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Minificción centroamericana: una primera mirada a la génesis y los rasgos propios del formato narrativo breve de la región Central American flash-fiction: a first look at the genesis and characteristics of the short narrative format of the region Alberto Sánchez Argüello Escuela preparatoria San Agustín Nicaragua Costa Rica |
Resumen
Este artículo explora el panorama de la minificción en seis países hispanoparlantes del istmo centroamericano: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá, con el objetivo de contar con una primera mirada a la génesis comparada de la minificción regional, su estado actual y los rasgos propios de la creación minificcional en Centroamérica.
Palabras clave: Minificción, Centroamérica, historia de la minificción, rasgos.
Abstract
This article explores the panorama of flash-fiction in six Spanish-speaking countries of the Central American: Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica and Panama, with the aim of having a first look at the comparative genesis of regional flash-fiction, its state current situation and the characteristics of mini-fictional creation in Central America.
Keywords: Flash-fiction, Central America, Historical Genesis, characteristics.
El primer estudio sobre la minificción en un país centroamericano fue “Recuento de la experiencia de la transgresión: Repertorio de minificción panameña” de Ángela Romero Pérez, presentado en el II Congreso Internacional de Minificción, celebrado en la ciudad de Salamanca en el 2002. Doce años después, la poeta Zingonia Zingone presentaría su conferencia “Microrrelato o Minicuento en Centro América”, presentado en la XIII edición Più Libri Più Liberi, Feria Nacional de la pequeña y mediana empresa editorial, en la ciudad de Roma. El trabajo de Zingone constituiría el primer recorrido por la minificción regional y se convertiría en el motivo para un estudio de la génesis histórica, estado actual y rasgos propios de la minificción centroamericana.
El estudio se estructuró a partir de tres preguntas: ¿cuáles son las diferencias y similitudes en el desarrollo histórico del estudio y cultivo de la minificción en los países hispanoparlantes del istmo centroamericano? ¿Cuál es el estado actual del estudio y cultivo de la minificción en dichos países? ¿Existen rasgos discursivos, temáticos y formales propios de la creación minificcional en estos países? A partir de estas preguntas, y tomando en cuenta las fases históricas propuestas por Ángel Acosta en “El Estudio y la difusión de la minificción (1988-2010)” 1 (2010), esta investigación se propuso tres hipótesis exploratorias: el estudio y cultivo de la minificción en los países hispanoparlantes del istmo centroamericano ha tenido un desarrollo histórico en tres etapas: génesis (1880-1945), desarrollo (1940-1988) y madurez (1990-2021); el estudio y cultivo de la minificción en dichos países se encuentra en la actualidad en su fase de madurez; la minificción creada en los países hispanoparlantes del istmo centroamericano posee rasgos discursivos, temáticos y formales propios.
Se llevó a cabo un análisis documental, así como entrevistas a escritores y estudiosos del género en la región y un análisis literario comparativo de rasgos discursivos, temáticos y formales de una muestra de textos minificcionales extraídos de dos antologías regionales: Aquí hay dragones: breve antología de minificción centroamericana contemporánea (2016) y Tierra Breve: antología centroamericana de minificción (2017). Para el análisis de textos se aplicaron parcialmente las tipologías de rasgos de la minificción propuestos por David Roas en “Sobre la esquiva naturaleza del microrrelato” publicada en Poéticas del microrrelato (2010), así como la clasificación y análisis semiótico de la minificción propuesta por Lauro Zavala en “Hacia una semiótica de la minificción”, publicado en MicroBerlín: de minificciones y microrrelatos (2015).
Apuntes sobre el concepto y rasgos de la minificción
Irene Andrés-Suárez señala en Antología del microrrelato español (1906-2011) (2012) que la variación nominal de las formas breves narrativas se modifica de acuerdo con su ubicación geográfica en Latinoamérica, de tal manera que los críticos literarios de Argentina utilizaban principalmente el término microrrelato a partir de los trabajos de Lagmanovich, mientras que en Venezuela y Colombia preferían minicuento; en Chile alternaban entre minicuento y microcuento y en México minificción por influencia de las publicaciones de Lauro Zavala2.
Al repasar la mayor parte de las denominaciones propuestas se hace evidente dos constantes: la brevedad y un proceso narrativo. La primera sirve para diferenciarlo de la novela, por ejemplo, y la segunda del aforismo, la greguería, el epígrafe y el haiku entre otros. La denominación usada en el presente trabajo utiliza las constantes de brevedad y narratividad bajo el término de minificción, que fue aceptado como “supracategoría literaria” o “paraguas”, por los participantes del Congreso Internacional de Minificción, que se celebró en Neuchâtel, Suiza, en el 20063. Lauro Zavala en su libro La minificción bajo el microscopio (2005) afirma que “la minificción es la narrativa que cabe en el espacio de una página”4; narrativa que posee ciertas características identificadas por Yobany García:
La minificción es un género que simula el acto narrativo mediante determinadas características estructurales: 1) utiliza al sistema literario como referente principal; este género literario redescribe lo que las ficciones ya han descrito; 2) tiende a una desarticulación intencionada de su trama, provocando huecos en el entramado narrativo que llena el lector para poner en marcha la narración; Microrrelato o minificción 3) su constricción sígnica no se puede catalogar a partir de un conteo de palabras, antes bien mediante el uso estratégico de informaciones que remiten al leyente a relaciones transtextuales y que le permiten reactivar el proceso significante constituido por el texto. En términos generales, la minificción es un género literario que obedece a un particular funcionamiento textual, independiente a un número específico de palabras; dicho funcionamiento supone un proceso lecto-exegético que rompe la distancia entre el texto y el leyente, convirtiendo toda interpretación en un acto creativo, complementario y de reconfiguración ficcional.5
David Roas en “Sobre la esquiva naturaleza del microrrelato” (2010) propone una serie de rasgos que resumen las características aportadas por diversos teóricos sobre la narrativa brevísima. En el presente trabajo se retoman los rasgos discursivos, formales y temáticos. Los rasgos discursivos aluden a la narratividad, ya sea en un formato narrativo (microrrelato) o no narrativo ‒bestiario, clasificado, receta, etc.‒ que nos lleva a la hibridez genérica. También incluye la hiperbrevedad ‒no excede una página‒, lo que implica, a su vez, la concisión e intensidad expresiva, así como, posiblemente, la fragmentariedad6. Podemos sintetizar estos rasgos diciendo que la minificción es narrativa e hiperbreve con la posibilidad de poseer hibridez genérica. Fernando Valls explica la hibridez de la minificción como el rasgo de un género omnívoro, es decir, que usa los procedimientos de los otros géneros en su propio beneficio. La minificción aprovecha residuos de otros géneros y formas literarias para darles nueva vida llevando a cabo una suerte de reciclaje7.
Los rasgos formales constituyen características textuales inferiores a las discursivas. En general, se desprenden de la condición de hiperbrevedad. Hacen alusión a la estructura del texto y pueden no aparecer todos, o en el mismo grado, en una minificción determinada. Los rasgos formales pueden incluir una trama sin complejidad estructural ‒estructura aristotélica incompleta, uso de in medias res, racconto‒. Los personajes tienden a poseer una mínima caracterización psicológica o ser “personajes tipo”. El espacio puede no estar descrito o tener una construcción muy esencial. El tiempo parte de un uso extremo de la elipsis y los diálogos suelen desaparecer o ser muy puntuales. Es posible que el final sea sorpresivo ‒haciendo uso del “efecto knock out” mencionado por Cortázar‒ y que el paratexto sea relevante en la relectura8.
La condición de hiperbrevedad de la minificción deriva en la existencia de algunos o todos los rasgos formales, en cuanto le permiten desarrollar su narratividad en un espacio textual mínimo. Podemos decir que la minificción está configurada para optimizar en la lectura los efectos diegéticos y pragmáticos dada su brevedad. Esto lleva a la minificción a desmantelar la tradicional progresión de preámbulo, nudo y desenlace, desenfocando el discurrir narrativo sin dejar claro qué es un preámbulo, qué es el nudo o si existe un desenlace, a la vez que asume los atributos del posmodernismo narrativo: velocidad, condensación y fragmentariedad. Podemos afirmar que la arquitectura narrativa de la minificción tiende a sintetizar/minimizar los elementos narrativos ‒hechos, personajes, tiempo, espacio, representación y narración‒ para alcanzar la hiperbrevedad9.
Los rasgos temáticos, al igual que los formales, no tienen que aparecer todos en una misma minificción. Estos rasgos están relacionados con la intertextualidad ‒entendida como un diálogo paródico con otros textos‒, la metaficción y el uso de la ironía y el humor 10. Sobre la metaficción Lauro Zavala distingue la “narrativa autoconsciente”, que pone en evidencia los mecanismos de la escritura y la “narrativa auto-referencial”. Partiendo de estas categorías, Zavala define la metatextualidad como una intertextualidad que tiene como pretexto el texto que se está leyendo11.
Partiendo del análisis de características ‒similares a las de Roas‒ Lauro Zavala propuso en “Hacia una semiótica de la minificción” (2015), la existencia de minificciones clásicas, modernas y posmodernas. Las minificciones clásicas son textos narrativos breves que, al igual que el cuento clásico, poseen un inicio catafórico; narrador omnisciente y confiable; tiempo secuencial y cronológico; y final epifánico. Las modernas son aquellas que poseen un inicio anafórico; un narrador irónico y poco confiable; tiempo elíptico; y un final catafórico. Las posmodernas poseen rasgos de la tradición clásica y moderna, por lo que pueden tener un inicio catafórico o anafórico; el narrador puede ser confiable o irónico; el tiempo alternativamente secuencial y elíptico; y el final puede ser epifánico o abierto, y vincularse con el inicio. Los rasgos que diferencian a estas últimas de las clásicas y de las modernas son el empleo del humor y la ironía, usualmente próximo a la parodia; el uso de la intertextualidad ‒más orientada a las reglas de género que a las alusiones a textos específicos‒ y una tendencia a la hibridación genérica12.
En “El estudio y la difusión de la minificción”, Ángel Acosta identifica a Enrique Gómez Carrillo (1873-1927) de Guatemala, como uno de los escritores que pertenecen a la primera etapa del desarrollo de la minificción en Latinoamérica, entre los años 1880 y 1945. Asimismo, al escritor Augusto Monterroso ‒que nació en Honduras, pero adoptó la nacionalidad guatemalteca‒ como parte de una generación de autores de la segunda etapa, entre 1940 y 199813.
Juan Fernando Cifuentes en “La minificción en Guatemala” (2004) afirma que La oveja negra y demás fábulas (1969), de Monterroso, constituye una importante influencia para sus contemporáneos guatemaltecos y un hito en la minificción nacional14. Junto a Monterroso, Cifuentes coloca a Otto-Raúl González (1921-2007), quien publicó una colección de cuentos y minificciones llamada De brujos y chamanes (1980). A estos nombres, Cifuentes agrega otros cultivadores esporádicos de la narrativa breve como Carlos Navarrete, Marco Augusto Quiroa (1937-2004), Francisco Nájera, René Leiva, creador de minificciones policiales y Max Araujo con Cuentos, fábulas y antifábulas (1980) y Cuentos de desamparo y otros cuentos (1996). Según Cifuentes, la minificción de la mano de estos autores habría transitado desde el costumbrismo, pasando por la denuncia revolucionaria, hasta llegar a la crisis existencial en voces más contemporáneas como Mildred Hernández con Sea breve (1999), Ronald Flores con El cuarto jinete (2000), Javier Payeras con (…) Y once relatos breves (2000), y Aída Toledo con Pezóculos (2001)15.
Claudia García en “Guatemala: microrrelatos en el fin de siglo” (2011) afirma que estas voces contemporáneas se posicionan de diversas maneras con respecto a la narrativa breve. Mientras Javier Payeras, Aída Toledo y Ronald Flores fluctúan en sus obras entre el cuento breve y minificción, Mildred Hernández con Diario de cuerpos (1998) y Sea breve mantiene sus textos en el límite de una página16. García señala que es notable la diferencia entre autores. Mientras los textos escritos por González reafirman los roles tradicionales de género, Payeras y Flores no abordan la sexualidad ni roles de género; y Hernández y Toledo problematizan con sus textos los supuestos del pensamiento patriarcal.
Además de las autoras ya mencionadas, Gloria Jordán Mazzo agrega como cultoras de la minificción a Isabel Garma (1940-1998) con Cuentos de muerte y resurrección (1987) y El hoyito de perraje (1994); y Ana María Rodas con Mariana en la tigrera (1996). Según Jordán, se pueden identificar tres tendencias literarias en las obras de las escritoras de minificción en Guatemala. La primera ‒en coincidencia con Juan Fernando Cifuentes‒ es de denuncia y compromiso revolucionario, con Garma como representante; la segunda es un punto de vista crítico sobre las relaciones entre los géneros, visible en los textos de Rodas; la tercera es una clara ficción feminista, con Hernández y Toledo17.
Entre finales del siglo XX e inicios del XXI, destacan autores como Armando Rivera, cofundador y director de la extinta Letra Negra Editores (1998-2014), que produjo con dicho sello Utopía bajo el farallón (1998), Comerciales para mi muerte (2008), El mundo feliz de las cigarras ciclistas (2012), y con Indeleble Editores publicó Los dados de dios (2016), además de editar las antologías de minificción Meter un gol (2013) y Short stop (2015); Juan Calles con Triciclo: cuentos cortos (2009); Rudy Alfonso Gómez Rivas con Desheredados inquilinos (2011); Marilinda Guerrero con Escenarios de un mundo paralelo (2012) y Voyager (2015); Tania Hernández con Cuentos para adultos fantásticos (2017); Miguel Leja con Mutación orgánica (2020)18 y Carmen Tocay con Reminiscencias (2021).
Federico Hernández Aguilar afirma en “La minificción en El Salvador” (2020), que la narrativa breve salvadoreña inicia con Julio Enrique Ávila (1892-1968) y su libro El vigía sin luz (1927) que incluía el texto “Desierto” ‒elogiado en su momento por Miguel de Unamuno‒; el que por su brevedad narrativa puede ser considerado una minificción19. Más adelante, como bien señala Zingonia Zingone en su conferencia “Microrrelato o Minicuento en Centro América”, Salazar Arrué (1925-1975), conocido como Salarrué, se convertiría en un exponente de la minificción salvadoreña.
A partir de Salarrué, vendrán nuevos autores que cultivarán la minificción, entre ellos José María “Chema” Méndez (1916-2006), Cristóbal Humberto Ibarra (1920-1988), Álvaro Menen Desleal (1931-2000), Ricardo Castrorrivas, Alfonso Kijadurías, David Escobar Galindo y Ricardo Lindo Fuentes20. Sobre Menen Desleal existe una tesis de Luis Miguel Martínez, acerca de Cuentos breves y maravillosos (1963) y La ilustre familia androide (1972). Dicho estudio destaca el uso de la ironía, así como una tendencia por parte del autor a la ciencia ficción y lo fantástico, como una forma de abordar la pobreza, las guerras, la injusticia social y los regímenes dictatoriales21.
Jorge Ávalos considera los Cuentos breves para un mundo en crisis (1968) de Cristóbal Humberto Ibarra, como una obra que aborda la crisis espiritual del ser humano moderno, desde la filosofía, el evangelio cristiano y el rol del artista22. Ávalos también afirma que las Fábulas (1976) de David Escobar Galindo muestran un esfuerzo de reinvención del género siguiendo la tendencia de Arreola, Monterroso y Salarrué, con un toque posmoderno en el que Galindo va más allá de las convenciones morales para llegar al marco más amplio de la ética23.
Entre la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI, Federico Hernández Aguilar identifica a una nueva generación de escritores de minificción entre los que se encuentran el propio Jorge Ávalos, Mauricio Orellana Suárez, Manuel Vicente Henríquez, Claudia Hernández, Hilda Henríquez, Derlin de León Granados, Marco Lovo (seudónimo de la escritora Cecilia Morales), Jeannette Cruz, Juan Carlos López Reyes y Alejandro Córdova24. A estos nombres Roberto Guevara Molina suma a Alex Hernández, Mauricio Vallejos, Jesús Alvarado; y de la generación de los ochenta a Edgar Iván Hernández con sus Brevicuentos (2010) (81). Por su lado, Zingonia Zingone agrega a Ligia María Orellana con Combustiones espontáneas (2004) e Indeleble (2011), obras que intercalan cuentos con minificciones25. También destacan Ana Escoto con De los problemas de enamorarse (2019); Arnold Isaac Bolaños con Historias versátiles para tiempos difusos (2020) y la antología de minificción Máquinas breves y otras perversiones (2021) que incluye textos de Maribel Castillo, Roger Guzmán, Denny Romero, Manuel Barrera Ibarra, Edgar Iván Hernández, Ana Torres Licón y Ángel Rivera26.
De acuerdo con Víctor Ramos, en “La minificción en Honduras” (2017), Froylán Turcios (1875-1943) fue el precursor de la narrativa breve hondureña con sus textos “Bajo el cielo inmutable” (1904), con 22 renglones de extensión; “Tres deseos” (1914), con nueve renglones; y su libro Cuentos del amor y la muerte (1930), con varios relatos breves menores a una página. Después de Turcios, Ramos sitúa a Rafael Heliodoro Valle (1891-1959), que exploró la narrativa breve con referencias a la vida cotidiana y referencias localistas27. En una etapa posterior, según Zingonia Zingone, se destaca Óscar Acosta (1933-2014), de la llamada Generación del 50, autor de El Arca (1956), que puede ser considerado el primer libro de minificciones de Honduras28. José Antonio Funes afirma en “Libros clave de la narrativa hondureña (V) El Arca” (2009) que El Arca, con sus dieciocho relatos, posee claras influencias de Jorge Luis Borges, Franz Kafka y Alejo Carpentier y constituye una ruptura con la narrativa hondureña de aquella época, llena de criollismo y realismo provinciano29.
Sobre la influencia de El Arca en la literatura hondureña, Víctor Ramos considera que esta obra fue bien recibida por los escritores hondureños, pero no generó mayor impacto en el cultivo de la narrativa tradicional, que estaba basada en las influencias de Horacio Quiroga (1878-1937) y Edgar Allan Poe (1809-1849). Sería hasta el año 1991, con una reedición de la obra de Acosta, que esta llegaría a las nuevas generaciones como fuente de inspiración30.
Junto a Acosta, Ramos ubica a Nelson Merren (1931-207), que publicó narraciones breves en revistas universitarias; a Eduardo Bärh, con influencias de Kafka y Joyce; y a Pompeyo del Valle con Los hombres verdes de Hula (1985) y Retrato de un niño ausente (1999). Según José Zelaya a estos autores se sumarían: Néstor Bermúdez Milla, con algunas narraciones breves; Eva Thais (1931-2001) con su libro de minificciones experimentales Constante sueño (1999); el propio Víctor Manuel Ramos con Acuario (1991) y Monsieur Hérisson y otros cuentos (2001); y Julio Escoto con su libro Historia de los operantes (2000)31. Sobre esta obra de Escoto, Ileana Rodríguez señala en “Explosión verbal-mestizaje lírico en Julio Escoto” (2012) la influencia de Alejo Carpentier (1904-1980), con el uso de lo real maravilloso en sus quince relatos sobre los habitantes de la región Mosquitia32.
Entre los autores contemporáneos de minificción es necesario destacar a Nery Gaitán y Kalton Bruhl, por su producción y dedicación al género brevísimo. Gaitán es el autor de Vida menor (1990), obra compuesta por un cuento y treinta y dos minificciones, que según José Zelaya se caracterizan por su inicio anafórico, frecuente uso de la elipsis y temática de denuncia social33. Por su parte, Kalton Bruhl es el autor de Donde le dije adiós (2014) y La intimidad de los recuerdos (2016). A estos autores, José Zelaya suma a Manuel de Jesús Pineda con Del origen y sus fulgores (1999); Julio César Anariba con Cuentos Chatarringas (2005) y Alex Darío Rivera con Hendiduras (2020)34.
Según José Zelaya en “Presencia femenina en la minificción hondureña” (2021), la primera autora hondureña en escribir minificción fue Clementina Suárez, con el poemario De mis sábados el último (1931), con algunos textos que pueden ser clasificados como minificciones. Más adelante, entre 1991 y 1992, Débora Ramos publicaría tres minificciones en la edición 10 y 12 de la revista hondureña Imaginación. También se vuelve a mencionar a Eva Thais; Rocío Tábora con su libro Cosas que rozan (2001); Alejandra Flores Bermúdez con Por la vereda (2007), una colección de minificciones inspiradas en personajes de sus pinturas; Elisa Logan con Historias de Natalia (2015), que contiene cincuenta y tres minificciones; Perla Rivera; Anarella Vélez Osejo; Lety Elvir; Venus Mejía; Ámbar Nicté y Tatiana Sánchez. Por su parte, José Zelaya se ha convertido en el principal promotor de la minificción hondureña; autor de El misterio de la caja (2021) y Mis monstruos y otros seres desconocidos (2021); y cofundador ‒junto a Ricardo Álvarez Moncada‒ de la editorial Micromundos (2021) especializada en el género35.
Además de las obras y autores mencionados, existen cuatro antologías de minificción hondureña. La primera es La vida breve (2006), de la investigadora Helen Umaña, publicada por la Editorial Letra Negra; la segunda es La minificción en Honduras (2007), del escritor Víctor Manuel Ramos, publicada por Editorial Girándula; la tercera es El baile del dinosaurio: Antología de minificción hondureña (2021), compilada por Elisa Logan y José Zelaya, publicada por la Editorial Eccos; y la cuarta es Eureka (2021), compilación de minificciones y cuentos de ciencia ficción, publicada por la Universidad Tecnológica Centroamericana, producto de un taller dirigido en el 2019 por el escritor chileno Diego Muñoz Valenzuela36.
El poeta nicaragüense Rubén Darío pertenece a la primera etapa del desarrollo de la minificción, ubicada entre 1880 y 1945, con el modernismo y las vanguardias37. “El nacimiento de la col”, obra del padre del modernismo, está incluida en Por favor sea breve (2001), una de las primeras antologías de minificción en español, compilada por Clara Obligado.
Según Jorge Eduardo Arellano, en su artículo “Las minificciones: Un recorrido por los autores del minicuento en Nicaragua” (2015), es Juan Aburto (1918-1988) quien da origen a la minificción nicaragüense contemporánea con su libro El Convivio (1972), una colección de ocho cuentos y nueve minificciones. Luego, pasaría una década antes que apareciese otra obra dedicada a la narrativa breve: De tropeles y tropelías (1983) de Sergio Ramírez, con once cuentos y siete minificciones, que pueden leerse de manera separada o como un todo. En esa misma década Michele Najlis publicó Ars combinatoria (1988) que puede ser catalogada como una obra de minificciones y textos experimentales. Si se considera a Aburto como el padre de la minificción nicaragüense, podríamos decir que Najlis es la madre, quien suma a la propuesta lúdica de Aburto, la ironía filosófica, crítica feminista y la utilización magistral de la elipsis38.
Pasaría otra década más, antes de que el género de la narrativa brevísima fuese nombrado en Nicaragua. Jorge Eduardo Arellano es el primer académico en hacerlo, al realizar su muestra antológica ‒la primera en su clase‒ Minificciones de Nicaragua (2004), en la que incluyó a 37 narradores. Un año más tarde, Edgard Escobar Barba (1956-2015) publicaría Antología del minicuento nicaragüense (2005), con una selección de 71 autores. Barba, autor de Miligramos (2000) y la obra póstuma Dos motetes: cuentos, fábulas y fabulillas (2016), se convertiría en el primer promotor de la minificción y facilitador de talleres sobre el género en Nicaragua39. A estas antologías se sumarían Las huellas de las hormigas (2016), muestra de minificción de autores emergentes, publicada por Parafernalia Ediciones Digitales y 99 palabras de mujer (2016), con minificciones de autoras nicaragüenses, editada por Marianela Corriols y publicada por la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE).
Entre los autores y autoras de la nueva generación que cultiva la minificción con mayor frecuencia, podemos mencionar a Hanzel Lacayo con Maletas ligeras (2012) y A cherry on top (2013); Alberto Sánchez Argüello con De antifábulas y ficciones (2012), Miniaturas voraces (2019), Mitología mínima (2020), Naufragio de botellas (2020) y El diario del caos (2021); Martha Cecilia Ruiz con Familia de cuchillos (2016); María del Carmen Pérez con Rama (2016) e Isonauta (2020); Lula Mayorga con Abecedario felino (2019) y Abecedario de la melancolía (2019); Chema Sánchez con Disparos rasantes (2020) y Jorge Campos con El muro abierto (2020).
En cuanto a las actividades relacionadas con la promoción del género, destaca el primer encuentro y lectura colectiva de minificción celebrado en el café concert El Panal en la ciudad de Managua en el año 2012. Esta actividad dio lugar a la conformación del grupo que posteriormente se denominaría Colectivo Microliterario Nicaragüense, que llevaría a cabo siete lecturas públicas entre el 2012 y el 2015, antes de entrar en una fase de hibernación. Así mismo, a finales del 2021, Jorge Campos y Krasnodar Quintana crearon el espacio digital en redes sociales llamado Brevemente, a través del cual divulgan el género y desarrollan entrevistas a jóvenes cultores del género breve.
Sergio Arroyo en “Andanzas del microrrelato costarricense: Bueno y breve. Una clase de narración que no es nueva ni escasa en nuestro país” (2015) identifica el origen de la minificción de Costa Rica en Terracotas: cuentos breves (1900), obra de Rafael Ángel Troyo (1870-1910). Troyo fue un autor del modernismo tardío que cultivó el cuento, la viñeta breve y el “miniaturismo”40. Otras obras precursoras son Para los gorriones (1922), de Rubén Coto (1882-1956) y Ensayos (1926), de Max Jiménez (1900-1947), ambas compuestas por minificciones y poemas en prosa. En 1947 se publica Cuentos de angustias y paisajes, de Carlos Salazar Herrera (1906-1980), en donde se incluye “La ventana”, la cual se convertiría en la minificción más conocida de Costa Rica41.
Magda Zavala considera que la minificción, como práctica literaria distintiva, aparece en Costa Rica en la última parte de los años sesenta42. En particular, con la publicación en Chile de La mala cosecha (1967), del escritor costarricense Francisco Zúñiga Díaz (1931-1997). Siguiendo esta cronología, se encuentra Herejías para topos (1977) de Óscar Álvarez Araya, obra que mereció el Premio Joven Creación otorgado por la Editorial Costa Rica. En 1983, Rodrigo Soto publicó Mitomanías, obra que le mereció el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría ‒entregado anualmente por el Ministerio de Juventud, Cultura y Deportes de Costa Rica‒ de cuento, y que incluye su primer “Microcosmos”, sección de minificciones que sería incluida desde entonces en sus libros de cuentos43.
En 1995, Myriam Bustos publicó su primera obra de minificciones Cuentos, cuentas y descuentos, y prosigue con Recuentos (1996), Microficciones (2002), Microvagancias (2005) y Esto no tiene nombre (2007). Bustos, llegada desde Chile a Costa Rica en 1974, dos veces ganadora del Premio Nacional Aquileo J. Echeverría (1999 y 2015), es considerada una maestra de la minificción. En sus obras aborda la cotidianidad y el cuerpo humano desde la ironía, sorpresa y alusión44.
Zingonia Zingone señala a Fernando Contreras y Rafael Ángel Herra como dos exponentes literarios costarricenses que también han escrito minificción45. Contreras, que pertenece a la llamada generación del desencanto, publicó Urbanoscopio (1997), el primer libro de minificción costarricense organizado en torno de un eje temático, con la ciudad como espacio46; Sonambulario (2005) y Fragmentos de la tierra prometida (2012). Este último consiste en una colección de cien minificciones que pueden ser leídas de manera independiente, pero que comparten el escenario de un futuro distópico con una crisis ambiental y polarización social47. Por su parte, Rafael Ángel Herra ha escrito varios libros de minificción, entre los que destaca La divina chusma (2011), con cien textos que emulan el formato de las fábulas y Artefactos (2016). La obra de Ángel Herra fue retomada en el II Simposio Canario de Minificción (2017) por Dorde Cuvardic, en su ponencia “Enunciación de objeto y minificción en la literatura costarricense: Artefactos, de Rafael Ángel Herra”. Ángel Herra fue también el primer autor centroamericano en participar en un congreso de minificción48.
Entre el 2009 y el 2014 se publicaron más de treinta obras que incluyeron minificciones de la mano de autores costarricenses como Isabel Gamboa Barboza, Laura Casasa, Mía Gallegos, Germán Hernández, Heriberto Rodríguez, Rodolfo Arias, Mario Valverde Montoya, Jacques Sagot, Daniel Garro, Fabián Coto, Luis Yuré, Luis Chaves, Quince Duncan, Carlos Salazar Herrera, Alonso Matablanco, Randall Roque y Laura Fuentes Belgrave49. En Adictivos (2014), Alonso Matablanco publicó minificciones llenas de humor e ironía e hizo frecuente uso de la intertextualidad50. Por su parte, Randall Roque publicó Las lunas del Ramadán y otras alegorías (2011) con epigramas, ensayos breves y alegorías en forma de fábulas y poemas. La obra incluye propuestas filosóficas concentradas en textos breves, en ocasiones sin continuidad temática51. Laura Fuentes Belgrave irrumpe en la literatura costarricense con una fuerte crítica a la cultura de género y los estereotipos acerca de la sexualidad desde su primer libro Penumbra de la paloma (1999); su obra Antierótica feroz (2013) mezcla cuentos con minificciones y aborda el incesto, el abuso sexual, la pedofilia, la zoofilia, pasando por la castración y el canibalismo52.
Finalmente, una de las voces más jóvenes de la minificción contemporánea costarricense es la poeta Laura Zúñiga, autora de Mitófagos (2015), con una visión subversiva de los cuentos clásicos, y Temporada de microlugares (2021) donde aborda la cotidianidad del mundo costarricense y los problemas existenciales de sus personajes.
En cuanto a antologías y colecciones, en el 2012, la Editorial Costa Rica publicó la Antología de microrrelatos: Premio Joven Creación, una colección de textos finalistas de su convocatoria del premio homónimo. Asimismo, en el año 2019, la Universidad de Costa Rica (UCR) publicó El saxofón: veinte narraciones breves, una edición de Alí Víquez con minificciones de estudiantes de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura de dicha Universidad. En el 2020 la UCR publicó Retorna la peste: microrrelatos covidianos, con textos de David Díaz Arias, Elizabeth Jiménez Núñez, Ximena Miranda Garnier, Iván Molina Jiménez, Uriel Quesada, Anacristina Rossi, Arabella Salaverry y Alí Víquez. Ese mismo año, el Centro Cultural de España en Costa Rica publicó 30 relatos en tiempos del COVID en Costa Rica53.
Rogelio Sinán (1902-1994) es el autor que introdujo el vanguardismo en Panamá y es considerado el precursor de la minificción panameña por sus relatos breves e innovadores. Textos como “La boina roja”, “A orillas de las estatuas maduras”, “Hechizo”, “Todo un conflicto de sangre”, “Sin novedad en Shanghai” y “La voz decapitada” anuncian la llegada de la narrativa hiperbreve. Luego vendrían autores que seguirían dando forma al género, entre ellos Pedro Rivera con Peccata minuta (1970), Enrique Chuez con La mecedora (1976), Dimas Lidio Pitty (19412015) con El centro de la noche (1977) y Los caballos estornudan en la lluvia (1979) y Enrique Jaramillo Levi con Duplicaciones (1973)54.
Las primeras obras de Jaramillo Levi, como Duplicaciones, luminoso tiempo gris (2002) o En un abrir y cerrar de ojos (2002), incluyen cuentos y algunas minificciones. Será a partir del 2005, con En un instante y otras eternidades, cuando empezará a incluir un número importante de minificciones, hasta alcanzar obras completas de este género breve como Escrito está (2009), que ganó los Juegos Florales de Quetzaltenango, Guatemala y Sincronías (2012) obra dividida en dos partes, con 80 minificciones inéditas y una selección de textos publicados en diversos libros entre 1973 y 201155.
Enrique Jaramillo Levi, en el prólogo de La minificción en Panamá: breve antología del cuento breve en Panamá (2003), reconoce que ha existido una gran dispersión entre los autores que han cultivado la narrativa breve a finales del siglo XX, refiriéndose con esto a que los textos minificcionales han sido usualmente incluidos en libros de cuentos, por lo que los libros exclusivos de narrativa brevísima habían sido escasos, así como los autores y autoras que se reconociesen como minificcionistas56. Jaramillo Levi señala dos excepciones a esta tendencia: Claudio de Castro, que publicó La niña de Alajuela (1985), La isla de mamá Teresa, el abuelo Toño y otros cuentos (1985), El señor Foucalt (1987), El juego (1989) y El Camaleón (1991), obras compuestas casi en su totalidad por narraciones muy breves; y Ray Barría (1951-2019) con sus colecciones de Los casi cuentos, En lugar de la mancha (1991) y otros textos publicados en la página plegable “Temas de nuestra América” de la Universidad de Panamá57.
Otros autores que se han destacado en el cultivo de la minificción son Carlos Oriel Wynter Melo con El escapista (1999) y Desnudo y otros cuentos (2001); y Melanie Taylor con Tiempos acuáticos (2000), que incluye textos con gran síntesis expresiva y que aborda lo existencial, lo psicológico, lo mágico y lo absurdo, y Microcosmos (2009). De igual manera Héctor Rodríguez con De retratos y ventanas y otras ilusiones (1975) y El mar océano (1977); Víctor Rodríguez Sagel con Al margen de la vía (1975), Zonas privilegiadas (1984) y La madrugada es un gato furtivo (1992); Herasto Reyes con Cuentos de la vida (1984) y Cuentos de la noche y del mar (1988); Consuelo Tomás con Cuentos rotos (1991) e Inauguración de la fe (1995) (Valdés 43); Jorge Luis Rodríguez Pittí, publicado en antologías nacionales e internacionales de minificción, creador y editor de 52 números de miniTEXTOS, revista dedicada a la poesía y narrativa breve; y Lilian Guevara con Mundos probables (2016)58.
Esta cantidad de cultivadores de la minificción ha suscitado varias antologías. Además de la mencionada La minificción en Panamá: breve antología del cuento breve en Panamá, sobresalen Minificcionario. Compilación histórica selecta del minicuento en Panamá (1967-2018) (2019); Venir a cuento. Cuentistas emergentes de Panamá (2012-2019) (2019), ambas antologadas por Enrique Jaramillo Levi y el estudio y muestra antológica “Apuesta por el arte de la concreción. Muestreo ontológico de la minificción panameña” de Ángela Romero Pérez, publicada en la revista española Quimera Nº 211-212 en febrero del 200259.
Por otro lado, la minificción panameña cuenta con la revista Maga, dedicada a difundir la narrativa breve de escritores panameños a través del Concurso Nacional del Cuento Breve60; y el Premio Signos de Minicuento “Rafael De León-Jones”, convocado en el 2008, 2010 y 2012, que permitió la publicación de tres libros de minificción de sus respectivos ganadores: Lupita Quirós Athanasiadis con A cuentagotas (2009); Gonzalo Menéndez con El síndrome y otros cuentos (2011) y Héctor Collado con Ni cortos ni perezosos (2012).
Génesis comparada de la minificción centroamericana
En la primera etapa del desarrollo de la minificción hispanoamericana, entre 1880 y 1945 ‒ denominada por Acosta como período moderno por su vínculo con el modernismo y vanguardias61‒ nos encontramos con los precursores de la minificción de los países centroamericanos: Enrique Gómez Carrillo en Guatemala; Julio Enrique Ávila y Salazar Arrué en El Salvador; Froylán Turcios y Rafael Heliodoro Valle en Honduras; Rubén Darío en Nicaragua; Rafael Ángel Troyo en Costa Rica y Rogelio Sinán en Panamá. Todos ellos crearon ‒desde el modernismo o el inicio de las vanguardias‒ textos experimentales, inicialmente clasificados como poemas en prosa, hoy en día señalados como antecesores de la minificción contemporánea.
En la segunda etapa ‒subdividida por Acosta en dos partes, una entre 1940 a 1970 y la otra entre 1971 y 199862‒ se incorporan autores centroamericanos que llevaron la exploración de los fundadores a una forma más pulida, con libros completos dedicados a este género aún sin nombre propio. Aquí encontramos a Augusto Monterroso en Guatemala con La oveja negra y demás fábulas (1969); Álvaro Menen Desleal en El Salvador con Cuentos breves y maravillosos (1963); Óscar Acosta en Honduras con El Arca (1956); Juan Aburto en Nicaragua con El convivio (1972); Francisco Zúñiga Díaz en Costa Rica con La mala cosecha (1967) y Pedro Rivera en Panamá con Peccata minuta (1970). En los años setenta y ochenta vendrían nuevos cultores de la minificción entre los que podemos mencionar a Otto-Raúl González de Guatemala con De brujos y chamanes (1980); David Escobar Galindo de El Salvador con Fábulas (1976); Pompeyo del Valle de Honduras con Los hombres verdes de Hula (1985); Michele Najlis de Nicaragua con Ars combinatoria (1988); Óscar Álvarez Araya de Costa Rica con Herejías para topos (1977) y Enrique Jaramillo Levi de Panamá con Duplicaciones (1973).
En los años setenta aparecieron importantes antologías de minificción en México como la Antología de cuentos breves del siglo XX en México (1970) de René Avilés Fabila y El libro de la imaginación (1976) de Edmundo Valadés63. Sin embargo, en Centroamérica las primeras antologías surgieron tardíamente: La minificción en Panamá: breve antología del cuento breve en Panamá de Enrique Jaramillo Levi en el 2003; Minificciones de Nicaragua de Jorge Eduardo Arellano en el 2004; La vida breve de la investigadora hondureña Helen Umaña en el 2006 y Antología de microrrelatos: Premio Joven Creación de la Editorial Costa Rica en el 2012. También se publicaron tres antologías regionales de minificción: Aquí hay dragones: breve antología de minificción centroamericana contemporánea (2016), Tierra Breve: antología centroamericana de minificción (2017) y Ecos: nuevas voces de la minificción centroamericana (2020).
Sobre las investigaciones podemos encontrar los siguientes antecedentes en esta fase:
En los años ochenta surgen tres tesis teóricas sobre narrativa breve, y surgen también otras dos antologías de envergadura literaria. Además, las instituciones universitarias comenzarán a tener una participación amplia y profunda en lo que respecta al estudio de la microficción. En la universidad del estado de Nueva York, en Estados Unidos, Dolores Koch presenta su tesis doctoral El microrrelato en México: Torri, Arreola y Monterroso; en Neuquén, Argentina, aparece el ensayo titulado Hacia una poética de las formas breves en la actual narrativa hispanoamericana: Julio Cortázar, Juan José Arreola y Augusto Monterroso, de Laura Pollastri; y en la Universidad Nacional Autónoma de México, Beatriz Espejo, en 1989, publica Julio Torri: voyerista desencantado64.
A partir de ese momento los estudios sobre la narrativa breve se multiplicarían hasta llegar a ser tantos en la década de los noventa y primera década de los 2000, que no se pueden contabilizar. Sin embargo, en Centroamérica sería hasta inicios del siglo XXI que se contaría con el primer estudio relacionado con la minificción: “Recuento de la experiencia de la transgresión: Repertorio de minificción panameña” presentado por Ángela Romero Pérez en el II Congreso Internacional de Minificción (2002).
La tercera etapa del desarrollo de la minificción corresponde desde los años noventa hasta nuestros días65. En esta etapa se multiplicó la producción literaria, así como las investigaciones, editoriales especializadas y los congresos. En este período surgieron ocho sellos editoriales especializados en minificción en Hispanoamérica y solo dos en Centroamérica: Ficticia en México en 1999; Macedonia Ediciones en Argentina en el 2008; La Aguja del Buffon Ediciones en Argentina en el 2009; La Tinta del Silencio en México en el 2011; Micrópolis en Perú en el 2011; Parafernalia Ediciones Digitales en Nicaragua en el 2012; Ediciones Sherezade en Chile en el 2013; El Taller Blanco Ediciones en Colombia en el 2015; Quarks Ediciones Digitales en Perú en el 2020 y Micromundos en Honduras en el 2021.
Podemos concluir que, durante la primera etapa y la mitad inicial de la segunda, la minificción centroamericana se desarrolló de manera similar entre los países de la región y con respecto a Hispanoamérica, con sus precursores modernistas o vanguardistas, a inicios del siglo veinte y los primeros cultivadores con obras dedicadas a la narrativa brevísima entre finales de los años setenta e inicios de los setenta y nuevos cultivadores que surgieron entre los setenta y ochenta. En la mitad final de la segunda etapa, entre los años setenta y ochenta, Centroamérica muestra un desfase de desarrollo en relación con el resto de Hispanoamérica de más de tres décadas en la publicación de antologías y de al menos una década con respecto a estudios dedicados al género.
En cuanto a la tercera fase, que Acosta fija su inicio en los noventa y asocia con la multiplicación de obras, estudios del género, congresos y sellos editoriales especializados66, es posible afirmar que Centroamérica está avanzando hacia esta fase, con las primeras investigaciones y antologías nacionales y regionales del género, dos sellos editoriales especializados y una rápida multiplicación de obras, particularmente en Panamá. Una evidencia del avance del género en la región es la inclusión en el 2019 en la sexta edición del festival literario Centroamérica Cuenta ‒celebrada en San José Costa Rica‒ de la primera mesa de conversación sobre la minificción regional denominada “Lo bueno, si es breve, dos veces bueno” y el primer taller de minificción ‒en el marco del festival‒ facilitado por la escritora nicaragüense María Augusta Montealegre. También existen diversas iniciativas como la Micro Audioteca de la escritora guatemalteca Norma Yurié Ordóñez, que inició en el 2020, con el objetivo de difundir la minificción hispanoamericana en redes sociales; las convocatorias de minificción de la editorial guatemalteca POE (Pequeña Ostuncalco Editorial) y la revista guatemalteca Luna: Versos de plata, que desde julio de 2021 introdujo la columna llamada “Minificción: el arte de la brevedad”; las revistas digitales salvadoreñas Culturel y Zebra con espacios de publicación sobre minificción; el espacio digital nicaragüense Brevemente de divulgación del género breve y el Primer encuentro virtual de minificción centroamericana celebrado el 19, 20 y 21 de noviembre del presente año desde la página de Minificción Centroamericana en Facebook con 6 autoras y 11 autores de minificción de los seis países hispanoparlantes del área.
Análisis comparativo de los rasgos discursivos, temáticos y formales
Para lograr un primer acercamiento a los rasgos temáticos y formales propios de la creación minificcional en los países hispanoparlantes centroamericanos, se seleccionó un autor por Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá que cumpliese al menos con dos de las siguientes características:
1. Estar incluido en alguna de las antologías de minificción centroamericana publicadas entre el 2016 y el 2017.
2. Poseer una obra individual publicada con textos explícitamente definidos como minificción, microrrelato o microficción.
3. Tener un recorrido documentado como cultor de la minificción en su país de origen.
Se procedió entonces a revisar las antologías Aquí hay dragones: breve antología de minificción centroamericana contemporánea (2016) y Tierra Breve: antología centroamericana de minificción (2017) y a partir de dicha revisión se seleccionaron las siguientes personas:
Rafael Ángel Herra (Costa Rica) ● Mejor bestia no hay. ● El cielo y el infierno. |
Jorge Ávalos (El Salvador) ● La llamada. ● La existencialista. |
Marilinda Guerrero Valenzuela (Guatemala) ● Pinfall. ● Voyager. |
Kalton Bruhl (Honduras) ● La familia es primero. ● Entre la niebla. |
María del Carmen Pérez Cuadra (Nicaragua) ● Rama. ● Apocalipsis. |
Melanie Taylor (Panamá) ● Génesis. ● The Samsas. |
El primer dato del análisis de los textos fue que cumplían con el criterio de extensión máxima de una página enunciado por Lauro Zavala. El texto más extenso es “La llamada” con 374 palabras; y el más breve es “La existencialista” cuya extensión es de nueve palabras, sin incluir el título. La media de palabras identificada entre todos los textos oscila entre las 120 y las 300. La mayoría están redactados en un solo párrafo, característica que guarda usualmente una relación con la ausencia de una estructura aristotélica de inicio, nudo y desenlace:
Él le sonrió, buscó los ojos de ella. Él era ajeno desde que ella tuvo dueño. Y ella fue incapaz de sospechar la clave de aquel secreto. –¡Vamos, es hora del espectáculo, sal!– dijo el dueño del circo interponiéndose entre las jaulas. «No, todavía no estoy lista», pensó Rama en un lenguaje de mariposa. Pero el brote verde del deseo siguió creciendo en la esquina de su ojo ciego67.
En el texto citado de María del Carmen Pérez Cuadra, se logra concisión narrativa al evitar una introducción y avanzar directamente a la acción que cabe en un párrafo, destilando de esta manera la esencia de la trama. Tampoco existe un final cerrado, como si el texto formase parte de un relato más grande.
Solo dos textos muestran hibridación genérica: “Mejor bestia no hay” y “El cielo y el infierno” de Rafael Ángel Herra. Estos se presentan bajo un formato similar al de la fábula con protagonistas animales. El texto de Herra, que posee similitudes con la minificción “Caballo imaginando a Dios” de La oveja negra y demás fábulas (1969) de Augusto Monterroso, se alinea con el tipo de minificción posmoderna que retoma el antiguo formato de la fábula, pero despojada de moraleja, con una intencionalidad paródica.
Entre los doce textos analizados hay cinco que utilizan estrategias anafóricas y catafóricas en su estructura narrativa, siendo el más paradigmático “La existencialista” de Jorge Ávalos: “Hastiada de Todo, ella se fugó con la Nada”68. La minificción de Ávalos aprovecha diversos recursos para enriquecer de sentido sus escasas nueve palabras de contenido: el título que identifica a la protagonista y el uso de mayúsculas para convertir en nombres propios dos términos abstractos. En “La existencialista” Ávalos condensa al máximo la premisa narrativa, hasta dejar solo la esencia que permite al lector desarrollar sus propias interpretaciones. “Voyager” de Marilinda Guerrero produce la impresión de fragmento narrativo al desembocar directamente en la acción relevante, sin dedicar tiempo a introducir personajes o las circunstancias, dando pie a muchas interrogantes: ¿por qué vomita el personaje principal?, ¿están en la casa de alguno de los personajes o en otro lugar?, ¿estuvieron tomando?, ¿la galaxia es una alucinación o es un elemento fantástico? Las respuestas a estas preguntas deberán ser descifradas por el lector a través de las pistas semánticas del texto. La narrativa fragmentaria de Guerrero estimula, por un lado, la complicidad lectora para llenar los vacíos narrativos, a la vez que deja abierta la posibilidad de múltiples interpretaciones que van desde el realismo, pasando por lo fantástico hasta llegar a lo surrealista y simbólico.
La mayoría de los textos seleccionados poseen una estructura de un párrafo único que obedece a una falta parcial o total de estructura aristotélica narrativa. Estas características se relacionan con el uso frecuente del inicio in medias res como podemos apreciar en “The Samsas”:
La hermana de Gregorio decidió vender el alma al diablo y firmó los documentos que autorizaban al canal de televisión a filmar las idas y venidas no sólo de su hermano convertido en insecto sino también de sus padres y hasta de la asistenta. Gregorio no objetó pues ahora tendrá un televisor de Alta Definición. Grete se dijo que en esta versión se cerciorará de figurar como una hermana amorosa.69
Melanie Taylor omite en el texto anterior contextualizar el relato explicando el proceso de negociación que desembocó en la firma del contrato de un reality show sobre una familia, y aprovecha el cuadro cognitivo70 relacionado con la obra cumbre de Franz Kafka, que resulta del conocimiento enciclopédico y de la experiencia lectora de sus potenciales lectores. De esta manera evita introducir a los personajes, así como la naturaleza del interés que podría suscitar el drama de sus vidas privadas. A diferencia de los textos analizados de Melanie Taylor, Jorge Ávalos, Marilinda Guerrero y María del Carmen Pérez, que usan la estructura narrativa in medias res, las minificciones de Rafael Ángel Herra y “Entre la niebla” de Kalton Bruhl, poseen una estructura narrativa clásica, con un claro inicio, nudo y desenlace en su trama.
En los textos analizados los personajes son planos, al carecer de descripción física o psicológica y estáticos, en cuanto a que no muestran una evolución durante la lectura del relato, con excepción de “Voyager” de Marilinda Guerrero, cuyo final puede leerse como un momento de transformación del personaje principal, una suerte de epifanía sobre soltar nuestro ego y conectarnos con el todo. En general los textos seleccionados están narrados en tercera persona, con una voz narrativa omnisciente, o en primera persona con la voz narrativa del protagonista y testigo, en el caso de “Pinfall” de Marilinda Guerrero. “Génesis” de Melanie Taylor es el único texto, de la muestra seleccionada, que posee una voz narrativa coral. El uso de diálogos solo está presente en “Rama”, de María del Carmen Pérez, y en “Entre la niebla” de Kalton Bruhl, quien los utiliza como parte del tono de narración oral que el autor hondureño imprime a su obra.
La hiperbrevedad en conexión con la implementación de estrategias anafóricas y catafóricas en su estructura narrativa, con el uso frecuente del inicio in medias res en los textos analizados, se traduce en un tiempo elíptico. La elipsis, como eliminación intencional de cierta información o acontecimientos en la historia, es usada por la mayoría de los autores de los textos analizados para aumentar la fluidez y empujar la trama ‒omitiendo principalmente eventos previos al inicio del relato‒ en el espacio reducido minificcional. Ávalos omite en “La existencialista” la experiencia previa del personaje principal con el Todo y la razón de su hastío; Taylor avanza directamente a la firma del contrato para el reality en “The Samsas”, y en “Génesis” se centra en el momento cumbre de la extinción humana; Bruhl sitúa la acción en “La familia es primero”, sin describir el diluvio universal y las circunstancias que llevaron a Noé a envenenar a las palomas, aprovechando los cuadros cognitivos bíblicos de sus lectores; Guerrero coloca a su narrador frente a la taza de un inodoro en “Voyager” sin brindar ningún detalle sobre cómo llegó hasta ahí.
La descripción del espacio no está presente o se da de maneras poco detalladas en las minificciones seleccionadas. En “La existencialista” y “El cielo y el infierno” el espacio no está descrito del todo. En “Mejor bestia no hay” los animales están cerca de un desierto pero no se dan detalles de ninguna especie sobre la flora o geografía; en “Voyager” el relato ocurre en el interior de un baño, sin indicar si este está dentro de una casa de habitación u otro tipo de lugar; mientras que en “Pinfall” los personajes habitan en una ciudad, probablemente la capital de Guatemala sin detallar nada más; “La llamada” ocurre dentro de la casa del narrador que no se describe; “La familia es primero” se ubica en el arca de Noé en un momento posterior al diluvio universal; “Entre la niebla” en un muelle sin que sepamos la ciudad o pueblo en la que se encuentran; “Rama” en un circo; “Apocalipsis” en el planeta Tierra; “The Samsas” en la casa familiar de Gregorio Samsa y “Génesis” en algún promontorio o montaña.
La mayoría de los textos analizados apuestan al final sorpresivo. Herra con el develamiento de la identidad del narrador en “El cielo y el infierno”; Bruhl al mostrar que el barco fantasma en realidad es una manifestación de las memorias del mar en “Entre la niebla”, y una especie de ucronía que se revela al final de “La familia es primero”; Pérez con la inversión de la clásica historia de Kal-El y la tragedia de Krypton en “Apocalipsis”; y Taylor con la parodia intertextual kafkiana que termina con el punch-line del cambio de rol de la hermana del personaje principal y la revelación de la identidad de quienes narran en “Génesis”. Este tipo de desenlaces apuestan a sorprender al lector a través de la revelación de un dato clave, que le permite conocer la identidad del personaje principal, o contar con una perspectiva distinta o más clara del asunto que el relato nos ha planteado hasta ese momento. Estos finales son epifánicos en cuanto producen una revelación en el lector que permite una relectura del texto, que adquiere otros sentidos a la luz de esta nueva información.
Cuatro textos poseen intertexto en su contenido. “El cielo y el infierno” de Rafael Ángel Herra parece dialogar con “Caballo imaginando a Dios” (1969) de Augusto Monterroso, tanto por el formato de fábula como por el contenido tratado. Queda la duda en el caso de Herra si el intertexto es intencional o involuntario. Luego, como ya ha sido mencionado, tanto en “Voyager” de Marilinda Guerrero como en “The Samsas” de Melanie Taylor, existe una clara intención intertextual. El intertexto en el caso de Marilinda es más sutil, agregando posibilidades interpretativas al texto, mientras que en el caso de Taylor la minificción es un hipotexto en clave paródica de La metamorfosis de Kafka. La cuarta minificción con características intertextuales pertenece a Kalton Bruhl:
La escoge con cuidado para no equivocarse. La acaricia por un instante y la deja volar. Luego reúne a toda la familia y les pide que oren para que esta vez las cosas sean diferentes. Cada semana durante los últimos años se ha repetido la misma rutina. Su familia ya está resignada y apenas logran contener el llanto; sin embargo, él nunca ha estado más feliz, siempre rodeado por sus hijos y nietos. Noé inclina la cabeza junto a su familia e implora, de todo corazón, que nunca descubran que envenena a las palomas antes de echarlas a volar71.
En “La familia es primero”, Bruhl recurre a los cuadros cognitivos bíblicos de sus lectores para proponer ‒similar al “Génesis” de Taylor‒ una nueva interpretación de la historia de Noé con tono paródico. Bruhl consigue esto usando apenas dos términos: el nombre del protagonista y “palomas”. Con esto es suficiente para conectar con el conocimiento enciclopédico de sus lectores y lograr afianzar la intertextualidad de su relato.
Solo se identificó un texto con rasgos metaficcionales: “La existencialista” de Jorge Ávalos. Esta brevísima minificción usa al máximo la relevancia del paratexto para completar el sentido del escrito, dejando al descubierto el juego textual y la clave lectora al mismo tiempo. El resto de las minificciones no incluyen contenidos que permitan develar claves de lectura o escritura en el desarrollo de sus contenidos.
La mayoría de los textos utilizan la ironía y el humor en diferentes niveles y variantes: “Mejor bestia no hay” con su contraste entre la soberbia del caballo y la sabiduría del camello; “El cielo y el infierno” que sugiere una parodia de las creencias humanas sobre los planos de existencia después de la muerte; “Voyager” con el contraste irónico entre la situación insólita ‒galaxia que surge del cuerpo del personaje‒ y la manera ‒vómito‒ y lugar ‒inodoro‒ en el que ocurre; “La existencialista” que puede leerse en clave parodia, tanto de la corriente filosófica como de la vanguardia literaria; y “The Samsas” cuya propuesta es una parodia intertextual de La metamorfosis (1915) de Kafka, al igual que “La familia es primero” lo hace sobre la historia bíblica de Noé.
Partiendo de la propuesta de clasificación y análisis semiótico de la minificción de Lauro Zavala incluida en “Hacia una semiótica de la minificción” (2015), es posible considerar como minificciones clásicas a “Mejor bestia no hay” y “El cielo y el infierno” de Rafael Ángel Herra, y “Entre la niebla” de Kalton Bruhl, en tanto poseen un inicio catafórico, narrador omnisciente y confiable, tiempo secuencial y final epifánico. Asimismo, la mayoría de los textos pueden categorizarse como minificciones modernas al poseer un inicio anafórico, un narrador irónico, tiempo elíptico y un final catafórico. Tal es el caso de las minificciones de “Pinfall” y “Voyager” de Marilinda Guerrero, “Rama” de María del Carmen Pérez y “The Samsas” de Melanie Taylor. Finalmente, es posible afirmar que “La existencialista” de Jorge Ávalos mezcla características modernas como el inicio anafórico y el tiempo elíptico con clásicas como el final epifánico y algunas de las características de la minificción posmoderna, como el uso de la ironía con tono paródico y la intertextualidad metatextual, orientada a las reglas de género72.
Desarrollo histórico del estudio y cultivo de la minificción en Centroamérica
La minificción centroamericana se desarrolló de una manera muy similar al resto de Hispanoamérica durante la primera fase y primera parte de la segunda fase histórica propuesta por Ángel Acosta. Entre 1880 y 1945, autores modernistas y vanguardistas nacidos en la región exploraron nuevos territorios literarios y crearon los textos considerados precursores de la narrativa brevísima. Luego, entre 1940 y 1970, surgieron los continuadores de estos experimentos que llegarían a producir las primeras obras fundacionales de la minificción centroamericana. Sin embargo, a finales de la década de los setenta y en la de los ochenta, se crea una brecha entre Centroamérica y el resto de Hispanoamérica, en cuanto al desarrollo y avance de la minificción en producción de obras individuales, investigaciones y antologías. Esta brecha ‒que podría atribuirse a los diversos conflictos sociales y políticos que vivió la región en ese período de tiempo‒ acabaría retrasando casi dos décadas el avance hacia la tercera etapa en Centroamérica, identificada por Acosta con la multiplicación de obras, estudios, congresos y editoriales especializadas.
Tras contrastar los hallazgos obtenidos con la hipótesis de que el estudio y cultivo de la minificción en el ámbito centroamericano tuvo un desarrollo histórico en tres etapas: génesis (1880-1945), desarrollo (1940-1988) y madurez (1990-2021); se concluye que la génesis de la minificción en Centroamérica fue pionera en Hispanoamérica y tuvo figuras referentes del género como Augusto Monterroso durante la primera mitad de la etapa de desarrollo, pero a partir de la segunda mitad de dicha etapa, no se logró continuar con el mismo ritmo evolutivo que el resto de Hispanoamérica, por lo que es posible afirmar que la región aún se encuentra en su etapa de desarrollo. Así mismo, la génesis evolutiva del género en la región guarda mucha similitud entre los países centroamericanos, incluido el desfase que se da con el resto de Centroamérica en la segunda parte de la etapa de desarrollo. Fue hasta inicios del siglo XXI que Panamá retomaría el avance de la minificción regional con el primer estudio y la primera antología nacional, seguida por Guatemala, Nicaragua y el resto de los países del istmo centroamericano.
Estado actual del estudio y cultivo de la minificción en Centroamérica
En la actualidad Centroamérica se encuentra en una fase de producción de obras y renovado interés por la minificción. Jóvenes autores y autoras promueven conversatorios y espacios de divulgación en revistas culturales digitales. El género empieza a recibir reconocimiento como parte del acervo literario regional, como lo demuestra su inclusión en el conversatorio sobre minificción y el taller de teoría y creación de narrativa brevísima en la sexta edición del festival literario itinerante Centroamérica Cuenta (San José, 2019); así como un primer encuentro virtual de autores y autoras de minificción centroamericana. Sin embargo, aún son incipientes los avances en cuanto a estudios del género, tanto a nivel local como regional. No se han realizado congresos sobre minificción a nivel regional o local, aún no existe crítica literaria especializada en el género y solo existen dos sellos editoriales digitales centroamericanos dedicadas a este género.
Rasgos temáticos y formales propios de la minificción centroamericana
A partir del análisis de la muestra seleccionada, es posible afirmar que la minificción centroamericana utiliza la mayor parte de los recursos que le permiten concentrar su capacidad narrativa en pocas palabras: inicio anafórico, final catafórico; estructura in medias res, pocos personajes y casi ninguna descripción sobre estos; espacio inexistente o no descrito; importancia del paratexto (título) como información relevante para el encuadre o relectura del escrito; el tiempo elíptico que permite omitir información para maximizar el uso del espacio textual; la utilización de la analepsis y prolepsis para jugar con el marco temporal. También se identificó el final sorprendente y el final abierto, así como el uso del humor y la ironía como componentes usuales. Sin embargo, elementos posmodernos, como la hibridez genérica, intertextualidad y metatextualidad están casi ausentes en la muestra.
Es posible afirmar que en Centroamérica coexiste la minificción clasificada por Lauro Zavala como clásica, con minificciones modernas ‒predominando la segunda‒, con la posibilidad de que una minificción posmoderna se encuentre en etapa de desarrollo. Este fenómeno podría ser el resultado de la brecha histórica en la evolución de la minificción entre la región y el resto de Hispanoamérica.
Florencia Valdés Armuelles había alcanzado una conclusión similar en El microrrelato panameño e hispanomericano en el contexto de la postmodernidad (2008), tesis presentada para optar al grado de Magíster en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Panamá:
[…] Aunque la antología lograda es considerable, no todas estas minificciones poseen rasgos de la postmodernidad. En su defecto, sólo un número reducido posee una u otra característica postmoderna de lo cual se deduce que por ser un estatuto tan nuevo en nuestro país, con sólidas bases en su predecesor el cuento, aún está en constante evolución incorporando cada día nuevas formas e incursionando en diferentes rasgos de la estética postmoderna […] el quehacer literario panameño en cuanto a micro relatos se refiere aún tiene mucho que explorar y caracteres postmodernos que incorporar73.
Este trabajo confirma las palabras de Florencia Valdés Armuelles sobre las posibilidades de exploración desde la minificción en el quehacer de autores, críticos y académicos, no solo en el ámbito de Panamá sino de toda la región centroamericana. Partiendo de la ruta trazada por Zingonia Zingone, se cuenta ahora con una primera mirada a la génesis histórica, estado actual y rasgos que caracterizan a la minificción contemporánea en el istmo, de este modo deja las bases para futuras investigaciones que profundicen en el panorama de la minificción centroamericana.
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1 Ángel Acosta, <<El Estudio y la difusión de la minificción (1988-2010)>>, El Cuento en Red. Revista electrónica de teoría de la ficción (2010): 100-1
2 Andrés-Suárez, Irene, Antología del microrrelato español (1906-2011): El cuarto género narrativo (Madrid, Editorial Cátedra, 2012) 28-9.
3 Minardi, Giovanna, “La minificción: recuperación y destrucción del canon”, en Metalinguaggi e metatesti. Lingua , letteratura e traduzione Atti del XXIV Congresso AISPI Padova. (Roma: AISPI Edizioni, 2012), 551.
4 Zavala, La minificción bajo…, 58.
5 Yobany García, <<Microrrelato o minificción: de la nomenclatura a la estructura de un género literario>>, Microtextualidades Revista Internacional de microrrelato y minificción (2017): 100-1.
6 David Roas, <<Sobre la esquiva naturaleza del microrrelato>>, en Poéticas del microrrelato, ed. David Roas. (Madrid: Arco/Libros, 2010), 13-4.
7 Fernando Valls, “Sobre el microrrelato: otra Filosofía de la composición”, web de Letras de Chile, https://letrasdechile.cl/2008/03/18/sobre-el-microrrelato-otra-filosofia-de-la-composicion/ (consultada el 5 de abril 2021).
8 Roas, “Sobre la esquiva…”, 14
9 Francisco Álamo, <<El microrrelato. Análisis, conformación y función de sus categorías narrativas>>, Signa: Revista de la Asociación Española de Semiótica, 19 (2010): 176.
10 Roas, “Sobre la esquiva…”, 14.
11 Lauro Zavala, Cartografías del cuento y la minificción (Madrid: Editorial Renacimiento, 2004), 156.
12 Lauro Zavala. <<Hacia una semiótica de la minificción>>, en MicroBerlín: de minificciones y microrrelatos, 11-20, ed. Ottmar Ette, Dieter Ingeschay, Friedhelm Schmidt-Welle y Fernando Valls (Madrid: Iberoamericana, 2015), 12-4.
13 Acosta, <<El estudio...>>, 100.
14 Juan Fernando Cifuentes, <<La minificción en Guatemala>>, El cuento en Red. Revista electrónica de teoría de la ficción (2004): 31.
15 Cifuentes, <<La minificción en…>>, 41.
16 Claudia García, <<Guatemala: microrrelatos en el fin de siglo>>, Revista Istmo: Estudios culturales centroamericanos (2011): 4-5.
17 Gloria Jordán Mazzo, <<Literatura, evolución y violencia en el microcuento guatemalteco>>, Cátedra: Revista Especializada en Estudios Culturales y Humanísticos, N.° 15 (2018): 71.
18 Marilinda Guerrero, en conversación con el autor, agosto 2021.
19 Federico Hernández Aguilar. <<La minificción en El Salvador>>, en Antología de la minificción hispanoamericana contemporánea: perspectivas históricas y creaciones, ed. Henry González Martínez (Bogotá: Fundación Norte Cultural, 2020), 125.
20 Hernández A. <<La minificción…>>, 126-7.
21 Luis Miguel Martínez, Estudio de la cuentística de Álvaro Menen Desleal (Tesis de Licenciatura, Universidad de El Salvador, 2019), 90.
22 Jorge Ávalos, <<El microcuento en El Salvador>>, Revista Cultura (2013): 108.
23 Ávalos, <<El microcuento en…>>, 110.
24 Hernández A, <<La minificción…>>, 127.
25 Zingone, Zingonia. “Microrrelato o Minicuento en Centro América”, en conferencia presentada en la XIII edición Più Libri Più Liberi, Feria Nacional de la pequeña y mediana empresa editorial (Roma, 2014).
26 Arnold Isaac Bolaños Castillo, en conversación con el autor, agosto 2021.
27 Víctor Manuel Ramos, <<La minificción en Honduras>>, Cuadernos Hispanoamericanos N° 799 (2017): 20-6.
28 Zingone, Microrrelato o Minicuento...
29 José Antonio Funes. “Libros clave de la narrativa hondureña (V) El Arca”, web Centro Virtual
Cervantes, https://cvc.cervantes.es/el_rinconete/anteriores/febrero_09/25022009_02.htm (consultada el 6 de marzo 2021).
30 Ramos, <<La minificción…>>, 25.
31 José Zelaya, en conversación con el autor, agosto 2021.
32 Ileana Rodríguez “Explosión verbal-mestizaje lírico en Julio Escoto”, web de Carátula, Revista Cultural Centroamericana #51, http://www.caratula.net/ediciones/51/criticairodriguez.php (consultada el 19 de marzo 2021).
33 José Zelaya, “La vida menor, de Nery Alexis Gaitán”, web Revista Íkaro, https://www.revistaikaro.com/la-vida-menor-denery-alexis-gaitan-la-cruda-realidad-infantil-expuesta-desde-lo-minimo/ (consultada el 10 de abril 2021).
34 Zelaya, conversación.
35 José Zelaya “Presencia femenina en la minificción hondureña”, web Contra Corriente, https://contracorriente.red/2021/05/11/presencia-femenina-en-la-minificcion-hondurena/ (consultada el 11 de mayo 11 2021).
36 José Zelaya “Antologías hondureñas de minificción”, web Contra Corriente, https://contracorriente.red/2021/08/26/antologias-hondurenas-de-minificcion/ (consultada el 27 de septiembre 2021).
37 Acosta, <<El estudio...>>, 100.
38 Alberto Sánchez Argüello, “Brevísimo recorrido sobre la minificción nicaragüense”, web Carátula Revista Cultural Centroamericana, https://www.caratula.net/70-brevisimo-recorrido-sobre-la-minificcion-nicaraguense/ (consultada el 17 de marzo 2021).
39 Sánchez Argüello, “Brevísimo recorrido…”.
40 Iván Schulman, <<La estrategia del revés: el modernismo de Rafael Ángel Troyo (una relectura)>>, Revista Iberoamericana (1987): 39.
41 Sergio Arroyo “Andanzas del microrrelato costarricense: Bueno y breve”, web La Nación, https://www.nacion.com/viva/cultura/andanzas-del-microrrelato-costarricense/SRZ4OWKCYBCGZP4N3IPOMGR43M/story/ (consultada el 14 de enero 2021).
42 Magda Zavala. <<La minificción en Costa Rica>>, en Antología de la minificción hispanoamericana contemporánea: perspectivas históricas y creaciones, ed. Henry González Martínez (Bogotá: Fundación Norte Cultural, 2020) 78.
43 Arroyo, “Andanzas del microrrelato...”.
44 Zavala, M, “La minificción…”, 79.
45 Zingone, Microrrelato o Minicuento...
46 Arroyo, “Andanzas del microrrelato...”.
47 Castillo Solís, Marvin. <<Tiempos y espacios de la minificción en Fragmentos de mi tierra prometida>>, Revista Istmo: Estudios culturales centroamericanos N° 29-30 (2015): 1.
48 X Congreso Internacional de Minificción, realizado en St. Gallen en el 2018.
49 Arroyo, “Andanzas del microrrelato...”.
50 Gerardo Hernández Campos, “La minificción costarricense: una lectura de algunos textos de Alonso Matablanco”, web Semanario Universidad, https://semanariouniversidad.com/opinion/la-minificcion-costarricense-una-lectura-textosalonso-matablanco/ (consultada el 20 de marzo 2021).
51 Rafael Ángel Herra, “Las lunas del Ramadán y otras alegorías”, web del Semanario Universidad, https://historico.semanariouniversidad.com/suplementos/loslibros/las-lunas-del-ramadn-y-otras-alegoras/ (consultada el 20 de marzo 2021).
52 Zavala, M, “La minificción…”, 79.
53 Laura Zúñiga, en conversación con el autor, agosto 2021.
54 Florencia Valdés Armuelles, El microrrelato panameño e hispanomericano en el contexto de la postmodernidad (Tesis de Magíster, Universidad de Panamá, 2008), 40-1.
55 Fredy Villarreal Vergara. <<Revisión crítico-bibliográfica de la presencia del minicuento en la obra cuentística de Enrique Jaramillo Levi>>, en Habitar la escritura -De “Duplicaciones” (1973) a “Inmersiones” (2019): Indagaciones en la obra literaria de Enrique Jaramillo Levi, ed. Joel Bracho Ghersi (Ciudad Panamá: Taller Sagitario Ediciones, 2019): 173-7.
56 Enrique Jaramillo Levi, La minificción en Panamá: breve antología del cuento breve en Panamá (Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2003), 12.
57 Jaramillo, La minificción…, 13.
58 Claudia Marcela Londoño Vega. <<La minificción en Panamá>>, en Antología de la minificción hispanoamericana contemporánea: perspectivas históricas y creaciones, ed. Henry González Martínez (Bogotá: Fundación Norte Cultural, 2020), 174.
59 Londoño Vega, “La minificción…”, 174-175.
60 Valdés, El microrrelato…, 44.
61 Acosta, <<El estudio...>>, 100.
62 Acosta, <<El estudio...>>, 100.
63 Acosta, <<El estudio...>>, 101.
64 Acosta, <<El estudio...>>, 101.
65 Acosta, <<El estudio...>>, 100.
66 Acosta, <<El estudio...>>, 101.
67 María del Carmen Pérez Cuadra, <<Rama>>, en Aquí hay dragones: breve antología de minificción centroamericana contemporánea, ed. Alberto Sánchez Argüello (Managua: Parafernalia ediciones digitales, 2016), 41.
68 Jorge Ávalos. <<La existencialista>>, en Tierra breve: antología centroamericana de minificción, ed. Federico Hernández Aguilar (San Salvador: Centroamericana, 2017), 91.
69 Melanie Taylor. <<The Samsas>>, en Tierra breve: antología centroamericana de minificción, ed. Federico Hernández Aguilar (San Salvador: Centroamericana, 2017), 340.
70 Eco, Umberto, Lector in fabula: la cooperación interpretativa en el texto narrativo (Barcelona: Editorial Lumen,1993), 38, 116.
71 Kalton Bruhl. <<La familia es primero>>, en Aquí hay dragones: breve antología de minificción centroamericana contemporánea, ed. de Alberto Sánchez Argüello (Managua: Parafernalia Ediciones Digitales, 2016), 37.
72 Zavala, L., “Hacia una semiótica…”, 12-14.
73 Valdés, El microrrelato panameño…, 101.
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