N.º 90
Julio - Diciembre 2024
ISSN: 1012-9790 • e-ISSN: 2215-4744
Licencia: CC BY NC SA 4.0

https://doi.org/10.15359/rh.90.5

Fecha de recepción: 24/04/2024

Fecha de aceptación: 17/09/2024

sección américa latina
portada

La influenza de 1918 en Chiapas (México). Acciones y remedios para enfrentar una enfermedad desconocida

The 1918 influenza in Chiapas (Mexico). Actions and remedies to face an unknown illness

A gripe de 1918 em Chiapas (México). Ações e remédios para enfrentar uma doença desconhecida

Miguel Lisbona Guillén*

Sarelly Martínez Mendoza**

Resumen:

Como sucedió en otras regiones del planeta, el arribo de la influenza a Chiapas (México) mostró el desconocimiento del origen viral de la enfermedad que imposibilitó enfrentar la pandemia con la capacidad requerida. En el caso chiapaneco hay que sumar a tal situación el conflicto político-militar que se vivía en su territorio y la debilidad de las instituciones públicas estatales para coordinar y atender la emergencia sanitaria. En esa coyuntura, las acciones aislacionistas llevadas a cabo, y los remedios utilizados y recomendados muestran la heterogeneidad de explicaciones sobre el origen de la enfermedad en un Chiapas con escasa presencia de médicos. A través de fuentes primarias y secundarias el artículo describe, desde la metodología histórica, algunas de las medidas tomadas para detener la expansión de la influenza y que demuestran la coexistencia de interpretaciones médicas para detener el avance de la enfermedad y atender a los pacientes.

Palabras claves: Chiapas, México; enfermedad; historia; medicamento; política de la salud; sanidad pública.

Abstract:

As happened in other regions of the planet, the arrival of influenza in Chiapas (Mexico) showed the lack of knowledge of the viral origin of the disease that made it impossible to face the pandemic with the required capacity. In the case of Chiapas, we must add to this situation the political-military conflict that was experienced in its territory and the weakness of state public institutions to coordinate and address the health emergency. At this juncture, the isolationist actions carried out, and the remedies used and recommended, show the heterogeneity of explanations about the origin of the disease in a Chiapas with little presence of doctors. Through primary and secondary sources, the article describes, from historical methodology, some of the measures taken to stop the spread of influenza and that demonstrate the coexistence of medical interpretations to stop the progression of the disease and care for patients.

Keywords: Chiapas, Mexico; disease; history; medicine; health policy; public health.

Resumo:

Tal como aconteceu noutras regiões do planeta, a chegada da gripe a Chiapas (México) evidenciou o desconhecimento da origem viral da doença que impossibilitou enfrentar a pandemia com a capacidade necessária. No caso de Chiapas, devemos acrescentar a esta situação o conflito político-militar que se viveu no seu território e a fragilidade das instituições públicas estatais para coordenar e enfrentar a emergência sanitária. Nesta conjuntura, as ações isolacionistas realizadas e os remédios utilizados e recomendados mostram a heterogeneidade das explicações sobre a origem da doença num Chiapas com pouca presença de médicos. Através de fontes primárias e secundárias, o artigo descreve, a partir de metodologia histórica, algumas das medidas tomadas para frear a propagação da gripe e que demonstram a coexistência de interpretações médicas para frear a progressão da doença e o cuidado aos pacientes.

Palavras-chaves: Chiapas, México; doença; história; medicina; política de saúde; saúde pública.

Introducción

La reciente pandemia de COVID-19 ha estimulado la revisión de investigaciones y documentación histórica de otra pandemia, escasamente mencionada en la historiografía sobre Chiapas. Se trata de la influenza de 1918 que, en algunos lugares del planeta, se prolongó hasta el año 1920. La virulencia de esta influenza sorprendió a los gobiernos locales y nacionales y mostró la poca capacidad para enfrentar una emergencia sanitaria que, además, era difícil de atender por el desconocimiento del origen viral de la enfermedad. Esta gripe tuvo como contexto el final de la Primera Guerra Mundial (1914-1918); un hecho que, en las últimas décadas, ha dejado de considerarse determinante para entender los efectos de la enfermedad a nivel mundial.1 En México, tal guerra fue coincidente con los distintos enfrentamientos regionales de la Revolución mexicana, también presentes en Chiapas, a través de grupos armados representantes de lo que Alan Knight denominó «rebeliones serranas», por ser anticentralistas y por mostrar un «robusto “matriotismo” regional».2 Así, la llegada al territorio chiapaneco de un ejército destinado a extender la presencia federal del gobierno de Venustiano Carranza tuvo su contraparte principal en el grupo conocido como mapaches, compuesto por pequeños propietarios y sus peones, quienes defendían la «soberanía chiapaneca» puesta en duda por un «ejército mexicano de ocupación». A este principal grupo opositor hay que añadir los «pinedistas», en un principio, con el propósito de restaurar el régimen anterior a la Revolución mexicana al apoyar a Félix Díaz, aunque, posteriormente, acataron las órdenes de Tiburcio Fernández Ruiz, líder de los mapaches. Igualmente, hay que destacar a los autodenominados zapatistas encabezados por Rafael Cal y Mayor.3 Si bien, con la llegada de la pandemia se vivió un alto al fuego encubierto, tal situación militar no ayudó a la extensión de ciertas medidas para el control de la movilidad de la población, y determinó la falta de datos sobre los efectos, en vidas humanas, de la pandemia en ciertos municipios de la geografía chiapaneca.

A lo anterior se unen las precarias condiciones socioeconómicas de México, que han sido consideradas una posible influencia en el incremento de la mortalidad causada por la enfermedad, como sucedió en otros países.4 Esa difícil coyuntura política y económica, seguramente, ha decantado las temáticas de estudio sobre el periodo y ha convertido en invisible a la influenza en la historiografía sobre el estado del sureste mexicano. En concreto, acerca de Chiapas el primer artículo sobre la temática es de Beatriz Lucía Cano, quien aporta datos sobre lo sucedido en algunos municipios, con un recuento parcial de fallecidos en la entidad.5 Tal circunstancia ha sido subsanada con la aparición de dos recientes trabajos que profundizan en distintos aspectos de lo ocurrido en el estado del sureste mexicano en el periodo de la pandemia.6

En cuanto a la llegada y extensión de la enfermedad en México, existe acuerdo a la hora de señalar que fue la segunda oleada de la pandemia, en el otoño de 1918, la que arribó al territorio nacional.7 Una afectación centrada, según las autoridades políticas chiapanecas y la prensa, en los últimos tres meses de ese año. Afirmaciones refutadas por la información documental, que demuestra su prolongación hasta los primeros meses del año 1919.8 Igualmente, hay consenso para indicar que la pandemia se introdujo en el país por los puertos de Veracruz y Tampico y, a través de los estados norteños en contacto con Estados Unidos.9 Una segunda oleada que, sin embargo, encuentra contrapartes informativas con la posible aparición de dicha influenza en la ciudad de México durante el mes de abril de 1918.10 En el caso de Chiapas, la presencia inicial de la enfermedad en la región costera, donde se ubicaba su línea férrea, ratificaría su expansión gracias a los medios de comunicación conectados con el norte del país. Afirmación que olvida el histórico y geográfico vínculo de Chiapas con Centroamérica. En tal sentido, Richard N. Adams ya señaló la llegada de la influenza a El Salvador durante el mes de agosto de 1918,11 y lo mismo se afirma respecto a la ciudad de Guatemala en el mes de septiembre del mismo año.12 Sin contar con las certezas que decanten alguna hipótesis sobre la procedencia del virus que afectó a Chiapas, resulta innegable que fueron los municipios con estaciones ferroviarias los inicialmente afectados, como se ha considerado en otros países de la región.13

En los municipios costeros se realizaron, con poco éxito, las primeras intervenciones para detener la expansión de los contagios y la pérdida de vidas humanas. Hay que tomar en cuenta que cuando se desarrolló la enfermedad, correspondía a las autoridades municipales la atención de las emergencias médicas.14 Esa responsabilidad no implicó tener la capacidad logística y los recursos sanitarios necesarios, por lo que se recurrió a las instancias estatales y federales en busca de auxilio, como se evidencia en las fuentes históricas oficiales, las usadas en este estudio y complementadas con las informaciones procedentes de la prensa y de la Iglesia católica. Gracias a esas fuentes, este texto ofrece información sobre ciertas acciones llevadas a cabo para detener la expansión y los efectos de la influenza en el territorio chiapaneco. Medidas coincidentes con las utilizadas para controlar la movilidad de la población, como ocurrió en otras epidemias propiciadas por enfermedades infecciosas. Al mismo tiempo, se recurrió a lo que Laura Spinney denominó «polipragmatismo o polifarmacia» para recalcar el uso de los recursos farmacológicos existentes, y no necesariamente eficientes ante la influenza.15

La deficiente estructura sanitaria de Chiapas coincidió con la escasa presencia de galenos en su territorio, además de estar concentrados en las ciudades. Ellos fueron requeridos por las autoridades locales y estatales para conformar consejos de sanidad provisionales y dictar medidas frente a la influenza, situación que permite tener un panorama de la coexistencia de interpretaciones sobre las causas que provocaron la enfermedad.16 De esta manera, la posición de los médicos agrupó referencias indirectas a la teoría de los miasmas, y otras más cercanas a la reciente bacteriología, pasando por aquellas propias del higienismo del siglo XIX. Por lo anterior, para mitigar los efectos del desconocido virus se entrecruzaron soluciones procedentes de conocimientos más actualizados, y otras discutidas desde la ciencia médica. En tal sentido, además de describir medidas y tratamientos utilizados en Chiapas para combatir la enfermedad, el objetivo de este artículo es mostrar dos aspectos destacados en dicho periodo; el primero, es la relevancia que el dispar conocimiento médico empezaba a tener en la administración política del estado para «mejorar el “cuerpo social”» y,17 el segundo, es destacar cómo las propuestas para enfrentar la enfermedad procedían de diversas teorías médicas que convivían en el periodo, una realidad que cuestiona la visión evolucionista de las ideas médicas.

El impacto en vidas y el desconocimiento del origen viral de la enfermedad

Las epidemias han recorrido los distintos continentes,18 pero su expansión de forma mundial ocurrió, según el historiador Emmanuel Le Roy Ladurie,19 a partir del siglo XIV con lo que denominó «unificación microbiana». Entre sus ejemplos tomó la obra de Woodrow Borah y Sherburne F. Cook sobre lo ocurrido en el México que recibió el embate de los conquistadores castellanos.20 Desde esa lógica, los actuales territorios ocupados por el Estado mexicano, como otros de América, fueron afectados por enfermedades introducidas por los europeos.21 Certeza discutida por otros autores que señalan el deterioro, a causa de otras dolencias, de las poblaciones originarias antes de la irrupción de los colonizadores.22

Esta mundialización de las enfermedades es ejemplificada a la perfección por la influenza de 1918. Su impacto llevó a múltiples interpretaciones sobre su origen y la ubicación geográfica del paciente cero,23 aunque durante décadas se situó a una base militar de los Estados Unidos como el lugar donde se produjo el primer brote de la enfermedad.24 Con respecto a esta pandemia, David Patterson y Gerald Pyle abrieron caminos para profundizar en su estudio epidemiológico, al mismo tiempo que establecieron posibles rutas para la extensión de la enfermedad y sus repercusiones demográficas.25 De esta manera, la investigación sobre la influenza más mortífera vivida durante el siglo XX se ha incrementado notablemente, ya sea desde los estudios epidemiológicos hasta los propios de las disciplinas sociales.26 A pesar de ello, uno de los aspectos más problemáticos ha sido conocer el número de fallecidos a consecuencia de esta enfermedad. Las investigaciones históricas y demográficas al respecto, divergen en el número de defunciones; si el científico estadounidense Edwin O. Jordan, tras la pandemia, ya habló de más de 21 millones de fallecidos,27 en los últimos años existe un cierto consenso para estimar que fueron alrededor de 50 millones los muertos en el nivel mundial.28 Para el caso mexicano la estimación más extendida da una cifra de 300 mil,29 aunque existen opiniones que elevan el número a 463 20030 o al medio millón.31 Lo que resulta evidente es que la población del estado de Chiapas, al igual que la del país, mermó en el censo de 1921, con respecto al de 1910.32 Un acercamiento a los fallecidos en Chiapas, a pesar de la ausencia de datos sobre muchos municipios del estado, muestra la disminución de 17 099 habitantes entre ambos censos. En tal sentido, según las cifras oficiales existentes los fallecidos por influenza serían 14 600, un 3.33 % de la población censada en 1910. Al respecto, si se toman en cuenta los municipios donde no existe información se puede conjeturar que el número de muertos ascendería a los 17 790, aumentando el porcentaje al 4.05 % de los habitantes censados en 1910.33

Por otra parte, la doctrina bacteriológica, gracias a las investigaciones efectuadas por Louis Pasteur y Robert Koch,34 resultó fundamental para explicar científicamente las causas de la influenza de 1918, en el momento de producirse la pandemia. Sin embargo, tales avances científicos no tenían, todavía, la capacidad de explicar el real origen de la gripe. A pesar de ello, estos descubrimientos médicos resaltaron la vinculación de los gérmenes con las enfermedades, y llevaron a afirmar que la causa de la influenza debía encontrarse en el bacilo de Pfeiffer.35 Esta respuesta no significó que en todos los territorios del planeta dejaran de utilizarse interpretaciones anteriores a la bacteriología, por el contrario, un aspecto muy visible, como ocurrió en Chiapas, fue la existencia de explicaciones y acciones fundamentadas en teorías que convivieron en el siglo XIX y principios del siglo XX.36

Precaria organización sanitaria en Chiapas

Como ocurrió durante el mandato de Porfirio Díaz (1876-1911), el presidente mexicano depuesto por la Revolución mexicana, las políticas públicas respecto a la sanidad preocuparon tras la proclamación de la nueva Constitución mexicana de 1917. Preocupación por el papel que el saber médico y sus avances científicos representarían para el proyecto modernizador de México. Desde esta lógica, la salud pública era primordial para enfrentar epidemias, por ello en el Congreso Constituyente de Querétaro (1916-1917), del cual era diputado el director del Consejo Superior de Salubridad, José María Rodríguez, se tomó en cuenta la sanidad. El propio general Rodríguez se quejó del «estado lastimoso de vivir» en México y, junto a la propuesta de regeneración racial del mexicano, consideró necesario instaurar una «dictadura sanitaria», aquella propia de «los pueblos civilizados».37 Tal interés se reflejó en el artículo 73 de la nueva constitución que incluyó al Consejo Superior de Salubridad y al Departamento de Salubridad, este último, encargado de enfrentar las epidemias del país.38 Lo anterior privilegiaba una visión centralista, a pesar de que las atribuciones en esa materia pertenecían a los diversos estados de la federación mexicana.

Las Casas de Caridad, sitas en las pocas ciudades del estado de Chiapas, fueron los antecedentes de los hospitales para la atención médica y epidémica, aunque su concepción era más propia de la beneficencia.39 Por ejemplo, en el umbral del siglo XX se inauguró en la capital chiapaneca, Tuxtla Gutiérrez, el Hospital General. Su edificación contó con la participación de élites económicas urbanas que ya colaboraban, a través de una Junta Privada de Beneficencia,40 en la casa de Caridad capitalina, dada la escasa inversión pública en materia sanitaria.41 El ejemplo anterior fue seguido por otras localidades que intentaron construir instituciones similares, al mismo tiempo que se habilitaron espacios públicos para cumplir con la función hospitalaria y de aislamiento de los enfermos en caso de epidemias.42

No se cuenta con información documental de lo sucedido durante la pandemia de influenza en los hospitales y casas de la caridad; sin embargo, la creación de juntas sanitarias y de socorro en distintos municipios del estado remite a la emergencia sanitaria que se vivió en el territorio chiapaneco. Juntas compuestas por élites locales y médicos, aunque estos últimos solo vivían en las principales ciudades, como lo eran Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de Las Casas, Tapachula y Comitán. Las acciones de estas emergentes organizaciones civiles fueron más propias de la caridad histórica o se preocuparon por el higienismo al atender, principalmente, a la población catalogada como pobre. En tal sentido, administraron los recursos económicos, públicos y privados, destinados a la adquisición de medicinas y alimentos para los sectores sociales más desfavorecidos de Chiapas.43

Las múltiples causas de la enfermedad y las primeras medidas para detener la influenza

La preocupación por la salud pública no estuvo en consonancia con el funcionamiento de las instituciones encargadas de ello, por mucho que, desde 1913, operaba una Inspección General que debía concentrar la información sobre la llegada de enfermedades al estado.44 Esa circunstancia se observó con la creación, por parte del Gobierno estatal, de un Consejo de Sanidad provisional un mes después de la aparición de la influenza en Chiapas. Para su composición el gobernador nombró a varios médicos de la capital chiapaneca.45 Uno de ellos fue el doctor Ponciano Burguete, quien se anunciaba en la prensa local como médico cirujano y con dilatada experiencia como funcionario en el centro del país.46 El mismo galeno efectuó un estudio antes del arribo de la pandemia, junto a su colega Ignacio Ramírez, sobre la situación del río Sabinal en Tuxtla Gutiérrez. En el informe resultante se remarcó que las «pésimas condiciones higiénicas» de la «región vecina al río» eran producto de «gases», aquellos «que no son otra cosa que efluvios pantanosos, [que] se esparcen y saturan el ambiente». Un informe que hacía hincapié, por lo tanto, en las emanaciones fétidas como causantes de las enfermedades, en consonancia con la teoría de los miasmas.47 Tal afirmación señala la visión que dicho médico tuvo dentro del mencionado Consejo de Sanidad provisional, creado para aconsejar a las autoridades estatales sobre cómo atender y frenar la influenza en Chiapas.

La contraparte a los conocimientos expuestos por el doctor Ponciano Burguete fue la expuesta por el doctor Gómez Azcárate, consultado sobre la naturaleza de la enfermedad y los remedios para enfrentarla.48 El galeno refirió el origen bacteriano de la influenza al referirse al bacilo de Pfiffer, al mismo tiempo que reconoció que «los gérmenes infecciosos son continuamente arrojados por los enfermos en sus esputos, en las gotitas de saliva». Desde esta lógica, el contagio entre individuos se producía a través de la transmisión ambiental, dado que los gérmenes, según su explicación, se encontraban «en suspensión en el aire atmosférico». La preocupación por dicha transmisión ambiental se unía a otra de carácter higienista para incidir en:

[…] las condiciones higiénicas de cada Ciudad o Villa, tales como estado de sus drenajes, de sus rastros, mercados, cementerios, lugares de reunión, potabilidad de sus aguas, aseo público y privado, etc., ejercen una influencia poderosísima sobre los caracteres de la enfermedad.49

Es decir, junto a las «variaciones bruscas de la temperatura ambiente», existe la «circulación de fragmentos orgánicos o minerales —basuras, polvos, humos— en el aire atmosférico». Explicaciones que incidían en la relevancia de la posible difusión ambiental de los gérmenes, aunque, también, aparecen menciones a los cementerios, al estado de los drenajes o a los humos y basuras en la atmósfera, que todavía respondían a pasadas teorías médicas.50 Por lo observable, la explicación sobre las causas de la influenza no respondía a una sola perspectiva médica y ello, por supuesto, incidió en las acciones tomadas para detener su propagación.

Como fue común en epidemias precedentes, el precepto más usual para intentar frenar el contagio fue establecer cordones sanitarios en la única ruta férrea existente y en los caminos terrestres comerciales más transitados de Chiapas.51 La presencia del ferrocarril, considerado el introductor de la enfermedad, acaparó la preocupación inicial de esa pandemia. El temor de que los pueblos de la línea panamericana del ferrocarril fueran contagiados llevó a pensar en la recurrente «cuarentena»;52 método que, desde el México independiente, se observó como una «necesidad de contener y defender el territorio y a su población de la diseminación de las enfermedades epidémicas».53

Por tales motivos, es comprensible que el mismo gobernador, Pablo Villanueva, asumiera esas medidas, a través de un cordón sanitario en la «vía Panamericano» del ferrocarril.54 De hecho, a principios de noviembre, el «Jefe del Servicio Sanitario» en la capital del país comunicó al gobernador que canceló el tránsito terrestre desde Arriaga a la capital de Chiapas de «personas atacadas de dicha enfermedad».55 Las órdenes para controlar la movilidad se extendieron por todos los municipios de la vía férrea,56 aunque, hasta mediados del mes de octubre, la prensa de la capital estatal informaba del arribo de viajeros procedentes de distintos municipios costeros de Chiapas.57 Acciones para impedir la movilidad que, por conocidas, se tomaron de manera tardía y descoordinada. Ejemplo nítido de ello lo expuso el delegado estatal en la región costera, Trinidad Marín,58 quien, hasta el mes de noviembre, le pidió al presidente municipal de Huixtla la instalación de un cordón sanitario en la estación del ferrocarril, además de manifestar su preocupación respecto a la posible infección por la enfermedad en la escolta militar del tren.59 La ineficacia de los cordones sanitarios o la permisividad en la movilidad de personas provocaron protestas en municipios cercanos a la capital chiapaneca, localidades que eran un paso terrestre obligado de los pasajeros del tren costero para llegar a Tuxtla Gutiérrez.60

Los cordones sanitarios trascendieron la línea del ferrocarril panamericano y los accesos a la capital chiapaneca para instalarse en diversos territorios estatales de intenso comercio nacional e internacional.61 Aunque no se cuente con excesiva información de cómo se organizaron o funcionaron tales cordones,62 si se apremió su instalación en puntos estratégicos de la geografía chiapaneca.63 Igualmente, existe certeza de los conflictos que ocasionaron entre población civil y ciertas autoridades, principalmente las militares sitas en municipios chiapanecos, como se ejemplificó con nitidez en Amatán64 y Pichucalco,65 localidades fronterizas con el estado de Tabasco.

Como ocurrió en otros lugares de México, las primeras medidas tomadas en la costa chiapaneca, posteriormente extendidas a todo el estado, se dirigieron a impedir la movilidad de la población y el cierre de lugares públicos, como había sido común en otras epidemias históricas y que privilegiaba la evitación del contagio, entre seres humanos e, incluso, a través de la transmisión atmosférica. Medidas, en algunos casos, contestadas por la población, como ocurrió en Tapachula, donde un grupo de católicas protestó por el cierre del templo local.66

Las mencionadas medidas estuvieron acompañadas de otras de carácter higiénico como las del aseo de edificios públicos y casas de habitación. Disposiciones adicionales fueron la revisión diaria de hoteles y cuarteles con el fin de detectar casos de enfermedad; una preocupación observada claramente en Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas.67 En la misma ciudad, el presidente municipal pidió que todos los cuarteles fueran «blanqueados y aseados».68 Es decir, conforme los munícipes informaban sobre la expansión de la influenza en su localidad, el Gobierno estatal respondía con instrucciones encaminadas a que se tomaran las «medidas higiénicas más indispensables». Órdenes para encalar las casas, tanto por dentro como por fuera, y para desinfectar los edificios públicos: «cuarteles, cárceles, etc.».69 La convicción de que la higiene era primordial para frenar la enfermedad y evitar su extensión se demostraba, a pesar de lo menguado de las arcas estatales,70 con la abundante compra de «desinfectantes».71

La costa chiapaneca, como la primera región afectada, fue el incipiente laboratorio para probar acciones. La opinión de médicos, como la del doctor Manuel Burguete de Tapachula, hizo que se considerara urgente regar con «petróleo crudo ciudad y quemar abundante azufre».72 De hecho, el Gobierno estatal también pidió al «Ministro de Gobernación» federal, entre otras cosas, petróleo para la desinfección.73 Medidas higienistas que, además de desinfectar, debían impedir la transmisión de la enfermedad.

Así, el gobernador constitucionalista de Chiapas, Pablo Villanueva, no dejó de mostrar su inquietud por lo que ocurriría en el estado, a consecuencia de la influenza, si no se tomaban las medidas higiénicas pertinentes.74 Las referencias al necesario aseo y desinfección de edificios y lugares públicos fueron repetidas en los últimos tres meses de 1918.75 Otras acciones fueron encabezadas por el propio gobernador Pablo Villanueva, quien informó al ministro de comunicaciones federal, que su gobierno tomó medidas para desinfectar la correspondencia que procedía de la costa de Chiapas.76 Una disposición contestada desde el gobierno nacional por considerarla ilegal, al comportar la violación del correo. Del mismo modo, tal acción se creía ineficiente, puesto que la fumigación de cartas y paquetes no evitaba la expansión de la enfermedad.77 Este desacuerdo entre los gobiernos estatal y federal iba más allá de una cuestión legal para mostrar la confusión sobre la transmisión de la enfermedad en las instancias públicas encargadas de enfrentarla. Lo cierto es que, el gobernador estatal contradijo lo aconsejado desde la federación y, amparado en las medidas propuestas por los médicos que encabezaban la salubridad pública en la capital estatal,78 giró las instrucciones para que la correspondencia fuera distribuida una vez abierta.79 Cabe señalar que uno de esos médicos, Ponciano Burguete, afirmó a la prensa capitalina que no existía peligro de expansión de la influenza en Tuxtla Gutiérrez y que para su prevención había que conservar la «higiene, la limpieza y el ordenamiento necesario en las cosas y en los individuos».80 Una respuesta que, junto a la señalada sujeción a pasadas teorías médicas, mostraba ese «engañarse a sí mismos» del que habló Jean Delumeau para no aumentar el temor al contagio y muerte de la población.81

Remedios y fármacos: impredecibles y múltiples soluciones

El mencionado desconocimiento del origen viral de la influenza en el periodo imposibilitaba contar con medicinas y vacunas que paliaran los efectos de esta enfermedad, aunque las vacunas contra enfermedades como la viruela ya eran obligatorias desde que lo decretó, en 1914, el gobernador Bernardo A. Z. Palafox.82 Ante esa realidad, los pocos médicos existentes en Chiapas abrazaron la mencionada polifarmacia;83 es decir, recurrir a los componentes farmacéuticos conocidos para tratar la gripe u otras enfermedades. Además, la ciudadanía, más allá de los especialistas médicos o funcionarios públicos, usó remedios caseros o espirituales, como lo habían hecho en otros momentos históricos. En relación con lo anterior, no hay que olvidar que estudios pioneros ya anticiparon que la enfermedad no se circunscribe a la objetivación médica del cuerpo, dado que ella también forma parte de la construcción social. Por consiguiente, es obvia la relación entre la percepción social y la construcción simbólica de la enfermedad.84 Para el caso de Chiapas, con indiscutibles manifestaciones religiosas populares, alejadas o cercanas en ese momento a la Iglesia católica oficial, no es extraño que se vincularan los males propios de las enfermedades con faltas sociales y morales o con la posible intervención de algún factor externo. Así, es comprensible que el origen de la influenza pudiera atribuirse a actos propios de la brujería, como se desprende de la información de una posible matanza ocurrida en los Altos de Chiapas, descrita con el lenguaje propio de la dicotomía entre civilización y barbarie:

En el pueblo de Oxchuc de la Jurisdicción del Departamento de Chilón, fronterizo con el de Las Casas, se ha desarrollado entre los indios el más feroz y salvaje instinto de matanza. Estos bárbaros que creen que la peste es resultado de la brujería de sus congéneres, se reúnen en diabólicos consiliábulos [sic] y resuelven la matanza de familias enteras, hombres, mujeres y niños y las han llevado a efecto con todo el lujo de crueldad, siendo ya incalculable el número de las víctimas sacrificadas en medio de los bosques […].85

Información aislada, pero que podría ser referente para la relación entre investigaciones históricas y antropológicas para establecer comparaciones, incluso, con lo sucedido en localidades indígenas durante la pandemia del COVID-19. Lo mismo puede decirse con respecto al papel de la Iglesia católica, que no fue ajena a observar los males propiciados por la pandemia como castigos divinos, debidos a los pecados e inmoralidades cometidos por la población chiapaneca.86

Apuntado lo anterior, y pese a los vacíos documentales, se puede afirmar que durante la pandemia de influenza se usaron tratamientos y remedios caseros empleados en previas epidemias de gripe en Chiapas.87 Ejemplo de tales remedios fueron expuestos de manera oral, muchos años después, por un habitante de Coapilla en la región zoque chiapaneca:

En cada casa había matas de té limón y para curarse la gripa le echaban [sic] aguardiente y con eso se la quitaban; pero cuando vino esa fiebre comenzaron a cocer el té de limón con trago y no se curaron, sino que comenzaron a morir. Caía uno en una casa, y luego toda la familia caía, y por eso muchas casas quedaron cerradas. El pueblo quedó vacío.88

Junto a los conocidos tratamientos basados en la herbolaria popular, otros circularon para que estuvieran al «alcance de todas las inteligencias y todas las fortunas», como el propuesto desde las páginas del bisemanario oficialista Chiapas Nuevo:

Póngase en maceración durante 15 días, siempre bajo la acción del sol y el sereno:

¼ litro de aguardiente comiteco ½ kilo de chile blanco, bien picado.

Transcurrido el tiempo citado, se pasa este líquido por un lienzo bien tupido a una botella, en la que se conservará convenientemente cubierta.

Aplicación y dosificación

En los primeros síntomas de la enfermedad, se hace un cocimiento de hierba buena, de cuyo cocimiento se tomarán tres cucharadas soperas, vertiendo en este líquido 7 gotas de la maceración hecha de comiteco y chiles, todo lo cual constituye el medicamento, […].

Es absolutamente preciso por vía de preservativo, el tomar un purgante suave y un vomitivo de igual condición, procurando el menor contacto con la gente, así como desinfectar las habitaciones, con creolina, petróleo, juncia de pino, café en polvo y los demás inciensos conocidos […].89

Otro ejemplo, desde la ciudad de Comitán, se expuso cuando se daba por finalizada la pandemia. El periódico El Obrero agradeció el remedio que Sabino Cancino había circulado en Comitán para enfrentar los efectos de la influenza. Preparado ajeno al transmitido por médicos, ya que Cancino era «Practicante en Medicina», y, por ello, se deducía que fue usado por un mayor número de pobladores de la ciudad chiapaneca.90

A lo anterior le acompañaron sustancias y fármacos recomendados por los médicos y que no siempre fueron accesibles, por su costo y distribución, a toda la población. Por lo que respecta a las sustancias y remedios que aparecen en la geografía mexicana para enfrentar la epidemia, la lista es prolija y muestra semejanzas con el caso chiapaneco:

[…] “huachichili”, “tabardillo”, limón, alcohol, bromoquinina, pastillas de sulfato de Dower, arsénico de estricnina, aceite alcanforado, aspirinas, suero anti-diftérico, sulfato de calcio, azufre, bicloruro de mercurio, cafeína, tintura de yodo, gránulo de sulfato, ergotina de Ivon, pastillas de bromoquinina, resallinaco, gránulos de arsénico, sulfato de magnesio, agua oxigenada, sulfato de morfina, cloruro de quinina y fenol, entre otros más.91

Caótico inventario que reafirma la polifarmacia y que se une al improvisado repertorio de acciones llevadas a cabo para impedir la propagación de la pandemia y que debían ser atendidas por los municipios chiapanecos, aunque no contaran con los recursos logísticos y farmacológicos necesarios para hacerlo. Como resulta lógico por el lugar dónde inició la pandemia en Chiapas, la opinión de los médicos de Tapachula, principal ciudad de la costa chiapaneca, fue la primera tomada en cuenta. Así, el Dr. Manuel Burguete, señaló como urgente la compra de «200 ampolletas suero antineumocóxico».92 De hecho, el gobierno estatal también pidió al ministro de Gobernación, entre otras cosas, «ampolletas antineumocóxicas» para combatir el neumococo; bacteria causante de enfermedades como la neumonía y que fue descubierta a finales del siglo XIX.

Junto a ello solicitó al delegado gubernamental en la costa que hiciera las gestiones necesarias con el presidente municipal de Tapachula para que no se produjeran alzas de precios de las medicinas disponibles.93 Igualmente, el gobernador de Chiapas solicitó al señor Manuel Fuentes que comprara en México «quinientas ampolletas antineumocóxicas» para que sean mandadas a los presidentes municipales de Tapachula y de Arriaga.94 Como el gobierno chiapaneco no fue el único en buscar ese tipo de productos los problemas para conseguirlos o la especulación en los precios se hicieron presentes en la capital del país.95 En virtud de ello, parte de la prensa mexicana conminó al Consejo Superior de Salubridad que incautara las medicinas necesarias.96 Así, la especulación y aumento de precios de los medicamentos, tanto en la República mexicana,97 como en otros lugares del continente,98 resultó una situación común, que quedó reflejada en la prensa local. El bisemanal Chiapas Nuevo argumentó sobre el aumento de las medicinas en ciertas droguerías y su negativa a vender al por mayor.99 En esa misma dirección, apuntó que el Gobierno estatal había intervenido, con órdenes directas a los ayuntamientos, para que «vigilen el despacho en las boticas y no se suba el precio a las drogas, aprovechándose de la ocasión».100 El gobernador estatal, que sabía, que esa situación podía producirse en un estado que tampoco controlaba en su totalidad, pidió apoyo a los expendios de medicinas de Chiapas para colaborar con las autoridades sanitarias y proporcionar los medicamentos requeridos.101

Es comprensible esa solicitud del Gobierno estatal, dado que distintas autoridades municipales demandaron, de forma constante, el auxilio para sus pueblos a través del envío de médicos y fármacos. Peticiones contestadas con la alusión a las carencias gubernamentales de recursos humanos y económicos, o con la vaguedad de que se atenderían «tan pronto sea posible».102 Junto a ello, el gobernador instruyó que los establecimientos donde se vendían sustancias para contrarrestar la enfermedad permanecieran abiertos en horario nocturno.103 Resolución emparejada al control de los precios y distribución de remedios médicos a las personas más necesitadas.104

La creciente credibilidad de los facultativos, en especial desde las instituciones públicas, debió influir para buscar opiniones y consejos sobre los remedios más certeros contra la influenza. Por ello, el Gobierno estatal recurrió, al ya mencionado galeno Gustavo Gómez Azcárate, para saber cómo se podía tratar la influenza. Las primeras acciones son de carácter higiénico, general y en las que se incluyen disposiciones de control de los esfuerzos físicos por parte de los ciudadanos. Junto a los preceptos higiénicos, el médico enumera otras medidas preventivas para ser acatadas por los habitantes de las localidades. Por último, se explaya en los posibles tratamientos, una vez que se manifiesten los síntomas de la influenza. Una muestra de la señalada polifarmacia, aunque, cabe decir, que el propio facultativo era consciente de la ausencia de «un tratamiento específico de la gripa»:

[…] “gayarsina” cuyos principales componentes son el arsénico orgánico y el guayacol. En general los medicamentos más útiles en la terapéutica de la enfermedad son, la quinina, la antipirina o analgesina y la nuez vómica que pueden administrarse y dosificarse en el adulto de constitución media, bajo la fórmula siguiente:

Quinina (clorhidrato o sulfato) – un gramo

Antipirina – un gramo

Extracto de nuez vómica – dos centigramos

Para 10 cápsulas, dando una cada hora y pudiendo sustituir la nuez vómica por 30 centigramos de cafeína, así como la Antipirina por 40 centigramos de criogenina, un gramo de piramidón, o bien, dos gramos de Aspirina. Al empleo de estas cápsulas debe proceder el de un purgante que puede ser salino (30 o 40 gramos de sulfato de magnesia) o (sal inglesa) o de calomel, que es considerado por Freudental como abortivo de la gripa (0.75 a un gramo, con 2 gramos de lactosa para 4 obleas, tomando 1 cada 5 minutos).

Deben además emplearse sistemáticamente, grandes lavados intestinales de agua hervida adicionada de 2 cucharadas de agua oxigenada por litro, empleando, en último caso, para efectuarlos, una solución débil de permanganato de potasio (0.20 por litro).105

Unido a los productos mencionados también agregó otros para mejorar la condición del enfermo. Entre ellos apuntó el dudoso empleo de electrargol y colargol para bajar la temperatura y recomendó la «balneoterapia». Con respecto a la tos recomendó tomar varios productos a la par, como lo eran el acónito, la codeína y la belladona. Y lo mismo sucedió con la alimentación, donde se aconsejó la dieta de «leche o atole», además de tomar agua hervida.106

Cabe decir que la gayarsina se utilizó para enfrentar las infecciones de las vías respiratorias y ayudar a la eliminación de secreciones pulmonares. Por su parte, la quinina se usó para bajar la fiebre. Respecto a la antipirina era un analgésico y antiinflamatorio, esta última cualidad posiblemente también atribuida a la nuez vómica. Por último, solo se mencionará al calomel, que además de ser un producto en tabletas usado para lavados intestinales, también sirvió para tratar distintas enfermedades, como la gripe. En tal sentido, estos remedios remiten al desconocimiento médico de cómo tratar la influenza, y al uso de distintas sustancias que se habían empleado con anterioridad en el tratamiento de dicha enfermedad u otras que se vinculaban con los efectos de la misma, como lo era la afectación neumónica.

De esta manera, pasados dos meses de que la influenza apareciera en Chiapas fue cuando, al menos, según consta en la documentación, el Gobierno estatal giró instrucciones concretas sobre el tipo de remedios que debían aplicarse para prevenir o sanar la enfermedad. Algunos de ellos coincidentes con los expuestos por el doctor Gustavo Gómez. Así, una instrucción del oficial mayor de la Secretaría General de Gobierno, dirigida a distintos presidentes municipales, ofrecía las siguientes soluciones ante la influenza:

Preventivos contra la influenza española, aseo y desinfección de las habitaciones y de personas; tener el estómago al corriente con laxantes, tomar pequeñas cantidades quinina diariamente y jugo de limón en cualquier forma, no desvelarse ni abusar de las comidas.

Medio de combatir la enfermedad: tomar inmediatamente uno o más purgantes, sucesivos lavados intestinales, sudoríficos, abstinencia absoluta de cosas frías, mucho abrigo y temperatura uniforme, dieta rigurosa, tomar té con cognac y emplear la formula siguiente:

Aspirina – 60 centigramos

Analgesina – 1 gramo

Cloruro de quinina – 1 gramo

Cafeína pura – 80 centigramos

Diez capsulas, tomando una cada hora.

Indicaciones para poner en una taza hirviente 20 gotas y el vapor ser aspirado por boca y narices:

Alcohol – 10 gramos

Eucaliptol – 2 gramos

Mentol – 50 centigramos.107

Recomendaciones de difícil divulgación generalizada, si se toma en cuenta que el estado de Chiapas era principalmente rural y con graves obstáculos para la comunicación, al mismo tiempo que buena parte de su población era analfabeta o tenía problemas para comprender el propio idioma castellano.

De cómo comunicar los tratamientos de la enfermedad

Resulta difícil saber la repercusión que tuvieron las recomendaciones del médico Gustavo Gómez y las remitidas por el Gobierno estatal a los municipios. Para el caso mexicano la divulgación de consejos para la población tuvo tres vías principales:

(1) recomendaciones médicas, preventivas y publicidad de medicamentos difundidos en la prensa; (2) manuales médicos impresos en folletos y libros; y (3) publicaciones especializadas, como los Boletines del D[epartamento] [de] S[alubridad] y discusiones en las sesiones de este propio órgano de salud pública.108

La existencia de estos métodos para difundir los remedios no significó que llegaran a toda la población, a la vez que la falta de certezas y claridad para tratar la influenza facilitó una heterogeneidad de respuestas, donde deben incluirse acciones y productos considerados «inútiles y contraproducentes».109 En el caso chiapaneco, la prensa tuvo un papel ambiguo, puesto que, además que restaba trascendencia a la enfermedad, también divulgó posibles remedios para atenderla. Un ejemplo lo ofrece un periódico publicado en Comitán y que enlistó distintos tratamientos, muchos de ellos ya aparecidos en las recomendaciones señaladas con anterioridad.110 Pero, junto a esas instrucciones, que parecen tener un origen oficial, sin mencionarse, la misma prensa citó visiones ancladas en los desactualizados conocimientos de «Blandina». Este naturópata señaló que la enfermedad que se desarrollaba no era influenza, sino «uno de los procesos miasmático-atmosféricos producidos después de los grandes cataclismos mundiales».111

Durante el mes de noviembre distintas publicaciones transmitieron las medidas que debían tomarse para enfrentar la enfermedad, aunque la diferencia entre las disposiciones no deja constancia de si fueron tomadas de manera local o se dictaron desde el Gobierno estatal. Un hecho que podría cotejarse si se hubiera conservado un mayor número de ejemplares de periódicos para dichas fechas. En Comitán, donde se publicaron el 10 de noviembre, se transcribieron las instrucciones recibidas, según se informó, desde Tapachula.112 Difusión de acciones y remedios que también se facilitó, entrado el mes de diciembre, a través del Gobierno federal, en forma de instructivos. De ese modo, se recibieron 20 paquetes que contenían «diez mil ejemplares de instrucciones impresas para combatir la epidemia de “Influenza”». Ejemplares para distribuirse en los municipios chiapanecos,113 aunque su reparto resultara tardío, puesto que inició en enero de 1919. Tales instrucciones federales debían fijarse en los «parajes más públicos» de las localidades,114 como ocurrió en otras regiones del territorio nacional.115

Es difícil, sino imposible, conocer el impacto o seguimiento por parte de la población de todas las recomendaciones oficiales o extraoficiales, en forma de fármacos y remedios, para enfrentar la pandemia, pero, resulta evidente que a dichos consejos se unieron otras propuestas de carácter comercial, como sucedió en otros lugares, para hacer negocio gracias a la expansión y temor a la influenza. Esos fueron los casos de anuncios para vender coñac «Coronación del Rey Alfonso XIII»116 y vino «San Rafael Español»,117 publicitados como «remedio infalible» para combatir la enfermedad o para recuperarse de la misma, respectivamente.

Reflexiones finales

Como ocurrió en otras epidemias precedentes de influenza, la población de Chiapas fue afectada por la pandemia de 1918. Sin embargo, y como se observó en todo el planeta, la virulencia de esta enfermedad y el creciente número de fallecidos en un breve periodo impactó aspectos tan cotidianos como la despedida y las inhumaciones de los fallecidos. Ejemplo de ello fue la falta de personal para recoger los cadáveres y para la creación de cementerios emergentes.118

A estas situaciones que trastocaban la vida de la población se une la dificultad para enfrentar la enfermedad en momentos de conflicto bélico en su territorio, lo que se reflejó en los problemas del gobierno constitucionalista del estado para atender la crisis sanitaria en la compleja orografía chiapaneca. No es singular el caso chiapaneco a la hora de carecer de los auxilios médicos adecuados, pero sí resulta evidente el creciente papel otorgado a los profesionistas de la medicina, a pesar de las carencias de la sanidad pública en Chiapas. Médicos que empezaban a tener una destacada consideración social, como se aprecia en los puestos políticos ocupados.

A pesar de los cambios sanitarios vividos en México desde el periodo porfiriano y con la promulgación de la Constitución de 1917, la sanidad pública no contaba con la capacidad y logística suficientes en territorios con carencias de infraestructura, como ocurría en Chiapas. A ello hay que aunar la falta de médicos, concentrados en las principales ciudades de un estado donde los centros urbanos no crecían, ni atraían, a población como sucedía en otras partes de la República mexicana.119 Esas circunstancias se reflejaron en las acciones llevadas a cabo durante la pandemia y que recurrieron a medidas de carácter aislacionista, como los cordones sanitarios, para evitar los contagios. Medidas sumadas a la intervención higiénica sobre espacios públicos y privados. A ello hay que añadir una variedad de remedios que, lógicamente, respondían al desconocimiento del origen viral de la influenza y que, en especial, trataban las afecciones del aparato respiratorio. Productos naturales y farmacológicos coincidentes con la coexistencia de diversas explicaciones causales sobre el origen de la influenza y la forma de enfrentarla. Más que observar lo vivido en Chiapas durante la pandemia, desde la lógica del atraso, si se aplica el poco factible evolucionismo médico, hay que entenderlo desde dos vertientes. Una es coincidente con la incapacidad planetaria para atender una emergencia médica, por desconocerse el origen viral de la enfermedad, la otra es acorde con la cohabitación de interpretaciones y acciones que se produjeron en distintas regiones del planeta y que, no hay que olvidar, caracterizan el conocimiento científico en materia médica. Lo anterior explica la variedad de medidas tomadas, coincidente con las disímiles profilaxis y tratamientos para enfrentar la enfermedad.

Existen todavía vacíos historiográficos en Chiapas sobre lo sucedido en el momento en que se vivió la pandemia, así como las consecuencias en vidas humanas o en la dinámica sociodemográfica del estado. Y lo mismo cabe decir respecto a la posible influencia de esta enfermedad para transformar las políticas públicas sanitarias, así como, sobre el papel, cada vez más influyente, de los médicos en la sociedad. Un Chiapas que, a pesar del prolongado perfil rural de su población, intentó consolidar, tras la Revolución mexicana, instituciones sanitarias y delimitar el tratamiento de los enfermos al sancionado saber médico.

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  1. 1 Beatriz Echeverri Dávila, «En el centenario de la gripe española: un estado de la cuestión», Revista de Demografía Histórica, vol. 36, núm. 1 (2018): 17-42, https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6653959

  2. 2 Alan Knight, La Revolución Mexicana. Del porfiriato al régimen constitucional (México: Grijalbo, 1996) y «Los municipios, las patrias chicas y la Revolución Mexicana» en Nación y municipio en México, siglos XIX y XX, coordinado por Sergio Miranda (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2012).

  3. 3 Thomas L. Benjamin, El camino a Leviatán. Chiapas y el Estado mexicano, 1891-1947 (México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1990); Antonio García de León, Ejército de ciegos. Testimonios de la guerra chiapaneca entre carrancistas y rebeldes: 1914-1920 (México: Ediciones Toledo, 1991); Jan de Vos, Vienen de lejos los torrentes. Una historia de Chiapas (Tuxtla Gutiérrez, México: CONECULTA, 2010).

  4. 4 Echeverri Dávila, «En el centenario de la gripe española…», 28-31. Véase también C. Murray, A. D. López, B. Chin, D. Feehan y K. Hill. «Estimation of potential global pandemic influenza mortality on the basis of vital registry data from the 1918-20 pandemic: a quantitative analysis», The Lancet, vol. 368, núm. 9554 (2006): 2211-2217, https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(06)69895-4/abstract

  5. 5 Beatriz Lucía Cano Sánchez, «La epidemia de influenza española en el estado de Chiapas», Contemporánea, vol. 8, núm. 16 (julio-diciembre 2021): 97-125, https://revistas.inah.gob.mx/index.php/contemporanea/article/view/18906

  6. 6 Véase Sarelly Martínez y Miguel Lisbona, «Encuadres periodísticos de la pandemia de 1918 en Chiapas», Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, vol. 21, núm. 179 (otoño 2024): 175-196; Miguel Lisbona Guillén, Una pandemia olvidada en Chiapas: la influenza «española» de 1918-1919 (México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2024).

  7. 7 Lourdes Márquez Morfín y América Molina del Villar, «El otoño de 1918: las repercusiones de la pandemia de gripe en la ciudad de México», Desacatos, núm. 32 (febrero 2010): 121-144, https://desacatos.ciesas.edu.mx/index.php/Desacatos/article/view/386

  8. 8 Miguel Lisbona Guillén, «Diagnóstico y remedios frente a la influenza española en Chiapas, 1918-1919: un documento del Dr. Gustavo Gómez Azcárate», Liminar. Estudios Sociales y Humanísticos, vol. 21, núm. 2 (2023): 1-17. https://liminar.cesmeca.mx/index.php/r1/article/view/1033; Sarelly Martínez Mendoza y Miguel Lisbona Guillén, «Encuadres periodísticos de la pandemia de 1918 en Chiapas», Relaciones. Estudios de Historia y Sociedad, 2024.

  9. 9 Lourdes Márquez Morfín, «Efectos demográficos de la pandemia de influenza en 1918-1920 a escala mundial», en El miedo a morir. Endemias, epidemias y pandemias en México: análisis de larga duración, ed. por América Molina del Villar, Lourdes Márquez Morfín y Claudia P. Pardo (México: CIESAS; BUAP; Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2013), 241-274; Beatriz Lucía Cano Sánchez, «La influenza española en México: el caso de los estados fronterizos (1918-1919)», en El miedo a morir. Endemias, epidemias y pandemias en México: análisis de larga duración, ed. por América Molina del Villar, Lourdes Márquez Morfín y Claudia P. Pardo (México: CIESAS; BUAP; Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2013), 275-288.

  10. 10 Miguel Ángel Cuenya, «México ante la pandemia de influenza de 1918: encuentros y desencuentros en torno a una política sanitaria», Astrolabio, núm. 13 (julio-diciembre 2014): 38-65, https://revistas.unc.edu.ar/index.php/astrolabio/article/view/9031

  11. 11 Richard N. Adams, «Estado e indígenas durante la epidemia de influenza de 1918-1919 en Guatemala», Mesoamérica, vol. 18, núm. 34 (1997): 481-558, https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2412876

  12. 12 Ibid., 494.

  13. 13 Ana María Botey Sobrado, «La tardía epidemia de influenza o gripe ‘española’ y sus desenlaces en Costa Rica (1918-1920)», Americanía. Revista de Estudios Latinoamericanos, núm. 6, (julio-diciembre 2017), https://www.upo.es/revistas/index.php/americania/article/view/2356

  14. 14 Claudia Agostoni, «Los infinitamente pequeños: debates y conflictos en torno a la bacteriología (ciudad de México, siglos XIX y XX)», en De normas y transgresiones. Enfermedad y crimen en América Latina (1850-1950), ed. por Claudia Agostoni y Elisa Speckman (México: UNAM, 2005), 167-192; Márquez Morfín y Molina del Villar, «El otoño de 1918…», 121-144.

  15. 15 Laura Spinney, El jinete pálido. La historia de la epidemia de gripe que transformó el mundo (México: Crítica, 2018).

  16. 16 Olivier Faure, «La mirada de los médicos», en Historia del cuerpo. De la Revolución francesa a la Gran Guerra, coord. por A. Corbin, J.-J. Courtine y G. Vigarello, vol. II (Madrid: Taurus, 2005); María Isabel Porras Gallo, Una ciudad en crisis: la epidemia de gripe en 1918-1919 en Madrid (Tesis de Doctorado en Ciencias Sociosanitarias, Universidad Complutense de Madrid, 1994); Sandra Caponi, «La generación espontánea y la preocupación higienista por la diseminación de los gérmenes». História, Ciências, Saúde — Manguinhos, vol. 9, núm. 3 (2002): 591-608. https://www.scielo.br/j/hcsm/a/nTx4VDwB9JDXhDfMsvgwNVB/abstract/?lang=es; Georges Vigarello, «Higiene corporal y cuidado de la apariencia física», en Historia del cuerpo. De la Revolución francesa a la Gran guerra, coord. por A. Corbin, J.-J. Courtine y G. Vigarello, vol. II (Madrid: Taurus, 2005); Ruy Pérez Tamayo, El concepto de enfermedad. Su evolución a través de la historia (México: El Colegio Nacional, 2020).

  17. 17 Michel Foucault, Estrategias de poder. Obras esenciales, II (Barcelona, España: Editorial Paidós, 1999), 364; Michel Foucault, El poder, una bestia magnífica. Sobre el poder, la prisión y la vida (México: Siglo XXI, 2012), 224.

  18. 18 Terence Ranger y Paul Slack (eds.), Epidemics and ideas. Essays on the historical perception of pestilence (Cambridge: Cambridge University Press, 1992).

  19. 19 Emmanuel Le Roy Ladurie, «Un concepto: la unificación microbiana del mundo (siglos XIV y XV)», Historias, núm. 21 (marzo 1989): 33-69, https://revistas.inah.gob.mx/index.php/historias/article/view/14770

  20. 20 Woodrow W. Borah y Sherburne F. Cook, The Population of Central Mexico in 1548. An Analysis of the Suma de visitas de pueblos (Berkeley, Estados Unidos: University of California Press, 1960).

  21. 21 Enrique Florescano y Elsa Malvido (comps.), Ensayos sobre la historia de las epidemias en México (México: IMSS, 1982); W. George Lovell y Noble D. Cook (coords.), Juicios secretos de Dios. Epidemias y despoblamiento indígena en Hispanoamérica colonial (Quito: Abya-Yala, 2000); Elsa Malvido, «La epidemiología, una propuesta para explicar la despoblación americana», Revista de Indias, Revista de Indias, vol. LXIII, núm. 227 (2005); Nicolás Sánchez Albornoz, Historia mínima de la población de América Latina. Cuatrocientos siglos de historia, desde los tiempos precolombinos hasta el (no tan lejano) año 2025 (Madrid, España: Editorial Turner, 2014).

  22. 22 Nicolás Sánchez Albornoz, «El debate inagotable», Revista de Indias, vol. LXIII, núm. 227 (2005): 18.

  23. 23 Miguel Ángel Cuenya y José Ramón Eguibar, Un otoño que perduró en la memoria. La pandemia de influenza de 1918 en la ciudad de Puebla (Puebla, México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2021), 58-62; Lourdes Márquez Morfín, «Patrones y tendencias de la influenza de 1918 en el mundo», en Un otoño mortal en 1918. La pandemia de influenza y sus efectos en la población joven de México, coord. por A. Molina del Villar y L. Márquez (México: CIESAS, 2022), 59-86.

  24. 24 K. David Patterson y Gerald F. Pyle, «The Geography and Mortality of the 1918 Influenza Pandemic», Bulletin of the History of Medicine, vol. 65, núm. 1 (1991): 4-21, https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/2021692/

  25. 25 Ibid., 4-21.

  26. 26 John M. Barry, The Great Influenza. The epic story of the deadliest plague in history (Nueva York, Estados Unidos: Viking, 2004); Alfred W. Crosby, America’s Forgotten Pandemic. The Influenza of 1918 (Cambridge, Inglaterra: Cambridge University Press, 2012).

  27. 27 Edwin O. Jordan, «Epidemic Influenza. A survey», American Medical Association (1927), http://hdl.handle.net/2027/spo.8580flu.0016.858

  28. 28 Niall Johnson y Juergen Mueller, «Updating the Accounts: Global Mortality of the 1918–1920 “Spanish” Influenza Pandemic», Bulletin of the History of Medicine, vol. 76, núm. 1 (2002): 76; Márquez Morfín, «Efectos demográficos…».

  29. 29 Márquez Morfín, «Efectos demográficos…», 253; América Molina del Villar, «Remedios curativos y propaganda médica contra la influenza de 1918 en México: ideas y conocimientos», História, Ciências, Saúde – Manguinhos, vol. 27, núm. 2 (2020): 391-409. https://www.scielo.br/j/hcsm/a/p7NQHWhCNmxG8wHktt7NFXB/

  30. 30 Elsa Aguilar Casas y Pablo Serrano, Posrevolución y estabilidad. Cronología (1917-1967) (México: Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, 2012).

  31. 31 Mario Ramírez Rancaño, «Entre dos pandemias: la influenza española y el Covid-19», Revista Mexicana de Sociología, vol. 83, núm. 1 (2021): 215-237, http://revistamexicanadesociologia.unam.mx/index.php/rms/article/view/60028

  32. 32 Manuel Ordorica Mellado, «Momentos estelares en la dinámica demográfica del México de ayer, hoy y mañana», en La situación demográfica de México, 2014 (México: CONAPO, 2014), 15.

  33. 33 Lisbona Guillén, Una pandemia olvidad en Chiapas, 183-184.

  34. 34 Porras Gallo, Una ciudad en crisis.

  35. 35 Ibid., 312-314.

  36. 36 Faure, «La mirada de los médicos», 54-55; Vigarello, «Higiene corporal y cuidado de la apariencia física», 293; Pérez Tamayo, El concepto de enfermedad…, 550-551; Lisbona Guillén, «Diagnóstico y remedios frente a la influenza española en Chiapas…», 3-4.

  37. 37 Ernesto Aréchiga Córdoba, «Educación, propaganda o “Dictadura Sanitaria”. Estrategias discursivas de higiene y salubridad públicas en el México posrevolucionario, 1917-1945», Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, núm. 33 (enero-junio 2007): 33, https://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-26202007000100057

  38. 38 José Ramón Cossío Díaz y David J. Sánchez Mejía, «El Consejo de Salubridad General en la Constitución mexicana de 1917», en La salud en la Constitución mexicana (México: Secretaría de Cultura; Secretaría de Salud, 2017), 76-78.

  39. 39 Jorge Omar López López, Edificación y funcionamiento del Hospital General de Tuxtla Gutiérrez, 1898-1914 (Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, 2015), 24-28.

  40. 40 Véase también como antecedentes las Juntas Bienhechoras instituidas a mediados del siglo XIX. San Cristóbal de Las Casas, decreto de 22 de mayo de 1850, Archivo Histórico del Estado de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez (en adelante AHE), Biblioteca Manuel Orozco y Berra, Decretos, tomo VI, documento 10. Igualmente, tras la pandemia de influenza española la Junta Privada de Beneficencia continuó con sus actividades, véase Chiapas Nuevo, «Ropa a los Pobres», 19 de enero de 1919, núm. 228, 4.

  41. 41 López López, Edificación y funcionamiento del Hospital…, 28-40.

  42. 42 Dennice Hernández Moreno, Modernización y salud pública en las cabeceras departamentales del estado de Chiapas, 1876-1911 (Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas, 2010), 31; Julio Contreras y Sergio Gutiérrez, «La viruela en el Estado de Chiapas (México). 1859-1921», Ayer. Revista de Historia Contemporánea, vol. 87, núm. 3 (2012): 185, https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4011800

  43. 43 Chiapas Nuevo, «Ropa a los Pobres», 19 de enero de 1919, núm. 228, 4.

  44. 44 Informe del gobernador interino del estado de Chiapas, general Bernardo A. Z. Palafox, AHE, Tuxtla Gutiérrez, Imprenta del Gobierno del Estado, 1913, 11.

  45. 45 Gobernador del estado a doctores Burguete, Ramírez y Rincón, 4 de noviembre de 1918, AHE, Secretaría General de Gobierno, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 145.

  46. 46 Véase la diferencia de contenido entre el anuncio publicado en Chiapas Nuevo, 7 de abril de 1918, núm. 155, 4, y el posterior impreso en Chiapas Nuevo, 25 de abril de 1918, núm. 160, 4.

  47. 47 Chiapas Nuevo, 16 de junio de 1918, núm. 175, 1-2, AHE, Hemeroteca. Véase el informe completo en, Chiapas Nuevo, «Informe de los doctores Ramírez y Burguete», 23 de junio de 1918, núm. 177, 1-4, AHE, Hemeroteca.

  48. 48 Oficial mayor al Dr. Gustavo Gómez, 29 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 224, f. 6.

  49. 49 Gustavo Gómez Azcárate, 5 de diciembre de 1918, AHE, Secretaría General de Gobierno, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 224, ff. 12-19.

  50. 50 Ibid.

  51. 51 Contreras y Gutiérrez, «La viruela en el Estado de Chiapas…».

  52. 52 El presidente municipal de Mapastepec al gobernador, 25 de octubre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 226, f. 23.

  53. 53 Claudia Agostoni, «Introducción», en Curar, sanar y educar. Enfermedad y sociedad en México, siglos XIX y XX, coordinado por Claudia Agostini (México: UNAM; Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, 2008), 5-14.

  54. 54 El gobernador al doctor Raúl López Sánchez, 26 de octubre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 227, f. 28.

  55. 55 El coronel Delgado al gobernador, 4 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 226, ff. 4-6.

  56. 56 El oficial mayor encargado al presidente municipal de Tonalá, 8 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 226, f. 8.

  57. 57 Chiapas Nuevo, «Información Local», 13 de octubre de 1918, 2.

  58. 58 El Gobierno estatal gratificó a su representante en la ciudad de Tapachula, Trinidad Marín, por los servicios prestados durante la pandemia de la influenza en la región costera de Chiapas. El jefe de la sección segunda, al colector de rentas del departamento del Soconusco, 21 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XXIII, f. 201.

  59. 59 El representante del ejecutivo en Tapachula al Gobernador, 6 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 227, ff. 57-59.

  60. 60 El presidente municipal de San Fernando al Secretario General de Gobierno, 16 de noviembre 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 152.

  61. 61 El oficial mayor a presidentes municipales de Comitán y Motozintla, 4 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 117.

  62. 62 El presidente municipal de Motozintla a secretario general de Gobierno, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 116.

  63. 63 El oficial mayor a presidente municipal de Zapaluta, 4 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 223, f. 4.

  64. 64 El capitán primero del ejército al gobernador, 9 de diciembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 224, f. 2.

  65. 65 Felipe Casanova y Primitivo García al gobernador, 14 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 225, ff. 2-4.

  66. 66 Caridad Salazar, Dominga Arreola, Dolores de León, Fidelia Chacón, Victoria Córdova y María Bezares al gobernador del estado de Chiapas, Tapachula, 25 de octubre de 1918, AHE, Secretaría General de Gobierno, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 227, f. 17.

  67. 67 Pablo Villanueva a Beneficencia Pública, 11 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 222.

  68. 68 El presidente municipal al coronel jefe de la guarnición de la plaza, 30 de octubre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 200.

  69. 69 El gobernador al presidente municipal de Chiapa de Corzo, 4 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 219, f. 13.

  70. 70 AHE, Sección de Hacienda, 1918, tomo I, exp. 9, carpeta 16, ff. 47, 50 y 52.

  71. 71 El gobernador a Beneficencia Pública, 6 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 206.

  72. 72 Trinidad Marín al secretario general del Gobierno, 4 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 227, ff. 41-42.

  73. 73 El oficial mayor encargado a Trinidad Marín, 4 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 227, f. 43.

  74. 74 El gobernador a Beneficencia Pública, 6 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 225.

  75. 75 El oficial mayor al presidente municipal de Catazajá, 29 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 222, f. 6.

  76. 76 El gobernador del estado a Ministro de Comunicaciones, 6 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 112.

  77. 77 El director general a Pablo Villanueva, México, 7 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 113.

  78. 78 El gobernador a doctores Burguete, Ramírez y Rincón, 4 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 145.

  79. 79 El gobernador a Beneficencia Pública, 11 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 106.

  80. 80 Chiapas Nuevo, «Información local», 10 de noviembre de 1918, 2.

  81. 81 Jean Delumeau, El miedo en Occidente, siglos XIV-XVIII. Una ciudad sitiada (Madrid, España: Taurus, 1989), 160.

  82. 82 Periódico Oficial de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, 5 de marzo de 1914, tomo XXXI, núm. 19, 136.

  83. 83 Spinney, El jinete pálido…, 129.

  84. 84 Marc Augé y Claudine Herzlich (eds.), Le Sens du Mal: Anthropologie, Histoire, Sociologie de la Maladie (París, Francia: Éditions des Archives Contemporaines, 1983).

  85. 85 El Tribuno, «Matanzas en el pueblo de Oxchuc», 1 de marzo de 1919, 3.

  86. 86 Los pecados públicos. La causa de nuestros planes, 1920, Archivo Histórico Diocesano, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas (en adelante AHD), Fondo diocesano, carpeta 208, exp. 1.

  87. 87 Hernández Moreno, Modernización y salud pública…; Contreras y Gutiérrez, «La viruela en el Estado de Chiapas…»; Julio Contreras, «El cólera morbus de 1833-1834 en el estado de Chiapas». En Cólera y población. Estudios sobre México y Cuba, 1833-1854, editado por Alicia Contreras y Carlos Alcalá (México: El Colegio de Michoacán, 2014), 113-143.

  88. 88 Rocío Ortiz Herrera, Lengua e historia entre los zoques de Chiapas. Castellanización, desplazamiento y permanencia de la lengua zoque en la Vertiente del Mezcalapa y el Corazón Zoque de Chiapas, 1870-1940 (Zamora, México: El Colegio de Michoacán; Universidad de Ciencias de Artes de Chiapas, 2012), 157-158.

  89. 89 Tomás O. Mallofret, «Información Local», Chiapas Nuevo, 7 de noviembre de 1918, 4.

  90. 90 El Obrero. Periódico Independiente, «Un Filántropo», 31 de diciembre de 1918, 2.

  91. 91 Molina del Villar, «Remedios curativos y propaganda médica…», 402-403.

  92. 92 Representante del ejecutivo en Tapachula al Secretario General del Gobierno, 4 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 227, ff. 41-42.

  93. 93 Oficial mayor a Trinidad Marín, 4 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 227, f. 43.

  94. 94 Gobernador a Manuel Fuentes, 4 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 227, f. 44.

  95. 95 El Pueblo, «El Alza de Precios de las Medicinas, es Punible e Injusto», 27 de octubre de 1918, 3.

  96. 96 Beatriz Lucía Cano Sánchez, «En el camino de la muerte: la influenza española de 1918. Las representaciones de la epidemia de influenza española en el imaginario mexicano», Diario de Campo, núm. 105 (2009): 16-24, https://revistas.inah.gob.mx/index.php/diariodecampo/article/view/7659

  97. 97 Molina del Villar, «Remedios curativos y propaganda médica…», 405.

  98. 98 Adrián Carbonetti, «Historia de una epidemia olvidada La pandemia de gripe española en la Argentina, 1918-1919». Desacatos, núm. 32 (enero-abril 2010): 171. https://desacatos.ciesas.edu.mx/index.php/Desacatos/article/view/388/266

  99. 99 F. Dueñas, «Abusos de las droguerías», Chiapas Nuevo, 17 de octubre de 1918, 2.

  100. 100 Chiapas Nuevo, «Otros datos», 7 de noviembre de 1918, 1.

  101. 101 Gobernador a Beneficencia Pública, 25 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 209.

  102. 102 Oficial mayor al presidente municipal de Simojovel, 30 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 224, f. 24.

  103. 103 Gobernador a Beneficencia Pública, 7 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 204.

  104. 104 Gobernador a Beneficencia Pública, 6 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 218, f. 228.

  105. 105 Gustavo Gómez Azcárate, 5 de diciembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 224, ff. 12-19.

  106. 106 Ibid.

  107. 107 Oficial mayor a presidentes municipales, 29 de noviembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XVII, exp. 220, f. 49.

  108. 108 Molina del Villar, «Remedios curativos y propaganda médica…», 402.

  109. 109 Ibid., 400-402.

  110. 110 El Obrero. Periódico Independiente, «De gran interés», 30 de noviembre de 1918, 4.

  111. 111 Chiapas Nuevo, «La ‘influenza española’», 14 de noviembre de 1918, 1.

  112. 112 El Obrero. Periódico Independiente, «Telegrama. Procedente de Tapachula hemos recibido las siguientes Reglas para combatir la Influenza Española», 10 de noviembre de 1918, 3-4.

  113. 113 Dr. José Rodríguez al gobernador, 10 de diciembre de 1918, AHE, Sección Gobernación, tomo XIV, exp. 89, f. 2.

  114. 114 Oficial mayor a presidentes municipales, 13 de enero de 1919, AHE, Sección Gobernación, tomo XIV, exp. 89, f. 3.

  115. 115 Cuenya, «México ante la pandemia de influenza de 1918…», 51.

  116. 116 Chiapas Nuevo, 8 de diciembre de 1918, 3.

  117. 117 Chiapas Nuevo, 12 de diciembre de 1918, 2.

  118. 118 Juan María Morales Avendaño, Rincones de Chiapas: ensayo monográfico sobre San Bartolomé de Los Llanos (México: Edición del autor, 1974), 237.

  119. 119 Juan Pedro Viqueira, «Cuando no florecen las ciudades. La urbanización tardía e insuficiente de Chiapas». En Ciudades mexicanas del siglo XX. Siete estudios históricos, coordinado por Carlos Lira Vásquez y Ariel Rodríguez Kuri (México: COLMEX; UAM-Azcapotzalco, 2009).


  1. * Español. Doctor en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa (UAM-I), Ciudad de México, México. Investigador del Centro de Investigaciones Multidisciplinarias sobre Chiapas y la Frontera Sur (CIMSUR) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de CONAHCYT, Ciudad de México, México. Actualmente, con cambio de adscripción temporal en la Escuela Nacional de Estudios Superiores-Mérida (ENES-Mérida), Yucatán, México. https://orcid.org/0000-0002-5700-741X mlisbona@unam.mx

  2. ** Mexicano. Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, España. Profesor de tiempo completo de la Universidad Autónoma de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores de CONAHCYT, Ciudad de México, México. https://orcid.org/0000-0003-2133-5478 sarelly.martinez@unach.mx

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