ISSN 1023-0890 EISSN 2215-471X Número 23 • Enero-junio 2019, pp. 29-42 Recibido: 13/08/18 • Aceptado: 13/09/18 |
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La biografía del señor presidente: sujetos políticos y racialización en ¡Ecce Pericles! de Rafael Arévalo Martínez Resumen Este artículo analiza el libro de Rafael Arévalo Martínez, ¡Ecce Pericles! (1945) enfatizando la unidad de sus dos partes: la biografía del dictador Manuel Estrada Cabrera y la narración del movimiento civil que lo derroca en 1920, agrupado en torno al Partido Unionista. El argumento principal es que la forma biográfica escogida por Arévalo está en consonancia con la interpretación del movimiento opositor como minoritario e impotente en relación al predominio de lo que el autor entiende como atavismo racial indígena que condena a Guatemala a la permanente dictadura. En este sentido, el artículo enfatiza los componentes biopolíticos de tal postura. Palabras clave: Guatemala, dictadura, biografía, biopolítica, racialización, modernidad. Abstract This article analyzes the book by Guatemalan writer Rafael Arévalo Martínez, ¡Ecce Pericles! (1945). Arevalo´s work narrates the life of dictator Manuel Estrada Cabrera and the evolving of the political movement that overthrow its government gathered around Partido Unionista. The main assessment of the article is that by choosing the form of biography, Arevalo emphasizes the racial indigenous origin of the dictator and the minority and impotence of the oppositional, racially white movement. From the point of view of Arevalo, this biopolitical contradiction condemns Guatemala to a permanent dictatorship. Keywords: Guatemala, Dictatorship, Biography, Biopolitics, Race, Modernity |
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Leonel Delgado Aburto Universidad de Chile, Chile |
En el año 2015 ocurrió en Guatemala un hecho sobresaliente de la acción política de lo que, a falta de mejor nombre, se puede llamar sociedad civil. A través de protestas ciudadanas sostenidas por varias semanas, el Presidente de la República Otto Pérez Molina fue obligado a renunciar, bajo acusaciones de corrupción1. Este movimiento guatemalteco se asocia fácilmente con la serie de movimientos de indignados y primaveras más o menos revolucionarios de la última década a escala planetaria. A diferencia de otras, la repercusión mediática global de la protesta guatemalteca fue relativa, aunque al igual que las otras también tuvo un carácter coyuntural, desvaneciéndose luego del desplazamiento de Molina, y de las elecciones de octubre de ese año2.
Inicio con esta alusión al pasado reciente porque quiero referirme parcialmente a la representación escritural de otro movimiento civil en Guatemala que también desplazó a un gobernante, aunque los protagonistas de la principal fuerza opositora terminarían derrotados. En 1920, el Partido Unionista, formado por miembros conspicuos de élite modernizada guatemalteca y sectores de las clases medias y grupos obreros y artesanos, lograron, a través de un plan político de protesta y un golpe de mando en el Congreso, la remoción del Presidente de la República Manuel Estrada Cabrera, quien había gobernado Guatemala autocráticamente por 22 años, entre 1898 y 1920.
Como se sabe, Estrada Cabrera forma parte del mito cultural y literario del dictador latinoamericano, consagrado en la novela de Miguel Ángel Asturias, El señor presidente, publicada en 1946, pero que su autor había comenzado a escribir desde la década de 1930. La novela mitifica al gobernante y ofrece, como explica Rama (2008), un arquetipo de dictador en que lo biográfico es puesto a un lado, para ir en pos de una ilustración social y modélica de la dictadura latinoamericana. Existe, sin embargo, otro libro sobre Estrada Cabrera, mucho menos conocido pero, probablemente, igual de significativo3. En 1945, el gran narrador guatemalteco Rafael Arévalo Martínez, publica ¡Ecce Pericles! una memoria del movimiento unionista que derrotó a Estrada Cabrera pero, también y quizá ante todo, una biografía del dictador. Se debe enfatizar ese vínculo, que resulta vital para la representación que ofrece Arévalo Martínez, entre la memoria de un movimiento político en cierto sentido coyuntural y la escritura biográfica. En efecto, en ¡Ecce Pericles! (1945) localizar la bios histórica y política, es fundamental para entender y dar sentido a la memoria. Asumiendo la elaboración biográfica, Arévalo presenta una explicación general sobre Guatemala, una interrogación comprensiva de lo nacional a través de la biografía y de la acción política del pasado que se presta para modelar la del presente4. De ahí la función estratégica de la biografía: dar un sentido político a la escritura, si bien el modelo humano principal no sea un sujeto moralmente ejemplar.
Antes de detallar algunos aspectos de esta elaboración quisiera señalar que los puntos explicativos sobre el dictador, a través de su biografía y de la historia del movimiento que lo derroca, pueden ser comunes a Hispanoamérica y remontarse al siglo XIX (un ejemplo reconocido es la visión literaria sobre Juan Manuel Rosas en el canon argentino: Facundo (1845), “El matadero” (1840) y Amalia (1851) y, ante todo, la identificación entre dictadura y clases subalternas racializadas)5. Así, en Arévalo Martínez resulta visible la asociación en cierto sentido fatalista entre masas indígenas y dictador. Sobresale, además, el planteamiento sobre la necesidad de una democracia tutelada por una élite, así como la percepción de un orden transnacional, durante el período de entreguerras, que autoriza los cambios democráticos internos.
En otras palabras, el texto de Arévalo parece sintomático de una articulación desigual de la modernidad en Guatemala, en la que la racialización constituye un elemento fundamental. Esta modernidad desigual racializada tiene como base socio-económica la agroexportación y la economía de enclave, la dependencia de economías centrales y “una estructura social asentada sobre la unidad económica, la hacienda, y en relaciones patrimoniales con la peonada campesina” (Torres Rivas, 1969, p. 18). Las clases dirigentes, en ese contexto, optan por estructuras autoritarias de gobernanza y la sanción de poderes externos, es decir, por una modernización política poco autónoma y mediatizada. En el ámbito cultural, esta modernización implica que, como plantea Ramos pensando en América Latina en su conjunto, “la literatura “moderna” ... no contó con las bases institucionales que pudieron haber garantizado su autonomía” (Ramos, 2003, p. 26). De ahí la importancia de las formas heterogéneas en la literatura latinoamericana. Plantea Ramos (2003):
El análisis de las aporías irreductibles que hasta hoy ha confrontado la autonomización literaria quizás podría contribuir a explicar la heterogeneidad formal de la literatura latinoamericana, la proliferación, en su espacio, de formas híbridas que desbordan las categorías genéricas y funcionales canonizadas por la institución en otros contextos. (p. 27)
En efecto, el ¡Ecce Pericles! (1945) constituye ese tipo de texto heterogéneo con agenda diversa: tratado interpretativo histórico, biografía, ensayo nacional, memoria política, entre otros. Además, es un libro significativo para el tipo de autor que es Arévalo. Un poeta postmodernista, en el sentido cronológico que Federico de Onís diera al término (Fernández Retamar, 1995), Arévalo va a desarrollar una singular narrativa que se aparta del modernismo hispanoamericano para incurrir en un ciclo narrativo caracterizado por los acentos alegóricos y críticos sobre la modernidad nacional guatemalteca. Así ¡Ecce Pericles! (1945) implica una aparente incursión en la historia política que, sin embargo, conserva el cometido crítico que identifica su narrativa ficcional y autobiográfica. En este sentido, se puede valorar a Arévalo como un autor característico del tipo de modernidad desigual centroamericana, y su texto como un producto profundamente implantado en su contexto de producción.
En este ensayo me gustaría desarrollar dos aspectos fundamentales de ¡Ecce Pericles! (1945). Por una parte, el sujeto opositor en las coordenadas históricas del cambio, y cómo su fracaso impulsa la escritura memorística y biográfica. Por otra parte, cómo la textualidad biográfica se hace cargo del asunto supuestamente arquetípico o atávico de la raza, proyectada en el dictador y, por supuesto, en su biografía. ¿En qué sentido es moderno el planteo alegórico y político de Arévalo Martínez en ¡Ecce Pericles! (1945)? Para empezar, el libro pertenece a una dominante opositora en la que forma y contenido operan de modo alegórico en pro de una inscripción social del cambio. Sin embargo, el texto presenta también limitantes (bio)políticas que localizan su modernidad en tendencias conservadoras o, en otro sentido, Arévalo no trasgrede el horizonte biopolítico racializado que modela las discusiones identitarias guatemaltecas durante el siglo XX6. Se entiende aquí biopolítico en el sentido que le da Esposito (2009): “biologización general de la política” (p. 16) y que implica, en realidad, un remanente colonial que se proyecta en la modernidad guatemalteca.
Biografía y modernidad
¡Ecce Pericles! (1945) es un libro de más de seiscientas páginas que tiene un lugar notable en el canon de la literatura guatemalteca. Ese lugar preponderante se pierde, sin embargo, en una perspectiva hispanoamericana, en la que la obra entera de Arévalo es poco leída. De igual forma, con ¡Ecce Pericles! (1945) sucede lo mismo que con otros textos biográficos: son interpretados en un terreno documental o histórico, bien como testimonios fidedignos de una coyuntura, bien como referencias secundarias para la interpretación historiográfica, pero a cuya carácter retórico y literario se le presta menos atención.
Este uso auxiliar del texto, tampoco favorece una hermenéutica literaria que quiera dar cuenta de la modernización cultural de las narrativas. Así, en su estudio de la novela del dictador latinoamericano, Rama cita de pasada el libro de Arévalo Martínez como ejemplo negativo7. Según Rama, la concentración del libro de Arévalo Martínez en la biografía de Manuel Estrada Cabrera lo convierte en anacrónico en relación con el canon de la novela del dictador latinoamericano. De hecho, Rama cree que la modernización de la figura del dictador, a partir de Miguel Ángel Asturias, habría implicado el abandono del intento biografista en general:
Pues si se lo encara [al dictador latinoamericano] al nivel de arquetipo (y al margen del debate sobre este concepto puesto en circulación por Jung), no se buscará crear una imagen individual, o sea una biografía (lo que rige el Ecce Homo (sic) de Arévalo Martínez), sino que los elementos componentes de ella deberán absorber otros planos de significación... (Rama, 2008, p. 401)
Así, Rama propone que el arquetipo del dictador integra una perspectiva histórica y otra cultural. El señor presidente (1946) habría establecido un arquetipo textual en que habla la sociedad por sobre los datos biográficos, modelo floreciente desde entonces en América Latina y con un auge particular a partir de los años´70. En Rama se deja inferir, pues, que el régimen escritural de Arévalo Martínez aparece descolocado o retrasado con respecto al devenir moderno de representación del dictador. Su falta de modernidad equivale a un retardarse en el discurso anticuado de la biografía.
Pero ¿qué sería lo moderno con relación a la representación de la dictadura latinoamericana? ¿Cómo es que la condensación metafórica de la novela8 puede desplazar una representación memorística a la que acuden elementos de urgencia que recuerdan también, guardando distancias, elementos del testimonio?9 ¿No es la forma heterogénea, para volver al aserto de Ramos, algo que se vuelve central para el canon hispanoamericano?10 Para investigar tanto la forma de esa (o)posición como su significado, me gustaría referirme a una especie de larga duración modernista/vanguardista en la que se ve implicada también una posicionalidad política y, probablemente, formas de representación no condensadas en el género novelístico. En este sentido, parece oportuna la visión de Williams (1989) sobre la politización de los grupos modernistas-vanguardistas. En efecto, Williams remonta el modernism europeo a grupos de creadores que, a fines del siglo XIX, intentaron defender su arte de la lógica del mercado y de las academias y a quienes recurrían, a veces, a formas realistas. Progresivamente estos grupos avanzaron hacia una radicalización que terminó por atacar el orden social y cultural completo (Williams, 1989). Es bien conocida también la ambivalencia ideológica de esta deriva propiamente vanguardista que termina en algunos casos en una cercanía al fascismo. Además, en Williams se deja entrever cómo, a lo largo del desarrollo modernista o vanguardista, sobreviene una línea biopolítica bastante significativa11. Como nota Williams (1989), el rechazo de la familia burguesa y de la reproducción y filiación es un motivo estructurador de cierto modernism que lleva, en algunas tendencias, a la misoginia y la visión de los hijos como objetos de lucha entre individuos incompatibles. Es un entendimiento que enfatiza el poder del inconsciente, elemento tanto corporal como social, perceptible en las amenazantes multitudes (Williams, 1989). Algo que resulta notable en Williams (1989) es su rechazo de una visión establecida del modernism y la avant-garde y su búsqueda de una genealogía más larga y en la que se juntan los impulsos modernizantes con las estructuraciones ideológicas, particularmente ancladas al pensamiento del siglo XIX. Para el caso guatemalteco, es evidente que el impulso modernizador convive con una concepción racializada y segregada de la sociedad y, sobre todo, del “problema indígena”12. Asumir la modernidad estética implica, en esas circunstancias, toma de posiciones sobre la cuestión racial y biopolítica. Obras fundamentales del canon nacional, como Hombres de Maíz (1949) de Asturias, o Guatemala las líneas de su mano (1955) de Cardoza y Aragón, representan la cuestión racial con una tendencial perspectiva transcultural. En cambio ¡Ecce Pericles! (1945) parece reiterar, más bien, una visión jerarquizada de la cuestión racial.
De hecho, en textos inaugurales y canónicos de Arévalo Martínez como sus cuentos “El hombre que parecía un caballo” (1920), “El trovador colombiano” (1920) o su novela autobiográfica Manuel Aldano (1922), se puede advertir una categorización racial, correlato de un darwinismo social que da una idea ordenada pero crepuscular de la sociedad guatemalteca, enfatizándose la separación de los mejores y la impureza del mestizaje13. En otras palabras, y salvando las distancias, la relación política del modernismo estético (que Williams detalla) adquiere en Centroamérica, particularmente en el caso de Arévalo, un aspecto racializado. Desde esta genealogía jerarquizante, se podría proponer que la modernidad de ¡Ecce Pericles! (1945) se afianza en componentes radicales del cambio estético y social que confluyen en la forma biográfica por razones de entendimiento racializado de la sociedad, aun cuando su cometido político parezca progresista. Su heterogeneidad o impureza discursiva, o lo que podría ser su impotencia novelística expresa, de alguna manera, una conexión entre estética y sociedad.
Al respecto se podría pensar en Estrada Cabrera como el dictador que en cierto sentido encarna una versión algo caricaturesca del modernismo hispanoamericano, con su énfasis greco-romano y su culto a Minerva. Santos Chocano, el gran modernista peruano, y asesor del dictador, en su obra de 1922, Idearum tropical, consideraba al gobierno de Estrada Cabrera un modelo de las “dictaduras organizadoras” que, según Chocano, resultaban necesarias en América Latina. Esta asociación entre una de las voces del modernismo y la política autoritaria implica cierta cercanía entre la idealidad estética literaria y una perspectiva positivista sobre la geografía humana. En la dictadura se estaba articulando, pues, algo ante lo cual creo que Arévalo Martínez, autor postmodernista, no podía ser indiferente: que el cuerpo dictatorial representaba una asociación del predominio mestizo con el lenguaje modernista o, más bien, con la gestualidad o performatividad modernista. Ya el título del libro es significativo en ese sentido: ¡Ecce Pericles! (1945) ironiza el empaque ateniense de Estrada Cabrera, su falacia universalista. La respuesta de Arévalo a través de la biografía y de la memoria del Partido Unionista será, en esencia, crítica y reformista.
Sujeto político y modos de vida
Por lo dicho hasta ahora, resulta claro en Arévalo Martínez que lo biográfico del dictador no puede separarse del cuerpo de la política (así, tampoco, del cuerpo de lo nacional y del de los antagonistas de la dictadura), constituyendo por tanto algo orgánico o sistémico. Es importante hacer notar que Arévalo es un obsesivo autobiógrafo. Su escritura es casi siempre una interrogación sobre el yo y sus dudas (o sus máscaras) van desde la figura del decadente hispanoamericano hasta el problema del sujeto nacional14. Arévalo se conceptúa, a veces, como el sujeto blanco minoritario y europeizado en un ámbito de masas de indígenas y de mestizos arribistas y gobernantes. Digo, pues que, al ir de la autobiografía a la biografía, Arévalo lleva consigo un aprendizaje escritural sobre cómo se narra la vida y una serie de ideas sobre lo nacional que son retomadas de las discusiones intelectuales del medio guatemalteco y en las que la racialización (o “problema del indio”) es un asunto neurálgico.
Quisiera hacer notar que el texto de Arévalo está conformado como un extenso collage en que se van insertando todo tipo de discursos y voces, ofreciendo así una perspectiva moderna que se podría parangonar con el reportaje periodístico o el periodismo de investigación, pero también con la novela e incluso el testimonio. En este sentido, la recurrencia a la cita extensa, la glosa, la descripción, la investigación anímica y caracterológica, la ironía y el análisis político son constantes del entretejido literario. Esto da la posibilidad hermenéutica, además, de inferir antes que de acatar una perspectiva ideológica: Arévalo propone un texto abierto sin que esto implique que borre las definiciones ideológicas, las propias y las del movimiento político que rememora.
Para caracterizar al sujeto político antagónico del dictador15, me gustaría detenerme en cómo narra Arévalo Martínez la génesis del movimiento político opositor; y, por lo tanto, cuáles son los elementos de la esperanza política que blande el libro, quién es el sujeto político adversario del dictador y sus fundamentos ideológicos. Es la élite educada en Europa o europeizada la que concibe originalmente la acción reformista. Principalmente, Manuel Cobos Batres apuesta por una reforma que conduzca al establecimiento de un régimen parlamentario en Guatemala. En la “Carta abierta a Estrada Cabrera” que Cobos redacta y firma junto a los reformistas de la élite, así como estudiantes y dirigentes obreros, se pedía:
que la renovación social exigida por Guatemala empezara de arriba abajo, con una evolución organizada por el gobernante sin derramamiento de sangre, y no de abajo arriba, con una revolución del pueblo que vertería mucha. (Arévalo, 1945, p. 320)
La propuesta era que el presidente dejara desplazar su poder por el parlamento, permitiendo una renovación nacional que el contexto internacional (el reciente triunfo de los aliados, particularmente Estados Unidos, en la Guerra Mundial) favorecía. A esta proclama civil se unía otra firmada por el obispo José Piñol y Batres, quien ejercería un papel fundamental en la instalación del discurso opositor y la consolidación del movimiento antidictatorial y el Partido Unionista. En el manifiesto firmado por el obispo, también se enfatizaba la cuestión internacional. Como lo glosa Arévalo (1945):
Si Guatemala no conseguía la libertad interior no cumpliría una centuria formando parte de las naciones independientes. Una ley inevitable haría que el exceso de opresión produjera el exceso de desorden y que de la autocracia pasara a la anarquía. (p. 321)
Volviendo a la génesis del movimiento político, resulta clara la creencia de la élite en que la transformación política debía partir “desde arriba”, desde el grupo modernizado y que la vía de transmisión del nuevo ideario sería preferentemente la Iglesia católica. En efecto, al obispo Piñol se le encargan una serie de sermones libertarios, previos a la publicación de las Proclamas. Estos sermones ayudan a convocar y a organizar al movimiento social en torno de la ansiedad de cambio y del Partido Unionista. Sin embargo, el plan de transformación va a fracasar en el Congreso, cuando desplazado Estrada Cabrera, será la clase política tradicional la que se beneficie del golpe. Es decir, que el sujeto idealista del movimiento, elitista, reformista, cristiano y modernizado será sustituido -una vez más- por el cuerpo político tradicional. En ese sentido, la escritura de Arévalo optará estratégicamente por la biografía: en la vida del dictador parece encontrarse la clave interpretativa del fracaso nacional.
Raza e ironía
Ironización y denuncia son, en cierta medida, las formas discursivas organizadoras del texto de Arévalo, el cual está dividido en dos grandes partes, una dedicada propiamente a la biografía de Estrada Cabrera y otra dedicada a la historia del Partido Unionista, que conduce el derrocamiento de la dictadura en 1920. Considero que ambas partes, por decirlo así, la del proyecto político y la de su ideología, proyectada en el discurso irónico de la biografía, tienen una lógica interrelacionada. Además, quisiera proponer que el discurso biográfico está penetrado de la ideología biopolítica que confluye con la intención modernista-vanguardista que impregna la obra de Arévalo Martínez. Así, su visión del dictador aparece cruzada por ideas de degeneración, atavismo, destino racial y naturaleza supersticiosa de la raza originaria.
Resultará evidente que, en el título de la obra, ¡Ecce Pericles! (1945), se ironiza al estado despótico y particularmente al dictador que se cobija bajo el manto grecorromano. Como es conocido, Estrada Cabrera usa la mitología griega, particularmente en las fiestas civiles llamadas Minervalias para promover un plan propagandístico-educativo y de culto a su persona. Estas fiestas, además, recibían el beneplácito de muchos letrados de América y España (Arévalo, 1945). En cierta medida el texto de Arévalo es también una ironización y denuncia de cómo los letrados celebran (ya sea por venalidad, ingenuidad o diplomacia) el proyecto educativo estatal de Estrada Cabrera autorizado en las celebraciones de Minerva. En estas celebraciones la comparación de Estrada Cabrera y un César romano es constante. En un soneto, Santos Chocano dice, por ejemplo: “como a César los hombres que morían/ hoy, los hombres que nacen... te saludan” (¡Ecce Pericles! 69). Arévalo se encargará de poner en cuestión esa identidad grecorromana enfatizando su calidad degradada, asociándola con el origen racial impuro y la baja clase del dictador. Su ironización parte también de un modelo visible en otras de sus obras en las que se juntan paisaje, raza y sociología para ofrecer una explicación intelectual de lo nacional.
Desde esa perspectiva, el territorio se desdobla como espacio otro, exótico y, a la vez, degradado. Cuando Arévalo comenta la decisión de Estrada Cabrera de hacerse del poder y retenerlo por la fuerza, introduce la siguiente reflexión:
Guatemala equivalía por su territorio a la superficie de Suiza, Bélgica y Holanda juntas, es decir a la superficie de tres de las naciones más perfectamente elaboradas y de cultura más alta que existen en el mundo. Su situación predominante, con costas sobre dos mares, la hacía el centro del hemisferio occidental hoy, mañana acaso el centro del mundo. Era cierto que en plena zona tropical—propicia a la alimaña y a la flora hostil al hombre—daba asiento a la fiebre amarilla, al paludismo, la disentería y la uncinariasis; que su clima de fuego producía la calorosis y enervaba; que su parásitos despedazaban; que su flora devoraba, a poco descuido, la precaria construcción indígena; que su aire saturado de agua llevaba óxido corrosivo a todos los metales y mordía con su humedad los objetos industriales; que en muchos puntos la impermeabilidad y el bajo declive de su suelo producía pantanos…; pero también lo era que de los ciento diez mil kilómetros cuadrados que componían su territorio, una tercera parte—cuarenta mil—se redimía del trópico a fuerza de altura, y a más de mil metros sobre el nivel del mar daba grato hospedaje al hombre, ofreciéndole eterna primavera. (Arévalo, 1945, pp. 30-31)
A este territorio estratificado por el clima, corresponde, según explica Arévalo (1945), “dos terceras partes de raza aborigen” (31) que son “buen instrumento para todo despotismo” (31). Como lo son también los mestizos. En cuanto al “pequeño núcleo de gente con cultura europea” (31) no podía oponerse al déspota debido a su debilidad. Obviamente, Arévalo está recorriendo en una cronología en cierta medida anacrónica, casi a la mitad del siglo XX, el expediente cientificista del siglo XIX16. Quisiera enfatizar que, al hacerlo, opera desde la ironía en, por lo menos, un doble sentido. En primer lugar, le está dando la razón al dictador, cuando este piensa que “la presa [es decir, Guatemala] era codiciable” (Arévalo, 1945, p. 31), atribuyendo así una identidad natural entre el deseo de apropiación, la voluntad de gobierno y el paisaje. En segundo lugar, introduce una lógica de “idea fuera de lugar” cuando estructura el espacio geográfico bajo una norma europea. Guatemala no podría ser solo el centro del mundo, sino que está organizada de forma jerárquica entre una región alta (que corresponde obviamente al grupo menor, aunque europeizado y, se deja entrever, blanco), y las costas tropicales y racialmente bajas o degradadas. En ¡Ecce Pericles! (1945), pues, la lógica de la dictadura se naturaliza a través de la biología, la geografía y la distancia cultural.
Biografía y biopolítica
Para volver al modelo de expresividad estética y política de la novela del dictador propuesto por Rama, resulta evidente que el arquetipo cultural funciona en Arévalo no a partir de una abstracción textual que condensa la sociedad (en la genealogía hegeliano-luckasiana del término). Más bien se trata de una identificación entre sociedad y bios que, por una necesidad de la lógica interna del relato, no intenta tal abstracción. En ese sentido podría decirse que la forma de la narración (biográfica) es solidaria con una explicación de la modernidad que toma como sujeto significativo y anclaje alegórico al dictador. En este sentido, el énfasis descriptivo de la impureza racial y social de Estrada Cabrera es bastante significativo. Al hecho de ser un niño pobre, de paternidad rechazada, se agrega el designio geográfico. Así, con respecto a la ciudad de origen de Estrada Cabrera, dice Arévalo: “Los conquistadores españoles trazaron a cordel las calles de las ciudades guatemaltecas; pero en Quezaltenango, una de las principales poblaciones quichés, se conservó el trazo indígena” (Arévalo, 1945, p. 4). Es decir, el mantenimiento de un “sustrato” indígena en el diseño urbano indica la marca racializada del dictador, congruente con la aparente impenetrabilidad de los discursos de la colonización en la esencia cultural de su ciudad de origen. Otro ejemplo, con respecto a su educación del niño Estrada, lo informa Arévalo (1945) de la siguiente forma: “En la educación jesuita recibió el hijo de doña Joaquina la religiosidad que no lo abandonó nunca; pero que no pudo quitarle los resabios de superstición que le daba su sangre indígena” (p. 6). Así la cuestión racial y la condición social condicionan el complejo de inferioridad de Estrada Cabrera y su hipersensibilidad (se podría decir, “decadente”) y van articulando el uso supersticioso y despótico del poder. Pero, se podría subrayar, además que, al plantearse la cuestión narrativa, Arévalo va mostrando el grado de fetichización biográfica que opera en torno a Estrada Cabrera. De hecho, son mencionadas constantemente otras biografías o discursos de identificación biográfica. Devenido en sujeto representativo del bios resulta funcional a él, el aparato ironizador que Arévalo diseña, señalando en las variantes posibles sobre el sujeto y sobre sus más diversas posibilidades: vicios, temores, costumbres, estilo de escritura y temores. Fundamentalmente, biografía y biopolítica resultan interrelacionados, al ser Estrada Cabrera uno de los límites explicativos del tipo de modernidad guatemalteca que en otras varias narraciones (novelísticas y autobiográficas), Arévalo va a explorar de forma constante.
Conclusiones
Podría concluirse, entonces, que hay una sintonía entre la perspectiva interpretativa biopolítica que de Guatemala presenta Arévalo Martínez y la opción biográfica. En efecto, no existe aquí la transmutación arquetípica que Rama esperaba de la novela del dictador o, en otros términos, el arquetipo no abandona la identificación de sangre y biografía. Sin embargo, esta versión no es, en cierto sentido, menos moderna que la propuesta por la tradición de la novela del dictador, si es que se piensa a la modernidad menos como un discurso emancipador que como una articulación ideológica en cuya base sigue latiendo la segmentación racializante típica de los debates intelectuales de la Guatemala del siglo XX (y en cierto sentido del presente)17.
Como en otras biografías hispanoamericanas, el discurso en ¡Ecce Pericles! (1945) pasa de ejemplar a social y nacional. El biografiado representativo lo es de una estructura mucho más vasta que el de una vida individual. Su corporalidad es política y un análisis penetrante, como el que Arévalo lleva a cabo, conduce a mostrar huellas y trazos geográficos y naturales de un ser nacional que, a fin de cuentas, va a triunfar sobre el intento de cambio patrocinado por la sociedad civil. La jerarquización nacional, geográfica, cultural y social, parece un destino fatal en que se confabulan naturaleza y sociedad. Este signo fatal pareciera retrotraernos a épocas hispanoamericanas anteriores: las del Facundo (1845) de Sarmiento, por ejemplo, pero se conecta también con el presente guatemalteco por la relativamente reciente acción política en contra de Otto Pérez Molina reseñada al inicio. En esas circunstancias la interpretación propiamente política de la caída de Estrada Cabrera aparece lastrada por el pesimismo de la élite y el prejuicio anterior a su acción política: la idea de que la instalación democrática debía partir desde arriba hacia abajo. Como en la serie de novelas de dictadores latinoamericanos, también en ¡Ecce Pericles! (1945), el cuerpo o biografía del dictador lo es de una estructura política mucho más extensa.
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1 Para recuentos de estos procesos, ver los artículos de Hernández Pico (2015a); Torres Rivas (2015).
2 Ver Hernández Pico (2015b).
3 El dictador y la dictadura, en particular, la de Estrada Cabrera produce varios textos de autores notables: Miguel Ángel Asturias, Arévalo Martínez, Carlos Wyld Ospina, Salvador Mendieta, Flavio Herrera, entre otros. Ver al respecto Acevedo (1982, p. 260); García Giraldez (2005, p. 151).
4 Arévalo publica su libro en el contexto de la reciente caída del dictador Ubico, en 1944. Para un recuento del gobierno de Ubico y su renuncia, también provocada por la acción de un movimiento popular, ver Gleijeses (1989). A partir sobre todo de la posguerra mundial (década de 1940) sectores de las clases medias encabezaron en Centroamérica procesos políticos que en algunos casos lograron desplazar a gobiernos autoritarios, sin necesariamente acceder al gobierno o lograr transformaciones duraderas (Torres Rivas, 1969).
5 Ver al respecto, por ejemplo, Amate Blanco (1981).
6 Ver Casaús Arzú, en particular, su demostración acerca de que el indio no aparece en las discusiones intelectuales de la década de 1920, como sujeto histórico sino como “problema” (p. 268) ante el cual se proponen soluciones eugenésicas, de blanqueamiento e, incluso, exterminio.
7 De hecho, hay una errata que resulta irónica cuando Rama (o sus transcriptores) cambia el título a Ecce Homo (Rama, 2008).
8 Probablemente Rama acude a modelos ideales novelísticos de la tradición hegeliana-luckasiana, en que la novela ofrece “la imagen de una totalidad social en el movimiento de sus contradicciones evidentes” (Lukács, 2011, p. 42).
9 Sobre la urgencia en el testimonio, ver Beverley (1987).
10 Se recordará que Fernández Retamar (1995) hace ver cómo los géneros “ancilares”, marginales o periféricos (cartas, discursos políticos, biografías) se vuelven centrales para el canon hispanoamericano.
11 Por supuesto, no habla Williams (1989) de “biopolítica” en su texto, pero las características descritas pueden confluir en esa conceptualización puesta en boga en las últimas décadas.
12 Ver al respecto el artículo de Casaús Arzú (2005).
13 Ver mi análisis de Manuel Aldano (Delgado, 2012, pp. 89 y ss.).
14 Un resumen interpretativo de las novelas de Arévalo Martínez se encuentra en Acevedo, 1982, pp. 215-272.
15 Dependo en este punto, por supuesto, de la perspectiva del texto, ¡Ecce Pericles! (1945), y no de una discursividad crítica historiográfica sobre los sucesos históricos. No deja de ser significativo, sin embargo, que el texto de Arévalo sea considerado por Taracena Arriola (1997) como obra histórica que rompe con la “tradición historiográfica liberal” debido a la atención que pone a los grupos subalternos y “el manejo innovador de las fuentes escritas y orales” (p. 245).
16 Por supuesto, es un anacronismo relativo, siendo el nazismo una aplicación biopolítica clave en el siglo XX europeo, cuyas raíces se remontan, precisamente, al siglo XIX. Al respecto, ver el trabajo de Espósito (2009).
17 Una novela como El material humano de Rodrigo Rey Rosa (2009) desglosa significativamente la relación entre autoritarismo y racialización que sigue predominando en Guatemala hasta nuestros días.