N.º 84 • Julio - Diciembre 2021
ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
DOI:
https://dx.doi.org/10.15359/rh.84.21
Licencia: CC BY NC SA 4.0
sección CRÍTICA BIBLIOGRÁFICA
Reseña del libro: El Caribe: origen del mundo moderno, de Consuelo Naranjo Orovio,
Mª Dolores González-Ripolll Navarro, María Ruiz del Árbol Moro (editoras)
Book Review: El Caribe: origen del mundo moderno, de Consuelo Naranjo Orovio, by Mª Dolores González-Ripolll Navarro, María Ruiz del Árbol Moro (editors)
Resenha do livro: El Caribe: origen del mundo moderno, by Consuelo Naranjo Orovio, de Mª Dolores González-Ripolll Navarro, María Ruiz del Árbol Moro (editores)
Miguel Ángel Herrera Cuarezma*
Resumen: La presente reseña bibliográfica al libro El Caribe: origen del mundo moderno procura mostrar, entre los cánones de la Revista de Historia, la importancia de los procesos históricos desarrollados en el Caribe a partir de 1492 y que nuestras sociedades han experimentado hasta nuestros días, así como su particular importancia en la enseñanza de la formación ciudadana en los estudios sociales, educación intermedia. Lo anterior, especialmente por los problemas que se derivan de esa historia: el racismo como forma de condena a la permanente exclusión social de los sectores más empobrecidos de nuestras sociedades.
Palabras claves: historia; relaciones interétnicas; conflictos políticos; literatura; Caribe; historia.
Abstract: This bibliographic review of the book The Caribbean: origin of the modern world seeks to show, within the canons of the Journal of History, the importance of the historical processes developed in the Caribbean since 1492, and that our societies have experienced up to the present day, as well as their particular importance in the teaching of citizenship education in social studies, middle education. This especially because of the problems that derive from this history: racism as a form of condemnation to the permanent social exclusion of the most impoverished sectors of our societies.
Keywords: history; inter-ethnic relations; political conflicts; Caribbean literature; history.
Resumo: Esta resenha bibliográfica do livro O Caribe: Origem do Mundo Moderno busca mostrar, dentro dos cânones da Revista História, a importância dos processos históricos que acontecem no Caribe desde 1492, e que nossas sociedades têm experimentado até hoje, bem como a sua particular importância no ensino da formação da cidadania nos estudos sociais do ensino médio, sobretudo devido aos problemas que decorrem desta história: o racismo como forma de condenação da exclusão social permanente dos setores mais empobrecidos de nossas sociedades.
Palavras chaves: história; relações interétnicas; conflitos políticos; literatura; Caribe; história.
Aquella tarde los esclavos regresaron a sus haciendas riendo por todo el camino. Mackandal había cumplido su promesa, permaneciendo en el reino de este mundo. Una vez más eran burlados los blancos por los Altos Poderes de la Otra Orilla. Y mientras Monsieur Lenormand de Mezy, de gorro de dormir, comentaba con su beata esposa la insensibilidad de los negros ante el suplicio de un semejante -sacando de ello ciertas consideraciones filosóficas sobre la desigualdad de las razas humanas, que se proponía desarrollar en un discurso colmado de citas latinas- Ti Noel embarazó de jimaguas a una de las fámulas de cocina….
Alejo Carpentier, El reino de este mundo
El Caribe es un espacio desconocido y no reconocido en el mundo centroamericano, pese al extenso territorio continental que lo comprende y, aún más, la importancia histórica que posee en el desarrollo de nuestras sociedades. 519 años después del encuentro con el mundo europeo, el Caribe continúa siendo una terra incognita para las sociedades centroamericanas que, por diversas razones históricas, tienen una vocación pacífico-céntrica. El istmo centroamericano contiene 2740 kilómetros de litoral en el mar Caribe, desde la desembocadura del río Hondo en la bahía de Corozal, Belice, hasta Cabo Tiburón, en la frontera de Panamá con Colombia. Aquí se halla una diversidad de sociedades étnicas que los Estados nacionales de los siete países, integrantes del istmo centroamericano, no siempre han tenido en cuenta en sus políticas nacionales o, en su defecto, las han visto como objeto de ser “civilizadas”. Es una suerte de colonialismo interno existente en la región. Vale destacar que en todas las naciones centroamericanas el Caribe es sustituido por el Atlántico.
Desde esta mirada regional centroamericana o circuncaribeña, procuraremos apreciar el libro El Caribe: origen del mundo moderno,1 editado por Consuelo Naranjo Orovio, Ma. Dolores González-Ripolll Navarro y María Ruiz del Árbol Moro. Este es un trabajo interdisciplinario y forma parte del Programa de Investigación e Innovación Horizon 2020, de la Unión Europea, en virtud del acuerdo de subvención de Marie Sklodowska-Curie, cuyo objetivo principal es dotar a la comunidad docente y estudiantil de educación intermedia de un instrumento guía para el conocimiento acerca de las sociedades del Caribe. Este es el resultado de múltiples proyectos de investigación en los que se aborda las sociedades caribeñas desde la historia, la literatura, la antropología, la economía y los estudios culturales, de manera que permite una aproximación en firme de estas sociedades y sus relaciones con los territorios continentales circundantes al mar Caribe.
Una característica particular de El Caribe: origen del mundo moderno, independientemente de los objetivos propuestos, es que es un libro de lectura que puede ser abordado por cualquier tipo de lector o lectora no especializada. El conocimiento, particularmente en la historia, durante las últimas tres décadas, se ha alejado mucho de leer a una ciudadanía necesitada de conocer sus respectivas sociedades, pero le resulta una tarea difícil emprender esa relación lúdica que consiste en involucrarse con un texto que debiera enriquecerle en su conocimiento y causarle placer. Entre los diferentes temas que son objeto de estudio, se encuentra una serie de análisis que explica los procedimientos históricos diversos, en los que transcurren las sociedades caribeñas.
Los temas están presentados de tal manera que conducen al lector a la motivación por ahondar en el conocimiento de ese complejo universo constituido por las sociedades caribeñas. Los textos están ilustrados y dispuestos con mapas, gráficos, fotografías y dibujos, de modo que sean una forma más pertinente de interesar al lector en ellos. Tales temas se estructuran a través de ocho acápites, en los cuales la comunidad lectora puede encontrar la explicación de una pregunta básica: ¿qué significado tiene el mar Caribe y sus sociedades, en la historia de América Latina? ¿Cuál es la diferencia con los procesos históricos que se producen en el continente? ¿Son muy distintos? En la exposición de las particularidades de las sociedades caribeñas, se pueden encontrar no solo disimilitudes, sino también los puntos de cambios y las continuidades.
Las narrativas de la épica criolla en la gesta de independencia del continente latinoamericano obnubilan el papel que tuvieron los hombres negros y las mujeres negras, en las guerras de emancipación de los territorios continentales adyacentes al mar Caribe, honrosa excepción de la historiografía venezolana de la década de 1970, con los estudios de Miguel Acosta Saignes y Federico Brito Figueroa, entre otros. En la historiografía centroamericana, la descendencia de la población africana esclavizada, objeto de mercado entre los siglos XVI y XIX, es algo de lo que, al decir de Sergio Ramírez, «… no se habla»2 porque es intolerable. No se puede comprender el cambio cualitativo en la guerra de Independencia que lidera Simón Bolívar, sin el compromiso que este adquiere ante los líderes antillanos como Petion, de incluir la libertad de la población esclava en su programa político.
Primero que nada, es importante fijar el espacio, pero ¿qué lo define? Las evidencias iniciales que encuentran los expedicionarios europeos de finales del siglo XV, en sus rutas con dirección este-oeste, remiten al conjunto de islas formadoras de una barrera natural y encierran un territorio marítimo que es la antesala del continental. La ocupación militar de esas islas fue prioridad de los exploradores del momento, lo cual sirvió para acometer las posteriores incursiones en el continente, a partir del siglo XVI, entre ellas e inicialmente, la ocupación del actual istmo centroamericano, vital para la expansión española en los Andes de Suramérica. De ello se ocupa el capítulo I, «El espacio Caribe», en el cual son explicadas las lógicas de ocupación y de división territorial entre las potencias europeas. Estas se hallan directamente vinculadas a la extracción de riqueza, primero con la explotación del oro y luego con las plantaciones, a través del empleo de la fuerza de trabajo esclavizada de la población africana.
La presencia africana en el mar caribeño y las condiciones del trabajo esclavizado a las que es sometida marcan definitivamente el espacio de este territorio, el cual se expande más allá de las islas. Sin embargo, esa presencia no se realiza por sí sola, sino por las prácticas de vida en resistencia que van construyendo una experiencia luego sintetizada en diferentes expresiones creativas de una nueva civilización. En su obra Tambor Olvidado, Sergio Ramírez define que el Caribe es más que una dimensión geográfica, es «…también un sentimiento y una manera de ser, una cultura».3 Esta cultura va más allá de las islas orientales del mar Caribe y llega a las Guayanas e inclusive a Salvador de Bahía, en Brasil. El espacio territorial del mar Caribe no es solo un recuento y ubicación de referentes geofísicos, igualmente lo definen las humanidades y sus civilizaciones. Determinar la extensión del Caribe para comprender mejor la historia es muy importante, no solo en los aspectos geofísicos, sino igual en lo humano; es la lección que nos proporciona este primer capítulo. Y es que el desarrollo de estas culturas tuvo lugar en los campos y en las ciudades; estas, en las islas bajo dominación colonial española, tienen como objetivo principal la defensa del poder, en la cual juega un papel central la fortificación militar.
El sistema defensivo español en el mar Caribe fue muy vasto y se convirtió en el eje del diseño de las plantas físicas urbanas, particularmente, de las grandes ciudades como La Habana, Veracruz, Panamá, Cartagena de Indias, Maracaibo, La Guaira y Cumaná, que contienen edificaciones militares de considerable volumen arquitectónico y fueron construidas con mano de obra de la población africana esclavizada. En otros casos, se trata de obras con misión más diferente, la defensa de las rutas además de las ciudades. Así sucede con el conjunto de obras militares de envergadura, dispuestas a lo largo de la ruta del río San Juan y del lago de Nicaragua, que comprendían: la batería en el puerto de San Juan de Nicaragua; la batería de La Trinidad, en la desembocadura del río Sarapiquí; el primer fuerte de San Carlos de Austria, en la desembocadura del río San Carlos; la fortaleza de la Inmaculada Concepción, en el raudal del Diablo; el fuerte de San Carlos, al inicio del río San Juan; el fuerte de San Pablo, en las isletas del lago frente a la ciudad de Granada; el Fuertecito, una batería, en el actual muelle de Granada. En la construcción de estos emplazamientos militares, así como en su dotación, figuraron hombres descendientes de africanos esclavizados y mulatos, quienes forman parte de la huella africana en el istmo centroamericano, por lo cual no se puede prescindir de un estudio de esta naturaleza.4
Civilizaciones reinventadas tras el trauma colectivo causado por el desarraigo, las rupturas que tienen origen en la violenta extracción de su vida cotidiana, de su hábitat, a través del mercado de la población africana esclavizada; esto es la trata de las personas esclavizadas que comienzan a ejercer los portugueses en la costa occidental de África, continuados por los franceses e ingleses. El tema es abordado en el II capítulo, «La trata atlántica». El mercado de personas esclavizadas ya existía en Europa desde antes del primer viaje de Cristóbal Colón a nuestro continente, tanto con las poblaciones eslavas como con las africanas, e incluso en los memorables tiempos fundacionales de la civilización occidental, en la Grecia de Homero.
Este capítulo nos presenta cómo se desarrolla el mercado de los seres humanos esclavizados en el siglo XV, paralelo al inicio de la era de los viajes. Se debe tener presente que, hasta entonces, el mundo conocido por los europeos no pasaba del Mediterráneo y las islas Canarias, territorio marítimo que era del dominio de los navegantes. Ya eran muy conocidos el oro y el marfil que procedía del África al sur del Sahara, los cuales, transportados en las caravanas que atravesaban el desierto, llegaban a las costas del Mediterráneo para ser objeto de intercambio comercial junto con hombres y mujeres. La potestad sobre la navegación permitió un intercambio comercial con mayor capacidad de transporte, alentando la actividad mercantil hasta incluir en los objetos de comercio a los hombres y las mujeres que se extraían a la fuerza del África ecuatorial. Es el momento de la historia en el que prevalece el frío cálculo de la ganancia del capital y el ser humano es convertido en mercancía.
La lectura de este capítulo motiva a pensar nuestro presente. La trata de personas existe en todas las sociedades del globo, muchas veces disfrazada de migraciones colectivas como las caravanas de personas quienes desde diversos puntos de Centroamérica parten hacia Estados Unidos, o bien el tránsito de individuos, a través del istmo, que proceden de África y Asia y tienen la misma meta. La trata de esclavos en el siglo XV europeo debiera servirnos para reflexionar esa actualidad.
No obstante, en los sobrevivientes de este holocausto, la memoria es un factor muy importante; en ella se alberga la cultura que han de reproducir en el trabajo en los campos, como también en las prácticas de sociabilidad en las ciudades, hasta llegar a ser la gran herencia cultural de la negritud. A dicho estadio cultural es necesario agregar la capacidad de resiliencia del ser humano, desarrollada en las condiciones en que se produce el secuestro y la travesía atlántica, con ella viaja la cultura que ha de ser recreada en las nuevas condiciones. El legado biológico implica toda la experiencia humana: desde la capacidad del conocimiento de la naturaleza y su adaptación a las nuevas condiciones, hasta las técnicas para el procesamiento de alimentos, que produce una cultura gastronómica generada por toda la experiencia histórica del reo —el recetario latinoamericano—.
Alejo Carpentier, en su novela El reino de este mundo,5 presenta a Henri Christophe en sus orígenes: conocedor de las plantas y de sus propiedades para aderezar los alimentos, se hace de una cocina, con la cual construye un reino gastronómico que fue la delicia de la Ciudad del Cabo y a la que concurría la población blanca europea, incluso para adquirir reconocimiento social. Ello le permitió a Christophe tener un saber más profundo de las formas de poder de la élite blanca europea. A partir de 1806, se autoproclama rey y reproduce las formas de comportamiento de los blancos esclavistas en el poder.
En el funcionamiento del mercado de la población esclavizada, tema del capítulo II del libro que reseñamos, también se asiste al inicio de la construcción de valores —o antivalores— sobre los cuales se basa la causa de la Ilustración, para clasificar a la población mundial y, en particular, a la africana esclavizada. Desde las capacidades de resistencia en el trabajo físico hasta la de adaptación al medio ambiente, hasta la supuesta docilidad, en esta escala, se va construyendo una serie de mitos que sirven para justificar el crimen de la esclavización y también para clasificar a los seres humanos, en buenos y malos, feos y bellos, inteligentes y brutos. Es la elaboración del fetiche de la mercancía que llega a nuestros días en el contenido del racismo.
En el capítulo III, se presenta el tema de la esclavitud, el cual es examinado a partir de la existencia de este sistema de explotación en el mundo colonial hispánico. Desde 1518, con la expedición de las Licencias Reales, se inicia la implantación de la esclavitud en las colonias bajo dominio español, que ha de prolongarse hasta 1886, cuando se declare su abolición en Cuba. En este apartado, son descritas las formas mediante las que se realizaba el comercio de seres humanos esclavizados, en tanto eran identificados como objetos de comercio. Asimismo, se tratan el papel de los puertos, la identificación de intermediarios en el negocio compra-venta —que generalmente llevaban a cabo mulatos— o la primera generación de descendientes de hombres blancos europeos con mujeres africanas esclavizadas. Además, se alude a los puertos convertidos en mercado de la carne humana en la misma condición de los metales preciosos. Esta dinámica comercial en la cual el ser humano es considerado un objeto de mercancía, ha de generar una serie de imágenes, valores y arquetipos que aún perdura entre la humanidad, convirtiendo en normal una práctica contranatural. Es la construcción de la banalidad del mal.
La resistencia a ser esclavizado se inicia desde el momento de la embarcación y perdura hasta el lugar del sitio de explotación. Se manifiesta de diversas formas —aquí se anotan dos—: 1) en la búsqueda de alimentos en la flora y fauna, ya sea para sobrevivir o con el fin de sanar las enfermedades; 2) el suicidio o autoinmolación, con el propósito de alcanzar la plena libertad.
Vale la pena destacar que, en la primera etapa de la colonización del continente, la esclavización poblacional indígena coincidió con la población africana, especialmente para las grandes empresas que los españoles estaban por acometer, como es el caso de la conquista del Perú. En el puerto de El Realejo, en el Pacífico centroamericano, coexistió la mano de obra esclava de origen indígena con la africana, en momentos en que se preparaba tal conquista del Perú. En las explotaciones de perlas en la isla de Cubagua, en el oriente de la actual Venezuela, también coexistieron y los esclavos indígenas eran importados de la provincia de Nicaragua.
La coexistencia de indígenas y africanos esclavizados debió generar nuevas experiencias de vida, hasta hoy no examinadas por la historia. Sin embargo, es necesario observar una ausencia, en este capítulo del libro: de las islas del Caribe escaparon numerosos contingentes de población africana esclavizada que lograron alcanzar Tierra Firme, como le llamaban al territorio continental, donde pudieron adentrarse hasta por mil kilómetros y cohabitar con el mundo indígena, conservando autonomía; así sucedió con los cumbes, ubicados en los actuales territorios de Colombia —hasta el curso medio del río Magdalena— y Venezuela —hasta los llanos occidentales en Apure—. En el istmo centroamericano, hacia la década de 1630, se comienza a producir el arribo de población africana liberta que había escapado de las plantaciones en las islas caribeñas e inicia la ocupación de los pequeños territorios insulares próximos al litoral del Caribe centroamericano, tales como San Andrés, Santa Catalina, Providencia, Corn Island y Little Corn Island. La convivencia de población africana liberta con la indígena de diferentes etnias dio origen a la etnicidad miskita, la cual llegó a predominar en todo el litoral del Caribe centroamericano, desde Belice a Panamá.
Los miskitos en el litoral del Caribe centroamericano tuvieron un papel de intermediarios en el comercio de contrabando desarrollado por los ingleses, al igual que los wayuu en la costa norte del Caribe suramericano lo hicieron con los holandeses de las islas Curazao y Aruba. En la historiografía sobre el Caribe, existe mucha confusión —en fechas y motivaciones— acerca de la migración de la etnia arawako desde el delta del río Orinoco hasta Belice, atravesando el conjunto de islas del Caribe oriental. Lo que sí es documentable es la certeza de que la etnia garífuna procede de esa migración y la memoria popular la rescata y asume, lo que crea un fuerte sentido de pertenencia. Sergio Ramírez, en el texto que ya se citó, Tambor olvidado, apunta la importación de las autoridades coloniales españolas, en 1804, de los «negros franceses» de Santo Domingo y de «negros republicanos» de las Vicentinas, para formar las milicias en la provincia de Nicaragua. Buena parte de esta población terminó afincándose en Mateare, la costa occidental del lago Xolotlán.6
El capítulo IV está dedicado al racismo y cabe destacar que la temática se refiere exclusivamente a la población descendiente de africanos esclavizados. El fenómeno se constituye desde las prácticas esclavizantes de los europeos. Está presente en la clasificación de los seres humanos por vender, de acuerdo con características que les asignan: «dóciles», «rebeldes», «perezosos», «enfermizos», «reproductores de castas», etc. Mujeres y hombres son categorizados en una escala de valores cuya puesta en escena se convierte en pre-juicio que sirve para justificar el sistema esclavista. En otro ámbito, el racismo sirve para evidenciar exclusiones. En América Latina, dicha tendencia racista no se dirige solo para la población descendiente de africanos esclavizados, sino también sirve para discriminar a la población indígena, de manera tal que en nuestros países se experimenta una suerte de colonialismo interno. Hace falta una historia de la humanidad que permita entender el racismo, ese del que no se dice, se calla, en nuestras sociedades latinoamericanas.
Una educación liberadora debiera prestar más atención al problema del racismo y, en su clarificación, la mujer tiene un rol importante como reproductora de una cultura ancestral y de tolerancia. En algunos proyectos en Mesoamérica, particularmente en Santo Domingo, Sonsonate, en el occidente de El Salvador, las mujeres han ocupado un lugar en la restauración de la autoestima social de la población indígena, que por más de ochenta años fue obligada a ocultar su identidad, la cual era sinónimo de comunismo; en ella, las mujeres también juegan un papel magisterial, enseñan la lengua ancestral. La conservación de esta última, su reproducción y puesta en función igualmente son válidas para grupos étnicos descendientes de africanos esclavizados, que han perdido —o están a punto de hacerlo— el dominio de una lengua propia. Esto ocurre, particularmente, en el litoral Caribe de Costa Rica. Luz Marina Vásquez Carranza ha estudiado el rol de la mujer afrodescendiente en Costa Rica, en la reproducción de la lengua criolla limonense, una derivación de la lengua creole existente en las islas, bajo el dominio colonial británico. Esa lengua, junto con las manifestaciones musicales y la cultura gastronómica, es elemento identitario de la población descendiente de africanos esclavizados en Costa Rica.7
En una segunda edición de este importante libro, sería plausible abordar los conflictos que afrontan las etnias descendientes de los pueblos originarios, frente a la llamada modernidad. La trascendencia que tiene la conservación de la lengua, la problemática vinculada a los Estados nacionales y las relaciones de las etnias indígenas con el mundo de los descendientes de africanos esclavizados sería interesante tenerlas en cuenta para presentar una buena explicación acerca de ellas, sustanciales por su contemporaneidad.
La diversidad es una característica del Caribe, población afrocaribeña asentada en los territorios insulares coexiste con una cantidad de pueblos descendientes de las sociedades originarias. El capítulo V está dedicado a mostrar la existencia de estos últimos, localizados en el litoral continental, los cuales poseen una gran riqueza en su cultura, toda vez que conservan su lengua, sus formas de organización social y una actividad monetaria que, en algunos casos, es exitosa frente al orden de las economías nacionales. Los wayuú, por ejemplo, en la península de La Guajira, fueron expertos comerciantes por cientos de años, ya que los holandeses situados en la isla de Curazao los utilizaron para contrabandear en Riohacha, Maracaibo, Coro.
Algunos de estos pueblos indígenas sufren el embate del avance de la frontera agrícola, especialmente los que se establecen en el sector de la Sierra de Perijá, en los límites entre Colombia y Venezuela, en particular, la etnia yukpa, cuyos territorios se encuentran en ambos países. En el segmento colombiano, los yukpa se ubican entre el río de Oro y La Gabarra, hasta Tibú en el sur; en el lado venezolano, en la Sierra de Perijá, entre los municipios de El Rosario —norte— y Machiques —sur—, colindando con el sector occidental del Lago de Maracaibo. Es un área bañada por ríos caudalosos como el citado río de Oro, el Catatumbo, el Tibú, el Presidente y el Zulia, y posee bosques primarios.
En ambos lados de la frontera colombo-venezolana, la etnia yukpa enfrenta problemáticas de diferente índole. En la zona venezolana, la ocupación de tierras por parte de mestizos ganaderos de Machiques y El Rosario convierte estos territorios en grandes haciendas ganaderas. En el 2013, Sabino Romero, un destacado dirigente indígena, en la lucha por la defensa de sus tierras, fue asesinado y los autores del hecho no se identificaron. En el fragmento colombiano, especialmente entre Tibú y La Gabarra, las tierras son objeto de disputa y dominio por parte de las guerrillas del ELN, del ELP y las disidentes de las FARC, así como por parte de paramilitares y narcotraficantes; es allí donde estos instalan sus laboratorios de procesamiento de cocaína.
Para otras etnias como los embera-wounaan, asentados en el Darién, en la frontera de Colombia con Panamá, el drama es similar, pues en su territorio se produce el tránsito de migrantes haitianos, cubanos, africanos y asiáticos que van rumbo a Estados Unidos, y, las más de las veces, estos son víctimas de trata de personas, la esclavitud moderna. Además, en estas regiones tienen presencia las guerrillas colombianas disidentes de los Acuerdos de Paz, que las han utilizado como zona de refrescamiento o descanso; a ello se le suma la actividad del narcotráfico, el cual usa el área tanto para el emplazamiento de laboratorios como para el tráfico de drogas.
Las etnias indígenas descendientes de los pueblos originarios, tanto en el litoral continental suramericano como en el istmo centroamericano —knögbe buglé, bribris, miskitos, mayagnas, garífunas, ramas, xicaques, quichés—, son muy frágiles frente a las problemáticas sociales que presentan las pueblos mestizos de esas regiones: trata de personas, narcotráfico, ocupación de tierras y la consiguiente depredación de bosques.
Una de las partes más interesantes de este V capítulo, dedicado a exponer el patrimonio cultural de los pueblos indígenas, quizá sea el ítem dedicado a las prácticas religiosas de los pueblos afrodescendientes. Más que incentivar la curiosidad, en él se realiza una prolija descripción de la espiritualidad de dichos pueblos, particularmente, de las deidades y sus ocupaciones, así como de su procedencia.
El capítulo VI visualiza políticamente las sociedades caribeñas, a través de sus procesos históricos y su relación con la historia contemporánea de América Latina. Se ejecuta un recuento de las circunstancias históricas por las que atraviesa la gesta de Independencia en el continente, que conducen a que las potencias coloniales refuercen su presencia en el territorio insular del Caribe. De ahí la importancia que, para Simón Bolívar, tenía la Independencia de Cuba y Puerto Rico. El Congreso Anfictiónico de Panamá (1824) se propone respaldar políticamente la independencia de estas colonias españolas; es una propuesta política con un alto contenido geopolítico. El Caribe será el espacio en disputa entre Inglaterra, España y Estados Unidos durante el siglo XIX. Inglaterra es desplazada gradualmente por Estados Unidos, en la medida en que estos incrementan su flota marítima y ocupan posiciones económicas en Cuba, para terminar por enfrentar a España y conminar la independencia tanto de Cuba como de Puerto Rico.
Sin duda, el Caribe ha sido, desde entonces, el escenario de vastas dinámicas políticas, definidos por su disidencia con las potencias coloniales e imperiales, pero, también, de la generación de una riqueza económica nunca antes experimentada por sus sociedades: la explotación de azúcar, bananos, petróleo y la ruta canalera, y, en los tiempos más cercanos, el turismo. La economía del Caribe generó una masiva movilización de personas, desde la segunda mitad del siglo XIX y a lo largo del XX, a las plantaciones de azúcar en las islas y a las de banano en el litoral continental, a la construcción del Canal de Panamá y a los campos petroleros del golfo de México y el lago de Maracaibo. Las líneas de transporte marítimo se incrementaron; con ello, creció el flujo de personas de diversas procedencias, que se movieron por todo el territorio caribeño, insular y continental.
La Guerra de Independencia de Cuba que llevara a cabo José Martí tuvo repercusiones y una amplia solidaridad en el Caribe continental, tanto en el istmo centroamericano como en México, Colombia y Venezuela. Las luchas de los trabajadores bananeros por mejores condiciones laborales y de salarios se extendieron en el Caribe continental, al igual que las de los trabajadores petroleros concitaron la solidaridad entre jornaleros mexicanos y venezolanos. La gesta antiintervencionista de Augusto C. Sandino en Nicaragua tuvo una fuerte fraternidad, así como la presencia activa de ciudadanos de todo el Caribe continental —Venezuela, Colombia y Perú—; de igual manera, destaca la presencia de cubanos y dominicanos.
De 1944 a 1959, las luchas políticas en el Caribe se manifestarán en contra de las dictaduras, que asolaban tanto a los países insulares como los continentales. Una expresión de estas batallas fue la llamada Legión del Caribe, integrada por jóvenes estudiantes, exmilitares, profesionales y activistas demócratas liberales, quienes acordaron enfrentar las dictaduras militares. La organización se proponía un plan de derrocar a los gobiernos militares por la vía del enfrentamiento armado y establecer gobiernos democráticos que garantizaran: 1) elecciones libres mediante el voto popular; 2) reforma agraria; 3) seguridad social; 4) educación difundida a través de la alfabetización; 5) establecimiento de Código de Trabajo. Este orden agitó la vida política caribeña, por medio de sus expediciones armadas a distintos países en la región, donde se experimentaban tácticas militares devenidas de la experiencia de la recién pasada II Guerra Mundial, como las invasiones con tropas aerotransportadas. Tuvo mucho éxito en su desempeño durante la Guerra Civil de 1948 en Costa Rica, en la cual los participantes estuvieron, activamente, al lado de las fuerzas de José Figueres. Luego se perdió fuerza en la elaboración de complots contra los dictadores. El triunfo alcanzado por el Movimiento 26 de Julio en Cuba, con el derrocamiento de la dictadura de Batista, puso en entredicho el accionar de la Legión del Caribe.
Héctor Pérez Brignoli, en su Historia Global de América Latina. Del Siglo XXI a la Independencia,8 ha planteado que el Caribe ha sido el escenario de los movimientos políticos más significativos para la historia de América Latina en el siglo XX, en particular, se refiere a la Revolución cubana de 1959 y al impacto que tuvo tanto en el continente como en el área del Caribe. Una lectura del capítulo titulado «Procesos históricos en el Caribe» sugiere que, a partir de la década de 1960, en la región caribeña se produce una serie de eventos que tendrán mucha interrelación, a saber: 1) el proceso de independencias de las islas bajo el poder colonial británico: Jamaica, Guyana, Trinidad y Tobago, Barbados; 2) el proceso de nacionalización del Canal de Panamá; 3) la crisis del alza en los precios del petróleo (1973).
La emancipación de las islas caribeñas bajo el dominio británico condujo al establecimiento de Gobiernos socialdemócratas, que jugaron un papel en la baja de las tensiones con Cuba, especialmente con el bloqueo diplomático al que fue sometida la Isla desde 1961. La necesidad de nacionalizar el Canal de Panamá y recuperar el territorio para la nación panameña fue una demanda que produjo solidaridad entre los países caribeños y del continente, al igual que condujo a acciones comunes en pro de la consecución de tales objetivos. Esto fue posible, ya que la crisis del petróleo convirtió a México y Venezuela en dos referentes políticos con poder geopolítico. Esos países se unieron alrededor de Panamá y su propósito de recobrar la zona del canal, coincidentemente, desarrolló una política de apoyo a los países centroamericanos, al proveerles petróleo a precios reducidos hasta el 50 %. Finalmente, Cuba, en las postrimerías de 1974, logró romper el cerco diplomático impuesto por Estados Unidos desde 1961, al restablecer relaciones con el Gobierno de Venezuela e incorporarse al proyecto de apoyo a Panamá para conseguir el Canal.
México, Venezuela, Cuba, Jamaica y Guyana comenzaron a orientar sus políticas exteriores al objetivo de Panamá, ejerciendo una política de autodeterminación e impidiendo la injerencia de Estados Unidos en los asuntos regionales. La creciente contrariedad al régimen dictatorial de la familia Somoza en Nicaragua, apoyada por Estados Unidos, hizo que este bloque de países, junto con Panamá y Costa Rica, se adhirieran al apoyo de la oposición que encabezaba el Frente Sandinista. Entre 1977 y 1979, este respaldo a la línea sandinista fue incrementándose. La firma de los Tratados Torrijos-Carter en 1977, mediante los cuales Estados Unidos se comprometía a devolver el Canal a Panamá en 1999, fue una gran victoria de dicho bloque de naciones, que estuvo más dispuesto buscar la democratización en el área centroamericana y el Caribe, mediante el soporte a la lucha sandinista contra la dictadura de Somoza (vital para su derrocamiento en 1979). El elemento más importante del apoyo de los países del Caribe en este proceso fue el aislamiento de Estados Unidos en la solución del conflicto nicaragüense, lo cual perduró hasta los Acuerdos de Paz desarrollados en 1989-1990. Este capítulo bien valdría abordarlo en una nueva edición, como parte de las contribuciones del Caribe a la estructuración de una política latinoamericana para la paz y el desenvolvimiento de la democracia en la región.
No se puede obviar la presentación, en este mismo capítulo, de las historias de las islas antillanas hispánicas como Cuba, Puerto Rico y República Dominicana, expuestas en una apretada síntesis, pero que guían a la comunidad lectora al entendimiento de los respectivos procesos históricos y la importancia que han tenido en el Caribe. Esas historias están presentes en macro, englobadas en la historia del continente, pero sus desarrollos muchas veces son ocultados por las narrativas tradicionales. En la actualidad, pareciera que Puerto Rico no existiera para la mayoría de los países latinoamericanos y muy poco se conoce sobre cómo terminó siendo un limbo jurídico que se describe con el cognomento de «Estado Libre Asociado».
La historia de República Dominicana muestra cuán cercana ha sido a la de los países en el litoral continental del Caribe, entre otros, a la de Centroamérica desde los inicios del poder colonial español hasta la independencia. En la contemporaneidad, la nación dominicana estuvo muy vinculada políticamente al área continental, durante los gobiernos militares que predominaron en la región. El denominador común durante el siglo XX fueron las intervenciones militares norteamericanas y la herencia dejada por estas, que se expresaron en las dictaduras militares y regímenes despóticos de carácter familiar, como la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, de gran presencia política en América Central.
La síntesis de la historia de Cuba expone la situación de la isla desde los albores de la Independencia —que para entonces poseía una red ferroviaria más extensa que la existente en la metrópolis colonial—, así como el contexto económico de un crecimiento tal que, después de lograr la autonomía, generó una migración masiva de españoles de la península hacia la isla. Esta historia también permite explicar por qué ocurre la Revolución de 1959.
En este capítulo, se debe consignar que los procesos históricos de las islas bajo el dominio colonial británico, holandés y francés tienen dinámicas históricas muy diversas que motivan a reflexionar sobre las diferencias entre ellos y en sus sociedades. La lectura de este apartado sugiere la necesidad de ahondar en el pensamiento de la negritud y en el político socialdemócrata que ha estado presente en Jamaica, Guyana, Trinidad y Grenada. Otro elemento digno de estudio es la presencia asiática, que no es solo china, y su influencia en estos países. La fuerza del poder colonial de Gran Bretaña, Holanda y Francia aún está presente y tiene vigencia, de manera que los estados en las diferentes islas han visto neutralizados sus esfuerzos por constituir una entidad regional que les permita tener mayor representación en la comunidad internacional. Quizá sería conveniente, en una próxima edición, que a la hora de diagramar se tenga en cuenta la narrativa del texto, con el fin de que los procesos productivos no solamente sean descritos textualmente, sino ilustrados con gráficas, fotos, dibujos, etc., para un mejor entendimiento de parte del público lector.
El capítulo VII trata de la importancia que ha tenido el azúcar en los países europeos y en los consumidores, así como en las naciones del Caribe en su papel de productores. El azúcar es el denominador común de las sociedades caribeñas insulares, es su historia, de ahí se derivan todos los procesos: la esclavización del ser humano, la trata de hombres y mujeres en cuanto objetos de mercancías… en fin, el desarrollo técnico de la industria azucarera forma parte de la historia de las sociedades. En la sección redactada por Antonio Santamaría García y Oscar Zanetti Lecuona, se asiste a una historia del azúcar y su incidencia en las sociedades caribeñas, pero también los autores explican el porqué de esa influencia. Cuba terminó siendo la potencia azucarera por excelencia. Las autorías de las distintas divisiones que integran este capítulo coinciden en señalar al azúcar como un factor determinante no solo de la economía, sino también de la cultura y de la vida misma de esas sociedades caribeñas. Examinan el papel de la plantación y de las personas esclavizadas quienes se destinaron a extraer la riqueza de las tierras. De manera muy ilustrada, es descrito el proceso de producción del azúcar.
Un elemento muy significativo por destacar es que los procesos económicos en el Caribe —el surgimiento de la explotación petrolera en México y Venezuela, así como los procesos políticos, v. gr. la Revolución Cubana— tuvieron una enorme incidencia en la vocación agrícola, tanto en las islas como en el continente. Cuando surgieron los pozos petroleros en el lago de Maracaibo (1912), en Venezuela disminuyó sensiblemente la producción de café y azúcar, lo cual incentivó la obtención de la sacarosa en Cuba y demás países del continente con tierras aptas para el cultivo de la caña de azúcar. Fenómeno igual experimentó el café. De la misma manera que tras el triunfo de la Revolución cubana y el embargo a que es sometida Cuba por Estados Unidos, su expulsión del mercado del azúcar termina favoreciendo a los países latinoamericanos, los cuales asumen el puesto que la Perla de las Antillas tenía en aquel.
De la sacarosa se deriva la vida de la sociedad cubana y su historia; quizá nada refleje mejor la importancia que ha tenido para dicho gremio social, y podría decirse que también para el caribeño todo, este pensamiento del escritor cubano José Lezama Lima, reproducido por los autores de este capítulo: —el azúcar— es más un período geológico que una industria, una medida relacionable entre el vegetal, el hombre y el fuego, un juego de posibilidades.9
Si bien a lo largo de los capítulos del libro la cultura está presente, especialmente el legado inmaterial marcado por numerosas expresiones creativas —derivadas, incluso, de las religiosidades y espiritualidades de sus pueblos—, en los últimos doscientos años se asiste, en el Caribe, al desarrollo de discursos textuales impresos, los cuales dan lugar a una literatura del área, propiamente. De ello se ocupa el capítulo VIII, Literaturas del Caribe, cuya redacción dirige Werner Mackenbach, de la Universidad de Costa Rica.
La propuesta central del capítulo VIII es que no existe una literatura caribeña, sino numerosas y diversas literaturas, como lo son sus sociedades. Hay varias maneras de entenderlas y de expresar esto en la literatura, de ahí su pluralidad. En el Caribe, existen múltiples procesos que se superponen, intercambian o interrelacionan, y se entrecruzan, los cuales tienen cuantiosos caracteres y son de tipo social, cultural o religioso. Para el desarrollo de este trabajo y con miras a comprender mejor los procedimientos de creación literaria, las autorías asumen el concepto de Gran Caribe e incluyen el mundo mesoamericano como integrante de esta cultura, pese a que no siempre las ciudades letradas de esta región se han asumido como caribeñas.
La lectura de este último capítulo sugiere la necesidad de revisar la literatura de ideas en el mundo caribeño insular, a la par de las literaturas de creación. En los últimos doscientos cincuenta años, han surgido ciudades letradas en los diversos Caribes, muchas de ellas al amparo del pensamiento disidente en las metrópolis coloniales. En la literatura de creación, suele estar presente el pensamiento mágico, desprendido de las religiosidades que configuran otro sentido común, diferente al del mundo occidental. Margarita Vargas Canales, en una breve descripción del quehacer de Édouard Glissant, el escritor martiniquense, señala que este propone que para lograr una interpretación del anticolonialismo se hace necesario vincular lo sensorial con lo político, con el fin de obtener una poética de la relación.10 Un símil de esta poética de la relación se encuentra en el Canto Nacional al Frente Sandinista de Liberación Nacional11, de Ernesto Cardenal, particularmente, en el inventario poético que hace de la flora y la fauna del Caribe nicaragüense.
En la concepción de esa poética de la relación propuesta por Glissant, vale detenerse a revisar el devastador huracán que han significado los cuatro siglos y medio de explotación del ser humano y la tierra. El uso del suelo ha devenido en aridez, la del ser humano en extrema pobreza; el resultado es una estética de la precariedad12 opuesta al verde turquesa de las paradisíacas playas del Caribe, que nos hace —al decir de Ernesto Cardenal en su Oráculo sobre Managua13— damnificados de un terremoto permanente.
El capítulo que comentamos tiene un acápite interesante sobre el indigenismo haitiano, que surge en las décadas de 1920-1930 en París, con intelectuales haitianos quienes, a su regreso a la isla, se oponen a la ocupación militar norteamericana y se avocan a la búsqueda de los elementos que les permitan crear una identidad propia. Los estudiosos de esta época procuran recopilar las tradiciones orales del pueblo haitiano, particularmente, se acercan a sus prácticas mágicas religiosas.
A continuación, los investigadores mencionados reseñan el movimiento intelectual cubano y su vertiente africana, para encontrar que la obra de Fernando Ortiz se convierte en interlocutora de un diálogo en el que han de surgir diversos conceptos como afrocubanismo, afroantillanismo y afroamericano. Entre estos, se alza una voz que no necesariamente proviene de la descendencia de africanos esclavizados como Nicolás Guillén, sino de la de los blancos europeos esclavistas. Nos referimos a Alejo Carpentier, hijo de un francés y madre rusa, su hoja de ruta vital le condujo a recorrer el Caribe continental e insular donde residió en diversos países. Guillén y Carpentier desarrollan estos conceptos de afrocubanismo, a partir del contrapunto intelectual que sostienen con Ortiz.
Sin duda, la literatura caribeña surge en coexistencia con la cultura mestiza y europea, especialmente a partir de la década de 1920. No obstante, las rutas migratorias y las formas de vida han cambiado y hoy nos encontramos con una cantidad de migrantes caribeños que residen en las grandes ciudades de la costa este de Estados Unidos; desde allá, han desarrollado una especie de memoria que trabajan como tema de literatura. Es a lo que en este capítulo se le denomina literatura transmigratoria, la cual interesa conocer y profundizar.
El libro que hemos comentado debe cumplir una función primordial en educadores y educandos, abrir los sentidos al conocimiento de una vasta región en la que reside el inicio de nuestra historia y que forma parte de nuestra cultura latinoamericana. Para el lector común, el texto despertará la necesidad de acercarse al conocimiento de nuestra historia social, económica, cultural y política. En toda la comunidad lectora, El Caribe: origen del mundo moderno contribuye, sin duda, a educar en la diversidad, a pensar en una sociedad de seres libres.
Cardenal, Ernesto. Oráculo sobre Managua. Managua: CUUN, 1973.
Cardenal, Ernesto. Canto Nacional al Frente Sandinista de Liberación Nacional. Caracas: Salvador de la Plaza, 1976.
Carpentier, Alejo. El reino de este mundo. Barcelona: Seix Barral, 1986.
Naranjo Orovio, Consuelo, Mª Dolores González-Ripoll Navarro y María Ruiz del Árbol Moro (editoras), El Caribe: el origen del mundo moderno (Doce Calles S.L., 2020).
Pérez Brignoli, Héctor. Historia Global de América Latina. Del Siglo XXI a la Independencia. Madrid: Alianza Editorial, 2018.
Ramírez Mercado, Sergio. Tambor Olvidado. San José: Aguilar, 2007.
Romero Vargas, Germán. Las estructuras sociales de Nicaragua en el siglo XVIII. Managua: Vanguardia, 1988.
Santamaría García, Antonio y Oscar Zanetti Lecuona. «Producción y mercados azucareros en el siglo XX». En El Caribe: origen del mundo moderno, editado por Consuelo Naranjo Orovio, Ma. Dolores González-Ripolll Navarro, María Ruiz del Árbol Moro, 277-294. Madrid: Doce Calles S. L., 2020.
Vargas Canales, Margarita Aurora ed. Imaginarios del anticolonialismo caribeño del siglo XX. Ciudad de México: UNAM-CIALC, 2016.
Vásquez Carranza, Luz Marina. «Señales de resistencia: El Criollo en la Provincia de Limón, Costa Rica». Trabajo de investigación. Universidad de Costa Rica, 2020.
1 Consuelo Naranjo Orovio, Mª Dolores González-Ripoll Navarro y María Ruiz del Árbol Moro (editoras), El Caribe: el origen del mundo moderno (Doce Calles S.L., 2020).
2 Sergio Ramírez Mercado, Tambor Olvidado (San José: Aguilar, 2007), 11.
3 Ramírez Mercado, Tambor…, 52.
4 Germán Romero Vargas, Las estructuras sociales de Nicaragua en el siglo XVIII (Managua: Vanguardia, 1988).
5 Alejo Carpentier, El reino de este mundo (Barcelona: Seix Barral, 1986).
6 Ramírez, Tambor…, 111.
7 Luz Marina Vásquez Carranza, «Señales de resistencia: El Criollo en la Provincia de Limón, Costa Rica» (Trabajo de investigación. Universidad de Costa Rica, 2020).
8 Héctor Pérez Brignoli, Historia Global de América Latina. Del Siglo XXI a la Independencia (Madrid: Alianza Editorial, 2018).
9 Antonio Santamaría García y Oscar Zanetti Lecuona, «Producción y mercados azucareros en el siglo XX» en El Caribe: origen del mundo moderno, ed. por Consuelo Naranjo Orovio, Ma. Dolores González-Ripolll Navarro, María Ruiz del Árbol Moro (Madrid: Doce Calles S.L, 2020). 289
10 Margarita Aurora Vargas Canales, ed., Imaginarios del anticolonialismo caribeño del siglo XX (Ciudad de México: UNAM-CIALC, 2016), 11.
11 Ernesto Cardenal, Canto Nacional al Frente Sandinista de Liberación Nacional (Caracas: Salvador de la Plaza, 1976).
12 Vargas, Los imaginarios…, 121.
13 Ernesto Cardenal, Oráculo sobre Managua (Managua: CUUN, 1973).
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