Revista Perspectivas:
Estudios Sociales y Educación Cívica
N.° 20. Enero-Junio, 2020
ISSN electrónico: 2215-4728
Doi: http://dx.doi.org/10.15359/rp.20.4
URL: http://www.revistas.una.ac.cr/perspectivas
Escenarios, actores y hechos:
Las transformaciones y
continuidades en el discurso cívico salvadoreño (1950-1970)
Scenarios, Actors, and Facts: The Transformations and Continuities in the Salvadoran Civic Discourse (1950-1970)
Cristina Elizabeth Hernández*
Fecha de recepción: 18/03/2020 • Fecha de aceptación: 04/04/2020
Resumen: Este artículo hace una revisión histórica sobre las transformaciones y continuidades en el discurso cívico salvadoreño entre 1950 y 1970. Presenta tres aspectos esenciales: temas de país, revolución de 1948, concepciones sobre la democracia, reformas educativa y universitaria y en 1969 la guerra contra Honduras. También, expone los principales grupos de actores sociales: militares, escolares, docentes y obreros. Y finalmente, muestra la dinámica social y cultural dentro del discurso cívico salvadoreño, explicada a la luz de la teoría de la acción comunicativa. Palabras claves: civismo; actores sociales; El Salvador; Estado; nación. |
Abstract: This article makes a historical review on the transformations and continuities in the Salvadoran civic discourse between 1950 and 1970. It presents three essential aspects: country themes, the 1948 revolution, conceptions about democracy, university and education reform, and in 1969 the war against Honduras. Also, it exposes the principal social actor groups: military, students, teachers, and workers. Finally, it shows the social and cultural dynamic inside the Salvadoran discourse, explained through the theory of communicative action. Keywords: Civility; Social Actors; El Salvador; State; nation. |
Resulta interesante constatar que entre 1950 y 1970 se dieron una serie de buenos y malos momentos a nivel nacional. Entre intentos de democracia “participativa”, golpes de estado, modernización, industrialización, políticas sociales y, como menciona Almeida (2017), “apertura de oportunidades”, se pueden observar una serie de escenarios cívicos en donde el discurso nacionalista envolvía las realidades de ese presente, con los actores de aquel momento. Entender la coyuntura política, económica y social; identificar los principales problemas de país, los actores sociales que interpela el discurso cívico, y los mismos discursos en su esencia y dinámica son algunos de los principales objetivos de este escrito.
Una hipótesis de esta investigación es que, pasada la revolución de 1948 y con la llegada de los gobiernos reformistas, hay una transformación en el discurso cívico y, por lo tanto, en el nacionalismo salvadoreño. Esto es puesto a discusión en lo que resta del artículo.
Con una estructura temática y cronológica, este artículo se divide en tres apartados. El primero identifica los principales problemas de país presentes dentro del discurso cívico salvadoreño: la idea de Estado y su redefinición en 1948, la reforma educativa de 1968, la guerra contra Honduras en 1969 y las ideas de democracia en procesos electorales celebrados durante este periodo.
El segundo apartado identifica a los actores sociales dentro del discurso cívico salvadoreño: militares, escolares, docentes y obreros. El tercer y último apartado determina de qué manera se interpelan actores sociales respecto a problemas del país dentro del discurso cívico. Se entiende esto como una dinámica social y cultural explicada a la luz de la teoría de la acción comunicativa propuesta por el filósofo Habermas (1987).
Estado del debate y marcos analíticos
Esta lectura está estructurada de manera cronológica y temática. Se estudiará la producción historiográfica nacional cuyo interés radica, no tanto en el aspecto interpretativo, sino en la información puntual, y en ayudar a entender el periodo, caracterizarlo e interpretarlo. Algunos casos de la bibliografía latinoamericana también se consideraron, pues coinciden con el objeto de estudio de esta investigación. En estos trabajos se encuentra una veta interpretativa mucho más rica, debido al nivel de análisis en que se abordan las problemáticas; pero, sobre todo, ayuda en cuanto a marcos analíticos y metodológicos.
La mayoría de los trabajos elaborados entre las décadas de 1950 a 1970 previas al conflicto armado, aportan, en cierta manera, en el entendimiento de aspectos puntuales de la realidad salvadoreña de aquellos años. Turcios (2003; 2017) y Almeida (2017) (autores recientes) nos ayudan a entender que este periodo fue de apertura y transformaciones sociales, económicas y con una nueva estructura en el sistema político (Turcios, 2003, p.74). El patrón histórico planteado por Turcios expone que al romper con la tradición liberal de finales del XIX, se efectúa una transformación del modelo político establecido.
Entendiendo el civismo como el medio por el cual se da un proceso de formación imaginaria de amor a la patria, heredero de la religión cívica y uno de los medios de difusión del nacionalismo (López Bernal, 2007), indispensable dentro de una nación, existente como una gran unidad imaginaria (por lo tanto cultural) y dentro de otra unidad político-administrativa llamada Estado (Calhouln, 1997; Anderson, 1993, pp. 23-25). Esto implica ideas de pensamiento y patrones de comportamiento que se pueden interpretar como parte de las “tradiciones inventadas”. Estas, para que existan con larga duración, presentan trasformaciones y se vuelven atractivas, con el paso de los años, para los nuevos receptores.
La habilidad metodológica de Almeida, al identificar los momentos claves para comprender las dinámicas de protesta en el país, resulta sugerente para aplicarse a las continuidades y transformaciones en la dinámica cívica. Por lo tanto, se puede observar un panorama que va dividiéndose en pequeñas identidades grupales alrededor de un interés o una actividad en común. ¿Qué tanto afecta o beneficia esto la identidad nacional? Según Norá, las identidades y memorias individuales construyen el colectivo y los nacionalismos y se puede evaluar que, en este momento, la identidad nacional estaba transformándose y siendo utilizada como amuleto desde los diferentes sectores emisores del mensaje –sobre todo la oficialidad- para legitimar sus acciones y decisiones (Norá, 1984; Calhoun, 1997, p.80).
Lindo-Fuentes y Ching examinan la reforma educativa emprendida por Fidel Sánchez Hernández, en un contexto de políticas de seguridad nacional, brindada por los Estados Unidos. En comparación al escrito de Escamilla que se centra principalmente en la reforma educativa de 1968 desde la vista interna del hecho (Escamilla, 1975), el trabajo de estos autores resulta mucho más rico y útil, al momento de entender la coyuntura, los actores implícitos y por brindar un soporte teórico para definir: modernización, clave al momento de escribir sobre esta época.
En el libro El Salvador. La República en parte se estudia el período de las dictaduras militares reformistas. Se hace un análisis muy detallado de los acontecimientos políticos entre la llamada “Revolución del 48” hasta el golpe contra José María Lemus (Walter, 2001a). De igual manera, en otro de los capítulos se detallan los acontecimientos políticos posteriores al derrocamiento de Lemus y se hace hincapié en la incorporación de los demócrata-cristianos y social-demócratas al juego político, que estableció el PCN (Walter, 2001b). Lo antes expuesto es de utilidad al momento de caracterizar aspectos como democracia, procesos electorales y Estado.
Los estudios de Carlos Gregorio López Bernal son también pertinentes para esta investigación, debido al acercamiento poco explorado –quizás el único- por la historiografía sobre actos cívicos durante los siglos XIX y XX (López Bernal, 2017;2011): el fenómeno cultural y social alrededor de las concepciones cívico-religiosas, las fiestas, la memoria, la tradición, etc. Ayuda a comprender, desde la perspectiva histórica, las identidades locales, las dinámicas de sociabilidad, los imaginarios colectivos, la religión cívica, la implementación del discurso, hasta la puesta en práctica por diferentes actores sociales. Enfoque de utilidad que se adentra a lo cultural más que a lo político, sumamente importante al momento de visualizar una dinámica.
Otro estudio interesante es el de David Díaz Arias, quien trata el caso de Costa Rica en 1970, y analiza cómo la identidad juvenil se va transformando mediante los problemas del país. Expone que lo político condiciona la identidad y que, en esencia, es un proceso generacional. Analiza a la juventud en sus participaciones dentro de los rituales nacionales, espacios públicos, privados, medios de comunicación, etc. Este autor trabajó con un tipo de actores sociales dentro de la dinámica nacionalista – la juventud; pero es metodológicamente de gran utilidad para esta investigación.
Tomando en cuenta los aportes anteriores, se considera que sobre la redefinición del papel del Estado salvadoreño solamente lo expone Turcios en su escrito y, sobre el aspecto económico. Por otra parte, el término democracia no se define en ningún momento, sino que se menciona como complemento de otras expresiones sociales o legitimaciones en los discursos, por lo tanto, este punto será de discusión en cuanto a su definición y a las concepciones de los actores sobre esta.
Problemas de país: El Salvador 1950-1977
“Mantener en alto el honor, la integridad y el desarrollo íntegro del Ejército Nacional, restituyéndolo a la condición de apoliticidad,
de guardián de libertades y de la soberanía de la República” (“Los 14 puntos del
Consejo de Gobierno Revolucionario de 1948”, 13 de Enero de 1949).
El 14 de diciembre de 1948, el Estado salvadoreño se redefinió y, según Turcios, se da un cambio en el patrón histórico a partir de este acontecimiento. ¿Qué tanto cambio significó? Oscar Osorio, de la mano del PRUD, llegó al poder en 1950, y trajo consigo transformaciones en cuanto a la tradición liberal de hacer política. Este gobierno fundamentó la visión sobre modernización e industrialización, que bajo la agenda y el financiamiento norteamericano se ejecutaron. La economía del país mejoró y se vislumbraron acciones de inversión en beneficio común.
A nivel político, la idea de Estado es una de las primeras en debatirse. La nueva constitución en 1950 significó el inicio de un nuevo periodo político: el de los reformistas.
La alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia es indispensable para el mantenimiento de la forma de gobierno establecida. La violación de esta norma obliga a la insurrección (Const., 1950, art.5). Alternabilidad política, era una demanda constante desde el paro cívico en 1944. Cuatro años después, la percepción de la democracia y el estado, iban dentro de la agenda de estos nuevos gobiernos, al igual que las transformaciones económicas, industrialización y modernización.
La democracia no es un estado de vida que se improvisa, es un estado de conciencia colectiva y exige de la ciudadanía que lo compone una actitud de sujeción (Citado en Turcios, 2003, p.61).
La reflexión, adentrándose al pensamiento de los militares nacionalistas “populistas”, es que la democracia (republicana occidental) es conservadora;, es un régimen para la estabilidad, con un cuerpo normativo establecido (la constitución), protector del sistema vigente, no dúctil a los cambios profundos y rápidos; y que nació con la revolución. Sin dejar de lado, que los designados a mantener esta “democracia” eran, por convicción, militares.
Genuina aspiración de la universalidad de los salvadoreños pueda realizarse en forma positiva, para que lograndola unidad nacional pueda lcanzar el goce de los más puros derechos humanos y democráticos (“Palabras del Mayor Osorio”, 13 de enero de 1949).
Juan Mario Castellanos (2005) brinda un aporte interesante, ya que, al hacer un balance general y tratar de caracterizar la democracia durante el reformismo, la define como restringida bajo tutela militar, la cual muestra libertades, pero controla y decide las acciones de ciertos grupos en espacios determinados.
Entre acciones como electrificación, salud, asistencia social, vivienda, infraestructura, educación y relaciones internacionales, se quemaron los cartuchos del carisma y, para la década de 1960, se empezó a pagar el precio del desgaste político a la luz del contexto internacional, la realidad regional y la caída en los precios del café.
Para hacerse del poder se presentaban dos vías: la democrática (elecciones) y la inconstitucional (sinónimo de golpe de Estado). Ejemplo de ello son los derrocamientos de los presidentes Castaneda Castro y Lemus. Al efectuarse un golpe de estado, inmediatamente se convocaba a un proceso electoral formal, que por lo menos en el caso del PRUD y su antecesor el PRO-PATRIA resultaban ser partidos políticos únicos como propuestas políticas. El llamar a la insurrección mientras no se cumpla el principio de alternabilidad, resulta interesante, ya que legitima este tipo de acciones, y aparentemente pasan a la vía de la legalidad.
Las presidencias de Adalberto Rivera y Sánchez Hernández comprendieron similitudes irrefutables. Ambos intelectuales y brillantes alumnos graduados en el extranjero, tomaron la presidencia bajo carreras militares y profesionales de renombre.
El mundo atravesaba un cambio de época marcado por las demandas de las nuevas generaciones, el surgimiento de tecnologías disruptivas y el ascendente conflicto de la guerra fría. En El Salvador, el descontento social venía en aumento por problemas económicos, el uso del autoritarismo como medio de control social y la formación de movimientos sociales que marcaban la dinámica de la vida nacional.
A finales de la década de 1960, se impulsó una Reforma educativa que supuso una ruptura en la cultura educativa del país, puesto que, por primera vez, el mayor proyecto de enseñanza estuvo en concordancia con el de nación. No muy lejos de esa realidad, Fabio Castillo, rector de la Universidad de El Salvador, propuso una reforma universitaria que, de igual manera, revolucionó la dinámica burocrática de la institución. Esta es interesante, ya que proponía para el alumnado el tener una visión más integral a través del sistema de áreas comunes (Ramírez Fuentes, 2018). En esto Héctor Lindo propone poco, ya que estudia la reforma educativa ajena a la universitaria, y compararlas, podría ser más enriquecedor para entender el periodo, las visiones de país, nacionalismos y el accionar del Estado. Con todo esto, confluyen las ideologías, los actores singulares e institucionales, lo nacional y lo mundial, las acciones de fondo y forma, para protagonizar una de las escenas más simbólicas antes del estallido del conflicto armado salvadoreño.
Entre lo social y cultural, la idea de crear conciencia nacional sobre el salvadoreño trabajador que se rige de las leyes y que se distingue de sus hermanos centroamericanos, se retoma en esta época. El unionismo y su renacimiento son interesantes, sobre todo porque su aparición como expresión política es nula dentro de trabajos sobre esta época. Proyectos sobre la patria centroamericana venían gestándose desde siglo XIX de manera política, y terminaron siendo grandes fracasos. Para 1950, las soberanías de los estados no podían violentarse y se optó por un unionismo económico, se legalizó el intercambio comercial y además, se efectuaron distintas colaboraciones entre gobiernos, se educó unificadamente a través de manuales escolares, cartillas cívicas, boletines, columnas de opinión, artículos de periódicos y discursos presidenciales. Sin olvidar la elaboración de una política de cordialidad centroamericana, que vino a ser bien vista sobre todo por Guatemala (Secretaría de Información de la Presidencia de la República de El Salvador, 1950).
La guerra contra Honduras, en 1969, significó la ruptura de la visión comercial para estos dos países y arrebató la estabilidad de miles de salvadoreños residentes en el país del norte. Turcios considera este hecho como la mayor crisis en la historia del país debido a la ruptura del modelo modernizador e integracionista para el caso salvadoreño. Nicaragua y Guatemala apoyaron estratégicamente a El Salvador y al ser expulsados miles de salvadoreños, el país sufrió problemas habitacionales, laborales y sociales para estos migrantes (“Nicaragua retiene gasolina a Honduras”, 26 de Junio de 1969). En este escenario se observa un choque de nacionalismos interesante, el que se retomará en detalle en el tercer apartado.
Hijos, bastardos y nietos: Los actores frente a escenarios nacionalistas
A la luz de la visión nacionalista, en El Salvador de esta época se perfilaban cuatro grandes grupos de actores: Militares, escolares, docentes y obreros. Este último, fecundado a partir de la propuesta de modernización e industrialización. La iglesia y el campesinado, sin duda, tuvo un papel de importancia y, debido a su complejidad, no se tomarán en cuenta en este escrito. Pero Almeida realiza un interesante aporte sobre este sector y su participación en distintos momentos históricos.
En la presidencia, las diferencias entre Osorio, Lemus, Rivera y Sánchez Hernández eran significativas. Estos últimos, marcaron un cambio en el perfil del líder y el ejercicio del poder. Lemus, escritor y político, basaba sus ideales sobre las líneas de Bolívar, Hidalgo, Valle, Martí y Morazán
. Se dirigía principalmente a trabajadores, maestros y soldados. Y este, al igual que sus sucesores, condujo la carrera militar de la mano de la intelectual (Manuel Sánchez Hernández, comunicación personal, 20 de Abril de 2019).
Una de las particularidades interesantes de los gobiernos reformistas se resume a: que el presidente, el ministro de defensa y el ministro del interior eran militares de carrera, mientras que los demás funcionarios fungían como civiles. Siendo el ministro del interior en la mayoría de los casos, el sucesor a la presidencia
. Por lo tanto, definir estos gobiernos como militares y militaristas resulta cuestionable, debido a que no existió una ocupación total de oficiales del ejército en el aparato de estado (Alvarenga, 1996).
Entonces, ¿dónde estaban los militares? Alvarenga coloca la tesis del uso del ejército para el control social interno, y revela que la policía de hacienda, la guardia nacional y la policía nacional absorbía a la mayoría de soldados mientras que estos intervenían en cuestiones de orden, represión y control (Alvarenga, 1996). Pero esta misma institución carecía de homogeneidad y padecía de conflictividad constante entre viejos y nuevos oficiales, situación que historizan Parkman (2006), Turcios (2017) y Baloyra (1987).
Los escolares son un grupo interesante y homogéneo. Como bien expone Ferró, la enseñanza a niños en las escuelas, los eventos violentos (guerras, asesinatos, persecuciones, torturas etc.) son la constante y, a través de la educación, cada Estado expone valores que vuelven única su nación, construyendo así la identidad de los pequeños hombres y futuros ciudadanos (Ferró, 1981). En la segunda mitad del siglo XX, este sector se ve beneficiado, al ser parte de la agenda de Estado, donde se observan políticas como: refrigerio escolar, una escuela por día, educación técnica y reforma educativa que impulsan y priorizan este sector social.
Tras la intención de impulsar el civismo por medio de material didáctico impreso, la necesidad por un grupo de intelectuales era innegable. Así, la presencia de Galindo Pohl no es para nada casualidad. Con los gobiernos militares, se observa la continuidad en la participación de literatos, pintores, escritores, abogados y artistas en general, quienes colaboraron y ocuparon cargos públicos en instituciones culturales gubernamentales.
Los universitarios, por otra parte, respondían a una lógica distinta que los escolares. Este grupo era más heterogéneo y abierto a la influencia de corrientes extranjeras de pensamiento. El no deseado “comunismo” aparece sin nombrarlo, como consecuencia natural de la injusticia, y el sistema caducó, cuando los pueblos se vieron acorralados y no se les ofreció una salida de reformas profundas.
A la universidad … llega un escaso porcentaje de los alumnos que inician sus estudios secundarios, debido a razones económicas tanto de la población estudiantil como de la misma universidad, que se ve obligada a limitar la admisión […] ha sido objeto de diversos ataques económicos y materiales por parte de las autoridades del Estado, en el intento de ahogar la influencia positiva que ejerce sobre las grandes masas de la población salvadoreña (Dalton, 1989, p.150).
Los afanes de justicia y democracia, llevaron a esta base social conformada en buena parte por universitarios, a las calles y utilizaron el discurso cívico en respuesta a estos descontentos populares. La opresión brindada por los grupos paramilitares como la policía de hacienda, la guardia y las patrullas cantonales fue intensificándose con el paso de la década de los setenta (2018, pp. 66-73; Almeida, 2017; pp.111-306).
Es urgente la necesidad del diálogo, recordando que el abuso de autoridad es despotismo y la intransigencia cerrada es necedad. Es urgente el mayor entendimiento del Ministerio y los profesores, inspirado solamente en la infancia escolar de nuestro país
(“El conflicto del Ministerio y maestros”, 2 de febrero de 1968).
Los maestros fueron actores fundamentales en el proceso de construcción de la nación. La organización, expresión y libertad a medias se aprovecharon al máximo por buena parte de la base social de los partidos políticos en contienda (PCN y PDC. Para 1968, se impulsa uno de los mayores proyectos “La Reforma educativa”, liderada por Walter Béneke quien, con aires de intelectual cosmopolita y su misma extracción de clase, hizo que el Ministerio de Educación estuviera un tanto distanciado de la realidad de las grandes mayorías) los docentes. La vehemencia con la que persiguió sus metas lo llevó a un liderazgo unidireccional que terminó en confrontación con estos actores sociales, provocando así la pérdida de apoyo popular y el desgaste político del PCN.
A finales de la década de los sesenta, los maestros fueron sujetos a cambio en las pensiones, despidos y aumento de trabajo por el mismo salario, que no había cambiado desde hacía décadas. ANDES 21 de junio, liderada por Mélida Anaya Montes y Mario López, se convirtió en una fuerte oposición del gobierno de Hernández. Promovieron las dos huelgas multitudinarias de 1968 y 1971. Estas no lograron victorias significativas, pues el gobierno no acudió a sus demandas, lo que sí tuvieron fue una repercusión en el movimiento sindical, le dieron una identidad y una agenda política al magisterio, mientras que muchos de los líderes terminaron involucrándose en la lucha armada en la década de 1980.
Debido a la situación de crecimiento poblacional, sobre todo en el área rural, se produce un fenómeno migratorio interno, principalmente hacia San Salvador. En 1946, los distintos sindicatos, que fueron base para el paro cívico dos años antes, fueron observados con la llegada de los cincuenta. Menjivar describe que, para esta fecha, una amalgama de problemas, a diferentes escalas, condicionaron un ambiente de entropía social en El Salvador. Añade que el movimiento obrero es heredero del movimiento de artesanos de principios de siglo, y que este se transformó, debido a las condiciones que brindó el Estado con el proyecto industrial (Menjivar, 1987, p.45).
Esto sirvió de base en la formación de discursos políticos en torno a las reivindicaciones populares; además de la campaña política del PAR en 1967, fue la huelga de trabajadores de acero, lo que significó la ruptura de sindicatos dóciles que respondían a las patronales. Aquí inician los movimientos de trabajadores con influencia marxista y se observan expresiones identitarias como proletariado y lucha de clases.
Las políticas a los trabajadores en cuanto a recreación, bonificaciones, prestaciones (cajas mutuales de crédito) y todo lo que encierra el Estado benefactor que funda Osorio, son la muestra de las acciones gubernamentales por frenar las demandas y el avance de la organización social, como bien indica Almeida (2017, p.111). El sector privado muestra su poca voluntad de negociar con los obreros y, por el contrario, ejecuta acciones para detener el avance de este nuevo tipo de sindicatos agremiados a la FUSS creada en 1965 (Cayetano Carpio, 2009).
Así, el pensamiento y las acciones de los reformistas durante la década de los setenta, pueden ser explicados mediante la idea desarrollada por Antonio Gramsci, cuando habla de cesarismos progresivos y reaccionarios (Gramsci, 1999, p.65), y sobre la naturaleza del sistema que podía (y debía) instaurar un partido revolucionario durante la transición a un nuevo sistema social. El autoritarismo (para Gramsci, no es malo en sí mismo) es el rasgo fundante de todo nuevo sistema hasta que logra la hegemonía, o sea, hasta que la sociedad civil es, también, nueva. ¿Se transformó la sociedad civil? Sí, en respuesta al autoritarismo y a la represión, y mediante un proceso generacional, los nietos de la patria (hijos, bastardos y nietos que ejercían como obreros, maestros, estudiantes y jóvenes militares) se van abriendo paso en la historia, saliendo a las calles para exigir beneficios y derechos.
La acción comunicativa dentro de la dinámica cívica
“Esta es mi Patria: Un rio de dolor que va en camisa
y un puño de ladrones asaltando en pleno día la sangre de los pobres.
Cada gerente de las compañías es un pirata a sueldo; cada ministro del Gobierno democrático
un demagogo que hace discursos y que el pueblo apenas los entiende”
(Escobar Velado, 2019).
En circunstancias especiales, los seres humanos reaccionan con voluntad de cambios radicales frente a las condiciones socioeconómicas que les son impuestas y que tal vez contribuyeron a crear. La insurrección cívico-militar de 1944 fue la primera manifestación urbana y pacífica de masas en Centroamérica. Como bien indica Parkman, el movimiento social no tuvo los efectos esperados, pero puso fin a la era de los caudillos militares y se exigió principalmente la alternabilidad política (Parkman, 2006, p.13). El ejército perdió, por el momento, su antigua estructura institucional y los jóvenes oficiales junto a estudiantes y profesionales medios se abrieron la oportunidad para hacer apariciones políticas y retar cada vez más el control oligárquico en las calles.
Los golpes militares en América Latina, entre 1950 y 1970, según O`Donnell (2006, p.89), se interpretan como respuesta a situaciones de “amenaza”, durante las cuales las clases dominantes (ya sea militares, élites económicas o clases medias) defendían su statu quo. Los gobiernos reformistas buscaban ser, o creían ser, los “fundadores” de un nuevo orden que abarcaba lo económico, las relaciones internacionales (sobre todo con los EE.UU.), lo político y lo cultural. En este último sentido planteaban rescatar una identidad nacional, en donde se dignificara al ciudadano, soldado, alumno, maestro, obrero y campesino salvadoreño y se moldearan a su manera. Planeaban abandonar el modelo del subdesarrollo de la mano de ALPRO y, desde la utopía de la industria, seguir el ejemplo asiático de superación (Béneke, 1961).
El periodo reformista encierra grandes momentos históricos que fueron protagonizados por distintos sectores. Para determinar de qué manera el discurso cívico interpeló actores sociales respecto a problemas de país, se ha tomado en cuenta la propuesta filosófica y lingüística de Jünger Habermas, teniendo en cuenta que el civismo llega al extremo de ser una “ideología” oficial que también se entiende como ciudadanía ante un ejercicio de derechos y deberes de bien común. Pero el discurso oficial propiamente pasa por un proceso comunicativo y discursivo ya sea de manera oral o escrita.
Figura 1: Función del signo lingüístico
Fuente: Infografía sobre el modelo semiótico de Buhler. Representativo de planteamientos articulados. Elaboración propia.
El modelo de Buhler, presentado por Habermas, es representativo para planteamientos articulados, en este caso, en cuanto a teoría de la comunicación. Este modelo semiótico tiene como principal objetivo el identificar el tipo de signo lingüístico. Si se aplica este modelo a la función discursiva del Estado salvadoreño a través de la historia, se puede asemejar que el gran hablante es el Estado, los valiosos oyentes son los diferentes actores sociales; mientras que el discurso cívico desde la oficialidad es el equivalente al signo lingüístico que Habermas propone.
Figura 2: Discurso oficial salvadoreño en clave de Buhler
Fuente: Infografía adaptada el discurso cívico del Estado salvadoreño entre 1950 y 1970. Toma en cuenta aspectos importantes que corresponden al signo lingüístico y sus variantes de acuerdo con la propuesta de Buhler. Elaboración propia.
De acuerdo con el momento en que se emite el discurso, este puede cumplir con tres tipos de función: primero la función cognitiva, que equivale al uso político de la realidad de manera expositiva. En esta, se presentan situaciones del presente y se sientan bases para justificar acciones por parte del hablante (en este caso el Estado). Algunos ejemplos de esta serían:
Sobre la Reforma Educativa de 1968: Ante el descontento magisterial causado por la Reforma educativa, el presidente Sánchez Hernández exclama lo siguiente: Pensar que la televisión educativa pueda eliminar al maestro es como pensar que la imprenta pueda eliminar al escritor o el disco a la orquesta sinfónica. La televisión es solamente un instrumento puesto al servicio del maestro, quien es, y seguirá siendo, el eje del sistema educativo hacia los estudiantes (“T. V. no puede eliminar al maestro dice Fidel Sánchez Hernández”, 18 de febrero de 1969).
Además de ser un mensaje esclarecedor, la intencionalidad de este mismo es tocar la identidad de estos maestros y presentarlos como indispensables dentro del modelo educativo. El discurso claramente interpela el problema del momento y los actores sociales a quienes también va dirigido el mensaje.
En la prensa nacional rodaban notas y columnas de opinión sobre el reciente proyecto educativo. La reforma apostó principalmente a adolescentes y jóvenes con el objetivo de formarles como mano de obra calificada en carreras técnicas y así insertarles al mundo laboral que ofrecía el proyecto modernizador. Sobre educación primaria se dijo lo siguiente:
No se pretende negar el impulso vigoroso que dio el prócer Menéndez a la Instrucción Pública. Pero nunca llegó a figurar en los planes de enseñanza la concepción filosófica de la unidad del conocimiento humano, la percepción cósmica del equilibrio universal ni la valoración ética de la conciencia individual que constituyen hoy día los objetivos principales del brillante plan pedagógico, recientemente implantado por el supremo gobierno educacional del Estado. … Se pensó en formar buenos profesionales, medianos ciudadanos, pero nunca –¡jamás!– en la necesidad de formar hombres altruistas y conscientes (“Nuevos aspectos de la Educación Primaria en El Salvador”, 9 de julio de 1973).
Recordar a Meléndez y su aporte en el ámbito educativo durante el siglo XIX es lo presentado en el fragmento anterior. Se dejan claro que la mano de obra tecnificada no lo es todo, y esto sirve de base discursiva para introducir la propuesta del nuevo plan pedagógico. La interpelación entre los hechos y los sujetos es clara.
La segunda función del signo lingüístico es la expresiva, en esta se pretende mostrar vivencias del hablante. El discurso, con esta función, hace uso político de la historia y trae recuerdos de la memoria colectiva para conectarlos con el presente. Todo esto, con intención y finalidad ejemplarizante. Ejemplos de esta pueden ser:
Sobre la Revolución de 1948: Durante la toma de posesión de Óscar Osorio en 1950, este al inicio de su discurso presidencial exclamó:
… esos principios son, repito, los únicos que nos podrán servir de base para la superación de nuestras miserias actuales, y los únicos también que permitirán afrontar virilmente nuestros problemas y resolverlos con mente serena como lo hemos hecho desde el Glorioso 14 de Diciembre de 1948. … pido al Todopoderoso que ilumine a la humanidad para que haya Paz y que ilumine a nuestro Pueblo, a nuestro Ejército Nacional y a nuestro Gobierno, para que la Democracia sea una realidad en El Salvador.1
Como se mencionaba anteriormente sobre el aporte de O`Donnell, en este caso no solo se toman de ejemplo los hechos de 1948 para ajustarlos a la propuesta de gobierno de Osorio, sino que también se elige este suceso, porque se considera el mayor hecho después de 1944 en donde el ejército salvadoreño defendió la democracia del país. En el fragmento es claro el uso del pasado y su retrospección en el presente. También se identifica, claramente, a quienes está dirigido el mensaje –ejército y ciudadanía–, y retoma como objetivo principal el hacer posible la democracia.
Sobre la Guerra contra Honduras en 1969: Al celebrarse el aniversario de independencia y pasada la guerra contra Honduras, el presidente Sánchez Hernández el 14 de septiembre de 1969 reproduce un discurso en uno de los manuales cívicos para escolares, en donde, a manera de introducción, compara la victoria independentista con la salvadoreña ante el ejército hondureño.
En el 148 aniversario de la independencia de Centroamérica, la República de El Salvador enfrenta una de las situaciones más críticas en su historia. Así como en los días cuando el padre José Matías Delgado lanzó el primer grito de independencia … ahora el pueblo y el gobierno salvadoreño se han visto en la imperiosa necesidad de salir en defensa de los derechos humanos conculcados por el régimen de Honduras … Para que nadie bajo ningún pretexto le quite el agua, el pan y el vino. Para que nadie le desaloje de su hogar. Para que nadie le persiga sin ningún motivo … Por ese poderoso motivo nuevamente El Salvador ha empuñado las armas y nuevamente como en los días de la gesta emancipadora, los ejércitos salvadoreños se han cubierto de gloria en los campos de batalla. Ha vencido El Salvador porque siempre tuvo la razón y la justicia de su parte (Secretaría de Información de la Presidencia de la República, 1969).
Ambos discursos fueron dados pasados los acontecimientos a los que hacen referencia. Pero este caso es interesante, ya que se observa una comparación anacrónica entre dos hechos. Compara la figura de Matías Delgado con “el glorioso ejército salvadoreño” que defendió a la Patria. Expone el porqué de sus acciones y triunfos. En este caso, se hace referencia a la libertad como el derecho a defender y, de esta manera, se alimenta el sentido de identidad nacional, restándole importancia a la cantidad de problemas que se tenían y que aumentaron con este conflicto. ¿En realidad se ganó? Pueda que las fuerzas salvadoreñas fueron más hábiles en el campo de batalla, pero los problemas demográficos, económicos, laborales y sociales que se intensificaron a partir de ese momento indican, claramente, que no fue ninguna victoria; más bien este hecho marcó el declive del proyecto reformista modernizador y significó el desgaste político del PCN.
La tercera y última función es la apelativa y consiste en demandar exigencias dirigidas al destinatario. La mayoría de discursos poseen signos con esta característica al final de sus líneas. Es lógico tomar una situación del pasado para luego compararla con el presente y recordarle al oyente que tiene un deber con la Patria, es lo que se venía haciendo desde la fundación de los Estados modernos y con ello las naciones. El Estado se muestra, en este caso, como el mensajero entre el ser invisible llamado Patria y los hijos de esta (los ciudadanos). Ejemplo de ello puede ser:
Sobre la Guerra contra Honduras en 1969: El fin del MERCOMÚN y la Guerra entre El Salvador y Honduras en 1969, fueron situaciones de gran impacto nacional como internacional. La expulsión de migrantes salvadoreños provocó el descontento nacional y el choque de nacionalismos. Los pronunciamientos de organizaciones y sectores sociales salvadoreños fueron clave, ya que presionaron al gobierno central a tomar medidas por “dignificar el significado de ser salvadoreño” y ante tal hecho, el presidente dice lo siguiente:
“Este día … ya no es un momento afrontado únicamente por el presidente en particular sino que por el pueblo en general y el pueblo somos todos. Sobre todos nosotros recae la responsabilidad de lo que aquí se haga hoy … es nuestro deber para con la Patria”(Sánchez Hernández, 1969).
El fragmento anterior es interesante, pues el gobierno ya había tomado una decisión; pero su discurso está elaborado de manera que responsabiliza a todos los ciudadanos de las decisiones tomadas. Hace creer que fueron parte de la toma de decisiones, cuando en realidad fue una imposición. “Perdimos todas las cosas, casa, tierras, gallinas, ganado, todo … Pero esa guerra no era nuestra. Esa guerra era entre el presidente de acá y el de allá y al final quienes pagamos fuimos nosotros que nos costó una vida tener lo que teníamos” (Juan Miguel Díaz Díaz, comunicación personal, 2 de Abril de 2018).
Resolver las implicaciones de la guerra entre ambos países no es el objetivo de este escrito, pero por medio de lo anterior, se hace visible una posible vía de investigación en donde se contrapongan posturas oficiales de ambos países y opiniones desde abajo. El estudio de Pérez Pineda realiza una revisión hemerográfica, pero carece de recopilación de relato oral o alguna metodología que recopile la postura y vivencias de los expulsados salvadoreños.
Identificar los problemas de país y los actores que interpela el discurso cívico salvadoreño entre 1950 y 1970 es una misión sumamente complicada. En este caso se ha presentado una propuesta de análisis del discurso desde la lingüística, esta no se pretende mostrar como la única vía de análisis, más bien es una de los tantos caminos que se pueden recorrer con el uso de la semántica dentro de método histórico. La intención tampoco recae en resolver cada uno de los problemas del país y darles una posible solución de manera teórica-metodológica; más bien se propone una veta de estudio no estudiada en donde se analiza el presente de una época clave y se contrapone esta con la emisión de mensajes, los tipos de mensaje, sus características, los receptores y sus decisiones por aceptar o no este discurso y el cómo se le hace resistencia a una institución tan fuerte y poderosa como el Ejército Nacional entre los años cincuenta y setenta.
La segunda mitad del siglo XX trajo para El Salvador y Centroamérica cambios significativos y experiencias únicas. Se ha escrito sobre los hechos políticos, económicos y sociales de esta época dentro de la historiografía nacional. También, se ha estudiado sobre la formación de la identidad nacional, religión cívica, nación, Estado y civismo desde el estudio de las tradiciones y las sociabilidades.
Analizar el discurso cívico implica entender los mensajes implícitos y explícitos para compararlos con las acciones. Teniendo en cuenta que pcoas veces lo que se dice y lo que se hace concuerdan, este periodo no es la excepción, y de entrada se identifican contradicciones como cuando en los catorce puntos del Consejo de Gobierno Revolucionario se acuerda mantener al Ejército Salvadoreño en condición apolítica, cuando el mismo consejo era integrado por militares. Mayor aún, es la contradicción que se visualiza dos años después, al colocar a dos militares al mando del país.
Las continuidades son mayores que los cambios. La cuestión que Turcios considera un cambio hacia la modernidad aplica únicamente en aspectos económicos y levemente sociales durante los cincuenta y mediados de los sesenta. La política presenta más continuidades que cambios al observar militares y acciones populistas de parte de estos: procesos electorales fallidos, golpes de Estado, inestabilidad política, deserciones. Además, al utilizar el trillado pretexto de la patria y lo que esta conlleva (honor, civismo, religión, patrones de comportamiento, etc.), al igual que el uso del fuerza, la violencia y el terror psicológico, que para la década de 1970 era reproducido en medios, propaganda y TV, no de manera explícita, sino por medio de los ejemplos y la imagen.
La democracia ha variado en cuanto a percepciones y significaciones refiere. Mientras avanza el periodo de oportunidades e inicia el cierre de ciclos como propone Almeida, la democracia es visualizada desde distintas perspectivas y escenarios. Al ser una democracia limitada, se observan acciones de control que parecen ser libertades. El caso de los sindicatos atados a las patronales, por ejemplo, o la participación de otros partidos políticos en época del PRUD, pero atada a ciertas normas y limitantes.
Los problemas de país son amplios y complejos, pero, a manera de resumen, se puede considerar que los más significativos fueron: Revolución de 1948, Reforma Educativa y Guerra de 1969, estos debido a su magnitud y a su implicación, con el paso de los años, dentro de los discursos oficiales con sentido cívico. Los actores sociales, por otra parte, son elemento importantes para entender la dinámica cívica del periodo estudiado. Primero, porque están implícitos dentro de un momento histórico, y, segundo, porque al ser la vida y la historia un constante ciclo de acontecimientos, estos actores van tomando protagonismo en ciertos momentos.
La propuesta lingüística de Habermas, aplicada a procesos comunicativos, permite entender la funcionalidad del mensaje y la manera en que este es emitido. Sin alejarse de identificar que dentro de este se interpelan problemas de país del presente que se comparan con hechos del pasado (uso político de la historia) y actores sociales determinados. A partir de este periodo, se rompe la pasividad del receptor, debido a los problemas internos y la incoherencia entre el discurso y los hechos. El descontento se profundizó aún más, cuando los receptores se conectaron con ideas externas, ideales, etc. El caso de estudiantes universitarios, por ejemplo, que no era nada nuevo, pues en 1944 fueron base social importante al momento de sacar a Martínez del poder.
Sobre los actores sociales, es interesante analizar militares y militarismo, ya que en estos se observa una especial afición por el “franquismo español”, Existieron tremendas similitudes entre el caso de Franco en España, el martinato y el reformismo salvadoreño. Una interesante veta de estudio que falta explorar.
En cuanto a los escolares, al igual que los hallazgos de Díaz Arias en Costa Rica, se identificó que estos, junto al cuerpo militar, son los protagonistas de la mayoría de eventos públicos y tradiciones cívicas como desfiles, bailes, semanas cívicas, actos, bandas de guerra, etc. En estos grupos sí funcionó el discurso cívico (o por lo menos eso se puede evidenciar en un primer momento), ya que para estos la tradición cumple con el proceso de transformación, esta se vuelve atractiva y, con el paso del tiempo, se observa que las generaciones de estudiantes y militares de los años cincuenta son mucho más cívicas que las de los siguientes años. ¿Por qué disminuye? Situaciones tan sencilla como la alfabetización y el acceso a educación secundaria y superior fueron clave para que los jóvenes universitarios despertaran: lo que Habermas define como inteligencia cultural.
Los obreros y los docentes no estaban laboralmente tan alejados. Las implicaciones de estos al discurso son muy parecidas, al igual que sus mecanismos de respuesta al gobierno. Ambos grupos fueron base social importante, sobre todo del PCN; pero, con el paso del tiempo los pierden y son los causantes de su derrota.
Hacer reformas es una medida de retroalimentación comunicativa, en donde el emisor se da cuenta de que el receptor no está en la misma comprensión discursiva que él emite. Así, la reforma educativa liderada por Walter Béneke y la Universitaria por Fabio Castillo responden a necesidades en sus campos de trabajo. Comparar estos procesos sería interesante, ya que son proyectos educativos de gran magnitud, liderados por dos personajes dentro de la historia salvadoreña, y parecen ideados para dos países distintos, debido a la inclinación ideológica de cada uno.
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* Salvadoreña. Egresada de Licenciatura en Historia, Universidad de El Salvador (UES), El Salvador. Investigadora social y ambiental en la Red de Inspección Ambiental (REDIA), El Salvador. Correo electrónico: cristyhernandez03@gmail.com. Este artículo es parte del proyecto de investigación titulado: Educación, civismo y formación de la identidad nacional (1950-1977).
1 Oscar Osorio, “Discurso de Toma de Posesión”. 9- 12.
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