Vol. 2(1), Enero-junio, 2014
http://dx.doi.org/10.15359/rnh.2-1.1
Las Humanidades en las academias latinoamericanas1
Humanities in Latin America academies
Horacio Cerutti-Guldberg
Universidad Nacional Autónoma de México
cerutti@unam.mx2
Resumen
En este artículo surge de una de las ponencias presentadas en el IV Encuentro de Humanidades “Participación ciudadana, humanismo y compromiso social: entre la teoría y la práctica”, celebrado en junio del 2013 en Liberia, Guanacaste, Costa Rica. En esta producción se plantean diversos temas sobre las Humanidades, en contraposición con las ciencias “duras” y su importancia en las instituciones universitarias latinoamericanas, tanto desde una perspectiva epistemológica como práctica. Asimismo, se cuestiona la formación filosófica contemporánea, la cual debe relacionarse con el denotado esfuerzo por conocer la realidad de “Nuestra América” para transformarla. Sobre esta línea, las universidades son las encargadas, con una perspectiva Humanista, de enmarcar, desde una perspectiva holística o totalizadora de la filosofía, las innumerables dimensiones del quehacer humano.
Palabras clave: humanidades, formación filosófica, centros de formación académica latinoamericanos.
Abstract
This article originates from one of the presentations offered in the IV Encuentro de Humanidades “Citizen participation, humanism, and social commitment: between theory and practice”, held in June of 2013 in Liberia, Guanacaste, Costa Rica. This production addresses diverse topics about Humanities, in contrast to the “hard” sciences and their importance in Latin American universities, both from an epistemological and practical perspective. Also, it questions contemporary philosophic education, which must relate itself with the effort to learn about the reality of “Our America” in order to transform it. On this respect, the universities are the ones responsible, with a humanistic perspective, to define, from a holistic point of view of philosophy, the countless dimensions of human work.
Keywords: Humanities, university, Philosophy, education, Latin America.
No puede obviarse que algo nuevo sucede en el continente: frente a la voracidad del imperio, medida en política y economía, pero además en su participación en los organismos multilaterales, se está reafirmando, de múltiples formas, un sentido nacional de rescate de lo propio: mientras desde el centro se propicia la anulación del estado periférico, en tanto lo subsume a la lógica del mercado, no así, la anulación del Estado norteamericano; al contrario, como se fortalece en los ALQUITAS y se consolida en un sentido “wes[t]faliano”: poderoso económica, política y territorialmente y con un sistema jurídico internacional que lo legitima como tal, sobre todo, en condescendencia con la visión realista de las relaciones internacionales. Contra la ideología de apertura y libre comercio, en la periferia se insiste en la preeminencia del Estado, no s[ó]lo como actor internacional, sino como espacio de lo nacional, rescatando legitimidad social y política y propiciando pactos y acuerdos con los pares, Sur Sur u horizontales. (Delgado, 2008, p.28)
Definir el ALBA como integración, implicaría empobrecer el concepto. Definirla como esquema de cooperación supone enriquecer y revalorar el concepto de la cooperación y, a esto apunta el esfuerzo intelectual en que nos encontramos. No puede ser analogado con el ALCA, sino que es su alternativa y su sepultamiento. (Delgado, 2008, p.29)
Impensable resultaría hablar de Latinoamérica o, mejor, Nuestra América –todavía no del todo nuestra– sin tomar en consideración estas reflexiones que hace unos años hacía con suma pertinencia nuestro colega Jaime Delgado, desde aquí, pensando la cuestión desde la patria tica y desde Centroamérica, con la perspicacia y rigor que lo caracteriza. En este marco geopolítico indispensable, la cooperación aparece como un ingrediente instrumental decisivo. Ahora no se podría evitar hablar del MERCOSUR, de UNASUR, de la CELAC, presidida por Cuba, y de la Alianza del Pacífico, donde Costa Rica ya está de observador. Cabría preguntarnos si esto no forma parte de las humanidades o, al menos y en caso de que la respuesta resultara negativa o dudosa, si no convendría tomarlo en cuenta como caracterización sugerente del espacio y tiempo que nos constituye.
Lo primero que cabría decir es que no suelen verse las ‘humanidades’ como relacionadas con este tipo de cuestiones. Más bien se las (in)visibiliza como abocadas a tópicos irrelevantes, en el sentido de evasivos, de los conflictos cotidianos. Se alude a las ‘humanidades’ como “tareítas” curiosas, superficiales o completamente prescindibles. No estarían dedicadas a satisfacer necesidades efectivas, sino puramente ficticias o imprácticas. Redactar ficciones literarias, ocuparse en los matices de las creencias, indagar acerca de las valoraciones, caracterizar la belleza o apreciar los sentimientos, examinar etimologías, comparar artesanías con arte, historiografiar sucesos acontecidos, mapear regiones, averiguar usos de signos, reconstruir narrativas, vagar por discursividades simbólicas, captar procesos de introyección, analizar conjuntos significativos, proyectar sentidos, cuestionar destinos, reivindicar derechos y reconocimientos, entre otros, aparecen como puros entretenimientos o devaneos hasta con erudiciones pedantes y soberbias detestables o, en el mejor de los casos, soportables para algunos medio chifladitos3. Hasta cierto punto, no sería exagerado situar estas petulancias en una frontera móvil entre lo normal y lo patológico, frente a las cuales, las llamadas “ciencias duras” merecerían ser calificadas así –con toda prepotencia- por sus soportes empíricos, porque nuestros propios sentidos brindarían apoyo a sus postulaciones, leyes, reglas y conclusiones indiscutibles.
Por supuesto, al observar este panorama que hemos tratado de pintar a grandes rasgos, la conclusión casi obvia sería que todo esto es un dislate; sin embargo, de acuerdo con estos ‘grandes rasgos’ es la primera impresión surgida siempre al respecto. Ciencias y “paradisciplinas”. Y hemos aludido abiertamente a las que más o menos se pueden enmarcar en ‘humanidades’ sin entrar en las ‘sociales’, lo cual ahondaría más las dificultades, aunque rápidamente se las zanja al indicar que estas últimas están en una situación intermedia, porque, después de todo, echan mano a ‘datos’ empíricos, matemáticos, estadísticos, testimoniales, etc. Así, economía, antropología, arqueología, etnología, sociología, geografía, ciencia política se salvarían, a medias, de las acusaciones de carencias supuestamente epistémicas más fuertes. Ello determina también la terminología, pues suele hablarse de humanidades y ‘ciencias’ sociales, aun cuando queda claro que ambos rubros incluyen disciplinas sub o desestimadas a nivel institucional, como ciencias de segunda, cuasi ciencias o blandengues; nunca ‘duras’.
Aquí ya nos encontramos con una intensa y ardua tarea, porque epistemológicamente nada de esto se sostiene. Claro que inmediatamente se podría cuestionar a la epistemología por constituir una (sub)disciplina filosófica y, por tanto, ni a ciencia llega y “de vuelta la burra al trigo”…; pero concedamos provisionalmente esta hipótesis de la insostenibilidad de este esquematismo, a ver si logramos avanzar en medio de tal maraña.
No resultan aceptables estas vaguedades, nada menos que como presuntuoso ‘fundamento’ epistémico de la organización institucional universitaria. Para colmo esto tiene consecuencias muy delicadas en cuanto a recursos, financiamiento, espacios disponibles, equipos, materiales, dispositivos, personal, reconocimientos, distinciones, subsidios, viajes, publicaciones y varios etcéteras más. Complementariamente, quienes tenemos el privilegio de dedicarnos a estas labores solemos refugiarnos en cualquier ‘nicho’, tratando de aislarnos, no creando problemas institucionales y evitándolos, como un modo de sobrevivencia. Lo que suele conducir a un quehacer evasivo y generalmente sin repercusiones más allá del mismo, de algunos textos y de alguna propuesta que como por arte de magia pueda ser retomada casualmente.
Las ‘especializaciones’ tienen sus pros y sus contras, si por tales se entienden ámbitos de trabajos aislados de otros, metodologías completamente específicas y nada que asimilar de otras especialidades, la labor se restringe a un grado esterilizante. Si se rehúye la formación básica y se pretende mezclar todo de modo incoherente, los riesgos de confusión y desvarío aumentan proporcionalmente. Las convergencias inter, trans y multidisciplinarias fecundas sólo se producen cuando hay formación básica, disciplina, entrenamiento y seguimiento en esas convergencias y cuando se comienzan a brindar respuestas a los problemas que estas propician. La complejidad de dichas relaciones no es ninguna novedad, es más, desde estos entramados han surgido aportes destacables. Así aparece expresado en unas sugerentes reflexiones de Pablo Capanna:
En la metanarrativa positivista, por ejemplo, la filosofía es la que derrota a la religión, hasta que a su vez es vencida por la ciencia.
Sin embargo, se diría que jamás ha dejado de haber fecundación mutua. No pocas veces la filosofía se hizo eco de las creencias religiosas y del saber científico, así como la religión supo apropiarse de las categorías filosóficas. No pocos programas de investigación científica nacieron de planteos filosóficos y a veces hasta esotéricos.(Ricca, 2009, p.10)
Como comunidad de profesores y estudiantes, la Universidad siempre procuró atender todos los temas, todos aquellos considerados como cuestiones relevantes para quienes la integraban. Ahora, en la etapa supuestamente post-neoliberal – que sigue siendo más de lo mismo- pareciera que cada vez se va perdiendo esa visión amplia y abarcadora, porque aparecen presuntuosas ‘universidades’ empresariales, ‘universidades’ de gastronomía, ‘universidades’ de turismo; universidades ‘patito’, como les decimos en México4.
En un conciso artículo periodístico, muy interesante – más si viene de un actual Rector en ejercicio de su función- se enuncian aspectos convenientes de retomar cuidadosamente. Afirma Eduardo Rinesi, Rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento, desde Buenos Aires:
Las desafortunadas declaraciones del notable semiólogo y novelista italiano Umberto Eco, en ocasión de su reciente nombramiento como doctor Honoris Causa por la Universidad de Burgos, cuando proclamó su convicción de que los estudios universitarios deben estar reservados a una elite y de que “el exceso de alumnos entorpece la actividad académica”, son particularmente sintomáticas de un modo en que vastos sectores de la intelectualidad europea de estos días vienen enfrentando, en base a su repliegue sobre sus creencias más tradicionales y más naturalizadas, la fuerte crisis económica, social y espiritual que atraviesa el Viejo Mundo. Y que los lleva a suponer que si la plata no alcanza es porque el Estado reparte más bienestar que el que es prudente, que si las empresas quiebran es porque los trabajadores ganan más de la cuenta y que si el ajuste no funciona es porque todavía no es lo suficientemente duro. (Rinesi, 2013, p.12)
Incluso, en su opinión, esto rebasa las demandas de la Reforma del 18 y de las movilizaciones del 68 parisino, en cuanto a cuestionamiento a fondo del elitismo.
Cabría preguntarnos si lo que se está proponiendo no resulta una cierta ingenuidad, en el sentido de ¿cómo arreglárnosla?, si formamos parte de una institución concreta, con disponibilidades acotadas en materia de espacios, equipos, financiamiento y otros, la cual no estaría en condiciones de asimilar con calidad a todas y todos quienes aspiran a incorporarse a ella. A la vez, cabe subrayar que no habría novedad en esta demanda, porque el acceso ilimitado, la apertura de la institución, ha sido una añeja demanda estudiantil.
Con todo, creemos que es muy aguda su crítica a las afirmaciones de Eco, tan estimado, por otra parte, en sus sugerentes reflexiones y ficciones, pero tan desatinado aquí en su elitismo casi desesperado, según alcanzamos a apreciar. Y es que frente a las limitaciones institucionales por falta de capacidad –en los múltiples sentidos indicados- siempre queda abierta la tarea no sólo de hacer las cosas mejor, sino de crear nuevas instituciones, más universidades públicas de calidad.
Ello daría lugar no sólo al acceso de estudiantes para satisfacer el derecho a la educación superior, afirmado en la relevante declaración final de la Conferencia Regional de Educación Superior reunida en Cartagena de Indias (2008), tal como lo recuerda el Rector Rinesi, sino hacerlo efectivo. Justamente para hacer nuevas instituciones se requiere personal formado y quizá podríamos dejar de ser exportadores netos de cerebros, de ingenio, de creatividad, lo cual, por otra parte, es financiado por nuestros esfuerzos. No basta con la buena voluntad. El derecho tiene que concretarse en acciones institucionales adecuadas y la responsabilidad del Estado y la sociedad es ineludible.
Coincidentemente, también en estos días un querido amigo de muchos años, Augusto Klappenbach, tuvo la gentileza de compartirnos desde España un pequeño texto claramente engarzado y relacionado con lo que acabamos de recuperar. Dice Augusto al rememorar el 73 y 74 del siglo pasado:
Después de muchos años viviendo en esta vieja Europa cayó en mis manos un reportaje al actual Rector de la Universidad Nacional de Río IV, Prof. Marcelo Ruiz. Han pasado ya casi cuarenta años desde que fui Rector de esa Universidad que acababa de nacer. Me comuniqué con él y me respondió de inmediato, comenzando así un encuentro que no ha hecho más que empezar.
Los tiempos en que me tocó presidir esa casa fueron tiempos difíciles (como todos los tiempos, diría Borges). Se acababa de terminar una dictadura militar, había asumido Cámpora como Presidente y el Dr. Taiana era Ministro de Educación. La sociedad estaba fuertemente dividida y nuestro equipo de gobierno carecía de experiencia y se enfrentaba a la tarea de inventar una Universidad que apenas existía. Hicimos lo que pudimos, con mucho trabajo y con abundancia de errores e improvisaciones. Pero también con muchas ganas de construir una Universidad que superara los viejos academicismos y respondiera a las necesidades de la gente. Eran tiempos revueltos pero llenos de esperanza. Todo estaba por inventar y si bien no teníamos del todo claro lo que queríamos hacer, no teníamos ninguna duda acerca de lo que no queríamos: no queríamos una universidad cerrada en sí misma, que copiara modelos ajenos a las necesidades del pueblo de Río IV, que aceptara los modelos neoliberales que entonces como ahora tratan de construir una sociedad injusta y desigual. No tengo claro el resultado, pero no tengo dudas acerca de que lo intentamos honestamente. Pero al poco tiempo se terminaron estos sueños. Nuestro equipo se dispersó por el mundo y muchos no nos volvimos a ver, mientras se preparaba la barbarie del terrorismo de Estado que destrozó aquella Argentina que tratábamos de construir.
Cuando ahora leo el discurso del actual Rector, que denuncia ese mundo excluyente de la mayor parte de la humanidad que estamos viviendo y propone una universidad pública que sabe que el conocimiento no es neutral sino que quiere desarrollar su tarea docente e investigadora dirigida al género humano y no a los intereses mezquinos de los mercados, me parece escuchar el eco de nuestros discursos –quizás un poco ingenuos- de aquellos años difíciles en que comenzamos la tarea de fundar la
Universidad Nacional de Río IV. Y hasta vuelven a sonar algunos nombres como los de Darcy Ribeiro, que nos visitó entonces, y el de Pablo Freire al que acudíamos para fundamentar una docencia que protegiera la libertad del alumno.
Estoy seguro de que estos intentos actuales de la Universidad de Río IV no terminarán como los nuestros. Y confío en que para algo pueden haber servido nuestros aciertos y errores de entonces. (Klappenbach, s.f, s.p)
Estos casos del Sur constituyen algunas de las experiencias en que nos encontramos, conviene atenderlas y compararlas con otras partes de Nuestra América para ir visibilizando las múltiples facetas de estos quehaceres.
Esta multifacética realidad nos remite al horizonte universalista de toda institución que aspire a ser Universidad. Justamente la inmensa tarea es cómo no dejar fuera las innumerables dimensiones del quehacer humano. En este marco, la visión holística o totalizadora de la filosofía puede –y debería– constituir un aporte al esfuerzo colectivo. Aquí viene el problema de cómo estudiarla, de cómo formar –y formarse- en filosofía, de cómo ubicarnos en relación con el denodado esfuerzo por conocer la realidad para transformarla. Aquí la universidad tiene que ser el entramado institucional posibilitador y al servicio de la producción de nuevos conocimientos, de la formación de nuevos productores de conocimiento y de la puesta a prueba de estos resultados en relación con el conjunto social.
Para lograrlo no queda más que enfrentar con toda precisión y responsabilidad una de las trabas que más y mejor obstaculizan estos logros, aunque aparezca –y así ha sido históricamente- como una función de apoyo al servicio de estos objetivos fundamentales. Nos referimos a las que desde hace años conceptuamos, permítasenos decirlo así, descalificativamente como ‘– itis’: todo lo que tiene que ver con la dimensión administrativa y burocrática, la cual ha terminado por ahogar y sofocar el quehacer académico. Sobre eso, no cabe abundar ahora, pero conviene no descuidarlo5.
Por otra parte, la inercia en la ‘enseñanza’ de la filosofía ha llevado también a procedimientos que han ido pasando de promotores de conocimientos a bloqueadores de los mismos. Y, ¡ojo!, porque no se puede negar su valía, pero todo depende de cómo se los ejerza. Nos referimos a la ‘canonización’ de textos, lecturas-comentarios, criterios de ‘autoridad’, ‘referentes’ dogmáticos. La sutil ironía con que el ya citado Pablo Capanna remite a esto, no requiere abundar más, sus palabras hablan por sí solas:
Uniéndose al coro necrológico del último medio siglo, Sloterdijk proclama la muerte del humanismo, al que identifica con la cultura letrada y la correspondencia. Para persuadirnos de que todo eso acabó para siempre escribe un libro y provoca una polémica donde se cruzan más mensajes electrónicos que en cualquier epistolario del siglo XVIII. (Capanna, 2003, p.12)
Así, el aprendizaje del filosofar resulta asfixiante y coarta la posibilidad de aportes y de exteriorizar lo que podríamos compartir. En el interesante blog didacticafilosofica, que promueve incansablemente Wilbert Tapia desde Perú, aparece el testimonio de una experiencia interesante “Estudiar Filosofía en la UNED” de un estudiante que lleva, según nos comparte, tres años haciéndolo (¿o padeciéndolo?):
Hace un tiempo alguien (con muchos años de filosofía a sus espaldas) me preguntó “¿Por qué estudias Filosofía?”, iba a responderle en el acto cuando empecé a pensar un poco en mi discurso, a dudar sobre mi típica explicación de estos estudios tan alejados de la moderna epidemia de productividad laboral capitalista de la que la clase media tenemos que hacer gala y conseguir méritos para nuestro propio INRI6 , y cuando me dí cuenta llevaba como medio minuto callado, y tuve que responderle “No estoy seguro”. (didacticafilosofica@googlegroups.com. 06 junio 2013)
Aunque sí pareció muy seguro al afirmar, a continuación, que “Una cosa es leer filosofía, otra es filosofar y otra estudiar filosofía”. (didacticafilosofica@googlegroups.com. 06 junio 2013)
Y no dudó, tampoco, en enunciar interrogantes que lo acosan:
Los temarios son los miiiismos de siempre. ¿La filosofía no está viva? ¿No hay problemas actuales de los que la filosofía tenga algo que decir? ¿Acaso no hay autores actuales? (didacticafilosofica@googlegroups.com. 06 junio 2013)
Para culminar, comparte lo que le resulta claro y confirmado:
Cierto es que parece que rezumo pesimismo con este post, y eso que lo escribo en frío, pero el trasfondo real son las ganas de cambio. Igual que algunos políticos son los que ensucian el nombre y la utilidad de la política, parece que quienes hacen pervivir la Filosofía hoy en día la alejan de lo que debería ser, y ha sido siempre; una escuela de vida, libertad, reflexión y espíritu crítico. (didacticafilosofica@googlegroups.com. 06 junio 2013)
Insistimos, la cuestión metodológica y epistemológica acerca de la enseñanza de la filosofía y del ejercicio del filosofar tiene que ver con lo que se prioriza y se coloca como centro de la atención. Aquello que se presenta como problemas a enfrentar, abordar, examinar y resolver. Se trata, por tanto, de atención y búsqueda de respuestas pertinentes a problemas surgidos de la propia realidad. Y esto surge a posteriori no sólo de la experiencia de la misma realidad, sino de los aportes de otros enfoques que convergen con las preocupaciones y ocupaciones filosóficas.
Emmanuel Biset indicaba hace unos años:
Nos queda una última pregunta, aquella del sentido de la filosofía. Si la condición de posibilidad de la querella por el humanismo es política, se debe a que más allá de los presupuestos filosóficos, se trataba y se trata de pensar si la filosofía sigue siendo o no una apuestas por el hombre, es decir, si conlleva una posición ético-política. En el pasar de lo inhumano a lo humano, en el proceso de hominización, se juega un sentido de la filosofía. Dicho de otro modo: la filosofía sería en este marco el discurso que, por excelencia, garantiza el paso de lo inhumano a lo humano. Por ello la filosofía es la esencia de la paideia, de la educación como constitución de humanidad. Siendo así, resta para nuestro tiempo la pregunta por el sentido de la filosofía en un mundo cuyo proyecto político ya no es humanista. Ahora bien, señalar que la filosofía no tiene una orientación humanista, no tiene como fin restituirle a la filosofía una pureza trascendental que exceda su fijación en un proyecto antropológico. Sino, por el contrario, indicar que la misma pregunta por el sentido adquiere toda su radical[idad] cuando ya no se parte del vínculo constitutivo entre filosofía, educación y hominización. Perdido el sentido resurge con toda su fuerza el preguntar. Cuando ya no se trata de un camino establecido la pregunta por el lugar de la filosofía vuelve a ser formulada. Por lo que el post-humanismo es también la pregunta por la filosofía como destitución de su sentido.
¿Qué queda de la filosofía? […] Posiblemente, y he entrado en el terreno frágil de la especulación, quede cierta fidelidad con el mismo preguntar, es decir, con un preguntar que no tiene respuestas dadas. La filosofía como preguntar no la aparta de la política, sino que muestra su ligazón constitutiva […] Preguntar es distanciarse, criticar, cuestionar, en fin, producir un extrañamiento […] El preguntar es político en su carácter de incomodidad […] Quizá convenga decir que la lucha del preguntar, y así de la imposibilidad de responder, adquiere su forma en la posibilitación de lo posible como com-posibilidad […]
Resta la filosofía como que ya no es una apuesta por el hombre, sino una apuesta por la pregunta. Así, una destitución del hombre, una apertura a los otros y la configuración de un ritmo donde la misma pregunta sea posible. (Ricca, 2009, p.80)
Aquí convendría acotar no una pregunta por el supuesto hombre, pre-definido y caracterizado de un modo específico. Con todo, nos parece que la pregunta por los seres humanos –en todas sus variantes– sigue abierta y está plena de desafíos. Estos desafíos exigen apreciar diferencias y reconocer particularidades.
No resulta posible eludir la cuestión del papel del Estado en todo esto y cómo juegan los gobiernos con las políticas –si es que a eso se les puede llamar políticas enserio- culturales o científicas. Con excepciones, donde se está intentando llevar adelante algunas propuestas de satisfacción de derechos –como hemos mencionado– en general padecemos carencia de auténticas políticas de apoyo a la labor cultural y social. Los diseños y puestas en práctica reducen lo cultural a entretenimiento, distracción evasiva y puras apariencias, mientras lo científico suele ser entendido como apoyos caritativos para evitar el desborde de reclamos o como un contenedor que, en el mejor de los casos, sigue operando como hace años al servicio de los ‘centros’ de producción científica mundial. Nuestra realidad, nuestras necesidades, nuestras urgencias y, sobre todo, nuestro ingenio, capacidad, creatividad y potencialidades de innovación quedan generalmente relegadas, si es que no totalmente invisibilizadas.
Ninguneados de este modo, sólo seguimos fascinados con la admiración producida por lo que se hace en otros lados, como si sólo fuéramos, en el mejor de los casos, capaces de asimilar o de quedarnos boquiabiertos frente a lo logrado en otros contextos. Nos falta recorrer todavía más, a pesar de lo que venimos haciendo desde hace ya algunas décadas, en la historia de las ciencias y de la tecnología en la región, para revalorar nuestras capacidades y para lograr los avances que nos resultan indispensables7. Y aquí el panorama se vuelve a abrir al intercambio de logros en la historiografía de cada uno de estos ámbitos: ciencias, tecnología, humanidades y ciencias sociales. Y lo decimos así, subrayando las limitaciones terminológicas ya apuntadas.
Políticas de Estado, gobiernos, universidades, instancias académicas diversas, organizaciones sociales y, sobre todo, organización de equipos de investigación y formación de nuevas y nuevos productores de conocimientos pertinentes a nuestras realidades, a nuestros problemas, a los desafíos que enfrentamos y que requieren soluciones y no palabritas ‘bienintencionadas’ que ‘algún día’ se concretarán. Es desde el presente que pasado y futuro se construyen y reconstruyen y no puede ser reducido a un ‘presentismo’ evasivo y des-responsabilizante. Al contrario, reclama compromiso y dedicación más que exclusiva; fecundante.
Nos ha parecido conveniente culminar estas reflexiones con unas palabras que otro apreciado amigo y colega antropólogo mexicano acaba de pronunciar con motivo de recibir el merecido Doctorado Honoris Causa por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos en Cuernavaca:
Hoy la respuesta la corresponde a las nuevas generaciones, las que llegan a la edad de la crítica razonada y que inician su vida profesional armados de un compromiso social […] con la justicia, el humanismo y las causas del pueblo, que tengan una visión de un México [y una Nuestra América, podríamos añadir] mejor para todos. Y entonces, si todos jalamos parejo, pues a lo mejor lograremos sacar el buey de la barranca. (Stavenhagen, 2013, s.p)
Referencias
Delgado Rojas, Jaime. 2008. ALBA, ofensiva diplomática con retórica de integración. Nicaragua.
Valero Pie, Aureliano (Editor). Filosofía y vocación. Seminario de filosofía moderna de José Gaos.
Ricca, Guillermo; Biset, Emmanuel; Lorio, Natalia (Compiladores). 2009. Animales / Hombres / Máquinas. I Coloquio Nacional de Filosofía. Actas. Río Cuarto, Córdoba, Argentina, Universidad Nacional de Río Cuarto.
Rinesi, Eduardo. 2013. “Ecos de una tradición”. Buenos Aires: Página 12.
Klappenbach, Augusto. S.f. “Cuarenta años después”. Universidad Nacional de Río IV .
Tapia, Wilbert. Blog de filosofía. En http//:didacticafilosofica@googlegroups.com.
Stavenhagen, Rodolfo. 2013. Conferencia magistral en la UAEM. 15 de junio de 2013 en La Jornada de Morelos.
1 Conferencia III en el IV Encuentro de Humanistas, Sede Chorotega, Campus Liberia, Guanacaste, UNA, Costa Rica, 21 de junio de 2013.
2 Investigador de tiempo completo del CIALC y profesor de la FFyL, UNAM, México Actualmente de sabático en la Universidad Católica y en la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
3 Sobre la soberbia filosófica conviene revisar las posiciones de José Gaos, particularmente las expresadas en los relevantes materiales que acaban de editarse: Filosofía y vocación. Seminario de filosofía moderna de José Gaos. Edición e introducción de Aurelia Valero Pie. Epílogo de Guillermo Hurtado. Textos de José Gaos, Ricardo Guerra, Alejandro Rossi, Emilio Uranga y Luis Villoro. México, FCE, 2012, 139 págs. Agradezco a Guillermo Martínez Parra el acceso a este texto.
4 Entre las numerosas imágenes al respecto, transcribimos una: “Hay casas de estudio que ofrecen un título universitario por 25,000 pesos. Incluso sólo con un mes de clases. Muchos estudiantes pagan por el título[,] pero esto no los capacita para generar ideas y soluciones en las áreas donde se graduaron. Se forman licenciados de papel” y aparece un patito dibujado…
5 Remito a mi Conferencia Magistral de Apertura del año académico en La Universidad Nacional “La responsabilidad pública de las Universidades en Nuestra América”. Heredia, Costa Rica, 2010, 40 págs.
6 Jesús Nazareno, Rey de los Judíos, utilizado aquí como nota de burla.
7 Cf. nuestro trabajo “Seminario no es dinámica de grupo”, redacción ulterior de la exposición efectuada en la Mesa 1: Educación universitaria e investigación científica. El papel de los seminarios de posgrado como parte del Coloquio Internacional: “Una experiencia de formación de investigadores: 25 años del Seminario de Historia de la Ciencia y la Tecnología en México, el 3 de octubre de 2011, homenaje al querido amigo y colega, Juan José Saldaña.
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