e-ISSN: 2215-4078
Vol. 12 (2), julio – diciembre, 2024
https://doi.org/10.15359/rnh.19759
Recibido: 19/03/2024
Revisado: 25/05/2024
Aceptado: 23/10/2024
Licencia: CC BY NC SA 4.0
La educación frente a la policrisis de la humanidad Education in the Face of Humanity’s Polycrisis A educação diante da policrise da humanidade |
Dra. Olga Patricia Arce Cascante
Universidad Nacional, Costa Rica
Heredia, Costa Rica
https://orcid.org/0009-0001-6996-9018
Resumen
Introducción: En este ensayo se realiza una reflexión acerca de la policrisis que vive la humanidad frente a las posiciones de varios autores, quienes se refieren al camino necesario para enfrentarla. Objetivo: Desde este enfoque, el objetivo es analizar algunas de las principales crisis enfrentadas en la actualidad: las guerras, la violencia, el narcotráfico, la dificultad climática y la seguridad alimentaria, entre otras. Discusión: Se fundamentan las crisis globales entrelazadas y, posteriormente, se generan nuevas, de orden planetario. Este concepto de policrisis se aborda desde la complejidad, para luego realizar un diálogo intertextual e intratextual. Conclusiones: Al final, se propone la educación como aquella que debe ser necesariamente política en su quehacer, mediante cambios de paradigmas, basados en el amor, el sentir, la espiritualidad, las emociones y el entretejido colaborativo. Se considera esencial que los sistemas educativos promuevan aprendizajes para la formación de generaciones con conciencia planetaria en los ámbitos formales e informales.
Palabras clave: complejidad, educación, interdisciplina, policrisis.
Abstract
Introduction: This paper reflects on the polycrisis faced by humanity, considering the perspectives of various authors who discuss the pathways needed to address these polycrisis. Objective: From this standpoint, the aim is to analyze several of the major crises currently being faced, including wars, violence, drug trafficking, the climate crisis, and food security, among others. Discussion: The analysis focuses on the intersection of global crises, which subsequently lead to the emergence of new planetary-scale crises. This concept of polycrisis is explored through a lens of complexity, followed by both intertextual and intratextual dialogues. Conclusions: In conclusion, the paper suggests that education must necessarily be political in its practice, driven by paradigm shifts centered on love, emotions, spirituality, and collaborative networks. It is deemed essential that educational systems promote learning that fosters the formation of generations with planetary consciousness, both in formal and informal settings.
Keywords: complexity, education, interdisciplinarity, polycrisis.
Resumo
Introdução: Este ensaio oferece uma reflexão aprofundada sobre a policrise que a humanidade enfrenta diante das posições de vários autores que indicam os caminhos imprescindíveis para enfrentá-la. Objetivo: Sob essa perspectiva, o objetivo é analisar algumas das principais crises que a humanidade enfrenta atualmente, como as guerras, a violência, o narcotráfico, a crise climática e a segurança alimentar, entre outras. Discussão: O ensaio se fundamenta nas crises globais que se interligam e, em seguida, desencadeiam novas crises de caráter planetário. O conceito de policrise é explorado sob a ótica da complexidade, com a realização de um diálogo intertextual e intratextual. Conclusões: Ao final, propõe-se que a educação deve adotar uma postura necessariamente política em suas práticas, por meio de transformações paradigmáticas fundamentadas no amor, no sentir, na espiritualidade, nas emoções e no entrelaçamento colaborativo. Considera-se necessário que os sistemas educacionais precisam fomentar aprendizagens que formem gerações com plena consciência planetária, tanto nos espaços formais quanto nos informais.
Palavras-chave: complexidade, educação, interdisciplinaridade, policrise.
En el marco del nuevo humanismo que se promueve en el Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional de Costa Rica, se presenta este ensayo, cuyas características surgen de los principios esenciales de la complejidad con que también deben ser abordadas las problemáticas de la humanidad. Se analizan distintas crisis que deben ser abordadas directamente con el pensamiento complejo y de ahí con la praxis humanista. Desde el humanismo, se plantea la necesidad de hallar espacios desde donde el ser humano tome decisiones y también pueda autoemanciparse, mediante un esfuerzo voluntario y colectivo, en este caso, desde la educación. En cuanto al pensamiento complejo, García (2006, citado en Gómez, 2022) señala que “un sistema complejo es una representación de un recorte de esa realidad, conceptualizada como una totalidad organizada (de ahí la denominación de sistema), en la cual los elementos no son “separables”, y, por tanto, no pueden ser estudiados aisladamente” (p. 194).
Por su parte, el nuevo humanismo, de acuerdo con Baraona y Mata (2015, citado por Chuprine, 2022), se caracteriza por lo siguiente:
Se distingue por oponerse a todo resabio colonial del pasado, así como al rechazo a todas las nuevas modalidades de colonialismo, a toda forma de clasismo, sexismo, racismo, de explotación/destrucción de la naturaleza en aras del lucro y la acumulación de capital. El Nuevo Humanismo propone una sociedad global libre de toda desigualdad, asimetría, discriminación y xenofobia (social, de género, étnica y/o racial), en que la libertad, la integridad moral y física del ser humano no estén supeditadas al materialismo extremo, a la tecnología a ultranza y al lucro, y exista una relación armoniosa y sostenible entre sociedad y ambiente. (p. 181)
Ahora bien, precisamente aquí se analizan algunas de las diferentes crisis que vive la humanidad hoy. Se reflexiona sobre el concepto de policrisis, el cual más adelante se define, y cómo debe ser el comportamiento de la educación ante este fenómeno.
Se presentan datos sobre crisis de seguridad alimentaria en América Latina y el Caribe (ALC). También, se hace referencia a las principales guerras que actualmente experimentan algunos países en el mundo, así como a la violencia y al narcotráfico que sacuden a tantos pueblos, con algunos ejemplos. Además, se alude a la crisis climática que estamos experimentando y ya había sido anunciada hace décadas por diferentes organismos internacionales, como un presagio para que los sistemas educativos pudieran ir promoviendo aprendizajes en pro de la formación de generaciones con conciencia planetaria, desde todos los ámbitos formales e informales de los constructos políticos. Desde estos últimos, a menudo, la educación se comporta como neutral o sin la incidencia pertinente para transformar y liberar las decisiones necesarias con miras a la sobrevivencia (no supervivencia) de la humanidad.
Se realiza un diálogo intertextual mediante la reflexión metodológica de diversos autores, principalmente, Morin y Delgado (2017), en su propuesta para reinventar la educación, así como Gutiérrez y Prado (2015). Se intersecan datos, los cuales alertan que esas crisis han ido avanzando, a pesar de los anuncios insistentes de grupos y políticas educativas que poco han llegado a transformar las mentes de los pueblos. Al final, se brinda algunas de las bases fundamentales de la complejidad y la propuesta de la interdisciplina, a modo de la praxis humanista necesaria que debe tener la educación actual para abordar y enfrentar tanto dichas crisis como muchas más. Es una lectura intertextual, dialógica, frente a dificultades develadas por datos que sorprenderían a muchos, a otros los inquietarían y a unos, muy pocos, les provocarían promover cambios en los aprendizajes para la vida que se deben ejercer en la educación preescolar, primaria, secundaria y universitaria: “Entendemos que la salvación del planeta y de sus pueblos de hoy y de mañana requiere la elaboración de un nuevo proyecto civilizatorio” (Gutiérrez & Prado, 2015, p. 31).
2. Algunas crisis de la humanidad y concepto de policrisis
Las crisis ahora constituyen el cúmulo de situaciones complicadas de diversos tipos. Son “partes” en crisis y “un todo” también en crisis. Estas partes generan otras crisis que se vinculan entre sí. Todo el planeta se encuentra en medio de vicisitudes: guerra, violencia, hambre, clima y violación a derechos humanos, en general, entre muchas otras, que poco a poco han ido poniendo en peligro la salvación del mundo.
En la Reunión Anual del Foro Económico Mundial, que se celebró en el 2023 en Davos, Suiza, se planteó que:
El mundo se encuentra hoy en un punto de inflexión crítico. El gran número de crisis en curso exige una acción colectiva eficaz. Y de esta naturaleza interconectada entre todas las crisis y riesgos, nace un nuevo concepto que se repetirá a partir de ahora: policrisis, que afectará a todo el planeta y se produce por la combinación de factores como el cambio climático, el peso creciente de la inflación, la polarización política y social, las tensiones geoeconómicas y la crisis de materias primas, entre otros. En esta nueva palabra, añaden un adjetivo: “inminente”, ya que la advertencia se hace en el corto plazo. Así pues, todas las crisis que se plantean interactúan o son consecuencia una de la otra. Se añade en el Informe de Riesgos Globales de esa reunión, que se exploran cuatro futuros posibles para el 2030 en torno a la rivalidad por los recursos y las policrisis que podrían surgir como resultado de la competencia por recursos naturales, competencia impulsada por riesgos medioambientales, geopolíticos y socioeconómicos interrelacionados. (Casas, 2023, párrs. 1-2)
Respecto a esta definición de policrisis, dichos eventos están interconectados, así como en la ciencia y la biología todos surgen y confluyen de un mismo sistema autoorganizado. La crisis de valores, la falta de solidaridad, la competencia insaciable, el individualismo, la “sed” de poder centralizado, entre muchos otros factores, se aprendieron en algún lugar, en algún espacio. De cierta manera, las formas de aprendizaje, según se plantea en este ensayo, son las causantes de esta policrisis que ha trascendido fronteras. La educación promulgada desde las esferas políticas, nacionales e internacionales ha subyugado a los pueblos a visiones de mundo supeditadas a la fragmentación, sin concebir la totalidad y mucho menos una conciencia planetaria.
En este sentido, Morin y Delgado (2017) señalan que: “La ilusión del conocimiento, la política racional e ilustrada, la educación que estandariza, el progreso y el apetito por lo urgente, el control y las certezas, todavía predominantes, nos conducen al abismo” (p. 9). Y agregan que la única alternativa para este abismo es la metamorfosis, pero con acciones concretas. Mucho se ha dicho de cómo abordar conflictos, de cómo enfrentar las diferencias, pero gran cantidad de esto se queda en verbalizaciones con pocos actos concretos que puedan utilizarse en la segunda década del siglo XXI. Sin embargo, las transformaciones no se deben quedar en ideales, como quien ve, sufre y se asusta por las crisis. Tampoco, de ninguna manera, se puede pensar que ya es tarde, pero sí es cierto que las acciones pedagógicas no han sido suficientes para enfrentar el deterioro ético, el subdesarrollo de la sensibilidad, la deshumanización, el sistema capitalista y globalizante, el desarrollo tecnológico aceleradísimo, la cultura de empresa y de mercado, según se refieren Gutiérrez y Prado (2015).
Será que el grito de los pobres, de la tierra, de los grupos vulnerables, de la niñez, de la necesidad de empleo, de la desigualdad social, de las madres, entre otros, no se escucha en las aulas, en las planificaciones curriculares, en la elaboración de políticas. Será que las luchas no alcanzan para que lleguen a los sistemas universitarios, los cuales deberían responder a la formación de profesionales con una conciencia planetaria, capaz de lograr verdaderas transformaciones sociales, emocionales y profundos cambios espirituales para el bienestar común.
Hay una desconexión profunda entre los seres humanos. El quehacer de cada uno se ha ido individualizando cada vez más, al punto de que la supervivencia sobrepasa los límites de la sobrevivencia colectiva. Y esa visión de competencia desmedida se ve en las aulas, en los estándares de educación que invisibilizan la desigualdad social, lo cual hace que cada vez se replique este modelo una y otra vez en ciertas zonas del país, de las regiones y del mundo. Se nos dificulta dimensionarnos como parte de un inmenso cosmos y esa fragmentariedad provoca cada vez más el posicionamiento de pensamientos individualistas, egoístas, que viven la inmediatez. Así se estancan los pocos ideales colectivos de una conciencia planetaria, que emergen con valentía, pero sin lealtades grupales ni en la academia, ni en los Gobiernos, ni en las aulas y, por consiguiente, ni en las comunidades, ni en las familias, ni en el mercado, ni en la vida en general.
Sin embargo, para redimensionar esta policrisis y abordar sus múltiples aristas, primero es necesario recordar los resultados que en la actualidad obtenemos de la formación que recibimos. El mundo está cada vez más convulso y lo curioso es que la forma como resolvemos las vicisitudes de la vida sigue siendo la misma: competencia; individualismo; cegueras sociales; violencia; vidas cercenadas sin control, lastimadas y otras eliminadas, con el consecuente deterioro en la paz y armonía social que nos debería regir.
Según Gutiérrez y Prado (2015), debemos dimensionar a los seres humanos como integrantes del inmenso cosmos, pero ellos indican que esto nos obliga a un profundo cambio de valores, relaciones y significaciones como parte del todo global, para lo cual son necesarias actitudes básicas de apertura, interacción solidaria, subjetividad colectiva, equilibrio energético y formas de sensibilidad, afectividad y espiritualidad. Sin embargo, los modos de vivencia y supervivencia en muchísimos ámbitos muestran que no se sabe a quién le corresponde promover esas modificaciones. Sí es cierto: ¿a la educación? ¿Por qué, entonces, tan poca injerencia?
Los retos presentados en la actualidad son más acuciantes y pertinentes que aquellos con los que se diseñaron programas, políticas educativas e ideologías. Lo más preocupante es que de estos dependen las maneras como se enfrentan las crisis de la humanidad hoy:
La humanidad encara hoy un número creciente de retos que tienen como denominador común su naturaleza global. Para estar en mejores condiciones de enfrentarlos, necesitamos una educación que nos prepare para reconocer y combatir problemas de esa naturaleza. Contamos con ella solo parcialmente. La creación de ese pensamiento es parte de la reinvención de la educación y de la universidad como uno de sus pilares. (Morin & Delgado, 2017, p. 49)
Ante crisis nuevas, surgen novedosos mecanismos de enfrentarlas y, a la vez, conocimientos actualizados, formas de pensamiento, apertura e incidencia política real. A continuación, se mencionan algunas de las crisis que vive la humanidad actualmente, las cuales se convierten en consecuencias de las formaciones o deformaciones de los sistemas educativos de los que hemos sido objeto.
•Crisis de seguridad alimentaria. En cuanto al origen de este tema, el artículo 25 de la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada en 1948, reconoce que toda persona “tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios(...)” (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, 2012, p. 34). En esta misma fuente, se indica que la seguridad alimentaria supone el cumplimiento de cuatro condiciones o “dimensiones” interrelacionadas: a) la “disponibilidad”, b) el “acceso”, c) las condiciones que aseguren la “utilización” biológica de los alimentos y d) la “estabilidad” tanto en disponer como acceder alimentos adecuados en todo momento. El hambre está presente en muchos de los pueblos del mundo, y no se trata solo de disponibilidad, sino, principalmente, de acceso a los alimentos. No hay equidad ni solidaridad en las políticas de muchos países que, a pesar de contar con recursos naturales propicios para la producción agropecuaria. En muchos múltiples sectores, el problema se basa más en cuán nutritivas son las provisiones que se consumen y esto provoca índices de obesidad, desnutrición y más pobreza en el orbe.
En 1983, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) analizó el concepto, lo redefinió y adicionó el componente o dimensión acceso de todas las personas a los alimentos, particularmente, las más vulnerables, así como el equilibrio entre la demanda y el suministro. Además, el concepto pasó de ser un asunto mundial y de países a uno que incluye a personas y hogares, pues se estableció que el objetivo de la seguridad alimentaria era: “asegurar que todas las personas tengan en todo momento acceso físico y económico a los alimentos básicos que necesitan” (FAO, 1983, citado en Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, 2012, p. 34).
Un ejemplo: los ministerios de salud, en coordinación con los de educación, pertenecientes a las naciones de América Latina y el Caribe, han desarrollado esfuerzos conjuntos para brindar alimento a la población estudiantil de escuelas y colegios, en educación preescolar, escolar y secundaria. Se trata de que tengan los componentes básicos en sus almuerzos y meriendas, pero se sabe que muchas veces es lo único saludable que ingieren estos alumnos en su día. El acceso a alimentos se limita por el alto costo de estos en la canasta básica. Los niveles de proteínas ingeridos por la población en pobreza y en pobreza extrema, así como por muchas personas de clase media, no alcanzan para cubrir las necesidades de nutrición. Este es un asunto atendido por muchos organismos internacionales; no obstante, aún no se concreta en decisiones gubernamentales claras y oportunas.
•Crisis de la guerra. Las guerras azotan a los países, pueblos y mentes, pero, específicamente, veamos los datos de las guerras entre Ucrania y Rusia y entre Israel y Hamás. Han demostrado que la forma de afrontar llegó a los límites de antivalores de la vida, sobre todo cuando esta corresponde al contrincante. Particularmente, con respecto a la guerra entre Israel y Hamás, recuérdese que este conflicto armado estalló el 7 de octubre del 2023. En la actualidad, se habla de más de 40 mil personas fallecidas. Ahora los sobrevivientes también enfrentan hambruna, enfermedades y no se vislumbran soluciones a corto plazo. Hay que resaltar que la mayoría de las víctimas son civiles (La Razón, 2024). Con respecto a la crisis de la guerra entre Ucrania y Rusia, además de las más de 300 mil víctimas, según la BBC News Mundo (2022), desde que el enfrentamiento estalló el 24 de febrero del 2022, se han presentado diversas y gravísimas consecuencias en el mundo. Esto nos hace pensar en el efecto que produce una piedra en el estanque o la secuela del aleteo de la mariposa. Todo el planeta se ve afectado por la guerra en cualquier parte del mundo, pero, en particular, esta ha producido nuevas crisis: a) alimentaria, por la importancia de Rusia y Ucrania como exportadores de productos comestibles, entre ellos, el trigo; energética, ya que la contienda desencadenó la peor crisis global de esta índole que ha habido desde la década de los años setenta; inflacionaria, puesto que la complejidad energética y la desaceleración del crecimiento contribuyeron a un aumento de la inflación; de divisiones y nuevas alianzas con la OTAN; de desplazados: más de ocho millones de ucranianos han huido en calidad de refugiados a otras partes de Europa, según la agencia para refugiados de las Naciones Unidas, y se calcula que otros cinco millones quedaron desplazados dentro de Ucrania; la situación con China, la cual se abstiene de criticar a Rusia, pero no desea que la guerra escale, al tiempo que mantiene buenas relaciones con aquel país, hecho mirado muy de cerca por Estados Unidos (Mpoke, 2023).
•Crisis climática. El cambio climático tiene consecuencias muy serias sobre la salud, la economía y el ambiente. Un ejemplo se puede observar en la siguiente cita:
Otro impacto de las adversidades climáticas es que amenazan la seguridad alimentaria y la provisión de agua potable de la población mundial. Tal como informa el IPCC, los extremos climáticos tienen efectos en cascada que afectan el acceso al agua limpia y potable, así como la producción de alimentos, lo que lleva a millones de personas a padecer hambre de forma severa e inseguridad hídrica, especialmente en África, Asia, América del Sur y Centroamérica, Islas Pequeñas y el Ártico. (National Geographic 2022, párr. 6)
Lamentablemente, las acciones sobre este fenómeno son efímeras, casi imperceptibles para el retorno. Pareciera que ya muchas son tardías. Precisamente, la línea pedagógica de la ciudadanía ambiental de la era planetaria desborda los estrechos límites de la educación centrada en la lógica de la competencia y acumulación, así como en producir ilimitadamente riqueza, sin consideración de la naturaleza y las necesidades de los otros seres del cosmos, como señalan Gutiérrez y Prado (2015). Recordemos que disponibilidad de alimentos se ve amenazada por la variabilidad climática, lo cual redunda en mayores índices de pobreza. Asimismo, indican estos autores, a pesar de que se han visto muchos activistas y grupos voluntarios, en la práctica han tenido que ver poco o muy poco con la teoría sostenida.
•Crisis por la violencia de los derechos humanos. ¿Cuántos casos de violencia de derechos humanos? Hambre; falta de techo; discriminación; abuso de poder; desigualdad social; silencio obligatorio para los ciudadanos, impuesto por algunos Gobiernos de América Latina y muchos otros lugares en el mundo, por ejemplo, debido al temor a ser sancionados y hasta asesinados o encarcelados, producto de la corrupción. Pareciera que hay que vivir con miedo, así es, vivir con temor por lo que sigue y sin esperanza. No olvidemos todo lo que trae el miedo: ansiedad, depresión, estrés, autoestimas deterioradas, entre otros muchos otros conflictos mentales, y ni qué decir de la sed de venganza para muchos.
Los derechos humanos se violentan día tras día: cuando se dan casos de persecución política, cuando, aun creyendo que se eligen los gobernantes, esto no pasa, por la corrupción y la manipulación de los sistemas electorales; cuando las personas no pueden regresar a su país después de haber salido de este; cuando muchos viven en el exilio; cuando se discrimina por motivos de raza, religión, nacionalidad; cuando se violenta la propiedad intelectual; cuando no podemos expresar libremente nuestras creencias u opiniones; cuando la gente no puede reunirse libremente; cuando no hay seguridad social para todos; cuando las condiciones de trabajo son irregulares, por salario, estabilidad, salubridad, etc.; cuando la educación brindada en las zonas urbanas difiere enormemente de la que se otorga en muchas áreas rurales; cuando se discrimina por asuntos culturales y no se pueden expresar las tradiciones artísticas y ancestrales. En fin, constantemente, se violan los derechos y en muchas ocasiones se normaliza vivir sin ellos, con tal de sobrevivir y no entrar en conflicto con estructuras de poder.
Si el ser humano pensara en la complejidad de la red vital, sabría valorar la totalidad y reconocer que, si destruye cualquier tipo de vida, se devastaría a sí mismo. La inteligencia, el aprendizaje y el conocimiento están ligados incondicionalmente a valores y no se pueden separar del amor, la compasión, la libertad, la gratitud, el respeto, la humildad, la solidaridad, la amistad y la honestidad. Sin embargo, el mundo fragmentado y fragmentador donde vivimos nos desliga de esa complejidad y nos cercena como “islas” dentro de un gran universo del que somos parte. Precisamente, la Carta de la Tierra promueve el establecimiento de una cultura de tolerancia, de no violencia y de paz, así como el respeto hacia la diversidad cultural y religiosa, con respecto al cuidado de los pueblos y a la gran comunidad de la vida (Carta de la Tierra Internacional, s. f.).
•Crimen organizado. En organizaciones criminales, la vida no es tan siquiera el sentido por la existencia humana. No tiene valor. Tan es así que, en ciertas bandas delictivas, la formación dada a los más chicos incluye que se puede entregar la vida por su causa, sin miramientos. Entonces, ¿qué sentido tendría valorar al ser humano como ente vivo que tiene derecho a no contaminar su cuerpo con sustancias ilícitas, si las estructuras criminales más bien contratan y subcontratan para asesinar a quienes alguna vez fueron parte de su propia organización?
El panorama que se presenta a menudo es poco alentador, tanto que “para qué voy a sembrar un árbol si la crisis de la naturaleza no se remedia con tan pequeña labor”. Así piensan muchos y sobreviven al vaivén de las noticias, las crónicas de muertes anunciadas, esperando que otros sean los que resuelvan.
Morin y Delgado (2017) se refieren a las crisis como la policrisis de la humanidad: “una policrisis que demanda creatividad y audacia para sortear el abismo. Necesitamos reinventar la educación y la universidad para la formación de personas capaces de enfrentar el desafío global, planetario, de esa policrisis de la humanidad” (p. 50). Agregan que necesitamos reinventar la educación y la universidad, para formar personas capaces de enfrentar el desafío global, planetario, de esa policrisis humanitaria.
¿Cuál es ese cambio que debe surgir de lo más profundo del ser, para lograr transformaciones prometedoras en el corto tiempo? Solo como reflexión: rememoremos la labor que ha venido realizando el presidente de El Salvador Nayib Bukele en su país, con respecto a las maras salvatruchas. Estas mafias han sido responsables de los aterradores crímenes que por décadas tuvieron a ese país sumido en la desesperanza. Se le consideraba la nación más violenta y de mayor inseguridad en América Latina y, quizás, en el mundo. Bukele, luego de la pandemia por la COVID-19, destinó importantes recursos para coordinar operaciones masivas y detener a casi sesenta mil delincuentes. Lo más curioso es que la operación no acaba, pues cada vez aparecen más mareros y muchos que han migrado a otros países se han asociado a bandas de narcotraficantes reconocidas en México, Estados Unidos y Honduras. Sí se sienten aires de seguridad en el país y ahora recientemente, en febrero del 2024, Bukele volvió a ganar en las urnas electorales con casi la totalidad de la Asamblea Legislativa. Muchos organismos internacionales siguen juzgando a Bukele, por la violación de los derechos humanos, pero, aquí, con esta reflexión, lo que nos interesa es cavilar sobre el tema de la educación que recibieron estos criminales, quienes también son producto de un sistema que no logró formar a partir de una concepción para la vida. ¿Será esa la solución: megacárceles para compendiar a estos delincuentes en un solo lugar? ¿O tendrán que venir nuevas generaciones de jóvenes formados con visiones novedosas de mundo, en las que aprecien la esperanza de vida como oportunidades para nuevos modos de empleo o superación y no dedicarse a la criminalidad ni a ser parte de las estructuras que formaban sicarios y delincuentes? ¿Serán estos los niños y jóvenes quienes aprenderán a ver la superación como formas de convivencia, donde se comparte y se disfruta la paz? Pero, ¿quiénes los formarán: los mismos que instruyeron a los mareros o quienes, en instituciones de gobierno, no lograron alcanzar a esos infantes con una educación para la vida y por ella, con la cual se respetaran los derechos humanos, y el fin fuera el bien común? Para este ensayo, solo interesa reflexionar sobre el tipo de sociedad que allí se construyó. Precisamente, Laura Chinchilla, expresidente de la República de Costa Rica (2010-2014), señala:
Para mí sería un signo de fracaso contundente salir a hacer alarde de que tengo la prisión más grande del mundo. Yo quisiera competir diciendo que tengo las escuelas más grandes y eficientes del mundo, pero no las cárceles. Allí evidentemente hay un símbolo de una sociedad fallida. (Lissardy, 2024, párr. 24)
3. Reconsideración del modelo de educación actual
La formación desde los centros universitarios pareciera que tendría que redirigir los cánones en reglamentos, programas, planes, en fin, en las políticas educativas de los pueblos. La educación debe contemplar la complejidad, sin la cual no es posible atender la policrisis de la humanidad: “La complejidad educativa es cognoscitiva, política y ciudadana” (Morin & Delgado, 2017, p. 51).
Mientras sigamos pensando que la educación se circunscribe a las cuatro paredes de las aulas y aunque algunos piensen que con un poco de extensión se logra lo contrario, nos quedaremos con excluir a los aprendientes de su verdadera participación en los diferentes nichos sociales. Si no hay participación, no hay compromiso; sin compromiso social, no hay arraigo. La gente que no se siente parte de un nicho fácilmente se encontrará caminando al vaivén de las propuestas del mundo globalizante y amenazador de la convivencia.
El estudiante debe comprender que el reto es que lo aprendido no solo se lleva a sus oficinas, proyectos, empresas, instituciones, entre otros. Se debe trasladar a la comunidad, ahí, donde habita, forma parte y se encuentra su pedacito de planeta. El mundo está en crisis, pero los espacios comunales de muchos pueblos latinoamericanos están cerrados, destruidos o simplemente no existen. Son escasísimos los grupos comunales en deporte o liderazgos juveniles que puedan influir en las políticas locales, municipales y nacionales. En el caso de Costa Rica, ¿cómo lograr esa participación? Se requiere abrir caminos, promover aprendizajes en todas partes. Los jóvenes carecen de oportunidades y, por ello, son presa fácil de estructuras criminales.
¡Y ni qué decir de la falta de solidaridad en sitios inimaginables! Allá, sí, desde edades tempranas, donde en el mundo globalizado la ley del más fuerte y del más habido tiene prominencia entre su grupo: niños saturados de juguetes, solos, cuidados por guarderías también dirigidas por modelos de superioridad, aquellas que enseñan a leer antes, con más idiomas, con más artes, etc. Desde ahí, la desigualdad se empieza a mostrar y se repite en los ambientes de trabajo, comunales, ciudadanos, entre otros. Por ello, el individualismo se comienza a gestar a partir de edades tempranas y los formadores provienen también de esas instituciones que día tras día replican el modelo, aunque, como dijimos antes, con algunas excepciones que no alcanzan para crear las propuestas nacionales y universitarias de educación:
El mundo en crisis es un mundo en transformación, en riesgo y oportunidad de cambio. La degradación es uno de los futuros posibles. Conducen a ella procesos subterráneos y procesos visibles. Nada nos garantiza el éxito en el empeño por hacerlo cambiar en una trayectoria predeterminada, ni nadie cuenta con la lucidez intelectual y el control de los factores que inclinarán la balanza en determinada dirección. (Morin & Delgado 2017, p. 10)
La educación como sistema debe ser política. Es preciso que incida en la política pública, en la planificación educativa, que explicite el proyecto país esperado y no sea neutral:
(…) se continúa pensando en la educación como dispositivo supuestamente neutral y se sigue actuando para hacer de la educación un instrumento de reproducción de los propósitos políticos de los grupos que pugnan por el poder, y de reproducción del sistema social vigente. (Freire, 2008, como se cita en Morin & Delgado, 2017, p. 55)
La universidad debe preparar profesionales para la vida, con el propósito de respetarla en todas sus formas. Sin embargo, lamentablemente, incluso, muchos intentos fallan desde el mismo momento en que se ve como algo externo a la existencia del ser humano y no como parte de todo un cosmos. Por ello, los proyectos sobre desarrollo sostenible y visión ecológica se limitan al reciclaje o a unas “pinceladas” por el acopio. Son significativas, claro, pero no se extienden a las políticas públicas para pasar a una dimensión planetaria. Ese egoísmo, el individualismo y la visión mecanicista se trasladan a las relaciones interpersonales, las prácticas educativas, las acciones casi nulas con las que se atienden las diferentes crisis en los países, con respecto a las ideas sobre el cuidado del ambiente.
Es necesaria una política de civilización y humanidad que reconozca nuestras responsabilidades y nuestro lugar en la Tierra-Patria, señalan Morin y Delgado (2015), para lo cual la educación también debe ser profundamente política:
Hacer política de toda la educación, en el sentido de constituirla en un dispositivo que habilite a los seres humanos para alcanzar una conciencia crítica de sus circunstancias, su quehacer y su vida, permitiría, a la vez, contribuir a la realización práctica de la vida democrática en el sentido antes expuesto, y a la superación del divorcio actual entre ambas. (pp. 55-56).
Morin y Delgado (2017) presentan la propuesta dirigida a una red de la vida y hacen alusión a la complejidad de los sistemas; en este caso, el educativo es el que debe responder a las necesidades de todos los demás para abordar las crisis y prevenir otras similares. A menudo, no se halla una practicidad en su propuesta, como indicó Baraona (2023) cuando señala que Morin no se refiere específicamente a los temas de interdisciplina ni complejidad. No obstante, en este ensayo se analizaron formas prácticas y accesibles, fundamentales para que la educación se constituya en un pilar pro valoración de la complejidad y sus implicaciones en las sociedades tanto actuales como futuras. La interdisciplinariedad es fundamental con miras a este cometido, entendida no como la mezcla de temas en los programas ni la participación arbitraria de docentes en diferentes cursos. Se trata de una construcción de conocimientos dada por parte de la interacción de saberes y personas que deciden compartir, a través de la mediación dialógica, su contexto, sus creencias, su historia, sus percepciones, sus formas de resolver conflictos y así construir nuevos conocimientos para el bienestar de la humanidad. Con base en una visión holística y compleja de la red de la vida, cada participante promueve una y otra vez esa construcción, porque sabe que los resultados son de ida y vuelta, presentes y futuros, prometedores.
Ahora bien, esas propuestas están estrechamente ligadas a la esencia misma del ser humano, a su dimensión espiritual, cognitiva y emocional. Verlo como la máquina que hace y deshace solamente es volver al paradigma anterior, deshumanizante y fragmentado. Son necesarios el amor, la ternura, el diálogo, la conversación, la colaboración (Colombo, s. f.).
Es devastador presentar parte de los “rostros” más crudos de la humanidad. A veces, la esperanza se nubla y se siente la desesperanza, a pesar de los esfuerzos de quienes lucharon por un mundo mejor. Hemos comprendido que la transformación necesaria viene de triangular la educación, la política y la complejidad; no podemos pensar que la primera, como sistema, variará, si inicialmente su fundamento no es complejo. Este debe ser abordado en las propuestas curriculares de los programas universitarios, no solo de formadores, sino de quienes los instruyen en los ambientes universitarios. La universidad tiene la obligación de fundamentar su quehacer y planificación sobre las necesidades y cambios de la sociedad y, para ello, tiene la autonomía que se lo permite y se lo demanda. ¿Será que en medio del dolor quedan esos vestigios de esperanza y capacidad creadora?
En este ensayo se han presentado los argumentos de la crisis de la humanidad expuestos por autores como Gutiérrez y Prado (2015) y Morin y Delgado (2017), principalmente. A partir de este análisis, se insiste en que emerja en la educación ese espacio para el sentir, desde el mismo propósito del currículum y en la cotidianidad. En medio de la oscuridad siempre queda un ápice de esperanza, pero no solo como un ideal, sino como plan emergente que debe diseñarse para cambiar el rumbo de la humanidad. Así pues, no hay otro camino que la educación, como aquella que logre traspasar los límites del poder y que convierta a las personas de pensamiento crítico y solidario en tomadoras de decisión. La idea es sensibilizar los esquemas mentales rígidos y deshumanizados, capaces de trascender hasta reactivar la conciencia planetaria a la que se refieren Gutiérrez y Prado (2015), cuando indican que no se trata de una esperanza ilusoria y salvadora, sino de una utópica y creadora, activadora y regeneradora, la cual corresponde al momento en que vivimos, el de actuar.
Se trata de influir directamente en el sistema, con “bisturí”, es decir, sin temor a realizar los cambios necesarios desde los programas formales e informales educativos, como en municipalidades, institutos de educación comunitaria, comités, fundaciones, entre otros, en otras palabras, todos los espacios donde confluyan situaciones de aprendizaje. Replicar los modelos aprendidos en el pasado nos llevará, indiscutiblemente, a nuevas policrisis de la humanidad, en las que posiblemente ya no haya retorno. Si se continúa viendo cada problema de los grupos y sectores por separado y el individualismo se fomenta desde las edades tempranas, en definitiva, tendremos que afrontar, con desesperación y sin asombro, lo que le espera a la humanidad.
Sin embargo, la propuesta que aquí se presenta va direccionada a una prevención, pues las crisis que ya embargan a la humanidad son difíciles de erradicar, debido a los mismos principios con los que se formaron:
El sistema complejo global que constituye hoy toda la red de la vida y la expansión humana en el planeta, parece hoy irremisiblemente orientado hacia algún tipo de corrección catastrófica, cuyo desencadenamiento puede iniciarse en cualquiera de los subsistemas, para luego convertirse en un fenómeno de consecuencias generales. No queremos subestimar la trascendencia de la conciencia y la voluntad humana, así como de nuestros instintos de supervivencia como especie. Pero es necesario ser realistas y aceptar que el sistema complejo global ya no puede ser reformado, y que necesita una reestructuración completa, empezando por dejar atrás el capitalismo, en tanto racionalidad económica que es irracional desde todo punto de vista de nuestra propia existencia humana colectiva e individual. (Baraona & Herra, 2019, p. 194)
Se considera, así, pues, en este ensayo, que se debe gestionar una educación para la entramada red de la vida, desde los primeros años de escolaridad, con la cual se vaya promoviendo el pensamiento crítico, de manera que el ser humano sea capaz de incidir, desde sus nichos vitales, en la transformación oportuna y pertinente de la educación. Esto, para la formación logre prevenir más crisis y fomente los valores como la solidaridad, la sostenibilidad, el amor universal… hasta influir en las reformas de la enseñanza y el pensamiento. Para abrir caminos a la metamorfosis de la humanidad requerimos reinventar la educación, o lo que es lo mismo, avanzar por el atajo que conecta la ciudadanía con la transformación de la política y las reformas del pensamiento y la enseñanza. (Morin & Delgado, 2017, p. 11)
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