N.º 87 • Enero - Junio 2023
ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
DOI: https://dx.doi.org/10.15359/rh.87.2
Licencia: CC BY NC SA 4.0

sección costa rica

«El rompecabezas de la política centroamericana»: la participación guatemalteca en la guerra civil de Costa Rica (1948)

«The Puzzle of Central America Politics»: The Guatemalan Involvement in the Costa Rican Civil War (1948)

«O quebra-cabeça da política centro-americana»: Participação da Guatemala na Guerra Civil da Costa Rica (1948)

Rodrigo Véliz Estrada*

Resumen: Este artículo examina el papel del presidente guatemalteco Juan José Arévalo (1945-1951) en la guerra civil costarricense de 1948. Para ello, profundiza en sus intereses y concepciones geopolíticas, sus socios multinacionales, el apoyo militar a los rebeldes y los orígenes y repercusiones regionales de la victoria del rebelde costarricense José Figueres. Centrarse en las acciones de Arévalo ayuda a entender las complejas implicaciones regionales y globales del conflicto, entrelazándolas con las raíces a largo plazo de lo que se ha llamado la Guerra Fría centroamericana. El artículo propone que la guerra fue una combinación de la presencia documentada de fragmentos de la agenda global estadounidense de la Guerra Fría y la culminación de una serie de tensiones regionales características de la Guerra Fría centroamericana. Utilizando principalmente nuevas cartas personales de Arévalo, complementadas con documentos diplomáticos mexicanos y británicos, además de otros archivos menores, este artículo se enmarca en una metodología historiográfica que privilegia una mirada a las interacciones entre los países de América Latina y las trayectorias regionales de largo plazo para entender la Guerra Fría latinoamericana.

Palabras claves: Guerra Fría; Centroamérica; Legión del Caribe; Guatemala; guerra civil; Costa Rica; historia.

Abstract: This article examines the role of Guatemalan president Juan José Arévalo (1945-1951) in the Costa Rican civil war in 1948. It does so by delving into his geopolitical interests and conceptions, his multinational associates, the military support to the rebels, and the regional origins and repercussions of the victory of Costa Rican rebel José Figueres. A focus on Arevalo’s actions helps understand the complex regional and global implications of the conflict, intertwining them with the long-term roots of what has been called the Central American Cold War. The article proposes that the war was a combination of the documented presence of fragments of the U.S. global Cold War agenda and the culmination of a series of regional tensions characteristic of the Central American Cold War. Using mainly new personal letters from Arévalo, complemented by Mexican and British diplomatic documents, along with other minor archives, this article is framed within a historiographical methodology that favors the interactions between Latin American countries and the long-term regional trajectories to understand the Latin American Cold War.

Keywords: Cold War; Central America; Caribbean Legion; Guatemala; civil war; Costa Rica; history.

Resumo: Este artigo analisa o papel do presidente da Guatemala, Juan José Arévalo (1945-1951), na guerra civil costarriquenha de 1948. Ao fazer isso, aprofunda seus interesses e concepções geopolíticas, seus sócios multinacionais, o apoio militar aos rebeldes, e as origens e repercussões regionais da vitória do rebelde costarriquenho José Figueres. O enfoque nas ações de Arévalo ajuda a compreender as complexas implicações regionais e globais do conflito, entrelaçando-as com as raízes de longo prazo do que foi chamado de Guerra Fria Centro-Americana. O artigo propõe que a guerra foi uma combinação da presença documentada de fragmentos da agenda global da Guerra Fria dos Estados Unidos e o culminar de uma série de tensões regionais características da Guerra Fria centro-americana. Usando principalmente novas cartas pessoais de Arévalo, complementadas por documentos diplomáticos mexicanos e britânicos e outros arquivos menores, este artigo é enquadrado por uma metodologia historiográfica que privilegia um olhar sobre as interações entre países latino-americanos e trajetórias regionais de longo prazo, a fim de compreender a Guerra Fria latino-americana.

Palavras chaves: Guerra Fria; América Central; Legião do Caribe; Guatemala; guerra civil; Costa Rica; história.

Introducción

El presidente guatemalteco Juan José Arévalo colaboró como fuente secundaria de ayuda para la invasión a la República Dominicana desde Cayo Confites, Cuba, a finales de 1947, dirigida en contra del dictador Rafael Leónidas Trujillo. El dictador dominicano se encontraba en plena carrera armamentística suministrada por Brasil y Gran Bretaña, pero la invasión fracasó incluso antes de ser lanzada.1 A pesar de ello, Arévalo aprovechó el momento: diversas fuentes documentales lo sitúan a partir de esa fecha como centro de confluencia de exiliados centroamericanos, caribeños y españoles republicanos, de gobiernos amigos como México, Argentina, Cuba y Venezuela, y de políticos de la región.

En noviembre de 1947, el dominicano Juan Rodríguez García —uno de los patrocinadores de la fallida invasión— escribió a Arévalo. Rodríguez le notificó que el oficial dominicano Miguel Ángel Ramírez y el oficial hondureño Jorge Ribas Montes estaban en camino a la capital guatemalteca. Ambos eran «dignos de toda confianza». Viajarían para discutir los términos de la llegada del resto de los exiliados y para «realizar los trámites relacionados con nuestra empresa».2 Los gastos de viaje y manutención fueron cubiertos por diferentes fuentes. Más de 60.000 dólares fueron donados por miembros del gobierno cubano para cubrir los primeros meses de su estancia. La embajada mexicana en la capital guatemalteca informó de la «franca hospitalidad» con la que fueron recibidos los exiliados, destacando una segunda fuente de apoyo «dentro del propio gobierno», en referencia al apoyo desde la presidencia de Arévalo.3

La «empresa» a la que se refería Rodríguez pretendía un compromiso general entre el disperso grupo de actores, para decidir su próxima acción militar ¿Debían invadir al dictador nicaragüense Anastasio Somoza, repetir con Trujillo o ir por una figura más débil, como el autócrata hondureño Tiburcio Carías Andino o el demócrata costarricense Teodoro Picado? El consenso era difícil y, tras algunos problemas iniciales, la decisión final fue invadir Costa Rica, que se encontraba en pleno conflicto político en torno a las elecciones generales de febrero de 1948, entre el líder de la oposición Otilio Tulate y el expresidente Rafael Calderón Guardia. Un mes después de las elecciones, Arévalo y sus principales oficiales militares comenzaron a enviar armas y municiones a los rebeldes costarricenses, bajo el mando de oficiales y soldados del grupo de exiliados, lo que desencadenó una guerra civil de consecuencias nacionales y regionales. Se autodenominaron Ejército Libertador del Caribe.

Una de las interpretaciones más generalizadas sobre la guerra civil en Costa Rica la califica como la «primera batalla de la Guerra Fría en América Latina» para Estados Unidos, según la versión ofrecida por Kyle Longley, basada únicamente en fuentes diplomáticas estadounidenses. El argumento de Longley fue que no solo las acciones del Departamento de Estado y su embajada estadounidense en San José fueron fundamentales para la victoria de los rebeldes, sino que mostraron una postura deliberada, producto de un análisis integral de la Guerra Fría global.4 La posición de Longley para el caso sigue dominando las narrativas dominantes sobre la Guerra Fría en América Latina. En sus respectivas obras, tanto Vanni Pettinà como Hal Brands utilizan la interpretación de Longley como única referencia sobre la guerra. En el caso de Pettinà apenas reconoce el papel de otros actores y subraya así la idea tradicional de la intervención unilateral.5

De hecho, la narrativa de Longley sobre la intervención de Estados Unidos fue criticada tempranamente por Marcia Olander, argumentando que el Departamento de Estado y la embajada de Estados Unidos actuaron sin coordinación y sin un plan coherente. Aunque su papel diplomático fue importante en ciertas etapas, fue secundario frente a la «dimensión regional» —es decir, a las fuerzas de Arévalo y los exiliados—.6 La obra de Olander no profundizó en esta dimensión regional de la guerra y, en cualquier caso, su artículo tampoco tuvo la misma difusión que la obra de Longley.

Por otro lado, las principales tendencias de la historiografía costarricense han enfatizado con ahínco los aspectos nacionales de la guerra, desplazando a segundo plano su dimensión regional.7 Sin embargo, nuevos estudios en la última década han ayudado a reconstruir los rasgos regionales de esta, centrándose principalmente en Somoza, Trujillo y la llamada Legión del Caribe.8 Estas nuevas investigaciones hacen hincapié en la presencia de múltiples escalas de redes transnacionales activas durante la guerra civil, desplazando la idea de una intervención unilateral de Estados Unidos en una vena global de la Guerra Fría.9 Este artículo busca demostrar que el papel de Estados Unidos fue, de hecho, menor en importancia para el desenlace de la guerra en comparación con el rol de los aliados regionales de Arévalo y de Figueres. Estados Unidos estuvo momentáneamente involucrado en la guerra, pero con un papel secundario, logrando solamente reaccionar a las acciones de los actores centroamericanos y caribeños. Para 1948, el poder de Estados Unidos no tenía aún la fuerza y decisión que tuvo a partir de la Revolución de Cuba en 1959, en específico en América Central desde 1963.10 En este sentido, las visiones que privilegian el papel de Estados Unidos en la guerra adolecen de cierto anacronismo y, sin quererlo, ignoran las trayectorias regionales, compuestas por las historias imbricadas y en pugna de las agencias de sus principales actores. Tanto los rasgos regionales como el papel de Estados Unidos deben de ubicarse en su justa dimensión.

Para desarrollar el argumento, el artículo realiza un análisis detallado de nuevas fuentes guatemaltecas, complementadas con repositorios diplomáticos mexicanos y británicos. Explica con precisión el papel de Arévalo en la guerra, ahondando en sus intereses y concepciones geopolíticas, sus socios multinacionales, el apoyo logístico y militar a los rebeldes y las repercusiones regionales de la victoria del rebelde costarricense José Figueres. Aunque otros trabajos han mencionado el papel de Arévalo en estos años, este suele explicarse como parte de la Legión Caribe, y no como un actor independiente. Además, estos trabajos suelen basarse en su totalidad en fuentes indirectas.11 Sostengo que un enfoque en la agenda, las interpretaciones y las acciones de Arévalo no solo arrojarán luz sobre un actor central en la guerra, sino que también ayudarán a comprender las complejas implicaciones regionales y globales del conflicto, al entrelazarse con una dinámica regional: la Guerra Fría centroamericana, iniciada en la década de 1920. En suma, la lectura de Arévalo sobre la coyuntura global y regional muestra cómo las agendas globales de la Guerra Fría interactuaron con procesos regionales y nacionales.

La idea de una Guerra Fría de larga duración para el continente cobró fuerza con los trabajos de Greg Grandin y Joseph Gilbert, que señalaron cómo los conflictos sociales y políticos de principios del siglo XX trascendieron las fronteras nacionales y «se subsumieron en conflictos ideológicos más amplios y polarizantes» tras las revoluciones mexicana y soviética.12 El caso centroamericano se explica más ampliamente dentro de este marco. La década de 1920 en el istmo estuvo influenciada por estas revoluciones, ya que se observó un dramático aumento de las organizaciones anarquistas, comunistas y nacionalistas, como la del nicaragüense Augusto Sandino.13 La respuesta de las élites nacionales llegó después de 1931, al surgir dictadores con narrativas anticomunistas. La alianza entre los dictadores centroamericanos y Washington, de la mano de la Política del Buen Vecino, se hizo más sólida después de 1936 y se selló con el inicio de la Segunda Guerra Mundial.14

En este sentido, las narrativas y proyectos democráticos que llegaron al istmo al final de la Segunda Guerra Mundial y la llegada de gobiernos revolucionarios a El Salvador y Guatemala desde abril de 1944, compuestos principalmente por exiliados y líderes de la oposición de izquierda, representaron una notable ruptura en el balance histórico de fuerzas de la Guerra Fría centroamericana. Su propia presencia y sus acciones iniciales, sobre todo de Guatemala tras la caída del gobierno reformista salvadoreño, fueron el detonante de una creciente reacción organizada por parte de los gobiernos y otros actores autoritarios, incluyendo el Foreign Office británico y las compañías bananeras, que no dudaron en utilizar la misma retórica anticomunista que venía de la década de 1930. Como respuesta, los ministros de Relaciones Exteriores de Guatemala, Enrique Muñoz Meany y Guillermo Toriello, junto con el presidente Arévalo, intentaron intervenir de manera multilateral en contra de los gobiernos dictatoriales, presionaron públicamente para que no se reconociera el fraude y los golpes de Estado, y planearon invasiones clandestinas como la «empresa» del Ejército Libertador del Caribe en Costa Rica. Su agresiva política exterior, con el apoyo de otros países democráticos latinoamericanos, no solo fue una reacción a una década de autoritarismo regional, sino también una propuesta global en medio de los cambios y oportunidades que trajo la posguerra.15

El inicio de la Guerra Fría global en el continente a lo largo de 1947 y 1948 se articuló con estos procesos políticos inmediatos y de largo plazo en Centroamérica. El amplio consenso historiográfico sobre la importancia de entender los años de la posguerra y el inicio de la Guerra Fría como un proceso de larga duración con múltiples influencias multinacionales es de especial interés para la guerra civil de Costa Rica.16

La comprensión de la guerra civil a través del enfoque regional y global de Arévalo es una excelente oportunidad para dar contenido detallado a este consenso.

¿Por qué Costa Rica?

Una explicación sobre la centralidad de la impronta del escenario político regional en la guerra civil de Costa Rica debe iniciar con un análisis de los factores clave para el origen, sostenimiento y victoria militar de uno de los bandos. Eso pasa por entender las razones de la llegada de armamento militar, soldados y oficiales, claves para la logística de guerra, la planificación y la exitosa puesta en marcha de una estrategia y tácticas militares. Eso pasa por analizar el papel de Arévalo. Varios factores —globales, regionales y nacionales— estuvieron detrás de la decisión del presidente guatemalteco de invadir un país que representaba, en su mayoría, los mismos valores y políticas que su gobierno había promovido durante los últimos tres años.

En primer lugar, la decisión de Arévalo debe entenderse teniendo en cuenta el fracaso de sus estrategias pacíficas y diplomáticas. Arévalo quería que Guatemala fuera protagonista en «la organización de la paz y en la solución de los intrincados problemas de la posguerra», que incluía la presencia de regímenes autoritarios en América Latina.17 Desde finales de 1944, la diplomacia guatemalteca, liderada por el abogado Enrique Muñoz Meany, concentró sus esfuerzos en ese tema. Presionaron para lograr un consenso multilateral en el seno del sistema interamericano para evitar los golpes militares e impedir que los regímenes autoritarios se aferraran al poder. La diplomacia de Muñoz y Arévalo estaba orientada a generar alerta y sanciones contra los avances dictatoriales, y al mismo tiempo frenar los numerosos ataques que su gobierno recibía de esas mismas dictaduras. Sin embargo, en los años siguientes la estrategia no pudo reunir el suficiente apoyo y perdió tracción.18

Esa decepción coincidió con los cambios globales y regionales de 1947. A lo largo de ese año, las fuerzas progresistas de la región intuyeron que el alineamiento entre la Doctrina Truman y la narrativa anticomunista y la carrera armamentística de los dictadores del Circuncaribe auguraba el fin de la ventana de oportunidades democráticas de la posguerra, planteando un nuevo escenario más conservador. Esa preocupación fue reforzada para los diplomáticos guatemaltecos por un embargo de armas promocionado por Estados Unidos y la salida de dos aliados dentro del Departamento de Estado, el subsecretario Spruille Braden y el embajador Edwin Kyle. En vista de estos cambios globales y regionales, Arévalo se apresuró a priorizar una estrategia no diplomática, más contundente: la invasión militar a regímenes autoritarios.19

Otro elemento fue el fracaso de invasión a esos mismos regímenes autoritarios. La aventura de Cayo Confites para derrocar al dictador dominicano fracasó, por lo que las opciones se abrieron para la Honduras de Carías y la Nicaragua de Somoza. Arévalo consideraba importante no solo tener un ejército invasor que pudiera lograr una victoria militar, sino también un liderazgo que pudiera mantenerse en el poder sin demasiados problemas.

El caso de Tiburcio Carías siempre estuvo en duda, a pesar de su constante apoyo a los ataques de los exiliados guatemaltecos contra Arévalo. El líder opositor hondureño más conocido era Ángel Zúñiga Huete, pero tenía un historial de tensiones con Arévalo y su núcleo de diplomáticos.20 Zúñiga también generaba rechazo entre los exiliados hondureños residentes en ciudad de Guatemala.21 Un memorándum de enero de 1948 dirigido a Arévalo por un diplomático anónimo que acababa de visitar Washington, le proponía un plan ordenado para «un cambio político en Honduras». Establecía la importancia de promover un «frente opositor compacto» y de solicitar la mediación de Estados Unidos y de otros países latinoamericanos, «como prólogo indispensable a cualquier acción militar».22

Pero Arévalo prefería que la siguiente opción fuera Somoza, con quien había roto relaciones en mayo de 1947 y era una amenaza mayor. Sin embargo, el intento de invadir Nicaragua fracasó. A principios de enero de 1948 el nicaragüense Tijerino Colindres, un sandinista, se trasladó a las Segovias nicaragüenses con unas pocas armas y un radio. El plan era localizar un lugar estratégico para almacenar armas y reunir fuerzas militares en el plazo de un mes: el levantamiento militar estaba previsto para principios de febrero. Charles Ameringer afirma que un avión guatemalteco con armas y soldados no encontró la ubicación de Colindres, quien a su vez fue detectado rápidamente por la Guardia Nacional de Nicaragua. Esto puso fin anticipadamente al plan de invasión.23

El fracaso dio la oportunidad a Arévalo y al grupo de exiliados de escuchar otras opciones. El costarricense José Figueres había formado parte del compromiso general a finales de 1947, pero no estaba de acuerdo con iniciar la invasión en Nicaragua. Creía que el presidente costarricense Teodoro Picado sería más fácil de derrotar. Un posible fraude oficial en las elecciones de febrero de 1948 proporcionaría la mejor oportunidad para hacerlo.24 El fraude se produjo, y Arévalo fue presionado por otros exiliados para actuar. Todo ello mientras el derrotado candidato costarricense, Otilio Ulate, en una carta reveladora, le pedía ayuda, prometiendo «proceder inmediatamente» contra Somoza, tras entregar las bases militares costarricenses más importantes «en manos de los revolucionarios nicaragüenses».25 Esto garantizaría el objetivo inicial de Arévalo: derrocar la dictadura de Somoza.

Sin embargo, invadir Costa Rica significaba derrocar a un gobierno democrático, y la política de Arévalo se había centrado en la promoción de ese tipo de regímenes. La explicación está en la política regional de Picado y sus consecuencias para la Guatemala revolucionaria. El primer informe que Arévalo recibió de sus diplomáticos sobre el gobierno de Picado, tras una visita a San José, llegó en abril de 1945. En él se decía que los exiliados guatemaltecos no contaban con el apoyo de Picado, y que los partidos políticos y la política social del régimen tenían muchas similitudes con las de guatemaltecos. Las relaciones eran estables, a pesar de algunos celos mutuos. Las únicas preocupaciones eran el «apoyo de los comunistas [Vanguardia Popular]» que logró Picado para afianzar su apoyo de parte de los sindicatos, y las «intensas relaciones con Somoza y, por tanto, ciertos vínculos con Honduras». Como ejemplo, el memorándum destacaba el caso del general nicaragüense Noguera Gómez, que fue perseguido por el ejército costarricense y entregado a Somoza, que lo asesinó. Los diplomáticos guatemaltecos, muchos de ellos exiliados en el pasado, no aprobaron estas prácticas.26 Estas diferencias definieron las frías relaciones que Arévalo mantuvo en los años siguientes con Picado y su aliado, el expresidente Rafael Calderón Guardia, pese a los intentos de algunos de sus diplomáticos de mejorar los vínculos. El embajador de Guatemala en Washington, Jorge García-Granados, por ejemplo, venía sugiriendo desde inicios de 1946 a Arévalo relajar cualquier tensión con los costarricenses, «por conveniencia política». Pero Arévalo no escuchó.27 Esto tuvo consecuencias. A lo largo de 1947 Arévalo recibió informes que detallaban una alianza más estable entre Picado, Somoza y Carías, interesados en «derrocar gobiernos democráticos».28

Por último, como se mencionó, el gobierno de Picado contaba con un fuerte apoyo de Vanguardia Popular —comunista—. Un potencial ataque a Picado y a los comunistas costarricenses representaría una ventaja frente a la nueva política anticomunista global de Estados Unidos. Además, se alinearía con el anticomunismo muy liberal que albergaban las mismas figuras de Arévalo, Figueres y el dominicano Rodríguez.29 El mismo Arévalo había llevado a cabo medidas autoritarias frente a los pequeños grupos de comunistas salvadoreños y guatemaltecos activos en la capital de su país en los años previos.

Estas razones y circunstancias ayudan a entender con mayor precisión el apoyo de Arévalo. El hecho que el Departamento de Estado, según los estudios que analizan sus fuentes diplomáticas, no tuviera noticia de estos movimientos, nos confirma su papel secundario en el inicio militar del conflicto y los rasgos reactivos ante lo que vino a partir de febrero de 1948.30

El apoyo militar de Arévalo

José Figueres había llegado a Costa Rica desde diciembre de 1947, cargando algunas docenas de fusiles, pero sin suficientes soldados, oficiales y municiones para derrotar a Picado. En esta frágil situación se declaró en insurrección el 12 de marzo. Pocos días después escribió a Arévalo desde su cuartel general temporal, en Santa María de Dora, al sur de la capital, San José, solicitando «nuevos requerimientos» para «asegurar el éxito de la epopeya iniciada».31 El problema para Arévalo era que aún no tenía suficientes armas. Todavía estaban pendientes envíos desde Cuba.

Desde finales de 1947, el embajador de Guatemala en La Habana y amigo íntimo de Arévalo, Arturo Rivera, había presionado al gobierno cubano para que acelerara el envío de armas de la fallida invasión a República Dominicana. En una reunión con el presidente Ramón Grau de San Martín, Rivera fue notificado que debía esperar hasta que un tribunal «ordenara la devolución de los bienes incautados». Grau prometió enviarlos en un barco propio y aseguró que no devolverían los aviones confiscados, no solo por su mal estado, sino porque aviadores estadounidenses vigilaban la zona donde estaban estacionados. Grau buscaba apaciguar las críticas estadounidenses tras descubrirse su papel en la trama en contra de Trujillo, en medio de una crisis política interna debido a casos de corrupción.32 El juicio finalmente terminó a principios de enero de 1948, pero el gobierno cubano continuó evadiendo las presiones de Rivera.33 La situación continuó durante dos meses más.

Días después de recibir la primera carta de Figueres, el 18 de marzo de 1948, Arévalo volvió a escribir a Rivera, afirmando que los sucesos de Costa Rica hacían «sumamente urgente» que Cuba «envíe todo lo que pretende devolver, incluyendo barcos y aviones». Arévalo cerraba la carta diciendo que «cualquier retraso sería lamentable».34 Rivera respondió una semana después, criticando a los oficiales del ejército cubano por «falta de franqueza y valor para indicar la verdadera causa» del retraso. También sugirió a Arévalo que «no se debe abrigar ninguna esperanza de un regreso inmediato».35 En abril, semanas después de iniciada la guerra civil en Costa Rica, Cuba solo había enviado unas pocas armas. Rivera se molestó «hasta la barbarie», por la «muy desleal, descortés e inesperada» actitud cubana.36 Para entonces, hasta el dominicano Juan Rodríguez enviaba sus quejas a Grau por el retraso.37

Ante esta situación, Arévalo envió armas del ejército guatemalteco, incluyendo las compradas a los gobiernos argentino y mexicano en diferentes momentos de 1945 y 1946.38 Para los envíos, Arévalo obtuvo el apoyo político y logístico de su Alto Mando. Tanto el ministro de Defensa y futuro presidente, Jacobo Arbenz, como el jefe de las Fuerzas Armadas, Francisco Arana, se involucraron en los planes de guerra. El costarricense Daniel Oduber, amigo íntimo de Figueres, estuvo en Guatemala coordinando el envío de armas.39 A principios de abril, los envíos ascendían a 600 rifles y muchos de los oficiales y soldados exiliados iban en los aviones que los transportaban desde Ciudad de Guatemala.40 Según la embajada mexicana en Guatemala, los aviones salían de madrugada para no llamar la atención. Los envíos duraron semanas.41

En el teatro de guerra costarricense, la primera acción de Figueres fue la toma del aeropuerto de San Isidro, al este de la capital San José, que facilitó la llegada de armas y hombres desde Guatemala. Una vez tomado, el aeropuerto fue defendido desde una carretera cercana por las tropas de Figueres, dirigidas por el hondureño Jorge Ribas Montes y el costarricense-alemán Frank Marchall. Tras los primeros despachos, Figueres agradeció a Arévalo su «valiente ayuda». Puso especial atención en agradecer a los «valientes soldados y brillantes oficiales» exiliados que habían llegado. Fueron claves en la estrategia y táctica militar, a pesar de conocer poco el terreno.42 El dominicano Miguel Ramírez recordó la labor de los exiliados de la misma manera: «los costarricenses están [...] fascinados por nuestra valentía, por nuestra fe democrática, por nuestra firme decisión de triunfo y por la bizarra forma de luchar».43 Ramírez fue fundamental para repeler una contraofensiva de Picado y de los trabajadores bananeros afiliados al VP para recuperar San Isidro. El embajador guatemalteco en San José y amigo íntimo de Arévalo, el oficial y abogado Francisco Valdés Calderón, había pedido a Arévalo municiones especialmente para reforzar la posición en San Isidro. Valdés había sido nombrado embajador meses antes, luego de participar en el Gabinete de Arévalo como ministro del Interior tras su paso como embajador en La Habana y San Salvador.44

El gobierno de Picado estaba al tanto del apoyo guatemalteco, por lo que censuró la correspondencia diplomática del embajador Valdés. También reunió al Cuerpo Diplomático y acusó a Guatemala «por inmiscuirse en los asuntos internos del país», señalando que los aviadores de la compañía aérea costarricense (TACA) fueron obligados a enviar armas a San Isidro por el ministro guatemalteco de Defensa, Jacobo Arbenz.45 El canciller guatemalteco, Enrique Muñoz Meany, negó públicamente las acusaciones. El embajador en Washington, Ismael González Arévalo, primo hermano del presidente y alto diplomático del gobierno, hizo lo propio en privado, después de que el Departamento de Estado expresara su «profunda preocupación» por la participación de Arévalo. En su alegato, los oficiales del Departamento de Estado no pudieron precisar el papel de los guatemaltecos.46

Tras la defensa de San Isidro, la guerra civil entró en un impasse. A principios de abril, Figueres retomó la ofensiva con dos acciones estratégicas. La primera fue la toma de Puerto Limón, en el Caribe, mediante un desembarco aéreo, con el fin de permitir más envíos guatemaltecos y capturar al mismo tiempo el principal puerto caribeño costarricense.47 Limón fue tomado el 11 de abril por el oficial dominicano Horacio Ornés, con el apoyo de sesenta y cinco hombres y siguiendo el diseño estratégico del dominicano Juan Rodríguez.48 Un día después, el 12 de abril, llegó la segunda acción estratégica: la toma de la ciudad de Cartago, a pocos kilómetros al oeste de San José. Figueres dirigió una columna de 600 en la entrada de Cartago, tras su victoria en la sangrienta batalla de El Tejar, de nuevo dirigida por Ribas y Marchall. En esa batalla se apoderaron de armas y tanques, además de capturar a miembros de la Guardia Nacional de Nicaragua.49

La caída de Cartago representó la derrota militar de Picado, aunque todavía controlaba la capital con el apoyo de fuertes contingentes de grupos irregulares de trabajadores comunistas y tenía la posesión de bases militares no clave en el resto del país. Pero, como expone David Díaz, sus soldados y oficiales habían demostrado un nivel militar bastante bajo frente a las armas de los rebeldes costarricenses y exiliados liderados por Figueres. No ayudó el hecho de que el ejército costarricense estuviera bajo un embargo del estadounidense desde 1946.50 En este escenario, Picado prefirió negociar antes que perder la batalla de San José, la capital, y desperdiciar su última baza política. Así, se apresuró a pedir la mediación del Cuerpo Diplomático. Eso abrió la puerta a la desescalada militar y a una segunda etapa diplomática. En ella, el Vaticano, México y Estados Unidos jugaron un papel importante en la renuncia de Picado, como se ha documentado ampliamente.51 Su renuncia por presiones diplomáticas, sin embargo, fue una consecuencia de su derrota militar.

El rompecabezas centroamericano

La victoria de Figueres en Costa Rica envió una serie de ondas a través de los países involucrados en la política regional. Entre los primeros en reaccionar estuvieron los británicos, que se interesaron por Centroamérica en la posguerra debido a la oposición militante de Arévalo y sus diplomáticos de cabecera en contra de sus posesiones coloniales en América.52 Los británicos eran sensibles por esos años a la pérdida de sus dominios en otras partes del mundo y estaban imbuidos en una narrativa anticomunista.53 Consideraban que las acciones de Arévalo eran claras para demostrar que tenía «inclinaciones comunistas».54 Desde febrero de 1948, los británicos estaban siendo presionados por los diplomáticos estadounidenses para que pusieran fin a la demostración de fuerza contra Guatemala -tres buques de guerra, cerca de su costa caribeña- tras los rumores de una invasión contra Belice, su disputada posesión. Además, opinaban que su venta de armas al dictador dominicano Trujillo estaba teniendo un «efecto de equilibrio», frente al suministro de armas por parte de los guatemaltecos «a elementos desafectos y agresivos en Centroamérica y el Caribe».55 Desde 1947 circulaban rumores dentro de la Foreign Office sobre los intentos de Arévalo de unir toda Centroamérica por la fuerza. Preocupados por su conflicto con Arévalo, un informe sobre su participación en Costa Rica afirmaba que «indica claramente» que los guatemaltecos tenían «simpatías comunistas». También se afirmaba que «parece que Moscú está pescando ahora en las aguas turbulentas de Centroamérica».56 La Foreign Office no era el único actor con un acérrimo discurso anticomunista.

La prensa afín al dominicano Trujillo subrayó los «riesgos de la paz», utilizando también una narrativa anticomunista. Un informe de prensa señalaba que el siguiente paso de Figueres y los exiliados en San José era «marchar sobre el Canal de Panamá», en un plan elaborado por la embajada soviética en la Venezuela de Betancourt, estrecha aliada de Arévalo.57 Por su parte, el autócrata hondureño Carías puso estricta vigilancia a Álvaro Facio, representante de Costa Rica en el país, declarándolo persona non grata en julio, tras los rumores de que conspiraba contra el gobierno.58 El embajador de Somoza en Washington, Guillermo Sevilla Sacasa, «expresó con cierta vehemencia» que Arévalo había colocado un gobierno amigo en Costa Rica para «estar en mejores condiciones de dominar Nicaragua y Honduras», según informó un oficial del Departamento de Estado.59 Con esto en mente, Somoza apoyó a Picado con hombres, aviones, traslados de refugiados y armas, algo que los diplomáticos guatemaltecos sabían desde el principio.60 Somoza decidió finalmente invadir Costa Rica durante unas horas en mayo, recibiendo una condena continental.61

En respuesta a estas tensiones regionales y actuando de acuerdo con un pacto con la nueva Organización de Estados Americanos (OEA) y con Estados Unidos, Figueres y sus diplomáticos más cercanos se embarcaron en junio en una gira de buenas relaciones por toda Centroamérica. El objetivo era aliviar las tensiones en torno a él, como parte de una nueva estrategia defensiva.62 Esto no fue fácil para Figueres, ya que las señales de su cercanía con Guatemala eran inequívocas. Las semanas que siguieron a la derrota de Picado, permitieron observar el giro diplomático de Costa Rica en los asuntos internacionales, en posiciones muy similares a las de Guatemala. Desde la ruptura de relaciones diplomáticas con Trujillo y la España de Franco, el reconocimiento de Israel, y el apoyo a Guatemala en la disputa por Belice con los británicos. Incluso el canciller guatemalteco Muñoz Meany le dijo a Arévalo que consideraba «indispensable que la misión costarricense [en la Conferencia Interamericana en Bogotá] reciba instrucciones de su gobierno para trabajar» en «nuestra línea».63

Pero Figueres no era una marioneta de Arévalo. De hecho, desde su llegada a la Junta de Gobierno a principios de mayo, Figueres inició una política de ambivalencia respecto a sus compromisos con Arévalo y los exiliados. Su compromiso central ahora era defender su Revolución, no invadir otros países.64

El dilema de Figueres coincidió con la presencia de otros países amigos que se acercaron al grupo de exiliados para dar su apoyo a una posible invasión a Nicaragua. Uno de ellos fue Argentina. El presidente Juan Perón había vendido armas a Arévalo en 1946 con fines defensivos, y ambos habían desarrollado intereses conjuntos debido a sus respectivas luchas contra los británicos —Belice y Malvinas—, luego de meses de tensión por la marginación de las conferencias interamericanas por Estados Unidos de Argentina, al negarse a declararle la guerra al Eje. Una vez elegido presidente, Perón consideró a Guatemala una «nación hermana». Durante la guerra civil de Costa Rica, Perón envió muestras de afecto a Arévalo, prometiendo alcanzar los «ideales de nuestro continente».65 Al mismo tiempo, inició conversaciones con los rebeldes nicaragüenses, que solicitaron la mediación de Arévalo para un acercamiento.66

También hubo un acercamiento no oficial del presidente mexicano Miguel Alemán Valdés, cuyo secretario personal, Rogelio de la Selva, era nicaragüense.67 La política exterior oficial de Alemán no tenía a Centroamérica entre sus prioridades. Sin embargo, en una carta confidencial al embajador de Guatemala en la ciudad de México, Alemán dijo que no podían «permanecer indiferentes en un tema tan importante», refiriéndose a la invasión de Nicaragua.68 Alemán pretendía «ayudar al movimiento de liberación nicaragüense». En medio de la guerra civil, Alemán hizo ofertas de dinero y armas a los rebeldes nicaragüenses, con el objetivo de derrocar a Somoza y llevar al poder a una facción liberal y anticomunista.69

No está claro si los acercamientos de Argentina y México se tradujeron en un apoyo concreto. Lo que sí se sabe es que los cubanos estuvieron más cerca de la facción de los rebeldes nicaragüenses más alejada de Arévalo. Los cubanos se acercaron a través del escritor dominicano Juan Bosch, con el apoyo del nuevo presidente Carlos Prío Socarrás. Bosch había decidido desplazar a Arévalo y a los demás exiliados dominicanos y hondureños, para aliarse con Figueres en su apoyo al liberal nicaragüense Rosendo Argüello Jr. Esto fue observado por el embajador guatemalteco en San José, tras varias visitas realizadas por los enviados de Prío. Según un informe de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), Argüello consiguió en septiembre de 1948 50 000 dólares de Prío para el apoyo de sus hombres.70

En estos nuevos alineamientos posteriores a la guerra civil, el papel de Arévalo fue notablemente menor, dado el poder y la independencia ya alcanzada por José Figueres. Del vínculo con Arévalo se guardaban las promesas para una invasión futura y la propiedad de las armas guatemaltecas y dominicanas en manos de Figueres. Sin embargo, la temprana alianza de Figueres con el Departamento de Estado y con una instancia multilateral surgida de la recién estrenada OEA pesó en su decisión de apaciguar los ánimos de sus vecinos dictadores, fundamental para su sostenimiento militar como nuevo régimen. Ese giro pondría inevitables presiones a su vieja promesa hacia Arévalo y el Ejército Libertador del Caribe.

En medio de estos complejos intereses regionales y globales, Arévalo presionó por una rápida invasión de Nicaragua, objetivo que nunca estuvo descartado. Después de su papel público en Costa Rica, había que atacar a Somoza a toda costa. Para Arévalo, eso significaba confiar la invasión a un grupo de nicaragüenses de su confianza, pero sobre todo a un liderazgo que pudiera sostenerse una vez derrotado Somoza. Esa fue la parte más difícil.

Crisis interna

Una primera exploración de los exiliados nicaragüenses fue realizada en diciembre de 1947 por un enviado especial de Arévalo, Francisco Valdés Calderón, unas semanas antes de ser nombrado embajador en Costa Rica. El objetivo era conocer «las actividades que desarrolla el elemento revolucionario nicaragüense» en la ciudad de México. Allí observó la presencia de viejos sandinistas, miembros del Partido Liberal Independiente —liderado por Carlos Pasos y los Argüellos—, y del Partido Conservador, cuya figura principal era el veterano general Emiliano Chamorro Vargas. Valdés observó demasiadas tensiones entre los exiliados, además de un rechazo generalizado hacia Chamorro, debido a su papel en la ocupación estadounidense de Nicaragua treinta años antes.71

En Costa Rica, la relación entre los exiliados y Figueres estuvo llena de asperezas. La primera muestra de descontento se produjo cuando los oficiales exiliados que dirigían el ejército rebelde fueron separados de sus puestos de mando antes de ocupar la capital, San José, para acallar los rumores sobre una intervención extranjera.72 Aunque los oficiales exiliados fueron alistados en el ejército costarricense y empezaron a recibir una paga mensual, esto creó críticas internas y no resolvió completamente las tensiones entre las partes.73

Pero el principal problema fue la aparición de facciones dentro del grupo de exiliados. Las razones principales de estas divisiones eran dos: la fecha de la invasión de Nicaragua y quién debía dirigirla. Valdés Calderón de nuevo destacó tres grandes grupos: hondureños, nicaragüenses y dominicanos cercanos a Arévalo; nicaragüenses en torno a Rosendo Argüello —el protegido de Figueres—; y conservadores en torno a Chamorro, más cercano a Arévalo que a Figueres, pero en general la figura más marginada.74

La persona que más tensiones provocó fue el nicaragüense Rosendo Argüello hijo, «secretario personal y gran amigo de José Figueres», a quien conoció durante los años de exilio en Ciudad de México, según el escritor dominicano Juan Bosch.75 Arévalo fue presentado a Argüello en noviembre de 1947.76 Los exiliados dominicanos lo acusaron de querer apropiarse de las armas que habían llegado de Guatemala. Un informante de Arévalo en San José describió a Argüello como «díscolo, rencoroso y hasta poco discreto y también indisciplinado». Otros exiliados lo calificaron de «niño caprichoso que pronto pierde la simpatía».77 Incluso miembros del gobierno de Figueres, como su Jefe de Estado Mayor del Ejército, el Mayor Frank Marchall, junto con 70 oficiales, le pidieron que dejara de proteger a Argüello. Nadie recibió una respuesta oficial definitiva.78

Estas diferencias llevaron a todas las partes a solicitar, cada una por separado, la mediación de Arévalo. Uno de ellos fue Rodríguez, que en una carta instó como «indispensable dar a la empresa proyectada un carácter unitario [...] por encima de toda clase de nacionalismos infecundos o de ambiciones mezquinas».79 Asimismo, Argüello escribió a Arévalo pidiendo el control de las armas de los exiliados.80 A través de la mediación del embajador Valdés, se llegó finalmente a un acuerdo entre las partes, formando un Gobierno Provisional, integrado por todas las tendencias de los nicaragüenses, y un Estado Mayor del Ejército, compuesto por representantes de todas las nacionalidades. En su primera proclama, el Gobierno Revolucionario de Nicaragua se comprometió a la «reconstrucción unitaria del istmo centroamericano», comenzando por una victoria contra Somoza.81

Los delegados de Arévalo consideraron «delicado» el nuevo equilibrio alcanzado. Aunque no estaban seguros de la solidez de la unión, sabían que era el primer paso para reconstruir el «rompecabezas de la política centroamericana».82 En los meses siguientes, Figueres presionó para expulsar a las tropas del exilio e incautar sus armas si no se alineaban con Argüello. A principios de septiembre de 1948, Figueres «rogó encarecidamente» a Valdés que acelerara la salida de los exiliados lo antes posible, petición que se convirtió en un decreto de la Junta de Gobierno y que repitió en otra aproximación personal tres semanas después.83 La petición de Figueres se produjo a pesar de que a principios de septiembre él había firmado un nuevo pacto en Ciudad de Guatemala con el dominicano Juan Rodríguez, Arévalo y sus militares cercanos, Francisco Arana y Jacobo Arbenz. En ese acuerdo, Figueres se comprometió a apoyar económicamente la compra de «una cantidad de material que incluye una cantidad para mí [Rodríguez], otra para el doctor [Arévalo] y otra para él [Figueres]».84 En realidad, como hemos visto, la ambigüedad de Figueres residía en las varias agendas que impulsaba.

El más molesto con la solicitud de expulsión de Figueres era Rodríguez, quien había aceptado que sus armas, en posesión de Guatemala, fueran entregadas a Figueres para la guerra civil. Desde finales de julio de 1948, Rodríguez se quejó ante el mandatario costarricense de su imposibilidad de cumplir. Recalcó que sus armas y los oficiales exiliados «le dieron el triunfo final y definitivo». Rodríguez no se explicaba cómo, una vez en el gobierno, Figueres dio la espalda a quienes le habían financiado. Molesto, Rodríguez le exigió que devolviera las armas en el plazo de un mes. Figueres no cumplió.85

Arévalo finalmente escribió a Figuras el 10 de diciembre de 1948. En la carta recordaba lo mucho que los dominicanos, hondureños y guatemaltecos habían hecho por Costa Rica, por lo que lamentaba que las armas que había utilizado para su victoria, compradas por Guatemala, aún no le hubieran sido devueltas. Exigió entonces que las armas fueran trasladadas «sigilosamente» a la embajada guatemalteca para que fueran enviadas de regreso a la capital guatemalteca.86 La carta llegó en un mal momento: el 11 de diciembre Somoza invadió Costa Rica, después de que desde octubre se establecieran en Nicaragua pequeños grupos armados que pretendían derrocarlo.87

Los exiliados dominicanos alineados con Arévalo decidieron hacer un pacto con Figueres: harían un inventario, entregarían sus armas y se unirían a la defensa contra Somoza.88 Simultáneamente, Figueres decidió pedir la ayuda de la OEA. Esto puso fin a cualquier intento de invadir Nicaragua. El manejo de la situación desmotivó completamente a los dominicanos. Juan Rodríguez se acercó a la facción izquierdista del ejército mexicano para obtener nuevas armas, mientras sus lugartenientes viajaban a Venezuela y Cuba para comprar más material.89 Los exiliados salieron de Costa Rica hacia Ciudad de Guatemala en enero de 1949 y algunas de las armas fueron devueltas unos meses después, tras la firma de un pacto oficial de no agresión entre Figueres y Somoza.

El fracaso marcó el fin de la centralidad de Arévalo entre el grupo de exiliados y los gobiernos democráticos. Esto coincidió con la caída de varios gobiernos democráticos en la región, parte de una ola conservadora anticomunista. El creciente anticomunismo autoritario, dijo Arévalo, se estaba convirtiendo en «un arma terrible para sofocar cualquier intento de libertad». Instó a los guatemaltecos y a los demócratas del continente a tener una «expectativa prudente».90 El propio Arévalo sobrevivió a una importante rebelión conservadora en julio de 1949. Cinco años después, en 1954, el régimen revolucionario de Guatemala fue finalmente derrocado por una alianza multinacional autoritaria, guiada por la línea dura anticomunista de la administración de Dwight Eisenhower. A partir de ese momento, las guerras frías de Estados Unidos y Centroamérica se entrelazarían profundamente.

Conclusiones

El inicio de la Guerra Fría global en la segunda mitad de la década de 1940 se encontró en el Circuncaribe con un tenso escenario político de larga trayectoria. Desde la década de 1930 se venía cimentando una alianza autoritaria de clave anticomunista en la región, logrando cierto equilibrio luego de la agitada década de 1920. En esa alianza, los gobiernos costarricenses, aunque más democráticos que sus vecinos, jugaron un papel importante. La cercanía entre Calderón Guardia y Picado con Somoza, tomando en cuenta la vecindad y los históricos problemas limítrofes, así lo sugieren. En este sentido, el rompimiento de este equilibrio desde 1944 con las elecciones en Cuba, y las revoluciones de El Salvador, Guatemala y Venezuela meses después fueron acontecimientos que crisparon de nuevo el escenario regional y pusieron en cuestión el papel político de la Costa Rica reformista con apoyo del comunismo criollo. El discurso antifascista estadounidense, con rasgos liberales y anticomunistas, ayudó a permitir las condiciones para una ventana de oportunidad democrática en la región, aprovechada por la alianza entre Arévalo y Figueres, llena de liberalismo y anticomunismo.

En su análisis sobre la posguerra en la región, las principales investigaciones han pasado por alto no solo las agencias de los actores oficiales y no oficiales circuncaribeños, sino que han ignorado el papel que la trayectoria política de la región tuvo al interactuar con las agendas de la Guerra Fría global. A partir de un análisis detallado de la agenda de Juan José Arévalo en la guerra civil de Costa Rica, espero haber demostrado que aspectos centrales de dicha guerra se explican por esta dinámica regional. Esto pasó por entender la centralidad que tomó súbitamente un país con poca tradición intervencionista como Costa Rica, y por los rasgos de una guerra proxy que tuvo el conflicto, con múltiples actores de escala regional y global inmiscuyéndose para influir en su resultado e implicaciones.

En cuanto a la guerra, el papel de Arévalo en coordinar el esfuerzo general resultó claro. Se podría decir que, sin duda, el resultado militar del conflicto dependió de la dotación y coordinación de los recursos centrales para ganar la guerra. Eso lo sabían desde un inicio Ulate y Figueres, como intenté de documentarlo, comprometiéndose a encontrar monedas de cambio con los cercanos a Arévalo.

Somoza era la principal urgencia de Arévalo, pero ya en el poder ambos políticos costarricenses dejaron atrás las promesas regionales y priorizaron la defensa de su proyecto nacional. Para la defensa de éste, un equilibrio con —y no un derrocamiento de— Somoza era fundamental.

Contrario a otros relatos, fue transparente que el papel de Estados Unidos merece una apreciación más justa. Jugó un papel importante en momentos clave —con las invasiones de Nicaragua, bloqueando compras de armas de Calderón, etc. —, pero el proceso no dependió de sus actividades. Su papel fue secundario, liderando la dinámica las agendas de los países y actores del Circuncaribe, de acuerdo con las trayectorias en las que venían participando en los últimos lustros.

La perspectiva de un análisis regional de la guerra civil de Costa Rica, pese a los avances que ha habido en estos años, aún tiene agujeros que pueden mostrar nuevas perspectivas a partir de fuentes poco observadas. El papel de Gran Bretaña, Cuba, Honduras, Venezuela, Argentina y de México aún es sumamente gris, y por los relatos que han ido viendo luz en estos años se podrían sugerir nuevas piezas en el “rompecabezas centroamericano” de la posguerra.

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1 Humberto Vásquez, La expedición de Cayo Confites (Santo Domingo: Editorial Oriente, 2014).

2 Carta de Juan Rodríguez para Juan José Arévalo, 23 de noviembre de 1947, La Habana, Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica [en adelante CIRMA], Antigua Guatemala, Fondo Juan José Arévalo, Subfondo Relaciones externas. Ribas ya había vivido en Guatemala como un exiliado desde 1945.

3 «Política interior», carta de embajador mexicano en Guatemala para Secretaría de Relaciones Exteriores (Torres Bodet), 17 de diciembre de 1948, Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores (en adelante, AHSRE), ciudad de México, número 01544, expediente 728.1-0/510“48”.

4 Kyle Longley, «Peaceful Costa Rica, the first battleground: The United States and the Costa Rican Revolution of 1948», The Americas, L, n.° 2 (1993): 149-175, https://doi.org/10.2307/1007137; Kyle Longley, The Sparrow and the Hawk, (Tuscaloosa: The University of Alabama Press, 1997).

5 Hal Brands, Latin America’s Cold War: An International History (Cambridge: Harvard University Press, 2012); Vanni Pettiná, La Guerra Fría en América Latina. (México: Colmex, 2018), 79.

6 Marcia Olander, «Costa Rica in 1948: Cold War or local war?», The Americas, 25, n.° 4 (1996): 465-493, https://doi.org/10.2307/1008474; Charles Ameringer, The Caribbean Legion: Patriots, Politicians, Soldiers of Fortune, 1946-1950 (University Park: Pennsylvania State University Press, 1996).

7 Jacobo Schifter, Origins of the Cold War in Central America: A study of diplomatic relations between Costa Rica and the United States (1904-1949) (Tesis doctoral, Columbia University, 1983); Manuel Rojas, Lucha social y guerra civil en Costa Rica, 1940-1948 (San José: Editorial Porvenir, 1982); Miguel Acuña, El 48 (San José: Litograffa e Imprenta LIL, 1990); Iván Molina, y Fabrice Lehoucq, Urnas de lo inesperado (San José: Editorial de la Universidad de Costa Rica, 1999).

8 David Díaz, Crisis social y memorias de lucha: guerra civil en Costa Rica, 1940-1948 (San José, Costa Rica: EUCR, 2005); David Díaz, «La temprana Guerra Fría en Centroamérica: Nathaniel P. Davis, los Estados Unidos y la Guerra Civil de 1948 en Costa Rica», Revista PSIS, 14 (2014): 18-37; Aaron Moulton, «Militant Roots: The Anti-Fascist Left in the Caribbean Basin, 1945-1954», E.I.A.L., 28, n.° 2 (2017): 14-29, https://go.gale.com/ps/i.do?p=IFME&u=googlescholar&id=GALE|A526997757&v=2.1&it=r&sid=IFME&asid=d73c42b7; Alexia Ugalde «“Caínes despiadados, caínes invasores”. La invasión del 10 de diciembre de 1948 a Costa Rica en perspectiva nacional y transnacional», Anuario de Estudios Centroamericanos, n.° 46 (2020): 1-33, https://doi.org/10.15517/aeca.v46i0.42206; Carlos Enrique Alemán, «Nicas belicosos: nicaragüenses en la guerra civil de Costa Rica, 1948», Anuario de Estudios Centroamericanos, n.° 39 (2013): 111-141, https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/anuario/article/view/11795; Aaron Moulton, «The Dominican Dictator’s Funds and Guns in Costa Rica’s Wars of 1948», Journal of Military History, vol. 85, n.° 3 (2021): 713-733.

9 Aldo Marchesi, «Escribiendo la Guerra Fría Latinoamericana: entre el sur ‘local’ y el norte ‘global’», Estudios Históricos, 30, n.° 6 (2017): 187-202, https://doi.org/10.1590/s2178-14942017000100010

10 Ver Max Friedman y Roberto García, «Making Peaceful Revolution Impossible. Kennedy, Arévalo, the 1963 Coup in Guatemala, and the Alliance against Progress in Latin America’s Cold War», Journal of Cold War Studies, vol. 24, n.° 1 (2022), https://doi.org/10.1162/jcws_a_01058

11 Piero Gleijeses, «Juan José Arévalo and the Caribbean legion», Journal of Latin American Studies, 21:1 (1989): 133-145, https://www.jstor.org/stable/157252; Ameringer, The Caribbean…; Moulton, «Militant roots…».

12 Greg Grandin y Joseph Gilbert, A Century of Revolution. Insurgent and Counterinsurgent Violence During Latin America’s Long Cold War (Durham: Duke University Press, 2010); Tanya Harmer, «The Cold War in Latin America» The Routledge Handbook of the Cold War, editado por Artemy Kalinovsky y Craig Daigle. (Nueva York: Routledge, 2014); Vanni Pettiná, «América Central y la Guerra Fría, apuntes para una historia», E.I.A.L., vol. 30, n.° 1 (2019): 13-42, https://eial.tau.ac.il/index.php/eial/article/view/1596; Gilbert Joseph, «Border corssings and the remaking of Latin American Cold War Studies» Cold war History, vol. 19, n.° 1 (2019): 141-170, https://doi.org/10.1080/14682745.2019.1557824; Marcelo Casals, «Which borders have not yet been crossed? A supplement to Gilbert Joseph’s historiographical balance of the Latin American Cold War», Cold War History, vol. 20, n.o 3 (2020): 367-372, https://doi.org/10.1080/14682745.2020.1762311

13 Arturo Taracena, «Presencia anarquista en Guatemala», Mesoamérica 15 (1988): 3-35; Roque Dalton, Miguel Mármol. Los sucesos de 1932 en El Salvador (Ocean Sur: Bogotá, 2007).

14 Kenneth Grieb, «The Myth of a Central American Dictators’ League», Journal of Latin American Studies, vol. 10, n.° 2 (1978): 329-345, https://www.jstor.org/stable/156032; Andrew Crawley, Somoza and Roosevelt (Nueva York: Oxford University Press, 2007); Adam Fenner, «Puppet dictator in the Banana Republic? Re-examining Honduran-American relations in the era of Tiburcio Carías Andino, 1933-1938», Diplomacy & Statecraft, vol. 25, n.°4 (2014): 613-629.

15 Leslie Bethbel e Ian Roxboroug, «Latin America between the Second World War and the Cold War: Some Reflections on the 1945-8 Conjuncture», Journal of Latin American Studies, vol. 20, n.o 1 (1988): 167-189; Rodrigo Véliz, «“El asunto internacional más importante”: Belice, el Imperio británico y la política exterior guatemalteca en la posguerra (1945-1948)», Anuario de Estudios Centroamericanos, n.o 46 (2021): 1-38.

16 Brands, Latin America’s…, 3-4; Andrew Kirkendall, «Cold War Latin America: The State of the Field», H-Diplo Essay, n.o 119 (2014), https://networks.h-net.org/system/files/contributed-files/e119.pdf; William Booth, «Rethinking Latin America’s Cold War», The Historical Journal, vol. 64, n.o 4 (2020): 1128-1150, https://doi.org/10.1017/S0018246X20000412; Tanya Harmer, «Towards a global history of the Unidad Popular», Radical Americas, vol. 6, n.° 1 (2021): 1-14, https://doi.org/10.14324/111.444.ra.2021.v6.1.004

17 «Informe del ciudadano Presidente de la República, doctor Juan José Arévalo al Congreso Nacional en la inauguración de su primer periodo de sesiones ordinarias del año 1946», 1 de marzo de 1946, Guatemala, Archivo Legislativo (en adelante AL), ciudad de Guatemala, Sesiones ordinarias del Congreso de la República; Foreign Relacions of the United States (en adelante, FRUS), American Republics, Volume IX, El Salvador 1945, Document 875 and 879.

18 Tom Long y Max Friedman «The Promise of Precommitment in Democracy and Human Rights: The Hopeful, Forgotten Failure of the Larreta Doctrine», Perspective on politics, vol. 18, n.° 4 (2019): 1088-1103, https://doi.org/10.1017/s1537592719002676; Alexandre Moreli y Boris Le Chaffotec, «Countering war or embracing peace? Dialogues between regionalism and multilateralism in Latin America (1945-1954)», Cultura & History Digital Journal, vol. 4, n.° 1 (2015): e002, https://doi.org/doi:10.3989/chdj.2015.002

19 Memo de Muñoz para Eugenio Silva, 5 de agosto de 1947, París, CIRMA; carta de Gracía-Granados para Arévalo, 19 de diciembre de 1946, Washington, CIRMA: carta de Rómulo Betancourt para Arévalo, 24 de noviembre de 1947, Miraflores, CIRMA.

20 Carta de García-Granados para Arévalo, 13 de diciembre de 1945, Washington, CIRMA.

21 Ver El Imparcial, «Zúñiga Huete en Honduras», 24 de enero de 1948. Sobre Zúñiga ver Thomas Leonard, The United States and Central America, 1944-1949 (Alabama: University of Alabama Press, 1984), p. 110-123.

22 Memo B, 20 de enero de 1948, La Habana, CIRMA.

23 Ameringer, The Caribbean…, 67.

24 Leonard, The United States…, 166; John Bell, Crisis in Costa Rica. The 1948 Revolution (Austin: University of Texas Press, 1971), 150; Rodolfo Cerdas, «Costa Rica», en: Latin America between the Second World War and the Cold War, 1944-1948, ed. por Leslie Bethbel y Ian Roxboroug. (London: Cambridge University Press, 1992), 293; Fabrice Lehoucq, «Class Conflict, Political Crisis and the Breakdown of Democratic Practices in Costa Rica: Reassessing the Origins of the 1948 Civil War», Journal of Latin American Studies, vol. 23, n.° 1 (1991): 38-39, https://doi.org/10.1017/s0022216x00013353

25 Memo de Edelberto Torres para Arévalo, 24 de febrero de 1948, Guatemala, CIRMA.

26 Memorándum confidencial de Ministerio de Relaciones Exteriores (MRE), 2 de abril de 1945, CIRMA.

27 Carta de García-Granados para MRE, 1 de febrero de 1946, Washington, D.C. CIRMA.

28 Memo confidencial de Juan José Meza para Arévalo, 26 de diciembre de 1947, Guatemala, CIRMA.

29 Bell, Crisis…; Lehoug, «Class Conflict»; Cerdas, «Costa Rica», 293-297; Longley, The Sparrow…

30 Ver Bell, Crisis…; Ameringer, The Caribbean…; Longley, The Sparrow…; Olander, «Costa Rica in 1948…».

31 Carta de José Figueres para Arévalo, 17 de marzo de 1948, Santa María de Dota, CIRMA.

32 Carta de A.A. Rivera para Arévalo, 22 de diciembre 1947, Habana, CIRMA.

33 Ver por ejemplo la carta de Rivera para Rafael González, 8 de enero de 1948, Havana, CIRMA.

34 Telegrama de Arévalo para Rivera, 18 de marzo de 1948, Guatemala, CIRMA.

35 Telegrama de Rivera para Arévalo, 25 de marzo de 1948, La Habana, CIRMA; carta de Valdés Calderón para Arévalo, marzo 1948, San José, CIRMA.

36 Carta de Rivera para Arévalo, 10 de abril de 1948, La Habana, CIRMA; Minute «Anglo-Guatemalan treaty dispute», Foreign Office, Februrary 24, 1948, National Archives [desde ahora NA], London, FO 371, AN 0784. Sobre los barcos de guerra británicos ver Rodrigo Véliz, «“El asunto internacional más importante” Belice, el Imperio Británico y la política exterior guatemalteca (1945-1948)», Anales de Estudios centroamericanos, vol. 46, n.o 1 (2020), 1-40, https://doi.org/10.15517/AECA.V46I0.42186

37 Ver los telegramas incluidos en carta de Juan Rodríguez para Ramón Grau, 1 de mayo de 1948, San José, CIRMA.

38 Carta de embajador en Guatemala para Torres Bodet, 24 de noviembre de 1944, AHSRE, número 1025, expediente 728.1-0/510“44”

39 Telegrama de embajador en San José (Ojeda) para Torres Bodet, 20 de maryo de 1948, AHSRE, número 908, expediente 728.6-0/510 “48”.1

40 Ameringer, The Caribbean …, 73; Longley, The sparrow…, 69-94; Richard Clinton, «The United States and the Caribbean Legion: democracy, dictatorship, and the origins of the Cold War in Latin America, 1945-1950» (Tesis Doctoral, Universidad de Ohio, 2001);Vásquez, La expedición…, 397-399.

41 «Política interior», carta de embajador en Guatemala para Torres, 17 de diciembre de 1948, número 01544, expediente 728.1-0/510”48”; «Política internacional seguida por el gobierno de Guatemala» carta de Torres para presidente Ávila Camacho, 5 de mayo de 1945, AHSRE, número 00555, expediente 728.1-0/510”48”.

42 Carta de Figueres para Arévalo, 17 de marzo 1948, Santa María de Dora, CIRMA.

43 Reporte «Historia de La Legión del Caribe», por General Miguel Ángel Ramírez, Guatemala, 29 de octubre de 1950, CIRMA.

44 Carta de Valdés Calderón para Arévalo, marzo 1948, San José, CIRMA.

45 Memo de MRE para Arévalo, 23 de marzo de 1948, Guatemala, CIRMA.

46 El Imparcial, «Guatemala no ha dado armas», 20 de marzo de 1948; FRUS, Volume IX, Documentos 348 y 349.

47 Arévalo recibió continuas comunicaciones sobre los avances militares. Ver por ejemplo telegrama de Valdés para MRE, 24 de abril de 1948, San José, CIRMA; telegrama de Valdés para MRE, 19 de abril de 1948, San José, CIRMA.

48 María Ferrero y Matilde Eiroa, «La oposición trujillista, la Legión del Caribe y José Figueres de Costa Rica (1944-1949)», Revista Complutense de la Historia de América 42 (2016): 187, https://doi.org/10.5209/RCHA.53715

49 Telegrama de Figueres para Rosendo Argüello, 14 de abril de 1948, Cartago, CIRMA; Reporte «Historia de La Legión del Caribe», por General Miguel Ángel Ramírez, Guatemala, 29 de octubre de 1950, CIRMA.

50 Díaz, Crisis social…, 231.

51 Bell, Crisis…; Longley, The Sparrow…; Olander, «Costa Rica…».

52 Véliz, «“El asunto internacional…».

53 Piers Brendon, The Decline and Fall of the British Empire, 1781-1997 (Londres: Vintage, 2008); John Darwin, The Empire Project (New York: Cambridge University Press, 2009).

54 «British Honduras dispute: reported plot for Guatemalan invasion of Nicaragua», 4 de marzo de 1948, minuta de P.S. Stephens para Foreign Office, NA, FO 371, AN 0956.

55 Memo de P.S. Stephens para Foreign Office, 28 de julio de 1948, NA, FO 371, AN 2745.

56 «Anglo-Guatemalan dispute», minuta parar Foreign Office, 18 de marzo de 1948, NA, FO 371, AN 1384.

57 La Nación, «La Revolución de Costa Rica en marcha hacia el canal de Panamá», 5 de abril de 1948; «Violaciones al Derecho de inmunidad diplomática», carta de Ojeda para Torres, 25 de mayo de 1948, AHSRE, número 562, expediente 728.6-0/510 “48”.1.

58 Diario de Costa Rica, «Declarado non grato el representante diplomático de Costa Rica en Honduras», 13 de julio de 1948; «Incidente ocurrido al representante diplomático de Costa Rica en Honduras», carta de Ojeda para Torres, 20 de junio de 1948, AHSRE, número 765, expediente 728.6-0/510 “48”.1; Ugalde, «“Caínes despiadados”…», 3.

59 Document 349, FRUS, The Western Hemisphere, Volume IX.

60 Telegrama de Valdés para Arévalo, 23 de marzo de 1948, San José, CIRMA.

61 La Nación, «El ex-presidente Picado y Paco Calderón fraguaron la introducción de tropas nicaragüenses a territorio de Costa Rica», 24 de abril de 1948; Diario de Costa Rica, «Documentos de la intervención nicaragüense en la guerra civil de Costa Rica», 24 de abril de 1948; «Complemento de informaciones rendidas por la vía cableográfica», carta de Ojeda para Torres, 24 de abril de 1948, AHSRE, número 422, expediente 728.6-0/510.

62 La Prensa Libre, «Cordial invitación al Ministro de Relaciones Exteriores Lic. Odio para que visite Nicaragua», 12 de julio 1948; La Nación, «Con motivo de la llegada de don José Figueres y don Otilio Ulate a El Salvador el gobierno declaró Día de Fiesta Nacional», 12 de julio de 1948; Diario de Costa Rica, «Figueres definió en San Salvador su concepto sobre la Unión Centroamericana», 15 de julio de 1948; «Recortes de prensa sobre situación política», carta de Ojeda a Torres, 21 de junop de 1948, AHSRE, número 766, expediente 728.6-0/510 “48”.1.

63 Carta de Muñoz para Arevalo, 9 de octubre de 1948, Washington; carta de Valdés para Arevalo, 11 de mayo de 1948, San José, CIRMA.

64 Gleijeses, «Juan José Arévalo…», 139.

65 Carta de Flavio Herrera para Arévalo, 17 de junio de 1946, Buenos Aires; telegrama de Perón para Arévalo, 3 de noviembre de 1947, Buenos Aires; carta de Perón para Arévalo, marzo de 1948, Buenos Aires, CIRMA.

66 Carta de Meza para Arévalo, 3 de mayo de 1948, Guatemala, CIRMA.

67 Arturo Taracena, «Vasconcelos y sus agentes», Regiones, vol. 7, n.o 43 (2010), 29.

68 Memo confidencial de Arevalo, 26 de diciembre 1947, Guatemala, CIRMA. Sobre Rogelio de la Selva ver William Krehm, Democracies and tyrannies of the Caribbean (Connecticut: Lawrence Hilla & Co., 1984), xxii.

69 Carta de Muñoz para Arévalo, abril de 1948, Guatemala, CIRMA.

70 Telegrama de Valdés para Arévalo, 27 de septiembre de 1948, San José, CIRMA; «Factional disputes in the Caribbean Legion», Information Report, San José, Costa Rica, 20 de diciembre de 1948, CIA Library, Electric Reading Room.

71 Memo de Valdés para Arévalo, 13 de diciembre de 1947, Mexico, CIRMA.

72 Reporte «Historia de La Legión del Caribe», por el General Miguel Ángel Ramírez, Guatemala, 29 de octubre de 1950, CIRMA.

73 «Informe político correspondiente al mes de junio próximo pasado», carta de Ojeda para Torres, 1 de julio de 1948, AHSRE, número 703, expediente 728.6-0/510.

74 Carta de Valdés para Arévalo, 11 de mayo de 1948, San José, CIRMA.

75 Memorándum de Bosch para Prío Socarrás, 17 de junio de 1948, Havana, CIRMA; «Factional disputes in the Caribbean Legion» Information Report, San José, Costa Rica, 20 de diciembre de 1948, CIA Library, Electric Reading Room. Miguel Ramirez menciona quet Figueres le aseguró que la deuda con Argüello ascendía a los US$200,000. Ver Informe «Historia de La Legión del Caribe», por Ramírez, CIRMA. Ver también Ferrero y Eiroa, «La oposición trujillista…», 188; Laura Moreno y José Mejía, «Desde la embajada de México en Costa Rica: exilio de comunistas, calderonistas y legionarios» Dimensión Antropológica, vol. 25, n.o 74 (2018): 150-173.

76 Carta de Salvador Mendieta para Arévalo, 3 de noviembre de 1947, CIRMA.

77 Carta de Ramirez para Arévalo, 19 de julio de 1948, San José; carta de Francisco Ibarra para Arévalo, 4 de junio de 1948, San Jose; carta de anónimo para Arévalo, 4 de junio de 1948, La Habana; carta de Ibarra para Arévalo, 8 de julio de 1948, San José, CIRMA.

78 Carta de Valdés para Arévalo, 29 de junio de 1948, San José, CIRMA.

79 Carta de Rodríguez para Arévalo, 27 de abril de 1948, San José, CIRMA. Ver por ejemplo la carta de Juan José Meza para Arévalo, 7 de mayo de 1948, San José, CIRMA.

80 Carta de Rosendo Argüello para Arévalo, 28 de julio de 1948, San José, CIRMA.

81 Pacto Suplementario al Pacto del 31 de mayo de 1948, Guatemala CIRMA.

82 Memorándum, 20 de mayo de 1948, San José; carta de Juan Ángel para Arévalo, 27 de mayo de 1948, San José, CIRMA.

83 Telegrama de Valdés para Arévalo, 8 de septiembre de 1948, San José; telegrama de Valdés para Arévalo, 30 de septiembre de 1948, San José, CIRMA; telegrama de Ojeda para Torres, 6 de septiembre de 1948, AHSRE, número 1637, expediente 728.6-0/510 “48”.1, 8.

84 Carta de Rodríguez para Valdés, 5 de septiembre de 1948, Guatemala, CIRMA.

85 Carta de Rodríguez para Figueres, 26 de julio de 1948, Guatemala, CIRMA.

86 Carta de Arévalo para Figueres, 10 de diciembre de 1948, Guatemala, CIRMA.

87 Nuestro Diario, «Somoza se siente amenazado: acusa a Arévalo, Prío y Figueres», 16 de octubre de 1948; La Hora, «Guatemala no toma en cuenta las elucubraciones de Somoza», 18 de octubre de 1948; «Se remiten recortes de prensa relativos a supuestos preparativos de invasión a la República Dominicana», carta de embajador en in Ciudad Trujillo para Torres, 18 de octubre de 1948, AHSRE, número 635, expediente 729.3-0/513.1.

88 Ugalde, «“Caínes despiadados”…», 21; Moreno y Mejía, «Desde la embajada».

89 Carta de Valdés para Arévalo, 16 de diciembre de 1948, San José, CIRMA.

90 «Informe del ciudadano Presidente de la República, doctor Juan José Arévalo al Congreso Nacional en la inauguración de su primer periodo de sesiones ordinarias del año 1949», 1 de marzo de 1949, AL.

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