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Ana Ilce Gómez: poesía asida del misterioso silencio Ana Ilce Gómez: poetry asided to the mysterious silence Alexander Zosa-Cano, Academia de Geografía e Historia de Nicaragua Nicaragua |
Resumen
Ana Ilce Gómez Ortega es a todas luces la poeta lírica mayor de Nicaragua. Su poesía no es el naufragio, sino que es el velero donde se entrecruzan la soledad y la cotidianeidad de la vida femenina. Una muestra de la poesía de Gómez Ortega, autora de Las ceremonias del silencio (dos ediciones: 1975 y 1989) y Poemas de lo humano cotidiano (2004), es compilada de manera breve para presentarlo a un público centroamericano. Su obra es la manifestación de una vida sosegada alejada de los devenires nacionales demostrando la sobriedad de su quehacer y su compromiso con la poesía. Sus advocaciones entre costumbres y el misterio penden del hilo donde la autora se construye en un silencio autoexigido de donde la imagen de la poeta alcanza la dimensión plena. ¡He aquí: Ana Ilce Gómez Ortega!
Palabras claves: Gómez Ortega, Ana Ilse - poesía nicaragüense – literatura de Nicaragua literatura femenina – literatura regional
Abstract
Ana Ilce Gómez Ortega is clearly Nicaragua’s greatest lyric poet. His Poetry is not the shipwreck, but it is the sailboat where loneliness and loneliness intersect everyday life of women. A sample of the poetry of Gómez Ortega, author of The ceremonies of silence (two editions: 1975 and 1989) and Poems of the Everyday Human (2004), is compiled briefly to present it to a Central American public. His work is the manifestation of a peaceful life away from of national developments, demonstrating the sobriety of their work and their commitment to poetry. His invocations between customs and mystery hang of the thread where the author builds herself in a self-demanded silence from where the image of the poet reaches its full dimension. Behold: Ana Ilce Gómez Ortega!
Keywords: Gómez Ortega, Ana Ilse - Nicaraguan poetry - literature of Nicaragua women’s literature – regional literature
Ana Ilce Gómez (Masaya, 28 de octubre de 1945 – Managua, 1 de noviembre de 2017), fue poeta y periodista nicaragüense, Miembro de Número de la Academia Nicaragüense de la Lengua (ANL) y Miembro Correspondiente de la Real Academia Española.
Con solo dos libros Las ceremonias del silencio (dos ediciones: 1975 y 1989) y Poemas de lo humano cotidiano (2004) que obtuvo el Premio Único del Concurso Nacional de Poesía Escrita por Mujeres Mariana Sansón (2004) se consagró en el ideario nicaragüense como la voz que marca en un parteaguas la literatura nicaragüense escrita por mujeres. Adendum a las obras citadas, se editó en España por la Editorial Pre-Textos —con la introducción de Sergio Ramírez Mercado— la antología post-mortem Poesía Reunida (2018). Toda su obra destila cotidianeidad hogareña y el misterio vestido de «el sabor y la densidad» de su esencia femenina.
Su poesía ha sido difundida en Nicaragua en un sinnúmero antologías: Dos décadas de poesía joven nicaragüense: 1960-1979 (Managua: Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación, 1989), Antología General de la Poesía Nicaragüense (Managua: Distribuidora Cultural, 2007), valorada en el Diccionario de Autores Nicaragüenses (Managua, UCA, 1994) y Literatura Centroamérica (Managua, Fundación Vida, 2003) todos de Jorge Eduardo Arellano; La mujer nicaragüense en la poesía (Managua: Nueva Nicaragua, 1992) de Daisy Zamora; Hija del día. Artes poéticas nicaragüenses (Managua: Nueva Nicaragua, 1994) y El siglo de la poesía en Nicaragua (Managua: Colección Cultural Centroamericana, 2005) ambos de Julio Valle-Castillo; Soles de eternos días. Paradigmas textuales de la poesía nicaragüense del siglo XX (Managua: Centro Nicaragüense de Escritores, 1998) de Anastasio Lovo y Erwin Silva; Flor y canto. Antología de poesía nicaragüense (Managua: Centro Nicaragüense de Escritores, 1998) de Ernesto Cardenal; Generación del 60 y 70: Antología (Managua: El pez y la serpiente, 2000) de Antonio Silva y Pedro Xavier Solís y Nicaragua: el más alto campo. Nueva Antología de la Poesía Nicaragüense (Managua: Fondo Editorial INC, 2012) de Héctor Avellán. Sin embargo, por su personalidad huraña y huidiza, no permitía entrevistas y en esa soledad de lápiz y papel su voz poética fue adquiriendo una consistencia única asida del misterioso silencio.
En el acto de incorporación de la ANL, Julio Valle-Castillo, expresó: «es una poeta lírica y en este particular, la más alta categoría del poeta en todos los tiempos, lírica pura, desnuda de los datos concretos de la anécdota y escasamente narrativa». Y, esa vivacidad de la poesía de Ilce Gómez le permitió verse desde el otro lado de la avenida, siempre militando su soledad: «La que escribe no soy yo». Aquí, en esta colección de poemas, no encontraremos a Ilce Gómez sino a «la otra» la que le dicta las imágenes y versos. Entremos, disimulados, sin pedir permiso, a escuchar las visiones del silencio de la mujer que ha trazado su destino en contra del olvido.
Alexander Zosa-Cano
AGHN
¿Quién es esta mujer que pasa,
esta sombra,
esta noche?
¿Quién conoce su nombre?
¿Quién la nombra
del otro lado de la nada
para nada?
¿Quién es esta mujer que pasa
y no deja nada de sí?
Sólo su paso rueda en la noche,
Sólo su voz.
Yo he militado no sin gloria
en las lides del amor
y mi obra no podrán destruirla
ni las lluvias persistentes
ni la perenne marcha del tiempo.
Porque mi arte no fue inútil
ni siquiera contigo,
contigo que jurabas no conocerme
pero que un día llenaste
la ciudad entera con mi nombre.
Lo perecedero no soy yo
sino mi sombra reflejada en este muro.
Para qué sirve la filosofía me pregunto
sino para hacer calvos y ceñudos a los hombres?
Más nos valdría ser panaderos, ser jardineros
y tener grandes cestos de pan
y una flor para regar por las mañanas.
No soy mujer de multitudes ni inevitable
en los círculos de amigos.
Mis amigos son pocos pero muchos
Vivo el drama de todos y me desnudo el alma
cuando toca.
Amo el vino callado
La palabra tranquila
Extraño de veras los poemas que no escribí
Así transcurre mi existencia en abandonos
aparentes
Pero la vida me cuenta sus secretos.
Estoy sola ahora, pero él ronda mi vida afuera.
Das vueltas alrededor de mi cuerpo.
Sé que estás ahí.
Sé que siempre has estado en tu pequeño estrado
bajo el sol, esperando que yo salga
--contra viento y marea, rabioso y terco
aguardando la hora de mi amor-.
Pero sé que estás ahí donde no estoy,
donde nunca -mi vida- he estado
donde jamás me buscaste ni te hallaste
para trocar tu victoria en mi derrota
y mi muerte
en tu vida.
Ahora das vueltas alrededor de mi cuerpo.
Ahora estoy sola.
Muy lejos de donde tú, en mi eterna búsqueda
golpeas irrefrenablemente la puerta
gritando con
toda tu alma: «¡Sé que estás ahí!»
Donde no hay ya claridad
ni huella alguna que te salve.
Flota tu cabello suelto de infeliz ahogada
mujer sola, mujer pospuesta
como postre a la mesa.
La trama sigue mientras tanto
el tiempo sigue andando
se marchan todos.
Mujer ahogada en agonías
mujer feliz en una que otra escena:
este teatro te conduce a la miseria.
Sueño que el agua borra mis pies
que tengo una zarza entre las manos
que me muero de sed
que hay una piedra.
Sueño con rostros abolidos
por la muerte lejana
con árboles y pájaros inciertos
con un vasto desierto
y una rama de olivo.
Sueño con el vino y el pan
del ofertorio,
sueño que olvido.
Recostada en el agua
sueño que soy un pez primerísimo
y lejano.
Sueño que soy poeta
y escribo este poema.
No soy ángel
que preside la vida
ni sabia
ni agorera.
Únicamente
soy una mujer
cálida
intensa
que en su más apartada
intimidad
cree tener voz
y canta.
La muerte no es una mujer
con el cráneo pelado y una corva guadaña
entre las manos.
La muerte es un hombre que galopa
entre las noches que columpia el insomnio.
Es un varón disfrazado de oscura damisela.
Tiene unas rosas en las manos
y un cordel para colmar el cuello.
Alguien un día dibujó a la muerte
con rostro de doncella. Pero ella es él,
pálido, abyecto,
que en la noche se llega hasta mi sueño
y como un perro fiel
me hace aspirar su aliento de témpano
y misterio
y con fría insistencia se me acerca
y me lame los pies.
He tejido esta tela
y la he destejido mil veces
esperándote.
Si tú lo merecieras
Si tú lo merecieras
Por esperarte agotaría
Todos los telares de la tierra.
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