. Al ocurrir dicha situación, Castro Quesada intenta llevar a cabo un golpe de Estado; así, en la madrugada del 15 de febrero de 1932, este junto a un grupo de sus partidarios toman el control del Cuartel Bella Vista, razón por la cual se ha conocido a este intento de golpe de Estado como el “Bellavistazo”.74
El golpe de Estado fue infructuoso debido a que los golpistas no lograron el apoyo del comandante del Cuartel de Artillería ni de las fuerzas militares de las provincias; además, el Gobierno tuvo una rápida acción, colocando sus fuerzas alrededor del Cuartel Bella Vista, dejando de esta manera al grupo golpista prácticamente aislado. Al fracasar el golpe, Castro Quesada y sus seguidores se entregaron a las autoridades de Gobierno con la condición de que a todos los que participaron en este acto se les concediera una amnistía y no fueran perseguidos por sus actos.75 Asimismo, Castro Quesada renuncia a su candidatura, lo cual generó una situación no prevista en la legislación electoral vigente para dicho momento.76 Este acontecimiento provocó una acalorada discusión en el Congreso, ya que algunos grupos afirmaban que era improcedente la renuncia de Castro Quesada y que debía realizarse la segunda ronda electoral; mientras que otros afirmaban que tras esta renuncia el Congreso debería elegir a los tres designados –como era usual– y llamar a uno de ellos a ocupar la presidencia, tal y como pasó con la designación de Alfredo González Flores en 1914.77
Finalmente, la segunda tesis fue la que se impuso; el 3 de mayo de 1932 el Congreso eligió como designados a Ricardo Jiménez Oreamuno, Julio Acosta García y León Cortés Castro; y en el mismo acto llamó a Jiménez Oreamuno a ejercer la Presidencia de la República –por tercera vez– para el periodo 1932-1936. Por lo tanto, al igual que ocurrió en 1924 y 1928, la ceremonia de toma de poder se realiza tras una elección controversial y conflictiva.
El 8 de mayo de 1932 Ricardo Jiménez Oreamuno es juramentado nuevamente presidente de la República. Los conflictos y acontecimientos señalados tuvieron un efecto negativo sobre las actividades de la toma de posesión ya que, si bien es cierto que se cumplieron con los actos protocolarios, la celebración estuvo muy lejos de igualar a la realizada para su segunda toma de poder en 1924. Siguiendo el protocolo de otras ocasiones, el acto de juramentación se llevó a cabo en el Palacio Nacional a las 12 m.d.; el Diario de Costa Rica y La Tribuna informan que, desde horas antes, una gran cantidad de personas se acercaron al edificio del Congreso para presenciar el acto de juramentación.78 A pesar de esto, el acto de juramentación puede considerarse como deslucido en comparación a otros anteriores. En primera instancia solo acudieron los diputados partidarios de Jiménez Oreamuno, lo cual es una muestra simbólica de la tensión y el descontento que había generado la forma en que se designó al nuevo presidente. Además, al igual que ocurrió en 1928, el presidente saliente se negó a asistir al acto de juramentación.
La segunda explicación está relacionada con los conflictos acontecidos durante el proceso electoral y la propia intervención de Cleto González para favorecer a Ricardo Jiménez. En este caso, el motivo para no asistir al acto de juramentación estaría diseñado como estrategia para desligarse de esos cuestionamientos, tanto para él como para los diputados que lo apoyaban presentes en el Congreso. No obstante, sin importar cuál fue la razón o razones que llevaran a González Víquez a no presentarse al acto de juramentación, su actuar al parecer no causó tanto revuelo entre los partidarios de Jiménez Oreamuno, como sí lo hizo el de este último en 1928. Así, no se encuentra en la prensa de la época ninguna nota o comentario de reclamo al presidente saliente por no asistir al acto de toma de poder, como sí ocurrió cuatro años antes.
Un elemento adicional diferenció el acto de juramentación de 1932 con respecto a sus antecesores: la presencia de un despliegue de elementos de seguridad para mantener el orden y controlar a las personas que asistieron al evento. Si bien había sido costumbre que guardias militares y miembros del ejército asistieran al acto de toma de juramentación, su presencia tenía el objetivo de servir de guardias de honor y ayudar a engalanar el acto; pero en 1932 se tomaron medidas especiales para asegurar la seguridad del nuevo presidente y evitar que se llevara a cabo cualquier acto de violencia.79
A pesar de la apatía alrededor de la realización de actividades festivas de carácter popular, la ceremonia sí contó con las actividades oficiales. En la Casa Amarilla se ofreció una recepción que se prolongó hasta las 5 p.m., a la cual asistieron miembros del cuerpo diplomático, autoridades de gobierno y militares, así como amigos cercanos del nuevo presidente de la República.80 Con este evento se finalizaron los actos oficiales de celebración. Se puede observar que solo se llevaron a cabo actividades de celebración dirigidas hacia sectores de la élite costarricense y, salvo por el desfile hasta la Casa Amarilla, no hubo intento de incluir a la población en general en actividades de celebración por el inicio del nuevo gobierno. Asimismo, la empresa privada trata de sacar provecho al acontecimiento. El Teatro Raventós ofrece una función de gala en honor al nuevo mandatario, la cual es anunciada con varios días de anticipación.81
En comparación con los procesos electorales de 1924, 1928 y 1932, las elecciones de 1936 resultaron relativamente tranquilas. Entre el periodo de 1925 y 1938 hubo un debilitamiento de las prácticas electorales y una mayor propensión por parte de los partidos políticos a recurrir a prácticas fraudulentas para aventajar a sus adversarios, motivados –entre otros elementos– por el poco control que tenían sobre sus votantes debido a la aprobación de distintas reformas, como el voto secreto. Sin embargo, si bien el proceso electoral de 1936 no estuvo exento de prácticas fraudulentas, presentó una cantidad mucho menor de acusaciones de nulidad y denuncias de fraude que las elecciones presidenciales anteriores.82 Así, tras las elecciones del 9 de febrero de 1936, León Cortés Castro es declarado ganador del proceso electoral y próximo presidente de la República de Costa Rica para el periodo 1936-1940.
El 8 de mayo de 1936 se realiza el acto de juramentación de Cortés Castro. Sin embargo, las actividades en torno a la ceremonia de toma de poder dieron inicio el 6 de mayo, con un desfile efectuado por las alumnas del Colegio Superior de Señoritas que comenzó en ese centro de estudios y finalizó en la casa del próximo presidente.83
El acto de juramentación se efectuó en el Palacio Nacional, recinto del Congreso costarricense, como era usual. Al finalizar este, estaba planeado un desfile encabezado por Cortés Castro hasta la Catedral Metropolitana, para la celebración del Te Deum; sin embargo, el desfile tuvo que ser suspendido debido a un fuerte aguacero. Tras la realización de la actividad religiosa, las autoridades de Gobierno ofrecieron una “suntuosa” recepción en la Casa Amarilla, donde los miembros de las delegaciones extranjeras, el cuerpo militar y las altas autoridades de los Poderes del Estado acudieron a saludar al nuevo presidente.84
Un aspecto destacable de la ceremonia de 1936 es el apoyo que el comercio brinda al nuevo gobierno. Este se visualiza en múltiples anuncios publicados en la prensa, donde distintas casas comerciales saludan a Cortés Castro y le desean éxito en su gestión, también en el hecho de que muchas de ellas deciden cerrar sus locales el día 8 de mayo, como un homenaje al nuevo mandatario, a la vez que les dan a sus empleados la oportunidad de participar en las actividades festivas que se llevarían a cabo. Por ejemplo, un grupo de comerciantes publican un anuncio en que saludan a Cortés Castro, pero al mismo tiempo manifiestan que su deseo es que el inicio de su gobierno marque una era de “paz, progreso y libertad”.85 Este llamado podía haber estado vinculado a superar la crisis económica que había afectado a Costa Rica durante la década de 1930, al mismo tiempo, a que el nuevo gobierno se diferenciara de la tercera administración de Ricardo Jiménez, a la cual se le achacaban la toma de malas decisiones en el campo económico, dejando al país endeudado y con las arcas vacías.86
Además, la prensa era un instrumento que permitía convertir las ceremonias de toma de poder en un ritual de masas, ayudando a exaltar a la figura del nuevo gobernante y acercándola a la población.87 El papel jugado por la radio en este aspecto es fundamental, ejemplo de ello es que la ceremonia de toma de poder del 8 de mayo de 1936 fue radiodifundida por las emisoras “Alma Tica” y “Estación X” por iniciativa de Diario de Costa Rica. Dicha transmisión radiofónica fue considerada por este último diario como un “ruidoso éxito”, ya que permitió llevar de forma directa los acontecimientos y discursos realizados durante la toma de poder de León Cortés a los puntos más alejados del país;88 facilitando de esta manera la “participación” e identificación con el simbolismo de este acto de grupos de la población que de otro modo se verían excluidos o tendrían un acceso más limitado a lo referente a dicho ritual político.
Otro elemento destacable de la ceremonia de 1936 es que sí se dieron actividades populares, las cuales pretendían que la mayor cantidad posible de personas se sumaran a la celebración de la toma de poder de León Cortés. Por ejemplo, el 8 de mayo en la ciudad de Alajuela se realizó un baile popular, organizado por la Liga Deportiva Alajuelense, como forma de celebrar la toma de posesión del nuevo presidente;89 asimismo, en la comunidad de Acosta se efectuaron una serie de actividades para celebrar y homenajear el nuevo mandatario, entre ellas desfiles y estallidos de bombetas.90
Sin embargo, León Cortés también recibió otros homenajes por parte de particulares. El más llamativo, posiblemente, fue el regalo que le hicieran Cristina viuda de Esquivel y Maximiliano Soto Fernández, de dos “bastones de mando” pertenecientes a los expresidentes Próspero Fernández y Ascensión Esquivel. Como el propio Cortés Castro indica, la relevancia de este gesto es que permite ligar su futura administración con lo que él considera el importante legado político de los dos expresidentes mencionados.91 De esta manera, este obsequio resulta en un símbolo que facilita al nuevo gobernante consolidar su autoridad política apoyándose en el recuerdo de expresidentes anteriores, los cuales supone son de grata memoria para la población costarricense debido a lo realizado durante sus administraciones, dando a entender entonces que su Gobierno seguirá una senda similar.
Analizando las ceremonias construidas (1906-1936)
En los apartados anteriores se realizó una descripción del desarrollo y construcción de las ceremonias de toma de poder en Costa Rica, entre 1906 y 1936. Esta exposición permite apreciar como esta ceremonia fue variando con el tiempo, así como el interés de los actores involucrados en su construcción. Uno de los principales cambios identificados es el de las fuentes de legitimidad externa utilizados en la ceremonia. Así, durante el siglo XIX y en el inicio del siglo XX, la Iglesia católica jugó un papel preponderante en la realización de las ceremonias ya que, tras las actividades oficiales las autoridades políticas recurrían a los actos religiosos como piezas importantes del ceremonial para construir en la población la imagen de que el nuevo gobierno contaba con el apoyo de “lo divino.92
Pero, durante la primera mitad del siglo XX, el papel de la Iglesia católica como agente externo de legitimidad del nuevo gobierno empieza a ser desplazado por la figura de las delegaciones extranjeras; aún su rol en las ceremonias no desaparece del todo. Así las actividades de índole religiosa pasan a un segundo plano en el ceremonial, y en su lugar son reemplazadas por las actividades de reconocimiento que gobiernos extranjeros realizan al nuevo gobierno costarricense. El simbolismo detrás de estas acciones es claro: mostrar a la población que la nueva autoridad política cuenta con el reconocimiento de sus similares extranjeros, en otras palabras, otros gobiernos existentes lo reconocen como un gobierno válido y, por ende, fortalece su imagen de legítimo ante la sociedad costarricense.
Asimismo, los datos expuestos permiten visualizar como en este periodo las ceremonias de toma de poder se construyen como una celebración cívica. Así, en el periodo analizado hay una intención de ligar la ceremonia de toma de poder con los símbolos y valores patrios, esto con el propósito de constituir esta ceremonia como una celebración cívica y, por ello, un acto que debe ser celebrado y reconocido por la población.
De este modo, la ceremonia de toma de poder se convierte en un rito que ayuda a crear, consolidar y reproducir la identidad política nacional; siguiendo a Benedict Anderson se puede inferir que se apoya y, al mismo tiempo, sustenta la idea de la comunidad imaginada,93 esto debido a que durante el periodo estudiado se constata que la ceremonia trata de ser inclusiva –de manera efectiva o simbólica– de los diferentes sectores de la población y los trata de unir en la celebración por la llegada al poder de una nueva autoridad. En este aspecto la ceremonia empieza a jugar un importante papel como rito de conciliación y unión de la sociedad costarricense, es decir, de la comunidad imaginada; ya que marca el final de las hostilidades y conflictos surgidos durante la lucha por el poder político –ya sea que esta se diera en forma de campaña electoral o por medio de golpes de Estado–, buscando unificar de nuevo a la población con base en la idea de un gobierno que se sustenta en los valores y creencias sociales y políticas de esta.
Considerando todo lo anterior, se puede constatar que las ceremonias de toma de poder corresponden a una tradición inventada, ya que siguiendo lo establecido por el historiador británico Eric Hobsbawm, estas se tratan de un conjunto de prácticas rituales que buscan inculcar ciertos valores o normas de comportamiento a la población por medio de la repetición, produciendo de esta manera una sensación de continuidad con el pasado.94 En este caso la idea de la repetición es clara, al inicio de un nuevo gobierno se debe llevar a cabo una ceremonia de toma de poder, sin importar la forma en que las nuevas autoridades políticas se hicieron del control del poder, esto, por lo tanto, promueve ante la población la idea de continuidad y estabilidad, condiciones necesarias para facilitar la aceptación y subordinación de la población ante la nueva autoridad política.
Por lo tanto, se puede concluir que el desarrollo de las ceremonias de toma de poder corresponde a la necesidad de la teatralización del poder, tal y como el antropólogo político George Balandier sugiere. Este autor indica que el poder no solamente puede ser mantenido utilizando la fuerza o la racionalidad, sino que también necesita recurrir a lo simbólico; es decir, debe crear representaciones y desarrollar ceremoniales que permitan su visualización y ostentación ante la sociedad.95 Lo anterior es la función básica de las ceremonias de toma de poder, su desarrollo responde a la necesidad de un grupo de proyectarse como el poseedor legítimo del poder político en el país.
De esta manera, la representación del poder mediante su teatralización ayuda a configurar la estructura de la sociedad, ya que les permite a los grupos encargados de montar y coordinar esta teatralidad colocarse en una posición de privilegio con respecto al resto de la sociedad, en otras palabras, les permite crear una separación y distancia simbólica entre ellos y el resto de la sociedad y, con ello, establecer una jerarquía social.96 Durante el periodo estudiado el anterior proceso se visualiza en diferentes actividades simbólicas realizadas como parte del ceremonial, entre las cuales destaca el acto de juramentación del nuevo presidente como un espacio diferenciador y exclusivo, al cual solo puede tener acceso un grupo selecto de la sociedad, o las actividades de celebración, como los bailes de gala, exclusivos para la élite de la sociedad costarricense.
Conclusiones
David Cannadine señala que uno de los aspectos esenciales al momento de investigar los rituales políticos, es la actitud de los responsables de organizar la ceremonia de toma de poder, ya que esto permite visualizar si buscaban desarrollar la ceremonia de forma tal que se presentara de una manera vistosa y llamativa tanto a los participantes de esta como a la población en general; lo cual es un indicativo de la importancia que presentaba –o buscaba presentar– este ceremonial ante el imaginario de la población.97
En el caso de Costa Rica se puede percibir que, para la primera mitad del siglo XX, las autoridades encargadas de organizar la ceremonia buscaban que la realización de esta fuera exitosa y vistosa y su preocupación por lograr esto se puede observar en el establecimiento de un protocolo ceremonial, el cual no solo incluía disponer con antelación del orden de las actividades y del tipo de participación que tendrían las personas que formarían parte de la ceremonia, sino también de disponer de un lugar adecuado y digno para efectuar dicho acto
Hay que señalar que el uso y desarrollo de las ceremonias de toma de poder que ocurren en Costa Rica en este periodo no son un fenómeno exclusivo del país; sino que responden a un proceso de creación, formación y consolidación de tradiciones y ceremoniales en torno a las autoridades políticas, cuyo origen moderno se puede rastrear a Inglaterra a partir de la década de 1860 y se va extendiendo a otros países occidentales, los cuales adoptan la utilización de este tipo de ceremonial para ensalzar la posición del jefe de Estado.98
El análisis de las ceremonias de toma de poder ocurridas en Costa Rica desde 1906 hasta 1936 ha permitido comprobar como su realización y significado se encuentran afectados directamente por el ambiente político, social y económico en que fueron efectuadas. Debido a esto, hallamos en ocasiones que estas ceremonias son llevadas a cabo en un gran ambiente festivo y en el marco de múltiples tipos de actividades de celebración, como aconteció en 1914, 1920 y 1936. En otras ocasiones, los conflictos y tensiones políticas producto de los procesos electorales y de definición del nuevo mandatario inciden directamente para que la ceremonia mantenga un perfil bajo y poco festivo, aunque no pierde su función de ritual político para legitimar y visualizar al nuevo presidente, como ocurrió en 1906, 1928 y 1932. En otros casos, acontecimientos externos al mundo político y social son los que repercuten en la ceremonia de toma de poder, dificultando su celebración, tal y como ocurrió en 1910.
No obstante, si bien en el periodo analizado en el presente artículo se puede afirmar que la intensidad de la celebración de la ceremonia de toma de poder no se mantiene constante debido a los aspectos anteriormente indicados; sí es posible afirmar que durante este la ceremonia se consolida como un rito político, especialmente en aquellos momentos de alta tensión y conflictividad política, ya que con la ceremonia se trata de indicar a la población que se cierra el periodo conflictivo que se ha vivido durante el proceso de lucha por la definición del control del poder político, marcando de esta manera una vuelta a la normalidad, a la vez que se le presenta el inicio de un nuevo gobierno como algo digno de celebrar, debido a la esperanza de cambios y mejoras en la condición de vida del país.
* Costarricense. Magíster en Historia por la Universidad de Costa Rica (UCR). Académico del Instituto de Estudios Sociales en Población (IDESPO) de la Universidad Nacional (UNA) y docente de la Escuela de Ciencias Políticas de la UCR. Correo electrónico: jose.diaz.gonzalez@una.cr; joseandres.diaz@ucr.ac.cr
1 Este artículo presenta algunos hallazgos y conclusiones expuestas en: José Andrés Díaz González, El teatro del poder: las ceremonias de toma de poder en Costa Rica (1821-1949) (Tesis de Maestría en Historia, Universidad de Costa Rica, 2014).
2 Georges Balandier, El poder en escena. De la representación del poder al poder de la representación (Barcelona, España: Paidós, 1994), 15.
3 Ibíd., 19.
4 Iván Molina Jiménez, Demoperfectocracia. La democracia pre-reformada en Costa Rica (1885-1948) (Heredia, Costa Rica: EUNA, 2005), 109-114.
5 Orlando Salazar Mora, El apogeo de la república liberal en Costa Rica (1870-1914) (San José, Costa Rica: EUCR, 2002), 211-219.
6 Clotilde Obregón Quesada, El proceso electoral y el Poder Ejecutivo en Costa Rica (San José, Costa Rica: EUCR, 2008), 229-231.
7 David Cannadine, “Contexto, representación y significado del ritual: La monarquía británica y la ‘invención de la tradición’, c. 1820-1977”, en: La invención de la tradición, (eds.) Eric Hobsbawm y Terence Ranger (Barcelona, España: Editorial Crítica, 2002), 113.
8 Páginas Ilustradas, “8 de mayo”, 8 de mayo de 1906, p. 2.
9 Páginas Ilustradas, “El Licenciado don Cleto González Víquez”, 8 de mayo de 1906, pp. 8-16.
10 Salazar Mora, 222-231.
11 Iván Molina Jiménez y Fabrice Lehoucq, Urnas de los inesperado. Fraude electoral y lucha política en Costa Rica (1901-1948) (San José, Costa Rica: EUCR, 1999), 20; Molina Jiménez, Demoperfectocracia…, 54-58.
12 Obregón Quesada, 38.
13 Iván Molina Jiménez, Ricardo Jiménez (San José, Costa Rica: EUNED, 2009), 30.
14 La Información, “Nota editorial”, 8 de mayo de 1910, p. 2.
15 Jorge Mario Salazar Mora, Crisis liberal y Estado reformista. Análisis político-electoral (1914-1949) (San José, Costa Rica: EUCR, 2003), 29.
16 Obregón Quesada, 240; Molina Jiménez y Lehoucq, Urnas de los inesperado…, 39; Jorge Mario Salazar Mora, 25.
17 Jesús Manuel Fernández Morales, Las presidencias del Castillo Azul (San José, Costa Rica: Litografía e Imprenta LIL, S.A., 2010), 22.
18 Jorge Mario Salazar Mora, 32-34.
19 David Díaz Arias, La fiesta de la independencia en Costa Rica (1821-1921) (San José, Costa Rica: EUCR, 2008), 74.
20 La Época, “Toma posesión de la Presidencia de la República, el 1er. Designado Lic. don Alfredo González”, 9 de mayo de 1914, p. 1.
21 La Información, “Ceremonia oficial del 8 de mayo”, 7 de mayo de 1914, p. 1.
22 La razón por la que la ceremonia de toma de poder de Ricardo Jiménez, en 1910, se llevara a cabo en la Plazoleta del Cuartel de Artillería, posiblemente no tenía nada que ver con facilitar un mayor acceso a las personas al acto de juramentación. La decisión de trasladar el acto de juramentación a un espacio abierto parece haber sido los terremotos que afectaron a Costa Rica entre abril y mayo de 1910, los cuales dañaron distintas edificaciones; incluyendo el Palacio Nacional, lugar de reunión del Congreso y sitio tradicional para realizar el acto de juramentación.
23 El historiador Jesús Manuel Fernández mantiene la tesis que Alfredo González Flores no era una figura poco popular, como alguna historiografía suele indicar, lo anterior debido a que no contaba en su historial político con problemas o acciones controversiales y a que tenía la simpatía de distintos políticos, incluso de grupos adversarios, debido a su actuación en el Congreso como diputado del período 1910-1914. A lo anterior, Fernández agrega que González Flores aparecía como uno de los codeudores de la deuda política del Partido Republicano, lo cual generaba cierta tranquilidad y esperanza en la élite política de que tomara acciones para solventar el problema de la deuda política. Fernández Morales, 58-61.
24 El Correo de la Costa, “8 de mayo”, 11 de mayo de 1914, p. 1.
25 El Pacífico, “De Liberia”, 9 de mayo de 1914, p. 4.
26 El Pacífico, “De Heredia”, 9 de mayo de 1914, p. 4.
27 La Información, “La visita del Lic. González a la ciudad natal”, 7 de mayo de 1914, p. 2.
28 María Lia Munilla Lacasa, “Mayo en Buenos Aires. Fiestas cívicas y discursos simbólico en el periodo revolucionario (1810-1816)”, en: El origen de las fiestas patrias. Hispanoamérica en la era de las independencias, (director) Pablo Ortemberg (Rosario, Argentina: Prohistoria Ediciones, 2013).
29 Díaz Arias, 74.
30 Cannadine, 106 y ss.
31 La información, “La visita del Lic. González a la ciudad natal”, 7 de mayo de 1914, p. 2.
32 Jorge Mario Salazar Mora, 57-58.
33 Fernández Morales, 163-137.
34 La Información, “Sesión inaugural de la Asamblea Nacional Constituyente”, 11 de abril de 1917, p. 4.
35 Fernández Morales, 119.
36 La Información, “Sesión inaugural de la Asamblea Nacional Constituyente”, 11 de abril de 1917, p. 4.
37 Ibíd.
38 La Información, “La fiesta social del club internacional, esta noche promete estar esplendida”, 11 de abril de 1917, p. 4; La Información, “Gran festival de gala del sábado entrante”, 13 de abril de 1917, p. 5.
39 Óscar Aguilar Bulgarelli, Federico Tinoco Granados en la historia (San José, Costa Rica: Progreso Editorial, 2008), 135; Fernández Morales, 119; Jorge Mario Salazar Mora, 74.
40 Alejandro Bonilla Castro, “Movimientos sociales y represión del Estado en la dictadura de Tinoco (1918-1919)”, Diálogos. Revista Electrónica de Historia (Costa Rica) número especial, vol. 8 (2008), 1512-1538, DOI: http://dx.doi.org/10.15517/dre.v9i0.31250.
41 Jorge Mario Salazar Mora, 80-81.
42 Ibíd., 88.
43 Obregón Quesada, 270.
44 Jesús Manuel Fernández Morales, 474.
45 Obregón Quesada, 270.
46 La Prensa, “Las solemnes ceremonias oficiales en la toma de posesión del nuevo Gobierno”, 7 de mayo de 1920, p. 2.
47 Ibíd.
48 La Tribuna, “Orden del acto solemne de hoy”, 8 de mayo de 1920, p. 4.
49 La Tribuna, “La toma de posesión del Sr. Presidente Acosta”, 11 de mayo de 1920, p. 4.
50 Cannadine, 117-118.
51 La Tribuna, “El 14 de julio será el baile de gala en el Teatro Nacional”, 11 de mayo de 1920, p. 1.
52 Molina Jiménez, Ricardo Jiménez, 36.
53 Jorge Mario Salazar Mora, 119; Obregón Quesada, 275-279.
54 Cannadine, 113.
55 Debido a una serie de sismos que afectaron a Costa Rica durante esta época, las autoridades de gobierno se vieron obligadas a reparar el Palacio Nacional; este se encontraba en tan malas condiciones, que la sesión del 1º de mayo –en la cual sería juramentado Ricardo Jiménez– tuvo que realizarse el 8 de mayo en la Casa Amarilla. Obregón Quesada, 279.
56 Diario de Costa Rica, “La transmisión del Poder se hará en la Casa Amarilla”, 3 de mayo de 1924, p. 5.
57 Diario de Costa Rica, “La transmisión de la Presidencia de la República”, 9 de mayo de 1924, p. 1.
58 Diario del Comercio, “El que se va y el que viene”, 8 de mayo de 1924, p. 1.
59 Diario del Comercio, “En la Casa Amarilla de Centroamérica”, 9 de mayo de 1924, p. 1.
60 Diario de Costa Rica, “El banquete que ofrece esta noche la sociedad cartaginesa al Lic. don Ricardo Jiménez”, 7 de mayo de 1924, p. 5.
61 Diario de Costa Rica, “La Sociedad Cartaginesa celebra al Lic. Ricardo Jiménez Oreamuno”, 9 de mayo de 1924, p. 6.
62 Diario de Costa Rica, “Fiesta de mañana en Desamparados”, 7 de mayo de 1924, p. 3.
63 Diario de Costa Rica, “Fiesta política en Cañas”, 8 de mayo de 1924, p. 6.
64 Jorge Mario Salazar Mora, 126.
65 Diario de Costa Rica, “Se arregla la Casa Amarilla para la recepción del ocho”, 4 de mayo de 1928, p. 2.
66 Diario de Costa Rica, “Cómo se efectuará el 8 de mayo”, 6 de mayo de 1938, pp. 2 y 8.
67 Iván Molina Jiménez, “La democracia costarricense: una propuesta de periodización y reconceptualización (1821-1948)”, Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica (Costa Rica) 44, n. 105 (enero-abril, 2004): 54-57, en: https://www.academia.edu/10977485/La_democracia_costarricense_una_propuesta_de_periodizaci%C3%B3n_y_reconceptualizaci%C3%B3n_1821-1948_.
68 Diario de Costa Rica, “El Presidente Jiménez Oreamuno no concurrió al acto de transmisión del poder”, 9 de mayo de 1928, 4.
69 La Nueva Prensa, “La toma de posesión de la Presidencia de la República del Licdo. don Cleto González Víquez”, 9 de mayo de 1928, p. 4.
70 Ibíd.
71 Como se indicará más adelante, en Heredia sí se llevaron a cabo actividades de convocatoria masiva para celebrar la llegada al poder de Cleto González, no obstante, los propios organizadores estaban temerosos que fueran a ocurrir actos de violencia entre los simpatizantes del Partido Republicano y el Partido Unión Nacional.
72 El Renacimiento, “Programa de los Festejos”, 6 de mayo de 1928, p. 1.
73 Ibíd.
74 Molina Jiménez, Demoperfectocracia..., 297.
75 Obregón Quesada, 295.
76 Molina Jiménez, Demoperfectocracia..., 298.
77 Obregón Quesada, 295-298.
78 Diario de Costa Rica, “El acto de juramentación del nuevo Pte. De Costa Rica”, 10 de mayo de 1932, p. 3; La Tribuna, “Con gran solemnidad se llevó a cabo la transmisión de poderes el domingo en esta Capital”, 10 de mayo de 1932, p. 9.
79 La Tribuna, “Con gran solemnidad se llevó a cabo la transmisión de poderes el domingo en esta Capital”, 10 de mayo de 1932.
80 Ibíd.
81 Diario de Costa Rica, “Teatro Raventós. Anuncio gran función de gala”, 6 de mayo de 1932, p. 8.
82 Molina Jiménez y Lehoucq, 83-98.
83 La Tribuna, “Ante el Sr. Presidente Cortés desfiló ayer todo el alumnado del Colegio Superior de Señoritas”, 7 de mayo de 1936, p. 3.
84 La Tribuna, “Inusitado esplendor revistió la toma de Posesión del Presidente Cortés”, 9 de mayo de 1936, p. 7.
85 La Tribuna, “Los comerciantes nacionales que suscriben”, 8 de mayo de 1936, p. 3.
86 Don Lunes, “El caso de don Cleto se repetirá el ocho de mayo”, 4 de mayo de 1936, p. 2.
87 Cannadine, 129-130.
88 Diario de Costa Rica, “Nuestra transmisión radiofónica sobre la toma de posesión, obtuvo un ruidoso éxito”, 9 de mayo de 1936, p. 2.
89 Diario de Costa Rica, “Baile en la Liga Deportiva Alajuelense”, 8 de mayo de 1936, p. 5.
90 Diario de Costa Rica, “La noticia de la juramentación del Presidente de la República, recibida en Acosta con enorme júbilo”, 10 de mayo de 1936, p. 2.
91 La Tribuna, “Dos bastones de mando le fueron obsequiados ayer al Presidente Cortés”, 8 de mayo de 1936, p. 4.
92 Díaz González.
93 Benedict Anderson, Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2007), 24.
94 Erick Hobsbawm, “Inventando tradiciones”, Historias (México) 19 (marzo-octubre, 1998): 3-15, en: https://www.estudioshistoricos.inah.gob.mx/revistaHistorias/?p=2450.
95 Balandier, 18.
96 Ibíd., 23.
97 Cannadine, 113.
98 Terence Ranger, “La Monarquía Británica y la invención de la tradición”, en: La invención de la tradición, (eds.) Eric Hobsbawm y Terence Ranger (Barcelona, España: Editorial Crítica, 2002), 138.
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