La mujer modélica en (The Exemplary Woman in Keylor Robles Murillo2 Universidad de Costa Rica, Costa Rica Resumen Se efectúa un análisis sobre la representación de la mujer modélica en el relato «Movimiento perpetuo», de Augusto Monterroso. El desarrollo del estudio lo integran tres etapas: aparato crítico para acercarse al texto, análisis del texto y explicación e interpretación del sexismo. Se muestra cómo la literatura tiene la capacidad de reproducir discursos legitimados en sistemas de opresión. En este caso, se interpela la manera como el autor representa al personaje femenino, desde los rasgos de la mujer modélica: sumisión, sujeción y obediencia. Abstract An analysis is conducted on the representation of model women in the short story “Movimiento perpetuo,” by Augusto Monterroso. The study is composed of three phases: a critical apparatus to approach the text, the analysis itself, and an explanation and interpretation of sexism. This shows how literature can reproduce discourses legitimized in systems of oppression. In this case, a description is provided of the way the author represents the female character based on the features of the exemplary woman: submission, subjection and obedience. Palabras clave: relato hispanoamericano, androcentrismo, sexismo, violencia, mujer Keywords: Hispanic American short story, androcentrism, sexism, violence, women Introducción La literatura, producto de la construcción humana y caracterizada por su fundamentación social, es un medio para analizar el contexto político, social, económico, geográfico y cultural en el cual se escribe cada texto. Cros3 afirma que no se puede considerar a quien escribe fuera de la sociedad, pues esta elabora los textos enmarcados dentro de las condiciones en que se encuentra inmersa. Tal carácter social hace que esté permeada por un conjunto de discursos sociales e ideológicos, construidos desde diferentes espacios y escenarios de la sociedad: clases dominantes, agrupaciones religiosas, movimientos sociales, medios de comunicación, sociedad civil, entre otros. En estos discursos se da la presencia de los sistemas de dominación históricos: racismo, sexismo, xenofobia, etnocentrismo y diversofobia. En este caso, se centra en la relación del sexismo con la literatura. Es el caso de «Movimiento perpetuo»4, de Augusto Monterroso. Ante esto, la sociedad sexista-machista-patriarcal permea los múltiples escenarios de la sociedad; y aunque haya acciones para lograr una deconstrucción, de manera inconsciente se reproducen concepciones que menosprecian el papel de las mujeres en la sociedad. Por consiguiente, se procura propiciar un aporte teórico y metodológico que permita ampliar la mirada crítica del cuento de Monterroso, y visibilizar la reproducción de prácticas discriminatorias y violentas, y así, definir acciones que intenten establecer rupturas con esas perspectivas. Como propuesta de resistencia ante la realidad desigual, ha surgido el movimiento feminista que reivindica los derechos de las mujeres mediante la ruptura de las barreras históricas en el plano cultural, económico y político que han impedido garantizar la igualdad. De acuerdo con Nieto5 se puede señalar que este movimiento se encuentra conformado por tres fases: (a) la descripción sistematizada de todos aquellos fenómenos socioculturales que son objeto de interés en este sentido; (b) la denuncia del sexismo junto con la reclamación de los derechos inalienables de las personas; y (c) transformación de la realidad. Estas fases se convierten en las premisas orientadoras del presente análisis. Aparato crítico para acercarse al texto Es fundamental un aparato crítico que encauce el análisis; por tanto, la congruencia epistemológica entre dicho aparato teórico con el objetivo del estudio. Además, se debe tener en cuenta que las teorías literarias permiten la inserción dentro del análisis de los textos; no obstante, en este caso se considera que cercar el abordaje únicamente en estas corrientes literarias es caer en reduccionismos investigativos. Una de las corrientes teóricas esenciales es la teoría literaria feminista. Para entender sus planteamientos, se incluyen los aportes de Toril Moi6, quien profundiza en la crítica literaria con el objetivo de desnaturalizar las relaciones de poder androcéntricas predominantes en la construcción de la sociedad, y principalmente, la cultura, ya que esta última es producto de los seres humanos. Al ser resultado de una creación sociocultural, la literatura también es un mecanismo de reproducción de ideologías sexistas, debido a que los textos se circunscriben en un contexto determinado y específico. Moi afirma que ninguna crítica es imparcial; todas las personas se posicionan desde un lugar en la sociedad. En esta misma línea, una categoría fundamental es el género, concepto que pone en evidencia las desigualdades que enfrentan las mujeres de forma histórica y sistemática dentro de las sociedades basadas en los valores patriarcales. Según Lamas7, se puede entender de la siguiente manera: El género es el conjunto de ideas sobre la diferencia sexual que atribuye características «femeninas y masculinas» a cada sexo, a sus actividades y conductas, y a las esferas de la vida. Esta simbolización cultural de la diferencia anatómica toma forma en un conjunto de prácticas, ideas, discursos y representaciones sociales8. Así, el género es una categoría de análisis que problematiza la diferenciación social establecida para cada sexo, pues recalca cómo este proceso ha impuesto una estratificación opresora sufrida por las mujeres. Además, plantea insumos para comprender que la relación vertical creadora de la idea de una supuesta superioridad de un género sobre otro, se puede derribar. Otra de las categorías refiere al sexismo, de acuerdo con Lara9, para quien consiste en una forma de esencialismo, pues es la afirmación absoluta de la diferencia de los individuos, basada en el sexo biológico. Es una absolutización de la diferencia que pasa por su naturalización social; es decir, este sistema de dominación inferioriza los rasgos asociados con la biología femenina, principalmente, con la capacidad reproductiva; mientras que los elementos biologizados y sexuados como masculinos-varoniles se colocan como inalcanzables para las mujeres. Según Nieto, el origen del sexismo se ubica en la cultura grecolatina, respaldado por el mito de «la autoengendración del pueblo griego sin intervención de otra cultura anterior ni de mujer; hecho que situará las primeras formas de legitimación mítica de la discriminación sexista10». Dicho sistema se expresa con la misoginia, el machismo y la homofobia. Tales formas deben ser entendidas de manera articulada y, por tanto, todas igualmente violentas. En el caso de la misoginia, se basa en la aversión hacia las mujeres, en donde se considera que ellas son seres incompletos. Respecto al machismo, se entiende como la creencia que legitima la superioridad social de los rasgos asociados con el macho, es decir, el verdadero hombre que responde a los patrones y comportamientos impuestos por la cultura: proveedor, fuerte, sin sentimientos, independiente, violento y líder innato. Según Giraldo11, dentro de las culturas hispánicas, las características sobresalientes del arquetipo del macho consisten en la heterosexualidad y agresividad. El hombre debe acentuar y demostrar su capacidad fálica. Utilizar esta teoría y sus categorías, para el análisis de «Movimiento perpetuo», permite identificar la manera como el autor representa a la mujer, y a la vez reconocer posibles relaciones de subyugación o dominación. Por lo tanto, el objetivo es plantear una perspectiva crítica que permita realizar un análisis de las estructuras sociales y la desigualdad imperante en el sistema. Además, partir de estos planteamientos se promueve una sociedad más inclusiva referente a los derechos de las mujeres. Ubicación del autor y del texto Augusto Monterroso (1921-2003) nació en la ciudad de Tegucigalpa (Honduras)12 el 21 de diciembre de 1921. Lo ubican en la Generación del 40 de Guatemala junto a Dagoberto Vásquez Castañeda (1919), Raúl Leiva (1916), Enrique Juárez Toledo (1922), Guillermo Grajeda Mena (1919), Ricardo Estrada (1917), Juan Antonio Franco (1919), Carlos Illescas (1919), Eloy Amado Herrera (1919), Edmundo Zea Ruano (1920), Ángel Ramírez (1922) y Miguel Ángel Vásquez (1922). De acuerdo con Rojas13, las ideas estético-ideológicas de esta generación se plasmaron mediante los diversos manifiestos en donde se externaba el apoyo a la democracia y la libertad, pues vincularon la labor literaria con la militancia política. Entre su obra están: El concierto y el eclipse (1952), Uno de cada tres y El centenario (1953), Obras completas y otros cuentos (1959), La oveja negra y demás fabulas (1969), Animales y hombres (1971), Movimiento perpetuo (1972), Viaje al centro de la fábula (1981), Palabra mágica (1983), Las ilusiones perdidas (1985), La letra E (1987), El resto es silencioso (1992) y La vaca (1998). En cuanto al análisis de la obra de Monterroso, Jijón14 señala que una de sus características consiste en la brevedad, pues para el escritor ello se puede entender como parte del carácter ético de la obra. Para González15, la literatura latinoamericana ha integrado la dimensión ética dentro de la escritura; es decir, el texto puede abogar por la justicia social, o bien convertirse en una herramienta de opresión y dominación. Varios críticos han señalada en la obra de Monterroso su recurso a la ironía como mecanismo discursivo para representar esa realidad de opresión; es decir, mediante la risa y el humor cuestiona los valores hegemónicos y las visiones predominantes reproductoras el orden burgués impuesto. Según Bajtín16, la ironía se introdujo en todas las palabras y formas para externar la indignación ante las injusticias sociales. La ironía monterrosina no es «alegre, abierta y festiva», tal y como se plantea en la teoría bajtiniana; más bien se caracteriza por ser satírica y política17. Por otra parte, por respecto a los abordajes previos a «Movimiento perpetuo», los análisis son ajenos para los fines investigativos propuestos, pues no parten de las premisas de los estudios de género ni los enfoques feministas. Esto se palpa en la revisión de documentos académicos, que no consideran la construcción del imaginario de la mujer que se califica intertextualmente e interdiscursivamente como sumisa, objeto que es propiedad de los hombres y, por tanto, bajo una relación jerárquica de poder. Por ello, conviene señalar que diversos críticos literarios han analizado «Movimiento perpetuo» de manera conjunta dentro del libro, de su mismo título, como un todo; sin indicar que es una antología. Uno de los que trabaja este libro es Sánchez18, quien plantea la hipótesis de que en esa obra se permiten analizar algunas cualidades de la palabra a partir de la relación con la mosca. Esta última fue un tema constante en su obra. Vásquez19 se propone «evidenciar las claves escriturales que articulan la obra Movimiento perpetuo de Augusto Monterroso (1972) e interpretarlas dentro del contexto de la posmodernidad». Para su análisis utiliza conceptos de la literatura concebida como proceso, según Mukarovsky, y evento comunicativo de acuerdo con van Dijk y Barrera. A partir de este estudio concluye que el texto presenta una ruptura de lo que comúnmente se conoce como literatura. Además, presenta coherencia con los valores de la posmodernidad cuando se entiende como un cuestionamiento histórico. A pesar de que Monterroso tiene una obra que se ubica dentro de una crítica literaria calificada como subversiva20 acerca de los parámetros sociales considerados como normales, en este texto se puede apreciar la manera en cómo el sexismo se filtra en sus escritos. Si bien una persona puede militar en movimientos de transformación y revolución, y a su vez, promover discursos igualitarios, no implica que no reproduzca prejuicios y estereotipos que validan diferentes sistemas de dominación. Tampoco quiere decir que su obra debe ser censurada o desechada, al contrario, debe convertirse en objeto de estudio. Análisis del texto En cuanto a la fase analítica, es oportuno iniciar el abordaje a partir de lo planteado por el título, es decir, el paratexto: «Movimiento perpetuo». Según Ramírez y Solano21, el análisis del paratexto se puede establecer en tres niveles: (a) sintáctico, (b) semántico y (c) pragmático. En este caso, se desarrolla desde una visión semántica que permite sugerir las siguientes hipótesis: (1) el movimiento perpetuo refiere a la vida en este mundo, la cual se caracteriza por una transformación constante y (2) el lugar que ocupan las personas según su sexo dentro de la sociedad; pues siempre se deberán mover dentro de la misma línea: el cumplimiento de los mandatos patriarcales. La segunda hipótesis se aborda a partir de la categoría teórica de la imagen modélica de la mujer. Según Insúa22, esta imagen hegemónica se encuentra construida y arraigada dentro del sistema patriarcal. Además, se caracteriza por la creencia de que ellas son sensibles, intuitivas por naturaleza y aptas para los saberes prácticos; por tanto, se crea una serie de mandatos (castidad, sumisión, abnegación, sujeción y subordinación), fundamentadas en las «capacidades» reconocidas socialmente. Posteriormente, se pasa a revisar la estructura del texto enfatizando en el criterio de los personajes y los temas abordados. A partir de estos criterios, la conforman tres grandes momentos enhebrados alrededor proceso de opresión sufrido por Julia, el personaje femenino (figura 1). En primer lugar, una mujer con cualidades seductoras, lo que conlleva a que se asocie con lo demoniaco y la tentación; en segundo lugar, se proyecta mediante la ambivalencia de mujer sumisa-provocadora que transita en la disyuntiva entre la liberación femenina (emancipación) y la dominación masculina (opresión); tercero, se representa como una mujer sometida que termina cediendo ante la violencia y los deseos eróticos de subordinación-castigo del hombre.
Figura 1. Estructura del cuento alrededor del proceso de dominación sexista Fuente: Elaboración propia (2019). En cuanto a la secuencia de la figura 1, hay que tener en cuenta que se expone mediante un ciclo con dos finalidades. En primer lugar, se debe entender que, si bien los acontecimientos se estructuran de una forma específica que se analiza a continuación, el ciclo opresor se reproduce alternando sus fases. En segundo lugar, se relaciona con la segunda hipótesis planteada en relación con el paratexto, dado que se relata una situación aparentemente sin fin conformada por los momentos de autodeterminación-intentos de liberación-opresión reiterativos. En lo que refiere a la temporalidad en «Movimiento perpetuo», los acontecimientos se desarrollan de la siguiente manera: (a) los sucesos son narrados en tiempo presente, (b) a lo largo del contenido se entrelazan hechos sucedidos anteriormente con la narración cronológica y (c) en el último fragmento se emplean conjugaciones verbales en modo condicional y en futuro. Este último aspecto es fundamental, pues señala que la opresión cíclica sufrida por Julia continuará reproduciéndose dentro de su vida cotidiana. Con el fin de ampliar la línea discursiva planteada hasta este momento, se estudian las estructuras mediadoras entre el texto y el contexto. Para ello, se subrayan los intertextos, los interdiscursos y los mitos. Para Ramírez y Solano23, estos mediadores textuales y discursivos permiten superar la inmanencia textual cuando remiten al contexto social, histórico y cultural en el que se circunscribe el texto analizado. Con relación a la intertextualidad, se incluyen dos obras que reproducen la imagen modélica la mujer: (a) la concepción de María, relatada en el evangelio de Lucas y (b) el texto dramático «Strip-tease de los celos», de Fernando Arrabal24. Se incorporan estas obras para visibilizar cómo el sexismo ha sido un elemento en común presente dentro de la producción textual de diversos autores, independientemente del escenario social, cultural y geográfico en que se escriba; incluso en libros religiosos como es el caso de la Biblia que cimienta el pensamiento judeocristiano. Por tanto, diversos sectores fundamentalistas lo han convertido en recurso argumentativo para legitimar opresiones históricas. En primer lugar, el intertexto bíblico se relaciona con la noción de la virginidad dentro del pensamiento religioso. Específicamente en el evangelio de Lucas, se representa en el siguiente extracto: He aquí concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David. Reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y de su reino no habrá fin. Entonces María dijo al ángel: - ¿Cómo será esto? Porque yo no conozco varón. El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra (Lucas 6, 31-35). Con ese texto bíblico se relaciona el cuento de Monterroso, mediante las siguientes asociaciones: Dios-Juan y Julia-María. La relación anterior se concibe por estos aspectos: (a) la mujer se encuentra en completa disposición de que un hombre haga con un su cuerpo lo que plazca, y a su vez, esta sumisión se premia como ejemplo de obediencia25; y (b) el hombre, o la figura masculinizada, siempre sabe lo que es mejor para la mujer, por tanto, se encuentra facultado para ejecutar decisiones sobre su vida y su cuerpo, incluido su vientre como en el caso de María. Esta noción deja a las mujeres en posición de objetos y receptáculos; mientras que los hombres se proyectan como sujetos racionales y sabios26. Esta obediencia corresponde a uno de los rasgos medulares que conforman la idea de la mujer modélica, pues se castiga a quien no se sujeta a la voluntad del varón, con el fin de enviar una advertencia a otras mujeres. En los textos bíblicos la imposición de obediencia a las mujeres se visualiza en diferentes pasajes. En el de Génesis se relata la historia de Eva, la primera en desacatar los mandatos arbitrarios de Dios al comer del fruto prohibido. Esta acción la llevó a convertirse en la «causante de todos los males»27 hasta la actualidad. Lo anterior también sucede en otros casos de mujeres insurrectas ante la autoridad: (a) Dalila, filistea representada como manipuladora y ambiciosa para derrotar a Sansón (Libro de Jueces), (b) Jezabel, reina de Israel que quería gobernar sobre su esposo, el rey Acab; termina siendo asesinada y devorada por perros (Libros de Reyes I y II), (c) Safira, apoya la idea de su esposo, Ananías, de encubrir las ganancias para no entregar todo el dinero en ofrendas. El consentimiento de la mentira le llevó a su muerte (Libro de Hechos) y (d) Atalía, asesinó a toda la descendencia real con el objetivo de gobernar. Su reinado se extendió siete años hasta que un sacerdote, voz legitimada, presentó a Joás como rey (Libro de Reyes II). Al igual que los ejemplos anteriores, fue asesinada por hombres. Todas estas historias muestran dos rasgos comunes: escritas por hombres y su fin es garantizar la sumisión femenina28. Ante esto, Calvo29 afirma que en «términos morales» las mujeres no son mejores ni peores que los hombres; lo que sucede es que han sido moralmente condicionadas por un ideal masculino que les ha arrebatado la autonomía y hasta la posibilidad de delinquir, excepto en la prostitución a servicio de los hombres. Incluso cuando la virginidad entra en juego, como en el caso de María, sigue siendo decisión del hombre; por tanto, este concepto se debe entender como una construcción sociocultural que ha impuesto una forma de valuar a las mujeres a partir de la lógica falocéntrica. En el texto de Monterroso, se narra cómo Juan se sorprende al advertir que Julia era virgen «en tal forma que cuando él se dio cuenta que ella virgen apenas se extrañó»30, pues él no asociaba la actitud autodeterminada-seductora con la castidad. En lo que refiere al texto dramático de Arrabal se encuentran diversos intertextos; no obstante, en este artículo se resalta el siguiente fragmento: Él, colérico e inquieto, mira a todas partes. La viste con un vestido negro largo. Le cubre la cabeza con un velo que oculta casi por completo el rostro. Le pone unas botas, y luego unas esposas en los puños, y unos grillos en los tobillos. La encierra en la jaula esférica. […] Él la arrastra para llevársela. Ella gime. […] Él, colérico, la azota hasta que muere31. En esta cita alude a un aspecto que también se encuentra en el relato de Monterroso: el placer asociado al dolor. Del texto de Arrabal, Ramírez y Solano establecen un vínculo entre Tánatos y Eros, pues afirman que la axiología se organiza en torno a ambos pilares. Según estos autores, «este sistema de valores también es tributario de la ideología patriarcal-sexista materializada en el texto y presente en el contexto social y cultural de su producción32». Ambos textos quienes ejercen el poder físico son los hombres contra las mujeres, convertidas en objetos pasivos. Tomando como premisa el planteamiento de esos autores, esta acción reproduce las relaciones de poder desiguales imperantes dentro de la sociedad. Tales relaciones jerárquicas, basadas en la sumisión y dominación, se proyectan a las prácticas sexuales, tal y como se presenta en «Movimiento perpetuo»: «la acostaría boca abajo y la azotaría con un cinturón destinado especialmente a eso» (23). La habitación, la recámara o el lugar del encuentro sexual, se convierten en escenarios donde se replica la violencia sexista y patriarcal desplegada por la figura masculinizada. Respecto a lo anterior, la sumisión sexual se ha percibido como otro rasgo de la mujer modélica. Según Primo de Rivera33, una de las reglas para ser buena esposa es la siguiente: es importante recordar tus obligaciones matrimoniales: si él siente la necesidad de dormir, que sea así, no le presiones o estimules la intimidad. Si tu marido sugiere la unión, entonces accede humildemente, teniendo siempre en cuenta que su satisfacción es más importante que la de una mujer. […] Si tu marido te pidiera prácticas sexuales inusuales, sé obediente y no te quejes (destacado mío). El mandato sociocultural de la sumisión sexual ha hecho que en la violación dentro de los vínculos afectivos (matrimonios o uniones de hecho), no se incluya en el concepto de abuso sexual, debido a que el sistema patriarcal ha entregado el control del cuerpo de la mujer a su pareja. Esto se representa simbólicamente con el matrimonio. Ante esta realidad han surgido mecanismos jurídicos para sancionar tal forma de agresión; por ejemplo, en Costa Rica en 2007 se aprobó la Ley de penalización de la violencia contra las mujeres (n.º. 8589)34. Sin embargo, actualmente existen muchos países que invisibilizan o niegan esta realidad. Los intertextos señalados ejemplifican casos en que el sexismo ha estado intrínseco de textos literarios y religiosos. Este análisis es ampliado por Naranjo35, quien estudia los papeles de las mujeres y su representación: El de Eva, con su mensaje permanente de dependencia. El de Penélope, con la limitación de la experiencia. El de la virginidad, con su significado dentro de la instrumentación religiosa. El de Beatriz y el de Dulcinea; con la esclavitud del idealismo. El de la maternidad, desvirtuado ahora por la propaganda comercial, con su envoltura de sacrificio y de sadismo36. Por otra parte, respecto a los discursos remitidos por el texto, veamos el religioso y el patriarcal, pues ambos se relacionan con la delimitación del tema propuesto. En primer lugar, el religioso se representa en los rasgos de la mujer modélica según la sumisión, la sujeción y la obediencia «dirigiéndose no a él sino a su marido en demanda de un consentimiento» (21). La decisión de Julia de bailar con el joven «nacional» queda a criterio de los hombres; en este caso, que ella no obedece al joven, sino a Juan. Este personaje se presenta como el amo, señor y juez de Julia. Desde esta visión de mundo se establece una división dicotómica para clasificar a las mujeres: buena/mala, la cual se sustenta en el paradigma de la religión: buena. Por tanto, se definen, y a su vez se impone una serie de pautas culturales para poder considerarse socialmente como una «mujer buena». La religión judeocristiana plantea en sus textos cuáles son las mujeres buenas y ejemplares; y cuáles a las que Dios aborreció y castigó dictatorialmente37. Uno de los rasgos de esta visión religiosa consiste en la castidad hasta el matrimonio. De acuerdo con Gallo38; «la virginidad femenina se ha constituido en occidente en garantía de integridad física y moral39». Por tal razón actualmente se reproducen discursos en que se afirma que el verdadero valor de una mujer recae en tal rasgo; por ejemplo, en redes sociales muchos usuarios externan mayor preocupación y repudio cuando mujeres vírgenes son violadas que cuando se presentan situaciones de violencia sexual hacia trabajadoras sexuales. Vinculado con la argumentación religiosa se encuentra el discurso patriarcal. Al respecto hay que considerar que muchas de las prácticas que legitiman el patriarcado están cimentadas en el pensamiento religioso fundamentalista. Lerner40 recopila planteamientos de autoras feministas, para quienes el origen del patriarcado se relaciona directamente con los estereotipos y prejuicios promovidos en libros considerados sagrados; en este caso, la Biblia: La respuesta tradicional a la primera cuestión [origen de la opresión hacia las mujeres], es por supuesto, que la dominación masculina es un fenómeno universal y natural. Se podría presentar la argumentación en términos religiosos: la mujer está subordinada al hombre porque así la creó Dios […] Si Dios o la naturaleza crearon las diferencias de sexo, que a su vez determinaron la división sexual del trabajo, no hay que culpar a nadie por la desigualdad sexual y el dominio masculino41. El discurso patriarcal se encarga de justificar las múltiples formas de violencia contra la mujer. Esta construcción discursiva se legitima desde diversos escenarios de la sociedad, tales como las ciencias y la academia en la producción de conocimiento, el Estado y la Iglesia respecto al control de la sexualidad y el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Por consiguiente, la visión patriarcal es uno de los espacios discursivos que más inciden en la imposición de los rasgos de la mujer modélica representada en el texto estudiado de Monterroso. Sin embargo, el discurso patriarcal no solamente se cimienta en la visión religiosa; también se articula con otros universos discursivos que surgen a partir de diferentes sistemas de dominación, tales como el capitalismo o clasismo. Por este motivo, personas no creyentes ni practicantes de religiones también reproducen y justifican la crueldad contra la mujer. Dentro del texto se concibe el patriarcado y el capitalismo como un sistema dual e intrínseco entre sí; de la misma forma en que los hombres han poseído a las mujeres «con el único hombre que la había poseído» (23), la burguesía se ha apropiado de la fuerza de trabajo de la clase obrera. Izquierdo42 sostiene que ambos sistemas se supeditan y son posibles por el vínculo inherente entre las dos estructuras sociales de opresión. En lo que refiere al análisis del mito con el cual se vincula el texto, se puede hacer alusión al mito del amor romántico. Según Pascual43, este mito se fundamenta en el mito del andrógino. Señala que Platón, en el Banquete, narra la historia de unos seres duales que reunían características de ambos sexos. Estos seres intentaron invadir el Monte Olimpo. Como castigo Zeus lanzó un rayo que provocó la división de cada en dos. Estas mitades deberían buscarse eternamente entre sí. Desde este mito se ha construido la representación sociocultural sobre el amor romántico, visibilizado y cuestionado por las feministas, el cual se caracteriza por «ser histórico y heredero del amor cortés, el amor burgués y el victoriano; se consolida en la dependencia entre hombres y mujeres44». Esta idea justifica la dependencia emocional y psicológica para encontrar pareja con el fin de complementarse, y convertirse en un solo ser unido. Ello debe analizarse críticamente desde la imposición de los mandatos y los estereotipos de género, pues a la mujer se le otorga la tarea de garantizar que esa unión perdure. Por tanto, se la obliga a soportar diferentes formas de violencia ejercidas por su pareja. Un ejemplo es la agresión física relatada en el cuento analizado: «y entonces él la golpearía en la cara con la mano abierta (23)». Interpretación y explicación del texto Para interpretar y explicar el texto se consideran los planteamientos de Ramírez y Solano, en cuanto a que estas fases «aprovechan los guiones y enlaces que las estructuras de mediación nos ofrecen para vincular el texto con el contexto45». Abordan cuatro aspectos fundamentales: (a) la sociedad y los valores cuestionados y promovidos por el texto, (b) las implicaciones sociales e ideológicas derivadas, (c) las filias y las fobias promovidas o cuestionadas por el texto y (d) la actitud-posición promovida-demandada-cuestionada por el texto en el lector46. En este caso, se expone una síntesis de dichos elementos. Con respecto al tipo de sociedad a la que se vincula el texto, se representa una sociedad patriarcal y excluyente, en que las mujeres afrontan desigualdades por su género, al ser objetos pasivos. Esta subordinación, planteada en la segunda hipótesis, se ve en la cita: «Meditaba pálidamente que Acapulco ya no era el mismo, que acaso tampoco él fuera ya el mismo, que sólo su mujer continuaba siendo la misma» (18; destacado mío). Julia se menciona precedida por un adjetivo posesivo (su); y se proyecta como propiedad de un hombre al cual se hace alusión con un pronombre personal (él); es decir, el enunciador le reconoce a Juan sus cualidades como persona-sujeto-ser humano; mientras que Julia se determina como objeto de posesión y subyugación. La cosificación de la mujer es resultado del arraigamiento de los valores fundamentados en el sistema patriarcal, que influye en todos los aspectos de la cotidianidad, debido a que explota y oprime de varias formas. En las relaciones de poder en el ámbito familiar, pues el padre-esposo es dueño de su esposa, hijos e hijas, principalmente las mujeres, y el encargado de aprobar todas las decisiones: «ella respondería dirigiéndose no a él sino a su marido en demanda de un consentimiento» (21; destacado mío). A partir del análisis encauzado hasta este punto, Monterroso representa una sociedad desigual, basada en un sistema de valores injustos; no obstante, el autor no supera la descripción de esta realidad ni tampoco genera rupturas, pues no cuestiona la opresión sufrida por el personaje femenino. Por el contrario, presenta a Julia como manipuladora, seductora y asociada a lo pecaminoso, quien se encuentra en la disyuntiva entre la liberación y la asunción de los rasgos de la mujer modélica, los cuales incorpora. Por ello, se reproducen, explícita e implícitamente, discursos que vulnerabilizan a las mujeres. Las implicaciones sociales e ideológicas se abordan desde las consecuencias que tienen las argumentaciones sexistas del texto en la legitimación de las injusticias contra las mujeres. Para Villegas47, este tipo de violencia consiste en una violación histórica y sistemática de los derechos humanos, que se ha ocultado por diversos factores. Entre tales factores están la sumisión, la sujeción y obediencia, pues estos rasgos de la mujer modélica les imponen guardar silencio ante la violencia sufrida. La autoridad masculina resulta incuestionable. En «Movimiento perpetuo», se recogen diferentes manifestaciones de esta manifestación violenta; se resaltan los celos de Juan: y que lo más seguro era que en ese instante estuviera acariciándose con otro hombre detrás de cualquier peñasco, o en cualquier bar o a bordo de cualquier lancha. Pero aunque en realidad no le importaba, eso no quería decir que no pensara en ello a todas horas. (18-19) Esto refleja una forma de violencia simbólica, sufrida principalmente por las mujeres. Según Calderone48, esta categoría apunta al ámbito simbólico como espacio en el que los agentes sociales se encuentran en una relación de percepción basada en el poder. Se caracterizan por su heterogeneidad y las múltiples formas en cómo operan. Bordieu49 sostiene que tal expresión violenta consiste en esa coerción instituida por mediaciones en donde el dominado no puede evitar subyugarse ante el dominante. Por tanto, la dominación tiene una dimensión simbólica en la medida en que los actos de obediencia y sumisión son actos de conocimiento y reconocimiento. En «Movimiento perpetuo», la dominación se conoce y reconoce por parte de Juan y Julia, «dirigiéndose no a él sino a su marido en demanda de un consentimiento» (21). Ambos saben sus papeles la relación de poder. La razón principal por la cual afirmamos que el fragmento señalado representa una expresión de violencia simbólica-patrimonial se relaciona con la presencia de los celos; producto del «amor privado y provenientes del sistema patriarcal-capitalista. Al igual como el patriarca «cuida» su terreno, pues le pertenece; lo mismo sucede con las mujeres. Como afirma Hartmann50, no hay un capitalismo «puro», como tampoco existe un patriarcado «puro» ya que ambos garantizan su coexistencia. Además, si bien el personaje afirma que no se encuentra interesado en las acciones de Julia, no puede dejar de pensar en las posibles acciones imaginadas por su mente. Sigue controlando todas sus acciones. La violencia simbólica, física y psicológica contra las mujeres se representa en las últimas líneas del cuento. Algunas frases destacables: «Él la recriminaría y le diría que era una puta y que si creía que no le había visto restregándose contra el mequetrefe ese […] y entonces él la golpearía en la cara con la mano abierta» (23; destacado mío). Ello muestra la manera en cómo se naturalizan las agresiones contra la mujer, justificadas por los celos psicopatológicos del amor romántico-privado. Otra forma de abuso contra las mujeres legitimada en el texto es el control masculino sobre la sexualidad femenina, como se expresa cuando se dice: «estar una vez más con el único hombre que la había poseído» (23; destacado mío). En este caso se utiliza el verbo poseer con dos fines: (1) para marcar el poder que ejercen los hombres sobre las mujeres y el sometimiento que han realizado históricamente, y (2) para representar la consumación del acto coital, en que el hombre controla y somete a la mujer: «Y según lo acostumbrado se diera vuelta y lo recibiera sollozando» (23; destacado mío). La mujer se convierte en objeto que pasa de ser humano a prostituta, «y él la recriminaría y le diría que era una puta» (23). Respecto a esta descalificación, Lagarde51 señala que las mujeres se encuentran sujetas a múltiples cautiverios por su condición de tales; «han sido privadas de autonomía, de independencia para vivir, del gobierno sobre sí mismas, de la posibilidad de escoger52». El cautiverio se convierte en elemento en común en la historia de opresión y explotación sufrida por las mujeres. Uno de estos cautiverios consiste en la clasificación como putas su sexualidad. Para Lagarde, esto se construye a partir del mito simbólico de la virginidad de María, la madre de Jesús, en la religión judeocristiana. Además, las mujeres vírgenes deben acatar los mandatos sexuales del hombre, pues en caso de que la mujer tome la iniciativa, se coloca en tela de juicio su «pureza»: «Cuando él se dio cuenta de que ella era virgen apenas se extrañó» (19; destacado mío). Esto se manifiesta de manera inversa en los hombres, pues su potencial sexual se ejerce con sus relaciones y la «conquista» de mujeres. De cuantas más mujeres se apropie y cosifique, queda en una posición más alta en la jerarquía cultural y machista. Los hombres no deben admitir relaciones afectivas permanentes; su «objetivo» es conquistar sexualmente a las mujeres y satisfacer la vanidad masculina53. La vinculación emocional se les impone a las mujeres. Estas manifestaciones de violencia contra las mujeres, al ser representadas sin cuestionamientos feministas, ocasiona que el lector legitime esquemas culturales basados en lógicas patriarcales, sexistas y machistas; es decir, quien aprueba un atropello simbólico, físico, sexual y se opone al ejercicio de la autonomía por parte de ellas sobre sus propios cuerpos, ve en el texto elementos justificadores de su modo o esquema de pensar. Por esto quienes escriben han de medir las implicaciones sociales de sus textos al momento de justificar ideologías opresoras, o bien promover procesos de transformación. Es oportuno definir las filias y fobias derivadas a partir del texto de Monterroso. Para esto, se plantean las siguientes relaciones: Juan-hombre bueno y Julia-mujer. Si bien, las analogías son básicas, a partir de estas surgen elementos para el abordaje crítico. Cuando se señala que Juan es el personaje asociado a la bondad y la benevolencia, se dice que el enunciador lo representa como un ser inocente, racional, calmado y conciliador. Según los sucesos, él sucumbió ante la maldad cuando se enredó en la manipulación de Julia. Incluso en el texto se narra que al inicio Juan se encontraba nervioso y no se animaba «dejara de estar nervioso y se animara» (19). Y en cuanto pudo lo besó y lo cercó y lo llevó a donde quiso y le presentó a sus amigos y lo emborrachó y esa misma noche, cundo aún no sabían ni sus apellidos y cuando como a las tres y media de la mañana ni siquiera podía decirse que hubieran acabado de entrar en su departamento —el de ella—, sin darle tiempo a defenderse aunque fuera para despistar, lo arrastró hasta su cama y lo poseyó (19; destacado mío). Obsérvense tres aspectos: en primer lugar, el enunciador aclara que el lugar del acto coital fue el apartamento de ella, pues el fin consiste en presentar a Juan como un ser angelical que fue tentado por Julia. Esto se afirma con la secuencia de las acciones: (a) invitó a bailar, (b) comenzó a incitarlo (c) se le acercó, (d) lo besó, (e) lo cercó, (f) lo llevó a donde quiso, ( g) lo arrastró y (h) lo poseyó. En segundo lugar, se emplea el verbo «poseer» (Julia = poseedora y Juan = poseído) para justificar cómo se invierte la relación en la última escena del texto; se reafirma que siempre ha sido Juan quien posee a Julia. En tercer lugar, se intenta que quien lea establezca una filia, debido a sus cualidades positivas. Esta asociación provoca que se legitime su agresión hacia Julia, ya que él es un «alma noble y su intención es corregir el comportamiento de su esposa». Julia = mala: su situación es diferente, pues se vincula con la maldad al ser provocadora y calculadora. Ella provocó a Juan cuando se conocieron «ella lo rodeó con sus brazos y comenzó a incitarlo arrimándosele suave pero calculadoramente como para que él pudiera sentir el roce de sus pechos» (19; destacado mío). Ello se puede entender estableciendo relaciones con las mujeres citadas en los elementos intertextuales bíblicos; específicamente las que fueron castigadas por desobedecer los mandatos patriarcales. Existe una relación intertextual más estrecha con Eva, ya que ambas historias presentan personajes femeninos que provocaron que los hombres pecaran. Además, Julia se representa negativamente en el ámbito estético-físico, material-económico y cognitivo-habilidades: «pudiera afirmarse que ella tuviera nada, ni belleza, ni talento, ni dinero; nada, únicamente aquello» (19; destacado mío). Es una mujer sin belleza, ni habilidades ni dinero; también se desacredita en el plano emocional y psicológico, pues se proyecta como una persona inestable. Lo anterior, provoca fobia, ya que la intención es que se perciba como una persona detestable y, por tanto, no se dimensione como un modelo de comportamiento para una mujer. Por el contrario, demuestra que ese «tipo de mujer» no se valora. Sin embargo, al final si ella se dispone a cambiar, puede hacerlo siempre y cuando se someta a una autoridad masculina que tenga intenciones correctivas. El texto de Monterroso no promueve que los lectores asuman una posición crítica y subversiva contra la desigualdad patriarcal. Más bien, incorpora discursos sociales e ideológicos hegemónicos que reproducen del imaginario sociocultural de la mujer como objeto sexual y propiedad del hombre, que limita su autonomía. Este texto reproduce esquemas de valores construidos desde lógicas sexistas y falocéntricas. Si bien el autor se enmarca en una perspectiva crítica que cuestiona las relaciones sociales desiguales y de explotación en sectores como la burguesía, en «Movimiento perpetuo» no se problematizan los discursos patriarcales y sexistas, los cuales también se deben transformar. Por esto, es fundamental visibilizar, reconocer y problematizar esta realidad mediante la literatura, es decir, convertirla en un medio para la transformación social a favor de los derechos de los grupos oprimidos. Hay que insistir en la importancia de desarrollar análisis feministas sobre los textos literarios, que llevan a plantear discusiones sobre las maneras como se legitima el patriarcado en los textos. Esto implica comprender lo que plantean las feministas al señalar que las teorías tradicionales no esclarecen el mundo de las mujeres, dado que la voz de la ciencia es masculina y la historia la escriben, mayoritariamente, hombres. También implica cuestionar las relaciones de subordinación y opresión que predominan en todos los espacios de la vida cotidiana, incluida la literatura. 1 Recibido: 25 de enero de 2019; aceptado: 11 de setiembre de 2019. 2 Sede Occidente. Trabajo Social. Enseñanza del Castellano y la Literatura. Correo electrónico: robleskeylor@gmail.com 3 Edmond Cros, La sociocrítica (Madrid: Arco Libros, 2009). 4 Augusto Monterroso, «Movimiento perpetuo», Movimiento perpetuo (Ciudad de México: Ediciones Era, 1991) 17-23. 5 Patricia Nieto, «Prejuicios de género en la literaria ¿Un problema pasado de moda?». Tesis. Universidad Autónoma de Nuevo León, 2004. 6 Toril Moi, Teoría literaria feminista (Madrid: Cátedra, 1988). 7 Marta Lamas, Cuerpo: diferencia sexual y género. Debate feminista (Ciudad de México: Taurus, 2002). 8 Lamas, 57. 9 Sara Lara, «Sexismo e identidad de género», Alteridades 10, 2 (1991): 24-29. 10 Nieto, 7. 11 Octavio Giraldo, «El machismo como fenómeno cultural», Revista Latinoamericana de Psicología 4, 3 (1972): 295-309. 12 Este autor tenía la doble nacionalidad: hondureño-guatemalteco. 13 Flavio Rojas, Diccionario histórico biográfico de Guatemala. (Ciudad de Guatemala: Fundación para la Cultura y el Desarrollo, 2004). 14 Isabel Jijón, «El eclipse de Augusto Monterroso y las implicaciones éticas de la brevedad», Latin American Literary Review 39, 78 (2011): 61-72. 15 Aníbal González, «Letras que matan: Escritura, escritores y ética en Hispanoamérica», Abusos y admoniciones: ética y escritura en la narrativa hispanoamericana (Ciudad de México: Editores XXI, 2001) 55. 16 Mijaíl Bajtín, Estética de la creación verbal (Ciudad de México: Siglo XXI,1982). 17 Claudia Londoño, «La obra de Augusto Monterroso: una poética de la minificción». Tesis. Universidad Nacional de Colombia, 2012. 18 José Sánchez, «Escritura y vuelo: la palabra-mosca en Movimiento perpetuo de Augusto Monterroso», Espéculo. Revista de estudios literarios 20, 41 (2009): 1-2. 19 Damaris Vásquez, «Movimiento perpetuo o un (el) ensayo de la (una) escritura propuestas escriturales y metaescriturales de Augusto Monterroso», Letras (Caracas) 76, 2 (2006): 41-62. 20 Juan Masoliver, «Augusto Monterroso o la tradición subversiva», Cuadernos Hispanoamericanos 408, 2 (1984): 146-153. 21 Jorge Ramírez y Silvia Solano, Los desafíos del lector (San José: Arlekín, 2018). 22 Mariela Insúa, «La mujer modélica en la novela española ilustrada: Pedro Montengón», Revista Chilena de Literatura 69, 4 (2006): 113-126. DOI: https://doi.org/10.4067/s0718-22952006000200007. 23 Ramírez y Solano, 95. 24 Fernando Arrabal, «Strip-tease de los celos», Teatro pánico (Madrid: Cátedra, 1986) 211-214. 25 «Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo» (Efesios 5, 22-24). 26 Este argumento también se replica en el Corán, libro de la religión musulmana: Corán 3, 45-51 y Corán 19, 16-21. 27 Dos escritoras latinoamericanas feministas que han resignificado la figura de Eva son: Rosario Castellanos (México, 1925-1974) y Gioconda Belli (Nicaragua, 1948). 28 Ejemplos de mujeres obedientes en la Biblia son: Ester (Ester), Rahab (Romanos), María Magdalena (Lucas, Mateo, Marcos y Juan), Ana (Samuel I) y Miriam (Éxodo). 29 Yadira Calvo, Literatura, mujer y sexismo (San José: Editorial Costa Rica, 1984) 61. 30 Monterroso, 19. En adelante se indican entre paréntesis los números de página. 31 Arrabal, 213. 32 Ramírez y Solano, 160. 33 Pilar Primo de Rivera, La mujer ideal (Madrid: Sección Femenina, 1958). 34 Poder Judicial de Costa Rica, «Ley de penalización de la violencia contra las mujeres», Observatorio de Género, 19 de enero de 2019, ˂https://observatoriodegenero.poder-judicial.go.cr/wp-content/uploads/2015/12/Obsgenero-Normativa-Nacional-Ley-dePenalizaci%C3%B3n-de-la-Violencia-Contra-las-Mujeres.pdf˃. 35 Carmen Naranjo, «Mitos culturales de la mujer», La mujer y el desarrollo, la mujer y la cultura (Ciudad de México: SEP Diana, 1981). 36 Naranjo, 12. 37 Existen sitios electrónicos que agrupan ambas clasificaciones. Por ejemplo, se evidencia una lista de las siete actitudes de mujeres de la Biblia que toda cristiana debería imitar: Cancao Nova, «7 actitudes de mujeres de la Biblia que toda cristiana debería imitar», Aleteia, 15 de febrero de 2019, ˂https://es.aleteia.org/2017/04/22/7-actitudes-de-mujeres-de-la-biblia-que-toda-cristiana-deberia-imitar/˃ En el caso contrario, también se encuentran páginas en que se enlistan las mujeres «malas» presentes en algunos de los relatos bíblicos: Carlos Vargas, «7 mujeres malas de la Biblia», Devocionales cristianos, 18 de febrero de 2019, ˂https://www.devocionalescristianos.org/2015/02/7-malas-mujeres-en-la-biblia.html˃. 38 Héctor Gallo, «El tabú de la virginidad», Afecto Societatis 19, 5 (1999): 1-13. 39 Gallo, 1. 40 Gerda Lerner, El origen del patriarcado. La creación del patriarcado (Barcelona: Editorial Crítica, 1986). 41 Lerner, 182. 42 María José Izquierdo, El malestar en la desigualdad (Madrid: Cátedra, 1998). 43 Alicia Pascual, «Sobre el mito del amor romántico. Amores cinematográficos y educación», Dedica. Revista de Educação e Humanidades 10, 12 (2016): 63-78. 44 Pascual, 66. 45 Ramírez y Solano, 98. 46 Ramírez y Solano, 99. 47 Asia Villegas, «La violencia obstétrica y la esterilización forzada frente al discurso médico», Revista venezolana de estudios de la mujer 4, 1 (2009): 125-146. 48 Mónica Calderone, Sobre violencia simbólica en Pierre Bordieu (Rosario: UNR Editora, 2004). 49 Pierre Bourdieu, Mediaciones pascalianas (Barcelona: Anagrama, 1999). 50 Marta Hartman, «Un matrimonio mal avenido: hacia una unión más progresiva entre marxismo y feminismo», Zona Abierta 24, 1 (1980): 85-113. 51 Marcela Lagarde, Cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas (Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México, 2005). 52 Lagarde, 152. 53 Giraldo, 296. |