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ISSN 1023-0890 / EISSN 2215-471X
Número 27 • Enero-junio 2021
Recibido: 15/06/2020 • Corregido: 25/06/2020 • Aceptado: 22/10/2020
DOI: https://doi.org/10.15359/istmica.27.7
Licencia CC BY NC SA 4.0

In Memoriam
Francisco Munguía Villalta (1976-2020)
El arte de estar con la gente

In Memoriam
Francisco Munguía Villalta (1976-2020)
The art of being with people

Adriana Collado-Chaves

Historiadora del arte sin filiación institucional

Costa Rica

Resumen

Francisco Munguía Villalta (1976-2020) fue un talentoso, prolijo y multifacético artista costarricense. Produjo una obra vastísima, en distintos formatos y técnicas. Creía en el poder transformador del arte y en consecuencia produjo una obra socialmente comprometida y guiada por la convicción de que el arte debía ser accesible, integrador, participativo y didáctico. Desarrolló un lenguaje plástico anclado en su vocación de humorista gráfico, y ello junto a su afición por el voluntariado y el trabajo comunitario, le permitieron establecer nexos comunicativos de extraordinaria familiaridad con la gente. Su universo iconográfico de tira cómica y su narrativa llena de parodia y sátira, transitaba entre calcomanías, cerámicas y pinturas. Sus obras murales lograron no solo cambiar el paisaje urbano, sino además reafirmar el sentido de comunidad, pues su metodología participativa aspiraba a restituir el poder de personas y colectivos para adueñarse de sus propios espacios públicos. Sin ahondar en una revisión cronológica del recorrido del artista, ni en un análisis lógico de su amplia producción, este documento comparte una mirada general a aspectos que se consideran emblemáticos de la obra de Munguía Villalta; se rinde homenaje a su memoria y se celebra la vitalidad del extraordinario legado plástico que nos dejó.

Palabras clave: Francisco Munguía, arte costarricense, humor gráfico, muralismo, comunidad

Abstract

Francisco Munguía Villalta (1976-2020) was a talented, highly productive and multifaceted Costa Rican artist. He produced a vast work, in different formats and techniques. He believed in the transforming power of art and consequently produced a socially committed work guided by the conviction that art should be accessible, inclusive, participatory and educational. He developed a plastic language anchored in his vocation of graphic humor. This, together with his fondness for social volunteering and community work, allowed him to establish easy links of communication and an extraordinary familiarity with people. Its iconographic universe of comic strip and its narrative full of parody and satire lives in his stickers, ceramics and paintings. His mural works managed not only to change the urban landscape, but also to reaffirm a sense of community, since his participatory methodology aspired to restore the power of people and to enable them to take over their own public spaces. Without delving into a chronological review of the artist’s journey, nor a logical analysis of his extensive production, this document shares an overview of aspects that are considered emblematic in the work of Munguía Villalta. This is a tribute to his memory and a celebration of the vitality of his extraordinary plastic legacy.

Keywords: Francisco Munguía, Costa Rican art, graphic humor, muralism, community

Éramos un puñado de jóvenes llenos de ilusión. Nos hicieron entrar a un espacio pequeño y nos pidieron sentarnos alrededor de una escultura de yeso. Comenzó la prueba. Mis años en el Conservatorio de Castella y mi afición por el dibujo me hacían sentir muy segura de mí misma. La tensión era perceptible entre los participantes. El chico a mi lado hizo unos rayones en carboncillo, muy dramáticos, agitados y expresionistas. Quizás habría acabado siendo un gran pintor, pero no pasó la prueba. Luego lo vi estudiando teatro. Creo que en aquella época los evaluadores de la escuela esperaban que los candidatos tuvieran un trazo limpio, seguro y suelto y que lograran una reproducción naturalista. Fui una de las últimas en terminar el examen y para ese momento ya los demás jóvenes hacían rondas para ver los trabajos del resto. Mi arrogancia juvenil me hacía creer que el retrato que yo había hecho de Pericles tenía que ser el mejor de la clase… hasta que vi el dibujo de aquel muchacho moreno. El suyo era inconfundiblemente el dibujo de un artista: la composición, la fuerza de la línea, la volumetría, el carácter ¿De dónde habrá salido este? -Me pregunté a mí misma-. Y así fue como conocí a Francisco Munguía Villalta. Por fortuna las aulas ponen a los egos en su sitio y nos hacen más grandes enseñándonos a reconocer los talentos y las capacidades de otros. A la postre yo estudié historia del arte y él cerámica. Ambos coincidimos durante algunos años, entre aulas y pasillos de la Escuela de Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica. En el 2018 tuve la fortuna de ser la curadora de su exposición “Los murales de la gente”, que se exhibió del 25 de enero al 9 de marzo en la Sala 1.1. del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo –MADC–.

Mientras escribo estas líneas, me siento repentinamente conmovida. Descubro que, sin planearlo, exactamente hoy, 8 de junio del 2020, se cumplen dos meses de la prematura e inesperada partida de “Munguía”, como muchos solíamos llamarle.

Francisco Munguía Villalta fue un artista al que admiré profundamente, desde la primera vez que vi su trabajo. Tanto en términos plásticos como sociales, los alcances de su obra me inspiran enorme respeto. La forma más sincera que tengo de honrar su memoria es celebrando el extraordinario legado plástico que nos dejó, compartiendo una mirada sobre algunos aspectos que considero emblemáticos de su trabajo. De modo que este documento no es el resultado de una investigación científica; no ofrezco una revisión cronológica de su recorrido, ni tampoco un análisis lógico de su producción. Esta es una reflexión inspirada en la apreciación de su trabajo y que es posible gracias a la confianza de Débora Portilla, viuda del artista, quien en medio de su duelo, tuvo la generosidad y fuerza para buscar entre los archivos de su esposo, compendiar imágenes varias y compartirme la información que de ellas tenía. De entre ese conjunto, he seleccionado aquellas que acompañan esta publicación.

Munguía era un creador incansable y polifacético que dejó miles de obras en distintos formatos y lenguajes: más de 4000 diseños para sus “calcomunguías” (ilustraciones impresas en papel adhesivo), más de 1800 diseños para jarras, más de 100 murales en distintos puntos del país, miles de ilustraciones y dibujos entre tiras cómicas y bocetos; pinturas que van desde miniaturas de 8 cm x 8 cm hasta el gran formato; además de esculturas y objetos cerámicos. De modo que, confío en que alguna institución dedicada a la gestión de las artes visuales, destine pronto el tiempo y los recursos necesarios para investigar, exponer y publicar, con toda seriedad, una retrospectiva de su obra.

Figura 1. Playa nudista, (serie de calcomunguías), Francisco Munguía Villalta, ilustración impresa sobre papel adhesivo, s.f.

Fuente: Imagen cortesía de la familia Munguía-Portilla.

Figura 2. Llave Maya, (serie de calcomunguías), Francisco Munguía Villalta, ilustración impresa sobre papel adhesivo, s.f.

Fuente: Imagen cortesía de la familia Munguía-Portilla.

Figura 3. Empanada arreglada, (serie de calcomunguías), Francisco Munguía Villalta, ilustración impresa sobre papel adhesivo, s.f.

Fuente: Imagen cortesía de la familia Munguía-Portilla.

Figura 4. Beso de gatos, Francisco Munguía Villalta, imagen de pintura acrílica original de 50 cm x 50 cm, estampada sobre jarra comercial. (Reinterpretación personal de la obra El Beso de Gustav Klimt, de 1907-1908), 2020.

Fuente: Fotografía cortesía de la familia Munguía-Portilla.

Figura 5. Gallito y Budín, (parte de la serie de tiras cómicas “Pantys”), Francisco Munguía Villalta, ilustración, enero 2020.

Fuente: Imagen cortesía de la familia Munguía-Portilla

Figura 6. Quédate en casa, (parte de la serie de tiras cómicas “Pantys”), Francisco Munguía Villalta, ilustración, marzo 2020.

Fuente: Imagen cortesía de la familia Munguía-Portilla. Según la información suministrada por la señora Débora Portilla, viuda de Francisco Munguía, esta fue la última tira cómica que el artista realizó, cuando apenas Costa Rica empezaba a enfrentar la pandemia por COVID-19-.

Figura 7. 4 gatos, Francisco Munguía Villalta, Acrílico sobre tela, 7 cm x 7 cm, 2019.

Fuente: Fotografía cortesía de la familia Munguía-Portilla.

Figura 8. 4 gatos, Francisco Munguía Villalta. Pintura mural, 2019, comunidad de La Pacífica, San Francisco de Dos Ríos, San José.

Fuente: Fotografía cortesía de la familia Munguía-Portilla.

Aclaro que no fui amiga de Munguía, aunque eso hubiese sido un honor. Lo conocí como artista y como ser humano a través de su obra. Él era absolutamente consistente entre los valores que guiaban sus decisiones personales y los que regían sus elecciones artísticas. Creía rotundamente en que, si el arte podía cambiar la vida de las personas y colectivos, debía por tanto ser accesible, integrador, participativo y didáctico. Por eso, para Munguía las fronteras entre la vida cotidiana y el arte se difuminaban. Me pregunto cuánto de esa visión de mundo habrá calado para que eligiera la carrera de cerámica para su formación profesional: la práctica artística que por excelencia transita entre usos utilitarios y fines estéticos.

Figura 9. Pintura mural en el hogar del artista. Aparecen retratados sus hijos Fidel, Fausto y sus mascotas. Se aprecia también placas de cerámicas, con diseños de sus parodias y “calcomunguías”, febrero del 2018.

Fuente: Fotografía cortesía de la familia Munguía-Portilla.

Recuerdo que siendo estudiantes ambos, apenas Munguía sacó una vajilla, le compré una hermosa taza torneada, esgrafiada y esmaltada por él. Durante 7 años me acompañó en mis desayunos, hasta que luego quedó en manos de un familiar. Esa proximidad con el día a día de la gente, definía el trabajo de Munguía, en toda su variopinta producción.

Francisco Munguía Villalta vivía de sus ingresos como artista: pintaba murales por comisión, vendía jarras con sus pinturas y vendía calcomunguías; en estos dos últimos formatos fue que expuso varias de sus series con astutas parodias personales o reinterpretaciones de grandes obras del arte universal. El artista también mantenía una ferviente convicción de que, a su manera, él debía contribuir al derecho de todas las personas al disfrute de la cultura y que debía utilizar el arte como una herramienta pedagógica. En su caso, asumió como misión donar su tiempo y talento para contribuir a mejorar la calidad de vida de los grupos sociales más vulnerables. Así, en varias barriadas pobres, desarrolló procesos participativos para integrar a la comunidad en torno a la recuperación y cuido de los espacios públicos mediante la creación de murales. Promovió junto a su familia, campañas de bienestar animal y cuido responsable de mascotas, ilustró materiales didácticos y creó materiales interactivos y videojuegos para que la niñez y los jóvenes aprendieran del arte, divirtiéndose. Incluso la fijación de los precios de sus jarras y calcomunguías estaba anclada en la idea de que las personas con menos poder adquisitivo debían tener acceso a estos bienes, por eso tenían el simbólico precio de ¢100,00 por calcomanía y de ¢2000,00 por jarra.

Figura 10. El Gigante de los Techos, Francisco Munguía Villalta, pintura sobre muro, Cristo Rey, Distrito Hospital, San José, 2016.

Fuente: Fotografía cortesía de la familia Munguía-Portilla. Proyecto de la Comisión Interinstitucional Sembrando Paz, liderado por la Municipalidad de San José. El mural integra testimonios de las vecinas y los vecinos sobre historias del barrio.

Tanto en los procesos creativos para la realización de sus murales, como en la apreciación estética de sus obras, existe una correspondencia empática con el público. Al respecto, en relación a su metodología participativa, creo que su formación como guía-scout debió haber tenido una fuerte injerencia en su personalidad, particularmente en su vocación al voluntariado y al trabajo comunitario. Por otra parte, creo que el humor gráfico representa la clave central para entender cómo fue que Munguía logró crear un lenguaje plástico que establecía conexiones de excepcional familiaridad con la gente. Ya desde la universidad, con la creación de su tira cómica y personaje “Pantys”, se vaticinaba ese afán popular.

Por una parte, en términos generales, la sintaxis del lenguaje plástico de Munguía se estructura a partir de ciertos elementos característicos de las historietas construidas al modo de las viñetas de “tiras cómicas de prensa”, donde la línea recorta las figuras, la perspectiva suele ser alzada o reducida a un único plano y, en caso de que se recurra a la coloración, se suelen utilizar planos o bloques de color sin degradación. Por otra parte, el estilo narrativo tiende a representar la realidad de forma paródica, irónica, satírica o divertida, descargando y recargando signos con nuevos significados, recurriendo para ello, adicionalmente, a globos con enunciados escritos que funcionan en calidad de anclaje de la idea o concepto que se quiere informar. En este sentido, por su capacidad para sintetizar un mensaje, comunicarlo rápidamente de forma graciosa y generar alta recordación, este lenguaje puede fácilmente convertirse en un producto visual didáctico.

Figura 11. Mejor prevenir que lamentar, Francisco Munguía, Ilustración, sf., material para campaña educativa de tenencia responsable de mascotas.

Fuente: Imagen cortesía de la familia Munguía-Portilla.

El humor gráfico de Munguía se distingue por el esquematismo, el geometrismo, el uso de una paleta vivaz donde abundan bloques de colores primarios y la preeminencia de la hipérbole y la prosopopeya como figuras retóricas articuladoras de la narrativa.

Figura 12. Monumento al zaguate (detalle de conjunto escultural), Francisco Munguía Villalta, piezas de metal esmaltadas y ensambladas, 2009, San José, proximidades del Mercado Central. El conjunto escultórico busca llamar la atención de los transeúntes, respecto al maltrato que sufren los animales de la calle.

Fuente: Imagen cortesía de la familia Munguía-Portilla.

La alta capacidad comunicativa de su lenguaje plástico encontró una expresión natural en el muralismo. A comienzos de la década del 2000, Munguía “saltó” a la escena pública como parte de un programa de arte en la ciudad, promovido por la Municipalidad de San José, bajo la curaduría de Luis Chacón. Aquella fue la primera vez que Munguía asumió una encomienda de tales dimensiones, y en este ejercicio “descubrió” su facilidad para trabajar a gran escala:

Primero me pidieron pintar 100 metros, los cuales estuvieron terminados en menos de una semana, así que me pidieron pintar otros 200 metros. En 22 días todo el mural estuvo listo; no necesité proyectores, ni cuadrículas, ni cuerdas, ni reglas, ni esténciles. No sabía que los dibujos podían superar mi escala ni que pintar murales me gustaba tanto1.

El hecho de que ese mural titulado “El Carnaval de las artes, las letras y los números” sobreviviese por 15 años sin ser objeto de vandalismo, da cuenta de una condición de la obra de Munguía que se convirtió en su sello inconfundible: el sentido de comunidad. Es decir, la gente siente tal afinidad respecto a su lenguaje, que acaba apropiándose de sus pinturas. De esta forma, los murales de Munguía alcanzan dos de las pretensiones a las que históricamente ha aspirado el muralismo: la capacidad de crear un nexo social con la comunidad que habita y transita el espacio público, al tiempo que cumplir con una función pedagógica y decorativa.

Figura 13. Paso de La Vaca, Francisco Munguía Villalta, pintura sobre muro, 2018, en sede del edificio de la Policía Municipal de San José.

Fuente: Fotografía cortesía de la familia Munguía-Portilla.

A partir de esa obra, se sucedieron varias comisiones hechas por gobiernos locales, instituciones públicas y organismos no gubernamentales. Como ya se ha señalado, otra gran parte de su obra mural ha sido donada por el artista a causas o grupos en situación de vulnerabilidad (asilos, barrios urbano-marginales, campañas de sensibilización para la castración y tenencia responsable de mascotas).

Figura 14. En la primera planta: Todos para uno, uno para todos, Francisco Munguía Villalta, pintura sobre muro, Nuevos Horizontes, La Carpio, San José, 2015 (en celebración del Día Internacional del Voluntariado). En la segunda planta: Gatos campestres y Gata del arete de pez, misma locación y técnica, 2019.

Fuente: Fotografía cortesía de la familia Munguía-Portilla.

Desde mi perspectiva, Munguía desarrolló en la práctica cuatro claves metodológicas para el planteamiento de sus murales. Primera: interpretar la intención de la entidad que le encomendaba el mural. Segunda: involucrar de forma activa a la comunidad en la creación de una narrativa de su interés. Tercera: reclutar a los mismos vecinos en calidad de pintores. Cuarta: reconocer a la comunidad como dueña final de la obra, mediante una estrategia tan antigua como la pintura rupestre: el signo indéxico. Así fue, como al principio de la implementación de su muralismo participativo, las personas de la comunidad que se integraban a co-crearlo, “firmaban” junto al autor grabando con pintura la huella de su mano sobre el muro.

En la creación del sentido de comunidad, el proceso de pintar el mural era tan importante como el resultado. Así, el objetivo no era solo embellecer el paisaje urbano y transformar la vocación de un espacio peligroso (caso de basureros clandestinos, lotes baldíos o zonas de barrios tomados por el crimen o la droga). El proceso de pintar los murales se convirtió en una especie de terapia colectiva que propiciaba la convivencia y reconquista de los espacios públicos de forma pacífica e inclusiva.

Figura 15. Mural en Hogar de Ancianos Albernia, en Heredia, 2018. Este mural fue donado por el artista como parte de las actividades de extensión educativa, en el marco de su exposición “Los Murales de la Gente”, en el MADC.

Fuente: Fotografía cortesía de la familia Munguía-Portilla.

Sus murales muestran maestría en la composición formal, en la integración al espacio público, en la estructuración de narrativas visuales didácticas simples y efectivas, en la sintaxis de una gráfica humorística capaz de materializar las visiones de un grupo social específico, respecto a sus aspiraciones, deseos y desafíos.

Este fue el aspecto de su trabajo que destacamos en la exposición “Los murales de la gente”. En ella, los más de cien murales realizados por el artista a lo largo de 15 años, fueron rememorados a través de la activación de un importante archivo documental y fotográfico. Con registros digitales, el artista dio vida a cinco obras que se convertían en canalizadoras del público hacia la verdadera exposición: los murales en el espacio público. Así expresaba el sentido de la muestra:

…Están en Los Guido, Los Cuadro, León XIII, La Carpio, Cristo Rey, Hatillo, Sagrada Familia… la lista es larga… Tres factores explican su pervivencia. Primero, el lenguaje caricaturesco asociado a la historieta, la sátira y la fábula, tiene el poder de transmitir un comentario social de alta recordación. Segundo, el mural históricamente ha sido un instrumento ideal de comunicación de masas... Por último, el artista establece una sinergia con la gente del barrio, convirtiéndola en coproductora, dueña y custodia de las imágenes. Así, desde la época de las cavernas hasta nuestros días, la gente convierte en monumento los muros donde ha podido dejar su huella personal2.

La exhibición se realizó en una sala pequeña que mostraba cuatro obras. Un gran mural hecho con calcomanías que se titulaba “La gente”. En él se apreciaban recortes fotográficos, con cientos de rostros, manos, nombres y personas pintando murales: un homenaje personal del artista a su comunidad de coproductores. La segunda obra se titulaba “Cien murales +” y se trataba de un interactivo en computadora. El artista utilizó un mapa para geo-referenciar cada mural realizado, registrándolo por provincia, distrito y barrio. El mapa y toda la interacción también fue dibujada por Munguía. Una vez que el público podía encontrar el mural más cercano a su lugar de residencia, podía apreciar el conjunto y los detalles. Al lado de esa interacción se encontraba otra: “Antes y después”, un juego en programa flash que permitía al público, a través de ejercicios ópticos y selección de imágenes, encontrar las partes faltantes de murales, rellenarlos y ver cómo el entorno variaba. Una tercera pieza denominada “La fiesta”, mostraba en un audiovisual creado a partir de fotogramas, la transformación de varios espacios públicos mediante la realización de murales. Finalmente se presentaba una pequeña obra donde se podían apreciar las fotografías impresas de varios bocetos de murales, hechos a mano y en programas de ilustración. En realidad, esa pequeña sala funcionaba como “punto de información” para redirigir nuestra mirada hacia la gran obra de Munguía que está en las calles y en la gente.

Figura 16. Volante informativo de la exposición “Los murales de la gente”, de Francisco Munguía Villalta, realizada en el MADC en 2018, con curaduría de Adriana Collado-Chaves. Diseño gráfico de Adriana Artavia.

Fuente: Imagen cortesía del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC).

El objetivo de la exposición en el MADC era llamar la atención sobre un trabajo que lleva años expuesto en el espacio público. Y allí continúa en exhibición permanente. Así que, aún cuando el artista haya partido, su obra plástica continúa presente entre nosotros constituyéndose en un importante patrimonio visual colectivo. Por supuesto que está también presente la otra grandiosa obra suya, intangible y de efectos incalculables, que supone haber transformado la vida de personas y colectivos “con arte y parte”. Recuerdo que durante los días en que la muestra estuvo en exhibición en el MADC, alguna gente visitó por primera vez el museo. Iban a buscar su nombre, retrato o mano en el gran muro de calcomanías de Sala 1.1. Su sentido de orgullo era doble, tanto por ser pintores del mural de su barrio, como por ser considerados parte crucial del trabajo de Francisco Munguía. De igual forma, el día de la inauguración de la muestra el artista conoció a varios “seguidores”: gente de barrios donde están sus murales. Sin saberlo, al parecer el artista “inspiró” de forma positiva en menores de edad, que ya ahora son adolescentes. Uno de esos jóvenes le contó que incluso entró a estudiar arte.

La mención de estos sucesos no es meramente anecdótica, en cambio, según mi criterio, da cuenta de la capacidad del trabajo de Munguía para transformar algo más que un entorno físico y un muro. La gran obra de Munguía también radica en las derivaciones que pueda tener la acción artística cooperativa y la experiencia estética participativa en la vida de las personas.

Figura 17. El artista produciendo junto a miembros de la comunidad, aquí en La Pacífica, en San Francisco de Dos Ríos, San José, 2019.

Fuente: Fotografía cortesía de la familia Munguía-Portilla.

Durante su carrera Munguía desarrolló una práctica socialmente comprometida, tal y como ella es entendida hoy desde el arte contemporáneo:

La aspiración del artista puede ser la de motivar a la comunidad para que trabaje con miras a un objetivo común; puede ser la de aumentar la conciencia o el valor grupal para abordar ciertos temas, o quizás mejorar las condiciones físicas o psicológicas de la comunidad3.

Figura 18. Cervantes, Francisco Munguía Villalta, fotografía intervenida con registro de ilustración impresa sobre adhesivo, 2019, Escuela Miguel de Cervantes, Hatillo, San José.

Fuente: Imagen cortesía de la familia Munguía-Portilla.

Munguía deja también un legado de esperanza. Porque esas “brigadas artísticas” que reclutó entre las barriadas populares, nos recuerdan que el arte sí contribuye materialmente a cambiar la calidad de vida de las personas, no solo porque mejora su entorno físico sino porque los dignifica a ellos mismos como individuos y colectivos, en su derecho a construir imaginarios que les permitan comunicar sus visiones de mundo, reconquistar el espacio público y restablecer sus relaciones de convivencia social armónica en él.

Figura 19. Fidel Munguía, hijo de Francisco Munguía, junto a su hermano Fausto, solían acompañar a su padre en las acciones de intervención en comunidades. Aquí en 2013, durante la realización de una pintura mural en Barrio Carit, San José.

Fuente: Fotografía cortesía de la familia Munguía-Portilla.

El universo iconográfico de Munguía seguirá operando su magia tanto en el entorno físico de la urbe, como en el interior del tejido social, y ciertamente también en ese ámbito más íntimo de nuestra cotidianidad hogareña. Eso era a lo que el artista aspiraba, a producir un arte accesible y cercano. Y lo sigue logrando. Hasta en los últimos rincones del país sigue metiéndose en forma de calcomanías. Recién un día de estos me encontré sus ilustraciones en la pulpería del pueblo, acá en la zona rural donde hago la cuarentena por COVID-19, específicamente en el impreso de un emblemático producto de una marca costarricense. Allí, a tantos kilómetros de sus murales y de la ciudad, pensé que Munguía se salió con la suya. Porque en su vida construyó una obra memorable gracias al arte de estar con la gente, y ahora que él ya no está con nosotros, la gente le retribuye con gratitud, construyendo memorias que nacen del estar con su arte. Vivió con la gente y se quedó con ella. En ese momento pensé en lo difícil que es para muchos artistas ser consistentes con sus ideas éticas y estéticas, y más difícil aún verlas materializadas. Pensé en la gran pérdida que representa que un artista tan prominente se haya ido a una edad tan temprana. Y finalmente pensé, que la gloria de ganar el final de la partida, incluso después del final, debe ser un privilegio reservado a muy pocos, posiblemente solo a aquellos que en vida hicieron un trabajo que consistía en hacer el bien a otros. Munguía goza ya de esa gloria.


1 Andrea Solano, “Francisco Munguía, el retratista que captura los barrios ticos con humor y color.” La Nación, 9 de febrero del 2018, sección Áncora. Recuperado: https://www.nacion.com/ancora/francisco-munguia-el-retratista-que-captura-los/HVIDED22XBH4JHM4MJAVDKFJKQ/story/

2 Adriana Collado-Chaves, “Los murales de la gente”. Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, 2018, Volante informativo.

3 Tate, Socially engaged practice, 2018. Recuperado: https://www.tate.org.uk/art/art-terms/s/socially-engaged-practice (traducción libre de A. Collado)

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