Revista de Historia
N.º 79 • ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
DOI:
http://dx.doi.org/10.15359/rh.79.5
Enero - Junio 2019
Fecha de recepción: 17/01/2019 - Fecha de aceptación: 23/04/2019
Juventudes rurales y generaciones. Experiencias en procesos de transformación productiva y tradiciones ocupacionales. Un estudio de caso en el cantón de Naranjo, Alajuela (1980-2008)
Rural Youth and generations. The Experiences of Productive Transformation Processes and Occupational Traditions. A Case Study in the Canton of Naranjo, Alajuela (1980-2008)
Adrián Chaves Marín *
Resumen: A la luz del análisis de las coyunturas de auge y crisis de la caficultura nacional, entre 1980 y 2008, se desarrolla un estudio de caso en el cantón de Naranjo, Alajuela, con el propósito de valorar el impacto de dichos procesos socioeconómicos en las continuidades y rupturas en las tradiciones ocupacionales y su incidencia en las experiencias y constitución de las identidades de las y los jóvenes de la zona. Para tales efectos, se ejecuta una estrategia metodológica que propone el estudio de la historia del presente, por medio de la valoración de tres generaciones coexistentes en la zona, para la comprensión de sus encuentros y conflictividades. Producto de este ejercicio comparativo se esbozarán recomendaciones para la ejecución de políticas públicas inclusivas para las y los jóvenes, que estimulen la activa participación ciudadana, el empoderamiento y la búsqueda de soluciones a las problemáticas que afectan a este segmento en particular de la población.
Palabras claves: juventud rural; café; crisis económica; movilidad ocupacional; ocupación; identidad; historia; Naranjo; Costa Rica.
Abstract: This is a case study from the canton of Naranjo, Alajuela, between 1980 and 2008 regarding the analysis of national coffee cultivation during peak periods and of crisis. The purpose of this research is to assess the impact of socio-economical processes deriving from the continuity and instability of occupational traditions and their impact on the experiences and construction of identities of the youth of the area. The methodology employed to reach the objective consists of the study of the history of three coexisting generations in Naranjo in order to understand their points of agreement and disagreement. The product of this comparative study will be a set of recommendations for decision making authorities in charge of public policies oriented to inclusive actions for the youth of the area. These recommendations for inclusive actions will also promote citizen engagement, empowerment tools and the search for solutions to problems that affect the segment population.
Keywords: Rural Youth; Coffee; Economic Crisis; Occupational Mobility; Occupations; Identity; History; Naranjo; Costa Rica.
El presente del pasado es la memoria;
el presente del presente es la intuición,
y el presente del futuro: la Esperanza.
Katharina M. Trebitsch
Presentación
Este artículo se desprende de una investigación desarrollada en el cantón de Naranjo, Alajuela, en torno a las experiencias de las y los jóvenes de la zona, entre 1980 y 2008, producto del impacto de las coyunturas de crisis que experimentó el cultivo y comercialización del café, durante el citado período. Dicho estudio se centró en la descripción y análisis de las transformaciones en las actividades económicas y la ruptura en ciertas tradiciones de oficios rurales que propició la mencionada crisis cafetalera, principalmente a finales de la década de 1980 e inicios del 2000.
Esta investigación concluyó que, además de los cambios en los usos de los espacios productivos y la estructura ocupacional, resultantes de tales crisis agropecuarias, se puso de manifiesto una transformación en las imágenes y percepciones de los oficios vinculados a la caficultura, expresadas diferenciadamente entre los distintos grupos de edades de las y los informantes. Tales divergencias identitarias, descritas teóricamente como “generaciones”, representan una categoría de análisis de las experiencias de las juventudes, en torno a los citados procesos de transformación productiva y ocupacional, así como su relación con la educación formal, las migraciones, el ocio y la sociabilidad, entre otras variables cualitativas.
La identificación de las y los informantes para esta investigación se llevó a cabo mediante la colaboración del Departamento de Educación de la Cooperativa de Productores de Café y Servicios Múltiples de Naranjo R.L. (COOPRONARANJO) y el apoyo de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), sede Costa Rica. Para el abordaje de los temas y problemas de investigación sugeridos, se diseñó una estrategia metodológica que permitiese la comparación de fuentes cuantitativas y cualitativas, a propósito de las experiencias de los sujetos de distintas generaciones, ante las coyunturas de crisis económicas y productivas que repercutieron en las estructuras socioocupacionales y las percepciones en torno a los oficios tradicionales asociados a la producción y comercialización cafetalera.
Naranjo de Alajuela, el espacio y los sujetos de estudio. Apogeo y decadencia de la actividad cafetalera
Naranjo constituye el cantón número 6 de la provincia de Alajuela, posee una extensión de 126,62 km2 que integra los distritos de Naranjo, San Miguel, San José, Cirrí Sur, San Jerónimo, San Juan y Rosario. Se relata que el origen del nombre del cantón data de 1833, cuando el primer colonizador en la zona, don Judas Tadeo Corrales Sáenz, encontró unos naranjales en medio de la espesura del bosque que cubrían el actual poblado de Candelaria, y por este motivo denominó el sitio como “Los Naranjos”. Las exploraciones hacia el occidente de Alajuela están documentadas desde el siglo XVIII, pero no fue hasta las décadas de 1830 y 1850 cuando se asentaron las primeras poblaciones. Los factores que influyeron para el inicio de la colonización fueron: la apertura de veredas y caminos, el alto valor de la tierra en el Valle Central, las condiciones fértiles del suelo y la cercanía relativa a la costa pacífica, principal puerto comercial de la época.1
Desde sus primeros asentamientos, el desarrollo económico y social de los pobladores de Naranjo ha girado en torno al cultivo y la comercialización del café, cuya producción ha sido documentada desde mediados del siglo XIX, mediante algunos de los registros que describen las áreas cultivadas al oeste de Alajuela, alcanzando los bosques de esa región hasta San Ramón. A partir de este auge cafetalero, se produjeron los primeros flujos migratorios provenientes del oeste de la llamada “Meseta Central”, que iniciaron la búsqueda de una ruta a través de la Cordillera Volcánica Central hacia el Valle de San Carlos y el Río San Juan. Esta zona cuenta con características de climas y superficies muy favorables para el cultivo comercial del café: suelos con acidez moderada, altos contenidos de materia orgánica, adecuados contenidos de macro y micronutrientes y ausencia de niveles tóxicos, por lo que, de acuerdo con estudios recientes, prácticamente el 62% de los suelos del cantón poseen condiciones aptas para el cultivo del grano.2
El café de Naranjo se posicionó temprano en los mercados nacionales y extranjeros, por lo que históricamente los productores de la zona desarrollaron múltiples y ventajosos vínculos comerciales, lo cual les permitió a las familias de estos comerciantes liderar los procesos de consolidación económica de la región. No obstante, desde sus inicios, paralelo a la expansión del capitalismo agrario, el comercio establecido a través de la ruta habilitada hacia Puntarenas propició una desigual distribución de las utilidades, donde las familias de pequeños productores permanecieron a merced de los grandes terratenientes y beneficiadores privados; razón por la cual en Naranjo se combinó la proletarización o peonaje en la caficultura, a través de la siembra de productos para el autoconsumo en las tierras familiares de los pequeños y medianos productores.3
Tales asimetrías persistieron durante la primera mitad del siglo XX, hasta que en 1966 se creó la Comisión de Agricultura de Naranjo, que para ese entonces aglutinó a un importante número de pequeños y medianos productores de la zona. En 1968 esta agrupación dio origen a COOPRONARANJO R.L., primera cooperativa de ahorro y crédito del cantón, que al año siguiente de su fundación adquirió el beneficio de café San Rafael, en procura de mejorar los ingresos de sus asociados. El acompañamiento de la Cooperativa a los productores cafetaleros locales hizo posible que durante las décadas de 1970 y 1980 se percibiera una relativa prosperidad económica, que se tradujo en el levantamiento de obras de infraestructura, como la construcción de carreteras y nuevas vías de comunicación, edificios públicos de salud y educación, entre otras. Esta revitalización de la economía local propició la movilización de recursos y mano de obra hacia la agricultura, la incorporación de insumos tecnológicos y la capacitación de los productores.4
No obstante, este período de bonanza se interrumpió a partir de mediados de la década de 1980, producto de una combinación de factores asociados a las crisis económicas internacionales, la devaluación de la moneda nacional –el colón–, la implementación de políticas restrictivas a la inversión estatal y la apertura comercial, entre otras expresiones del neoliberalismo. Entre 1982 y 1990, el Estado costarricense implementó los denominados Programas de Ajuste Estructural, como resultado de una serie de medidas negociadas con organismos financieros internacionales para estabilizar la economía.
Algunas de las medidas de mayor impacto transformador fueron: la “Ley para el equilibrio financiero del sector público”, las reformas a las “Leyes de la moneda y del Banco Central” y la creación del “Contrato de exportaciones”. Las repercusiones de estas medidas se hicieron sentir principalmente sobre el sector agropecuario, debido a que entre las reformas al Banco Central y el sistema financiero nacional, se contempló la reducción sistemática de los créditos a los productores agrícolas y la banca de desarrollo. Algunas de las consecuencias de tales reformas fueron las siguientes:
a)En 1983, el Banco Central emitió el cierre del financiamiento con recursos internos a las cosechas de café y azúcar, por ser consideradas actividades generadoras de divisas y con acceso al financiamiento con recursos externos. El objetivo de esta medida era liberar recursos internos para canalizarlos a la demanda de crédito al resto de actividades económicas.
b)En 1986, los bancos estatales continuaron con las medidas tendientes a financiar actividades prioritarias como: comercio, servicios e industria, entre otros, así como a disminuir el riesgo de sus operaciones crediticias, lo cual originó la pérdida de importancia del sector agropecuario.
c)Disminución del crédito subsidiado y del monto de las carteras de crédito destinadas al sector agropecuario, con la aprobación de la apertura de la banca y el PAE II (1987).
d)Tecnificación de la entrega de crédito. Se comenzaron a hacer análisis de viabilidad financiera y técnicas, lo que vino a encarecer el proceso de otorgar un préstamo, ya que la aprobación del crédito pasó a depender menos del conocimiento del cliente y más del uso de instrumentos de evaluación financiera, como por ejemplo el cálculo de la tasa interna de retorno y el valor actual neto del proyecto.5
Sumadas a estas restricciones del sistema bancario nacional, a finales de la década de 1980, el sector cafetalero debió hacer frente a una de las mayores dificultades económicas, desde la coyuntura de las dos guerras mundiales y la Depresión de 1929. A partir de 1989, el gobierno estadounidense de George H. W. Bush (1924-2018) determinó el rompimiento con los mecanismos reguladores vigentes, en el marco de los convenios establecidos por la Organización Internacional del Café (OIC). La creación de este foro internacional en 1962 surgió de la necesidad de contar con mecanismos de regulación de los mercados, con el fin de estabilizar las cotizaciones internacionales a través de un sistema de cuotas, en el que los países importadores se comprometían a comprar cantidades preestablecidas de café a los países productores, de acuerdo con los volúmenes de sus cosechas. Con la eliminación del sistema de cuotas se provocó la liberación de los elevados inventarios mundiales, causando una drástica reducción en los precios del grano, que se prolongó hasta inicios de 1994.6
Si bien el gobierno costarricense implementó una serie de medidas especiales para contener una debacle mayor del sector cafetalero, entre las cosechas de 1998 y 1999 se puso de manifiesto una nueva crisis, causada por el arribo de nuevos competidores en los mercados cafetaleros, como Vietnam, que propiciaron un repentino descenso de los precios internaciones del grano, que llegó a cotizarse por debajo de US$100 el quintal. En el 2001 el café de Costa Rica descendió desde US$146,56 por quintal hasta US$71,91, y a partir de 2002 el precio promedio se mantuvo por debajo de US$50, el más bajo de los últimos cincuenta años. Aunado a esto, la Federación de Cooperativas Cafetaleras (FEDECOOP R.L.) experimentó una profunda crisis que derivó en el cierre de varias cooperativas asociadas, tras el intento fallido de incursión comercial directa en los Estados Unidos, cuyo mercado es acaparado por grandes consorcios como Nestlé, Volcafé, Neumann, Cargill y otros.7
El colapso de FEDECOOP y otras cooperativas cafetaleras afiliadas significó un considerable descenso en el número de productores nacionales, que de acuerdo con estadísticas levantadas por el INFOCOOP, entre las cosechas de 1999-2000 y 2002-2003, al menos 11.287 productores se retiraron de la actividad, dado que mientras en la primera cosecha señalada se registraron 74.270, en el 2000 la cifra se redujo a 73.342, en el 2001 fueron 70.144 y en el 2002 se reportó el mayor descenso del período, pues solo se contabilizaron 62.983 productores. De este modo, los volúmenes de exportación del café de Costa Rica se debilitaron sensiblemente, pues contribuía apenas con un 2,6% de la producción mundial, razón por la cual los productores nacionales contaron con escasas posibilidades de negociación en los mercados globales, ante la comercialización de productos sustitutivos del café, el encarecimiento de las tecnologías productivas y renovación de los cultivos, la incursión de capitales foráneos en la caficultura local, entre otros factores.8
Gráfico 1
Costa Rica: cantidad de productores de café.
Cosechas de 1999-2000 a 2002-2003
Fuente: INFOCOOP. Elaboración propia a partir de Johnny Mora A., La vía cooperativa de desarrollo del agro. El caso de COOPRONARANJO, R.L. (Heredia, Costa Rica: EUNA, 2007), 2012.
Esta tendencia nacional afectó sensiblemente al cantón de Naranjo, que expresó un cuantioso descenso en las áreas cultivadas, además de la introducción de nuevos productos agrícolas para exportación, la venta de las fincas para fines urbanísticos, el arrendamiento de tierras, entre otras estrategias para sobrellevar las crisis, que han impactado en las estructuras ocupacionales. Según datos generados por el Instituto Geográfico Nacional, en conjunto con la Agencia Internacional de Cooperación Japonesa (JICA) y la Agencia de Servicios Agropecuarios de Naranjo, dependencia del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), a partir de los años de crisis se manifestó un descenso de las áreas sembradas de café en la zona, por ejemplo, mientras en 1989 la cantidad de hectáreas del cantón destinadas a la producción cafetalera abarcaron 6.183 hectáreas, para el 2001 se redujeron a 1.764.9
Esta disminución de los espacios productivos destinados a la caficultura en el cantón se refleja en las estadísticas de los recibidores de COOPRONARANJO R.L. recopiladas entre las cosechas de 2000-2001 y 2006-2007. Mientras que en la primera cosecha el beneficio San Rafael procesó 120.811,88 fanegas de café de los recibidores de la Cooperativa, en el 2007 la cifra se redujo a 46.431,17, lo cual representa un descenso de 61,6% de la producción local durante el citado período. A criterio de la Gerencia Financiera de la Cooperativa, este descenso en la producción fue el resultado de las crisis que impactaron al sector entre las décadas de 1990 y 2000, sumado a serios problemas en la administración de los recursos por parte de otras entidades cooperativas, como el caso de COOPESANJUANILLO R.L. que desde finales de la década de 1990 se vio obligada a cerrar sus beneficios y torrefactoras. Con el objetivo de sopesar dicha crisis, desde inicios de la década de 1990 COOPRONARANJO R.L. impulsó nuevas líneas de crédito entre sus asociados e incursionó en el sector de los servicios, mediante la creación de un supermercado: SUPERCOOPRO.10
Gráfico 2
Coopronaranjo: Fanegas de café reportadas por los recibidores.
Cosechas de 2000-2001 a 2006-2007
Fuente: COOPRONARANJO R.L., 2007. Elaboración propia.
Asimismo, de acuerdo con la información censal recopilada, entre los años 2000 y 2011 el porcentaje de la población en la zona identificada como urbana pasó de un 31,0% a un 53,9%,11 lo que evidencia una dramática disminución de los espacios productivos, otrora destinados a la caficultura, en franco declive desde 1989. Tales cambios en el uso de los suelos repercutieron en la estructura ocupacional del cantón, expresada en el aumento de las actividades industriales y el sector de los servicios, además de la migración de los habitantes del cantón a los centros urbanos, con fines laborales y de estudio. Según información suministrada por la Municipalidad de Naranjo, solamente en el 2001 se contaba con el registro de 927 patentes comerciales, distribuidas en actividades industriales: talleres industriales, beneficios de café, trabajo en madera, bambú, entre otras. Además de un acelerado crecimiento del sector de los servicios, manifiesto en la proliferación de abastecedores, supermercados, bazares, tiendas de ropa, restaurantes, panaderías, etcétera.12
Desde el punto de vista cualitativo, tales coyunturas de crisis condicionaron a las familias del cantón, las cuales pusieron en práctica múltiples estrategias en los hogares, con el propósito de sobrellevar las adversidades económicas que debían afrontar sus miembros, hacia la búsqueda de mejorar sus aspiraciones. Así, los descendientes de las familias vinculadas directa o indirectamente a la caficultura acumularon experiencias distintas a las de sus antecesores, que derivaron en actitudes como el desarraigo y la asimilación de hábitos culturales, que zanjaron considerables brechas generacionales, producto de las migraciones y el contacto con entornos con características urbanas. Las percepciones e imágenes, en torno a la ruralidad y los oficios tradicionales, constituyen una categoría analítica viable, con el propósito de comprender procesos históricos recientes o en desarrollo, que para efectos de esta investigación se denominarán: “Historia del presente”.
Generaciones e Historia del presente. Referencias comparadas entre memorias e identidades colectivas
Como se ha señalado, los procesos históricos que atañen a esta investigación transcurrieron en un período relativamente corto (1980-2008), sin embargo, su considerable impacto en las actividades productivas, los oficios y las dinámicas familiares, derivaron en múltiples transformaciones socioeconómicas, políticas y culturales, que afectaron de distintas maneras a los habitantes de este cantón alajuelense. De este modo, para el abordaje de las experiencias de las poblaciones de jóvenes en las coyunturas de crisis cafetalera sugeridas en el apartado anterior, fue necesario diseñar una estrategia que valorase sus experiencias, en relación con las de los otros grupos etarios que cohabitan la zona, por lo que se procedió a categorizarlos por “generaciones” y/o identidades generacionales.
Esta aplicación de la categoría generacional se fundamenta en las reflexiones del extinto historiador español Julio Aróstegui (1939-2013), en torno a la denominada “Historia del presente”. Según este autor, “las sociedades atraviesan presentes que son vividos por los coetáneos con una muy distinta carga de pasado y también con expectativas de futuro”, es decir, la historización de los sujetos en el tiempo presente demanda del estudio de la interacción, interdependencia y contradicciones latentes entre distintos grupos generacionales, en un mismo período o coyuntura histórica. La identificación de los grupos generacionales estará supeditada en parte por la edad, pero sobre todo con la intensidad con que los sujetos experimentaron o se prepararon para afrontar las circunstancias del presente.13
El concepto de “generación”, como representación sociológica e histórica, se define sobre la base de que “ciertos grupos de individuos han vivido hechos históricos determinados a una misma edad, de lo que puede inferirse una socialización común, lo que les distingue, separa de –o quizás enfrenta con–otros conjuntos constituidos, a su vez, por individuos nacidos en zonas en fechas anteriores o posteriores a la considerada”. Las generaciones también estarán determinadas por otras variables cualitativas como: la condición socioeconómica –clases sociales–, el género y la etnia, entre otras.14 Por lo tanto, para efectos de este estudio, en Naranjo las generaciones son identificables por medio de las experiencias de los sujetos en las coyunturas de bonanza y crisis de la caficultura, debido a su incidencia en la continuidad y ruptura de los oficios, la transmisión de conocimientos, las relaciones de amistad y afectividad, entre otras prácticas cotidianas.
En aras de facilitar el estudio de las experiencias de las generaciones de jóvenes naranjeños, en torno a los cambios en las estructuras productivas y ocupacionales en el período estudiado, se analizarán a lo interno de los grupos familiares, que en última instancia representan la unidad cualitativa de las relaciones formales e informales de negociación e intercambio en la estructuración de las economías de mercado.15 Las familias se presentan como el escenario propicio para establecer un parámetro sobre la diferenciación generacional en la zona, a partir de las coyunturas de bonanza, desestabilización y crisis de la actividad cafetalera, expresadas entre las décadas de 1960 y 2000. Por lo tanto, se reconoce entre las familias de la zona, la coexistencia de tres grupos generacionales, identificables a través de sus experiencias e interacción afectiva, a propósito de las oportunidades y/o necesidades que la economía local y los mercados de trabajo demandasen.
Conforme a lo anterior, a la luz de los aportes teóricos y metodológicos de Aróstegui, que sugieren la coexistencia de tres generaciones en el tiempo presente, para el caso del cantón de Naranjo se identificaron los siguientes segmentos: a) la generación predecesora: cuyas identidades se forjaron en torno a la fundación de COOPRONARANJO R.L. y la ampliación de los mercados cafetaleros, acompañados de los estímulos a la clase media y la dinamización del consumo interno en la coyuntura socialdemócrata o del Estado Gestor, posterior a los hechos bélicos de 1948-1949. b) la generación activa: está integrada por sujetos cuyas identidades se forjaron en la coyuntura de bonanza cafetalera y esplendor del Estado de Bienestar costarricense. A diferencia de sus predecesores, esta generación se favoreció de la inversión estatal en capacitación técnica y profesional, lo que se tradujo en mejoras en la producción agrícola e industrial y el consumo.16
El gradual posicionamiento de la “generación activa” en la adultez, mediante su incorporación en los mercados de trabajo, coincidió con el preludio y esplendor de las crisis cafetaleras. c) generaciones sucesoras, se caracterizarán por el desarraigo con los entornos rurales y las tradiciones familiares, comunitarias y ocupacionales de sus antecesoras, a causa de la escasez de oportunidades laborales y de estudio, entre otras, suscitadas por las coyunturas de crisis antedichas. Ante la incertidumbre, las y los jóvenes de Naranjo optan en su mayoría por la movilización hacia los centros urbanos, lo que sumado al consumo mediático y tecnologías de la información, entre otras prácticas, profundiza las brechas generacionales con respecto a las experiencias e intereses que amalgamaron las identidades de sus predecesores.17
La recopilación y análisis de cada una de las experiencias generacionales descritas, durante el período de estudio, conllevó a la construcción de una estrategia metodológica que posibilitara visibilizar los vínculos y tensiones entre tales segmentos poblacionales, en relación con la afirmación de sus identidades y expectativas, frente a las coyunturas de crisis productivas y relacionales indicadas. Por lo tanto, los testimonios de los actores sociales son una fuente ineludible para la comprensión de las estrategias empleadas con el fin de sobrellevar las adversidades familiares, las prácticas de sociabilidad y significados de estas, así como su relación con los espacios, entre otros elementos constitutivos de las identidades. Dicha estrategia abordó por separado cada una de las generaciones identificadas, con el objetivo de propiciar ambientes de confianza entre pares, dado que al interior de la interacción intergeneracional se expresan relaciones de poder, que imposibilitan la correcta recopilación y análisis de tales experiencias en los procesos de afirmación identitaria.
Imágenes de la historia e identidades locales en el presente: historias de vida y memorias colectivas
Tal y como se ha sugerido, el estudio de los múltiples procesos históricos que transcurren en el presente requiere el diseño de estrategias metodológicas convergentes que recojan las experiencias de los propios actores sociales, identificados en los distintos segmentos generacionales descritos, con el objetivo de dotar de subjetividades a los datos y estadísticas generadas durante las coyunturas de crisis que enmarcaron esta investigación. De este modo, se procedió con la propuesta e implementación de técnicas específicas para cada una de las generaciones convivientes en el cantón de Naranjo, en el momento en que se desarrolló esta investigación. Mientras que entre las generaciones más longevas se optó preferentemente por la recopilación de testimonios orales –entrevistas a profundidad– e historias de vida, entre las más jóvenes se optó por la aplicación de actividades participativas y/o talleres, para visibilizar sus percepciones en torno al pasado y presente, así como sus expectativas, entre otras temáticas de interés.
Esta delimitación metodológica por segmentos etarios parte del supuesto de que cada generación entraña diversas experiencias que han contribuido a la configuración de sus identidades. Por lo tanto, la historia del presente contiene siempre la trayectoria vital de una generación que incluye, por supuesto, toda su interacción con la generación “transitoria”, la anterior a ella, y con la generación “expectativa”.18 Así, la dinámica natural de relevos generacionales transcurrió en Naranjo durante el período de estudio entre el esplendor del cooperativismo, la ampliación y posicionamiento de las clases medias y la impronta de las crisis cafetaleras de 1989 y 2000, por lo que las memorias derivadas de tales procesos demandan de una atención diferenciada, en ambientes de entera confianza entre pares, que favorezcan la fiabilidad de los testimonios recopilados.
En primera instancia, para el abordaje de las experiencias de la llamada “generación predecesora”, por medio de funcionarios de COOPRONARANJO R.L., se procedió a la identificación de dos informantes, reconocidos como fundadores de la institución e involucrados con la caficultura desde antes de 1968, por lo que se siguió con la aplicación de entrevistas, que recogiesen sus experiencias en la Cooperativa y su vinculación a la comunidad naranjeña, además de sus apreciaciones sobre las crisis cafetaleras, vivenciadas a partir de finales de la década de 1980. Tales imágenes de esfuerzo colectivo y arraigo fueron el punto de partida para la convocatoria a dos talleres participativos, en los que se convocó a miembros de las generaciones “activa” y “sucesora”, respectivamente, para la aplicación de diversas técnicas de participación y acopio de información, que se describirán en los párrafos sucesivos.
Para el tratamiento de las generaciones identificadas como “activas”, se procedió al diseño de un taller que convocó a una decena de participantes, el cual combinó la elaboración de historias de vida, los denominados “mapas mentales” y la entrevista grupal, también conocida como “técnica Delphi”. Tales metodologías aportaron insumos a la investigación, con respecto a los frutos de la experiencia cooperativista y su incidencia en la ampliación de las clases medias y su poder adquisitivo, además del impacto de las nuevas experiencias de formación técnica y profesional, establecidas en la zona desde la década de 1970, y la conocida “revolución verde”, que mejoró los rendimientos de la producción cafetalera, hasta la coyuntura de 1989. La identificación de espacios y memorias comunes, entre coetáneos, representa un insumo para valorar las experiencias que gestaron sus identidades generacionales, las cuales convergen y discrepan de otras generaciones:
“Invocar a la memoria colectiva es un proceso intencionado, es un reconocimiento de lo vivido, que interpela a los y las participantes, les ayuda a confluir y ‘encontrarse’ desde sus identidades en la experiencia vivida. Es preguntarse sobre el pasado teniendo como eje articulador el presente. Es hacer evidente la variedad de capacidades que los sujetos han desplegado en el tiempo para desenvolverse en su historia personal y social”.19
Finalmente, con el propósito de propiciar un acercamiento con las y los jóvenes del cantón de Naranjo y conocer de primera mano sus preocupaciones, problemáticas, intereses y expectativas, se dispuso desarrollar un segundo taller en la comunidad, destinado a abarcar desde distintas posiciones, las experiencias de las generaciones más jóvenes o “sucesoras” del cantón, a propósito de los cambios que experimentó la producción, los mercados de trabajo y las identidades juveniles, entre las décadas de 1990 y 2000. Para este fin, se convocó a un grupo de cerca de veinte jóvenes, integrado por hijas e hijos de los participantes en el primer taller, estudiantes del Liceo de Naranjo, Consejo Nacional de la Persona Joven, Pastorales Juveniles, entre otros colectivos. El propósito de la actividad fue propiciar un diálogo entre jóvenes, que permitiese la identificación de experiencias e identidades comunes, como insumo hacia la identificación de aciertos y falencias en las políticas públicas orientadas hacia este segmento de la población.
Este taller participativo omitió la participación de padres de familia, docentes u otras figuras que representasen alguna forma de autoridad para las y los jóvenes, en aras de propiciar un ambiente de confianza entre los coetáneos. El desarrollo de la actividad combinó la ejecución de actividades individuales, grupales y discusiones colectivas, las cuales giraron en torno a las experiencias que forjaron sus identidades, sus proyectos de vida e incertidumbres, entre otros temas a considerar. Posterior a la exposición de los objetivos de la actividad, las y los participantes procedieron a la redacción de sus “proyectos de vida”, los cuales se discutirán a posteriori en subgrupos de trabajo. Seguidamente, se abordaron ciertas problemáticas juveniles asociadas: la educación, el trabajo, la familia, el consumo material y mediático, la recreación, afectividades, espiritualidad, entre otras, identificadas por los propios sujetos:
“Las y los jóvenes rurales, aunque no siempre lo verbalizan, tienen ideas sobre lo que quieren de su futuro en cuanto al estudio, el matrimonio, la ocupación, la autonomía, el prestigio social –y la emigración–. Estas ideas constituyen proyectos de vida adulta y estrategias para realizar estos proyectos personales de vida. Ambos varían según el género, los recursos, el número y el orden de los hermanos, etcétera. Si bien se expresan proyectos de largo y mediano plazo, en estas relaciones, se desarrollan –o se deben desarrollar– diálogos intergeneracionales que lleven a alianzas intrageneracionales. Estas últimas, las alianzas dentro de la misma camada juvenil deben llevar a un ‘proyecto generacional’ en que los jóvenes de hoy comparten un conjunto de valores que llevarán durante toda la vida, y que forman la base de la visión compartida del futuro que ellos quieren para su localidad o región”.20
Conforme al argumento anterior, estas metodologías convergentes esbozadas procuran la identificación de experiencias y significados comunes en la constitución de las identidades generacionales, facilitándose a su vez la comprensión de sus diferencias.21 Del mismo modo, esta estrategia constituyó un insumo para COOPRONARANJO R.L. que apoyó el desarrollo de este trabajo de campo, en aras de reconocer las expectativas de las y los jóvenes en las familias de sus asociados, para ofrecerles opciones comerciales, ahorro y crédito, entre otros servicios que les sean atractivos para su afiliación a la institución. Por último, esta investigación sugiere que el pasado reciente del cantón de Naranjo propicia la articulación de modelos de economías solidarias e intergeneracionales, que favorezcan el aprovechamiento racional de los recursos ambientales y el impulso de formas alternativas para el intercambio de productos.
COOPRONARANJO R.L.: memorias de emprendimiento y desarrollo comunal de la “generación predecesora” (1950-1970)
El 10 de marzo de 1968, en la Escuela República de Colombia de la comunidad de Naranjo, noventa y ocho productores cafetaleros de la zona culminaron un largo proceso que derivó en la constitución de COOPRONARANJO R.L. Este hecho reviste de especial significado en el cantón, debido a que la Cooperativa surgió de múltiples iniciativas de organización comunal, gestadas desde comienzos de la década de 1960, por medio de la Asociación de Desarrollo Comunal, que conformó una Comisión Agrícola que recibió asesorías técnicas del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) y el Banco Nacional de Costa Rica, en torno a las propuestas estatales –socialdemócratas– de cooperativización de las actividades productivas. En 1967 se conformó un Comité Central de Organización, que se dio a la tarea de divulgar las iniciativas de organización cooperativista de los pequeños y medianos productores de la zona.22
Tras la apertura del beneficio San Rafael en 1969, por iniciativa de la propia Cooperativa, mejoraron los ingresos de los productores locales de café, quienes durante décadas debieron someterse a las condiciones desventajosas que fijaban los grandes terratenientes y beneficiadores privados de la zona. El inmediato impacto positivo de COOPRONARANJO R.L. se tradujo en una creciente afiliación de productores y exportadores cafetaleros, cuyos aportes monetarios por cada fanega procesada en el beneficio de la institución, posibilitaron su financiamiento y reinversión, en el mediano plazo, en obras de infraestructura para la comunidad.23 Esta vinculación horizontal entre los productores y la Cooperativa, proyectada hacia la comunidad, resultó en una exitosa fórmula de crecimiento económico que afirmó el arraigo de las identidades locales y su identificación con las tradiciones ocupacionales y familiares ligadas al agro.
En el momento de realizada esta investigación, la llamada “generación predecesora” del cantón de Naranjo identificó a la constitución de COOPRONARANJO R.L. como el punto de partida de su memoria e identidad local. La diversidad de experiencias resultantes de esta institucionalización de la producción cafetalera concuerda en sentimientos de arraigo y empoderamiento, asociados a los orígenes comunes entre vecinos y la ruptura de las relaciones de subordinación preexistentes con los beneficiadores privados. Con respecto al arraigo y afirmación de las identidades locales, la mayoría de los coetáneos descienden de al menos dos o tres generaciones de caficultores, por lo que representan eslabones de una larga cadena de transmisión de conocimientos y destrezas aplicadas a la agricultura familiar:
“Como agricultor que soy, yo tengo las manos untadas con la tierra de los cafetales desde que tengo uso de razón, desde que estaba en la escuela primaria. Bueno, lo que le quiero decir es que la experiencia mía no empieza en el momento que aparece la cooperativa, sino que desde mi niñez yo ya andaba en los cafetales. Entonces yo tengo una experiencia, o por lo menos una trayectoria, en donde desde muy joven ya empecé a involucrarme en el café y fui tomando para mi saco lo que yo fui viendo en el mantenimiento de las fincas, porque estaba con los peones y recolectores de café”.24
Las trayectorias ocupacionales de la zona, vinculadas a la caficultura, datan de finales del siglo XIX, por lo que el aprendizaje de los oficios familiares y algunas técnicas de producción, como por ejemplo, el beneficiado húmedo del café, provienen de las experiencias de los emigrantes del oeste del llamado Valle Central, que incursionaron en la extracción minera de la región de Abangares, Guanacaste.25 Asimismo, la renovación de las técnicas e insumos para la caficultura, hasta la primera mitad del siglo XX, estuvo supeditada a los lineamientos e intereses de los terratenientes y productores privados, que por décadas usufructuaron del trabajo y las propiedades de los pequeños y medianos productores de café de la zona. En efecto, previo a la constitución de COOPRONARANJO R.L. muchos productores locales adquirieron deudas, perdieron cosechas y terrenos, a merced de las desigualdades expuestas, razón por la cual la Cooperativa se convirtió en un mecanismo de paridad y empoderamiento que gradualmente se arraigó en las identidades de estas “generaciones predecesoras”:
“Cuando papá murió tenía una deuda con los Peters, él nos dejó esa deuda. La experiencia más dolorosa fue que unos dos o tres años de que papá falleció, yo seguía pagando esa deuda, amortizando con la cosecha. En cierto momento, cuando iba yo llegando a la oficina de los Peters me dicen: “Olmitan, dígale a su mamá que no le podemos dar plata este año, que tiene que cancelarnos la deuda”. Imagínese usted en mi juventud, sentir yo la falta que papá nos hacía, y sobre todo contárselo a mamá, si no teníamos de dónde pagar esa deuda. Yo sentí que el mundo se me venía encima. Entonces me la encontré, y cuando le dije, los dos nos pusimos a llorar. Pero a mí me puso a pensar: no, hay que seguir adelante, buscar la manera […] pero ese callo, esa herida a mí no se me ha sanado.
Muchos agricultores, yo recuerdo de esa época, no solo perdieron plata, también les quitaron parte de la finca para cancelar deudas, entonces fue así como esos grandes beneficiadores se hicieron de terrenos. Lo que yo no quería, era que nosotros tuviéramos que aflojar terreno, por eso lo sostuvimos. De ahí que cuando empezó todo el movimiento para hacer la Cooperativa, yo creo que fui uno de los primeros que se presentaron. Pero no crea que fue solamente la familia Ramírez, había muchos en la misma situación”.26
Dicho empoderamiento se reafirmó debido a la naturaleza participativa de la organización cooperativista, que establece que las utilidades se distribuyen equitativamente, conforme a la inversión monetaria de cada uno de los asociados. Este sentido de horizontalidad empresarial se proyectó hacia las unidades domésticas de producción, cuyas dinámicas internas e interacción con la comunidad estarían determinadas por los períodos de producción del café. Así, por ejemplo, se frecuentó la participación de niñas y niños en el proceso de recolección del grano, como una estrategia familiar para valorar el esfuerzo del trabajo cotidiano; además, se constituyó en un mecanismo eficiente para la transmisión de conocimientos y la afirmación de tradiciones ocupacionales asociadas a la caficultura. Esta vinculación entre la Cooperativa, los procesos productivos, las trayectorias de los oficios y la comunidad, se refleja en el siguiente testimonio de una productora de la zona:
“Si yo le hablo de mi esposo: la vida de él son los cafetales, las fincas de café, aunque por un tiempo también trabajó con el Gobierno. En el caso mío, yo era secretaria, y ahí fue donde nos conocimos; pero desde que llegué aquí estoy encantada con el café. Me fascina la actividad, sobre todo cuando llega el trabajo más bonito: la recolección. Entonces ya uno está involucrado con los cogedores, con la entrega de café, con la Cooperativa. Esto es todo el año: ahora acaba de pasar la afloración, que es una belleza; me encanta porque huele delicioso todo el cafetal, y después ver que va a haber una buena cosecha, es una alegría, es una bendición”.27
Tales experiencias revelan el impacto en las comunidades del avance del acompañamiento estatal e institucional a la producción cafetalera, gestado por las autoridades gubernamentales entre las décadas de 1950 y 1970. El fortalecimiento de las clases medias, mediante el aumento de los ingresos de los productores y los insumos tecnológicos a las cosechas, trajo consigo un cuantioso avance en el consumo, potenciado por las mejoras en los mercados internos, tanto urbanos como rurales. El crecimiento en el poder adquisitivo familiar, sumado a las ofertas de formación técnica y profesional, impulsadas por instancias como el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), los colegios técnicos y las universidades estatales, derivaron en el cenit del período socialdemócrata, en tensiones con las generaciones de relevo, cuyas experiencias e identidades se forjaron entre las tradiciones ocupacionales agropecuarias y las demandas laborales del crecimiento urbano-metropolitano.
En Costa Rica, a partir de la década de 1960, la diversificación de la estructura socioocupacional fue facilitada por la ampliación de oportunidades educativas a nivel medio, técnico y superior. La apertura de nuevos espacios laborales se apoyó, asimismo, en la extensión y diversificación del sector servicios, tanto público como privado. En el campo, la llamada “revolución verde” introdujo innovaciones tecnológicas y fue acompañada de cambios en el plano de las relaciones sociales, aunque no está del todo claro si ella generó directamente un debilitamiento de la transmisión intergeneracional de oficios agrarios o si este resultó más bien de la multiplicación de ofertas laborales fuera de la agricultura.28
Por consiguiente, en la memoria de la “generación precedente”, tales alcances derivaron de su experiencia cooperativista de la zona, razón por la cual suelen identificarse con imágenes de liderazgo, dedicación y austeridad, entre otros atributos que se consideran en riesgo ante los avances de la modernización del llamado Estado Gestor. Esta supuesta plenitud amenazada se expresa a través de los siguientes testimonios, en los que la idealización del pasado representa un obstáculo para el consenso entre las generaciones, debido a que los miembros del segmento etario que fundó COOPRONARANJO R.L. consideran que las identidades de las y los jóvenes de la generación de relevo, se forjaron a través de experiencias desarraigadas de los entornos rurales: los valores, convicciones y trayectorias familiares ocupacionales, entre otros referentes simbólicos.
“Soy agricultor, por eso soy un hombre libre. Yo no me gano un millón de pesos, pero viera que me alcanza y estoy feliz, nadie me “jode”, no padezco de estrés. No todo es dinero, pero a mis 68 años no creo que nadie esté mejor que yo. Ahora yo siento que todo es como: “muérase ligero”, quieren que los muchachos sean unas máquinas, que trabajen apenas se gradúan. El hecho no es que sean como máquinas, es que no se sienten a gusto en el trabajo.
No es que a los hijos no les gusta la agricultura, sino que se ha inculcado mucho el estudio, entonces se hacen profesionales, eso no les permite a los hijos estar metidos en la finca. En algunas familias hay hijos muy apegados a sus padres, pero está el problema que son profesionales. Mi hijo es ingeniero agrónomo y trabaja en “Hacienda Pinilla” en Guanacaste, él quiere trabajar en la finca de la familia, pero yo no le puedo pagar lo que gana allá”.29
Precisamente, entre las tradiciones ocupacionales vinculadas a la caficultura y la modernización de las estructuras productivas, el fortalecimiento de los mercados internos y el consumo, resultantes de la acción de las instituciones del Estado en la economía, se posicionó la generación de relevo de los fundadores de COOPRONARANJO R.L. Es decir, la llamada “generación activa” que entre las décadas de 1980 y 1990 asumió los roles característicos de la adultez, vivenció las coyunturas de esplendor y crisis del sector cafetalero, por lo que las experiencias que afirmaron sus identidades juveniles transcurrieron entre la formación técnica y profesional facilitada por las instituciones educativas estatales y el aprendizaje familiar de los oficios. Sin embargo, su arraigo con los entornos rurales persistió, por medio de múltiples manifestaciones y significados, que valoran el legado de sus antecesores.
Entre la tradición y el cambio: experiencias de la “generación activa” en procesos de diversificación y crisis económica (1980-1990)
Entre el arraigo vivenciado durante la época de bonanza cafetalera y el desarraigo que significó su período de crisis, se gestaron las experiencias de la llamada “generación activa” del cantón de Naranjo, la cual a su vez representa un puente entre los aprendizajes tradicionales de los oficios agrarios y las acciones formativas impulsadas desde las instituciones del Estado. Tales circunstancias propiciaron que esta generación pusiese en marcha distintas estrategias familiares, con el propósito de aminorar el impacto de las citadas crisis y promover mejores condiciones socioeconómicas para sus descendientes. Por lo tanto, esta generación se caracterizará por su potencial creativo y la encrucijada de proseguir entre la continuidad y la ruptura, originándose múltiples tensiones generacionales, a raíz de las demandas y competitividad de los mercados de trabajo, frente a las convicciones familiares.
Las memorias que articularon las identidades de esta generación giran en torno a la alternancia entre las labores de la cosecha del café y el desempeño estudiantil. Mediante esta combinación de experiencias, las madres y los padres de los miembros de esta generación procuraron aleccionar a sus descendientes, en relación con el valor del trabajo y el esfuerzo colectivo que conlleva la caficultura. Dado que las vacaciones escolares coincidían con la época de recolección del grano –de noviembre a marzo–, era común que la infancia y juventud de esta “generación activa” transcurriera entre los cafetales y demás actividades productivas desempeñadas por sus progenitores, por lo que los espacios productivos se convertían, a su vez, en sitios de encuentro y experiencias comunales, gestoras de identidades. Asimismo, la tendencia de familias con un importante número de miembros intensificó de algún modo la identificación y apego emotivo con tales actividades cotidianas:
“Vengo de una familia de diez hermanos, soy la séptima hija, y durante mi niñez y juventud viví con mis padres en el pueblo de San Miguel. Estudié en la Escuela República de Uruguay, estudié en el Colegio de Naranjo y en la Universidad de Costa Rica. También estuve en el INA y el Instituto Profesional Femenino de INFOCOOP. Recuerdo que durante las vacaciones mis padres nos llevaban a coger café, así les ayudábamos con la compra de los útiles escolares y hasta los regalos de Navidad.
Durante mi juventud he participado como líder comunal, catequista y en la Asociación de Desarrollo. Siempre he creído que tengo un deber con mi comunidad, ya que mis abuelos y padres se esforzaron porque nosotros nos preparáramos y también con mucho sacrificio formaron la infraestructura de nuestro pueblo”.30
Estas muestras de gratitud para con las generaciones precedentes se reiteran en varios de los testimonios que recopiló esta investigación, por lo que el apego de esta “generación activa” con las dinámicas comunales se expresa desde múltiples espacios de participación ciudadana e institucional, conforme a las experiencias de formación y trayectorias de los sujetos consultados. Sin embargo, junto con las coyunturas de crisis cafetaleras, entre las décadas de 1980 y 2000, también se puso de manifiesto un deterioro de las políticas públicas destinadas al acompañamiento de los pequeños y medianos productores, resultantes de la disminución presupuestaria y apertura comercial, que impulsaron los gobiernos costarricenses sucesivos a 1982. Tales ajustes repercutieron en la estructura ocupacional de las regiones productoras, a causa de una cuantiosa disminución de las fuentes de trabajo.31
Producto de la ruptura de las tradiciones ocupacionales en la zona, surgieron múltiples tensiones entre las generaciones analizadas, debido a la necesidad de identificar alternativas de ingresos familiares, ante la citada merma en la rentabilidad de la caficultura. La venta de terrenos productivos para uso residencial, la rotación de cultivos en las fincas y la emigración representan algunas de las estrategias puestas en marcha por este segmento generacional, con el objetivo de sostener la economía familiar ante los embates de las crisis en la producción cafetalera y el deterioro de la asistencia estatal. El impacto de tales medidas significó una ruptura determinante en las experiencias de la “generación activa”, que permeó en las generaciones sucesivas, a través del desarraigo de la comunidad y los entornos rurales. Algunas de estas experiencias se describen en los siguientes relatos:
“Esta explosión de construcción de viviendas ha disminuido el área productiva, y esto precisamente es una problemática que hemos venido afrontando, y yo diría que no solamente en Naranjo, sino en todo el país, principalmente en la Meseta Central, en donde la explosión de viviendas ha sido espantosa. Cuando yo veo que un cafetal lo están destruyendo para hacer casas, siento algo que me ataca en el pensamiento y el alma.
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Bueno, en realidad ha habido el caso de bastantes agricultores que mezclan con el café otros cultivos. Por ejemplo, si la finca es sectaria, entonces cogen esta parte de la finca y la siembran de tomate, la siembran de chile dulce, de caña india, ¡qué se yo! Entonces es una cuestión alterna, cuando no le da para el mantenimiento de su familia y la atención de su cafetal, entonces se proyecta a meterle algún otro cultivo, para poder compensar el déficit económico que tiene.
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Otras familias se han proyectado a sembrar, para decirle algo, piña o yuca en San Carlos, ganado incluso. Pero sí hay algunas familias que se han desplazado de aquí por la falta de tierra. Es muy difícil que un agricultor compre una empresa de taxis o buses. Como le digo, el que es agricultor, morirá con la pala en el hombro”.32
Las prácticas familiares encaminadas a paliar el impacto de las crisis, entre finales de la década de 1980 e inicios de 2000, sentaron las bases de una serie de incertidumbres entre los sujetos de esta generación, con respecto a las oportunidades educativas e incorporación a los mercados de trabajo, por parte de las generaciones sucesoras. En dicha coyuntura, el acceso a la educación superior no representó, necesariamente, la incorporación exitosa a los mercados de trabajo, mientras que la escasez de oportunidades laborales en la zona obligaría a las y los jóvenes a la movilización hacia las áreas de mayor vocación urbana, vinculándose al sector industrial o los servicios, lo que derivó en un desarraigo de sus entornos locales y familiares. Asimismo, las experiencias de la emigración hacia los centros urbanos y el consumo de tecnologías de la información son algunas de las inquietudes de los adultos encargados de la crianza y/o manutención de las personas jóvenes de la comunidad:
“¿Dónde van a trabajar los jóvenes en Naranjo? Uno de mis hijos estudió informática y está trabajando con una empresa española en San José. Es muy posible que lo manden a México o Guatemala, ¿por qué?, ¿se van a instalar en Naranjo? ¡Jamás! Son extranjeros que vienen a buscar el centro del país, que todo esté a la mano y fácil. A ellos no les importa cuánto tenga que viajar mi hijo. Uno de sus jefes le dijo: “usted vive al otro lado del mundo”. Lo mismo con mi hijo mayor, que es profesor de inglés y lo mandaron a Guatuso, habiendo colegios aquí. Esas son políticas del Gobierno, ellos no quieren que la gente esté bien.
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Ahora por la ocupación de todo el mundo y con tanta tecnología, cada uno tiene ya su espacio. Entonces nadie se mete en el espacio del otro, pero eso crea una distancia entre todos. Antes en la familia se sentaban todos a almorzar a la misma hora, había una hora para almorzar. Ya todo eso se ha perdido, ya no hay tiempo para eso. Nosotros tratamos de que suceda, pero a veces cuesta, igual a los muchachos ya no les gusta ni andar con uno”.33
Ambos testimonios evidencian sesgos adultocéntricos e idealizan el pasado de las generaciones, frente a las experiencias de las juventudes sucesoras. Sin embargo, el desarraigo es el resultado de la suma de una serie de factores externos a los grupos familiares que, en la zona y período de estudio, se enmarcan en las características de las crisis descritas y su impacto en la producción cafetalera. Entretanto, el fundamento de las tensiones entre los distintos grupos de edades y la hegemonía de la llamada “generación activa” se expresa mediante la autoridad económica, política y sociocultural que dicha generación ejerce sobre los restantes grupos etarios sometidos: niños y niñas, jóvenes y adultos mayores. Así, la madurez y demás atributos asociados a los sujetos proveedores en las familias –patriarcales– se conciben exclusivamente dentro del ámbito adulto.34
“Las familias tienen la culpa de que los jóvenes se aparten de su comunidad. Uno les da todo muy fácil a los hijos; no como lo vivieron nuestros padres o uno mismo. Entonces ellos como que no se preocupan, hasta que maduran, que aprenden lo duro que son las cosas, así es como uno aprende por experiencia. Mi hijo está en Estados Unidos y allá gana mucho dinero, él tiene todas las comodidades, pero la plata no compra la tranquilidad, ni el amor de una familia”.35
El anterior ejemplo remite a las tensiones generacionales que, hasta el 2008, posicionaron las memorias, expectativas y significados de las generaciones de jóvenes de Naranjo, cuyas experiencias e identidades se forjaron tras el declive cafetalero y el impulso hacia nuevas estrategias de comercialización internacional del grano, la diversificación de las tradiciones ocupacionales y la desruralización. Por consiguiente, en el próximo apartado se ofrecerá un atisbo de las experiencias y elementos constitutivos de las identidades juveniles de la zona, cuyas experiencias derivan del desarraigo y las transformaciones socioeconómicas y culturales antedichas. Los testimonios de las y los jóvenes representan un insumo para la comprensión de sus memorias desde el presente, de cara a sus expectativas.
El futuro es hoy: miradas hacia las identidades de la “generación sucesora” (2000-2008)
Distintas fuentes definen a la juventud como un período vital de “moratoria social”, es decir, alude a procesos de preparación hacia la adultez. Sin embargo, el sociólogo argentino Mario Margulis trasciende tales nociones adultocéntricas y describe a la juventud como una categoría histórica específica, susceptible a cambios en el tiempo y espacio, cuya condición atraviesa géneros, etnias y capas sociales, entre otras cualidades. La “juventud”, por lo tanto, alude a la identidad social de los sujetos involucrados. Identifica, y ya que toda identidad es relacional, refiere a sistemas de relaciones articuladas –aunque no exentas de antagonismos– en diferentes marcos institucionales: familia, lugares de trabajo y estudio, partidos políticos, entre otros. El concepto “juventud” forma parte del sistema de significaciones con que, en cada marco institucional, se definen identidades.36
Si bien desde las políticas públicas vigentes en Costa Rica, las juventudes se categorizan por grupos de edades entre los 12 y 35 años, diferenciados internamente por grupos etarios de acuerdo con sus necesidades,37 en esta investigación se identificará a los sujetos juveniles, conforme al significado de sus experiencias en el proceso de constitución de las identidades generacionales. Por lo tanto, se procede a la identificación de los diferentes marcos institucionales y prácticas de sociabilidad de las y los jóvenes, en aras de interpretar sus significados, a la luz de los procesos de transformación productiva y las estructuras ocupacionales de la zona, entre el 2000 y el 2008. Primeramente, se procederá al análisis de las relaciones familiares y laborales, seguido de la incidencia de los sistemas educativos, el consumo de tecnologías de la información y la sociabilidad entre pares.
En relación con las experiencias de las y los jóvenes en sus círculos familiares, es notorio que las principales tensiones surgen, producto de la disminución de ofertas de trabajo en la zona, tras el impacto de las crisis cafetaleras y la ruptura de ciertas tradiciones ocupacionales vinculadas al agro. El desapego juvenil a los entornos rurales se expresa en el repudio por las actividades productivas realizadas por sus predecesores, así como la descalificación de la caficultura, que es concebida como una labor indigna y mal remunerada. Tales imágenes asimiladas por la “generación sucesora” son ilustradas mediante los siguientes testimonios, recopilados en el taller desarrollado con sujetos de este segmento de la población de Naranjo:
“Los papás lo que quieren es que uno sienta lo mismo que ellos por el café, que siga en eso. Pero en mi caso personal, por ejemplo, siento que la gente ha sufrido mucho con el café, entonces uno dice: ¿cómo va a querer uno algo que lo ha hecho sufrir? En algún momento el café fue rentable, nos dio muchas cosas, pero ahora no”.38
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“¿A quién le va a gustar levantarse tempranísimo, irse sin bañar a un cafetal y llegar ahí todo sucio, para terminar el día con cinco mil colones en la bolsa? Ojalá que lo haya picado a uno un gusano. Es que es un trabajo feo, hay que aceptarlo. Vea, yo soy mala cogedora, y todo el día lo que cojo son como dos cajuelas, y ¿cuánto paga una cajuela? Como ¢800 o ¢900 colones. A mí la verdad no me gusta ir a coger café. No es como estar en una oficina trabajando, ya usted teniendo su puesto, con una profesión que sabe que va a ganar entre ¢500 o ¢600 mil colones”.39
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“Generalmente son agricultores los que se dedican al café. Cuesta ver a un agricultor que haya tenido estudios, y si tiene estudios, ¿cómo un agricultor que se haya dedicado a estudiar va a trabajar en eso? Sí son importantes tanto los agricultores como los profesionales; sin agricultores ¿qué haríamos nosotros? Pero igual, ¿qué podemos hacer nosotros sin estudios? Yo considero que no es justo que después de tantos años de estudio, yo vaya a hacer lo que cualquier otra persona puede hacer”.40
Además de las imágenes negativas, en relación con la caficultura y los oficios agropecuarios, los espacios productivos, en este caso los cafetales, se convirtieron para las juventudes en sitios de explotación laboral, y quienes son sometidos a tales condiciones son “extraños”, principalmente migrantes, que arriban a la zona durante las épocas de cosecha del grano. Tales percepciones son significativas, si se considera que, para las generaciones precedentes, el cafetal fue un espacio de encuentro y convivencia, en el que vecinos de todas las edades, género y condición socioeconómica participaban sin distinciones de una labor que se concebía como el motor de desarrollo económico de la comunidad:
“Ahora usted va a coger café, y se encuentra un montón de gente. Digamos al frente de mi casa hay un ‘cafetalote’ y usted entra ahí y solo encuentra indios, nicaragüenses, gente así, pero cuesta ver gente del mismo pueblo. Por ejemplo, en San Miguel usted sale y ve ese montón de nicas, pero si no fuera por esos nicas el café se perdería”.41
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“Eso es algo que tiene que ver mucho, la vanidad, el qué dirán, el pensar en que a uno lo vea un muchacho cogiendo café, ¡qué vergüenza! Con el pelo todo desgreñado, las uñas sucias, ¡uy no! Yo veo a un grupo de muchachos ahí frente al cafetal, yo prefiero no salir, ¡en serio! Lo bueno es que ahora si uno va a un cafetal, nadie lo conoce”.42
Sumada a tales imágenes de rechazo y desencuentro con las tradiciones ocupacionales y las actividades productivas de la zona, la principal problemática que afronta la juventud de Naranjo es la escasez de oportunidades laborales. Esta situación tiende a agudizarse, debido a que los procesos de formación profesional y técnica parecen insuficientes para que las y los jóvenes logren posicionarse en los mercados laborales disponibles en la zona, tras las mencionadas coyunturas de crisis cafetalera. Consecuentemente, la alternativa para la juventud de integrarse al ámbito laboral es por medio del estudio y la emigración, pese a las aparentes desventajas que deben enfrentar estas poblaciones en los entornos urbanos-metropolitanos. Sin embargo, en las adversidades que ha afrontado esta “generación sucesora”, se han gestado experiencias de persistencia como las siguientes:
“En Naranjo existen muy pocas posibilidades laborales, por lo que los jóvenes deben buscar en lugares alejados de la zona. Por ejemplo, mi hermana sacó la carrera de Administración de Recursos Humanos, sin embargo, fue a buscar trabajo en San José en todo lado, y terminó trabajando como secretaria en Alajuela. Yo tengo un amigo que sacó una maestría en Educación Física y está trabajando ahí en “Bolaños” –estación de servicio y repuestos automotrices–.
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Hablando con un muchacho que es Ingeniero Civil de la Universidad de Costa Rica, me decía: ¡viera qué frustrante es no encontrar trabajo! Ahora él como pudo se puso aquí una oficina. Pero me decía, “yo fui a buscar trabajo a San José y a todo lado que llevaba el currículum me decían: ¿usted es de Naranjo?, ¡qué largo! Bueno, nosotros le avisamos” ¡Nunca le avisaron! Y en eso se le fueron como cinco años”.43
Por otra parte, también es llamativo que, en el seno de los hogares, los mismos progenitores han inculcado en las y los jóvenes el desapego por las tradiciones y oficios ocupacionales vinculados al agro. Posiblemente, sus experiencias negativas con las crisis de la caficultura les motiven a distanciar a sus hijas e hijos de tales labores productivas. Asimismo, el crecimiento en la zona de otros sectores de la economía, como la industria y los servicios, se han posicionado entre las expectativas de la juventud como una alternativa para trabajos temporales o permanentes, debido a su fácil acceso y estabilidad. Sin embargo, tales prácticas han minado las posibilidades de emprendimientos u organización empresarial entre las y los jóvenes, debido al limitado alcance de muchas compañías e inversiones locales, frente al arribo de grandes competidores, como en el caso de las cadenas de comida rápida, supermercados, almacenes de electrodomésticos, tiendas y zapaterías, entre otros:
“En vacaciones, me dice mami: prefiero que se quede en la casa, antes de que se vaya a coger café. Nosotros que estamos en el colegio y queremos trabajar, ¿adónde nos toca trabajar? En una tienda o en una zapatería, porque no hay otra opción. Ya hablando con sinceridad, a uno siempre le gusta lo suave, no es que sea vago, a nadie le gusta ir a matarse a un cafetal, mucho menos cuando amanece lloviendo, a embarrialarse o llevar sol”.44
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“Cuando estaba en la Escuela y en el Colegio, yo iba a coger café, pero cuando entré a la Universidad, yo dije: yo ya me gané lo que me tenía que ganar, entonces ya no más. Pero el año pasado cuando estaba trabajando en una empresa privada allá en Alajuela, ahí sí es cierto que lo explotan a uno”.45
Como se ha mencionado, a causa de los procesos de crisis en la producción cafetalera, desde las décadas de 1990 y 2000, las y los jóvenes de Naranjo se han visto en la necesidad de emigrar de su comunidad de origen hacia los centros urbanos, con el propósito de acceder a mejores condiciones laborales y de estudio, lo cual es notorio en el crecimiento de la demanda del transporte público hacia San José. Sin embargo, pese a las experiencias que han incidido en el desarraigo de la juventud, las dificultades que enfrentaron en sus centros de estudios o de trabajo, lejos de su cantón, motivaron ciertos vínculos afectivos con sus raíces familiares y vecinales, que conllevan hacia la revaloración del espacio natal, como un sitio romántico y pacífico –zona dormitorio–. También cabe destacar que tales sentimientos divergen entre condiciones como la edad, el género, el grado de estudios y clases sociales, entre otras:
“Era una cosa tan difícil estar en San José, que en la U a mí me decían que no había clases, y yo venía volando para acá. Ahora Dios libre decir en San José que yo soy de Naranjo, campesino, ¡qué ‘polada’! Yo ahora me arrepiento, pues me siento 100% naranjeño y orgulloso de lo que soy, aunque no tenga muchas cosas”.46
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“Yo vengo de una familia bastante pobre, humilde. Yo sé el sacrificio que mi mamá, más que mi papá, tuvo que hacer para que yo asistiera a la Universidad. Yo fui a la Escuela República de Colombia y al Liceo de Naranjo y no he visto escuelas y colegios más buenos que esos. Hoy por hoy la percepción ha cambiado un poco, ahora usted ve que los chiquillos solo quieren ir a las escuelas y colegios privados allá en San Ramón o Palmares, que son carísimos”.47
En relación con estos testimonios, se evidencia un distanciamiento entre las ofertas de formación técnica y/o profesional subvencionadas por el Estado, con respecto a las demandas del mercado laboral tendientes a la industrialización y los servicios. Pese a los esfuerzos de instituciones como el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), situado en el distrito de San Jerónimo de Naranjo, por ofrecer acciones formativas como inglés para centros de servicios, entre otras, son insuficientes para atender las demandas de las y los jóvenes del cantón, debido a la alta demanda que tienen dichas ofertas entre estudiantes de las comunidades vecinas. Por otra parte, se interpreta que ante dichas deficiencias en la cobertura institucional, las familias se afirman como redes de apoyo de la juventud local, por lo que muchos de estos sujetos prolongan su permanencia en sus hogares, ante las dificultades para emprender proyectos de vida autónomos.
Finalmente, para completar la descripción de las experiencias y la constitución de las juventudes, durante el período de estudio, es necesario valorar la relevancia y los significados de la socialización entre pares coetáneos pertenecientes a esta misma generación sucesora. Las ansias de aceptación de las y los jóvenes entre los sujetos de su misma condición etaria son una clave para la comprensión de sus prácticas afectivas y de asociación, por lo que el contacto de las juventudes con los entornos urbanos, ya sea por la emigración o el consumo de tecnologías de la información, representan prácticas que han zanjado considerables brechas generacionales, en relación con las identidades generacionales antecedentes:
“Yo tenía compañeros que, en el recreo, en vez de ir a la soda se iban al cafetal a fumar marihuana. Uno sabía porque venían con aquellos ojos rojos. El problema son los amigos, por quedar bien, pero también los padres, que se van alejando cada vez más de los jóvenes. Entonces ellos buscan ser aceptados por otra parte, con amistades. Porque inclusive esos ‘hijos de papi y mami’, que han tenido todo en su vida, son los primeros que encontramos metidos en los problemas de las drogas, el alcohol y hasta la prostitución”.48
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“Uno ve a la gente que se escapa del cole y piensa que es un ejemplo a seguir; a veces no es ni la presión de grupo, sino porque se convierten en modelos a seguir: son bonitas, tienen plata, fuman, toman. Entonces uno se deja llevar por la apariencia de ellos, y no porque uno quiera, y la verdad que nadie experimenta por cabeza ajena, uno hasta que no le pase algo no va a rectificar”.49
Sin el ánimo de idealizar las experiencias identitarias de las generaciones anteriores, se constata en los testimonios recopilados sobre la socialización de las juventudes contemporáneas, que las experiencias en los procesos de constitución de las identidades, se desafía de cierta forma a la autoridad de los adultos, lo cual es notorio en los contextos de crisis aludidos, a raíz de las rupturas y desarraigos explicados con anterioridad. Tales actitudes y comportamientos son característicos de cada generación, sin embargo, sus significados suelen diferenciarse entre sí. Lo novedoso en las “generaciones sucesoras” es la aparición de grupos asociativos como las llamadas “tribus urbanas”, que reflejan un mayor distanciamiento de las y los jóvenes en relación con sus progenitores, debido a la asimilación de las prácticas, imágenes y discursos urbanos, las tecnologías de la información y los medios de comunicación masiva.50
“En mi juventud comencé a tener amistades que me llevaron a tener vicios muy malos, ya que ellos me daban un mal ejemplo. Pero yo lo que quería era aparentar, por eso lo hacía. También estuve en la ‘Ultra Morada’, ahí yo usaba drogas, empecé a fumar marihuana. De hecho, en esa época mis papás eran pastores de una iglesia, y eso era una presión increíble, porque para mí todo era malo. A mí la gente me criticaba, y yo lo primero que hice fue ponerme un arete para que hablaran mal de mí, después empecé a fumar y a tomar cerveza”.51
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“A nosotras nos hace mucha gracia cada vez que vamos a la disco. Ahí usted ve a las muchachas que en el Colegio son todas ‘fresas’ y delicadas, tomando y fumando. Aunque ni sepan hacerlo, nada más para que las vean. Para la mujer es peor: ver a una muchacha fumando y andar ahí de ‘borrachilla’; para mí es un P.T.G.: pérdida total de glamur”.52
A través de los relatos anteriores, se evidencia una desigual asignación de roles de género entre las prácticas de socialización juvenil. Mientras que en los hogares los desafíos a la autoridad adulta, hasta cierto punto son permitidos para los varones, en el caso de las mujeres, tales actitudes son inadmisibles. Si bien en el presente se han gestado mayores espacios para la socialización y consumo femenino, persisten ciertas prácticas patriarcales que privilegian la exposición pública de los hombres. Estas actitudes se expresan mayormente a lo interno de los hogares, donde a final de cuentas se afirman dichos roles e imaginarios de género, donde las supuestas fortalezas masculinas se anteponen, frente a la también supuesta vulnerabilidad de las mujeres:
“Mis papás siempre me dicen: es que usted es mujer, por eso se tiene que cuidar más. En cambio, con mi hermano dicen que él sí puede salir, porque es hombre, ¡uy qué cólera! Es que ellos piensan que, si uno sale, de una vez va a quedar embarazada, pero él si puede llegar a la hora que quiere. Yo he llegado a la casa después de las ocho de la noche y me regañan, mientras que el otro llega a las dos de la mañana, más bien le preguntan: ¿cómo le fue?”.53
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“Muchas veces los papás son los que influyen para que pasen estas cosas, teniendo a los hijos encerrados, no los dejan salir ni tener amigos, ni les dan el chance para que ellos mismos conozcan y que experimenten cosas. Lo digo porque a mí misma me ha pasado, que cuando los papás dicen: usted no va aquí por tal cosa, entonces cuando usted ya logra salir, aprovecha para hacer cosas que nunca ha hecho. Uno a veces les cuenta cosas a los papás, pero no siempre, por el miedo de que lo regañen, pero así es como se gana la desconfianza de ellos. Uno les dice que va a ir a hacer un trabajo o se va a quedar adonde una amiga, porque sabe que hay alguna fiesta o algo, entonces ya uno sabe que es el no definitivo, y si uno empieza a salir con mucha insistencia, ¡peor!”.54
La rigidez en los roles de género que la hegemonía adulta ha configurado en el presente repercute en que en las identidades juveniles se decanten prácticas de afectividad y socialización efímeras, sustentadas en el consumo de imágenes y representaciones simbólicas asimiladas desde los centros urbanos. En contraste con las tradiciones rurales de las generaciones precedentes, caracterizadas por una supuesta inmutabilidad, debido a la transmisión familiar de los conocimientos, entre las y los jóvenes se expresa una especie de ansia de afectividad y aceptación entre sus coetáneos que, si bien no es exclusiva de las juventudes del presente, es notoria la ruptura y desinhibición con ciertas prácticas y mentalidades del pasado:
“Ahora nadie quiere compromisos; ahora es conocer a una muchacha, estar ahí tres días o cuatro días, ver ahí qué agarro y ¡ciao! Claro tiene que ser una muchacha bien “formadita y vestidita”. Nadie le va a decir a uno: ¡uy qué bárbara más valienta, que guapa se ve cogiendo café! Nadie se fija en qué va a pasar cuando a la muchacha se le acabe lo bonito”.55
Pese a que en el testimonio anterior perviven ciertos remanentes de los imaginarios de socialización y afectividad de las generaciones precedentes, puede inferirse que ciertas prácticas juveniles, en apariencia frívolas o carentes de responsabilidades para la percepción de los adultos, también son síntoma de la desatención de las políticas públicas atinentes a la juventud durante las últimas décadas. Sumado a la escasez de oportunidades laborales y de estudio en la zona, organización vecinal y emprendimientos, asimismo, se expresan carencias en alternativas para la práctica deportiva, la recreación o las artes, lo que induce a actividades nocivas para la salud física y mental como el sedentarismo o el consumo de drogas, entre otras. Además, en torno a ciertas prácticas asociativas y corporales orientadas a la juventud, han surgido lucrativos negocios como las discotecas, gimnasios, canchas de “fútbol cinco” u otras:
“Aquí actividades deportivas no hay, solo fútbol. En Naranjo no hay una piscina olímpica, ni cancha de tenis; la plaza está en mal estado. Yo practico atletismo, pero una pista aquí no hay, tengo que ir a Palmares o a San Ramón. Aquí solo encontramos canchas de ‘fútbol cinco’ o de ‘básquet’, pero tampoco están muy buenas. Si yo quiero practicar otra cosa, aquí no la encuentro”.56
En relación con lo anterior, el último apartado de este artículo remite a una serie de recomendaciones que, desde el ejercicio de la llamada “Historia aplicada”, se sugiere una serie de reflexiones en torno a la necesidad de renovar las políticas públicas o empresariales –para el caso de COOPRONARANJO R.L.– orientadas a la juventud, las cuales involucren su participación, en sinergia con las experiencias de las generaciones antecedentes. El esbozo de tales sugerencias representa un insumo para la reactivación de la economía local, mediante prácticas solidarias e inclusivas, las cuales deben surgir por iniciativa de las “fuerzas vivas” de la comunidad, en procura de la participación y bienestar integral de la ciudadanía. Dicha reflexión es un breve aporte del autor, quien considera que la puesta en marcha de iniciativas de participación como las expuestas a continuación, merecen ser replicadas en otras comunidades, conforme sus características, como insumo para aprovechar el potencial, presente y futuro, que representa la juventud, cuyo aporte es determinante para atender a las demandas de la coyuntura de la globalización en curso.
Consideraciones finales: alternativas hacia economías solidarias
Las respuestas estatales a las crisis económicas y la caficultura entre 1980 y 2008 causaron el desmantelamiento progresivo de los incentivos para la producción nacional que afectaron la cobertura de los servicios públicos en salud, educación y otras áreas sensibles, conforme a los lineamientos neoliberales de apertura económica y comercial impulsados por organismos financieros internacionales. En regiones de vocación agrícola, como en el caso del cantón de Naranjo, la aplicación de estas políticas desestabilizadoras de los Estados de Bienestar se tradujeron, durante el período señalado, en múltiples transformaciones ocupacionales y productivas que agudizaron la diferenciación socioeconómica de sus pobladores, a causa de la escasez de fuentes de trabajo en las comunidades, el acceso a los servicios sociales, tecnologías productivas y de la información; además de la ausencia de espacios para la expresión del arte, el deporte y la recreación, entre otros indicadores de la calidad de vida de los sujetos.
Como corolario a esta investigación en Historia aplicada, este último apartado sugiere una serie de prácticas que propicien la participación de las y los jóvenes del cantón Naranjo, en iniciativas de economías solidarias, que integren sus experiencias e identidades difusas, debido a las crisis cafetaleras que han incidido en el desarraigo, a causa de las rupturas en los mercados de trabajo agrícola y las escasas oportunidades para incorporarse en los mercados de trabajo. La prioridad por impulsar iniciativas de economías solidarias se debe a que tales iniciativas promueven estructuras de producción, distribución, consumo de bienes y servicios centrados en las necesidades y capacidades de los sujetos, las cuales se inspiran en valores como la autogestión, autonomía, educación, equidad, ayuda mutua, transparencia, cooperación entre entidades y el compromiso con la comunidad, de modo que propicien el bienestar común.
Dichas recomendaciones de economías solidarias se esbozan a partir de la recopilación de testimonios de las y los informantes de distintos grupos de edades, los cuales puntualizan que las principales problemáticas y/o carencias de las y los jóvenes de la comunidad de Naranjo, resultantes de la experiencia neoliberal de años recientes son las siguientes: 1) la escasez de fuentes de empleo en la zona, 2) las deficiencias en los procesos de formación técnica y profesional, y 3) la necesidad de habilitar espacios para el desarrollo y estímulo del deporte, las artes y la recreación.
Debido a que tales limitaciones afectan en mayor medida a las poblaciones jóvenes, resulta oportuno sugerir ciertas estrategias de participación ciudadana que, mediante la convocatoria de diversas instituciones públicas y asociaciones de representación comunal, conjunten esfuerzos para atender a las demandas de estos segmentos de la población, asegurándose la obtención de mejores condiciones y expectativas de vida. Por lo tanto, se sugiere la necesidad de integrar distintas fuerzas vivas del cantón: gobierno local, cooperativa, centros educativos, asociaciones de desarrollo, agrupaciones religiosas, entre otras, en la búsqueda de alternativas de participación ciudadana que atiendan y representen los intereses de los diferentes sectores de la población.
Mediante el reconocimiento de las trayectorias y procesos de constitución de las identidades de cada una de las generaciones coetáneas en el cantón, se presentan una serie de iniciativas de participación ciudadana que requieren de la habilitación de espacios de negociación y equivalencias, entre cada uno de los grupos de edades descritos, con el propósito de escudriñar en las memorias y las experiencias de los sujetos, alternativas de desarrollo social y fuentes de trabajo en la comunidad que resulten atractivas para la juventud, a través del aprovechamiento de sus potencialidades en distintas áreas del desarrollo humano sostenible: micro y pequeñas empresas, manejo y conservación de recursos medioambientales, tecnologías de la información, agroturismo, entre otras.
De esta manera, la lectura de la historia contemporánea del cantón de Naranjo a través de los testimonios y trayectorias de vida de cada una de las generaciones estudiadas remite a distintas experiencias de organización y participación comunal, que favorecieron el empoderamiento de la ciudadanía para la atención de sus necesidades, frente a determinadas coyunturas del pasado-presente. Conforme a lo anterior, la revitalización del movimiento cooperativista en el cantón, representado a través de la trayectoria y posicionamiento de COOPRONARANJO R.L., constituye una ruta transitable hacia la habilitación de espacios de participación ciudadana, donde las y los jóvenes acopien el apoyo técnico y financiero necesario para emprender iniciativas empresariales y de economías solidarias, que prioricen la atención de sus demandas particulares, como colectivo organizado.
En este sentido, se sugiere que autoridades de la Cooperativa y funcionarios del Centro Regional Polivalente del INA en el cantón, desarrollen programas de extensión y educación comunitaria que sean complementarios a los contenidos evaluados en los colegios e institutos de formación técnico-profesional en la zona. Se pretende, mediante estas iniciativas de extensión comunitaria, potenciar el liderazgo de jóvenes cooperativistas y no asociados, cuyos conocimientos y destrezas adquiridas en administración financiera, tecnologías productivas y de información, lenguas extranjeras y demás áreas competitivas, les permita gestar asociaciones de micro y pequeñas empresas –agrícolas, manufactureras y comerciales–, conservación del medio ambiente, turismo rural, entre otras. Sumado al aprovechamiento y participación consensuada de las trayectorias de sujetos de generaciones precedentes, se pretende que las citadas asociaciones u organizaciones de participación ciudadana atiendan las siguientes prioridades:
a)Crear fuentes de trabajo con enfoques de economía social y solidaria capaces de generar y distribuir de manera equitativa los recursos económicos, a través de mejoras técnicas y la comercialización del café. El apoyo a empresarios locales mediante programas de crédito y capacitación en gestión empresarial y mercadeo, programas de conservación del medio ambiente y turismo rural, entre otras actividades potenciales.
b)Contribuir a la formación de capital humano mediante la coordinación de programas de capacitación comunitaria capaces de difundir los conocimientos de las generaciones coetáneas en las actividades señaladas, junto con la asesoría y financiación de las cooperativas, centros educativos y asociaciones de desarrollo. El objetivo de la habilitación de estos espacios consiste en centrar la atención de las ofertas educativas –formales e informales– en las necesidades inmediatas de los sujetos.
c)Habilitar espacios públicos para la expresión de las artes, el deporte y la recreación, como áreas integrales del desarrollo y bienestar humano. Para este fin, se requiere la convocatoria participativa de las autoridades del gobierno local –comités de deportes y promotores de la cultura–, asociaciones vecinales y grupos religiosos, que promuevan la recreación y las artes entre las y los jóvenes, potenciando la organización de campeonatos deportivos y actividades culturales en renovados centros de acceso público, constituidos con recursos propios de la comunidad y apoyo del gobierno nacional.
* Costarricense. Máster en Historia Aplicada, con énfasis en Poder y Control Social por la Universidad Nacional (UNA), Costa Rica. Coordinador de Servicios Educativos y Museológicos en el Museo Histórico Cultural Juan Santamaría (MHCJS), Alajuela, Costa Rica. Docente en la Universidad de Costa Rica (UCR), Sede Interuniversitaria de Alajuela. Correo electrónico: chaves.adrian@gmail.com
1 Johanna Salas Jiménez, Análisis del crecimiento urbano en el cantón de Naranjo (Tesis de Licenciatura, Escuela de Ingeniería Civil, Universidad de Costa Rica, 2001), 9.
2 Johnny Mora A., La vía cooperativa de desarrollo del agro. El caso de COOPRONARANJO, R.L. (Heredia, Costa Rica: EUNA, 2007), 31.
3 Ibíd., 31-32.
4 Ibíd., 167.
5 Ibíd., 208-209.
6 Instituto de Fomento y Asesoría Municipal, Cantones productores de café: formación y desafíos actuales (San José, Costa Rica: Sección de Investigación y Desarrollo en Gestión Municipal, 2003), 31.
7 Mora A., 218-221.
8 Ibíd., 212.
9 Salas Jiménez, 32.36.
10 Entrevista a MBA. Bernal Corrales Morales, exgerente financiero de COOPRONARANJO R.L.
11 Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), Indicadores cantonales (Alajuela). Censos Nacionales de Población, 2000 y 2011, (San José, Costa Rica: INEC, s.f.), en: http://www.inec.go.cr/sites/default/files/documentos/poblacion/estadisticas/resultados/repoblaccenso2011-02.pdf.pdf.
12 Salas Jiménez, 58-63.
13 Julio Aróstegui, La historia vivida: sobre la historia de presente (Madrid, España: Alianza Editorial, 2004), 103.
14 Ibíd., 113-120.
15 Bina Agarwal, “Negociación y relaciones de género: dentro y fuera de la unidad doméstica”, Historia Agraria. Revista de Agricultura e Historia Rural (España), n. 17 (abril, 1999): 14-15, en: http://www.historiaagraria.com/es/numeros/bina-agarwal-negociacion-y-relaciones-de-genero-dentro-y-fuera-de-la-unidad-domestica.
16 Lowell Gudmundson Kristjanson, Costa Rica después del café: la era cooperativa en la historia y la memoria (San José, Costa Rica: EUNED, 2018), 25-26.
17 Carles Feixa, “Del reloj de arena al reloj digital: sobre las temporalidades juveniles”, JOVENes. Revista de Estudios sobre Juventud (México) 7, n. 19 (julio-diciembre, 2003): 8.
18 Aróstegui, 139.
19 Cecilia Díaz, Recuperando la historia e identidad local: criterios conceptuales y metodológicos (San José, Costa Rica: Centro de Estudios y Publicaciones ALFORJA, 1997), 18.
20 John Durston, “Juventud rural y desarrollo en América Latina”, en: Adolescencia y juventud en América Latina, (ed.) Solum Donas Burak (Cartago, Costa Rica: ETCR, 2001), 107-108.
21 Hannia Franceschi Barraza, “Participación de las mujeres y las y los jóvenes en la pequeña producción campesina de la subregión occidental del Valle Central de Costa Rica: cambios recientes en las identidades campesinas”, InterSedes: Revista de las Sedes Regionales de la Universidad de Costa Rica (Costa Rica) 7, n. 12 (2006): 68, en: https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/intersedes/article/view/934.
22 Mora A., 108-109.
23 El Banco Nacional financiaba ¢100 por fanega de café que cada agricultor producía, y estos entregaban a la cooperativa ¢50 de cada fanega de café como adelanto por el capital suscrito, el cual se elevaba también a ¢100 por fanega producida por cada asociado a la hora de ingresar. Sin embargo, el afán de los cafetaleros naranjeños por ver a su cooperativa firme y en funcionamiento, motivó a que muchos productores acudieran directamente al banco para aportar la suma indicada, o bien entregaban su café a la cooperativa a ¢65 por fanega; otros en cambio, depositaban esta misma cantidad directamente a la cooperativa, pues tenían plena confianza en su administración y se negaban a registrar su firma en el banco. Mora A., 131.
24 Entrevista a Olman Ramírez Corrales, caficultor de Naranjo.
25 Mario Samper Kutschbach y José Manuel Cerdas Albertazzi, “Tradiciones ocupacionales y discontinuidades en familias costarricense durante los siglos XIX y XX: interrogantes, hipótesis y reflexiones generales en torno a su historia comparada”, Anuario de Estudios Centroamericanos (Costa Rica) 25, n. 1 (1999): 51, en: https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/anuario/article/view/1932.
26 Entrevista a Olman Ramírez Corrales, caficultor de Naranjo.
27 Entrevista a Julieta Arias Soto, productora de café de Naranjo.
28 Samper Kutschbach y Cerdas Albertazzi, 48.
29 Entrevista colectiva. Taller N° 1, Naranjo de Alajuela.
30 Biografía de mujer de San Miguel de Naranjo, 47 años. Taller N° 1, Naranjo de Alajuela.
31 Franceschi Barraza, 72.
32 Entrevista colectiva. Taller N° 1.
33 Entrevista colectiva. Taller N° 1.
34 Mario Zúñiga Núñez, Cartografía de otros mundos posibles: el rock y reggae costarricense según sus metáforas (Heredia, Costa Rica: EUNA, 2008), 37-38.
35 Entrevista colectiva. Taller N° 1.
36 Mario Margulis, “Juventud: una aproximación conceptual”, en: Adolescencia y juventud en América Latina, (ed.) Solum Donas Burak. (Cartago, Costa Rica: ETCR, 2001), 41-42.
37 Consejo Nacional de la Persona Joven, Política Pública de la Persona Joven (San José, Costa Rica: Ministerio de Cultura y Juventud, 2004), 4-6.
38 Entrevista colectiva. Taller N° 2 con jóvenes de Naranjo, Alajuela.
39 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
40 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
41 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
42 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
43 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
44 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
45 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
46 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
47 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
48 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
49 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
50 Rossana Reguillo Cruz, Emergencia de culturas juveniles (Bogotá, Colombia: Grupo Editorial Norma, 2000), 28.
51 “Proyecto de vida”: hombre de Dulce Nombre de Naranjo: 20 años. Taller N° 2.
52 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
53 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
54 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
55 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
56 Entrevista colectiva. Taller N° 2.
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