ISSN: 1405-0234 • Revista Nuevo Humanismo

Vol. 1(1), Julio-diciembre, 2013: 11-21.

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Los Estudios Generales, paso indispensable a una verdadera universalidad en la educación superior


Enrique Mata Rivera

Centro de Estudios Generales

Universidad Nacional, Costa Rica

enrique.mata.rivera@una.cr

Resumen

La universidad, desde su nacimiento, se constituyó como espacio de expresión y preservación de la universalidad del conocimiento; es decir, como el lugar donde se transmite y se difunde el saber humano. Hoy, esa misión de la universidad está en peligro de desaparecer ante las medidas neoliberales y los programas de ajuste estructural, que promueven la mercantilización de la educación y, por ende, transforman la casa de estudios superiores en instituciones empresariales, lucrativas, en la que la universalidad, elemento fundamental de la universidad, se perdería ante el predominio de una cultura virtual y superficial.

En este contexto, los Estudios Generales adquieren una gran relevancia por su carácter universalista e interdisciplinario, no solo por la gran diversidad de su oferta académica, sino por la presencia de académicos y académicas de las más diversas disciplinas, las cuales interactúan de formas múltiples y diarias y ofrecen a los jóvenes de primer ingreso una inmersión rica e indispensable en las manifestaciones más clásicas y contemporáneas del conocimiento, antes de que los educandos se orienten hacia una mayor especialización.

Palabras clave: universalidad, universidad, neoliberalismo, educación, Estudios Generales.

Abstract

From its origins, universities where conceived as a space to express and foster the universalism of knowledge; or in other words, as a place in which human knowledge can be transmitted and disseminated. Today, this essential mission of universities is in danger of disappearing as the result of neoliberal policies and programs of structural adjustment that promote a market oriented approach to education, and therefore, policies that are transforming institutions of higher education into enterprises that have profit as their main goal, and by which universalism is almost entirely eliminated from the curricula in order to implement an education highly specialized and with a very superficial and virtual understanding of the humanities.

Within this context, General Studies assume great relevance precisely because of their universalist and inter-disciplinary perspective, not only as the product of the diversity of their academic curricula, but also as the result of scholars from different disciplines, who interact on a daily basis in manifold ways in the same department, thereby offering to students at the freshman level a rich immersion in both classical and modern studies, before they become more specialized in the academic program of their choice.

Keywords: universalism, university, neoliberalism, education, General Studies.

1. La universidad en tanto forma superior de universalidad pedagógica y cultural

El mundo occidental se encontraba sumido aún en la fecunda oscuridad del medioevo, cuando estas peculiares instituciones públicas de educación superior que conocemos en la actualidad como universidades fueron creadas1. Desde sus orígenes más distantes en el siglo noveno de nuestra era2, la misma palabra “universidad” invocaba la noción de universalidad en latín, y definía esta nueva comunidad de educadores (as)3 y educandos, como “universitas magistrorum et scholarium”; es decir, como centros colectivos donde el conocimiento avanzado se gestaba y se transmitía entre educadores y estudiantes, en una suerte de cofradía dedicada al avance del conocimiento humano. Desde sus orígenes, las universidades se proponían generar y diseminar una visión del ser humano y de la naturaleza, que no estuviese confinada a diminutas parcelas del conocimiento o a pequeños círculos de iniciados. Por el contrario, se concebía como un ámbito donde el conocimiento se expresaría en toda la amplitud de sus posibilidades universales. La universidad nació, entonces, para ser en lo esencial un gran vehículo de expresión y preservación de la universalidad del saber. No se trataba, por consiguiente, de crear centros educativos para luchar contra su existencia, o de establecerlos en divorcio con la cultura y la sociedad de la época, o de abordar el conocimiento en compartimentos estancos y con prevalencia de la especialización sobre el dominio general de los fundamentos espirituales y cognoscitivos de la civilización, en la cual se encontraban inmersos. Al comienzo, asociadas en forma estrecha con algunas grandes religiones, las primeras universidades tienden a ser cada vez más laicas, amplias, tolerantes y universales. Ya en los siglos XIV, XV y XVI las universidades de mayor reputación como, por ejemplo, la Universidad de París, se convierten, con frecuencia, en santuarios y refugios donde prospera el pensamiento libre y crítico, al abrigo relativo de la intolerancia religiosa y la superchería que todavía predominan, en parte, en los círculos de poder y en el imaginario y la mente colectiva, a fines de la Edad Media y el Renacimiento. Se cimienta, de este modo, una tradición de libre pensamiento, laicismo, vocación social y universalidad, que caracteriza a la mayor parte de las universidades públicas hasta nuestros días (Homer, 1923).

2. Desafíos contemporáneos: América Latina en una nueva encrucijada de su historia

En América Latina, durante la llamada “década perdida” de los ochentas, las grandes instituciones financieras internacionales, como el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), imponen políticas de “reajuste estructural” para paliar la crisis fiscal y el endeudamiento externo abultado y creciente de las economías de La Región. El impacto de estas medidas sobre el presupuesto, la estructura y orientación de la educación universitaria en estos países ha sido tan profundo como devastador; pero lo es mucho más aún sobre el devenir de las universidades públicas. Es en este período crítico en el que, con la entronización creciente del neoliberalismo en América Latina, las universidades han transitado cada vez con mayor intensidad hacia el modelo de los establecimientos de educación superior como instituciones empresariales y lucrativas (Brunner, 1985). Esto ha significado que en numerosos países de La Región la línea clara de demarcación, que antes separaba a universidades públicas de las privadas (Belan et al. 1993), se haya tornado cada vez más tenue hasta desaparecer por completo, en el caso más extremo de países como Chile, considerado como vanguardia y modelo del ajuste estructural y las reformas neoliberales (Bengoa, 1996-1997, pp. 51-64).

En el caso particular de Chile, la mayor casa de estudios superiores pública en ese país recibe solo el 17% de su presupuesto general del Estado, con lo cual su matrícula supera con creces a la mayoría de las universidades privadas al admitir, en consecuencia, a estudiantes que provienen principalmente de colegios y liceos privados y de hogares con ingresos medios y altos. Lejos quedaron aquellos tiempos en que la Universidad de Chile era casi gratuita, pues recibía un presupuesto estatal que cubría la mayor parte de sus gastos operativos; además, aceptaba y educaba a estudiantes provenientes también de los estratos medio-bajo y bajo. Junto con este cambio en la orientación social y el vínculo de la universidad con el Estado, los currículum, los objetivos pedagógicos y el viraje hacia la hiper-especialización han sido también dramáticos. En otras palabras, se busca desmantelar las universidades públicas, en tanto cenáculos productores y difusores del conocimiento avanzado al servicio de toda la sociedad, por “universidades empresariales”4. A partir de la “década perdida”, la erosión del viejo legado universalista ha sido tan radical como negativo, en términos de sus consecuencias sociales más amplias.

Las universidades privadas, cuyo mayor incentivo es, en general, la ganancia económica, emergen por doquier en el paisaje de la educación superior latinoamericana5, y desplazan en número, recursos y en cantidad agregada de alumnos, mientras las universidades públicas se privatizan de facto, y las pocas que no lo hacen sufren de un déficit crónico en sus presupuestos (Díaz, 1997, 643-705) que les impide preservar y ampliar su misión, así como alcanzar niveles más elevados de excelencia académica en las tres esferas esenciales de la educación, la investigación y la difusión. Por otra parte, son escasas las instancias en las que las universidades privadas son capaces de llenar, aunque solo sea de manera parcial e imperfecta, el vacío en términos de aportes creativos y fructíferos en el ámbito del conocimiento al desarrollo de las naciones de América Latina.

Con lo anterior, se genera una paradoja que es peligrosa para el futuro de nuestras jóvenes sociedades y economías: la universidad pública desea y debería ser el motor del desarrollo cognoscitivo, cultural, tecnológico y científico de cada país de La Región, pero carece de los recursos y del apoyo estatal para lograrlo; mientras que las universidades privadas concentran recursos y posibilidades materiales y económicas en aumento, pero carecen de la vocación, la orientación y del deseo de promover el progreso nacional en esas áreas críticas -mencionadas en el párrafo anterior- del desarrollo de los países. Esto torna nuestras posibilidades regionales de seguir una senda hacia un desarrollo más pleno y más sustentable, en una desiderata con muy escasas -por no decir ninguna- probabilidades de concretarse en el corto y mediano plazo.

Existe una gran cantidad de propuestas neoliberales encubiertas que sugieren que la universidad pública del futuro en América Latina debe ligarse más al mundo industrial y empresarial privado y proseguir, de este modo, un modelo similar al de las grandes universidades privadas en el mundo desarrollado. Sin embargo, es difícil imaginar universidades públicas con semejantes características cuando nuestros países producen y exportan muy pocos bienes de capital, y cuando lo hacen es solo una porción insignificante de productos manufactureros que se insertan dentro de un proceso productivo mucho más amplio, dominado y controlado por grandes empresas transnacionales. ¿De qué serviría tener recursos humanos e infraestructura altamente especializada en investigación científica aplicada a la manufactura, si lo que se produce a nivel nacional en ese terreno son apenas productos menores y complementarios de bienes de capital, cuyo diseño, propiedad y ensamblaje final ocurren fuera de las fronteras nacionales? ¿De qué sirve, por ejemplo, investigación de vanguardia para desarrollar tecnologías del transporte, si lo que se producen en el país son apenas puertas para automóviles? De nada, para la nación que invierte en generar esos conocimientos aplicados, que de seguro serán utilizados por grandes industrias foráneas y transnacionales, las cuales de este modo se habrán de beneficiar con los nuevos inventos producidos sin ningún costo para estas. Además, los fondos internacionales o externos para la investigación aplicada en las universidades latinoamericanas, solo financian trozos de investigación,6 que son parte de proyectos mayores, y cuyos propósitos y beneficios finales escapan al control y al interés local. Primero, habría que implementar modelos de desarrollo autónomos y capaces de fomentar la industria nacional, y la producción y exportación de bienes de capital, para luego estudiar la manera de implementar sistemas de innovación universitaria, capaces de aportar avances científico tecnológicos a ese brote manufacturero endógeno.

Desde el 2007, el mundo se debate en una recesión económica global de la que aún no se supera y que encierra peligros y, al mismo tiempo, oportunidades difíciles de estimar con exactitud en esta etapa de la crisis. Sin embargo, la reducción del presupuesto estatal en muchos países tendrá un efecto negativo sobre las universidades públicas, las que, en forma bastante predecible, habrán de sufrir recortes en los ingresos financieros que obtienen de sus respectivos gobiernos. Hay países, incluso, relativamente desarrollados, como España (Llanes, 2010), por ejemplo, en los que las instituciones públicas de educación superior ya están siendo castigadas en su presupuesto operativo por drásticas reducciones en las partidas estatales. Las complejas negociaciones recientes entre las cuatro universidades públicas costarricenses y el gobierno, en torno al tema del presupuesto, ilustran en forma elocuente el impacto negativo de la crisis económica global sobre el presente y el futuro de estas instituciones. Es presumible que de seguir la crisis actual -lo que es muy probable dada su magnitud-, la situación financiera de las universidades públicas se torne cada vez más difícil. La tentación de muchos gobiernos latinoamericanos será quizás la de sacrificar las universidades públicas, en aras del llamado “equilibrio en las cuentas públicas”; pero, como bien ha argumentado el Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, estas medidas acentuarían el ciclo recesivo. Según este economista, los gobiernos deben tomar fuertes iniciativas anti-cíclicas consistentes en aumentar el gasto público, al mismo tiempo que se reducen las cargas impositivas (Krugman, 2008, p. 22). Esto crearía un mayor endeudamiento en el corto plazo, pero ello estaría en gran parte solventado por la reactivación económica que permitiría restablecer la balanza de pagos, reducir el déficit fiscal, y cubrir los pagos de la deuda externa, en pocos años de crecimiento acelerado.

Es difícil que la receta de Krugman se aplique a cabalidad, ya que incluso el gobierno norteamericano ha sido renuente a seguir este camino, o al menos no lo ha seguido con la intensidad que sugiere el autor. Esto significa que las universidades públicas deberán atender sus necesidades administrativas y académicas más urgentes, al mismo tiempo que intentan mantenerse fieles a su misión de ser garantes esenciales del desarrollo cultural y cognoscitivo al servicio de la sociedad, de las grandes mayorías y de los objetivos centrales del desarrollo nacional. Si no lo consiguen, el vacuum que este provocará no podrá ser ocupado en forma eficiente por las universidades privadas, por razones expuestas en este artículo.

De manera que el desafío para las universidades públicas será doble: preservar la integridad de su misión en una coyuntura difícil, al mismo tiempo que defenderla contra cualquier intento oficial por desmantelarla.

3. Juventud y cultura de la globalización

La nueva cultura de la globalización transnacional, que ha surgido con gran fuerza desde el fin de la Guerra Fría, se caracteriza por los siguientes ocho rasgos esenciales7:

A. Cultura virtual extrema: es decir, una cultura en la cual los símbolos, las normas y los valores son cada vez más moldeados y transmitidos a través de relaciones inter-individuales y sociales cada vez más virtuales, y con menos interacciones directas y “cara a cara”.

B. Cultura transnacional: una vida cultural más globalizada, en la que los referentes nacionales inmediatos cada vez pierden más vigencia.

C. Cultura desterritorializada: una vida cultural cada vez menos constreñida y marcada por los referentes físicos y ambientales inmediatos de aquellos que participan activamente en relaciones sociales virtuales.

D. Cultura de cambio veloz y permanente: la cultura global se ha transformado a una velocidad imparable desde la Revolución Industrial, pero con el desarrollo de los nuevos medios de comunicación e información virtuales -televisión, Internet, celulares, entre otros-, la tasa de cambio en el nivel de los símbolos, los valores y las normas sociales de gran amplitud, se ha intensificado a niveles nunca antes imaginados. Se trata, esencialmente, de grandes flujos informáticos y comunicacionales que recorren e invaden todo el espectro cultural mundial, y los influyen, moldean y estandarizan con resultados visibles que, a menudo, constituyen más un empobrecimiento del acervo cultural que su evolución hacia estadios más sofisticados.

E. Cultura con escasos referentes de género, raza, clase y generación: en la medida en que la vida social virtual -especialmente a través de la Internet- permite una reinvención personal casi ilimitada dentro de ese universo imaginario, los referentes sociales básicos que enmarcan, regulan y jerarquizan nuestra vida social y cultural en el “mundo real” pierden su poder inmediato. Esto puede parecer un avance hacia una vida social más democrática y equitativa, pero el problema reside en que la reinvención personal ilimitada en el mundo virtual tiene escaso o ningún impacto sobre las sólidas estructuras de desigualdad que priman en el “mundo real”. Así, la equidad y la democratización virtual se convierten en una farza engañosa que, hasta cierto punto, distrae la atención colectiva de los tópicos urgentes de desigualdad en el “mundo real”. Es un paliativo psíquico colectivo que facilita la perpetuación de un “mundo real” insatisfactorio.

F. Cultura de la insatisfacción: la entronización del consumismo y la falta de realización personal verdadera en el mundo de la cultura virtual provocan un estado general de insatisfacción, en el cual el placer íntimo que antes se derivaba de cuestiones tan simples pero tan trascendentes como la lectura, se pierden cada día más.

G. Cultura de la información y de la comunicación: en los últimos diez años ha existido un gran revuelo intelectual y académico con la famosa transición de la “sociedad de la información” a la “sociedad del conocimiento”. Vale decir, con la supuesta transición de una sociedad donde prevalece y se impone la información masiva y sin mucho procesamiento, a una comunidad donde esa enorme masa crítica de información será desmenuzada y asimilada de manera más eficiente, conduciéndonos así hacia la tan bullada “sociedad del conocimiento”. Algo hay de cierto en estas proclamas tan optimistas, pero ningún observador y estudioso crítico de los procesos culturales globales en nuestra era puede escapar del hecho simple de que esa transición se dará en círculos muy pequeños, acentuando así aún más el carácter elitista de la cultura avanzada y sofisticada en nuestra época.

H. Cultura de masas altamente individualizada e individualista: a diferencia de otras épocas previas, dentro del proceso general de globalización y modernización, la cultura de masas de nuestros tiempos se caracteriza por ser lo que un sociólogo norteamericano llamó acertadamente “la multitud solitaria” (David, 1959), en una celebrada obra que se publicó en 1959; es decir, por ser una cultura donde los símbolos, los valores y las normas comunes poseen un arraigo masivo en grandes segmentos de la sociedad civil, pero con escasa expresión colectiva de tal difusión cultural general. Esa característica de la vida cultural moderna se ha exacerbado, a niveles insospechables, en sus estadios más avanzados, con el surgimiento de la Internet y del universo de relaciones sociales y culturales virtuales. No es de extrañar, entonces, como lo revelan varios estudios, que los jóvenes que pasan mayor cantidad de horas diarias en la virtualidad de la Internet, tienen mayores probabilidades de sufrir de depresión y también mayores tasas relativas de suicidio.

4. Los Estudios Generales y las nuevas perspectivas educativas

Dadas las características esenciales de la cultura de la globalización, al terminar la primera década del siglo XXI y al considerar también que la privatización, en aumento, de la vida universitaria en Latinoamérica y el mundo acentúan esos rasgos, al concebir el quehacer académico y la educación superior apenas como una expresión más del capitalismo empresarial, el viejo rol tradicional de las universidades públicas se torna de una vigencia dramática.

El carácter laico, universalista, autónomo, crítico y libre de la vida académica y pedagógica en las universidades públicas es acorde con la misión original de estas instituciones, ya que crea y mantiene un nexo entre la juventud y otras expresiones más elevadas de la cultura y el conocimiento, que se manifiestan de manera pasiva en la virtualidad. Únicamente la universidad pública, con su vocación de servicio público y su orientación social en favor de las grandes mayorías, puede impedir que la “sociedad del conocimiento” sea la expresión de una vida cultural cada vez más elitista y, por ende, menos equitativa y democrática.

Dentro de esa gran misión que otrora se les encomendó a las universidades públicas, y que hoy es necesario refrendar contra viento y marea, el tronco común educativo que representan los Estudios Generales en las universidades públicas, reviste una importancia aún más trascendental que en el pasado inmediato y lejano.

Los Estudios Generales, por su carácter universalista e interdisciplinario -no solo por la oferta curricular que se brinda, sino también porque en ellos laboran profesores y profesoras de disciplinas diversas, que interactúan de formas múltiples y diarias a lo largo de todo el calendario universitario- tienen hoy la posibilidad de aportar a los jóvenes de reciente ingreso universitario, una inmersión rica e indispensable en las manifestaciones más clásicas y contemporáneas del conocimiento humano, antes de que los educandos se orienten hacia una mayor especialización profesional.

En conclusión, defender y preservar los sistemas de Estudios Generales en el presente es tan fundamental como la salvaguardia de las universidades públicas. Es más, se puede afirmar que las universidades públicas dejarían de ser tales si los troncos comunes e interdisciplinarios, constituidos por los programas de Estudios Generales, desaparecieran o fueran sustituidos por otros sistemas menos universalistas. Los Estudios Generales han sido, y lo serán siempre, un paso indispensable hacia una verdadera universalidad en la educación superior.

Referencias

Balán, J. et al. (1993). Políticas comparadas de educación superior en América Latina. Santiago Chile: Flacaso.

Bengoa, J. (1996-1997). Educación superior chilena: ¿sistema público o privado? Revista de Humanidades (17), Universidad de Chile.

Brunner, J. J. (1985). Sociedad y universidad en América Latina. Un esquema de interpretación. Caracas: CRESAL-UNESCO

Clark, B. R. (1998). Creating entrepreneurial universities.Oxford: Pergamon Press.

Dagnino, R. y Velho, L. (1988). University-Industry-Government Relations on the Periphery. En Minerva 36: 229-251. Brasil: Universidad de Campiñas.

Diáz Barriga, A. (Coordinador). (1997). Financiamiento y gestión de la educación superior en América Latina. CRESAL-UNESCO (Tomos 2 y 3).

Etzkowitz, H. y Leydesdorff L. (Eds.) (1997). Universities and the Global Knowledge Economy. A triple helix of university-industry-government relations. Londres: Cassell.

Homer Haskings, Ch. (1923). The Rise of Universities. Cornell University Press.

Krugman, P. (14 de enero del 2008). Responding to Reccession. The New York Times, p. 22.

Llanes Ruiz, D. (10 de junio del 2010). La crisis económica y el futuro de la universidad pública. Rebelión.

Riesman, D. (1959). The Lonely Crowd. Boston: Yale University Press.

 


1 Antes de estas proto-universidades europeas, hubo grandes instituciones de educación superior en China (2257-2208) conocidas como escuelas superiores. De hecho, la actual Universidad de Nanking tiene sus orígenes directos en la Academia Central Imperial de Nanking.

2 En el siglo IX en la Italia del sur, surgió la Escuela Médica de Salerno en tanto dinámico centro de investigación y estudio intentando actualizar la medicina clásica greco-romana. En 1088 se inicia la Universidad de Bolonia y se enseña medicina, desde entonces se convierte en una de las disciplinas centrales de muchas de las universidades occidentales que se crean entre los siglos XI y XVI en Europa. La Universidad de Takashashila, fundada en Pakistán alrededor del siglo VII a. C., otorgaba a sus estudiantes títulos de graduación que pueden considerarse precursores y equivalentes a los modernos diplomas de titulación universitaria. La Universidad de Nalandad, establecida alrededor del siglo quinto antes de nuestra era en la próspera provincia de Bihar en la India, también entregaba diplomas universitarios y tenía, además, ciclos académicos de post-grado. En la Antigua Grecia, el gran filósofo Platón fundó La Academia en el siglo IV a.C., pero por su estructura, funcionamiento y propósitos, las universidades árabes y persas parecen ser el origen de la universidad en su concepción moderna. Por ejemplo, durante el siglo IV y finales del V funcionan las famosas Escuelas de Nísibis y Edesa, fundadas por nestorianos (sirios cristianos), y que constituían comunidades de maestros y discípulos dedicadas a la exégesis de los textos bíblicos. En el siglo V a.C., los nestorianos son expulsados del Imperio Bizantino, y dirigidos por Nestorio, Patriarca de Jerusalén, se trasladan a la Antigua Persia. Allí son bien recibidos y se les encomienda establecer la famosa Escuela de Medicina de Gondishapur, de gran reputación y que llegará a ser mundialmente conocida. A comienzos del siglo VI, Justiniano I cierra la Academia de Atenas, para lograr la unidad religiosa en los centros de altos estudios en el conjunto del Imperio Romano. Entre 637 y 651 los musulmanes árabes derrotan al Imperio Persa de los sasánidas y se apoderan de Gondishapur, pero continúan con la famosa Escuela de Medicina e impulsan, incluso en el mismo lugar, otras facultades para estudiar arquitectura, matemáticas, ingeniería y literatura. A finales del siglo VIII, la Escuela de Medicina de Gondishapur es trasladada al califato de Bagdad, donde se reorganizará con mayores recursos en tanto el Bayt al Hikma, o “la Casa de la Sabiduría”, y teniendo entre otras actividades académicas la traducción, reproducción y el estudio pormenorizado de grandes obras científicas y filosóficas griegas y romanas. En este mismo siglo, aparecen los grandes complejos hospitalarios, los cuales se vinculan con las diversas escuelas de medicina y se crea, también, un sistema laico, científico, universalista, tolerante y riguroso que dará gran reputación a estos primeros establecimientos universitarios y de salud pública.

3 Numerosas educadoras monjas participaron desde el inicio en esta noble y germinal labor que con el paso de los siglos evolucionaría hacia las grandes y complejas instituciones de educación superior, que son las universidades de nuestros días.

4 Ideología que está expresa de manera elocuente por Clark (1998).

5 Tendencia que es defendida como la “única” vía hacia el futuro de las universidades por varios autores: Etzkowitz, H. y Leydesdorff, L. (1997); Dagnino y Velho (1988, pp. 229-251).

6 Cuyos costos son, por supuesto, mucho menores en países tercermundistas.

7 Es evidente que pueden enumerarse muchísimos más, o desglosarse los que señalan en otros más específicos, pero a nuestro juicio estos son los más importantes, aunque el orden no indica de ninguna forma su trascendencia relativa.

 

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