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Reseña de Letra y Metralla Review of Letra y Metralla Jaime Ortega Reyna Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco México |
Resumen
Esta reseña aborda el libro de la estudiosa norteamericana Sophi Esch a propósito de la literatura y la música centroamericana y mexicana producida en medio de acontecimientos que involucran el uso de la violencia. A partir de registros variados, la autora observa los procesos de agencia, vinculados a nociones como masculinidad o independencia. El libro puede ser considerado una historia cultural de producciones sociales que parten de contingentes variados y que se emplazan desde lugares de enunciación diversos. Reseña de Letra y metralla. Cultura y política durante los periodos de conflictos armados en México y Centroamérica (1910-1920), Ciudad de México, Bonilla Artiga Editores, 2022, cuenta con 350 páginas y el ISBN: 978-607-8838-09-7
Palabras clave: violencia, masculinidad, Centroamérica, conflictos armados
Abstract
This review addresses the book by North American scholar Sophi Esch on Central American and Mexican literature and music produced in the midst of events involving the use of violence. Using a variety of registers, the author observes the processes of agency, linked to notions such as masculinity or independence. The book can be considered a cultural history of social productions, which start from varied contingents and are located from diverse places of enunciation. Review Letra y Metralla. Cultura y política durante los periodos de conflictos armados en México y Centroamérica (1910-1920), Ciudad de México, Bonilla Artiga Editores, 2022, of has 350 pages and ISBN: 978-607-8838-09-7
Keywords: violence, masculinity, Central America, armed conflicts.
El libro Letra y metralla de Sophi Esch, profesora en Rice University, es un aporte sustancial para el campo de la historia cultural a partir de diversos conflictos sociales que han derivado en una centralidad de los objetos-armas. El trabajo se centra en observar las producciones culturales que han sido impactadas por la presencia de las armas a lo largo del siglo XX e inicios del XXI. Colocando a estos objetos como actores centrales de las narrativas que las sociedades han generado para comprenderse y auto comprenderse en momentos de crisis y renovación.
En una disposición cronológica, la autora parte de la guerra civil mexicana, mejor conocida como Revolución mexicana, la revolución y la contra-revolución nicaragüense y la emergencia de economías criminales que disponen de cuerpos armados profesionales, tanto en la posguerra centroamericana, como en la configuración de poderes trasnacionales en el flujo de mercancías a partir del narcotráfico. Puede imaginarse un campo temporal amplio, con una diversidad geográfica, aunque centrada en México, Nicaragua y El Salvador, y producciones variadas, que van de la canción, a la pintura, del testimonio a la novela o cuento.
Sobre la Revolución mexicana la autora entrega una interpretación sobre el eje de la búsqueda de ciudadanía por parte de un amplio contingente popular, que solo logra ingresar a esa dimensión moderna a partir de la posesión de armas. Es el pueblo en armas el que modifica, de a poco, la composición social y política, incluyendo en la vida social y económica a amplios contingentes sociales. Sus recursos son los cuentos de Nelly Campobello incluidos en Cartucho, pero también fotografías que muestran la agencia femenina en el periodo, así como numerosos corridos que describen el vínculo entre el levantamiento popular y las armas. También echa mano de pinturas de Diego Rivera, donde la desdibujada cara de lo popular contrasta con la nítida presencia de las armas.
El análisis del caso mexicano continúa a partir de la tensión que se teje entre intelectuales y caudillos, es decir, entre la contradicción abierta o latente entre las letras y las armas. En particular desde la mirada que imprime Martín Luis Guzmán, centro de análisis de la autora. Este escritor expresa bien la dificultad del mundo intelectual en la época de la guerra civil, la autora muestra una tentativa, a veces explícita, a veces implícita, en donde Guzmán doblega a la figura del militar y del combatiente frente al intelectual imaginario cuya arma es la palabra.
El salto temporal, aunque amplio, muestra que las armas y su concepción dentro de imaginarios culturales es perdurable, que ha solidificado a partir de diversos motivos. A partir del tercer capítulo, la autora explora las diversas facetas que juegan estos instrumentos en la revolución nicaragüense de 1979. Examinando con detenimiento obras como las de Omar Cabezas, Sergio Ramírez, o bien las canciones compuestas por los Mejía Godoy, la autora explora múltiples construcciones sociales donde el arma resulta crucial en su articulación respecto al conjunto de la experiencia. Sea como exaltación de la masculinidad, como expresión del heroísmo o como culto al voluntarismo, las armas juegan un papel profundo en la concepción del sandinismo.
Mucho más profundo y masculinizado, el caso nicaragüense se distingue por la conversión de la niñez en madurez a partir de las armas; al tiempo que su uso permite comprobar la militancia que pretende asemejarse a la del Che Guevara: es decir, estar dispuesto a dar la vida. Todo ello se complica a partir de intervenciones más complejas, como la resistencia de Monimbó, con armas inventadas por el pueblo, pero también con el surgimiento de la Contra.
El carácter de las revoluciones no está dado únicamente por sus actores y programas, sino también por su propio destino ulterior. En el caso de la nicaragüense es perceptible, a partir de los testimonios escritos, su profundo compromiso estatalista. La autora descubre en muchas reflexiones posteriores al acontecimiento revolucionario, caído en desgracia, un duelo por perder la capacidad de administrar y gestionar lo estatal. Así, mientras Emiliano Zapata y Francisco Villa se mantienen refractarios ante esa posibilidad racionalizante de la burocratización, el caudillo colectivo que representa la Dirección Nacional del sandinismo aspira siempre a ocupar el Estado. Excedente de esta situación es la producción cultural, verdadera “banda sonora”, producida alrededor del sandinismo, muestra de la “dulzura y la violencia”, al grado de tener una canción dedicada al fusil. Esta operación de humanizar al objeto vino con otras, como transformar a los seres humanos mismos y darles vida a objetos inanimados. Se le canta al rifle, por igual que a la ceiba, dice, mostrando el proceso de nacionalización de la naturaleza que parte de la ocupación político-militar del Estado.
Terminado el conflicto armado centroamericano, el antagonismo pervivió, sus secuelas son profundas y el fetiche armado persistió. El análisis viene entonces por los saldos de la guerra revolucionaria fracasada o exitosa a partir de la década de 1990 con el surgimiento de policías irregulares, verdaderos cuerpos militares que compiten con los débiles y fragmentados Estados en Centroamérica. Novelas como Managua, salsa City, RoboCop o El arma en el hombre, le indican del giro que tomó la problemática, una vez esfumada la utopía revolucionaria. Las armas ocupan un lugar central para dar sentido y encantar un mundo que aparece desencantado ante el vendaval mercantilizante, donde todo se vende y todo se compra. Los antiguos contrarrevolucionarios persisten en su necesidad de hacer la guerra, aprisionados por un mundo que ya no les pertenece, y rayando en su contrario: verdaderos protagonistas de otra(s) revolución(es).
Finalmente, se da una aproximación a las diversas secuelas que dejan los conflictos en referencia a la emergencia de un nuevo actor: la economía criminal, con sus ejércitos privados que desplazan la otrora centralidad (supuesta) del Estado en el monopolio de la violencia. Las economías criminales son analizadas en sus distintos componentes, gráficos, sobre todo, en donde se destaca la presencia y conjunción del desborde de riqueza con las armas, a partir del recubrimiento de oro de algunas de ellas. Aunque en términos sociológico-políticos el texto recurre a los dos multicitados textos (también criticados) de Dawn Paley y Osvaldo Zavala, falta en ese punto un análisis más fino, pues, siguiendo a ambos autores que son, insistimos, muchas veces las principales referencias que citan quienes producen en Estados Unidos, tienen un conjunto de puntos ciegos. Sin embargo, ello no invalida la perspectiva de lectura cultural que hace la autora de los procesos de “globalización” de culturas cristalizadas en estos nuevos actores trasnacionales, que, además, tienen en las armas un componente típico de espectáculo de poder.
El libro de Sophi Esch es un aporte significativo, que contó con una traducción generosa al español, la cual permite leerlo con agilidad. Sin duda, aún queda mucho por reflexionar sobre el carácter fetichizante de las armas en el mundo moderno, con su alto grado de “sociedad del espectáculo”, con la que se acompaña esta característica de otorgarle más poder a un objeto que opera en distintos niveles. Ya sea como disposición de agencia (campesinos y mujeres); de virilidad (del niño al hombre), de heroísmo (el revolucionario), de quien salta las jerarquías de la riqueza (la economía criminal), las armas acompañan nuestra vida cultural y social, aun cuando nunca hayamos visto o tocado una. Más aún, las actuales disputas que, por ejemplo, hace el Estado mexicano por parar el flujo comercial de ellas, devela una nueva posibilidad de agencia de la debilitada soberanía y reclama a los fabricantes y productores, un reconocimiento de su cuota en la espiral de violencia que algunas sociedades enfrentan.
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