N.º 88 • Julio - Diciembre 2023
ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
DOI: https://dx.doi.org/10.15359/rh.88.5
Licencia: CC BY NC SA 4.0

sección entrevista

«Las voces, registros y acciones de las infancias en los relatos históricos». Entrevista a Susana Sosenski

«Voices, Registers and Actions of Childhoods in Historical Narratives». Interview With Susana Sosenski

«As vozes, os registros e as ações das infâncias nas narrativas históricas». Entrevista com Susana Sosenski

Silvana Espiga Dorado*

María Laura Osta Vázquez**

Facundo Álvarez Constantín***

Resumen:

Esta entrevista realizada a la Dra. Susana Sosenski trata sobre las reflexiones, los desafíos y los obstáculos que una investigadora de la infancia en América Latina puede enfrentar. Las interrogantes que ella misma se ha planteado desde su realidad han guiado toda su producción historiográfica, que nutre a historiadoras/es de América Latina y el mundo. Susana Sosenski, fundadora de la Red de Estudios de Historia de las Infancias en América Latina, nos cuenta cómo y cuándo fue fundada la REHIAL y los objetivos que ha perseguido desde sus inicios.

Palabras claves: entrevista; infancia; historia; América Latina; investigación.

Abstract:

This interview with Dr. Susana Sosenski presents the reflections, challenges, and obstacles encountered by a researcher studying childhood in Latin America. The questions she has raised from her own experiences have guided her historiographic work, which contributes to the scholarship of historians in Latin America and around the world. Dr. Sosenski, founder of the Red de Estudios de Historia de las Infancias en América Latina (REHIAL) [Network for the Study of the History of Childhoods in Latin America], shares the origins of REHIAL and its objectives since its inception.

Keywords: interview; childhood; history; Latin America; research.

Resumo:

Esta entrevista com a Dra. Susana Sosenski trata das reflexões, dos desafios e dos obstáculos que um pesquisador da infância na América Latina pode enfrentar. As perguntas que ela mesma fez a partir de sua própria realidade orientaram sua produção historiográfica, que tem alimentado historiadores na América Latina e no mundo. Susana Sosenski, fundadora da Red de Estudios de Historia de las Infancias en América Latina (REHIAL) [Rede para o Estudo da História das Infâncias na América Latina], nos conta como e quando a REHIAL foi fundada e os objetivos que tem perseguido desde seu início.

Palavras chaves: entrevista; infância; história; América Latina; pesquisa.

Presentación

Esta entrevista se realizó el 31 de enero de 2023 a la Dra. Susana Sosenski. Tuvo por cometido rescatar el testimonio de una historiadora enfocada en la historia de las infancias. Resulta interesante su mirada latinoamericanista respecto a las infancias y juventudes. Es destacable su labor comprometida con estos sujetos históricos, así como su visión incluye los problemas y las complejidades del presente.

Susana Sosenski es doctora en Historia (El Colegio de México) e investigadora titular en el Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM. Es profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y codirectora del Seminario Historia de las Infancias y las Adolescencias, del Seminario Historia de las Emociones y del grupo de trabajo Historia de la televisión en México.

Entre los libros de Sosenski se encuentra Robachicos. Historia del secuestro infantil, 1900-1960 y Niños en acción. El trabajo infantil en la ciudad de México (1920-1934). Coordinó textos como Nuevas miradas a la historia de la infancia en América Latina: entre prácticas y representaciones; Infâncias na História do Brasil e da América Latina (seculo XX); Violencia e infancias en el cine latinoamericano y Hampones, pelados y pecatrices, sujetos riesgosos en la Ciudad de México 1940-1960. Es editora del Diario de una niña en tiempos de guerra y exilio (1938-1944) y autora de capítulos de libros y artículos científicos.1

Mamá de dos adolescentes, nos relata cómo sus temas de investigación han sido permeados por sus vivencias personales como madre, como ciudadana mexicana y latinoamericana, y como mujer. En su faceta de investigadora de las infancias, se siente interpelada por su propia realidad, su punto de partida para interrogar sus documentos. Agradecemos a Susana Sosenski su generosidad al acceder a esta entrevista y su tiempo.

¿Por qué comenzaste a investigar respecto a la historia de las infancias?

La historia de las infancias fue un campo que descubrí durante mis estudios de doctorado en el Colegio de México. En ese entonces, pensé que iba a investigar sobre el artesanado urbano en el siglo XIX en la Ciudad de México y empecé a revisar fuentes del mundo del trabajo urbano: los pequeños talleres artesanales que había en la Ciudad de México, donde localicé varios niños que trabajaban como aprendices. Hallé también muchos expedientes judiciales de los que eran considerados “delincuentes infantiles” en el siglo XIX y eran enviados al Tribunal de Vagos. Exploré esas fuentes, que daban cuenta de la dicotomía entre ocio y trabajo, en donde muchos chicos, predominantemente hombres, eran atrapados en la Ciudad de México: algunos por haber hecho algunas malicias dentro de los talleres artesanales –se robaban herramientas o tenían pequeñas resistencias contra la explotación de los maestros artesanos o de los oficiales–. Era un mundo difícil para ellos y constantemente eran llevados frente a las autoridades policiales de la ciudad. Para salir de allí tenían que demostrar que eran trabajadores, que no eran ociosos y vagos, sino que tenían un trabajo honrado. Eso me llamó mucho la atención y mi interés sobre el artesanado urbano dio un viraje. Así, me fui enfocando a las infancias populares urbanas. Sin embargo, en ese entonces, a pesar de los avances de investigación, sentí que no tenía suficientes fuentes para elaborar una tesis doctoral. Mientras seguía con este tema, me enteré de la existencia del archivo del Tribunal de Menores e Infractores de la Ciudad de México, que se había fundado en 1926, en la etapa de posrevolución mexicana, y cuyos expedientes se conservaban en el Archivo General de la Nación. El archivo era una maravilla y había sido explorado por algunas colegas que habían trabajado la prostitución infantil, como María Eugenia Sánchez Calleja,2 pero había realmente poco trabajo al respecto. Me di cuenta que a partir de ese archivo, que es un repositorio predominantemente judicial, yo iba a poder abordar una historia de las infancias populares de la Ciudad de México. Es un archivo que tiene una riqueza incalculable porque está compuesto por expedientes de cada niño y niña que fueron llevados hasta las autoridades por cometer múltiples, diversas y heterogéneas infracciones y delitos. No contiene todos los casos que existieron, pero había un número importante de expedientes que levantaban datos generales de los niños y niñas, y ahí aparecía una descripción puntillosa de la vida familiar, de las diversiones a las que asistían, así como las respuestas de diversas autoridades del Gobierno ante los distintos actos que habían efectuado estos niños. Estos hallazgos decantaron en mi tesis doctoral, que después se transformó en un libro sobre el trabajo infantil en la posrevolución mexicana.3 Si en un inicio quería recuperar las experiencias de los artesanos urbanos, terminé estudiando uno de los sectores más marginados del mundo del trabajo urbano: los trabajadores infantiles.

¿Cuáles son tus historiadores/as referentes en el camino académico que has realizado y cuáles han sido los aportes de historiadores/as internacionales que incidieron en la historiografía infantil mexicana?

En el momento en que empecé este tema no estaba totalmente sola en México. Beatriz Alcubierre y Tania Carreño ya habían publicado un libro precioso sobre los niños en el ejército villista durante la revolución mexicana.4 En ese libro, mostraron, con profusas imágenes de la época, testimonios y literatura, cuál había sido la participación infantil y cómo habían vivido la Revolución mexicana niños y niñas. Para entonces, Beatriz Alcubierre estaba muy avanzada trabajando en su tesis doctoral –en el mismo programa que yo cursaba– sobre la literatura para niños. Antes que nosotras, quizás tres o cuatro años antes, ya había terminado su investigación otro colega del Colegio de México, Alberto del Castillo Troncoso, que había estudiado las imágenes y las representaciones de la infancia en el siglo XIX mexicano.5 Ellos ya habían abierto un campo del que muchos cuestionaban su relevancia historiográfica. En esos momentos, yo ya estaba en contacto con otra colega, Elena Jackson Albarrán, que, desde Estados Unidos estaba haciendo su tesis doctoral y coincidíamos en la misma periodización. Obviamente todos teníamos que nutrirnos de la profusa historiografía de la familia y de la educación que ya existía en México, pero, en la mayor parte de esos estudios, la infancia era tangencial, nunca el centro de la investigación. Lo que tuve muy claro es que no quería hacer historia de la familia ni de la educación. Es una discusión interesante, porque se piensa como un lugar en el que deben estar las infancias, cuando en realidad no es sino hasta mediados del siglo XX que se da la masificación de la educación en México. La mayor parte de los niños no estaban en la escuela, entonces había que ir construyendo qué era la historia de la infancia, porque la historia de la educación no era un campo del cual yo podía asirme.

Cuando hice el doctorado, hubo muchos trabajos latinoamericanos que revisé, y que para mí fueron muy importantes: el libro de Eduardo Ciafardo sobre el trabajo infantil en Buenos Aires,6 los estudios de Esmeralda de Moura sobre trabajadores infantiles en Brasil,7 o los de Jorge Rojas Flores sobre los niños cristaleros, que me ayudaron a entender la participación de los niños en los sindicatos.8 Por el lado mexicano había historiografía del mundo del trabajo: Sonia Pérez Toledo y Carlos Illades tenían avances sobre el artesanado en el siglo XIX.

Por muchos años, me nutrí de historiografía anglófona. En Inglaterra, había toda una corriente que provenía de la historia social marxista, que había trabajado el papel de los niños en el proceso de industrialización. En Estados Unidos, se había estudiado también el trabajo infantil decimonónico. Había autores clave para entender el tema de las infancias, Steven Mintz, Hugh Cunningham, Peter Stearns y, luego, sobre el consumo aparecieron los textos de Daniel Cook.

¿Cómo definirías tu lugar teórico en este discurso histórico?

Creo que lo que he escrito a lo largo de todos estos años tiene que ver con reconocer a niños y niñas como actores sociales y políticos en la historia, ya sea analizando sus voces o también sus silenciamientos. Trato de reconstruir sus miradas hacia el mundo, pensándolos también como sujetos relacionales, criticando la tendencia a pensar la infancia como una esfera separada del contexto social. Las infancias, como señaló Steven Mintz, solo pueden entenderse en la dinámica de cómo son afectadas por las relaciones sociales y cómo afectan a esas relaciones. A partir de esos criterios, he pensado los temas que investigo, tratando de partir de una postura ético-política en la que defendamos su derecho a participar, a ser informados, a que se escuchen sus voces y su participación en la historia. No sé si aporto algo teóricamente, pero esto es lo que está detrás de lo que escribo.

¿Cuáles crees que son los aportes de la historia de la infancia en la historiografía en general?

Hacer historia de las infancias, de niños y niñas que están en una comunidad sin vincular sus experiencias o sus representaciones con procesos más amplios carece de sentido, además de que así no se articula la vida social. Aislamos los temas, como un criterio metodológico para estudiarlos, pero sabemos que esa periodización que hacemos es una invención, porque la sociedad en su conjunto no se mueve dentro de determinadas marcas temporales que usamos para estudiar ciertos temas, ni que los grupos se mueven en esferas impenetrables. La historia de la infancia permite, como dice Steven Mintz, dar una mirada más amplia a determinados procesos.9 Podemos pensar la Revolución mexicana como un proceso de batallas llevadas a cabo por diversos grupos en México con un determinado fin, que es terminar con la dictadura de Porfirio Díaz e instalar un proceso de renovación en términos sociales –reparto de tierras, reforma agraria, etc.–, pero ahí están los niños en los campos de batalla, son los niños que sufren, son los niños que quedan huérfanos. Se calcula, aunque no hay cifras específicas, que un millón de niños pudieron haber muerto en la Revolución y otro tanto quedaron huérfanos y todo esto permite hacer a un macroproceso nuevas preguntas: ¿cómo participan los niños en los procesos armados?, ¿cuáles son sus funciones?, ¿cómo se les asignan diversos usos a los cuerpos infantiles en esos contextos? La historia de la infancia permite revisar ciertos éxitos y fracasos de ciertas políticas. A lo largo de la historia de México, la situación de las infancias va mostrando las dificultades de las políticas que se van articulando en torno a familia e infancia, para poder ejecutarse y mejorar las condiciones de vida. En mi último, libro hablo de la gran exclusión de la infancia del espacio público y de cómo las políticas preocupadas por proteger a la infancia terminan siendo un fracaso. Si no observamos el tema de la violencia preguntando sobre cómo opera sobre las infancias, no lo comprendemos en su forma más amplia. La historia de la infancia permite ver lo que las sociedades hacen, permiten o prohíben y da cuenta del papel de diversos individuos y grupos en las formas de controlar, representar o educar a las infancias. Además, la historia de la infancia permite pensar en la movilización de varias intersecciones en los individuos y grupos etarios; da cuenta de cómo la edad opera como una categoría discriminatoria, es decir, si ser indígena, ser afro o ser pobre en México decanta en una serie de violencias clasistas y racistas, agregarle el ser mujer y niña ocasiona una gran marginación. Todo eso va configurando las políticas hacia la infancia. La forma en que tratamos a niños y niñas tiene que ver con posturas políticas que operan sobre esa suerte de ciudadano en ciernes. Hay múltiples estrategias desde el mundo del mercado de apelar a ciudadanías infantiles a partir del consumo y potenciar el protagonismo infantil en el mundo del marketing. Hay también una gran inclinación a separar a los niños de la política y generar ciudadanías despolitizadas. Podemos pensar incluso en cómo se articula la historia de la infancia con la de la sexualidad y cómo estos dos temas se vinculan con los proyectos capitalistas. En fin, la historia de la infancia abre ventanas para entender a la totalidad de la sociedad, ventanas que abren también las historias de otros grupos tradicionalmente marginados.

¿Qué métodos utilizas para visibilizar la «voz infantil» en tus investigaciones?

Encontrar las voces infantiles en la historia no es tarea fácil. La dificultad no debería ser excusa, pero es cierto que puede ser una enorme limitante. En algún momento, escribí algo sobre cómo dar casa a las voces infantiles y apelé a la necesidad de crear archivos con las voces que desde diversas disciplinas se hacen estudios de infancia.10 El problema que tenemos es que aquellos que hicieron archivo desdeñaron las voces infantiles, de tal modo, muchas veces debemos conformarnos con lo que los archivistas consideraron importante. En gran parte, por eso predominó cierta historiografía, porque estaba atada a lo que los archivos habían resguardado, al sentido de «lo histórico» que prevaleció en esos guardianes de la memoria. En ese criterio de lo que era historia y lo que no era, las voces infantiles no entraron a consideración. Entonces, ¿cómo hacer historia de esas opiniones de niños y niñas? ¿Cómo reconstruir lo que pensaban, sus lenguajes y bromas? Por un lado, hay que tener una enorme sensibilidad, tener la pregunta, aceptar las mediaciones, no ser puristas. Los diarios infantiles son la joya de la corona, porque ahí encontramos las palabras infantiles más puras y prístinas, al igual que en las cartas, pero incluso en este tipo de documentos, también hay mediaciones, de la familia, de las formas escriturísticas del momento, de los profesores. Debemos aceptar esas mediaciones, reconocerlas e interpretarlas, porque toda voz infantil, como quizá toda voz adulta, se encuentra influida por los medios de comunicación, por las tradiciones locales, por lo que se ha escuchado de otros. Es importante no buscar la pureza de las voces, porque eso no existe. Otra clave importante puede ser ver los actos como discursos, es decir, no tenemos el discurso textual, pero tenemos actos infantiles que hablan de emociones y sentimientos, a veces de formas de pensar, o de resistencias. En algún momento, me encontré en el archivo con muchos niños que quemaban el taller artesanal donde trabajaban, también encontré niñas que se escapaban de las correccionales donde las habían encerrado. Esos son también posicionamientos infantiles. Pero hay que reparar en el contexto, no serían los actos de resistencia que plantea James Scott, ¿eran rebeldías propias de la edad? No estaban organizados. En todo caso, hay que ser cuidadosas para no sobreinterpretar.

En el libro Robachicos, di un viraje. Decidí no estudiar las voces, sino los silencios infantiles, que eran más dramáticos y dolorosos. Cuando tenemos tantas desapariciones en México, una puede preguntarse, ¿qué está pasando en México que desaparecen 14 o 15 niños por día?, ¿cómo hemos llegado aquí?, ¿cómo hacemos la historia de esas voces infantiles desaparecidas?

¿Qué caracteriza la definición de un problema de investigación desde esta perspectiva historiográfica?

Como en cualquier proyecto de investigación, lo importante es el problema. La historia de la infancia parte de una pregunta sobre un sujeto específico, las niñas y los niños. Son ellos el foco del abordaje, el punto de vista desde donde se mira, la ventana para observar cuestiones más amplias. Por muchos años, se consideró que los niños y las niñas eran sujetos del campo de la historia de la educación, pero, por lo menos hasta mediados de los años cincuenta del siglo XX, la mayor parte de ellos no se encontraba en la escuela, ambiente en el que se ha concentrado dicha historiografía. De tal modo, la historia de la infancia se pregunta por diversos procesos y la forma en como fueron experimentados por las infancias o qué significó en determinadas épocas ser niño. La historia de la familia se acercó a las experiencias de infancia, pero estos campos, a pesar de su gran interrelación, tienen preguntas diferenciadas. En todo caso, me parece que la mejor historia de la infancia es la que se escribe haciendo uso de diversos campos epistemológicos, los que plantea la sociología y la antropología, por ejemplo, o de lo que pueden aportar perspectivas como la historia del trabajo, de los medios, las emociones o la literatura. A mayor amplitud de herramientas conceptuales y analíticas, mayor densidad del análisis y de comprensión de cómo fueron las vidas de los niños del pasado.

¿Para vos cuáles son las fuentes más significativas para trabajar en historia de la infancia?

Todas. Para mí la mezcla de muchas fuentes es lo que da más densidad. La premura del mundo académico neoliberal que nos exige textos cortos y acotados impide tomarse el tiempo que una quisiera para encontrar fuentes. Los archivos judiciales son fundamentales, pero no tienen las mismas características en todos los países. Brasil tiene buenos archivos. En Argentina, los trabajos de Carolina Zapiola y Claudia Freidenraij, quienes han trabajado con archivos judiciales, muestran que en relación a los llamados “menores infractores” son muy diferentes a los archivos mexicanos. Hay fuentes que de entrada una no imaginaría que podrían tener tanta riqueza documental. Yo trabajé con los censos de obreros industriales, que son documentos cuyo análisis puede ser muy monótono… una hoja por cada fábrica y por cada taller artesanal de la Ciudad de México… pero relatan cuántos trabajadores, cuántas mujeres, cuántos niños hay, cuánto ganan y sus condiciones. La prensa, por supuesto, es un archivo fantástico para ver prácticas y representaciones, pero también se encuentran temas muy interesantes en las películas, cómics o fotonovelas.

Otras fuentes son las cartas en los periódicos. Hay muchos diarios que son receptivos a las palabras infantiles o, por momentos, generan espacios para que los niños elaboren algún discurso sobre algún tema que les interesa. En el caso mexicano, también se puede encontrar historietas hechas por niños.

Las entrevistas tienen su particularidad. Son memorias de infancia y no necesariamente cuentan el mundo del momento, sino que son construcciones subjetivas del pasado, donde opera la memoria y el olvido, pero permiten acceder a las memorias de la infancia.

Con publicidad también se puede hacer mucho. La publicidad da cuenta de deseos, de construcciones, de imaginarios sobre los niños e incluso de prácticas. Por ejemplo, ves niños que están tomando cerveza en el anuncio publicitario y te das cuenta que ¡tomaban cerveza, en efecto! Cualquier fuente puede ser súper rica, en este sentido.

¿Qué dificultades teóricas y/o metodológicas se encuentran a la hora de escribir sobre la historia de la(s) infancia(s) en México y América Latina?

La gran dificultad metodológica es el tema de las fuentes, es decir, el problema de cómo se han conformado los archivos y las dificultades que han tenido para organizarse. Este es el principal reto .

Hay también dificultades teóricas. Por eso, considero que la historia de la infancia debe ir acompañándose siempre de teoría sobre los problemas que se estudian. Si se estudian diarios infantiles, hay que recurrir a los estudios de la escritura del sí mismo; si se está estudiando el consumo, habrá que acompañarse de teoría del consumo; si estoy estudiando un tema del miedo e infancia, entonces habrá que leer sobre teoría del riesgo o sobre la historia de las emociones. Si se estudian las voces infantiles, se puede hacer uso de los múltiples trabajos que se han hecho desde la sociología de la infancia.

Además de lo teórico y metodológico, está el hecho de cómo convencer al mundo académico que estudiar a los niños y a las niñas es fundamental. Es importante pensar cómo desplazar la atención hacia esos sujetos, que en general se están pensando como futuros ciudadanos, pero poco como sujetos históricos. La Convención sobre los Derechos del Niño en 1989 abrió muchas puertas en ese sentido, en el de darle voz a los niños y las niñas. El Estado tiene una retórica oficial de participación infantil, los niños son escuchados, pero nunca ven materializado lo que han planteado. Hay una dificultad muy profunda en disponerse a la escucha de las infancias en general, ni siquiera en torno a los problemas que les compete a los propios niños y niñas. Esa incomodidad que genera que los niños tengan ideas propias y experiencias que denotan malas o buenas relaciones con los adultos, ha hecho que no se considere importante hacer historia sobre ellos a lo largo de la región latinoamericana. Es interesante observar, en cuanto a dificultades teóricas y metodológicas, hay que tener en cuenta cómo hay proyectos para niños y niñas y analizar cómo responden a esos proyectos. Estas complejidades son las que hay que pensar cuando uno escribe historia de la infancia.

¿Cuáles son los principales desafíos que identificas en la historia de la infancia en América Latina?

Tengo una suerte de sueño «bolivariano», pero no voy a ser la que lo cumpla, porque yo también estoy inmersa en un sistema académico que lo impide. Ese sueño es que en algún momento podamos trascender lo nacional y comenzar a pensar en lo que las infancias compartieron en la región latinoamericana. Tenemos ya un prolífico grupo de historiadoras e historiadores de la infancia en América Latina, pero, aunque ya aparecen cada vez más estudios que buscan trascender las fronteras nacionales, en general priva el estudio de casos nacionales. Sin embargo, cada vez que nos leemos, cada vez que nos escuchamos y conversamos, aparecen pautas repetitivas, hábitos, políticas, acciones, reacciones que nos indican que sí podríamos hablar de infancias latinoamericanas. Hay muchos temas que compartimos, la minorización, la criminalización de la pobreza infantil, la exclusión de la calle, el trabajo infantil, la escolarización masiva, la medicalización de la infancia. Hay muchos proyectos que están atravesando problemas latinoamericanos alrededor de las infancias o formas de ver a niños y niñas, que no hemos logrado articular en una misma investigación que los piense y que logre definir lo que nos une. Estudiamos más las especificidades, la particularidad, pero, en todo caso, esto es lo que genera un sistema académico que rige en América Latina y que en general es global. Hacer una historia de las infancias latinoamericanas necesitaría tiempo, pero se ampliarían las miradas. ¿Sabemos cuántos tornos había en América Latina, como lo ha estudiado Laura Osta en Uruguay?, no sabemos. ¿Qué dimensión daría saber si hay más experiencias de torno en Latinoamérica?

Podemos pensar también cómo cada país va organizando el tema del trabajo infantil, entonces tenemos muchos estudios respecto al trabajo infantil en Argentina, Chile, Brasil, Colombia, pero sabemos poco de cuáles eran las similitudes, cuáles eran las similitudes o las diferencias las diferencias. Cecilia Rustoyburu, por ejemplo, escribió sobre la medicalización de la infancia en la Argentina del siglo XX y Beatriz Alcubierre, en su último libro, explica la utilización del cuerpo infantil en el siglo XVIII, para inocular vacunas y ver cómo funcionan,11 ¿cómo podríamos hacer una historia de larga duración en la que veamos el uso de los cuerpos infantiles en Latinoamérica?

Yo creo que los desafíos son pensar que como latinoamericanos compartimos una serie de gustos, proyectos y problemáticas, pero nos hace falta un proyecto historiográfico colectivo donde caminemos en la misma dirección a pensar un tema específico, por ejemplo, qué pasó con la inmigración o con las infancias afro en América Latina, o con las infancias indígenas, o qué pasó con el servicio doméstico, estas miradas darían luz a procesos repetidos en la región. Sí hay experiencias y se ha trabajado, por ejemplo, estudiando los congresos americanos del niño, Andrea Bezerra, Eduardo Nunes12 y Soledad Rojas,13 entre otros, han avanzado en ese sentido.

Como cofundadora de la REHIAL, ¿qué propósitos persigue esta red de investigadores/as latinoamericanos/as?

La fundamos en 2015. Quienes investigamos historia de la infancia nos encontramos en Argentina y se planteó la necesidad de articular toda la producción historiográfica, que para entonces ya era mucha. Isabella Cosse, en Argentina, en ese entonces, ya tenía un importante grupo de tesistas, como Carolina Zapiola, Claudia Freidenraij, Ludmila Sheinkman, Leandro Stagno.14 También fue importante el grupo de Brasil de Silvia María Favero Arend, muy consolidado y con mucha gente, centrado en el estudio de infancias, derechos humanos, infancia y dictadura. Patricia Castillo y Jorge Rojas en Chile también eran especialistas en el tema en Chile. Y en México, con Beatriz Alcubierre, ya teníamos un seminario de historia de las infancias y las adolescencias que está por cumplir diez años. Nos pareció importante, habiendo tantos puntos en común en nuestras historias, construir un espacio donde crear conocimiento latinoamericano sobre las infancias. Y fue también una reivindicación de Latinoamérica que, si bien en algún sentido es una construcción ideológica, también es una entidad política e histórica. Coincidimos, además, en una mirada ética de las infancias y quisimos unir esfuerzos, generar espacios de confluencias de conocimiento de lo que hacíamos. Pensamos en hacer una página, en tener un boletín donde pudieran circular las novedades sobre las historias de las infancias en América Latina. En estas discusiones se creó la red.

Nos interesó, desde el inicio, que la red fuera un grupo de académicas y académicos que no tuvieran jerarquías, no queríamos una organización donde hubiera que pagar cuotas, o que tuviera un presidente o vicepresidente. Desde el inicio, se organizó una mesa directiva rotativa integrada por cinco miembros. Ahora estamos en un proceso donde ingresan más personas y seguramente esto dará mucho movimiento a la red. El actual comité está realizando un importante trabajo desde las redes sociales, con mucho empuje. Nos reunimos cada dos o tres años, estamos en contacto, nos enteramos qué estamos produciendo y hay mucho intercambio. Yo creo que ha sido lograda la meta inicial y estamos contentas.

Bibliografía

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Ciafardo, Eduardo. Los niños en la ciudad de Buenos Aires (1890-1910). Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1992.

Mintz, Steven. «Reflections on Age as a Category of Historical Analysis». The Journal of the History of Childhood and Youth, vol. 1, n. 1 (2008).

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Moura, Esmeralda. «Infancia operaria e acidente do trabalho em Sao Paulo». En: del Priore, Mary, Historia da Crianca No Brasil. San Pablo: Contexto, 1991.

Netto Nunes, Eduardo. «A infância como portadora do futuro: América Latina, 1916-1948». tesis presentada al Programa de Posgrado en Historia Social del Departamento de Historia, de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo, para la obtención del título de Doctor en Historia, San Pablo, 2011.

Rojas, Soledad. «La protección de la infancia en América: una problematización histórica del presente. El caso del Instituto Interamericano del Niño, la Niña y Adolescentes (1916-1989)». Tesis presentada con el fin de cumplimentar los requisitos finales para la obtención del título de Doctor en Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2017.

Rojas, Jorge. Los niños cristaleros: trabajo infantil en la industria, Chile (1880-1950). Santiago: DIBAM, 1996.

Sosenski, Susana. «El trabajo infantil en la Ciudad de México (1920-1934)». Tesis en conformidad con los requisitos establecidos para optar por el grado de Doctor en Historia. México, D. F., 2008.

Sosenski, Susana. «Dar casa a las voces infantiles, reflexiones desde la historia». Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, vol. 14, n. 1 (2016): 43-52. https://doi.org/10.11600/1692715x.1411250315


Fecha de recepción: 08/02/2023

* Uruguaya. Doctora en Educación por la Universidad de la República (Udelar), Montevideo, Uruguay. Magíster en Historia, opción Cultura y Sociedad, por la Universidad de Montevideo (UM), Montevideo, Uruguay. Investigadora e integrante de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Montevideo, Uruguay. Docente e investigadora en el Consejo de Formación en Educación, Montevideo, Uruguay. Investigadora nivel inicial del SNI (Sistema Nacional de Investigación de la ANII), Montevideo, Uruguay.

ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3970-8033 Correo electrónico: silvanaespiga2@gmail.com

** Uruguaya. Doctora en Historia Cultural de Género por la Universidade Federal de Santa Catarina (UFSC), Santa Catarina, Brasil. Investigadora nivel I del SNI (Sistema Nacional de Investigación de la ANII), Montevideo, Uruguay. Coordinadora del Programa Infancias y Adolescencia de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), Montevideo, Uruguay. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6683-5604 Correo electrónico: lauosta@gmail.com

*** Uruguayo. Magíster en Historia, opción Cultura y Sociedad, por la Universidad de Montevideo (UM), Montevideo, Uruguay. Licenciado en Historia por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación por la Universidad de la República (Udelar), Montevideo, Uruguay. Investigador independiente.

Orcid: https://orcid.org/0000-0002-6683-5604 Correo electrónico: falvarezconstantin@gmail.com


1 Datos extraídos de su perfil de la red Acta Académica.

2 Alude a su obra principal: Niños y adolescentes en abandono moral. Ciudad de México (1864-1926) (México: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2014).

3 Tesis publicada en el 2014, que se tituló: «El trabajo infantil en la ciudad de México, 1920-1934». La directora del trabajo fue Clara E. Lida. Disponible en https://repositorio.colmex.mx/concern/theses/gt54kn444?locale=es

4 Refiere al libro: Los niños villistas; una mirada a la historia de la infancia en México (1900-1920) (México, INHERM, 1996).

5 Refiere a la obra: Conceptos, imágenes y representaciones de la niñez en la ciudad de México, 1880-1920 (México: El Colegio de México, Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, 2006).

6 Remite a la obra titulada: Los niños en la ciudad de Buenos Aires (1890-1910) (Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1992).

7 Refiere, fundamentalmente, al trabajo «Infância operária e acidente do trabalho em São Paulo», inserto en el libro História da criança no Brasil que coordinó junto a Mary del Priore, editado en San Pablo, Brasil, por la editorial Contexto, en 1991.

8 Alude a Los niños cristaleros: trabajo infantil en la industria, Chile 1880-1950 (Santiago: DIBAM, 1996).

9 Steven Mintz, «Reflections on Age as a Category of Historical Analysis», The Journal of the History of Childhood and Youth, 1, (2008): 1, https://muse.jhu.edu/article/233321/pdf

10 Susana Sosenski, «Dar casa a las voces infantiles, reflexiones desde la historia», Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, vol. 14, n. 1 (2016): 43-52, https://doi.org/10.11600/1692715x.1411250315

11 Beatriz Alcubierre, Niños de nadie. Usos de la infancia menesterosa en el contexto borbónico (México: Bonilla Artigas Editores, 2018).

12 Eduardo Netto Nunes, «A infância como portadora do futuro: América Latina, 1916-1948», tesis presentada al Programa de Posgrado en Historia Social del Departamento de Historia, de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo, para la obtención del título de Doctor en Historia, San Pablo, 2011.

13 Soledad Rojas, «La protección de la infancia en América: una problematización histórica del presente. El caso del Instituto Interamericano del Niño, la Niña y Adolescentes (1916-1989)», tesis presentada con el fin de cumplimentar los requisitos finales para la obtención del título de Doctor en Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2017.

14 Hoy en día, el grupo continúa vigente, se denomina Grupo de Investigación Histórica Familias e Infancias en la Argentina Contemporánea y está radicado en el Instituto de Investigaciones de Estudios de Género de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Buenos Aires, Argentina.

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