[pp.97-115]
EISSN: 2215-4078
Vol. 6(2), Julio – Diciembre, 2018
http://dx.doi.org/10.15359/rnh.6-2.4
Nuestro derecho a las utopías1
Our Right to Utopias
Roberto Cordero Araúz2
Universidad Nacional
Costa Rica
La reivindicación del derecho a nuestra utopía modifica las relaciones de dominación y nos pone en condiciones de avanzar hacia un futuro inédito, no preplanificado... la reivindicación de la utopía es también la reivindicación de la capacidad del ejercicio de la razón, para que la interpretación de la realidad implique efectivamente su transformación
Horacio Cerutti
Presagio y tópica del descubrimiento
(Cerutti, 1991, p. 50)
Resumen En el presente artículo tuvo como objetivo el estudio, análisis y exposición del Concepto de utopía en el pensamiento de Horacio Cerutti Guldberg, el cual resultó de la elaboración y desarrollo de una tesis en Licenciatura de Filosofía. Entre los principales resultados se encuentra que el pensamiento latinoamericano es un tejido que está en construcción, sus alcances y limitaciones se definen, expanden y complejizan a pesar del tiempo, fruto de la memoria comprometida sobre la región. Sin embargo, las raíces de este siguen siendo inspiración y puntos de partida para los análisis actuales de los contextos regionales. Por ende, se presenta la reflexión de que, para pensar “nuestro derecho a las utopías” implica asumir conciencias críticas y renovadoras de las problemáticas que se han gestado hasta el siglo XXI. El atreverse a pensar, como latinoamericanos, desde nuestra realidad y buscando respuestas propias no universalistas, implican el compromiso pensadores en todas las áreas del conocimiento para lograr superar mentalidades alienadas a los sistemas hegemónicos colonialistas. Es por ello que repensar, apropiarnos, de este derecho es parte fundamental del asumir y superar los retos que se nos presentan en la actualidad. Palabras clave: utopías; alienación; pensamiento crítico; latinoamericanismo; resistencia. Abstract This article had as objective to study, analyze and present the concept of utopia in the thought of Horacio Cerutti Guldberg. This concept resulted from the elaboration and development of a Bachelor’s degree thesis in Philosophy. Among the main results, we found that Latin American thought is an under construction fabric, its scope and limitations are defined, expanded, and complex despite the time, fruit of the committed memory of the region. However, the roots of this thought are still the inspiration and starting points for current analyses of regional contexts. Therefore, in order to think “our right to utopias”, the reflection advanced implies the assumption of critical and renovating awareness of the problems that have arisen up to the 21st century. To dare to think, as Latin Americans, from our reality and looking for our own non-universalist answers, implies the commitment of thinkers in all areas of knowledge in order to overcome mentalities alienated to the colonialist hegemonic systems. That is why rethinking and appropriating this right is a fundamental part of assuming and overcoming the challenges we face today. Keywords: utopias; alienation; critical thinking; Latin Americanism; resistance. |
Introducción
El pensamiento como tal no surge ex nihilo. Siempre tiene un origen u orígenes diversos a partir de las experiencias de colectivos que se atreven a pensar y repensar desde la realidad. Esta característica del pensamiento implica estudiar las fuentes y a través de una dialéctica, encontrar premisas que aclaren el panorama de las propuestas realizadas por un determinado autor, tal como lo señala Foucault en el Orden del discurso (1970).
En el caso de la propuesta de utopía de Horacio Cerutti Guldberg, estas raíces las encontramos en los grandes expositores del pensamiento político latinoamericano, quienes vieron en estas tierras un lugar de esperanza y transformación, en el cual alcanzar los grandes sueños y crear “Nuestra América”, para emanciparnos, lograr la libertad y ejercer la autodeterminación política, económica y cultural.
Realicemos una precisión de conceptos que nos permitan establecer un marco teórico general, cuando se refiere a Nuestra América es a partir del concepto elaborado por José Martí, en su ensayo de 1891, en el cual establece la necesidad de repensar desde nosotros mismos las relaciones de poder, de gobierno, de emancipación de la región latinoamericana, en miras de la construcción de las identidades desde su propia historia. Es así que se retoma como un concepto y proyecto político, inspirador, al mismo tiempo, de una fuerza utópica que marca la esperanza de las generaciones posteriores quienes toman como referencia la liberación de la región. Aunque el problema de los nombres y como autonombrarnos es un problema recurrente. Cerutti ante este concepto martiano señala que:
(…) implica un reconocimiento una valoración de los pueblos originarios y de la tercera raíz. Niega la existencia de razas como elemento discriminatorio. Propone objetivos comunes a partir de la experiencia de una tensión irreductible entre lo que es y lo que debería ser o se querría que fuese. Ejerce así la movilización desde una América ya, pero todavía no del todo «nuestra». (2011. p. 12)
Es reconocer también la ambivalencia de los conceptos con los cuales nos podemos referir a la región, cada una con sus connotaciones y cargas ideológicas para definirla y el locus de afirmación desde el cual se señala, como el caso de América Latina o Latinoamérica3, cuyas tintas se refieren a un concepto francés del siglo XIX para hacer diferencia entre la América sajona (Estados Unidos) y la otra América dominada y sumida bajo la herencia del colonialismo español. La utilización de estos nombres son aplicados como proyectos políticos de construcción artificial de esas identidades nacionales fruto de las emancipaciones e intereses creados sobre la región desde los grupos que asumen y demandan el poder en cada una de las regiones del continente. Ahora, para efectos nuestros se comprenden como formas de nombrar este lugar en común, desde el cual nos posicionamos para pensar y repensar la realidad para transformarla.
Otra de las ideas presentes es el mismo título, el “derecho a nuestras utopías”, es de inspiración a partir de la obra de Leopoldo Zea de su obra La filosofía latinoamericana como filosofía sin más (1969), desde la cual se establece el imperativo de “filosofar, pura y simplemente filosofar” (pág. 81), también toma como referencia la obra de Horacio Cerutti La utopía de Nuestra América (De Varia Utópica. Ensayos de Utopía III) (2007). Es interiorizar las demandas de la región, que invita a comprometernos con una praxis operante en y desde la realidad, el asumir y superar el trauma de la conquista e interiorizar la obligación de establecer nuevos paradigmas, pensar nuevas utopías para vencer las crisis civilizatorias que afronta la humanidad, al focalizar la atención en la región latinoamericana. Además, es una invitación al lector para reflexionar sobre cuáles temas son aún necesarios de profundizar y buscar la transformación de las cotidianidades, personales y comunitarias en que vivimos y en las que nos relacionamos entre sí.
Un concepto fundamental para la comprensión del texto es el de utopía que no es identificable con lo irrealizable. Por el contrario, en la mayoría de los cosas, utopía designa lo supremamente deseable y un maximun de realismo en cuanto al rechazo de situaciones de opresión e injusticia, situaciones que hacen imposible una vida humana e inviable la subsistencia de seres humanos que merezcan la calificación de tales. […] Trabajar sobre la categoría de utopía es trabajar sobre lo posible y cómo realizarlo (Cerutti, 2007, p. 172).
1. Las raíces de Nuestra Utopía
El profesor Horacio Cerutti, en su obra Ensayos de Utopía III, realiza un amplio estudio de la utopía de Nuestra América. Analiza el pensamiento utópico ecuatoriano, toma como referencia a Benigno Malo y a José Peralta.
Benigno Malo, abogado, político, diplomático y educador nacido en Cuenca en 1807. Impulsador activo de la educación, promotor industrial de la región; en 1835 representó a Loja como parlamentario. Representante del Azuay en el Congreso de 1848. Gobernador de la provincia del Azuay en 1863-64. Viajó a Lima como ministro plenipotenciario. Primer rector de la Universidad de Cuenca en 1867. Tomó parte en la Revolución de los Chihuahuas que combatió al primer gobierno del general Flores. Respetó las libertades y los derechos de los ciudadanos, dio expansión al espíritu público y garantías a toda opinión razonable y luchó por la República. Murió en su ciudad natal, Cuenca, el 2 de abril de 1870. Él con su propuesta de un nuevo “mapa” de América, en cuanto “se trata de definir y afirmar la identidad común frente a Estados Unidos, el joven imperio que amenaza desde América y con el nombre de América” (Ardao en Cerruti, 2007, p. 29).
El Dr. José Peralta nació en Cuenca el 11 de mayo de 1859. Hizo sus estudios con los Jesuitas y obtuvo sus títulos profesionales en la Universidad de la misma ciudad. Murió en Quito, el 27 de diciembre de 1937. Cabe destacar las distintas facetas de la vida de José Peralta; desde su adolescencia fue un fervoroso cultor de las letras expresadas en leyendas, artículos literarios, ensayos teatrales, entre otros. Como publicista demostró erudición, originalidad y brillo, como vigoroso y convencido impulsor de las ideas democráticas y culturas que habrían de preparar la revolución del 5 de junio de 1895, en defensa de la doctrina liberal radical que duraría toda su vida.
Peralta retoma la idea antiimperialista, su pensamiento “vuelve a resurgir frente al monstruo del norte, la utopía de nuestra América, la utopía de nuestra unidad latinoamericana” (Cerutti, 2007, p. 35). Estas ideas de unidad y libertad, reafirmar las luchas y resistencias emancipatorias, son las líneas conductoras que imprimen el carácter específico de la filosofía latinoamericana, el discurso antiimperialista hegemónico y dominante por parte de los Estados Unidos y sus pretensiones expansionistas sobre la región latinoamericana. Como lo resalta Cerutti (2007):
Peralta se pregunta sobre el sentido y el alcance de la doctrina Monroe. Responde diciendo que se trata de la afirmación de la “no intervención” de los Estados Unidos, en los asuntos europeos, sintetizada en la formulación “América para los americanos”. No cabe ninguna duda, sigue explicando Peralta, acerca del “carácter transitorio” de esta doctrina. (p. 38)
Las ideas utópicas latinoamericanas se van a ver marcadas por esta línea de pensamiento, en cuanto se comprende y rechaza el expansionismo de Estados Unidos hacia Nuestra América, y pretende apoderarse del “vacío de poder” dejado por los movimientos emancipatorios del Imperio Español durante los siglos XVIII y XIX, lo que genera conflictos y desestabilización del poder en la región. Los movimientos independentistas logran sus objetivos, pero el superar 300 años de dominación y mentalidad colonial no ha sido fácil, los obstáculos presentados desde sus inicios manifiestan la muy letal y eficiente separación lograda por la ocupación europea en la región, manifiestas en la colonialidad del ser, del poder y del pensar.
De esta manera va surgiendo el común denominador de nuestro pensamiento en cuanto a sus primeras problematizaciones: autocomprensión, autoimagen, como pueblos recién liberados y que forjan sus Estados – Naciones aunque basados en la lógica de modernidad racializada, fragmentadora y discriminatoria, donde el “problema de la identidad” se responde desde los grupos hegemónicos de poder del criollo blanco, quien piensa posee una herencia europea y desde los cuales son moldeadas las naciones de las regiones, usurpadas de su memoria y de sus deseos de liberación de la opresión colonialista. Y que en nuestro contexto se ha puesto bajo examen desde el pensamiento crítico.
Si bien es cierto en sus inicios el pensamiento latinoamericano emula una visión universalista y unificadora, eurocéntrica, en su transcurso histórico y dialéctico se va comprendiendo que esta no es la única vía adecuada para la región, sino que debe tomarse en consideración la pluralidad, por ello hablar de utopías, que en diálogos culturales pueden compartirse horizontes comunes, que se vean entrelazados por resistencias y luchas de dignificación de los seres humanos.
2. Las ideas de Bolívar y Martí en el pensamiento utópico latinoamericano
Con este rastreo en el pensamiento utópico cuencano, se llega a los grandes próceres de Nuestra América: Simón Bolívar (1783-1830) y José Martí (1853-1895). Quienes han marcado de manera profunda el pensamiento y las utopías de la región. Bolívar como el gran Libertador y Martí, el Maestro, quien ha ideado el concepto de Nuestra América, para destacar el pensamiento utópico. Uno lleva al otro, mantienen una línea de continuidad intrínseca. Los importantes y sobresalientes aportes de estos personajes son sintetizados por el filósofo costarricense Arnoldo Mora: “Martí culmina cronológicamente, la gesta iniciada a principios de siglo por Bolívar imprimiéndole un sello propio, que marcará los rumbos políticos más salientes del siglo XX latinoamericano” (Mora, 2001, p. 17).
En definitiva cada uno de estos autores ha generado legados invaluables para el pensamiento político. Por un lado, Bolívar lucha por la liberación de Suramérica y, por otro, Martí amplifica los escritos de unidad y emancipación latinoamericanos: “ambos forjaron la utopía de que se han nutrido las generaciones posteriores de latinoamericanos y marcaron el porvenir de estas tierras, que seguirá vigente mientras no se haya realizado a plenitud” (Mora, 2001, p. 39).
En medio de toda la coyuntura social, política, religiosa, económica y comercial de la época, surge el pensamiento de Bolívar, consciente de las diferencias sociales y de la opresión a la que era sometido el pueblo. Busca la liberación a través de la guerra contra el Gran Imperio Español, quien subyugaba la región, oponiéndose a los intereses de una clase política particular, quienes pretendían tiranizar al pueblo para acrecentar sus propias riquezas, ocupar el vacío de poder dejado luego de la emancipación de las Colonias. Lucha no solo por la libertad, sino por la reivindicación del ser humano en medio de la sociedad, en su más famoso escrito, Carta de Jamaica, redactado en 1815. Hace manifiesto su ideal, el de constituir en la América la más grande Confederación de Naciones, bajo los valores de la libertad, el respeto y la solidaridad, para posicionarse en medio del mundo como la nación más grandiosa, marcada por el respeto al ser humano y hacia las demás naciones. Es una lucha en contra de la mediocridad que pretende enajenarse a los poderes de unos cuantos que solo buscan la satisfacción de sus propias necesidades y ambiciones. En este escrito, narra las victorias, pero paradójicamente lo redacta cuando fue vencido en sus luchas emancipadoras y estaba exiliado en Jamaica; su visión de los pueblos que aman la libertad, la inutilidad por parte del Imperio, por pretender reconquistar la región, así como los abusos cometidos por los colonizadores al momento de ingresar violentamente a estas tierras. Visualiza las grandes posibilidades para el futuro desarrollo e integración de la región.
Bolívar pretende exponer la conformación de la Confederación de América,
Los estados del Istmo de Panamá hasta Guatemala formará quizá una asociación”, “la Nueva Granada se unirá con Venezuela”, “Buenos Aires, Chile y el Perú […] que bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el Corinto para los Griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios, a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra con las naciones de las otras partes del mundo. (Meléndez, 1983, pp. 89-93)
De esta manera, Bolívar expresa llana y claramente su más alto ideal, lograr una transformación profunda de la sociedad americana, al liberarla no solo de las esclavitudes impuestas por los imperios externos, sino también logrando emancipar a los pueblos amantes de la libertad para que se mantengan fieles a sus ideales, bajo una propuesta racional de desarrollo y ética.
De este modo la revolución iniciada por el Libertador implica la necesidad de vislumbrar las verdaderas posibilidades de realización de su misma utopía. Es imperante que los pueblos concreten sus identidades nacionales para autodeterminarse en cuanto a su capacidad de ejercer el poder político en función del bien común y la promoción humana, para engendrar naciones libres, soberanas e independientes. Este compromiso con el bien común implica reconocer la función ideológica del Estado y de quienes poseen el poder político como tal, dado que “la ideología dominante es la ideología de las clases dominantes” (Cerutti, 2007, p. 96).
Las ideologías dominantes van a dirigir sus esfuerzos para crear una identidad nacional ficticia, que permea las distinciones sociales, aumenta la discriminación y la violencia entre la población, ya que parte de una racialización y clasificación social. Los Estados son manipulados por un “bien común” que solo responde y satisface los intereses de aquellos que ostentan el poder, económico y político, donde se mantienen de cualquier manera y a cualquier costo, incluso mediante el sacrificio del sustento de miles de personas excluidas en la pobreza extrema.
La ideología de los Estados va a buscar ser legitimada por unos pocos individuos que subyugan la “voluntad popular” bajo un sistema democrático, los cuales olvidan que su función primordial es la del servicio al Pueblo, no como una masa manipulable, sino como una categoría de análisis y como sujetos de poder, como personas a las cuales su sentido vital de existencia debe ser cubierta y respetada. De esta manera, la educación va a ser tergiversada ideológicamente en función de responder a la clase dominante, al crear los mitos del desarrollo y movilidad social promovidos actualmente en discursos economicistas.
El poder redunda en manos de una clase política y económica dominante, quienes legislan en bienestar propio y particular de sus iguales, al excluir las necesidades reales del “pueblo”, quien es oprimido y enajenado a través del uso y abuso del poder, en el cual son objetos, en lugar de ser los sujetos del poder. Se nota la necesidad de concientizar a las sociedades acerca de la necesidad de asumir el poder, y de llegar a tener la capacidad de autodeterminar y dirigir sus propios destinos. Ser dueños de sí mismos y de su entorno, porque son agentes directos de la producción de la riqueza, y por ello, deben saberse dueños de la misma. En medio de las sociedades latinoamericanas, marcadas por la legitimación unilateralista del mito de la democracia, se debe liberar y estimular a las comunidades para que asuman los derechos de su propio gobierno y de la toma de decisiones.
A fin de cuentas, en la utopía de Bolívar es donde se sumerge el ideal por mejorar en todas las condiciones de vida: humano, social, económicas, políticas, y al actualizar el pensamiento podría cubrir lo ambiental, la igualdad y equidad de género.
Otro de los autores que principalmente sintetizan en el pensamiento latinoamericano la utopía como modelo político loable y realizable, es José Martí, quien como militante expone a través de sus escritos la necesidad de comprender a Nuestra América como el modelo a seguir. Reconocernos poseedores de nuestra propia historia, del logos (robado) como afirma posteriormente Leopoldo Zea en sus obras, de identidades y riquezas culturales que permiten ser cimiento en las luchas para alcanzar la libertad y la liberación.
En uno de sus ensayos más reconocido, Nuestra América (1891), plantea la necesidad de despertar de ese sueño alienador que impide a los pueblos ser auténticos dueños de sus propios destinos. Esa emancipación debe ser iniciada desde las ideas propias, exponer al común del pueblo la realidad opresora en medio de la cual se vive y que no se hace nada al respecto, donde el bienestar particular es antepuesto al bien común de la sociedad, el bien de todos.
La democracia es una utopía, por lo tanto es realizable. La participación del pueblo en el ejercicio público del poder debe lograrse con la construcción de la inclusión, participación y organización de las sociedades y todos sus agentes comunales. La búsqueda de la igualdad y equidad en todas las áreas de la sociedad, “la democracia política se funda en la igualdad de todos los sectores sociales sin discriminación racial, religiosa y alguna otra clase, que dé origen a un sistema político basado en la justicia social” (Mora, 2001, pp. 46-47).
Las utopías, entendidas como proyectos políticos realizables “que se busca instaurar en la realidad político-social” (Cerutti, 2007, p. 172), “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra” como afirmaría Martí, son parte fundamental para la construcción del horizonte utópico; la confrontación armada en la revolución carece de sentido cuando el pueblo al que se está llamando a la revolución para ejecutar cambios rápidos y vertiginosos desconoce el trasfondo utópico por el cual se lucha. Es indispensable la formación y reflexión colectiva para alcanzar las trasformaciones planteadas.
Es de vital importancia tener conocimientos teóricos y políticos para poder ejercer el poder y dirigir con sapiencia y justicia, con base en valores éticos, antropológicos y humanistas indispensables para generar las distintas formas de convivencia y coexistencia.
La construcción de nuestra utopía dependerá en gran medida del conocimiento que se tenga del desarrollo humano e intelectual por efectuar y las razones para justificar una transformación imperante del sistema político – social que responda a una reflexión comunitaria y colectiva, donde prevalezca el respeto a derechos humanos, la igualdad en las diferencias y la libertad como valores inviolables para cualquier persona.
Se deberá pensar y trabajar en grande, proyectar las experiencias de cada región y los movimientos sociales que tengan frutos positivos en las luchas realizadas y de esta manera comunicarlas. Las trincheras de ideas deben anteponerse a las de piedra. Es urgente realizar un trabajo intelectual, el cual pretenda motivar e incentivar las emancipaciones en medio de las sociedades que se han visto inmersas en carencias educativas adecuadas para su formación crítica, masas adormecidas por los instrumentos ideológicos, por el sueño alienante del poder de los grupos hegemónicos que aglutinan y monopolizan el ejercicio de poder, quienes explotan al ser humano de la manera más despiadada y solapada. La riqueza es mal distribuida y los bienes de consumo son desplazados a un solo sector privilegiado de la sociedad.
Cuando se logre esta emancipación, que será paulatina en diversos grados, espacios y diferente en cada región, se iniciará una sinergia social que impulsará la discusión desde pensamientos críticos y dialécticos. Se necesitan sociedades educadas y habituadas al uso de sus capacidades racionales, la búsqueda del bien, de la verdad y de la vida en sociedad. Es imperante alcanzar la justa distribución de la riqueza, y hacer partícipes a todos los miembros de la comunidad, de forma tal que se generen espacios de economías solidarias y para el cuido.
En definitiva, pueblos emancipados mentalmente tendrán más claras las ideas de su propia autodeterminación, será amantes de la libertad y serán más difíciles de engañar y manipular en corrientes contrarias a la vida.
En esta línea de pensamiento, se puede interpretar los textos de Martí, quien apela al conocimiento de las propias identidades, ya que un pueblo que posee unas raíces profundas en su autoconocimiento es capaz de forjarse futuros brillantes, construir sus propias utopías, donde todas y todos son aptos de participar en la defensa de la vida, se puede partir, incluso, de los aportes del Sumak Kawsay, el buen vivir como forma alternativa y el decrecimiento para alcanzar condiciones favorables para toda la diversidad que representa la vida. De igual manera, la propuesta de análisis de la realidad que brinda Cerutti, de interpretar la propia historia, es motivador para ese conocimiento de la propia identidad y, de esta manera, evitar cometer los mismos errores del pasado. Al reinterpretarlos se logra la transformación real y efectiva de las sociedades, que forja futuros más brillantes y esperanzadores.
Se necesitan armas de juicio para poder construir sociedades justas y equitativas. El ardor por el orgullo de vivir en “nuestras dolorosas repúblicas americanas” (Martí, 1891) debería ser la caracterización de sus habitantes, conscientes de una historia de imposiciones, imperios, racialización y colonización, pero al mismo tiempo de resistencias, que vinieron y siguen pretendiendo usurpar las riquezas de nuestras tierras.
Es apropiándonos de nuestra historia, cuando efectivamente se logrará introducir los cambios pertinentes para una mayor justicia social y distributiva, saberse sujetos capaces de cambiar la propia historia, al iniciar con mi realidad, para posteriormente, ser reproductor y transmisor de pensamientos emancipadores en medio de las cotidianidades.
La propuesta que nos hace es la de tomar las riendas propias de la política. No se puede continuar aplicando las fórmulas o modelos extraños a nuestra realidad, es tiempo de superar las diferentes manifestaciones de la colonialidad. El Estado deberá ser acorde a las necesidades propias que el pueblo tenga y exige de manera urgente para una transformación real, profunda en las relaciones de poder y así responder de manera coherente a la sociedad que los eligió.
Una de las características propias de Nuestra América es su solidaridad y conciencia social en algunos de sus sectores, especialmente los más excluidos. Si bien es cierto la riqueza está en manos de unas pocas familias, se está gestando en las nuevas generaciones esa sensibilidad donde se entiende que el auténtico desarrollo no solo puede ser económico y político, sino que es más complejo de lo que se ha recetado por los organismos internacionales y sus intereses extractivistas, debe iniciarse con una auténtica y sostenible promoción humana, en la cual se proteja la base de la sociedad, la persona.
La propuesta Cerutti de pensar desde Nuestra América es la utopía por excelencia, la necesidad de alcanzar que “América” sea realmente nuestra, libre de las opresiones y juegos de poder geopolíticos. Ya que las grandes industrias internacionales y transnacionales, neoliberales y posneoliberales, pretenden satisfacer la necesidad de sus materias primas, mano de obra barata y técnica, originado por la codicia de mantener los altos índices de ganancias y rendimientos, y utilizar la explotación y necesidad de trabajo que hay en la región para satisfacer sus ambiciones, además de sostener la distribución internacional del trabajo muy especificada para la región.
Se deben proponer diferentes modelos sociales y económicos, fomentar y crear auténticas formas de convivencias y coexistencias interculturales. Se debe colocar nuevamente al ser humano en el centro de las actividades económicas, políticas, sociales, ecológicas e incluso tecnológicas para generar otros mundos posibles (con el cuidado de no caer en antropocentrismos exacerbados y absurdos que rompen la relación con la naturaleza y la toma como algo que debe ser dominado y explotado).
A fin de cuentas, la necesidad de crear nuevas alternativas debe proceder del servicio comprometido de las comunidades, de la emancipación mental de las personas que busquen y exijan otras formas humanistas de equidad y justicia.
Urge una nueva forma de pensar y sentir, accesible, con claridad y franqueza al momento de exponer las dificultades que hay que enfrentar y dar soluciones. Es otorgar a la larga un sentido nuevo y reavivado a la sociedad que está presentando agotamiento, cansancio, hastío, nauseas, apatía, desgaste ante los modelos políticos y económicos actuales, y están empezando a exigir alternativas humanas de convivencia. Es un asunto de vida o muerte, de urgencia total, luchar en contra de una marginación impuesta, histórica y sistemática, se está en momento de cambiar la manera global de relacionarnos, más tarde será simplemente contemplar la extinción de la vida en la Pacha Mama.
“Pensar es servir”, entendiendo que la labor del pensador es de suma importancia en medio de la sociedad, no es solo la técnica que ayude al desarrollo humano, sino que esta carece de sentido si no va de la mano de una dimensión profundamente marcada por un humanismo. El pensar se hace como objeto y sujeto de estudio, es un pensar que se hace sobre, pero que también es Nuestra América, es un saber y reflexión con “memoria comprometida”, “no en el sentido del servilismo, sino en el de una responsabilidad social y política que se expresa en el ámbito de la cultura, entendido como de encuentros y desencuentros inevitables, ámbito de responsabilidades y compromiso solidario” (Cerutti, 1996, p. 94). La utopía de Nuestra América, por tanto, hunde sus raíces más profundas en nuestra realidad:
Se lucha no solo por la plena emancipación de nuestros pueblos, sumidos hasta entonces al yugo colonial, y dotarlos de un régimen democrático, es decir, liberación hacia afuera y libertad hacia adentro, sino reclamar para nuestros pueblos tomados en su conjunto, el lugar más digno en el concierto de las naciones. Su más rico legado conceptual radica en esta actitud, tan noble como generosa, y que marcará la conciencia de todos nuestros pueblos en lo sucesivo.
Tal fue la razón última que inspiró las luchas y forjó las ideas de Bolívar y Martí. Toda su concepción sobre “Nuestra América” condensa su amor por nuestras tierras, su fe inquebrantable en el destino histórico de las nacientes naciones y su confianza en la capacidad de estos pueblos, a pesar de los negros nubarrones del presente o de desilusiones que, sobre todo, en el caso de Bolívar, le dieron un tono marcadamente trágico y caracterizaron los últimos momentos de su vida. (Mora, 2001, p. 49)
Siempre debe prevalecer el bienestar de las personas, se debe partir de que es un ser sujeto de derechos y deberes y de una profunda dignidad, la cual no la puede abolir o coaccionar ningún tipo de medida o norma política o educativa. Es la persona que posee la dignidad como algo suyo, que parte de la igualdad y equidad entre todos los seres humanos.
Es marcar y emancipar a una sociedad desde el humanismo, respetuosa de las diferencias y pluralidades humanas. La misma pérdida del sentido de la vida, en el rumbo existencial y ontológico ha ocasionado una profunda pérdida de este derecho humano, en la cual la persona en lugar de ser un sujeto, se convierte en objeto, en un chunche4 más al cual desechar, se obvia todas las implicaciones psicológicas y destructoras que se están propagando, lo que ocasiona una sociedad más irrespetuosa, conflictiva, utilitarista y materialista. Es una época en que el conocimiento es más accesible, la comunicación es mucho más fácil que hace treinta años. Vivimos en la llamada época del conocimiento, pero paradójicamente es el momento de mayor falta de sentido de persona, irracionalidad, acriticidad, dogmatismo y fundamentalismos.
La explotación indiscriminada de nuestros bienes comunes, las múltiples formas de violaciones a nuestra dignidad humana y las nuevas formas de alienación deben ser desestructuradas y visibilizadas para tomar conciencia de aquellas cosas que deben ser descartadas de inmediato y detectar cuáles serán las que promuevan nuestras libertades.
La autodeterminación de Nuestra América ha de ser el sueño de los pueblos, el orgullo de nuestra raza. Las utopías se deben construir a partir del conocimiento de la historia y esta construcción se ha de hacer con el compromiso de lograr un cambio sustancial, significativo, en medio de las sociedades que quieren, desean, reclaman y añoran cambios radicales ante la pobreza, la exclusión y la discriminación.
3. Un nuevo horizonte, hacia transformaciones sociales
Si bien es cierto, en la mayoría de los estratos sociales hay una incomodidad y una desilusión de los Estados en conjunto hacia los sistemas democráticos capitalistas, un agotamiento del sistema en general, es imperativo brindar al ser humano una nueva esperanza, una reformulación y promoción humana real en cuanto a la búsqueda constante del bienestar, de la vida comunitaria y sostenible, desde los cuales partimos para una adecuada transformación del statu quo. De este modo, las utopías se ubican como ese nuevo medio de liberación:
Así el impulso utópico, el anhelo del horizonte siempre deseado, lejos de ser una fuga, es el preludio de la obra de arte más grande que el humano pueda efectuar: la transformación es posible porque la existencia no es ineluctable no se le da efectuada; es un in fieri preñado de potencialidades. (Cerutti, 1991, p. 29)
Para alcanzar nuestras utopías se deben transformar las diversas realidades sociales. El ideal de Bolívar y Martí, enmarcados en procesos emancipatorios, han logrado generar, a través de las generaciones, el anhelo de alcanzar la justicia social, igualdad, equidad y la libertad.
La historia de Nuestra América no debe ni puede obviar ni olvidar, cómo los grandes dolores que ocasionaron las diferentes dictaduras militares y la colonización, en respuesta al expansionismo europeo generaron pérdidas humanas incalculables. El sufrimiento social ha ocasionado el despertar en estas sociedades para querer un sistema político que respete la libertad y las diferencias, bajo el valor del respeto y la coexistencia, que sea inclusivo con las personas con capacidades distintas, orientación sexual diversa y diferentes formas de pensar. Ante esto, es necesario prestar atención a las teorizaciones y prácticas políticas de los diversos movimientos feministas desde la teoría de géneros, el pensamiento crítico, las teorías decoloniales, para mencionar algunas líneas de pensamiento y a partir de ahí, generar los cambios requeridos para las sociedades que merecemos.
A raíz de las utopías se pretende una armonía entre el ser humano consigo mismo, con los otros y con la naturaleza. En la que la persona sea el fin de todas las actividades económicas, políticas, tecnológicas, en la cual se respete la vida en todas sus formas de expresión, el derecho humano a la educación pública gratuita y de calidad, la salud, la libertad de expresión, la elección de sus representantes en el gobierno de la Nación o cualquier otra forma de organización política, la transparencia de la función pública como medio de garantizar la justicia social y la distribución de la riqueza, la legislación inteligente y que proteja el sentido del bien común del país.
La filosofía latinoamericana es praxis, es interpretar nuestra propia realidad crítica y creativa para transformarla. Aquí está la clave de esta, el querer ejecutar una alternativa profunda de las relaciones humanas. No es simplemente quedarse en la contemplación de las ideas. El comprometerse con la sociedad, es hacer responsabilidad en el pensamiento para concretizar el bien común, exponerlo y ejecutarlo; es partir de la propia historia para mostrar los abusos del poder y alienación que han sufrido los pueblos en manos de unos pocos que han pretendido perpetuarse en el poder solapada o abiertamente para aprovecharse de la vulnerabilidad de los bienes públicos y de quienes ven en los puestos políticos una forma de beneficiar directamente a sus empresas familiares, proteger los privilegios que alcanzan como figuras influyentes en los ministerios públicos y agilizar trámites burocráticos para sus cercanos, lo que entorpece la labor pública y violenta, directamente, el Estado de derecho que promueve la igualdad de los ciudadanos.
A partir de la experiencia, hay que “enfrentar la realidad, desde una memoria que se sabe despierta y con una actitud crítica que permita discriminar entre lo que debe permanecer y lo que se debe modificar” (Cerutti, 1996, p. 95).
Es la toma de conciencia social y política, personal y colectivamente, quien crea el compromiso y preocupación por la transformación, la justicia social, la instauración de la ética en nuestro hacer, pensar y actuar. La parte de la actitud crítica es fundamental del filosofar y tiene su correlato en lo que Martí postula en su obra, como compromiso de la juventud, la nueva juventud, ¿se critica para qué? para decidir qué debe permanecer y lo que se debe cambiar.
En este caso, el deber de las universidades en este esfuerzo de transformación es colaborar en la dimensión teórica concientizadora y problematizadora de las realidades, al emancipar las mentes, en la búsqueda del bien común:
La universidad debe asumir su responsabilidad ante la sociedad y la historia latinoamericana No puede silenciar un debate que adquiere proporciones decisivas. Quizá todavía quede algo de sensibilidad entre nosotros como para aceptar lo que a veces los más “simples” ven con una claridad envidiable. (Cerutti, 2007, p. 74)
Hoy es momento de volver a arrollarse las mangas y trabajar en beneficio de los demás, ver a las y los intelectuales fuera de sus cátedras universitarias, que dejen de enseñar al sector privilegiado de estudiantes universitarios y se hagan sentir en la realidad social, impactando la misma para transformarla, es momento de retomar el ejemplo de los grandes maestros del pasado involucrados de lleno y comenzar a enseñar, desde la humildad, a las personas que no han tenido nuestras mismas oportunidades de estudio y de lograr ver un poco más allá de lo que política y socialmente se aparenta. El compromiso por parte de las universidades es ético, afianzando su raíz en la promoción de la persona, profesionales con un gran temple ético y sensibilidad social. “La universidad latinoamericana debería centrar su esfuerzo en construir la información que necesite para elaborar su análisis de las realidades concretas, nacionales, latinoamericanas y mundiales y poder proponer vías de acción en consecuencia” (Cerutti, 2007, p. 79).
Se deberá comprender que un desarrollo económico no es tal, si la promoción y dignidad humana está rezagada gravemente. Un pueblo sin empleo y justicia es un criadero de violencia y delincuencia, que entorpecen y atropellan cualquier alternativa. Si se solucionan estos problemas se podría invertir más en educación como medio privilegiado de resolver los problemas sociales, la auténtica formación humana como seres complejos, individuales, sociales, emocionales, sexuados, psico-bio-sociales.
Estamos en tiempos de cambio de paradigmas económicos y de desoccidentalización, causado por el colapso ideológico del neoliberalismo y el recrudecimiento de las ultra derechas en algunos países “desarrollados”. La mano invisible del mercado, y las relaciones desleales en el nivel financiero, son un asidero para pensar en nuevas alternativas de transformación, “nos interesa el proceso revolucionario, la transformación efectiva de la realidad y su sentido” (Cerutti, 2007, p. 98).
Es querer devolver la esperanza a quienes han perdido todo. Es dar sentido a un mundo que se ha materializado, excluido, aislado, discriminado y en el cual se ha “etiquetado” a millones de seres humanos para ser, únicamente, mano de obra y explotables en todos los campos de la sociedad.
4. Desarrollo sostenible latinoamericano, utopía del paraíso
Nuestra América está catalogada en el nivel mundial como uno de los destinos turísticos más hermosos del mundo. Su amplia diversidad de flora y fauna abarcan gran cantidad de la biodiversidad del planeta y cuenta con las mayores áreas de reserva natural del mundo, por ejemplo el Amazonas, considerado como uno de los pulmones del mundo. En el caso de Costa Rica:
Con solo 51 100 km2 de superficie terrestre (0,03% de la mundial) y 589.000 km2 de mar territorial, Costa Rica es considerado uno de los 20 países con mayor biodiversidad del mundo. Su posición geográfica, sus dos costas y su sistema montañoso, que provee numerosos y variados microclimas, son algunas de las razones que explican esta riqueza natural, tanto en especies como en ecosistemas. Las más de 500.000 especies que se supone se encuentran en este pequeño territorio representan cerca del 4% del total de las especies estimadas a nivel mundial. De estas 500.000, poco más de 300.000 son insectos. (Sistema Nacional de Áreas de Conservación Costa Rica, 2018, p.2)
Con esta breve ejemplificación es de importancia capital señalar que en Nuestra América existen y se promueven formas de conservación, a través de las leyes de los Estados y de asociaciones no gubernamentales que buscan la protección del medio ambiente, aunque son insuficientes frente a los intereses de las transnacionales extractivistas. Este tema es de gran interés, ya que uno de los mayores ingresos financieros para los países de la región es el turismo, pero no solo hay que tener una mentalidad mercantilista en el asunto de la conservación de la naturaleza.
El calentamiento global es un problema grave que afecta a todos. La desertificación, la escasez de agua potable, la falta de alimentos por falta de procedimientos conscientes y solidarios de producción de alimentos ocasiona hambruna, miseria y dolor en las poblaciones más vulnerables.
Esta realidad no es ajena a nuestra región. Ella es fuente de grandes “recursos” naturales, la explotación de los hidrocarburos, la tala de árboles en el Amazonas y en general todos los países. Esta deforestación extraccionista provoca el agotamiento de los suelos, la desprotección de las fuentes de agua, la contaminación del aire, la saturación y la contaminación de los ríos, lo que genera una devaluación masiva del sistema natural. Los “recursos” que antes se creían inagotables se han puesto en grave peligro, que repercute en las sociedades más desprotegidas y frágiles, se debe tomar conciencia que la naturaleza solo nos da bienes comunes para sostener y desarrollar la vida, pero como especie se ha destruido sistemáticamente la naturaleza y ha sido vista como un recurso explotable. Las enfermedades tropicales han aumentado, y el riesgo de pandemias son reales e inminentes.
Ante estas dimensiones, es apremiante tener una consciencia ecológica de preservación de la naturaleza, que se traduzca en bienestar de vida, mejores condiciones de aire y reservas de agua.
En esta dinámica de conservación se vislumbran nuevos escenarios para la construcción de nuestra utopía, no solo en las transformaciones sociales, económicas y políticas, sino también en el uso adecuado de los bienes comunes.
Ante la destrucción de nuestro medio ambiente, esto nos debe provocar la inquietud por el compromiso, una conciencia verde, consciencia de lo que estamos haciendo. Nuestra América no se puede quedar de largo a esta revolución ambiental. Lo malo de esto son las políticas arbitrarias y contradictorias de los gobiernos, aunado a los intereses políticos y económicos de las clases políticas burguesas dominantes, que en su mayoría, no quieren impulsar un cambio en los medios energéticos debido a que las estructuras de dependencia económicas que han creado, se desplomarían o las riquezas se reducirían.
Por otro lado, el progreso humano no ha sido planificado o se ha salido de las proyecciones en los últimos 400 años. Hemos pasado, en el siglo XVIII, de una población mundial de 800 millones de personas, marcadas por la explotación demográfica, como una consecuencia de la Revolución Industrial, a ser 7000 millones de personas en menos de 500 años, llevados por una oleada en la población occidental que se industrializay crece exponencialmente.
En pleno siglo XXI, el capitalismo neoliberal nos ha sumergido en una crisis civilizatoria y económica grave, enmascarada, inicialmente, bajo la excusa de crisis agraria, al utilizar como pretextos la falta de producción mundial de alimentos, la aparición de nuevas economías emergentes y las alzas en el precio del petróleo, donde peligra el abastecimiento de alimentos básicos para todas las poblaciones del mundo. El alto consumo del petróleo y la dependencia a este medio energético ha ocasionado una obstrucción al desarrollo de nuevas tecnologías que favorezcan al ecosistema mundial.
Con esto, el desarrollo de nuevas tecnologías debe ser impulsado de manera global. La producción de energías renovables se vuelve un tema prioritario. Si bien es cierto, soñamos con Nuestra América, se deben promover políticas de independencia de los energéticos, que busquen un autoabastecimiento y proporcionen nuevas tecnologías. Pero esta independencia energética, basada en un desarrollo ambiental, no se puede lograr si no tenemos una conciencia clara del potencial energético que posee la región.
La utopía es ver a Nuestra América libre y que se convierte en punta de flecha en cuanto a la búsqueda de nuevas formas de energía y limpieza de nuestro medio ambiente. Las transformaciones políticas tienen que ir de la mano con la sociedad civil y el ambiente. El potencial intelectual, el entusiasmo de los investigadores, entre otros factores pueden garantizar para la región una primacía en su compromiso y desarrollo de tecnologías ambientales, un liderazgo en el nivel mundial, en búsqueda de una sociedad más sana en todas sus realidades.
La construcción de Nuestra América no puede ser separada de un movimiento de sinergia social emancipadora, para exigir mejores condiciones de vida en todas sus dimensiones. No se podría continuar con la explotación ambiental como se vive hoy día, en la que los desastres naturales son causa directa de nuestro abuso con la naturaleza.
En sí la gran utopía latinoamericana debe tener un carácter humanista ampliado a toda la vida. Las mejores condiciones de vida deben marcar las transformaciones políticas reales, en la que no se dejen de lado la preservación de los recursos naturales como provecho para la región que se puede autoabastecer. Los movimientos ambientalistas deben ofrecer un medio de emancipación mental, el cual comprometa a los gobiernos a buscar esas opciones de independencia y construcción de nuevas posibilidades energéticas. Nuestra América necesita la libertad para generar el cambio necesario de las sociedades y la conformación de una América de nuevo nuestra.
Referencias
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Sistema Nacional de Áreas de Conservación Costa Rica (2018). Comunicado de prensa SINAC celebra el día internacional de la biodiversidad. Recuperado de: http://www.sinac.go.cr/ES/noticias/ComPrensa/Comunicado%20de%20prensa%20SINAC%20CELEBRA%20EL%20D%C3%8DA%20INTERNACIONAL%20DE%20LA%20BIODIVERSIDAD%202018.pdf
Zea, Leopoldo. (1977). Latinoamérica Tercer Mundo. México: Editorial extemporáneos.
Zea, Leopoldo. (1984). El pensamiento latinoamericano. Barcelona, España: Editorial Ariel, 1984.
Zea, Leopoldo. (1988) ¿Por qué América Latina? México: UNAM
Zea, Leopoldo. (1989). La filosofía latinoamericana como filosofía sin más. México: UNAM.
1 La base de este artículo corresponde al Capítulo III de mi tesis de Licenciatura en Filosofía, “Concepto de utopía en el pensamiento de Horacio Cerutti Guldberg” en el año 2013, presentada en la Escuela de Filosofía de la Universidad Nacional, se ha revisado y se han realizado algunas modificaciones en relación con el documento inédito.
2 Bachiller en Filosofía y Humanidades, Bachiller en Ciencias Teológicas, Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional, Licenciado en Docencia por la Universidad San Marcos, Máter en Estudios Latinoamericanos con énfasis en Cultura y Desarrollo, Universidad Nacional. Académico de la Escuela de Filosofía de la Universidad Nacional de Costa Rica. Correo electrónico: recordero85@gmail.com
3 Arnoldo Mora (2001), en su obra La identidad de Nuestra América afirma que “el término América Latina es de origen francés y data de mediados del siglo XIX en contraposición al término “Hispanoamérica” de origen español y del término “Panamericano” de origen americano (p. 29).
4 Costarriqueñismo para expresar popularmente un objeto o una cosa cualquiera.
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