ISSN 1023-0890 EISSN 2215-471X Número 24 • Julio-diciembre 2019 Recibido: 29/01/19 • Corregido: 15/01/19 • Aceptado: 03/04/19 |
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Representaciones de testimoniantes como víctimas y de la guerrilla de las FARC como victimaria en cuatro relatos del secuestro en Colombia1 Resumen: Los libros de literatura testimonial del secuestro en Colombia ayudaron a fundamentar el discurso contra-terrorista del segundo periodo presidencial de Uribe, puesto que no solo cuestionaron a la guerrilla de las FARC desde su discurso, sino desde su accionar visto desde adentro. A partir del análisis de cuatro libros testimoniales, se establecen las representaciones de la guerrilla como victimaria y de los secuestrados como víctimas. Estos libros develan un grupo armado “salvaje”, incompasivo, sanguinario, poco humano, que no expresa coherencia entre lo que dice que hace y lo que realmente hace. A partir de diversas operaciones discursivas, se recrea a la organización alzada en armas y al sujeto guerrillero como el Otro violento que hay que derrotar, en tanto exhibe unas condiciones psicológicas e ideológicas sancionables. Sin embargo, se pueden establecer diferencias en la manera cómo los autores representan a la guerrilla y esto tiene que ver también con la manera cómo los testimoniantes se representan a sí mismos como víctimas. El hecho de haber presenciado los hechos victimizantes convierte a los autores de los testimonios en testigos por excelencia, cuya palabra debe creerse. Aunque una parte significativa de los relatos testimoniales está compuesta por las descripciones de los vejámenes de la guerrilla hacia los secuestrados y las pésimas condiciones en que estos vivían, los testimonios también son documentos de resistencia y recomposición de la identidad. Palabras Claves: Literatura testimonial, representaciones sociales, Colombia, secuestro, guerrilla de las FARC Abstract: The books of testimonial literature of the kidnapping in Colombia helped to ground the counter-terrorist speech of the second presidential period of Uribe, since not only did they question the FARC guerrillas since their speech, but from their actions seen from within. From the analysis of four testimonial books, the representations of the guerrilla as perpetrators and of the kidnapped as victims are established. These books reveal an armed group “wild”, pitiless, bloodthirsty, not very human, that does not express coherence between what it says it does and what it really does. From various discursive operations, the organization raised in arms and the guerrilla subject are recreated as the violent Other that must be defeated, while exhibiting sanctionable psychological and ideological conditions. However, differences can be established in the way the authors represent the guerrillas, that has to do with the way in which the witnesses represent themselves as victims. The fact of having witnessed the victimizing facts turns the authors of the testimonies into witnesses par excellence, whose word must be believed. Although a significant part of the testimonial accounts is composed of descriptions of the guerrilla’s humiliation towards the kidnapped and the terrible conditions in which they lived, the testimonies are also documents of resistance and identity recomposition. Keywords: Testimonial literature, Social representations, Colombia, Kidnapping, FARC guerrilla | |||
Karen Lorena Romero Leal Universidad de Leiden Leiden y La Haya, Holanda |
Introducción
El trauma del secuestro en Colombia logró aglutinar a la sociedad civil colombiana a pesar de sus profundas diferencias culturales, tal como lo señala Tognato (2011). Este fenómeno violento ha atravesado la historia del conflicto armado reciente del país, pues ha sido utilizado tanto por las guerrillas comunistas como por grupos narcotraficantes y delincuencia común desde 1970. En el caso de las guerrillas, estas han hecho uso tanto económico como político del tipo de violación a los derechos humanos objeto de este estudio. Específicamente, las FARC desarrollaron una estrategia a mediados de la década de los ´90 de secuestrar durante varios años a personas de la vida pública y miembros de las Fuerzas Armadas para presionar un intercambio humanitario por guerrilleros presos en las cárceles colombianas. El contexto político de este fenómeno es la emergencia del discurso contra-terrorista en Estados Unidos y las negociaciones de paz del presidente Andrés Pastrana en Colombia (1998-2002) (Romero, 2017).
Para Mesnard (2010), la literatura es un recurso al que acude el testigo de un hecho traumático para poder expresarse, así que “el testimonio tiene que ver con la literatura porque el espacio de ésta también se compone de distancia y silencio” (p. 440)2. De ahí que se produjera un boom de literatura testimonial del secuestro cuando gran parte de los secuestros por las FARC fueron liberados (Romero, 2017). El discurso testimonial, “al igual que todo tipo de comunicación, es una representación material de la representación mental de la realidad por parte del emisor” (Theodosíadis, 1996, p. 57), que busca no solo presentar una versión de los hechos ocurridos, sino también persuadir al receptor de que los acontecimientos narrados realmente pasaron. Así se establece un contrato de veridicción, donde el “saber” del testigo tiene su contraparte en el “creer” del público lector (Theodosíadis, 1996, p. 57).
Para que los traumas tengan un carácter colectivo, las crisis sociales deben ser también crisis culturales, no limitándose el trauma a ser la expresión de una experiencia grupal de dolor, sino que implica el cuestionamiento de las bases de identidad colectiva (Alexander, 2003). De esta manera, los actores que han sufrido experiencias dolorosas deciden representar el dolor social como una amenaza fundamental al sentido de quiénes son, de dónde vienen y para dónde quieren ir. Por tanto, los testimoniantes despliegan representaciones simbólicas que claramente se diferencian de los eventos que denuncian, puesto que se elaboran como demandas ante la profanación de valores sagrados y reclamos por acciones de restitución y reparación.
Además, los relatos que exponen la experiencia subjetiva de las víctimas tienen un efecto terapéutico no solo a nivel individual, sino también colectivo, en tanto develan la particularidad de los hechos violentos en dos vías. La primera de ellas al hacer manifiestas “las jerarquías y luchas de poder que están en juego en cada experiencia de violencia”, y la segunda en “descubrir el sufrimiento subjetivo para poderlo compartir, al menos parcialmente con otros, lo que le permite al sujeto, como lo dijo [Primo] Levi, ‘estar en paz consigo mismo’, que es el cimiento de una paz compartida” (Jimeno, 2008, p. 21). Estos trabajos de la memoria son denominados por la autora como “luchas por la recuperación del sentido subjetivo de la experiencia” (Jimeno, 2008, p. 21).
El objetivo de comprender los libros que contienen narrativas sobre las experiencias de secuestro en las regiones de frontera colombianas tiene como presunción analítica que estos textos testimoniales son construcciones culturales que se enmarcan en un contexto social y cultural de producción específico, y que responde a la manera cómo está organizada simbólicamente la sociedad. En este caso, los cuatro testimonios analizados se pliegan o responden de manera diferenciada al discurso hegemónico del gobierno presidencial de Álvaro Uribe, puesto que catalogan a la guerrilla de las FARC como terrorista y enemiga de la modernización del país.
Los libros analizados fueron: El mundo al revés (2010) de Alan Jara, político, quien vivió su niñez en los llanos orientales; No hay silencio que no termine (2012) de Ingrid Betancourt, mujer que participó en el escenario político nacional; Lejos del infierno (2009), escrito en conjunto por los estadounidenses Marc Gonsalves, Keith Stansell y Tom Howes, con apoyo de Gary Brozek; y Mi fuga hacia la libertad (2008) de John Fran Pinchao, subintendente de la Policía.
Este artículo se divide en seis secciones. La primera parte es un acercamiento teórico a la relación entre representación y testimonio, el segundo apartado describe la metodología usada en la investigación, posteriormente se contextualizan los libros testimoniales del secuestro analizados. Las siguientes dos secciones, presentan los resultados encontrados respecto a las representaciones de las FARC como victimarios y de los testimoniantes como víctimas. Por último, se presentan las conclusiones del artículo.
1.Representación y testimonio
Myriam Jimeno en su artículo sobre las novelas de La Violencia en Colombia, conceptualiza representaciones sociales como “construcciones simbólicas para aprehender la realidad, que están fabricadas con valores, creencias, principios, metáforas y estereotipos vigentes en la sociedad en la cual nacen”, que sirven como “sistemas de clasificación e interpretación” de eventos, personas, acciones y afectos (2012, p. 296). Por otro lado, en “El trabajo de la Representación”, Stuart Hall define la representación como la producción de sentido de los conceptos en nuestras mentes a través del lenguaje, como el vínculo entre los conceptos y el lenguaje que nos permite referirnos tanto al mundo “real” de objetos, personas y eventos, o incluso a los mundos imaginarios de objetos, personas y eventos de ficción (1997, p. 17). Tal definición se basa en una postura constructivista, en tanto se considera que el lenguaje y el significado se construyen socialmente. El mecanismo de circulación y resignificación de las representaciones sociales es la comunicación, que implica la existencia de códigos lingüísticos y marcos culturales compartidos.
Según Philippe Mesnard el testimonio es una representación del trauma vivido y como tal, no debe confundirse la escritura del trauma con el trauma en sí mismo (2010, p. 406). Alexander denomina la distancia entre evento y representación “proceso del trauma”, entendido como un acto discursivo, que busca “proyectar persuasivamente la denuncia del trauma a la audiencia-público”. Según este autor, “la representación del trauma depende de construir un armazón convincente de clasificación cultural” (2003, p. 94). Tal proceso simbólico, que consiste en contar una nueva narración, “es contingente, altamente contestado y a veces altamente polarizado” (2003, p. 94), así como sus transformaciones dependen de la relación que establezca con los discursos y prácticas institucionales.
Uno de los hitos del relato testimonial en Latinoamérica es el libro Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia (1983), realizado en conjunto por la indígena quiché y la antropóloga Elizabeth Burgos. Luego de más de quince años, David Stoll, un antropólogo estadounidense, publicó el libro Rigoberta Menchú y la historia de todos los pobres guatemaltecos (1999), en el que se cuestiona la veracidad de la historia contada por Menchú. De esta forma, argumenta que algunos de los eventos narrados no tienen consonancia con la realidad y que fueron elaborados fantasiosamente para tener mayor poder de convencimiento. Estas acusaciones fueron extensamente difundidas por medios de comunicación internacionales poniendo de presente debates acerca de la estrategización del discurso de sectores tradicionalmente excluidos para incidir en la esfera pública, así como la justificación de la acción armada para demandar la garantía de los derechos de la población (Beverly, 2008).
Beverly (2008) considera que el caso anterior muestra la apuesta de la testimoniante por dejar su posición de subalternidad en tanto se presenta como sujeto que tiene voz y, por ende, puede emitir un discurso sobre sí misma y su grupo social. La disputa que está en juego acá es sobre quién tiene la autoridad para enunciar al otro, si un académico que está en una posición de poder prominente, en tanto su discurso está soportado por tradicionales redes de difusión del conocimiento, o el mismo sujeto subalterno que al hablar sobre sí está apostando todos sus recursos simbólicos, puesto que no se preocupa por la posición que pueda perder, sino por la que puede ganar. Menchú, por tanto, logra ser un sujeto con historia, relevante para la academia y para la opinión pública. De tal modo, Beverly (2008) afirma que,
… por el proceso de construir su narrativa y articularse ella misma como un ícono político alrededor de su circulación, Menchú llega a ser no subalterna, en el sentido en que ella está operando como un sujeto de historia. Su discurso es performativo más que simplemente ser descriptivo o denotativo. Sus elecciones narrativas, incluyendo sus silencios y evasiones, suponen que hay versiones de “lo que realmente pasó” que ella no representa o no puede representar sin relativizar la autoridad de su propio relato. (p. 577)
Entonces, el autor manifiesta que el acto de testimoniar supone no solo la existencia de un testigo, sino de un sujeto político que crea “su propia autoridad narrativa y negocia sus condiciones de verdad y representatividad” (Beverly, 2008, p. 579). De este modo, los relatos testimoniales son tanto representaciones del trauma y del mundo social donde este ocurre como vehículos de auto-representación, con respecto, claro está, a uno o varios Otros.
Lo interesante de los testimonios analizados en este trabajo es que ellos no dan voz a sujetos subalternos desconocidos, sino a sujetos sobre los que se ha dado una trascendencia significativa en los medios de comunicación, pero que, sin duda alguna, no han podido enunciar un discurso sobre sí mismos. De esta manera, el cariz contrahegémonico que ha tomado el testimonio en la historia de América Latina, en este caso particular, se revela como soporte de un proyecto político y una apuesta comercial de grupos de interés con gran poder político y económico en Colombia. Se mantiene, sin duda alguna, la estrategización del discurso y la búsqueda de solidaridad del público lector con los testimoniantes.
2.Metodología
La metodología de investigación usada fue una combinación entre las aproximaciones cualitativas del análisis crítico del discurso (Pardo, 2007), postulado a partir de los planteamientos de Teun Van Dijk, y la propuesta metodológica de corte cualitativo que propone Rodríguez (2007), a partir de la teoría del núcleo central que plantea que las representaciones sociales están constituidas por un núcleo central y una red de elementos periféricos. Esta autora destaca la importancia del concepto de themata, que “serían temas persistentes, que tienen un poder generador por la diversidad de contenidos concretos que pueden desplegar en función de contextos específicos” (2007, p. 172). La identificación de thematas en un discurso permitiría encontrar los núcleos centrales de las representaciones sociales, y establecer así una jerarquía entre los contenidos de las representaciones. Con el fin de reconocer cambios y continuidades en el discurso testimonial, este trabajo tiene un enfoque comparativo entre testimonios producidos por víctimas de diferentes condiciones sociales y orígenes.
El universo está comprendido por los libros de literatura testimonial que relatan experiencias de secuestro en la selva amazónica colombiana. Los autores de los libros fueron secuestrados por la guerrilla de las FARC, durante el periodo presidencial de Andrés Pastrana (1998-2002) y al principio del primer gobierno de Álvaro Uribe. Su cautiverio se caracterizó por durar más de cinco años y haber estado en contacto con varios secuestrados. Tras la estrategia de conformar un grupo de personas para canjear por guerrilleros retenidos en las cárceles en un posible intercambio humanitario, las FARC secuestraron a extranjeros, militares, policías y políticos del ámbito regional y nacional, a través de múltiples estrategias como la toma armada de poblaciones, la retención en carreteras e incluso el secuestro de un avión.
Como esta es una investigación cualitativa, el muestreo fue de tipo intencional, específicamente un muestreo por criterio. La muestra de los testimonios sobre secuestro es de cuatro libros, cuyos criterios de selección fueron los siguientes: en primer lugar, se incluyeron textos realizados por los tres actores identificados: miembros de la fuerza pública (Pinchao, 2008), políticos (Betancourt, 2010; Jara, 2010), y extranjeros (Gonsalves, Stansell, Howes y Brozek, 2009); en segundo lugar, se incluyó la obra literaria de una mujer (Betancourt, 2010), para conocer sus particulares experiencias de cautiverio; como tercer criterio, se consideraron obras escritas tanto individual (Pinchao, 2008; Betancourt, 2010; Jara, 2010) como colectivamente (Gonsalves, Stansell, Howes & Brozek, 2009); y por último, se seleccionaron algunos relatos de personas que ya habían tenido un contacto previo con la región amazónica y de la Orinoquía antes de su secuestro (Pinchao, 2008; Jara, 2010).
3.Libros testimoniales del secuestro
a.Mi fuga hacia la libertad3
Cuando fue secuestrado, John Fran Pinchao4 tenía 25 años y era subintendente de la Policía. El 1 de noviembre de 1998 fue retenido por las FARC, cuando esta guerrilla emprendió un agresivo y sorpresivo ataque a Mitú5. Ante la fuerte arremetida contra estos puestos militares, debido a la superioridad numérica de la guerrilla y las no tradicionales armas de alto impacto usadas como los “cilindros bomba”, esta organización retuvo a cientos de miembros de la fuerza pública. Tal accionar tenía como objetivo proveerse de rehenes que pudieran servir para negociar un intercambio humanitario. Teniendo en cuenta que entre 1998 y 2002 se estaba llevando a cabo un proceso de paz entre el gobierno colombiano y las FARC, el hecho de contar con rehenes le otorgaba a esta guerrilla mayor capacidad para posicionar sus intereses en la mesa de diálogo. Aunque efectivamente se realizaron varios canjes durante ese tiempo, militares y policías con rangos más altos fueron mantenidos como “objetos” de cambio en los campamentos guerrilleros por varios años. Ese fue el caso de John Fran Pinchao quien duró ocho años y medio en poder de las FARC, esperando el tan anhelado intercambio humanitario que nunca sucedió por la férrea línea política de los subsiguientes gobiernos de Álvaro Uribe.
Mi fuga hacia la libertad (2008) es el primer libro que publica una víctima sobre las condiciones de vida de los “canjeables” en las selvas colombianas. Esto se debe a que recuperó su libertad luego de escaparse y sobrevivir en la selva diecisiete días. Este libro también fue un éxito de ventas pues tuvo catorce ediciones, 25.000 ejemplares vendidos hasta su novena edición y traducciones en varios idiomas (Romero, 2017). La imagen de Pinchao fue capitalizada por el gobierno de Uribe para legitimar la política de la seguridad democrática, convirtiéndolo en un abanderado de la campaña contra el intercambio humanitario (Romero, 2017).
b.Lejos del infierno. Una odisea de 1.967 días en manos de las FARC
Marc Gonsalves, ex–miembro de la Fuerza Aérea de Estados Unidos; Keith Stansell, ex–marine del Cuerpo de Infantería de la Marina de ese mismo país y Tom Howes, experimentado piloto estadounidense, también hacen parte de los nombres tristemente célebres por ser repetidos en los medios de comunicación cuando se hablaba del secuestro de los “canjeables”. Si bien no eran políticos o militares colombianos, para las FARC también hacían parte de un grupo extenso de enemigos de “la revolución”; ellos mismos eran la expresión del “imperialismo yanqui” que, de manera ideológica, también era fuertemente combatida por esa guerrilla. Sobre todo porque su estancia en Colombia se debía a su participación en la lucha contra las producción de estupefacientes en el marco del Plan Colombia, acuerdo anti-narcóticos financiado con recursos estadounidenses6.
Gonsalves, Stansell y Howes se desempeñaban como contratistas para la empresa de consultoría Northrop Grumman, que trabajaba para el gobierno de Estados Unidos7 en la identificación de zonas de cultivo y procesamiento de coca para la producción de cocaína. Cuando su avión cae a tierra por fallas mecánicas, los tres estadounidenses salen ilesos, pero pocos minutos después son retenidos por un grupo de guerrilleros de las FARC. Según su recuento, el resto de la tripulación muere asesinada. Su cautiverio dura cinco años, siendo la causa de liberación el rescate logrado a partir de la Operación Jaque, en julio 2 de 2008, por la que también Ingrid Betancourt obtiene su libertad (Gonsalves, Stansell, Howes & Brozek, 2009).
Es importante resaltar que Lejos del infierno fue realizado con la colaboración de Gary Brozek, un escritor independiente de Estados Unidos8. Además, es debido reconocer la particularidad de la organización del testimonio, que más bien podríamos llamar los testimonios, ya que cada capítulo está compuesto por el relato de cada uno de los testigos. Así pues, los capítulos se dividen en apartes cuyo nombre son: Marc, Keith o Tom.
Al ver que en un solo libro confluyen los testimonios de tres ex–rehenes estadounidenses, se podría pensar que esta pieza literaria constituye una versión definida de la experiencia del secuestro en los campamentos de las FARC. Sin embargo, allí se plasman versiones diferentes de un mismo episodio que, claro está, se adecúan a las percepciones del narrador o “testigo” específico. Así mismo, se encuentran posiciones contradictorias frente al comportamiento de una persona, como por ejemplo, Íngrid Betancourt, fuertemente criticada por Keith Stansell y un tanto comprendida por Marc Gonsalves9. De esta manera, uno podría preguntarse por qué ellos no publicaron su testimonio individualmente. La respuesta a esto es que los tres estadounidenses mantuvieron una relación cercana durante todo su cautiverio. Ellos hicieron todo lo posible por apoyarse mutuamente, puesto que compartían un trabajo, una tragedia, y podemos decir, un sustrato cultural.
A pesar de las diferencias en sus puntos de vista, explicados por sus diferentes edades y experiencias vitales, las visiones de este libro contrastan con las de los otros retenidos colombianos, integrantes de las Fuerzas Militares y políticos. Así pues, podemos decir que este libro pertenece a un sub-género literario estadounidense en el que el protagonista, generalmente militar, es subalternizado por una situación que involucra un enemigo interno o externo, pero que por sus particulares habilidades puede sortear y su dignidad se ensalza para el bien de la libertad y la democracia10.
c.El mundo al revés
El entonces gobernador del departamento del Meta, Alan Jara11, fue secuestrado en el 2001 cuando participaba de la inauguración del “Puente de la reconciliación” ubicado sobre el río Guape, en el municipio de Lejanías, Meta, cuya construcción había sido ejecutada en su gobierno (Jara, 2010).
Su libro El mundo al revés. Más que sobrevivir al secuestro fue publicado en marzo de 2010 por la desaparecida editorial Norma. Como su subtítulo lo indica, el testimonio de Alan Jara busca resaltar los esfuerzos por resistir durante el secuestro, más que hacer hincapié en la tradicional imagen de víctima vulnerable que no tiene ninguna opción de establecer prácticas de libertad. De tal manera que los trabajos que dependen de la destreza mental abarcan una parte importante del libro. Cuando Oviedo y Quintero analizan las fracturas causadas por el secuestro en la identidad narrativa que Jara plasma en su libro testimonial, ellas se refieren a estas estrategias como “alegorías de libertad” (2014, p. 347).
Otro rasgo característico de la obra es que Alan Jara no solo extiende una crítica sólida hacia sus captores, sino que expresa su rechazo a la posición superficial e ineficaz del gobierno nacional, y la sociedad civil en general, frente al secuestro de sus connacionales. Por tanto, este libro se constituye en una fuerte crítica al sistema político colombiano de un individuo con una carrera pública ya establecida, y que como lo vimos, continuó después de su secuestro. Su percepción frente a las instituciones y los gobernantes también está soportada en la descripción del comportamiento de los políticos que se encuentran en su misma condición y conviven en el mismo campamento. Por el hecho de que para Jara los individuos políticos son la expresión de ese sistema corrupto, él prefiere compartir el sitio de reclusión con los militares y no con los políticos envueltos en el ego de sus prominentes personalidades.
Alan Jara es liberado unilateralmente en febrero de 2009 por la gestión de Hugo Chávez y Piedad Córdoba (Oviedo y Quintero, 2014). Cuando da sus declaraciones a los medios de comunicación, es posible ver en él un sujeto crítico del manejo que el gobierno nacional le dio a su situación, específicamente a la decisión de establecer un intercambio humanitario. Así pues, comenta que las FARC no estaban derrotadas como lo hacía creer el presidente quien defendía el éxito de casi una década de la política de la seguridad democrática. Argumentó, además, que la salida al conflicto armado no debía lograrse a través de la estrategia militar, sino desde la política. En parte por ser reconocido en la vida pública, abandera a nivel nacional esfuerzos por la liberación de sus compañeros de cautiverio, desde el ámbito civil. Así pues, es posible catalogar el relato testimonial de Alan Jara como contestatario a la política guerrerista del gobierno.
d.No hay silencio que no termine
Íngrid Betancourt12 era candidata presidencial en el momento en que fue secuestrada. A pocos días de ser cancelado el proceso de paz, Betancourt se dirigió con algunos miembros de su campaña, periodistas extranjeros y escoltas a San Vicente del Caguán, único lugar donde el partido Verde Oxígeno contaba con un alcalde electo. Este funcionario le había pedido que fuera a dar un parte de tranquilidad a la población del municipio —ubicado dentro de la Zona de Distención—, que se sentía insegura por las represalias que la guerrilla podría tomar en contra de ellos al ser canceladas las negociaciones. A pesar de haber solicitado la protección necesaria para llegar al municipio, el equipo de la candidata no pudo viajar en avión ni pudo contar con el respaldo de los escoltas asignados para su campaña. De tal manera que ella toma la decisión de trasladarse por tierra a San Vicente, junto con algunas personas de su equipo inicial, entre los que se encontraba Clara Rojas. En la carretera un grupo de las FARC intercepta el carro y de manera forzada, se llevan a Betancourt y Rojas a un campamento guerrillero.
No hay silencio que no termine fue escrito y publicado primero en francés, y luego traducido simultáneamente a diferentes idiomas. Este fue un libro que se pensó para una audiencia global, entre la que se encontraban la población hispanoamericana, la angloparlante y la europea, pero en especial, la sociedad francesa. Como bien lo argumenta Sandra Murillo (2012), la figura de Ingrid Betancourt cobró una importancia simbólica en Francia, al punto de ser reconocida como una “Juana de Arco” moderna.
El argumento de File-Muriel de que los libros testimoniales del secuestro, y específicamente, el libro escrito por Betancourt, tuvieron mayor acogida en el exterior, resultaría acertado en tanto Colombia no es un país de lectores13. Pero el hecho de que Betancourt hubiera pedido una indemnización al Estado colombiano luego de ser rescatada resultó en el deterioro de su imagen pública, que había empezado a ser negativa luego de que distintos medios informativos y relatos de ex–canjeables dieron a conocer supuestas acciones suyas durante el secuestro que la hacían ver como una victimaria y no como una víctima. Un ejemplo de ello sería su sagacidad para obtener beneficios para sí misma y sus amigos. De esta manera, este libro constituye una respuesta ante las acusaciones proferidas contra ella desde diversos sectores, recalcando que su comportamiento se basó en torno a los principios de la dignidad y la valentía. Así pues, Betancourt también hizo parte de la lucha por proponer una versión válida de la memoria del secuestro político reciente.
Betancourt, entonces, no es la típica víctima del conflicto armado colombiano que está dispuesta a recibir los recursos económicos y simbólicos que el Estado ya ha estipulado con anterioridad para la reparación de personas violentadas. Y es por eso que ella solicita una indemnización al Estado por el tiempo que estuvo secuestrada, confiando en las instituciones como garantes de los derechos ciudadanos. Al igual que Alan Jara, es crítica de los vicios de la política nacional, así como de la irresponsabilidad de los medios de comunicación al difundir informaciones falsas sobre su vida como secuestrada. Sin embargo, lo anterior no es central en su relato, en tanto su narración está en gran parte contenida por sus elucubraciones sobre la situación que vive y sus manifestaciones corporales, es decir, que está gran parte centrada en sí misma, en sus actos y reflexiones en y sobre el cautiverio.
4.Representaciones de las FARC y de sus guerrilleros como victimarios
Todos los autores buscan demostrar las contradicciones internas de las FARC al contraponer el modelo socio-político que el grupo guerrillero proponía establecer luego de la victoria de “la revolución socialista” con el modo de vida al interior de los campamentos guerrilleros. Narraciones sobre disputas por el mando, conflictos de intereses personales, excesos en la imposición de castigos, elevadas cargas de trabajo físico, violencia de género, logran convencer al lector de que no solo hay una contradicción entre los fines y los medios en el accionar de este grupo armado, sino en el modelo de sociedad utópica que plantean y la realidad inequitativa de los frentes guerrilleros. La revelación de fracturas en la cohesión organizacional, así como el descontento de la tropa frente a decisiones tomadas por los jefes guerrilleros es una forma para fundamentar la ya mala imagen de las FARC en la sociedad civil, pues las críticas se han hecho con conocimiento de causa.
4.1El discurso contraterrorista y de la seguridad democrática
La figura de Pinchao tras su fuga permitió posicionar el discurso de la seguridad democrática a nivel nacional e internacional, en tanto él mismo era el testimonio vivo de los desmanes de las FARC (López, 2013). Como testigo directo de crímenes de guerra, su libro cumple la función de enmarcar esa imagen de la organización guerrillera como un grupo enemigo, que puede ejemplificarse cuando se refiere a la Toma de Mitú: “era más tenebroso el video que la misma toma, ya que en el fragor del combate, por el instinto de supervivencia se asume una actitud tranquila que permite hacer frente al enemigo14 para conservar la vida” (Pinchao, 2008, p. 85). A su vez, el término “terrorista” es usado para clasificar indistintamente a la guerrilla en su doble dimensión, como organización y como individuos combatientes. Así pues, se ve que Pinchao se adhiere al discurso gubernamental al usar su sistema clasificatorio, que naturalmente ha sido adquirido a partir de su adscripción a la Fuerza Pública. La eficacia simbólica de su discurso se basa en ser testigo directo de los actos de las FARC, por eso en varias ocasiones parece que Pinchao fuera un testigo que está enunciando pruebas legales contra la organización guerrillera. El uso del término “terrorista” también por parte de los tres estadounidenses secuestrados apoya de manera directa la política antiterrorista del presidente saliente de Estados Unidos en 2009, George W. Bush y, por consiguiente, el tipo de lucha contrainsurgente de Uribe Vélez. Así pues, hacen parte de un argumento con el que se justifica las labores de inteligencia que realizaban cuando fueron secuestrados. El hecho de explicar la lucha militar como un sacrificio da entender que ellos se ven a sí mismos como individuos que se han sacrificado para ayudar en la cruzada por la protección de la libertad que ha impulsado su país.
La descripción precisa de las acciones de guerra de las fuerzas armadas colombianas y la estimación de su impacto militar y moral sobre la guerrilla, les permite argumentar que la política de la seguridad democrática y, por ende, el apoyo del gobierno estadounidense a través del Plan Colombia, tiene resultados positivos y, por tanto, debería continuar para eliminar físicamente a las FARC. Sin embargo, los esfuerzos militares serían totalmente exitosos si ellos no estuvieran retenidos en el mismo espacio ocupado por los guerrilleros, ya que la puesta en marcha de acciones militares más contundentes podría significar su muerte. De esta manera, los relatos de las reflexiones en cautiverio de Pinchao y de los tres estadounidenses no terminan inscribiéndose del todo a una política de guerra en la que no se contemplara la negociación, puesto que lo que estaba en juego eran sus vidas.
4.2Salvajización y primitivización
Taussig (2002) dice que para Carlos Fuentes hay dos polos que constituyen la literatura latinoamericana: la Naturaleza y el Dictador. A la naturaleza se le atribuye una “destructividad brutal” que en realidad es el símbolo de un poder más devastador, propio de las relaciones sociales. Es por eso que los relatos del secuestro configuran a los guerrilleros de las FARC como los únicos perpetuadores de una violencia irracional. La selva (espacio del secuestro) se presenta como un espacio hostil (Romero, 2018), pero nada comparado con los efectos devastadores de las acciones guerrilleras. De esta manera, quien resulta ser más cruel que las fuerzas implacables de la naturaleza es el agente humano que voluntariamente ejerce el mal.
Sin embargo, sí se encuentra que la selva como espacio donde transcurre la mayor parte de la vida guerrillera sirve para catalogar metonímicamente a la guerrilla. Así pues, a las FARC se le atribuyen prácticas irracionales y a sus combatientes se los designa como salvajes. Denominar a alguien como salvaje denota un esfuerzo por enfatizar que está fuera de la cultura, aunque podría seguir siendo humano. De ahí que establezcamos dos operaciones discursivas respecto a salvajizar a los guerrilleros de las FARC: la animalización y la primitivización. La categorización animalista lleva tras de sí la presunción de la existencia de una contradicción total entre naturaleza y cultura, en tanto, no ser humano implica ser un animal. Esta estrategia discursiva resulta también ser una respuesta al trato inhumano de la guerrilla, que muchas veces hace sentir a los secuestrados como animales.
López (2008), a partir de su análisis de la construcción de Pinchao como héroe nacional, considera que sus discursos públicos dieron pie a la demonización de las FARC. Sin embargo, al leer su libro se denota más bien un esfuerzo de deshumanización, y en esa medida, de barbarización. En esta cita la guerrilla se describe como parte del paisaje y es equiparada con animales salvajes que están al acecho.
El problema no era salir del campamento, sino mantenerse en la selva y sobrevivir en esas condiciones tan adversas: el peligro permanente de encontrarse con animales salvajes al acecho, una guerrilla siguiéndole los pasos, un mundo de zancudos que no dejan de picar, unos ríos caudalosos y una gran cantidad de agua desbordada. (p. 191)
Además, se describen muchos comportamientos de los guerrilleros como individuos, sobre todo de hombres, como salvajes, así no se enmarquen en acciones de guerra. Actos de violencia de género por ejemplo contra guerrilleras15 y secuestradas. De esta forma, Pinchao (2008) asevera que “no hay animal más peligroso que el hombre” y en circunstancias de secuestro, pero también de guerra “prima el instinto de supervivencia y el hombre es un lobo para el hombre, como dijo un filósofo” (p. 127).
Este comportamiento se explica no solo por las condiciones extremas en las que se encontraban secuestrados y guerrilleros, sino como expresión de la tendencia de “hacerse más salvaje que el salvaje para dominar la selva y sus habitantes” (Páramo, 2009, p. 75), teniendo en cuenta que los salvajes en estos relatos son los carceleros, es decir, los miembros de la guerrilla, hombres y mujeres. Tal situación también recuerda la idea de la existencia de “un conjunto más o menos simultáneo de impulsos en el cual, a medida que va transcurriendo el tiempo en la selva, los más irracionales (eso es, los más salvajes) van anulando a los racionales (o culturales) hasta su virtual extensión” (Páramo, 2009, p. 39). Como si el reverso del Leviatán de la cultura, provocara la primitivización de los seres más civilizados.
La edad de Piedra será un referente que atravesará toda la historia de secuestro narrada en el libro de Howes, Stansell y Gonsalves (2009), puesto que claramente oponían su propio país que contaba con gran cantidad de artefactos tecnológicos, y la selva amazónica colombiana, un lugar donde quizás lo moderno, e incluso “la civilización” no había llegado (Romero, 2018). De esta manera, el comportamiento de los guerrilleros hacia ellos también les da pie para considerarlos como grotescos, toscos y poco inteligentes, casi sin cultura, como se conoce comúnmente a los humanos del Paleolítico. El hecho de recurrir, por ejemplo, a la medicina popular para curar el malestar estomacal de Keith Stansell es catalogado por uno de ellos como de “prehistórico” (p. 109).
4.3Infantilización y caricaturización
Otras maneras de minimizar discursivamente a los sujetos guerrilleros y, por ende, de enfrentar su violencia física a través de la violencia simbólica es la infantilización y la caricaturización. Estas estrategias se expresan con gran nitidez en el texto de los tres estadounidenses, pero es posible rastrearlas también en los otros testimonios analizados.
Definitivamente, los miembros de la guerrilla siguen perteneciendo al género humano, pero en realidad son un remedo de ello. Tal como vimos antes, ellos son representados como personas sin madurez física y moral, pero también mental. Gonsalves (2009) plasma esta percepción al principio de su cautiverio así:
Tanto como nosotros nos cansábamos de oír “¿Quién sabe?”, estoy seguro de que ellos se preguntaban por qué usábamos tan a menudo palabras como “extravagante” y “surrealista”. Estar caminando por la selva –pasando con frecuencia por los campos de coca que antes habíamos reportado desde el aire-, con un montón de terroristas chupa-colombinas, come-dulces, con cerebros lavados, había atrofiado nuestro vocabulario, así que recurríamos a nuestras manidas palabras de siempre. (p. 77)
Referirse a los guerrilleros a través de denominaciones que apelan a rasgos físicos o formas de comportamiento, se asienta en un hábito característico de los campamentos: establecer uno o más apodos que resalten aún más un carácter sobresaliente de la persona. Así pues, los estadounidenses se adhieren a esta práctica y crean sobrenombres para sus captores en inglés, lo que les permite referirse a ellos sin ser entendidos. Esto significa que había un interés por disminuir al otro para poder enfrentarlo. Como hemos visto, el uso de las operaciones discursivas descritas permite a través del discurso enfrentar los actos de violencia cotidiana generados por los guerrilleros. El individuo guerrillero se juzga a través de sus actos y, por ende, se le califica a partir de ellos.
4.4Conocimiento, trabajo y moral
A pesar de que la experiencia hizo cambiar la actitud de los rehenes frente a su propia vida y la sociedad, los tres estadounidenses secuestrados siempre vieron como diametralmente diferentes a los integrantes de las FARC. Más allá de las diferencias en los modos de vida entre selva y ciudad, ilegalidad y legalidad, se contraponen además las expectativas vitales, los modos de conocer y la manera de apreciar el mundo. Howes (2009) afirma que: “Muy pocos guerrilleros se interesaban por el mundo de la naturaleza. Se diría que siempre dividían todo en categorías opuestas: comestible/no comestible, venenoso/no venenoso, muy peligroso/mortal. Dadas sus circunstancias, esas parecían distinciones importantes de hacer” (p. 171).
De esta manera, se distingue una diferencia clara entre los capitales culturales de los miembros con menor nivel en la jerarquía de la organización y los rehenes, especialmente, los políticos y extranjeros. Ingrid Betancourt de forma discreta posiciona una suerte de autoridad lingüística que le permite cuestionar la manera en que hablan unas guerrilleras: “pronunciaba mal el verbo “bombardear”, como una niña con problemas de dicción. También utilizaban el verbo “mirar” en lugar de ver. El resultado era sorprendente. Decían “lo miré”, cuando habían visto a alguien. Sonreí” (2010, p. 113).
Es debido decir que algunos autores, como Betancourt y Jara, reconocen que el nivel educativo y experiencia política de los jefes guerrilleros con respecto a los soldados rasos es un factor que determina su contrastante percepción del mundo. Por eso es que los dos describen en sus testimonios largos diálogos que establecen con algunos cabecillas, mientras que en variadas ocasiones argumentan que sus guardias e incluso, los líderes de los frentes guerrilleros, tienen un estrecho horizonte de pensamiento. Es decir, que sus vidas transcurren ejecutando las tareas que sus jefes les ordenaban dentro de los campamentos, durante las travesías al interior de la selva y en el frente de combate, sin detenerse a pensar en su posición en el mundo y sus condiciones de vida.
Así pues, los miembros de la guerrilla se presentan como individuos con una capacidad de raciocinio limitada, como personas que no pueden pensar más allá de sus necesidades y de los estímulos inmediatos. Ellos habrían ingresado a la guerrilla porque era lo único de lo que podían echar mano, y si seguían ahí era por su poca capacidad de establecer una posición personal que cuestionara los errores de la guerrilla como organización y en específico, de sus dirigentes. Lo que vemos acá es la manifestación de violencia simbólica por parte de las víctimas del secuestro que cuestionan formas de vidas diferentes a las que ellos tenían y veían dentro de las ciudades y de sus círculos sociales. Esto se percibe sobre todo en los relatos de los políticos –aún más en el de Betancourt–, y de los tres estadounidenses para quienes la reflexividad constante sobre las acciones personales debe ser una actividad diaria. Que las preocupaciones e intereses de sus captores se relacionen principalmente con sus prácticas en la organización y su vida material les da elementos a los testimoniantes para declarar este modo de vida como erróneo. Muchos de los comentarios que declaran estas prácticas como curiosas se centran en actividades propias de quien trabaja en el campo, que puede dedicar horas a trabajos pequeños, que requieren concentración y un nivel importante de fuerza física.
Si bien una crítica recurrente es la enajenación ideológica que no les permitía pensar más allá de sus deberes cotidianos ni considerar el impacto de su participación en una organización dedicada al ejercicio de la violencia, las víctimas del secuestro valoran las capacidades físicas de los hombres y mujeres combatientes, debido a su alto nivel de adaptación a las actividades de la guerra en la selva. Entonces, los guerrilleros pasan de ser vistos como poco humanos a exhibir habilidades que superan las del común. Sin embargo, esto mismo puede hacerlos ver como seres diferentes cuya humanidad podría estar en cuestión, de tal modo que están más cercanos a ser unos autómatas con un desempeño elevado.
Así pues, es posible establecer que mientras los combatientes rasos son considerados como personas con poca autonomía moral, los comandantes guerrilleros son representados como seres malévolos, traicioneros, sagaces para su propia conveniencia. Estos últimos, entonces, son quienes dominan el criterio de sus subalternos, puesto que se aprovechan de su “ignorancia” y vulnerabilidad social.
4.5Empatía
Algunos de los autores se dan cuenta que la participación en el grupo armado obedecía a razones ligadas a experiencias violentas previas, de distinta clase: intrafamiliar, de género, política, y estructural. Junto a esto, también encontraban que la organización guerrillera ofrecía una serie de beneficios que atraían a los más jóvenes y a los desposeídos. De alguna manera, la violencia que imponían como guerrilleros se explicaba a partir de una vida llena de carencias y vulnerabilidades. Esto se basaba en una de las explicaciones que los tres estadounidenses recibían cuando ellos también les preguntaban a sus captores las causas de su reclutamiento. Muchos decían que la razón para estar allí era la “Violencia”. Acepción referida a experiencias violentas diferenciadas o a la interiorización de las razones constitutivas comúnmente esgrimidas por la organización guerrillera.
Se cree que las prácticas violentas tienden a reproducirse en nuevos actos de violencia, que pueden ser del mismo o de diferente orden. En ocasiones, los autores tratan de dar a entender que los guerrilleros son producto de una violencia constituyente sufrida en la niñez, y en la actualidad, solo son como eslabones homogéneos de una cadena que soporta la estructura guerrillera. Una metáfora usada es que los guerrilleros, sobre todo los que tienen menos poder, también están secuestrados como ellos, puesto que, si se escapan y son encontrados, podrían también estar en peligro de ser asesinados por traición. Estos parias serían también rehenes de los dirigentes guerrilleros. Esto explica el porqué algunos guerrilleros recurren al suicidio, tal como lo narra Betancourt. Entonces, se establece, así sea solo en el plano narrativo, una solidaridad entre víctimas de una misma condición: estar bajo el dominio de los ideólogos de la guerrilla.
Además, es debido decir que el largo tiempo de cautiverio posibilitó un alto nivel de conocimiento entre guerrilleros y secuestrados, generando el establecimiento de relaciones de amistad o al menos, de gestos de comprensión y solidaridad. Por tanto, los autores también presentan una imagen de los guerrilleros como personas complejas que sienten como cualquier otro ser humano, y que están configurados de acuerdo a sus experiencias de vida social.
5.Representación de sí mismos
Lejeune (1980) citado por Buitrago (2010), establece que
… los relatos de denuncia son libros morales que suscitan en el lector reacciones de indignación ante la injusticia, la maldad y la estupidez relacionadas a una institución, lo que supone que el testigo con el que el lector se identifica esté perpetuamente en una posición de inocencia y de generosidad que autoriza esta denuncia. (p. 25)
Sin embargo, lo interesante de estos testimonios, sin duda alguna, es que los autores se posicionan más que seres totalmente victimizados sin ninguna posibilidad de acción.
Si la experiencia de secuestro fue un acto de minimización, la acción de testimoniar en contra de la guerrilla implicó entonces el vuelco en la identificación de quienes ejercían el poder violento. En la descripción de un intento de escape de Betancourt, que finaliza con su interceptación por parte de unos guerrilleros, se dilucida la transformación de su identidad, pues pasa de estar victimizada a ser consciente de sus fortalezas. No es la fuerza física la que hace a la autora más capaz y más valiosa, sino su dignidad y discernimiento moral. Betancourt inicia batallando contra la selva, ese espacio impenetrable, pero se da cuenta que puede entenderlo, que tiene una lógica y, por ende, su mística es desentrañable. También nota que se puede actuar para minimizar sus peligros. Pero todavía le da miedo porque teme por su vida. Cuando la guerrilla la encuentra, ella no tiene armas para combatirla, pero se da cuenta que tiene dignidad y una superioridad moral, que la dota de fuerza mental e incluso, física. Ella sufre los insultos de los hombres guerrilleros que han alejado del acto a sus compañeras, puesto que ellos son los guerreros que se imponen sobre la víctima mujer. Hay doble dominación, el de los victimarios sobre la víctima, y el de los hombres con armas sobre la mujer sin objetos. Betancourt termina ganando la batalla porque al final le piden disculpas. Su implacabilidad sobrepasa los vejámenes de la guerrilla. A través del sufrimiento es como Betancourt se vuelve una heroína. No es más fuerte, pero si es más implacable, más coherente. Su discernimiento moral es lo que le hace sobreponerse a ese mundo “surrealista”, que es como ella nombra su entorno de cautiverio.
Junto con los principios morales que la autora alega tener, también resalta su capacidad para autocontrolarse. Este pasaje demuestra la intención de la autora por presentarse como civilizada,
Le agradecí con todas las formas de la cortesía. Sentía la necesidad de ataviarme de ritos, recobrar aquello que hacía de mí un ser humano civilizado, moldeado por una educación que se inscribía en una cultura, una tradición, en una historia. Como nunca en mi vida, sentía la necesidad de alejarme de la barbarie. (Betancourt, 2010, p. 43)
Sin duda alguna, Betancourt se siente culta por haber crecido y estudiado en Francia, mostrando que la cultura de este país es auténtica. De esta manera, ella no solo estaría en posición de superioridad frente a sus captores, sino también frente a sus compañeros de secuestro. Y ser culto o civilizado también significaba desplegar un ramillete de principios, que según los testimonios sobre todo de Betancourt y los tres estadounidenses, eran el honor, la valentía, la decencia, el respeto, y la dignidad. De ahí que todos los autores de los testimonios analizados dediquen una parte importante de sus textos a relatar y luego, cuestionar ciertas actitudes de sus compañeros de secuestro, mostrando cómo el cautiverio saca la peor parte de las personas, en tanto deshumaniza y lleva a las personas a su estado natural, llenos de carencias y dispuestos a pelear de manera individualista para proveerse de los escasos recursos disponibles. Las referencias constantes a la adaptación a un espacio hostil y a la competencia por los recursos entre varios sobrevivientes recuerdan claramente la literatura de naufragios, donde se ficcionaliza y reactualiza la idea del estado primigenio del ser humano aislado, inocente y desconocedor. A pesar de que puede lograr entender el ambiente circundante, a partir de la creación de herramientas que le permitan sacar provecho de este, lo que resulta absolutamente complejo es la ideación de principios de organización social y su inmediata aplicación y legitimación. Determinar los orígenes del poder social es, entonces, una constante que ha alimentado la imaginación moderna. Sin duda alguna, este tipo de literatura guió la producción de los libros aquí analizados.
5.1Identidad y resistencia
El contrato de veridicción de Pinchao con la sociedad colombiana está sostenido sobre bases sólidas, en tanto, es el primer ex–secuestrado del grupo de “los canjeables” que expone las dramáticas condiciones del cautiverio en los campamentos selváticos de las FARC. De esta manera, su relato reafirma la condición de héroe mediático al que había sido posicionado, luego de que su imagen fue capitalizada por el gobierno de Uribe Vélez para continuar con su política de combatir militarmente a las FARC, sin ninguna clase de concesiones, así estas hubieran sido de tipo de humanitario (López, 2013).
Pinchao es la representación no anónima de los “héroes anónimos de la patria”. Lo es por tres razones particulares: resultar vivo después de catorce horas de combate en la Toma de Mitú, sobrevivir a la selva y al cautiverio durante ocho años y medio, y fugarse de sus captores a través de un paisaje agreste como lo es la Amazonia. Es un héroe que no sufre todo el tiempo –aunque él mismo se sorprenda de su propia actitud–, es un héroe que se divierte, que se maravilla de los lugares por los que pasa y de las cosas que aprende. En la siguiente cita podemos ver cómo se concibe a sí mismo, y el hecho de seguir hasta las últimas consecuencias en su particular modo de ser lo llevan a autocriticarse: “allí construyeron un campamento bonito -qué masoquismo el mío, incluso en las peores circunstancias me pongo a apreciar las cosas16-, pero no lo pudimos estrenar” (Pinchao, 2008, p. 139).
El discurso sobre sí mismo son sus hechos. Claro está que la pretensión de describir sucesos de manera objetiva también implica emitir un discurso, pero más que ofrecer una interpretación de estos actos, su intención es mostrarlos tal cómo sucedieron. De esta manera, el público lector tendría un amplio espacio para la reflexión, pudiendo juzgar a Pinchao, en primera instancia, no por sus palabras, sino por sus hechos. Sus acciones serían evaluadas, entonces, por los efectos que logran. El relato testimonial lo erige como un estratega, que apuesta por una lectura de la vida guerrillera con el fin de utilizar luego esa información, a pesar de no saber con antelación cómo ni cuándo.
5.2Estrategias de supervivencia y prácticas de libertad
Al reconocer que el tiempo en cautiverio dependía de las acciones que emprendieran agentes externos como el gobierno nacional y los dirigentes de las FARC, los secuestrados se dieron cuenta de que su bienestar personal dependía de las acciones que pudieran llevar a cabo con los pocos recursos que tenían a la mano, no solo materiales, sino también simbólicos, como los conocimientos de idiomas y de política global con los que contaba Alan Jara. Este ex–secuestrado se caracterizó por impulsar la realización de actividades de esparcimiento colectivas como la creativa Jungle School:
Así fuimos creando The Jungle School o La escuelita de la Selva, la mejor herramienta de supervivencia y el acto de fe de creer en un mañana en libertad. Me hice el propósito de sobreponerme siempre a las circunstancias y tomé una decisión que me acompañaría durante todo mi cautiverio: en esta escuela seríamos libres, esta escuela no se cerraría hasta tanto todos saliéramos. (2010, p. 66)
Haber sido repentinamente sustraídos de su diario vivir implicó que los secuestrados tuvieran que idearse estrategias para no sentir la angustia existencial de que su tiempo se estaba desperdiciando. “Los canjeables” se caracterizaban por tener una vida laboral activa antes de su retención y, por ende, sintieron una gran desorientación cuando se encontraron con mucho tiempo disponible. De múltiples maneras se idearon rutinas de actividades individuales y colectivas que les hiciera sentir que sus vidas tenían sentido.
5.3Transmutación espiritual
Ante la condición de sinsentido de la vida, manifestado en la desesperanza e incertidumbre frente a una rápida liberación, las víctimas del secuestro echaban mano de sus referentes de significado personal y colectivo para mantenerse en la espera indefinida de su liberación. Betancourt (2010) explica lo anterior de la siguiente manera:
… comprendía, entonces, que la vida nos da montones de provisiones para nuestras travesías por el desierto. Todo lo que había adquirido de manera activa o pasiva, todo lo que había aprendido voluntariamente o por ósmosis, volvía a mí como las verdaderas riquezas de mi existencia, cuando lo había perdido todo. (2010, p. 150)
El cautiverio es para la autora el paso entre un mundo desbordado de posibilidades a uno totalmente carente de recursos. De tal modo que el periodo de confinamiento fue para ella un tránsito entre una vida de acción a una vida de reposo forzado. La imposición de violencia de la guerrilla, la falta de autonomía para decidir y la imposibilidad de influir ampliamente en los otros, la llevaron a tener una crisis existencial.
En varias ocasiones, es posible dilucidar en su discurso un interés por mostrarse como un ser martirizado como consecuencia de las difíciles condiciones del secuestro. Quizás esto responda a las expectativas de un posible grupo de lectores que la concebía como una heroína, que logró superar incluso hasta la muerte. Así Betancourt narra también su transformación personal como un proceso espiritual envuelto en profundos estados psíquicos influidos por el medio ambiente circundante, casi como un chamán al que los espíritus de la selva le revelan el camino a seguir. Puede vérsela, entonces, como una mujer cuyo poder le ha sido despojado, pero que descubre que en su interior tiene recursos suficientes, como sus principios y certezas morales, para sobreponerse a las dificultades. Entonces, vuelve a estar empoderada como en el pasado, pero ahora posee otro tipo de poder, no el que le dan los demás o el que surge de las riquezas materiales, sino el que ella puede generar desde su interior. Así pues, Betancourt sería una mujer que ha aprendido una gran lección de vida y se reivindica a partir de su transmutación espiritual.
6.Conclusiones
Los ejercicios de minimización del valor humano de los guerrilleros son una estrategia simbólica para contrarrestar los efectos de la violencia generados en el cuerpo y espíritu de las víctimas del secuestro. Sin embargo, no solo se caracterizan por ser unos individuos que ejecutan insensiblemente actos violentos cada vez que la organización lo requiere, sino que su configuración social los hace controvertibles, en tanto su comportamiento y deseos de vida van en contravía de las expectativas sociales de los cautivos. Se establece, entonces, un ejercicio de violencia simbólica debido a una diferenciación en capital cultural, social y económico.
Se muestra que el grueso de los combatientes guerrilleros era apto para actuar en las duras condiciones de la selva, para sobrevivir y hacer frente a los ataques militares, pero cuando debían justificar sus acciones de guerra y en general, argumentar su posición en el mundo, hacían un uso repetitivo de consignas ideológicas preelaboradas. De esta manera, los guerrilleros con quienes tuvieron contacto los rehenes día a día son representados como “ignorantes”, con un limitado nivel de raciocinio. Por el contrario, los líderes guerrilleros encarnan la maldad y la bajeza humana, puesto que su cuestionable comportamiento se explica por los deseos de poder y riqueza.
Los autores, en primer lugar, se presentan como víctimas que han sido sustraídos de sus vidas violentamente sin ser considerados sus lazos familiares ni proyectos de vida. El cautiverio prolongado lesiona su imagen personal y los inserta en procesos de reflexividad que genera una crisis en su identidad, pero como se ha visto, los autores se posicionan no esencialmente como víctimas, sino como seres victimizados por accidente y de manera momentánea. Aunque ellos esperan con ansias su liberación para poder redimirse, logran entender que en cautiverio pueden llevar a cabo prácticas de libertad que les permite sentirse fuera de los sitios de confinamiento y en compañía de seres queridos, puesto que se crean relaciones de amistad y solidaridad entre los cautivos.
Es de esta manera cómo los autores de los testimonios se erigen como sujetos morales cuya transmutación espiritual durante el cautiverio, más fuerte en unos que en otros, les permite emitir un discurso verídico sobre una de las acciones más publicitadas por la guerrilla de las FARC y, por ende, más reprochada por la sociedad civil colombiana en su conjunto. Los autores, cuya imagen fue ayudada a moldear por los medios de comunicación masiva, serían los testigos verdaderos, con capacidades físicas y mentales exaltables, que tienen no solo el derecho, sino la obligación de dar a conocer la vida en los temidos campamentos de las FARC.
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Libros analizados
Betancourt, I. (2012). No hay silencio que no termine. Bogotá: Prisa.
Gonsalves, M., Stansell, K., Howes, T. & Brozek, G. (2009). Lejos del infierno. Una odisea de 1.967 días en manos de las FARC. Bogotá: Planeta.
Jara, A. (2010). El mundo al revés. Bogotá: Norma.
Pinchao, J. (2008). Mi fuga hacia la libertad. Bogotá: Planeta.
1 Este artículo es producto del tercer capítulo de mi monografía de grado en Antropología sobre el auge de literatura testimonial del secuestro en Colombia, desarrollado entre 2014 y 2015. El texto se escribió en una estancia de investigación en la Universidad de Purdue, Indiana (Estados Unidos) entre junio y diciembre de 2015. Esta estancia de investigación fue parcialmente financiada a través del Programa Estratégico: Convenio U. Nacional-U. Purdue 2015, de la Dirección de Investigación y Extensión de la Sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia.
2 La característica principal del género testimonial es que contiene desfases y lagunas, que “revelan la parte específicamente negativa que registra la experiencia en contacto con la violencia y que no puede convertir en palabras. Es el silencio de la pérdida. El terror y la humillación en cuanto tales, pero también como dolorosos hábitos” (Mesnard, 2010, pp. 438-439).
3 Este acápite, así como algunos de los posteriores análisis sobre Mi fuga hacia la libertad, de John Fran Pinchao son desarrollados a partir de la ponencia con el mismo nombre que esta monografía, que presenté en el Congreso (Des)articulaciones 2015, organizado por el programa de Doctorado en Lenguajes y Lingüística Hispanoamericana de la Universidad de Pittsburgh, Pensilvania, EE.UU., octubre 9 y 10 de 2015.
4 John Fran Pinchao provenía de una familia de clase trabajadora, que vivía en la periferia de Bogotá y no podía costearle el estudio a sus hijos. Sin embargo, Pinchao logró entrar a estudiar una carrera de suboficial en la Policía Nacional sin costo alguno, luego de prestar el servicio militar en 1993.
5 Este suceso hizo parte de una táctica fariana de tomarse de forma violenta diferentes bases de las Fuerzas Armadas en el sur del país. Así pues, Mitú, Las Delicias, El Billar, Miraflores, Puerto Rico, Patascoy, y otros, son topónimos que se encuentran en el imaginario colectivo de los colombianos por haber sido justamente “tomados” por la guerrilla.
6 En la tapa de la sexta edición del libro en español se encuentra la siguiente frase “Bestseller del New York Times”. Así mismo, en la cinta que recubre el libro recordando que el ejemplar hace parte de la edición número seis, se encuentra un par de citas de dos influyentes personajes de la opinión pública colombiana: Enrique Santos Calderón, ex–director del periódico El Tiempo, y José Obdulio Gaviria, férreo escudero de Álvaro Uribe. El libro se lanzó en 2009, el mismo año para la versión en inglés y en español. En Estados Unidos el libro fue producido por la editorial de alcance multinacional HarperCollins y en español, se publica por la Editorial Planeta Colombiana. En este último formato, alcanza su última edición en cinco meses. Es necesario recalcar que uno de los traductores del libro al español fue Juan Carlos Torres, quien escribió en 2008 Operación Jaque, el relato gobiernista de este operativo. De esta manera, podemos establecer la importancia para el Establecimiento de este libro, en tanto contribuye a mantener una línea discursiva anti-terrorista.
7 Información sustraída de la página web de GlobalSecurity.org.
8 Sabemos de su existencia porque su nombre se encuentra en la lista de autores. De tal modo que es posible reconocerle la escritura del libro a partir de las narraciones de los tres ex–secuestrados.
9 Romero, S. (2009). Book casts harsh light on Ex-Hostage in Colombia. The New York Times. Disponible en http://www.nytimes.com/2009/02/27/world/americas/27betancourt.html?_r=2 Consultado el 23 de octubre de 2015. Esta deferencia en el trato es, sin duda, consecuencia de la cercana relación que sostuvieron Gonsalves y Betancourt en cautiverio, y que ambos cuentan en sus textos.
10 Conversación con Jesús Morales, estudiante del doctorado en Lenguajes y Lingüística hispánica en la Universidad de Pittsburgh. Octubre de 2015. Ejemplos de este subgénero serían el famoso libro, que fue adaptado recientemente al cine, American Sniper: The Autobiography of the Most Lethal Sniper in U.S. Military History (2012) de Chris Kyle y el testimonio “Our man is inside” de Diego C. Asensio, quien fue retenido en la toma de la Embajada de la República Dominicana en Bogotá por el grupo guerrillero M-19.
11 Alan Jara estudió ingeniería civil y una maestría en ciencias de la ingeniería en Kiev, Ucrania. Al regresar a Colombia, ejerce como docente universitario e inicia su vida pública, llegando a ser alcalde de Villavicencio en 1987, así como gobernador del departamento del Meta en tres ocasiones, la primera en 1990, la segunda vez entre 1998 y 2000 (Jara, 2010), y la tercera entre 2012 y 2015.
12 Íngrid Betancourt es hija de Gabriel Betancourt, quien fuera Ministro de Educación entre los años 1955-1956 y 1966-1968, así como Subdirector General de Educación de la UNESCO (1963 – 1966) y embajador y Delegado Permanente de Colombia ante esta misma institución en 1968. Su madre es Yolanda Pulecio, ex–reina de belleza y figura pública por su incursión en causas benéficas y en la política. Por el cargo de su padre, Íngrid Betancourt vive su infancia y parte de su adolescencia en Francia, y luego estudia Ciencia Política en el Instituto de Estudios Políticos de París. Allí conoce a su primer esposo, Fabrice Delloye, y a partir de su matrimonio, obtiene la ciudadanía francesa. En la década de los ´90, incursiona en la política colombiana, llegando a ser representante a la cámara por el Partido Liberal, y en 1998, crea el partido Verde Oxígeno, basado en los principios ecologistas de los partidos verdes europeos. De tal manera que en ese año es elegida como senadora hasta que se retira de este cargo para lanzar su campaña electoral para la Presidencia. Antes de su secuestro, ya había producido dos libros relacionados con su trabajo político: Sí sabía (1996), sobre el escándalo del uso de dineros provenientes del narcotráfico en la campaña presidencial de Ernesto Samper y La rabia en el corazón (2001), con el que buscaba posicionar su perfil político al interior y exterior del país en el marco de su candidatura, puesto que primero fue publicado en Francia. Biografía de Íngrid Betancourt. Diarocrítico.com. Disponible en http://www.diariocritico.com/noticia/97172/noticias/biografia-de-ingrid-betancourt.html Consultado el 23 de octubre de 2015.
13 Para entender esta problemática, ver: Tibble, C. (2015). ¿Por qué no lee Macondo? Revista Arcadia, Disponible en https://www.revistaarcadia.com/impresa/reportaje/articulo/por-que-no-lee-colombia/41882; Reyes, Y. “¿Por qué no lee Macondo?” II (27 de abril 2015). Periódico El Tiempo, Disponible en https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-15636020; Palacio, R. (2015). Un país narrado, pero no leído. Revista Arcadia, Disponible en https://www.revistaarcadia.com/impresa/literatura/articulo/indices-lectura-colombia/42573. Estos tres artículos de análisis se enmarcaron en un debate reciente sobre el porqué los colombianos no leen muchos libros.
14 Las cursivas son mías.
15 Todos los autores resaltan la falta de autonomía de las guerrilleras para decidir sobre su cuerpo, que argumentan en el hecho de que las mujeres que no estuvieran comprometidas con algún guerrillero debían participar en actos sexuales periódicamente. De esta manera se arguye que eran “esclavas sexuales” de las FARC. Muchas de estas mujeres establecían relaciones sentimentales con otros combatientes y aquellas que lograban comprometerse con los jefes de frente era a quienes mejor les iba. En este juego de relaciones sociales las guerrilleras capitalizan sus atributos físicos, puesto que les permite obtener beneficios personales.
16 Las cursivas son mías.