N.º 82 • Julio - Diciembre 2020
ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
DOI: http://dx.doi.org/10.15359/rh.82.2
Fecha de recepción: 09/12/2019 - Fecha de aceptación: 03/03/2020

Territorios en venta. Los catálogos de los países centroamericanos para las Exposiciones Universales a finales del siglo XIX

Territories for Sale. The Catalogs of the Central American Countries for Universal Exhibitions at the End of the XIX Century

Guillermo Cubero Barrantes*

Resumen: Este artículo permite conocer los documentos relacionados con la participación de países centroamericanos escritos en torno a las exposiciones universales del siglo XIX, con el ánimo de evidenciar su significancia como documentos reflejantes de la marcada intencionalidad por atraer la atención de potencias mundiales hacia Centroamérica, para lo cual, se recurrió, en la mayoría de las veces, a la reproducción discursiva y a la mimetización de la cultura occidental europea. Se analizan los casos de Costa Rica, Nicaragua, El Salvador y Guatemala, cada uno con las particularidades que los caracterizan.

Palabras claves: Museología Crítica; Centroamérica; Exposiciones Universales; Colonialidad; Historia.

Abstract: This article aims to presents the documents related to the assistance of Central American countries to the universal exhibitions of the 19th century, as documents reflecting the evident intention to attract the gaze of world political and economic powers towards the region, for which, their authors resorted to discursive reproduction and the mimicry of Western European culture. The cases of Costa Rica, Nicaragua, El Salvador and Guatemala are presented, each with the peculiarities that characterized them.

Keywords: Critical Museology; Central America; International Exhibition; Coloniality; History.

Introducción

Los recién nacidos países centroamericanos participaron de manera entusiasta en las exposiciones universales del siglo XIX con el afán de participar de las bondades civilizatorias de Occidente mientras se exhibían ofreciendo, al mejor postor, sus riquezas naturales. Para analizar esto, los catálogos centroamericanos de las exposiciones universales de finales del siglo XIX son documentos bastante singulares, debido principalmente a su ambivalencia, ya que, si bien es cierto, están enunciados desde Centroamérica, son producidos por una élite intelectual eurocentrada. Por esta razón podría afirmarse que, aunque están escritos geográficamente desde el istmo, ideológicamente están escritos desde la lógica del pensamiento metropolitano. Estas condiciones los convierten en textos que se encuentran, literalmente, en medio de dos mundos: occidente y «el resto», lo civilizado y lo salvaje, en este caso entre lo europeo y lo centroamericano.

La importancia de la participación de Centroamérica en las exposiciones universales del XIX, en el momento de su consolidación como jóvenes repúblicas centroamericanas, es de primer orden, pues coincidía con el pleno auge y expansión de los grandes imperios occidentales, así como importantes cambios y transiciones relacionadas con este auge. Con España fuera del dominio de sus antiguas posesiones, las nacientes repúblicas americanas, protegidas de alguna manera, por su estatus de «república» ante el embate del colonialismo tradicional, fueron objeto de una nueva forma de colonialidad: el imperialismo informal, y de sus nuevas estrategias: el discurso y la cultura.

El discurso científico tomó la bandera de la nueva forma de conquista y revestido de un aura sacramental, sustituyó el espacio ya deslegitimado de la religión. Las nuevas disciplinas científicas de las ciencias sociales: antropología, arqueología, la economía, la psicología, sirvieron para relegitimar las antiguas formas de otredad y crear nuevas.1

En este contexto, estas nuevas ciencias se prestaron a este juego de ilusiones que representaron las grandes exposiciones universales, orquestado de manera completamente pragmática por el capitalismo occidental, donde la idea de universalidad era fundamental para lograr un impacto global, y en donde entraban en juego imaginarios tan importantes como el color de la piel y la raza, y su relación con la dicotomía salvaje-civilizado, dicotomía con la que occidente consolidaba, creaba e imaginaba la idea de otro no occidental, con el propósito completamente pragmático de explotarlo y despojarlo de su cultura, de su imaginario y lo más importante, de sus bienes materiales.

Por otro lado, es importante el papel jugado por la ciencia cartesiana instrumentalista eurocéntrica que, apuntalada por la técnica y la estética europeas, logró consolidar un meta-modelo, cuyo objetivo práctico fundamental en el siglo XIX fue el de imponerse como norma para todo el mundo conocido de entonces, de manera similar en que el discurso religioso lo había hecho en la Edad Media europea, con un catolicismo con pretensiones de validez igualmente universal.2 Religión y ciencia occidentales son dos discursos que se superponen con unas idénticas pretensiones de universalidad y con un idéntico programa de deslegitimación del otro «no occidental».

El catolicismo medieval europeo era sumamente racional, pues sus postulados estaban fuertemente anclados en la filosofía clásica platónica y aristotélica, así como en los aportes de San Agustín y Santo Tomás de Aquino. Buscaban, con ello, alejarse de las creencias populares que diluirían sus límites y que amenazaban con heterogenizar el metamodelo homogéneo del cristianismo. De modo similar operó el racionalismo instrumentalista del siglo XIX, para desautorizar cualquier otro modelo de ciencia, o de aproximación a la realidad, que no coincidiera con sus postulados.

Estos procesos de inferiorización del «otro» no fueron en manera alguna desinteresados. El enfoque pragmático capitalista buscaba la deslegitimación del otro «no occidental», de manera similar en la que lo hiciera el cristianismo medieval. En este contexto del siglo XIX, las nacientes ciencias sociales o humanas, con una génesis eurocéntrica, contribuyeron a configurar al «otro», utilizando la teoría científica» para justificar, el racismo y la eugenesia, y probar la superioridad cultural europea-occidental frente a las «otras» culturas, teniendo en cuenta su raza, etnia o sus costumbres, descritas como sintomáticas de un estado de barbarie, por oposición al estado civilizatorio «característico» de Occidente.

En tales condiciones de dominación ideológica, los países centroamericanos participaron en los grandes eventos mundiales, en medio de fuertes presiones y contradicciones internas, expresadas sobre todo en la ambivalencia de encontrarse en un mundo visto como inferior frente a la hegemonía occidental; con una sociedad de raíces indígenas y con fuerte componente «no occidental», pero imbuida por las ideas del progreso, la higiene, la educación. En esta participación, seguían unas pautas y normas impuestas desde la hegemonía, las cuales eran aceptadas de buen grado. Con ello se hereda a sus futuras generaciones un sentimiento de postración e impotencia por encontrarse frente a una imagen en el espejo diferente a la deseada.

Exposición Nacional de Costa Rica en 1886

Esta Exposición Nacional Costarricense se llevó a cabo con Mauro Fernández a la cabeza del Ministerio de Fomento, institución a cargo, y fue visitada por 40 mil personas de todo el país.3 Debido a que su catálogo es uno de los documentos museológicos más tempranos que se conocen en el país, su carácter es el de un inventario de productos. El lenguaje es sencillo, aun en lo relacionado con la pequeña colección arqueológica que se mostraba, y la articulación del lenguaje científico se nota sobre todo en las nomenclaturas desarrolladas para las presentaciones ornitológicas y botánicas. La primera sección que se presenta es la de aves de Costa Rica, seguida de la ornitológica, la botánica, los productos agrícolas, la industria, las bellas artes y, por último, las «antigüedades indígenas».4

El catálogo de 1886 constituye una evidencia escrita de los inicios del proceso de consolidación de una imagen internacional de Costa Rica, como república reconocida por logros y avance civilizatorio, a través de su participación en las grandes «exposiciones universales». Se nota, en el esfuerzo desarrollado por el Estado, el interés de darse a conocer e ir conquistando «un buen nombre» para posicionar a Costa Rica no solo como un socio mercantil, sino también como una tierra «feraz» para vivir y crecer económicamente. Llama la atención cómo la elite política, económica e intelectual del país se sumó con entusiasmo a este proceso de consolidar los lazos de amistad e intercambio comercial, con Europa y el mundo occidentalizado en general.

Esta identificación de intereses comunes, de las élites costarricenses con Europa, no se expresó de igual manera hacia la unión de lazos con el resto de Centroamérica, lo cual quedó evidenciado en la falta de respuesta a la invitación extendida por Guatemala para participar en su Exposición Universal de 1897. Esta falta de entusiasmo dejó prácticamente en manos de las autoridades de gobierno, todo el trabajo de preparación de una muestra que representara decorosamente al país en ese evento guatemalteco.

Otro aspecto interesante de este primer catálogo costarricense es el interés por considerar los objetos arqueológicos precolombinos como parte de la muestra, interés que comparte con Nicaragua, evidenciado en su documento redactado también para la exposición de París de 1889. El catálogo dejó entrever, además, la estructura de poder de las elites gobernantes del momento, su visión de mundo, su forma peculiar de incorporar a la mujer, y el olvido total de los «otros internos», grupos «no occidentalizados» que poco a poco irían mostrando su rostro, mediante la maduración de este largo proceso que fueron las exhibiciones universales.5

Con este catálogo no asistimos al punto inicial, pero sí al proceso de consolidación y aprendizaje del intenso historial de participaciones de Costa Rica en las exposiciones universales, un aprendizaje que se vería reflejado en el catálogo de Madrid del 1892, en el cual se resume la experiencia acumulada. Costa Rica iría logrando, poco a poco, su objetivo de darse a conocer como nación occidentalizada», que equivale en este contexto cultural a decir «civilizada», pero también iría aprendiendo —y esto es quizás lo más meritorio— a reconocer la agenda pragmática que subyace detrás de estos eventos mundiales. Ese aprendizaje debía capitalizarse y usarse para ponerlo al servicio de un nuevo tipo de relaciones bilaterales «más justas y equitativas».

El catálogo redactado por Manuel María Peralta y Anastasio Alfaro para la Exposición Histórico-Americana de Madrid en 1982 resulta peculiar por la inusitada extensión de su introducción, que lo aleja de la modalidad tradicional, circunscrita por lo general a un simple inventario de objetos sin mayor preámbulo. También resulta interesante que en las dos ediciones posteriores a las que fue sometido en Madrid, en una de 1893 se «mutila» considerablemente su contenido original, la cual se conserva en la Biblioteca de España; otra versión, impresa también en Madrid en ese mismo año, se encuentra en la Ibero-Amerikaniches Institut Bibliotek de Berlín, y no solo conserva toda la información original, sino se le añadió alguna paratextualidad ulterior, como algunas ampliaciones menores, palabras finales, índices, mapas, y otros ultílogos, incluyendo una corrección manual.

La versión presente en la Biblioteca Nacional de España y consultada en su versión digital parece haber estado sujeta a un proceso de reedición que remueve, del texto de Alfaro y Peralta, algunas importantes informaciones iniciales. Además, cambia el estilo retórico por un estilo más «simplificado y neutro»; sin embargo, lo que resulta más interesante es la identificación de estas «remociones» y la naturaleza de sus intenciones.

La versión original, impresa en Costa Rica en 1892, presenta, a su vez, coincidencias con el catálogo redactado por el médico salvadoreño David Guzmán6 para la exposición de Chicago, también de 1892, en cuanto a la representación de las ventajas del país, donde se elogia el carácter del pueblo costarricense, al cual describe como uno de los más laboriosos y progresistas del continente.

Mientras, insiste en el tema de la «colonización», el cual se encuentra encubierto en este nuevo catálogo con el término «poblar». Sin embargo, el carácter de la retórica cambia ligeramente, pues adopta un modelo de argumentación que no está presente en anteriores documentos. Los autores tratan de respaldar su discurso con citas de autores europeos, seguramente para mejorar su recepción ante la audiencia europea. Algunas de estas citas son realmente interesantes, y es preciso adelantar que son esencialmente estas las primeras en sufrir la censura de la versión de 1893, una versión editada presente en la Biblioteca de España:

Carl Scherzer, sabio austríaco que viajó en el país por cuenta de la Academia de las Ciencias de Viena, alaba el respeto de los costarricenses a la propiedad y a las personas, y dice que una niña podría atravesar sola e indefensa el país de un extremo a otro, ceñida de una diadema de piedras preciosas, sin que nadie osara molestarla. […] Eliseo Reclus dice que Costa Rica «se ha fundido mejor en cuerpo de nación, y que sus progresos no han sido interrumpidos por las guerras extranjeras ni las disensiones civiles», y la presenta como la «República modelo de América Central», una de las más prósperas desde el punto de vista material, no gracias a sus minas, sino a sus producciones agrícolas. Heillwald, Polakowsky y Bates elogian la cortesía de los habitantes casi todos propietarios de un terreno bien cultivado […] no existe el pauperismo ni la mendicidad.7

Como ha sido indicado, la versión de 1893 encontrada en Berlín es similar al texto original impreso en Costa Rica un año antes. Sus nuevas ampliaciones incluyen una cuidadosa bibliografía, añaden algunos manuscritos y cartografía entre la que destaca un mapa del antiguo Ducado de Veragua, es decir, lo que hoy conocemos como Panamá, lo cual no deja de ser interesante en el preámbulo de tres eventos importantes: La creación de la República de Panamá, la Guerra de Costa Rica con Panamá a inicios del siglo XX, en la cual Costa Rica pierde parte de sus territorios y la construcción del Canal interoceánico en Panamá.

En busca de inmigración «buena y escogida»

Aun cuando una mirada crítica pueda encontrar en estos catálogos un carácter frío y excesivamente pragmático, no se deben desestimar sus sinceras intenciones, en cuanto a procurar la ansiada «prosperidad» de los países centroamericanos, una prosperidad condicionada a su capacidad de insertarse en el modelo de desarrollo dominado por Occidente; por otro lado, parece ser que el autor trabaja bajo el mandato de las autoridades costarricenses, las cuales parecen tener clara la condición pragmática de estos eventos y, en el caso particular de la exposición de Chicago, encuentran oportuno atraer «inmigración» para poblar algunos territorios «ociosos», entendida esta como inmigración «blanca» capitalista occidental, para dar impulso al monocultivo del café.

Debe tenerse en cuenta que, a lo largo del siglo, el país había perdido gran parte de su población en los estragos provocados por las guerras que, junto a otras desgracias colaterales, como la epidemia del cólera, habían diezmado la población. Por otro lado, el discurso de la Costa Rica «blanca» —que venía siendo articulado como elemento diferenciador al resto de los países de la región— debía reflejarse en la práctica, con lo que el auge de las exposiciones universales venía a convertirse en una buena oportunidad para allegar esta inmigración deseada. Lo verdaderamente interesante del discurso de atracción migrante en estos textos es el ofrecimiento de tierras a inmigrantes blancos en los sitios que se buscaba «colonizar», que para entonces —y todavía— son sectores donde se ubican los mayores asentamientos de población originaria, y con una cultura ancestral, poco alterada, como las llanuras de San Carlos al norte y las montañas de Talamanca en el sur.

Conviénele pues, llamar a hacia su suelo, una corriente de buena y escogida inmigración, protegida por leyes adecuadas, auxiliada con los seguros recursos del Estado, conviénele atraer capitales, atraer inteligencias, buenos agricultores, buenos industriales y mecánicos, buenos artesanos y eso se obtiene…en las exposiciones, ataviada y llena de vida con todos sus dones y galas.8

Teniendo en cuenta lo anterior, se podría afirmar que lo que esta estrategia de colonización pretendía no era poblar territorios «vacíos», sino sustituir a los antiguos pobladores por «inmigración» «buena y escogida».9 Al iniciar su discurso en búsqueda de la inmigración, se afirmaba que gracias a las exposiciones universales, «la inmigración», el comercio, la agricultura, la industria habían tomado mayor incremento y habían hecho crecer el bienestar de esta incipiente nación. Seguidamente elaboraba, una rebuscada retórica propagandística sobre las bondades del clima y el suelo del país, que caracterizó en adelante los documentos museológicos del XIX en Costa Rica, con el objetivo claro de promover la inmigración: «Aunque poco poblado, posee un territorio fertilísimo, bien situado, con hermosos valles, espléndida orografía, grandes y numerosos ríos, bellísimas altiplanicies, de un clima sano y fresco —de 15o a 20o C— donde la eterna primavera se da la mano con una fertilidad sin rival».10

El país, la cultura y su ciudad capital son descritos con la misma retórica lisonjera que caracteriza la totalidad del texto, al recomendar a Costa Rica como país «en voie du colonization» —como lo expresaron los catálogos parisinos—, continúa describiendo otros aspectos de la «realidad costarricense»: que poco tiene que envidiar a la cultura de las metrópolis occidentales en cuanto a «comodidad, ilustración, bienestar, progreso, de lujo y esplendor», ya sea por los servicios públicos como el alumbrado, los elegantes hoteles, las calles limpias; como por la administración de gobierno, la actividad artística y literaria, el adelanto moral y material, sabias leyes, o su educación cuyo resultado es una nacionalidad «rica, ilustrada, poderosa y cordial con el resto de la humanidad».

Nicaragua en la Exposición de 1889

El primer documento sujeto a análisis en relación con la participación nicaragüense en las exposiciones internacionales de Europa en el siglo XIX es una hoja suelta, que carece prácticamente de toda información de contexto, pues no se especifica el autor y apenas se puede identificar, por su contenido, que se trata de la participación nicaragüense en París en 1889. Solamente queda claro que fue una exposición parisina, pues está escrito en francés. Es una plana de cartón con fotografías.

El documento hace referencia a la participación de Nicaragua «un des pays plus intéressants de l’Amérique central en […] nu triple point de vue économique, social et administratif».11 Después de esta breve introducción, el discurso se dirige a abordar el tema del canal interoceánico: «et qui es certainement le plus pratique pour réunir les deux océans».12 En adelante el documento se dedica a especificar la posición geográfica y la extensión territorial del país, así como sus ventajas desde «au point de vue comerciel».13

La historia colonial y la Independencia son acotadas como los dos eventos históricos más importantes. También son de interés la disposición topográfica, la fertilidad de su suelo y, en general, su potencial en los campos agrícola, industrial y el comercio. Sus bosques naturales también son objeto de admiración, los cuales, junto a la agricultura del café y el cacahuete, son muy productivos, debido a las distintas alturas del suelo; finalmente, el tema de los recursos naturales se cierra con la minería, una de sus principales «richeuses».

El tema de las comunicaciones también cobra importancia, especialmente en cuanto al uso de los puertos, vías fluviales y el contacto con importantes puertos como «Panamá et la Californie». El servicio postal y los distintos departamentos con su número de habitantes también es citado con detalle, para luego dar paso a temas más ideológicos como la constitución política, la libertad de expresión, la instrucción pública, tanto primaria, secundaria y la educación universitaria. El comercio «surtout avec L’Angleterre, L’Allemagne et les États-Units», es importante, mientras que se destacan «les articles de luxe» provenientes de Francia.

El pabellón de Nicaragua fue edificado por M. Sauvestre, el arquitecto de la Torre Eiffel, y en delante de todos los pabellones de la Exposición; construido en un estilo renacentista y con un piso recubierto con todos los colores de la tierra del país originario. Esta retórica intermedia es seguida nuevamente por el discurso sobre el canal interoceánico de Nicaragua, el cual es «executé par la Compagnie du Canal» la cual tendrá a cargo esta «oeuvre colossale» que será fuente de «inmmenses richesses».

El cierre del documento es retórica pura: felicitaciones por la participación de Nicaragua y el recordatorio de las simpatías entre el país participante y el anfitrión. Por la referencia a la Torre Eiffel y su construcción, el documento parece referirse a la participación de Nicaragua en la Exposición Universal de París de 1889. Al igual que el otro documento, analizado más adelante y referido a esta misma Exposición, no es posible tener certeza de si se trata de un texto escrito en Nicaragua en castellano y traducido luego al francés, o si fue escrito en Francia y directamente en francés.

Nicaragua descrita como Sur-recurso

Este corresponde al segundo documento aportado por Nicaragua en el contexto de la Exposición Universal de 1889 en París. A falta de una mayor disponibilidad de textos articulados «desde Nicaragua», ha sido necesario recurrir a este documento preparado de manera expresa para la Exposición Universal de 1889. Este, a pesar de no cumplir con el requisito de que su autor fuera nicaragüense, sí cumple con el requerimiento básico de referirse a las colecciones «ethnographiques et archeologiques» enviadas por Nicaragua a la exposición parisina. Su autor, Desiré Pector, con domicilio en París, redactó el material con informaciones de M. Jules Gavinet, vicecónsul de Francia en Granada y administrador de grandes propiedades en Nicaragua, es decir, de alguna manera el texto se escribió desde Centroamérica y representa el punto de vista nicaragüense en la exposición parisina de1889.

El documento recurre a un estilo retórico «científico» propio de la época y, como es de rigor, da inicio con la descripción de los datos geográficos de los lugares donde han sido extraídos los objetos que conforman la muestra para exhibición. Menciona lugares de la región central como Granada, Managua, Rivas, las islas de Solentiname y la Zapatera, entre otras localidades. Las piezas de la colección particular de Desiré Pector, autor del artículo, son originarias de Chinandega y otras de Guanacaste en Costa Rica. También se destacan algunos objetos de «paléontologie», disciplina científica que en ese entonces hacía coincidir el más riguroso lenguaje «científico», como en el caso de un «fémur de megatherium», encontrado a la orilla del Lago de Nicaragua, con un lenguaje mucho más literaturizado como en el caso de: «molaires d autres monstres antédiluviens» encontrados en Matagalpa.14

La colección también incluye «curiosités anthropologiques» como tres huellas de pies de aborígenes en lava solidificada. Parte de las «curiosités anthropologiques» son algunos fémures, tibias, cúbitos y cráneos hallados también en Matagalpa en una caverna tallada en la roca. En el contexto de incipiente «antropología» occidental, fuertemente atravesada por discursos racistas de su tiempo, las particularidades que presentan dichos vestigios son interpretadas como «información» sobre un tipo de raza americano: «une des premieres races autochtones, du Nicaragua, les Manges».15

Debido a la lejanía cultural del autor con los objetos que interpreta, es común que proyecte sobre ellos características, categorías y prejuicios propios de su cultura y de su tiempo. Dentro de las piezas de carácter «antropologique» se encuentran «les idoles», así como, objetos de tipo «religieux et domestique» encontrados junto a los restos humanos. Estos vestigios arqueológicos son, en general, piezas antropomórficas en granito, y piedras volcánicas, algunos ejecutados en forma «grosera». También se incluyen idoles de terracota, algunos de los cuales muestran, de manera acentuada, sus partes sexuales, mientras el autor se pregunta «¿serait-ce índice de culte phallique dans cette región?».

Se incluyen también en la colección «utensiles de menage», objetos musicales, una piedra de moler, vasos de terracota, ollas y marmitas. El talento del artista indígena es reconocido, sobre todo, por la elaboración de grandes vasos trípodes con unas patas que tienen en su interior pequeñas esferas de arcilla que circulan libremente. La descripción de la técnica pictórica es otro ejemplo de extrapolación de terminología eurocéntrica proyectada sobre los objetos, pues se señala el uso de: «grecas» y «hieroglyphes» junto a descripciones más neutras como «líneas rectas o concéntricas».

El autor elabora sus propios criterios para intentar una clasificación ordenada de los objetos que busca explicar. Así, algunas veces utiliza como criterio el material, tal es el caso de los morteros de piedra y otros objetos «dénommés mazas» hechos todos de piedra; también determina el uso que se le había dado a los objetos como una manera de caracterizarlos y clasificarlos, como es el caso de aquellos que fueron empleados como «moyen de défense», entre ellos se observan arcos y flechas con puntas de obsidiana, hachas, navajas y cuchillas en todas las dimensiones, en granito, jade, jadeíta, nephrite, «piedra rayo», entre otros.

Todos estos servían de armas, utensilios domésticos o religiosos, como es el caso de las «piedras de sacrificio» o «pour les prétres sacrificateurs de sang humain et animal», las «urnes funeraires», «trouvés exclusivement dans les sepulture d homes» en todas dimensiones y formas, en terracota llamadas «ataúdes». Estas urnas no son exclusivas «á l industrie» de los habitantes de Nicaragua, pues el célebre viajero norteamericano S. Squier encontró una de forma idéntica en Huehuetenango. Por otro lado, Madame Gavinet había encontrado dos niños enterrados en sus pequeños sepulcros. La mayor parte de estos pequeños sepulcros no son más que «ollas» reutilizadas.

Un estudio más cuidadoso de los estereotipos eurocéntricos proyectados sobre los objetos presentados podría revelar tensiones y relatos ocultos bajo el discurso protocientífico del autor y, cabe mencionar, al menos una tensión. En relación con el discurso de género, cuando se hace referencia de «las urnas funerarias» que son «trouvés exclusivement dans les sepulture d homes», no es posible conocer con certeza si la mención de «homes» efectivamente excluye la presencia de mujeres asociada al uso de estos objetos destinados solo al género masculino, o que el lenguaje francés de la época incluía de manera tácita a hombres y mujeres en el término «homes».

Una mención especial merecen los objetos que el autor denomina «colliers… perles venitiennes», que son unos collares con cuentas de terracota y perlas de colores, encontrados en la isla de Solentiname que, sin embargo, no son consideradas como de origen indígena. «Les professeurs O. Tishler de Konigsberg et Jiménez de la Espada, de Madrid» han dicho que se trata de un producto usado por los hombres en sus caballos en el mundo entero y provienen de fábricas de perlas de Venecia, y que además fueron llevadas por conquistadores españoles o filibusteros europeos tales como Morgan y otros que han llegado a instalarse al lago de Nicaragua después de sus vidas «cosmopolitas»

Otros objetos llamativos son los «objetsd’or»: un pequeño «ídolo» con la cabeza adornada de un apéndice voluminoso y un collar de seis perlas de la Isla de Solentiname. Llaman la atención las vasijas provenientes de Costa Rica en la provincia de Liberia, junto al lago de Nicoya. La información presentada incluye un mapa con la ubicación aproximada de los sitios donde fueron hallados los vestigios dejados por las poblaciones precolombinas de Nicaragua. El mapa es acompañado de la información acerca de los grupos relacionados con «la raza mangue», estos grupos son el «Chololteca, Chorotegane, Orotiñane, ou Guetare». El autor parece distinguir la presencia de dos grupos simultáneos pero de distinto origen, pues junto a los grupos de «la raza mangue», que son «más primitivos», existen otros «más artísticos», de «la raza conquistante nicaragüense de origen náhuatl», es así como los visitantes pueden disfrutar en los pabellones de una comparación entre el «arte cerámico y escultórico» de «Manges y Niquirans».

También son mencionados otros grupos originarios de Centroamérica como los «nahuas» y los «mayas» cuyas obras son observadas en «el museo etnográfico de Trocadero» de la Exhibición de 1889; los pipiles, lencas y kakchiqueles originarios de «Salvador, Honduras y Guatemala» respectivamente, con objetos expuestos en el pabellón «del Salvador» [sic]; también se mencionan los pueblos «más meridionales», como los Chiriquis y los Chibchas en el Pabellón de Colombia.

El discurso llega a su fin con notas «aclaratorias» como la que señala que «la mayoría» de los objetos fueron encontrados en Nicaragua y casi exclusivamente en la costa bañada por el Océano Pacífico, debido a la dificultosa comunicación con la costa Atlántica. Así mismo «se explica» la importancia de esta costa cuya «numerosa» población indígena llamada «Carambarú» habitaba la región de «Cariay» —Bluefields actual—, también habitaron «Amerrisque» y otros lugares, luego agrega el autor la importancia de sus «grandes cadenas montañosas ricas en minas de oro» en las cuales nacen numerosos ríos, como el «Siquia» y el «Mico», que desembocan en «Cariay».

Nicaragua en la Exposición de 1900 en París

Debido a lo reducido de la documentación, vale la pena llamar la atención sobre la relevancia de un tercer documento útil para el análisis. Se trata de una breve introducción del catálogo presentado por Nicaragua en la Exposición Universal de París de 1900. A pesar de carecer de información de contexto, porque existe en forma de una fotocopia, exenta de anotaciones y relativamente breve, presenta especial interés por su fecha de ejecución: 1900, y por atribuírsele parte de su redacción al poeta nicaragüense Rubén Darío. En el mundo de la literatura, este dato no es de importancia menor, puesto que se ve asociado con la llegada de Darío a París y su posterior desarrollo como poeta simbolista. El documento original se encuentra en los depósitos del Museo Nacional de Nicaragua.

El discurso recurre a los tópicos característicos de la redacción de catálogos en Centroamérica: «tierra feraz«, «de lagos y volcanes», «civilidad nicaragüense», «gobierno republicano», con una población que es blanca, mestiza e indígena. También destaca la «riqueza agrícola, ganadera y minera». La colección exhibida, un total de 1201 objetos, es toda precolombina, se afirma que «casi todo es barro cocido». La descripción de los objetos demuestra conocimientos sobre la especialidad de la arqueología, pues califica a los objetos como «policromos», una caracterización que es vigente en la descripción científica actual. Además, los objetos son clasificados en subcategorías como: «platos, así como las cazuelas, ollas y otros productos».

Nuevamente el texto vuelve a referirse a generalidades del país como su geografía, datos estadísticos y clima, esto como un pequeño preámbulo. Después de lo cual hace referencia al tránsito interoceánico y otros temas asociados: «Nicaragua tiene dos puertos que dan a ambos océanos, 300 millas del lado del atlántico y 200 del Pacífico. Hay ríos caudalosos, el más importante es el del Río San Juan, que desemboca en el Atlántico y une este océano con el gran lago de Nicaragua». De igual manera hace referencia al ferrocarril de Nicaragua, el cual es «uno de los mejores de la América Central», pues «el viajero puede pasar de un océano a otro por medio de la vía férrea». Más adelante añade que «el canal interoceánico está en vías de llevarse a cabo, y es de esperar su realización, tomando en cuenta que está [sic] en tal obra interesada una importante compañía norteamericana».

Al analizar estos breves textos elaborados por Nicaragua para los eventos mundiales del XIX en Europa, se advierte una particularidad. En relación con los otros, en este caso, la poca posibilidad de articular el discurso hace de Nicaragua una nación especialmente oprimida por los intereses extranjeros, un país considerado eminentemente como «recurso», sobre todo en lo relacionado con el canal interoceánico. El hecho de que la articulación de «su discurso» se haga «desde» París recuerda la máxima teórica de Gayatry Spivak, elaborada a manera de pregunta: «Can the subaltern speak?».16

El discurso nicaragüense está escrito en francés, desde París, lo cual lo coloca en un nivel evidente de colonialidad epistemológica. El sujeto subalterno —nicaragüense— está prácticamente silenciado, debido a que su discurso es sustituido de manera casi total por la voz del opresor. No obstante, debe destacarse que, a modo de balance, existe al menos un documento atribuido en parte al poeta Rubén Darío, personaje influyente de la literatura hispanoamericana y mundial. Sin embargo, no existe claridad acerca de cuánta participación tiene el insigne poeta nicaragüense en la redacción del documento que consta, a lo sumo, de un par de páginas.

El Salvador en París. Un inventario de recursos naturales

Hacer referencia a la participación de El Salvador en las exhibiciones del siglo XIX en Europa es hablar del médico graduado en París y naturalista salvadoreño David J. Guzmán, cuyo trabajo museológico tuvo importancia no solo para El Salvador, sino también para otros países de Centroamérica, entre ellos Nicaragua y Costa Rica. El actual Museo Nacional de Antropología de El Salvador lleva su nombre.

Como se ha indicado, la figura de Guzmán fue decisiva en la creación del Museo Nacional de El Salvador en 1874. Sin embargo, su trabajo también contribuyó a la formación de otros museos centroamericanos, de especial relevancia fue su contratación por el gobierno de Nicaragua como catedrático de la Universidad de León en 1896, tiempo durante el cual aprovechó para cofundar el Museo Nacional de Nicaragua junto al naturalista Dioclesiano Chaves, quien posteriormente también da al Museo Nacional de Nicaragua su nombre. Según Molina, ambas instituciones siguieron un modelo «de gabinete» dictado por las autoridades europeas donde los objetos solo eran clasificados por temas, a los que se solía acompañar de algún cartón explicativo.17

El catálogo de El Salvador

Preparado para la Exposición Internacional de París de 1889, es el único documento que ha sido posible encontrar en El Salvador relacionado con las exposiciones universales. Debido a su acercamiento con la cultura francesa y su experiencia en las exposiciones universales, es el segundo catálogo nacional, junto con el de Costa Rica de 1893 que le fue confiado a Guzmán. La exposición de París de 1889, como ya se ha dicho en repetidas ocasiones, fue una de las más importantes de todos los tiempos, y este apartado de El Salvador corrió en su totalidad por cuenta de Guzmán. Tal y como era de esperarse, teniendo en cuenta su visión pragmática y utilitarista, su catálogo no es otra cosa que un inventario de «recursos», intercalado de manera más o menos aleatoria con algunos discursos relacionados con la importancia de su adecuada explotación.

Lo primero que el autor señala al inicio de su documento es su intención de adoptar «asiduamente» y «de la mejor manera posible» el sistema de clasificación, colección y organización, propuestos por «la Dirección General de la Exposición de París», lo que «hará ver en la capital de Francia la notable riqueza y exuberancia de nuestro suelo». Cabe destacar el énfasis que pone Guzmán en las materias primas, las cuales no solamente han de ser inventariadas sino también preparadas y empaquetadas de manera conveniente para su exhibición en París. La tarea de enumerar y preparar los «1,223 specimens» relacionados con la historia natural de su país es enorme; sin embargo, la capacidad de control de todos los detalles de la exhibición no termina allí, pues el mismo Guzmán se encarga de escoger las obras de arte, labor que no delega en nadie más sino que son sometidas a una comisión que las revisa, pero sujetos finalmente a su supervisión personal, para evitar que entre las obras —como él mismo menciona en el documento— se incluyeran algunas que consideraba de menor cuantía, con lo cual queda en evidencia la capacidad de Guzmán para monopolizar el juicio de lo que estaba bien o estaba mal en materia de arte y de cultura en general, en atención a su conocimiento y sensibilidad para interpretar los intereses de aquello que era concebido como «correcto», «bello» o «valioso», según lo que establecía la cultura metropolitana.

El tema de «la raza» es uno de los temas más insistentemente recurridos a lo largo de la discursividad de las exposiciones universales, y tratándose de un texto de Guzmán, es comprensible que haga su aparición de manera temprana en la introducción de su catálogo en el que se refiere a Francia, la nación anfitriona, como «el primer pueblo de la raza latina», de la cual otros países del mundo han «absorbido el principio de nacionalidad» a través del mágico influjo de «la bandera republicana».18

Además de insistir en «las simpatías que el Gobierno y el pueblo de El Salvador tienen por la nación francesa» aclara que «nuestros países tienen la certeza de que se trata de una relación entre iguales». Después de estas breves aclaraciones, da inicio el inventario propiamente dicho, el cual presenta una estructura realmente elaborada en función de su utilidad práctica, centrado en la descripción de los recursos naturales, industriales, entre otros, ordenados mediante categorías compuestas, que pueden ser: industrias extractivas, productos naturales no elaborados, productos de explotación forestal.

Este catálogo, en particular, presenta una configuración estricta en cuanto a su forma y es, como pocos, un preciso inventario de recursos y productos de todos los niveles, desde maderas, fibras textiles hasta cortezas colorantes o materiales botánicos con usos medicinales; de lo cual se desprende su afán de inventariar todo cuanto considere de algún valor para ser explotado comercialmente, como su extenso conocimiento de los recursos naturales y sus propiedades. Aunado al uso de categoría y subcategorías básicas de «Grupo y Clase», el inventario ofrece informaciones pertinentes sobre el origen de las muestras, el nombre de los expositores y el municipio de procedencia de los materiales. También introduce un número de «orden” consecutivo», que sirve de registro general.

Las maderas de construcción representan uno de los rubros del inventario más importantes debido tanto a su amplio número, cuyo total de especímenes es de doscientos ochenta y tres, como a la idea del impacto que estos eventos significaron para los relativamente pequeños bosques centroamericanos, en términos de su extinción, sin la recompensa del éxito económico esperado. Estos productos eran ofrecidos a precios bajísimos, con lo cual se suplen las necesidades de crecimiento de las grandes metrópolis occidentales. Sin embargo, en ese momento, estos intercambios eran considerados favorables para los países participantes, pues los recursos naturales que parecían estar allí depositados como un regalo de la naturaleza y que básicamente no tenían ningún coste, se intercambiaban por los conocimientos, adelantos y progresos que ofrecía el contacto con las grandes metrópolis.

Seguido de las maderas se presenta una categoría que no deja de ser interesante, si se tiene en cuenta el conflicto que muestra el autor, frente a las culturas indígenas. Esta categoría es la de las «Plantas medicinales indígenas». Como naturalista y médico, es notable el entusiasmo que muestra el autor ante estos temas relacionados con los productos de la naturaleza. Esto se observa claramente, no solo en el catálogo de El Salvador sino también en el de Costa Rica, elaborado también por Guzmán. Entre las plantas citadas con interés para la medicina se encuentran: «Flor de bálsamo negro», «Sondo-quina», «Guaco-redondo».

Dado el interés de Guzmán en torno al uso industrial y a la explotación comercial de estos productos, le resultó «muy odioso» el hecho de que «los indígenas actuales» no quisieran revelarle sus fórmulas y sus propiedades.19 Llama la atención un pequeño apéndice al final de esta lista: «su uso es indicado en un apéndice del catálogo, no solo se ofrece el producto vegetal sino el conocimiento asociado a él, esto de manera completamente gratuita».20 Los productos alimenticios forman una categoría de importancia en el catálogo, con el maíz y el trigo como los mejor descritos y desglosados en subcategorías; también lo son las carnes y los quesos, así como el frijol y el «forraje», descritos como parte de la «alimentación popular».

De manera contrastante con estas listas anteriores en donde se presentan productos refinados, tal es la ambición de aparentar riqueza y abundancia de productos en la representación salvadoreña, que lleva al autor a reseñar prácticamente todos los productos de consumo cotidiano que pudieron haber estado disponibles en la época, al punto de inventariar «sal blanca», o maní «pelado o sin pelar», «culantro», «tamarindo costero», «marañones» o aguardientes de varios tipos como el «Triple anisado de Mayorca», el aguardiente francés «Anicete Brescia», «Delicias del amor» y aguardiente blanco. Finaliza esta parte del inventario con «productos químicos y farmacéuticos», en donde se destaca la producción de «añil» en varias subcategorías. También los productos químicos de exportación: «tinturas, aceites, resinas, bálsamos, barnices, y otros».

La lista de objetos con los que se continúa el catálogo es inusualmente detallada y extensa, y recuerda los catálogos parisinos, en cuanto a lo detallado de las categorías y al simbolismo de algunos de los objetos como «Colección completa en barro de las costumbres de los indios», todo junto a tecomates, alfombras, salidas de teatro, encajes, jarrones, rebozos, chales, sombreros, objetos de cerrajería, loza, tapices, instrumentos de música, entre otros. Como ya ha sido mencionado, el inventario se propone incluir todo material en natural o manufacturado que pueda estar disponible en la cotidianidad, así que su variedad no puede ser más prolija, pues puede incluir desde flores dispuestas en los más diversos arreglos y aplicaciones, en atención a los más diversos intereses, ya se relacionen con la industria cosmética, el uso estético o el comercial.

Catálogo de Guatemala de 1897

La Exposición Universal de Guatemala de 1897, la única en su género en la historia de Centroamérica, se celebró apenas 8 años después de la Exposición Universal de París y cuatro de la Feria Colombina de Chicago. Ha sido conceptualizada como una copia centroamericana de la versión parisina, a tal punto se imitó la famosa exposición, que en 1935 se mandó a construir la llamada Torre El Reformador, en el centro de Ciudad Guatemala para rendirle tributo.21 Por esta razón, la inclusión del catálogo de 1897 se encuentra plenamente justificada dentro del corpus de análisis de este artículo, aunque su naturaleza, en cuanto a documento museológico sea distinta. Los catálogos de El Salvador, Nicaragua y Costa Rica se refieren a las participaciones de estos países en las grandes exposiciones universales del siglo XIX en Europa y Estados Unidos, mientras que el catálogo en cuestión se refiere a la exposición universal organizada por Guatemala a finales de este mismo siglo, en una competencia con las otras en organización y despliegue de recursos.

El catálogo de «Guatemala en 1897» es un documento particular, si lo comparamos con los otros documentos analizados anteriormente. Primero, por tratarse del testimonio de la única exposición universal efectuada en Centroamérica y, en segundo lugar, por registrar hechos de relevancia para la historia centroamericana.

La exposición

Llevada a cabo en un momento histórico de grandes acontecimientos para Guatemala, en el contexto del gobierno liberal de José María Reina Barrios,22 esta exposición, que ambicionaba grandes logros a nivel político, social y económico para el país y la región centroamericana, fue parte exactamente de lo opuesto, pues se enmarcó en medio de grandes convulsiones políticas y sociales, como encarcelamientos, persecuciones, vejámenes y espionaje, y enterró el sueño de unión centroamericana; todo esto en un contexto de crisis en los precios del café, cuyo valor cayó abruptamente, lo cual incluso llevó, un año después y como prueba de este gran fracaso, al asesinato de Reina Barrios, quien fue enterrado en la Catedral Metropolitana. La exposición fue un acontecimiento de gran magnitud: para su inauguración se construyeron grandes edificios, se emprendió la construcción del gran ferrocarril del norte y se dictó la construcción del monumento a Cristóbal Colón.

Imagen 1. Día de la inauguración de la Exposición Guatemala (1897)

Fuente: Catálogo de Guatemala (1897), p. xv.

Nota: La arquitectura de los edificios construidos para la Exposición Centroamericana Guatemala (1897), emulaban el estilo europeo. Los gastos en estas obras imposibilitaron la finalización del Ferrocarril del Norte, generando gran descontento popular.

Se inspiró, en su forma, estilo y propósitos, a la exposición de París de 1889; su trazado fue una emulación del trazado urbano de París, «que parte de un eje central que se desplaza hacia el perímetro de una circunferencia amurallada, orientada hacia el río Sena».23 Por esta razón, el llamado Cantón de la Exposición se distingue de los otros que ya existían en Guatemala, cuyo patrón urbano sigue la disposición romana.

La retórica del catálogo abunda en afrancesamientos y emulaciones a la exposición parisina, pues se sirvió a los invitados «champagne» y «helados», estos últimos, una de las grandes atracciones de París en 1889. Para la iluminación, «producida por dinamos», se contrataron los servicios de un ingeniero francés «el señor Vassaux», para proporcionar una ambientación acorde con «el chic pariense»:

Pasamos por alto el Casino francés, donde la princesa Dolgorousky hace la delicia del público […] llegando a la galería central, llamónos la atención, junto al primoroso exhíbito […] donde se refleja el chic parisiense, un rótulo que dice: «Establo de Schuman». Una sencilla verja de cables de cáñamo, una alfombra con los colores nacionales, y en el centro un hermosísimo landó.24

Es preciso llamar la atención que esta retórica afectadamente eurocéntrica contrasta con fotografías de edificios sin terminar, calles polvorientas y pocas personas «mal vestidas», incluso niños, que parecen haber sido escogidos al azar, posan para las fotografías.

La participación de los países invitados no pareció ser entusiasta. Aunque el catálogo agradece la participación de Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica, solamente se reseñó la presentación de los pabellones de El Salvador, Costa Rica y, por supuesto, el de Guatemala. En Costa Rica, no se ha encontrado ningún catálogo oficial elaborado para esta participación, lo que sí existió, fue resistencia de los grupos participantes que usualmente lo habían hecho en París, Madrid y Chicago, razón por la cual quedó en manos del gobierno de Rafael Iglesias correr con todos los gastos y gestiones para atender al llamado guatemalteco. Tanto la participación costarricense como la salvadoreña fueron grandemente elogiadas: Costa Rica presentó taxidermia; pinturas al óleo de paisajes y retratos; artesanías; la agricultura del café, y sus avances industriales en la fabricación de «dulces, confites, granos, licores, perfumes y frutas». El Salvador, añil, tabaco y café, también «una curiosa exhibición indígena de Nahuisalco, hechos con tul, un bonito petate, finos canastos y sombreros».25

Lo evidente de la Exposición Universal de Guatemala

Las características de la Guatemala descrita son básicamente de orden político; estas, a su vez, se expresan en detalles de orden militar, pero también social y económico. Todo este entramado de tensiones se bifurca y entremezcla: lo militar se advierte en la gran cantidad de fotografías que hacen alarde de la fuerza militar del Estado, con abundantes alusiones fotográficas y escritas relativas al tema militar, lo cual no es usual en catálogos de exposiciones. La tensión política se expresa también de manera significativa, al punto de intercalar el catálogo con inusitadas alusiones a los conflictos internos entre el gobierno liberal de Reina Barrios y las fuerzas políticas que le adversan.

Las tensiones económicas se expresan en el enorme gasto público provocado por la exposición, un proyecto con escaso apoyo popular, que es concebido, en buena parte, como una vitrina para el culto a la personalidad de Reina Barrios y la consolidación de su poder. Las tensiones sociales son, tal vez, las que menos se perciben de manera expresa en el texto, pero se pueden inferir por el tono eurocéntrico-racista del catálogo, en una sociedad con un alto componente de población indígena. En cuanto a las tendencias más visibles, se puede señalar la imitación, la mímesis acrítica de lo europeo como un modelo de desarrollo tanto político, como social y económico; como un modo de vida, de tal manera que imitación y eurocentrismo son las dos mayores tendencias que son correlativas la una de la otra.

El documento elaborado para esta exposición reseña fuertes disputas internas e intentos de desestabilización por parte de grupos opositores al gobierno; asimismo muestra, de manera insistente, fotografías relativas a la fuerza militar. Entre las más llamativas destacan las fotografías del ejército de los Estados Unidos, que aunque es presentado como un invitado más, cumple con su cometido de enviar un mensaje a los sectores opositores, e incluso a las naciones participantes, de la fuerza militar del gobierno de Reina Barrios.

Imagen 2. Ruinas de Quiriguá

Fuente: Catálogo de Guatemala (1897), p. 105.

La simulación eurocéntrica guatemalteca

Para Soussa Santos, la imitación a nivel de la cultura y como proceso colonizador es la aceptación de inferioridad del otro ser, con respecto al yo imitado. La contradicción que entraña esta imitación yace en el hecho de que en el proceso de búsqueda de identificación con el ser imitado, la imitación no hace otra cosa que contribuir a afirmar la diferencia. En el proceso colonial, la raza es el símbolo de esa diferencia, y en el fondo, la causa del fracaso como imitación, «ya que no permite más que una presencia incompleta: ser anglicizado significa enfáticamente no ser inglés».26

Justo Rufino Barrios deseaba embellecer Guatemala, convirtiéndola, según sus propias palabras, en un pequeño París. En su administración tuvieron lugar grandes proyectos, como la construcción de parques al estilo de Boloña o París, con bulevares, jardines, palacios de mármol y la instalación de estatuas y monumentos conmemorativos. La exposición de 1897 fue parte de este gran programa de embellecimiento de la ciudad, inspirada en la exposición de París de 1889, que había deslumbrado al mundo con sus acontecimientos científicos y tecnológicos, sus 62 000 expositores y 32 millones de visitantes. La retórica del catálogo de Guatemala abunda en descripciones eurocentristas, que parecieran presentarse como sinónimo de «buen gusto» o de desarrollo civilizado. Estas descripciones son especialmente frecuentes para la arquitectura:

Pasado el vestíbulo, se entra en la galería de la exposición Guatemala […] es una nave del sistema Dion, el mismo de la galería de maquinaria en la «Exposición de París de 1889». «En los claros del terreno, se extienden preciosos jardines al estilo inglés, y entre estatuas y kioskos de diversos tamaños y estilos… formando un solo cuerpo o una mole altiva de hierro y de cristal… esta construcción está sostenida con columnas y arcos de tipo Polonceau.

Siguiendo hacia el oriente, hay un bonito edificio de madera […] cuyo sistema ideado primitivamente en 1561 por Philibert Delormé, arquitecto de Enrique II de Francia, fue llevado a su perfección actual por el coronel Emi, exdirector de los ingenieros militares», «síguele a poca distancia el pabellón de Italia, y un poco más lejos el pabellón Krupp que figuró en Chicago y que, comprado por nuestro gobierno, se destina a la exhibición de Alemania», los de Italia e Inglaterra, idénticos en tamaño y construcción […] ambos de tipo Polonceau […] la superficie de cada uno es de 750 metros, lo mismo que el de los Estados Unidos de América.27

Sin embargo, estas descripciones de gusto eurocentrista van más allá de la arquitectura e incluyen el transporte entre muchas otras actividades: «toda la capital encamina sus pasos a la exposición. Se ven rodar todos los carruajes disponibles y es grande la afluencia en los tranvías. El Decauvillé rueda por los boulevares de la exposición», o el brindis con «chianti» en el pabellón italiano: «que la clásica tierra de Verdi y Miguel Ángel no podía dejar de hacer lucir en cualquier torneo civilizado».28

Una mezcla de eurocentrismo, colonialidad, imitación y hasta racismo asoman, de manera intermitente, en la retórica museológica:

[…] Roma, la fuerza, Grecia, la belleza ideal…una de las regiones más lindas del planeta, sigue en estos momentos las inspiraciones, de una de las épocas más ilustres de nuestra historia, Centroamérica es digna de nuestros tiempos; […]el capital europeo buscaba ya inversiones en nuestro suelo, y todo indicaba que podíamos contar con ese elemento que, con la inmigración, es lo único que nos falta para convertir en un emporio a esta región.29

Sin embargo, tanta elocuencia debe observarse desde la premisa de que se hacía con la intencionalidad clara de «vender la idea» —o el producto— de Centroamérica como territorio incipiente. Aun así, la existencia de una cuantiosa población indígena daba al traste con las intenciones de presentar tal armonía con el proyecto modernizador. Con una pequeña introducción, el expositor establece una relación entre la «salud social» y una posible enfermedad:

El reino social [… ]es un vasto organismo vivo y perfecto de cuasi generación espontánea […] tal es la teoría admitida ya por sabios, profundos y eminentísimos filósofos […] como organismo vivo […] tiene sus estados de enfermedad y también su estado de salud [...] la complicada obra de una exposición no es sino el síntoma más brillante del más perfecto y acabado estado de salud de una sociedad.30

Presentado lo que el autor reconoce como «salud social», se dirige a explicitar lo que este reconoce como «la enfermedad»: el indígena:

Encontraréis allí planteado, para traerlo a este certamen, nuestro gran problema social: la civilización de nuestros pobres indios. No intento significar con esto, que con nuestra exposición se resuelva el problema, pero por lo menos da un golpe eléctrico a las alas del estímulo, plegadas y casi muertas entre nosotros.31

Este texto condensa una problemática vivida por Guatemala en ese momento, que se evidencia a lo largo del catálogo: la gran incertidumbre racial que generaba la imposibilidad de concretar la imitación de lo europeo, con el gran componente indígena de población guatemalteca. Esta tensión que se intenta resolver con «inmigración», por un lado, y con «civilización» como otra salida, parece ser el gran problema social para la mentalidad racista-eurocéntrica de la época.

El mismo autor continúa con lo que él considera el segundo gran problema: el económico. Según el expositor, no debería establecerse un balance contable para cuantificar las ganancias producto de la exposición, es decir, no poner de relieve el terrible fracaso económico que implicó la exposición de Guatemala, debido a sus incalculables gastos y a su exiguo impacto en la economía y el comercio guatemaltecos. Desde su perspectiva, no debía medirse solamente por el incremento de la industria y el comercio, sino también por el incremento de la inmigración europea: «esa corriente poderosa de riqueza, que a semejanza de la sangre arterial, conduce a nuevos elementos, ricos de vida, para el acrecentamiento, y desarrollo de los pueblos». […] «…se hacen sacrificios pecuniarios, para llevar a cabo una exposición, pero se robustece al pueblo moral y socialmente.32

Al terminar su explicación del segundo gran problema, señala el tercero: el político. Con su explicación, el orador no hace otra cosa que señalar las principales y terribles tensiones patentes o veladas, a lo largo de todo el documento: la exposición como un fracaso social, debido a que su perspectiva no fomenta la construcción incluyente de un sujeto nacional, sino que ve al indígena y su cultura como una «enfermedad social»; en segundo lugar, la exposición como fracaso económico, una extraordinaria inversión que, a diferencia de la exposición de París, éxito rotundo para la economía francesa, la versión guatemalteca no fue un éxito, pues: «para algunos espíritus suspicaces la exposición centroamericana va a ser un fracaso, en perjuicio de las rentas y del comercio en Guatemala»33 y, finalmente, el total fiasco en la esfera de lo político, con el fallido intento de unionismo, que no tuvo ningún apoyo real de los entes participantes centroamericanos.34 La suma de todas estas grandes frustraciones se concentró en la pérdida de capital político del gran impulsor de la exposición: el General Reina Barrios, cuyo precio político lo pagaría con su vida, tan solo un año después de llevada a cabo la exposición.

Conclusiones

Es casi inevitable mencionar la expansión colonialista europea que tuvo lugar en el contexto de las exposiciones universales del siglo XIX, sin mencionar la conquista de América, ya que, si se tiene en cuenta el proceso expansionista de la episteme occidental hacia el continente americano, podría ser dividida en tres grandes momentos, a su vez considerados como una reproducción y exacerbación cada uno de su precedente: el descubrimiento y conquista de América en el siglo XVI, las grandes exposiciones universales en el siglo XIX y el momento actual, con la estandarización —y empobrecimiento— de una cultura global promovida por la revolución tecnológica.

Teniendo en cuenta lo anterior, es preciso llamar la atención sobre el poder de exterminio, de estos procesos de expansión occidental, y su efecto sobre las epistemologías y los saberes localizados a lo largo de todo el planeta. Si la conquista de América significó la más ambiciosa empresa de dominación y subordinación colonial que haya conocido la humanidad, es preciso tener en cuenta que esta se verificó de una manera tan gradual que todavía seguimos sintiendo sus efectos. El impacto producido por las exposiciones universales en el siglo XIX, por el contrario, fue tan sincrónico, global y drástico, que sus efectos han sido devastadores para los recursos naturales del planeta, explotados hasta su agotamiento total, y para los modos de vida y saberes locales que han sido arrasados por el establecimiento de normas, la lógica de mercado y la obsesión con el paradigma cartesiano.

Siguiendo con el tema de la reproducción del discurso, cabe mencionar la relación de la figura de «Colón» con las grandes exposiciones universales del XIX, ya que al menos dos de estos grandes eventos se relacionan de manera directa con el tema: la Exposición del IV Centenario del Descubrimiento de América en Madrid en 1892 y la Feria Mundial Colombina de Chicago en 1893. Las de París no aluden de manera tan directa a la figura de Colón, pero sus catálogos abundan en palabras y sintagmas que hacen alusión a la colonialidad —una de las más curiosas es la de «países en vías de colonización»—. Por otro lado, esta época es extraordinariamente prolífica en la reproducción de la imagen del «almirante» desde todos los rincones de Latinoamérica, pasando por Chicago o Barcelona, los puertos y ciudades importantes dan la bienvenida con sus estatuas, mientras el nombre de Colón da nombre a países, plazas y ciudades.

Esta reproducción discursiva que tiene lugar en el contexto de las grandes exposiciones universales deja clara la diferencia entre colonialidad y colonialismo: mientras el colonialismo es el proceso que surge del descubrimiento de América, la colonialidad es la forma de dominación «ideológica» que ha sobrevivido hasta la actualidad. Es una forma de dominación que se ampara, ya no tanto en el poder de la espada —ego conquiro— sino en el poder sugestivo de la ideología de «raza» que, apoyada en los paradigmas de la ciencia cartesiana —ego cogito—, utiliza una lógica maniquea basada en razonamientos biológicos para colocar a la humanidad en dos posiciones: una de superioridad y otra de inferioridad.

De forma calculada o no, los catálogos elaborados como parte de la participación de Centroamérica en las Exposiciones Universales son evidencia —apelando a la discursividad de los documentos— de que algunos países de la región se encontraban en proceso de inserción en el esquema mundial del librecambio de bienes y servicios. Esto es posible advertirlo en los catálogos mismos, ya que su oferta, de alguna manera, busca satisfacer una demanda, mientras que el país se va perfilando como el productor de ciertos bienes y servicios.

No debe dejarse de lado el importante papel que jugaron estas exposiciones universales y estos catálogos nacionales, en el juego de la diplomacia a nivel de las relaciones globales; esto explica, un poco, porqué una persona como Manuel María Peralta, cuya función principal fue la de diplomático, o la de Rubén Darío en Nicaragua o el mismo Dr. David J. Guzmán, serían los redactores de estos documentos, pues eran considerados, por sus respectivos países, como los interlocutores válidos, ya fuera por su capacidad de articulación del discurso, su capacidad retórica o, mejor aún, por su capacidad de asimilación de las normas, los modos y los intereses propios de Occidente.

Debido al importante influjo de las exposiciones universales del siglo XIX en nuestros museos nacionales centroamericanos, nuestras élites intelectuales adoptaron y fortalecieron una serie de discursos dominantes que acabarían por convertirse en verdades sagradas y eternas, no cuestionadas por los públicos de los museos y que consecuentemente fueron asentándose en el pensamiento cotidiano con consecuencias para todo el complejo sistema de la cultura. Esta serie de discursos conformaron una matriz de dominación ideológica que. con sus distintas variantes en nuestros países centroamericanos, respondieron básicamente a los siguientes tópicos: una visión hetero-patriarcal misógina del mundo. Una lógica capitalista, que reduce todas las relaciones económicas a la práctica de un mercado global caracterizado por la búsqueda de nuevos consumidores, la explotación de la mano de obra y el agotamiento de los recursos de la naturaleza. El predominio de un canon de pensamiento cartesiano eurocéntrico, que se presenta como único y universal y que resulta en el epistemicidio o exterminio de cualquier forma de saber o conocimiento alternativo a Occidente. Imposición de códigos ético-estéticos eurocéntricos que bajo la forma de lo bueno y lo bello se impusieron en la doxa dominante del sistema de educación formal. Un esquema de actitudes de racialilzación del otro, cuya base de lo ideal descansa en una blanquitud inventada, llamada a imponerse sobre las poblaciones nativas afrodescendientes. La importación de un sistema político basado en una democracia liberal representativa adoptada de una lógica europea-noratlántica.

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Guzmán, D. Catálogo General de los objetos que la República de Costa Rica envia á la Exposición Universal de Chicago. San José, Costa Rica: Imprenta y Litografía Nacional, 1893.

——. Catálogo oficial de los productos que la República del Salvador envía a la Exposición Internacional de París de 1889, con un cuadro estadístico e historial. San Salvador, El Salvador: Imprenta Nacional, 1889.

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G. Spivak, «Can the Subaltern Speak?». En: Marxism and the Interpretation of Culture. Editado por C. Nelson y L. Grossberg (Illinois, EE. UU.: University of Illinois Press, 1988).


* Costarricense. Doctor, posgrado Interdisciplinario en Literatura y Arte en América Central (DILAAC) con énfasis en Cultura Centroamericana, Universidad Nacional (UNA), Costa Rica. Museólogo del Programa Permanente de Extensión, Museo de Cultura Popular (MCP), UNA, Costa Rica. Correo electrónico: guillermo.cubero.barrantes@una.cr.

1 M. Boivin, A. Rosato y V. Arribas, Constructores de otredad (Buenos Aires, Argentina: Antropofagia, 2004).

2 M. Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento (México, D.F.: Alianza Universidad, 1980), 78.

3 E. Gólcher, «Imperios y ferias mundiales: La época liberal», Anuario de Estudios Centroamericanos, 24, n.o 1-2 (1998): 75-94, https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/anuario/article/view/1826.

4 Esta última presenta la particularidad de que se hacían referencias protocientíficas con un afectado lenguaje eurocéntrico para describir los objetos, por ejemplo: vasos etruscos, dragones, bufones, bolas, jeroglíficos.

5 Para las élites centroamericanas de final del siglo XIX, actuaban según lo los dictados del pensamiento liberal predominante de la época. Hoy en día, sin embargo, se reconsideran esas posturas de finales del siglo XIX, con una mirada crítica que tiene en cuenta las nuevas teorías del giro decolonial, la museología crítica y los Estudios Críticos del Discurso.

6 David Guzmán fue un médico salvadoreño graduado en París. Escritos y recopilaciones de autores como Molina Tamacas lo detallan como una persona altamente racista, desapegada de cualquier bondad hacia la población autóctona centroamericana, en especial hacia las mujeres indígenas.

7 M. Peralta y A. Alfaro, Etnología centroamericana. Catálogo razonado de los objetos arqueológicos de la República de Costa Rica en la Exposición Histórico Americana de Madrid (Madrid, España: Hijos de Manuel Ginés Hernández, 1892).

8 D. Guzmán, Catálogo general de los objetos que la República de Costa Rica envia á la Exposición Universal de Chicago (San José, Costa Rica: Imprenta y Litografía Nacional, 1893).

9 Ibíd.

10 Ibíd.

11 «Uno de los países más interesantes de América Central […] triple punto de vista económico, social y administrativo».

12 «Y que es sin lugar a dudas, el más práctico para reunir los dos océanos».

13 «Desde el punto de vista comercial». Texto preparado en París para la participación de Nicaragua en la exposición de 1889 en esa misma ciudad.

14 D. Pector, Collections Ethnographiques et Archéologiques du Pavillon de Nicaragua a L’Exposition Universelle de 1889 (París, Francia: Ernest Leroux, 1890).

15 Ibíd.

16 G. Spivak, «Can the Subaltern Speak?», en: Marxism and the Interpretation of Culture. Editado por C. Nelson y L. Grossberg (Illinois, EE. UU.: University of Illinois Press, 1988), 271-313.

17 C. Molina Tamacas, La función cultural de los museos en El Salvador (Tesis de Licenciatura, Universidad Tecnológica, El Salvador, 2009).

18 D. Guzmán, Catálogo oficial de los productos que la República del Salvador envía a la Exposición Internacional de París de 1889, con un cuadro estadístico e historial (San Salvador, El Salvador: Imprenta Nacional, 1889).

19 Molina Tamacas, 2009.

20 Guzmán, 1889.

21 La torre El Reformador fue construida en el Cantón de «La Exposición» en la Ciudad de Guatemala, durante el gobierno de Jorge Ubico (1931-1944), con el fin de conmemorar el centenario del nacimiento de Justo Rufino Barrios Auyón.

22 Se debe evitar la confusión entre el nombre del militar guatemalteco, Justo Rufino Barrios Auyón, Presidente de Guatemala de 1873 a 1885, con el nombre de José María Reina Barrios, sobrino del anterior, y presidente de Guatemala de 1892 a 1898. Ambos fueron destacados políticos liberales e impulsores de la idea de unión centroamericana.

23 F. Morales Barco, Barrio querido: historias y memorias de la ciudad de Guatemala (Ciudad de Guatemala, Guatemala: Municipalidad de Guatemala, 2008).

24 Catálogo de Guatemala (1897).

25 Ibíd.

26 B. Soussa Santos, B., Epistemología del Sur (México, D.F.: CLACSO Colecciones, 2009), 280.

27 Catálogo de Guatemala (1897).

28 Ibíd

29 Ibíd.

30 Ibíd.

31 Ibíd.

32 Ibíd.

33 Ibíd.

34 Regina Wagner, Historia del café en Guatemala. Auge y crisis del café, 1871-1900 (Bogotá, Colombia: Villegas Editores, 2001). En el Catálogo de Guatemala, se denota que la exposición no tuvo el éxito social, político y económico que se esperaba. Todo ello agravado por el contexto de una crisis económica debido a la caída abrupta en los precios del café en 1897, año de la exposición, y una mayor caída al año siguiente, 1898, año del asesinato de Reina Barrios.


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