[pp.7-21]

EISSN: 2215-4078

Vol. 5(2), Julio – Diciembre, 2017

http://dx.doi.org/10.15359/rnh.5-2.1


Investigación acción participativa: proceso de ref lexión sobre la práctica pedagógica


Participatory Action Research: a Process of Ref lection on the Pedagogical Practice


Melissa María Chacón Céspedes 1

Universidad Nacional

Costa Rica


Nadie me puede afirmar categóricamente que un mundo así, hecho de utopías, jamás será construido. Finalmente este es el sueño sustantivamente democrático al que aspiramos si somos coherentemente progresistas. Pero soñar con este mundo no es suficiente para que se haga realidad. Necesitamos luchar incesantemente para construirlo.

Paulo Freire


Resumen

En el artículo se presenta una reflexión sobre la experiencia pedagógica del proceso de investigación acción participativa (IAP), realizada en el curso de arte llamado “Teatro, Humanismo y Sociedad” del Centro de Estudios Generales (CEG) de la Universidad Nacional. Mediante la vinculación del impacto del arte, específicamente el teatro, se potencializa el desarrollo integral en el proceso vivido, pues el propósito fue redescubrirnos, reconocernos, sentirnos, reconectarnos, revivir todas aquellas capacidades que han ocultado o nos han oprimido la institucionalidad educativa. Se lograron visualizar estructuras para luchar contra el control, el respeto por medio del temor, la burla, la educación bancaria, la imposición, factores vividos en los espacios educativos tradicionales. La experiencia se basa en la pedagogía de Paulo Freire. Se parte de que las artes tienen múltiples códigos de expresión, su propósito es humanizar y sensibilizar por medio de diversos lenguajes, poseen una capacidad de transmitir mensajes, ideas, sensaciones, emociones, reflexiones; ha sido un medio para comunicar, aportando a la vida de las personas múltiples beneficios, a pesar de las ventajas que aporta el arte a las personas, en Costa Rica el desarrollo de dicha actividad ha sido un proceso lento.

Palabras clave: artes; mediación pedagógica; práctica pedagógica; diversidad; teatro.


Abstract

This article presents a reflection on the pedagogical experience of the participatory action research process (PAR). This experience was conducted during the course on art titled Humanism, Theater, and Society, given at the General Studies Center, at the National University of Costa Rica. Through the connection of the impact of art, specifically of theater, on the university world, an integral development of the lived process is strengthened, since the purpose was to rediscover us, to recognize us, to feel ourselves, to get us reconnected to ourselves, to experience again all those abilities the institutionality has made hidden or has oppressed. It was possible to make structures visible to fight against the control and the respect through fear, derision, the banking education model, imposition, and factors experienced in the traditional educational spaces. The experience is based on Paulo Freire’s pedagogy. Arts are assumed to have multiple codes of expression. The purpose of arts is to humanize and raise awareness through diverse languages. Arts can convey messages, ideas, sensations, emotions, reflections; they have been a means to communicate, contributing to people life with multiple benefits. Despite the advantages people receive from art, this activity has had a slow development process in Costa Rica.

Keywords: arts; pedagogical mediation: pedagogical practice; diversity; theater.


Introducción

Se siente frío, soledad e incertidumbre… estoy en un encierro donde me he rodeado de personas que me han reprimido, pero también he compartido con personas que me han amado… estamos en ese sistema que nos moldea, nos forma a sus gustos y preferencias. Los hombres y mujeres que manipulan estos procesos le llaman EDUCACIÓN. Mi meta es escaparme hacia otro espacio, otra dimensión llamada UTOPÍA. No me he presentado, mi nombre es: Persona Creativa y mi segundo apellido es Arte y me pregunto: ¿Por qué quieren estructurar nuestro sentir?

El sector educativo costarricense ha relegado el impacto de las artes en el desarrollo físico, emocional y cognitivo, olvidando que el arte es una actividad dinámica con un rol potencialmente vital en la educación de las personas y su desarrollo integral, pues despierta esa sensibilidad humana, expandir su capacidad creadora e imaginativa. Lo importante es el proceso, los sentimientos, pensamientos y percepciones, no el resultado como producto final.

Se desconoce el poder de la imaginación, creatividad y el cuerpo en los procesos de enseñanza; es más fácil repetir el contenido depositado por “el qué sabe”, pues en la modernidad esa es la manera dominante del aprender, mientras que el crear suele ser omitido, exilado, anulado, prohibido. El sistema les teme a las personas imaginativas, pues estas suelen cambiar las normas establecidas, lo que genera cierta desestabilidad y peligro para las autoridades que asumen e imponen la regla.

El conocimiento tiene una identificación corporal, nunca es puro raciocinio, pues toda activación intelectual está cruzada de emociones-sensaciones; por lo tanto, proponemos re-crear nuevas formas que inspiren ir más allá de lo establecido, que motiven a las personas a salirse de su zona de confort, según Gutiérrez (2004), quien plantea que la mediación pedagógica “parte de la necesidad de promover experiencias de aprendizaje; de lograr la interlocución y la interactividad del estudiante (…) además existe una necesidad de compartir para construir juntos la recreación del saber cómo proceso lúdico” (p. 54).

La experiencia pedagógica de la investigación acción participativa (IAP) aquí reflexionada y la cual acontece en el ámbito académico universitario, específicamente en el Centro de Estudios Generales (CEG) de la Universidad Nacional, en el año 2016, surge del proceso de investigación para optar por el grado de Maestría en Pedagogía con énfasis en Diversidad de Procesos Educativos de la Universidad Nacional.

El proceso lo realizamos en el I y II ciclo lectivo del año 2016, la experiencia entre los dos ciclos se fue entretejiendo y generando una construcción y re-construcción de miradas, aprendizajes y descubrimientos en este estilo de vida llamado IAP. Nuestro caminar se convirtió en un movimiento constante por transformar y seguir concientizando nuevas acciones, creando una dialéctica entre el ayer y el hoy.

La experiencia la realizamos la investigadora y docente con dos grupos de estudiantes, quienes provenían de diversas carreras, de distintas partes del país, en su mayoría personas que nunca antes habían visto o hecho teatro. Ellos y ellas asumieron la propuesta de participar en un proceso que cuestionaba la educación tradicional y reflexionaba sobre cómo encauzar una pedagogía que rompiera con dicha educación y como herramienta de mediación utilizara el teatro, el arte, la creatividad y el juego corpóreo; como decía Freire y Faundez (2013): “(…) no tendremos una nueva educación si no tenemos una educación en constante renovación” (p. 129).

Al conversar con el colectivo sobre la propuesta que queríamos del curso, se planteó una actividad llamada “Plasmando mi vivencia” donde cada persona dibujada algo a partir de dos interrogantes: ¿Cómo ha sido mi vivencia en el sistema escolar? ¿Cómo me he sentido? La actividad marcó varios caminos y sentires que debíamos contemplar en este proceso y en esta diversidad de personas, pues había vivencias tan distintas, pero con factores muy parecidos. Algunos comentarios fueron:

Por eso, los procesos tradicionales de educación han castrado nuestra capacidad propositiva, han incentivado nuestro miedo a la libertad, a ser entes críticos, políticos, analíticos y de opinión; la educación se ha reducido a un depósito de contenidos que omiten el sentir, “forman” personas para la ejecución y cumplimiento de tareas y no seres promotores de cambios para el bien común.

Podemos observar cómo el sistema educativo moldea a los niños, niñas, jóvenes y personas adultas, para hacernos seres obedientes y faltos de criticidad, sin posibilidades de ser distintos, porque nuestro deber es seguir la norma establecida. Por eso vemos cómo muchas personas se vuelven víctimas de un sistema que las excluye y niega todo tipo de apertura a la diversidad, a la diferencia. Al respecto, Maturana (1999) menciona:

(…) la tarea de la educación debe ser llevada (…) a través de relaciones e interacciones, entre maestros y estudiantes, que no tienen la intención de corregir el modo de ser de los estudiantes, sino que desean invitarlos de continuo a reflexionar sobre lo que hacen y acerca de lo que desean hacer, en un espacio de mutuo respeto. (p. 67)

La pregunta que encauzó el proceso de la IAP se construyó a partir de la actividad “Plasmando mi vivencia”, anteriormente mencionada, y otro juego llamado el “Nudo”. La dinámica consistió en compartir lo que pensábamos y sentíamos a partir de la siguiente pregunta: ¿qué esperábamos del curso? Escuchamos y registramos todo lo que se comentaba, la dinámica propició un ambiente de participación, de compartir, pues se generó un espacio propositivo y comunicativo; las personas participantes comentaban: “quiero un curso dinámico, “espero poder perder el miedo al público”, “quiero aprender del teatro”, “quiero aprender de la historia del teatro”, pero la gran mayoría dijo: “quiero disfrutar el curso”.

Por lo tanto, nos guio la luz de una pregunta: ¿cómo crear procesos de mediación pedagógica que promuevan la transformación y reflexión sobre la práctica pedagógica por medio de las interacciones (tanto intencionadas como espontáneas) orales, corporales y emocionales entre las personas participantes y las propuestas creativas de dicho curso?

Construyendo la utopía

Actualmente, las escuelas se han convertido en un espacio de tensión para el estudiantado; en el currículo escolar lo importante son las asignaturas racionales; se reproduce la estructura, la burocracia y funcionamiento social, para seguir generando mano de obra y reproducir las desigualdades del sistema económico que carcome a los sectores que menos tienen y beneficia a los grupos opresores; excluye la reflexión, la libertad de expresión, la emoción, la criticidad y la creatividad. Estudios como los de D’Antoni, Gómez, Gómez, y Soto (2013) plantean:

La escuela – colegio es una experiencia díficil, dolorosa y angustiante para aquellas personas que no desean ser moldeadas por otros, que no encuentran el contenido o significado propio a las vivencias en esos encierros. Aunque permanecer allí ya es en sí resistir, la resistencia. Como hemos señalado, no bastan por sí misma para emanciparse. Resiste tanto el docente como el estudiante. (p. 102)

En este contexto, concebimos las artes como herramientas para colaborar y mejorar los ambientes en las aulas, para transformar dicho espacio en lugares de respeto, alegría y solidaridad. Soñamos con concretar nuestra utopía, ese lugar donde podamos disfrutar, ser nosotros mismos y nosotras mismas; donde podamos aprender y crecer de diversas formas, sin imposición, sin obligación; donde podamos tomar caminos distintos a los que nos exigen, caminar hacia donde anhela y sueña nuestro corazón, a dejar que nuestra emoción y razón generen una sinergia sin que se imponga el saber y donde el sentir tenga un papel protagónico, tal y como lo afirma Maturana (1999):

Pensamos que es fundamental que los educadores sepan que la vida humana sigue el curso de las emociones, no de la razón y que esto no es una limitación sino un rasgo de nuestra constitución humana como seres vivos. La educación, pues, debe producirse en el conocimiento y comprensión de que las emociones son la base de todo lo que hacemos, incluyendo nuestra racionalidad. (p. 64)

Vivimos el camino lúdico, un camino alternativo, tomamos en consideración las diversidades, necesidades y opiniones del colectivo. Así, iniciamos desde la primera clase relacionando el aprendizaje con juegos, creamos procesos alternativos fuera de lo tradicional, y cada ejercicio iba relacionado con nuestra emoción y sentir, pues, “finalmente, no es la razón lo que nos lleva a la acción sino la emoción” (Maturana, 2002, p. 23). Ese sentir es el teatro: dejar ser por medio del arte escénico; esa herramienta que nos ayudó a potencializar nuestras habilidades y a trabajar aquello que nos costaba o no nos dejaba ser como, por ejemplo, la vergüenza.

Los procesos educativos llamados alternativos posibilitan, de forma natural, la experiencia educativa, al propiciar ambientes menos condicionados a la rigidez, lo vertical y doctrinas racionales; abiertos al gozo, la alegría, la creatividad y la imaginación. Estos procesos alternativos crean seres más humanos, satisfechos en un entorno más alegre: pues el propósito de la educación es lograr la plenitud y felicidad, lograr estimular a las personas y sus saberes, y generar procesos de aprendizajes significativos; comprenden que los contenidos no generan aprendizaje sino las vivencias, compartir experiencias y todo aquello que involucre la parte sensible – emoción de las personas; deben ser algo orgánico.

La relación entre coinvestigadores e investigadora, dentro del proceso, se nutrió de la relación dialéctica, reflexiva y participativa, donde todos y todas crecimos y aprendimos juntos y juntas, porque “el educador cuando educa también es educador y el educando cuando es educado también educa, se establece una relación recíproca en donde ambos se convierten en sujetos del proceso educativo” (D’Antoni, Gómez, Gómez, y Soto, 2013, p. 103); generamos espacios de transformación en el convivir, que invitan al respeto y al amor, para mejorar el vivir con todo el colectivo; las actividades y dinámicas alimentaban la cooperación y trataban de erradicar la competencia, pues “la competencia es destructora de la convivencia social. La competencia es constitutivamente antisocial. “El fenómeno social se funda en el compartir” (Maturana, 1999, p. 77). Vivimos en una sociedad capitalista – mercantil que estimula la competencia como un valor importante en el desarrollo y éxito de las personas, pero se nos olvida que, en realidad, enfatiza la negación del otro ser, pues fundamenta el éxito sobre el fracaso de las otras personas.

La diversidad nos ayudó a crecer como personas, la alteridad nos permite reconocer al otro individuo y poder enriquecer las relaciones del colectivo, al que todos y todas pertenecemos, al mundo. Buscar la unión y aceptar la diferencia es una responsabilidad social - política, pues no se trata de tolerarla o soportarla, sino de nutrir los procesos de aprendizaje por medio de las diversidades y convergencia de identidades, por medio de una construcción colectiva.

Entrelazando y accionando: sentí-pensares

El papel pedagógico que propusimos con la mediación consistió en diversos ejercicios, dinámicas, juegos, técnicas y formas teatrales. Estas son estrategias para alcanzar el aprendizaje, conocer nuestra realidad y cambiarla. La población participante se sorprendió de las múltiples formas de aprender por medio del juego, forma distinta a la que tradicionalmente se impone y valida, que ofrece herramientas imaginativas, creativas y espontáneas inherentes a la naturaleza humana para descubrir que el cuerpo puede utilizarse de maneras diferentes desde la espontaneidad; además genera disfrute, confianza y propicia un ambiente que promueve el aprendizaje de forma distinta, tal como lo expresa el sociólogo Caillois (1958):

La actividad lúdica abarca el aparato sensorial (experimentación del tacto, la temperatura, el gusto, los colores, las formas, los movimientos, etc.); el aparato motor (tanteo, destrucción y análisis, construcción y síntesis… impulsos para hacer rodar, girar, atrapar objetos en movimiento); de la inteligencia, el sentimiento y la voluntad (juegos de reconocimiento, imaginación, sorpresa, etc.). ( p. 19)

Además, el empoderamiento que promovió el teatro en las personas les incentivó a ser innovadoras, críticas y sensibles, donde el trabajo colectivo fortalece más que el individual, donde se aprende con los demás seres y se aprende de los demás individuos. Al respecto, Robinson (2011) decía:

(…) siempre me impresionó profundamente el poder que tiene el teatro para fortalecer la imaginación de los niños y estimular un fuerte sentido de colaboración, autoestima y sensación de comunidad en las clases y escuelas. Los niños aprenden mejor cuando aprenden el uno del otro y cuando los profesores aprenden junto a ellos. (p. 142)

Vivenciamos las artes (principalmente el teatro) como mediación pedagógica en los procesos de aprendizaje. El proceso del cual damos cuenta en este texto fue muy vivencial - experimental, pues lo esencial fue la búsqueda de un proceso y no un resultado; en este, el cuerpo tuvo un papel fundamental pues: “todo conocimiento pasa en primer término por el cuerpo, pues nunca es sólo una operación mental (raciocinio) pues está entretejida de emociones” (Assmann, 2000, p. 32), los estudiantes y las estudiantes comentaban la importancia de vivir otro tipo de aprendizaje donde los conceptos/ teoría pasan por su cuerpo (práctica) sin necesidad de empezar por la razón como única fuente fiable para la academia (sistema educativo). Estas experiencias fueron movilizadoras, pues partieron del análisis, no visto solo desde el raciocinio, sino a través de lacorporeidad, vehículo donde los aprendizajes se dieron al mostrar frustraciones, emociones, miedos, ansiedades, pruebas, errores…

El aprendizaje desde lo lúdico, por medio de dinámicas, juegos y otros recursos puede practicarse y guiarse, aun estando en la universidad, pues muchas veces se cree que solo por pertenecer al grupo de la adultez debemos perder esa habilidad/ capacidad o, peor aún, pensamos que no poseemos esas cualidades o no somos “buenos o buenas” pues el sistema se ha encargado de moldearnos de una única forma, dejando de lado la creatividad y el arte, haciéndonos pensar que no somos capaces, cuando en realidad lo que ocurre es que no nos ha permitido desarrollarlos. En cuanto a ello, Robinson /2011) plantea:

Todo el mundo nace con tremendas capacidades creativas; la cuestión está en desarrollarlas. La creatividad es muy parecida a la capacidad para leer y escribir. Damos por sentado que casi todo el mundo puede aprender a leer y a escribir. Si una persona no sabe hacerlo, no supones que es porque sea incapaz de ello, sino simplemente porque no ha aprendido. Con la creatividad pasa lo mismo: a menudo, cuando la gente dice que no es creativa se debe a que no sabe lo que implica o cómo funciona la creatividad en la práctica. ( p. 40)

También creímos pertinente encauzar procesos pedagógicos con amor, ternura y cuidado, experimentamos sensaciones que nunca habíamos vivido, es decir, tal vez alguna persona tenía susto o pánico escénico, pero sí participaba del proceso metodológico para presentar una escena teatral y se arriesgaba a experimentar esa zona que no conocía, con lo cual podía sorprenderse y descubrir otras habilidades y posibilidades. Muchas personas participantes agradecieron la experiencia que el curso les dio, pues se quitaron miedos y así pudieron estar sobre un escenario o haber creado una obra plástica, cosa que antes para ellos y ellas era inimaginable.

Encuentros cercanos con la utopía

Viajamos hacia esa utopía, como persona creativa, hacia una dimensión que busca una actitud utópica que precisa de una contemplación de lo real de forma crítica y constructiva para poder generar aportes, aprender de estos procesos de ruptura con la educación tradicional y poder implementar las artes como una herramienta de mediación pedagógica, pues sabemos que muchas personas desconocen el impacto que tienen las artes sobre la vida y desarrollo de la gente. Sobre ello, Freire (2005) expresa: “No hay cambio sin sueño, como no hay sueño sin esperanza” (p. 116).

Existen muchos caminos para acercarnos a la UTOPÍA, cada vía traía un aprendizaje, un propósito, un crecimiento; no teníamos un orden establecido o predeterminado, no había un guión estricto; los caminos no los definíamos desde el inicio, pues nadie sabía qué seguía o cómo se viviría el proceso, puesto que no habíamos vivido una investigación acción participativa (IAP), no había tiempos establecidos sino experiencias vividas; ese “no saber” era parte del aprendizaje de la ruptura de paradigmas, los rumbos nacían según las necesidades del colectivo.

A lo largo de la vivencia de la IAP, la incertidumbre llegó a ser ese motor que nos impulsaba a seguir, nos cuestionábamos, dudábamos, nos frustrábamos, pero principalmente reflexionábamos sobre nuestra práctica pedagógica; fue necesario sentir y vivir ese momento incierto que, además, era el pivote que debíamos asumir para empezar a arriesgarnos, a salirnos de nuestra zona de confort y a empezar a buscar las acciones necesarias para lograr transformar nuestra situación.

Una de las actividades que más generó incertidumbre fueron las exposiciones de los diversos periodos teatrales, pues el propósito era salirnos del marco tradicional (magistral) y plantear una exposición creativa. Una estudiante dijo: “dominamos la información, el contenido, pero a la hora de pensar, ¿cómo lo vamos hacer?, ¿cómo lo vamos a compartir?, ¿cómo lo vamos a plantear?, es donde nos quedamos en las estructuras tradicionales”.

Por lo tanto, debíamos reflexionar sobre cuáles pueden ser esas acciones que nos impulsan a salirnos de nuestras zonas seguras. En mi condición de docente – investigadora estimulaba el diálogo. Se empezaba a vislumbrar que el curso era una posibilidad para salirse de los estándares y espacios tradicionales de las carreras, pues invitaba a una participación más lúdica y abierta. En ese momento empezamos hablar de construir en conjunto el curso, de cómo proponer como colectivo el camino que necesitábamos para poder lograr todos aquellos propósitos, anhelos, objetivos que tuviéramos, y fue en ese preciso momento cuando todos y todas asumimos este nuevo camino, que nos hacía viajar hacia UTOPÍA (o hacia donde quisiéramos), a ese lugar que anhelábamos, pero que sentíamos lejano, pues la realidad nos ha castrado esa posibilidad de soñar y construir mejores espacios, como decía Freire y Faundez (2013): “(…)no tendremos una nueva educación si no tenemos una educación en constante renovación” (p. 129).

Queríamos un curso dinámico y creativo, enfatizamos que era responsabilidad de todas las personas, pues el propósito pretendía romper la relación bilateral profesora – estudiante y desarrollar una convivencia que anulara la jerarquía de esos roles, donde todo el grupo aprende junto, la participación del colectivo era constante en el proceso. Había una afinidad clara: no queríamos seguir reproduciendo modelos de la educación tradicional, queríamos un proceso liberador, dialógico y abierto, donde todas las personas participantes fuéramos valoradas y que nuestras habilidades fueran potencializadas, que nuestra diversidad se pudiera visualizar y nutrir por medio de las interrelaciones del colectivo.

Rompimos con esos roles establecidos donde quien enseña es el poseedor de la verdad, y buscamos vías para que el proceso fuera dialéctico, liberador y participativo, por lo tanto, debíamos intervenir activamente del proceso; rompimos esa concepción bancaria de la educación donde “el único margen de acción que se ofrece a los educandos es el de recibir los depósitos, guardarlos y archivarlos (Freire, 1999, p. 72); por eso fue fundamental encauzar y participar del proceso rompiendo con dicha concepción que Freire (1999) expone así:Un educador humanista revolucionario no puede esperar esta posibilidad. Su acción, al identificarse, desde luego, con la de los educandos, debe orientarse en el sentido de la liberación de ambos. En el sentido del pensamiento auténtico y no en el de la donación, el de la entrega de conocimientos. Su acción debe estar empapada de una profunda creencia en los hombres. Creencia en su poder creador. (p. 77)

La comunicación se había convertido en un pilar fundamental para las mediaciones dentro de los procesos desarrollados, era un arte poder escucharnos y hablar; pues dentro de las estructuras tradicionales empezamos a concientizar que existen diversas formas de comunicación no solo la verbal, y también distintas herramientas para poder generar las conversaciones no solo los círculos de opinión que realizábamos al finalizar la clase. Era necesario re-aprender otras formas de comunicación, aprender y ser en el aula, más allá de los libros, no debíamos tener miedo a los silencios, a esos momentos donde sentíamos que no había “producción”, necesitábamos del silencio para reflexionar, para transformar. Uno de los aprendizajes ha sido aprender a escuchar; a emplear la palabra, saber que aprendemos escuchando y observando, y que existen múltiples formas, no solo la palabra, pues se construye en colectivo y con la diversidad.

Es necesario aprender a escuchar. Hay quienes creen que hablando se aprende a hablar, cuando en realidad es escuchando que se aprende a hablar. No puede hablar quien no sabe escuchar. Y escuchar implica siempre no discriminar. (Freire, 2006a, p. 44)

Estos recursos no convencionales, como las artes que tienen diversos lenguajes, enriquecieron los procesos, las relaciones y momentos vividos; generaron mayor dinamismo, motivación y participación, lo cual incentivó el aprendizaje, pues todas las personas poseemos conocimientos y saberes, solo que en la educación tradicional esos saberes, a menudo, son anulados y silenciados, pues al sistema no le interesa nuestra opinión o criticidad ante alguna situación, no es permitido poder aportar u opinar distinto a la persona que tiene “la razón”, es decir, el profesor o profesora. Los saberes y percepciones mostraban esa emoción y sentir hacia el mundo, hacia el contexto, también mostraban esa afinidad hacia construir un mundo social – político distinto, se visibilizaba el sueño – utopía que nos unía por querer un mejor espacio.

Todos los procesos eran diversos y no opinábamos de la misma forma, pero concientizar que podemos arriesgarnos y hacer cosas diferentes era un logro; el conversar grupalmente y debatir sobre esas otras formas nos permitió crear nuevos procesos; conversar y observar lo que otros grupos hacían, nos ayudó a nutrirnos, pues, conforme intentábamos transformar y salirnos de esa zona, el proceso creció.

Logramos apropiarnos, creer que las situaciones pueden transformarse, pues “Si nosotros conseguimos convencer a los jóvenes de que la realidad por difícil que sea, puede ser transformada, estaremos cumpliendo una de las tareas históricas del momento” (Freire, 2006a, p. 49); hoy esta tarea es una lucha constante, pues hemos caído en una pasividad y conformismo que nos ha llevado a naturalizar acciones que no son apropiadas, que únicamente nos insensibilizan y deshumanizan, por eso siempre nos preguntábamos: ¿cómo, desde nuestros espacios, podemos generar cambios?, pues el aula se convierte en un ensayo para la vida.

Parte de la utopía del grupo consistía en que el espacio en el aula fuera un lugar donde la creatividad, participación, curiosidad y libertad tuvieran protagonismo, pues actualmente “la escuela se ha convertido en un espacio de tensión y tormento (…) Ese es el motivo por el cual la escuela no es un ambiente propicio para la libre expresión y la creatividad” (Gutiérrez 1987, p. 75).

Nuestro espacio en el aula se convirtió en un lugar mágico, desde la concepción de las artes, era un espacio donde nos descubrimos haciendo cosas inimaginables, donde despertábamos esas habilidades silenciadas o anuladas por el sistema, donde podíamos conocer nuestro cuerpo, voz y también aprender habilidades que nos ayudaban a desenvolvernos en el día a día; pero, principalmente, era un espacio donde la concientización y transformación, dos características fundamentales en el espacio teatral, fueron herramientas que iban más allá del entretenimiento, pues buscábamos generar comunicación y movilizar, como una herramienta política.

Reflexionamos nuevas sensibilidades y motivaciones, para mejorar la práctica pedagógica con mayor apertura y conciencia hacia la participación, dejar de fragmentar y generar colectivamente procesos y mediaciones que nutran y enriquezcan.

No paramos de caminar, seguimos accionando en nuestros diversos espacios con aprendizajes y vivencia distintas, ahora seguimos con los devenires y transformaciones por las que debemos y tenemos que trabajar, para seguir construyendo y “utopiando” con lo que soñamos, pues como decía Freire (2009) : “Por eso mismo, a pesar del discurso ideológico negador de los sueños y de las utopías, trabajo con los sueños, con las esperanzas, tímidas a veces, pero a veces fuertes, de los educandos” (p. 138).

Consideraciones en proceso: las experiencias enriquecen nuestros procesos de aprendizaje

Quedan caminos por recorrer, procesos que experimentar, cambios y transformaciones que enfrentar con la mentalidad de seguir viviendo una IAP abierta y dispuesta a mejorar aquellos retos y aprendizajes; pues con la IAP esta ruta sigue enriqueciéndose y seguimos accionando.

La ruptura de roles tradicionales me hizo reflexionar sobre la importancia que tenemos las personas que trabajamos para la academia de desprendernos del poder, en ocasiones nos creemos superiores o poseedoras de la verdad (situación que suele ser frecuente en el ámbito); pues, ¿proponemos procesos o imponemos el conocimiento?, ¿generamos participación?, ¿cómo es la relación entre libertad y autoridad?, como dice Maturana (1991) , debemos desapegarnos para crear sistemas de aprendizaje, para lograr compartir los saberes, quitarnos el miedo al errar y desprendernos de verdades absurdas asumidas:

Creo que el desapego surge en el momento en que uno se da cuenta de que no es dueño de la verdad. Para mirar algo hay que soltarlo primero, y el acto de soltar constituye el desapego. En el acto de mirar mis creencias me desprendo de ellas lo suficiente como para perderlas si el resultado de la reflexión así lo requiere. La verdadera dificultad está en generar esa mirada debido al miedo que uno tiene de perder lo que posee. (p. 42)

Aprendimos a conversar, a negociar, a accionar, a errar y a no sentirnos mal por eso, a escuchar, a ser creativos y creativas, a dejar SER, a cooperar, a conocer diversos caminos para llegar a los aprendizajes, a seguir promoviendo espacios participativos y dialógicos, a seguir luchando contra el adulto centrismo que rodea la academia, pues dentro de la institucionalidad: ¿se reconoce la diversidad?, ¿qué es la diversidad para la academia?, ¿cómo construir la apertura de un currículo diverso?

Construimos ese NOSOTROS y NOSOTRAS que enriqueció nuestras experiencias y espacios, que generó una nueva visión, que permitió el logro de visualizar nuestras estructuras para luchar contra el control, que favoreció el respeto por medio de desnudar el temor, la burla, la educación bancaria, la imposición; todos esos factores que hemos vivido en los espacios educativos tradicionales.

Logramos socializar y humanizar por medio del disfrute, no temer a equivocarnos, lograr reconocer y visualizar los cambios y generar transformaciones, pues debemos tener esperanza y sueños; aunque el mundo quiera arrancarnos nuestras aspiraciones, debemos aferrarnos, pues podemos cambiar nuestras concepciones del sistema educativo tradicional y construir nuevos espacios de aprendizaje, donde el estudiantado no sufra sino que goce, aunque al principio no percibamos los cambios: con este proceso de IAP, las transformaciones se sembraron y están empezando a germinar, están empezando a florecer.

Freire (2006b) propone que debemos ser coherentes con nuestras palabras y acciones; no podemos adaptarnos y sentarnos cómodamente y observar lo que sucede; somos lo que hacemos no solo lo que decimos, y las transformaciones surgen en el hacer; la utopía se construye colectivamente, no individualmente; los cambios se promueven, contagian y motivan: a ser mejores, a cimentar mejores espacios y contextos, los sueños se asumen y enfrentan.

Si, en realidad, no estoy en el mundo para adaptarme a él sin más, sino para transformarlo, si no es posible cambiarlo sin un cierto sueño o proyecto de mundo, debo utilizar todas las posibilidades que tenga para participar en prácticas coherentes con mi utopía y no sólo para hablar de ella. (p. 43)

La mediación pedagógica fue un aporte colectivo, experimentamos el no tener miedo de proponer, pero debíamos aprender escuchar, a conversar y a observar; aprendimos la diferencia entre proponer e imponer, pues el autoritarismo anula toda posibilidad de relacionarnos, ya que nos preguntamos: ¿cuál es la línea que divide la autoridad del autoritarismo? También aprendimos que todas las personas tenemos saberes y que de nuestras vivencias y experiencias podemos crecer y construir. Aprendí que no tengo “la razón” o “la última palabra”, sino que todas las personas tenemos conocimientos para compartir y crecer; aprendí que es más divertido ser NOSOTROS y NOSOTRAS que imponer un YO, aprendí a desaprender y a deconstruir. Aprendimos que debemos concientizar sobre las estructuras que reproducen los sistemas educativos y darnos cuenta de que en comunidad logramos más; suena un poco cliché, pero debemos vivir una IAP para conocer y transformarnos, para experimentar la construcción de espacios de aprendizaje, pues, ¿cómo utilizar la creatividad y el juego para propiciar el aprendizaje y transformarnos? Como dice Freire “…el futuro tendría que ser construido por nosotros mismos, mujeres y hombres, en la lucha por la transformación del presente malvado” (1996, p. 102).

Referencias

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Caillois, R. (1958). Teoría de los juegos. Barcelona: Seix Barral.

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Robinson, K. y Aronica, L. (2010). El elemento. Descubrir tu pasión lo cambia todo. Barcelona: Debolsillo.


1 Máster en Pedagogía con énfasis en Diversidad de Procesos Educativos, Licenciada en Artes Escénicas y Publicidad, académica del Centro de Estudios Generales de la Universidad Nacional. Correo electrónico: melissa.chacon.cespedes@una.cr


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