Vol 17, No 34, Junio-Diciembre 2019 ISSN: 1409-3251 EISSN: 2215-5325
Estrategias campesinas para la consolidación de la agricultura familiar en Los Altos de Chiapas, México Peasant strategies for the consolidation of family agriculture in Los Altos de Chiapas, Mexico
DOI: http://doi.org/10.15359/prne.17-34.6
Emanuel Gómez Martínez
Universidad Autónoma Chapingo, México
pinotzin@gmail.com
Recibido: 05/08/2019 Aceptado: 29/11/2019 Publicado: 30/12/2019
Resumen
¿La diversificación productiva ha permitido a las familias campesinas de Los Altos de Chiapas consolidar sus estrategias de reproducción social? Para contestar esta pregunta, en este artículo se caracteriza la agricultura familiar campesina a fin de comprender su nivel de consolidación económica. La metodología investigativa es un estudio de casos a escala regional y local, que incluyó revisión estadística para caracterizar la problemática, levantamiento de una encuesta en dos municipios de la región, observación participativa de las labores de agricultura tradicional en parcelas demostrativas de mejoramiento de maíz nativo, seguimiento a procesos de producción orgánica de hortalizas, miel y café. El resultado es un perfil de la economía agrícola regional que permiteanalizar las estrategias de diversificación productivay destacar los procesos de manejo agroecológico de maíz, café y miel. El estudio posibilita discutir la tipología de Agricultura FamiliarCampesina (AFC) que propone la FAO para caracterizar el nivel de consolidación de la agricultura familiar campesina. Las conclusiones nos permiten comprender en qué fase de consolidación económica se encuentran las estrategias campesinas. El estudio ofrece pautas para mejorar los procesos de organización de la economía familiar campesina.
Palabras clave: Economía agrícola, Desarrollo rural, Pobreza rural, Diversificación productiva.
Abstrac
Has productive diversification allowed peasant families of Los Altos de Chiapas to consolidate their strategies of social reproduction? To answer this question, this article analyzes peasant family agriculture to understand its level of economic consolidation. The research methodology is a case study on a regional and local scale, including a statistical review to describe the problem, conducting a survey in two municipalities in the region, participatory observation of traditional agriculture work in demonstration plots for native corn improvement, and observation of organic production processes of vegetables, honey and coffee. The result is a profile of the regional agricultural economy that makes it possible to analize productive diversification strategies, highlighting the processes of agroecological management of corn, coffee and honey. These results permit a discussion of the typology of Peasant Family Agriculture (CFA) proposed by the FAO for describing the level of consolidation of peasant family agriculture. The conclusions contribute to an understanding of the stage of economic consolidation stage of peasant strategies. The study provides guidelines to improve the processes of organization of the peasant family economy.
Keywords: Agricultural economy, rural development, rural poverty, productive diversification.
Introducción
De acuerdo con Tello (2011), la investigación en ciencias sociales se define al elegir su eje epistemológico: guiado por hipótesis o por preguntas, evitando combinar hipótesis con preguntas. En ese sentido, podemos delimitar el presente estudio a partir de las siguientes preguntas que servirán como guía del trabajo de investigación: ¿La diversificación productiva permite que las familias campesinas se consoliden como unidades económicas? ¿Por qué las estrategias económicas del campesinado se sustentan en la diversificación productiva? ¿En qué consisten las estrategias identificadas en la región de estudio? ¿Qué perspectivas hay detrás de estas estrategias?
Categorías analíticas
La pobreza en México es caracterizada con diferentes variables para tener un diagnóstico multidimensional; sin embargo, el indicador base es el ingreso económico por familia (Boltvinik, 2013), el cual, desde una perspectiva socio-antropológica, es insuficiente para caracterizar la pobreza rural. La medición de la pobreza de acuerdo con indicadores cuantitativos no considera variables culturales, como por ejemplo, la existencia de distintos tipos de población rural, particularmente la indígena, caracterizada por su diversidad en las formas de organización, tenencia de la tierra, identidad grupal, territorialidad y heterogeneidad económica, entre otras características culturales (Nahmád, Carrasco y Nava, 2009).
De acuerdo con Chayanov (1973), las familias campesinas se organizan como unidades económicas con base en la participación de todos los integrantes de la familia. El fin último de la producción no es mulltiplicar el capital, sino la reproducción social de la unidad familiar, lo que se denomina autoconsumo o economía de autosubsistencia, aunque ciertamente, la economía familiar se complementa con procesos de producción para el mercado, por lo que se trata de una organización más compleja y dinámica de lo que parece (Ploeg, 2015).
Las políticas de combate a la pobreza se basan en indicadores de rezago, exclusión, incapacidad y falta de servicios, a partir de un discurso que a todas luces es discriminatorio y que ha llevado a los mismos pobladores de los municipios clasificados como pobres, a definirse a sí mismos como “personas pobres” (Jiménez-Acevedo & Gómez-Martínez, 2011). Si bien, caracterizar a la población por su pertenencia a un municipio con índices de “muy alta marginalidad” o pobreza “multidimensional” facilita el diseño de políticas públicas de desarrollo social, está claro que si no se generan procesos de movilidad económica que permitan a la población mejorar sus ingresos, la pobreza se hace estructural, en lo que se considera como “trampas de la pobreza” (Bebbington, Escobal, Solaga &Tomaselli, 2016).
En la psicología social se considera que las personas que forman parte de minorías étnicas, sexuales o sociales interiorizan los discursos por los cuales se les ha estigmatizado como inferiores, débiles o incapaces (David & Derthick, 2013). En la antropología social se denomina “identidades negadas” a la imposibilidad que encuentran los pueblos indígenas de decidir sus procesos de desarrollo con base en su identidad histórica y capacidad de autodeterminación (Bonfil-Batalla, 1987). En sociología del desarrollo, el análisis parte de identificar las perspectivas de los actores sociales en los procesos sociales de organización y toma de decisiones (Long, 2007).
En cada perspectiva de investigación se parte de diferentes categorías y es evidente que se llega a distintos tipos de análisis, con el riesgo de perder atención a la perspectiva social del campesinado, salvo en los enfoques centrados en el sujeto social (Zemelman, 2011) o en los actores sociales (Ploeg, Brunori, Knickel, Roest, Sevilla & Ventura, 2000).
El estudio de las estrategias de reproducción social en condiciones de pobreza permite comprender las prácticas sociales, los arreglos entre grupos, la toma de decisiones, la división social del trabajo y los roles de género y edad, entre otros factores que nos posibilitan entender que las relaciones económicas también son relaciones sociales y culturales. Con este enfoque se han estudiado las interfaces entre grupos sociales, actores económicos y mercados regionales en tanto identidades productivas (Guzmán-Gómez y Madera-Pacheco, 2017).
La Agricultura Familiar Campesina (AFC) es una categoría que ha facilitado la discusión entre expertos y representantes oficiales de los diferentes países reunidos en las cumbres de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), se trata de una categoría suficientemente flexible para su adaptación técnica en instrumentos de política pública a partir de las siguientes características:
La creciente multiactividad de los agricultores y de los miembros de sus hogares.
El lugar en donde se desarrolla la actividad productiva coincide con, o se encuentra muy cerca del lugar de la vivienda.
La explotación del predio depende directa y principalmente de la fuerza de trabajo familiar sin perjuicio del empleo ocasional en otras actividades o de la contratación de mano de obra temporal (FAO, 2012).
Esta caracterización delimita la AFC al trabajo orientado principalmente al autoconsumo y no a los mercados, es decir, favorece la reproducción social de la unidad doméstica por sobre la comercialización regional o internacional. De ser cierta esta lógica, estaríamos ante un sistema de reproducción simple, que ciertamente no es creíble, pues de hecho si hay algo sumamente dinámico es la economía campesina (Ploeg, 2015).
Por diversificación productiva entendemos la combinación de estrategias de múltiple propósito. En una unidad familiar campesina es muy común encontrar diversos procesos productivos, orientados a la autosubsistencia y también a los mercados regionales o internacionales. El acceso a los recursos comúnmente conocidos como tierra, agua, cultivos y ganado estructura las relaciones de producción; sin embargo, el manejo de estos recursos con estrategias múltiples nos lleva a delimitar las prácticas sociales de acuerdo a los agroecosistemas, es decir, a los sistemas agrícolas, pecuarios, forestales delimitados en parcelas y de los que se recomienda estudiar las prácticas de manejo de la biodiversidad de acuerdo a los flujos energéticos de entrada (in put) y salida (out put), de tal manera que se considera una relación simbiótica entre campesinos, cultivos y atributos del ecosistema a escala parcela (Altieri, 1999).
La consolidación económica es una categoría que permite planear y hacer un peritaje delas economías; aunque se ha utilizado para analizar empresas en expansión y países emergentes, la FAO emplea una tipología de análisis de la Agricultura Familiar Campesina y considera tres escalas: AFC de autosubsistencia, en transición y consolidada:
Una AF de subsistencia, con poco acceso a los mercados y relacionada con la pobreza rural, convive junto a una AF consolidada y con una evidente integración al sector comercial. Al mismo tiempo, existe un número importante de explotaciones intermedias que se han definido como Agricultura Familiar en Transición. Este grupo, se caracteriza por haber superado algunas barreras de acceso a activos y mercados que enfrenta la AF más vulnerable, y se posiciona como un segmento con potencial productivo (Vellutini y Graziano, 2007, p.5, [énfasis agregado]).
¿Es factible esta tipología para el análisis de la AFC? ¿Cuáles serían las características de una AFC para conceder que efectivamente se encuentra consolidada? Seguidamente, presentamos un estudio de las estrategias de organización económica familiar que se identificaron en la región Los Altos de Chiapas en proceso de consolidación. Se consideraraque un grupo campesino está afinazado cuando tiene diferentes estrategias económicas en procesos productivos, de transformación y el comercio. Además, es importante valorar el nivel de codependencia del campesinado respecto al mercado, si la dependencia de insumos externos o de subsidios gubernamentales es menor a los recursos que son capaces de generar mediante la organización familiar, el trabajo colectivo y las alianzas con agencias de desarrollo, gubernamentales o no.
En este artículo nos interesa documentar las estrategias de trabajo campesino de grupos que, si bien se encuentran ubicados en municipios considerados en extrema pobreza, tienen técnicas de diversificación productiva que les permiten consolidar sus procesos de trabajo, y logran pasar pruebas muy críticas como son las crisis económicas, productivas, sociales o ambientales. El estudio de casos considera cuatro grupos campesinos ubicados en los municipios Tenejapa y San Juan Cancuc, en Los Altos de Chiapas, y que tienen sus propios modelos de trabajo basados en la diversificación productiva, la organización familiar y la agricultura orgánica.
Se aplicó una metodología holística, fundamentada en el estudio de casos en Los Altos de Chiapas, una región rural de México. Esta metodología es ampliamente utilizada en estudios de ciencias sociales aplicadas al desarrollo rural sustentable (Paré, 2000), por ejemplo, para hacer evaluaciones de políticas públicas en las que se pretende recuperar las experiencias sociales. Antes de hacer el estudio cualitativo, se partió de un marco estadístico con datos de la población y su agricultura para delimitar la problemática económica regional y posteriormente se llevó a cabo una exploración en campo durante 2016-2018, que incluyó acompañamiento a grupos campesinos y análisis cualitativo.
Estudio de casos
La metodología de estudio de casos se apoya en entrevistas cualitativas; para documentar los procesos se recurre a la observación etnográfica con lo que se pueden caracterizar las prácticas culturales de manera holística. Se parte de considerar las transformaciones sociales como casuísticas y singulares, delimitadas por el mismo ciclo en estudio. Esta metodología permite distinguir entre las condiciones estructurales y los procesos particulares que son notablemente diferentes de la generalidad (Stake, 1998).
Esta forma de análisis es ampliamente utilizada para sistematizar experiencias de desarrollo rural con base en las estrategias económicas del campesinado (Canabal-Cristiani, Contreras-Pérez & León-López, 2006), permite documentar situaciones particulares, y en nuestro caso nos permitió cotejar la información estadística con testimonios levantados a partir de entrevistas informales. Para definir los casos del estudio, no se diseñó una muestra probabilística por el hecho de que cada uno tiene sus propias particularidades y en ese sentido, su análisis se justifica con criterios cualitativos.
La región Los Altos de Chiapas fue seleccionada por fines prácticos y presupuestales, ya que el centro de investigaciones del equipo de trabajo se ubica en San Cristóbal de Las Casas, la ciudad más importante de la región. La mayor parte de los municipios de Los Altos se encuentran en condiciones de extrema pobreza y sustentan su economía en actividades del sector primario, básicamente la agricultura, con pocos o nulos procesos de transformación industrial y un tercer sector de servicios comerciales en rápido crecimiento.
Lo primero que se resolvió fue la definición del estudio de caso, con un máximo de dos municipios, preferentemente vecinos, en los que fuera posible investigar de manera exploratoria y colaborativa al mismo tiempo. Para tal efecto, el grupo de trabajo académico entró en comunicación con tres Agencias de Desarrollo Rural (ADR), un tipo de organización con el que operó el Proyecto Estratégico de Seguridad Alimentaria (PESA) entre 2010 y 2016. De las tres ADR identificadas en esta primera etapa, se descartaron dos por lo siguiente: una de ellas trabajaba en un municipio con muy alto grado de conflictividad política, y la otra no mostró interés en la investigación, por lo que fue seleccionada la ADR Pro-Mazahua, organización no gubernamental que en Chiapas trabaja en los municipios Tenejapa y San Juan Cancuc. El siguiente criterio limitante fue el local; se le pidió a la ADR sugerir dos localidades por municipio en las que se destacara la participación social de los pobladores en programas de enseñanza, de tal manera que se pudiera entablar un diálogo constructivo acerca de los temas y subtemas de la investigación. El resultado se puede observar en la Tabla 1.
Tabla 1.
Localidades seleccionadas para el estudio de caso y población total al 2010
Nota: Elaboración propia con datos del INEGI, (2010), Censo general de población y vivienda.
Una vez que se seleccionó el estudio de casos, y con la certeza de que se trataba de localidades con diferencias poblacionales notables, con un mínimo de 457 y un máximo de 2 415 habitantes, se dio preferencia a grupos de trabajo de 15 familias por localidad. Para caracterizar el perfil socioeconómico de estas familias se aplicó una encuesta.
Con cada grupo de trabajo se acordó un plan de acompañamiento a sus actividades productivas, que derivó en un programa de capacitación basado en parcelas demostrativas de técnicas agroecológicas para mejorar los métodos de manejo de suelos y cultivos. En las parcelas demostrativas, cada grupo de trabajo campesino puso a prueba sus procedimientos agrícolas y sirvieron para la experimentación de las prácticas agroecológicas y, en lo que compete a este artículo, fueron un espacio de trabajo que permitió observar y documentar las técnicas agrícolas vigentes entre los campesinos, particularmente en producción de maíz para la autosubsistencia. El trabajo en las parcelas sirvió, además, para dialogar con los grupos campesinos acerca de sus perspectivas respecto a la agricultura comercial.
La información recopilada con el cuestionario de la encuesta se capturó en una base de datos, se sistematizó en un informe parcial al concluir el primer año de trabajo y se diseñaron propuestas de capacitación y un plan de fortalecimiento de la agricultura familiar en donde las parcelas demostrativas fueron el eje de trabajo práctico (Gómez y Alcázar, 2019). El equipo de investigación formaba parte de un estudio implementado en seis estados de México (Sámano y Baca, 2017; Sámano, 2019; Gómez, Barradas y Sámano, 2019), por lo que se contó con el apoyo de un técnico en agroecología y un especialista en desarrollo rural con enfoque intercultural, quienes se encargaron de la asesoría puntual en los procesos de producción en café, miel y maíz; a los grupos de trabajo se les recomendaron algunas técnicas para aprovechar mejor los recursos locales, aplicar insumos orgánicos, sembrar en laderas para aprovechar las curvas de nivel y explorar alguna innovación técnica que pudiera implementarse en el segundo año de trabajo (Barradas y Baca, 2019; Barradas, Cuevas y Baca, 2019).
Paralelamente al trabajo en campo se elaboró un modelo estadístico para el análisis de la agricultura campesina a nivel regional, de acuerdo a la información municipal disponible al año 2015. Este modelo estadístico pudo ser contrastado con observaciones en campo a un nivel más cercano a las experiencias directas de los campesinos.
Toda esta metodología puede considerarse como inductiva, en el sentido de que para entender la Agricultura Familiar Campesina se trabajó con grupos locales, de tal manera que se dio preferencia a la información generada en campo y posteriormente esa experiencia sirvió para interpretar el modelo estadístico que describe la problemática regional, del cual daremos a conocer una síntesis. Como método de exposición, primero se presenta un perfil de la economía regional y posteriormente se muestra información local, con el fin de facilitar un análisis de la región desde una perspectiva centrada en las estrategias de las familias campesinas.
Resultados
Diagnóstico regional
Los Altos de Chiapas es una región rural en situación de pobreza generalizada: la red de poblaciones incluye una ciudad regional —San Cristóbal de Las Casas— en la que se articulan las relaciones entre 18 municipios, de los que 17 tienen un índice de marginalidad “muy alto” o “alto”, lo que significa que hay graves carencias en el acceso a servicios de educación, salud, infraestructura en la vivienda y generación de ingresos económicos (CONAPO, 2015).
Con una población total, que al 2015 ascendía a 678 130 habitantes, de los que el 80% es hablante de alguna lengua de origen mayence, destacadamente tsotsil y tseltal, la región administrativa V Altos Tsotsil Tseltal, conocida como Los Altos de Chiapas, es una de las regiones económicas más pobres de México.
En 17 de los 18 municipios de Los Altos de Chiapas se reporta que se cosechó maíz por una superficie de 71 505 hectáreas (has), con mínimos que van desde 554 has, en Santiago El Pinar, hasta 8 915 has en Zinacantán. Si bien hay variaciones por municipio, en su conjunto regional el segundo cultivo más cosechado es el café cereza, presente en 11 municipios, + resultado atribuible a las condiciones de altura favorable, con una superficie total de 18 031 has; y en tercer sitio encontramos el frijol, con una superficie total de 11 462 has cosechadas, también presente en todos los municipios, como se observa en la Figura 1.
Figura 1.
Superficie cosechada en Los Altos de Chiapas al 2015
Nota: Elaboración propia con datos de SIAP. (2015). Cultivos por municipio. Chiapas.
La estructura económica en Los Altos de Chiapas sigue una tendencia diferente a la del resto del estado de Chiapas (e incluso del país): en el periodo 2003-2014 el sector primario en Chiapas tuvo un peso económico de solo el 6,8% del PIB, el sector secundario o industrial representaba el 26,4% y el sector predominante era el terciario o comercial, con 66,8%. Los Altos sigue una tendencia en sentido contrario: el 56,1% de la población en Los Altos se dedica al sector primario, el 14,5% se dedica al sector secundario y el 29,4% al sector comercial, como se expresa en la Figura 2.
Figura 2.
Aportación por sector al PIB de Chiapas y población total de Los Altos por sector (2003-2014)
Nota: Elaboración propia con datos del INEGI. (2016). Estructura económica de Chiapas, en síntesis, p. 1; Serrano, Enrique. (2006). “Los Altos de Chiapas”. En: Regiones indígenas de México. CDI-PNUD, p. 127.
En la Figura 2 se observa información contrastante: Mientras el sector primario tiene una aportación mínima a la economía de Chiapas, la mayoría de la población se dedica a la agricultura, a la caza, a la actividad forestal o a la pesca. Con la misma tendencia observamos que, si bien el sector terciario o comercial es el que más aporta a la economía de Chiapas, menos de la mitad de la población realiza actividades de ese sector.
Si Chiapas ocupa el lugar número 19 de 32 estados de la República Mexicana por el tamaño de su economía, con una aportación de tan sólo 1,78% del PIB nacional, esta riqueza remotamente podría atribuirse a Los Altos de Chiapas, donde la principal actividad económica está en el sector primario, que incluye agricultura, ganadería, forestal, pesca y caza, actividades que en su conjunto han retrocedido hasta en -2,3%, mientras las actividades comerciales se incrementaron en 6,9%, al pasar de 12% en 2003 a 19% en 2014 (INEGI, 2016, pp. 5-6). Seguidamente presentamos más información regional para valorar con mayor detalle al sector primario.
Además de los tres cultivos más constantes y con mayor superficie mencionados anteriormente, es decir, maíz, café y frijol, vale la pena destacar la cosecha de 1 357 has de papa en San Cristóbal de Las Casas y en 5 municipios más: Chamula, Larráinzar, Chenalhó, Zinacantán y Teopisca. Otros cultivos reportados son 28 has de trigo en Huixtán y superficies menores de cebolla, col (repollo) y una gran variedad de frutales: aguacate, ciruela, durazno, limón, manzana, naranja, perón, plátano y tejocote.
Los datos precisos que nos permiten calcular volúmenes de producción y el valor de la cosecha de los principales cultivos se encuentran en la Tabla 2. En síntesis, tenemos que en los 17 municipios de Los Altos de Chiapas se siembra una diversidad de 16 cultivos, en una superficie conjunta de 105 994 has, entre los que destacan por su superficie maíz, café y frijol, así como papa, hortalizas y diversos frutales.
La información por cultivo y su valor en el mercado nos indica que los diez cultivos más rentables, a juzgar por el valor de la producción entre la superficie cosechada, son papa, aguacate, durazno, ciruela, manzana, col-repollo, limón, cebolla, plátano y perón. En 2015, el año de referencia de nuestro modelo estadístico, estos diez cultivos tuvieron un valor en conjunto de $284 323 USD (a precios de 2018, $18,65 MX por dólar), esto es el 90% del total de ganancias generadas por el sector agrícola en la región. Sin embargo, no fueron los más cosechados pues únicamente ocuparon 4 591 has. En sentido contrario a esta lógica económica, los tres cultivos más sembrados a una superficie de 100 998 has, lo que significa el 95% de los terrenos agrícolas cosechados, y con un valor de la producción de $19 601 USD, esto es, el 6,25% del mercado agrícola regional.
Tabla 2.
Superficie, volumen y valor de la producción cosechada en Los Altos de Chiapas, al 2015.
Los datos del diagnóstico que hemos presentado aquí nos permitieron precisar la problemática regional: en Los Altos de Chiapas la superficie de maíz abarca 71 505 has, que representan, por mucho, el cultivo más extendido en más de 65% de la superficie agrícola sembrada, con un valor en el mercado de $22 161 066 USD, que, si bien representó el mayor ingreso por comercio agrícola, únicamente significa el 1,71% del valor en el mercado. En contraste, tenemos que cultivos mucho más rentables como papa, trigo, cebolla, col (repollo) y una gran variedad de frutales: aguacate, ciruela, durazno, limón, manzana, naranja, perón, plátano y tejocote, en realidad no comprenden una gran superficie sembrada.
La pregunta que queda abierta es evidente: ¿por qué la gente prefiere cultivos menos rentables? Evidentemente esa respuesta no está en las estadísticas y necesariamente se requiere llevar la pregunta a campo. A continuación, cambiamos de escala a nivel local-comunitario, para lo que presentamos un perfil de las cuatro comunidades en las que se hizo trabajo empírico.
Kulaktik, Tenejapa
En la comunidad Kulaktik, municipio Tenejapa, el PESA operó a través de la entidad no gubernamental Pro-Mazahua, y como parte de la investigación que aquí sintetizamos se dio seguimiento a la cafeticultura orgánica, proceso que esta iniciativa local tiene muy completo, pues consideraactividades en diferentes etapas de la cadena de valor, incluyendo muy buen posicionamiento en el mercado de exportación, por lo que sin duda puede considerarse una estrategia para consolidar la AF. Esto no implica que esta estrategia esté exenta de problemas de enfermedades como el impacto del hongo de la roya (Hemileia vastatrix Berk. y Br.).
Entre las dificultades para consolidar este grupo de AF, están la centralización de la toma de decisiones en una persona, y los inconvenientes con los precios internacionales del café orgánico. Sin embargo, el grupo de trabajo visitado no solo tiene una estrategia basada en el café, sino que está iniciando la producción de hortalizas y miel en pequeñas superficies del traspatio doméstico. Otra de las actividades no agrícolas de la organización es un fondo de ahorro y crédito; sin embargo, no tienen una estrategia clara de capitalización.
Si bien a este grupo se le ofreció capacitarlo para mejorar el sistema de producción de maíz, no le resultó atractivo, pues su actividad productiva está orientada exclusivamente al café, cultivo que tienen bien posicionado en el mercado internacional, y si acaso invierten tiempo en capacitaciones es en ese sistema o en otros sistemas como las hortalizas, pero no en el maíz. Sin embargo, tampoco abandonan la producción de maíz pues es muy importante para el consumo familiar, de tal manera que combinan estrategias de agricultura comercial con agricultura de autosubsistencia.
Sibactel, Tenejapa
En Sibactel, otra comunidad de Tenejapa, la principal estrategia productiva es la miel orgánica. La organización que acopia la miel informalmente tiene un punto de venta en San Cristóbal de Las Casas. Para consolidar su estrategia, este grupo campesino tiene la necesidad de ampliar sus procesos productivos, de transformación ycomercio, para lo que se están capacitando en elaborar productos derivados de la apicultura distintos a la miel, como shampús, jabones y remedios naturistas, entre otros. No obstante este grupo también produce café y maíz, su estrategia la han centrado en la miel, mercado que les parece más atractivo, aunque los volúmenes de acopio de miel no les han permitido escalar. Tampoco les interesó capacitarse en maíz, aunque igual que los cafetaleros de Kulaktik no abandonan este cultivo; al tener poco valor en el mercado prefieren no hacer grandes inversiones en mejorar el sistema, por considerar que con las actuales técnicas agrícolas es suficiente para mantener el consumo familiar y no vale la pena escalar a comerciar el grano. Este grupo, al igual que el anterior, combina estrategias de agricultura mercantil con autosubsistencia, y para mejorar su posición económica prefieren diversificar el sistema comercial de la miel y derivados, que invertir en la agricultura de maíz.
Chiloljá, San Juan Cancuc
El grupo de trabajo de Chiloljá, San Juan Cancuc, también cuenta con una organización asentada en la familia de don Manuel, quien dirige las actividades agrícolas en las parcelas de maíz. En el traspatio de esta familia Pro-Mazahua construyó un invernadero, que se encuentra sub utilizado por falta de experiencia técnica. Con este grupo se puso en funcionamiento un proceso de capacitación en mejoramiento de maíz, para lo que destinó una parcela experimental, en la que se sembró maíz morado y se implementaron técnicas de siembra en laderas de acuerdo con las curvas de nivel, incorporación de barbechos y aplicación de abonos de lombriz californiana (Eisenia foetida), así como el descarte de herbicidas y plaguicidas. Todas estas técnicas resultaron nuevas para el grupo, que mostró incredulidad, pero a la vez un gran interés en ver su aplicación, en espera de reducir gastos en fertilizantes químicos, herbicidas y plaguicidas.
Una vez que valoraron el trabajo agroecológico se interesaron en construir una composta y se llevó a cabo un ejercicio de acopio de abono de ganado vacuno colectado en un potrero que se maneja de manera comunal. En la composta se agregaron lombrices californianas y se capacitó al grupo en técnicas de manejo. Sin embargo, pese a estos avances el segundo año se declararon desinteresados en continuar con la parcela demostrativa de maíz. De tal manera que el segundo año de trabajo optaron por aplicar el abono de la lombri-composta para producir jitomate (Solanum lycopersicum) en el invernadero familiar. El grupo de jitomate quedó integrado exclusivamente por mujeres; los hombres que habían trabajado el primer año ya no se involucraron.
Chijil, San Juan Cancuc
El grupo de trabajo Chijil, en San Juan Cancuc, estaba integrado por cinco campesinos cuyo proceso social no era muy claro. Laorganización Pro Mazahua había llevado a cabo un intenso trabajo de auto construcción de viviendas en el que se participaron unas 15 familias; en 2017 el PESA pidió a la organización que cambiara de cobertura geográfica y esta comunidad dejó de ser atendida por lo que el de trabajo, sin acompañamiento alguno, ni proyecto productivo en ejecución se disolvió. Antes de desvincularse, el grupo aceptó trabajar una parcela experimental para mejorar el maíz nativo, variedad color morada. En esta parcela, al igual que en la de Chiloljá, se implementaron técnicas de siembra en horizontal siguiendo las curvas de nivel y se remplazó el uso de fertilizantes por abonos de lombriz, pero este grupo, a diferencia del anterior, no se interesó en construir una composta, ni mostró interés en experimentar con técnicas agroecológicas de manejo de suelos, semillas o control de insectos. Los integrantes tenían poca o nula iniciativa personal, consideraban que el trabajo en la parcela era de los técnicos universitarios, y no se apropiaron del proceso. Por el contrario, cada vez que el grupo de trabajo les visitaba, les pedían regalos, advirtiendo que así trabajaban con los programas de políticas pública y que, si no se les obsequiaban herramientas, semillas o incluso dinero en efectivo, abandonarían el proyecto, lo que finalmente ocurrió.
Análisis
Retomando la tipología de Agricultura Familiar (AF) mencionada antes, tenemos un primer nivel que se basa en agricultura de autosubsistencia, un segundo nivel con una agricultura en transición, y finalmente un tercer nivel con una agricultura consolidada (Vellutini y Graziano, 2007: 5). Aplicar esta tipología para analizar la AF nos puede dar dos resultados diferentes, según la aproximación regional y los datos que utilicemos.
Al considerar el diagnóstico regional con datos de la economía agrícola en 17 municipios de Los Altos de Chiapas, podemos deducir que los cultivos más extendidos, maíz, café y frijol, no son los más rentables, y que los cultivos con mejor valor en el mercado, tienen poca superficie sembrada. La explicación a esta aparente discordancia radica en que, a diferencia de los cultivos más extendidos, maíz, café y frijol, otros cultivos más rentables como hortalizas o frutas, requieren una inversión productiva mayor en infraestructura, enseanza, diseño de los huertos, riego, compra o producción de semillas y luego situarlos en mercados regionales, lo que también implica servicios de transporte y comercialización. La sugerencia más evidente para enfrentar esta realidad consiste en equipar a las familias campesinas con la infraestructura mínima para fortalecer los cultivos de autosubsistencia y adoptar cultivos rentables. Ciertamente el Estado ha invertido al conssruir caminos y controlar la inflación, pero aún hacen falta programas que financien directamente a las unidades familiares campesinas, por ejemplo en sistemas de riego, crédito, transporte, insumos y sobre todo en capital humano.
Ahora bien, al considerar el trabajo de campo a nivel local-comunitario, tenemos que cada grupo campesino posee diferentes perspectivas ´para consolidar sus procesos de organización productiva. En Tenejapa encontramos dos casos de una agricultura en transición a consolidarse envasada en actividades agropecuarias comerciales, como el café y la miel, con actividades de autoconsumo como el maíz y las hortalizas. En San Juan Cancuc encontramos dos casos de grupos con pocos o nulos procesos de agricultura comercial, muy dependientes del maíz para la autosubsistencia, aunque en Chiloljá había un proceso inconcluso de agricultura protegida con base en invernaderos, y en el caso de Chijil lamentablemente no había más trabajo, por lo que este último grupo se disolvió en cuanto terminó el programa PESA.
Las experiencias comunitarias visitadas nos permiten afirmar que si se diseñara un programa de inversión productiva podría convertirse en un fracaso si no incluye actividades de acompañamiento, capacitación, parcelas experimentales y otros procesos formativos que faculten a los campesinos a mejorar sus sistemas de producción.
El trabajo de campo posibilita descartar que los campesinos con estrategias de autosubsistencia, como el caso de los productores tradicionales de maíz, tengan una lógica ajena a la agricultura comercial, o incluso contraria al sentido común que nos indica que la mejor inversión productiva es en los sistemas agrícolas más rentables. Lo que encontramos es que las familias visitadas en Tenejapa, con una agricultura más consolidada, son las que combinan estrategias de producción para la autosubsistencia, maíz, con sistemas agropecuarios más comerciales, como café o miel. También se evidenció que aún entre estos grupos con agricultura comercial, producir de manera tradicional de maíz sigue siendo importante y por ningún motivo se piensa en abandonarla para adoptar otro tipo de cultivos. Está claro que la aportación del maíz para el consumo familiar es lo suficientemente valorada como para continuar con este tipo de agricultura de autosubsistencia.
Además, quedó claro que las prácticas agrícolas tradicionales en el sistema milpa no necesariamente son las mismas que recomiendan los agroecólogos; por ejemplo, en el manejo de laderas, los campesinos de Los Altos siembran en sentido vertical, de abajo hacia arriba, con lo que favorecen la erosión, y les pareció poco convincente cambiar la técnica que les habían enseñado sus antepasados por una técnica de siembra en horizontal, aún si se les estaba demostrando que era más efectiva para evitar la erosión. Para mejorar el manejo de laderas, entonces, harían falta muchas parcelas demostrativas más, y seguramente otras técnicas de manejo y conservación de suelos.
Respecto a la pregunta que se mantuvo presente al inicio del trabajo de campo, esta es, ¿porqué prefieren cultivos poco rentables como maíz, café y frijol, en lugar de explorar otros sistemas más rentables, como hortalizas o frutales? es posible que haya varias respuestas.
Se observa que sí hay interés por parte de los campesinos en mejorar la Agricultura Familiar, pero no hay mucha disposición al riesgo, por lo que no se interesan en invertir mucho tiempo en capacitarse para mejorar la agricultura de autosubsistencia basada en el maíz, pues en realidad no dependen del mercado para su consumo, y con lo que cosechan les resulta suficiente. En cambio, en sistemas mejor valorados en el mercado como el café, la miel o las hortalizas, sí es de interés capacitarse, invertir, experimentar.
También se observó que la unidad familiar campesina está vigente y es muy factible apoyarse en este tipo de organización para impulsar programas de mejoramiento de la agricultura. Si bien se observó que, al menos en las experiencias documentadas, la participación social está controlada por los hombres, en caso de que se requiera ampliar esas experiencias están abiertos a incluir grupos de mujeres, aunque mantienen un control rígido que no les permite tomar muchas decisiones.
Una dificultad para impulsar cambios tecnológicos es el exceso de confianza en la agricultura que han trabajado solo por ser parte de una costumbre, y hay poca apertura a experimentar nuevas técnicas como el manejo de laderas o el remplazo de insumos químicos por orgánicos. La dificultad mayor para arriesgarse a la innovación agrícola, tecnológica o de organización social, es la competencia de precios en el mercado. Mientras el precio del maíz siga siendo bajo, la producción se mantendrá en niveles de autosubsistencia y habrá poco interés en escalar a un segmento comercial.
En respuesta a la pregunta que guio el trabajo de campo, los cultivos menos competitivos en el mercado como maíz, frijol y café están más extendidos en términos de superficie que otros cultivos mejor cotizados, como frutas y verduras, porque no requieren mayor inversión, ni capacitarse y dependen poco de insumos externos como semillas, fertilizantes o plaguicidas, por lo que la agricultura tradicional de Los Altos, con pocos o nulos insumos externos, resulta menos costosa que una agricultura comercial que, para ser exitosa, requiere inversiones en semillas, invernaderos, sistemas de riego, fertilización y plaguicidas, además de programas de capacitación técnica.
Discusión
La discusión acerca de las virtudes de la AF y su papel en la reproducción social de las familias campesinas más allá del mercado nos recuerda los estudios de Chayanov, quien hace más de un siglo (1892) sostuvo que si los estudios económicos del campesinado se limitan al análisis de las cuestiones meramente agrícolas, no resulta un análisis económico completo, si acaso puede considerarse un perfil de la productividad:
...el problema económico básico de la unidad de explotación agraria es una organización correcta y solidaria del trabajo del año estimulado por el simple requerimiento de la familia para cubrir su presupuesto anual y por el simple deseo de ahorrar o invertir capital si lo permiten las condiciones económicas del trabajo. Por lo tanto, cualquier análisis sectorial de trabajo económico —análisis de la explotación agraria familiar aislada en sí misma, por ejemplo— resultará un análisis de producción, pero de ninguna manera un análisis económico. Sólo será económico cuando los problemas de la organización agrícola se analicen en conexión con el problema de la actividad económica total de la familia en conjunto (Chayanov, 1974, p.56).
El estudio de casos en Los Altos de Chiapas, las aparentes contradicciones de la economía agrícola regional y las experiencias visitadas en comunidades de Tenejapa y San Juan Cancuc, nos permiten discutir las condiciones regionales y comunitarias de la Agricultura Familiar Campesina, para tratar de responder la siguiente pregunta: ¿cómo orientar los programas de política pública de tal manera que fomenten el desarrollo rural?
El Estado neoliberal abrió paso a la iniciativa privada mediante un régimen de apertura comercial, fomento a la inversión extranjera, desmantelamiento de las empresas paraestatales, orientación a la exportación. El gobierno que inició en 2019 pretende recuperar la dirección de los procesos de producción agrícola, mediante subsidios y plan de fertilizantes, semillas y créditos, además de restablecer el programa de precios de garantía y pretender la autosuficiencia alimentaria en los productos básicos. Ya se evaluará su resultado en su momento, lo cierto es que el Estado está reasumiendo su papel como eje rector del mercado.
El segundo componente de los programas de política pública es el de capacitación. Según la información disponible, en Chiapas se genera la mayor demanda de capacitaciones del Sureste de México en los siguientes temas: Manejo de cultivos y bosques, Organización agraria, Manejo o cuidado de los animales, Derechos agrarios, Administración agraria y Comercialización, en ese orden según el número de solicitudes registradas en el último Censo agropecuario (INEGI, 2007).
Las acciones de capacitación técnica pueden ser definidas como extensionismo, una actividad de fomento productivo tan vieja como la constitución de los primeros estados, surgidos precisamente con el propósito de regular las sociedades que pasaban de una economía simple, en aldea, a una economía más compleja en la que se necesitaban dirimir controversias entre particulares, se requería mejorar la precisión de los arreglos comerciales o se requería planificar el uso de los recursos escasos, como agua y alimentos (Steward, 1977: 127).
Las evidencias encontradas indican que la unidad familiar campesina es un tipo de economía social, cuyos fines no son únicamente producir para el mercado, por lo que es necesario documentar mejor las experiencias exitosas de Agricultura Familiar (AF), así mismo identificar los subsidios y otros instrumentos de política pública a los que tienen acceso las familias. Las familias campesinas tienen una economía definida por la diversidad de estrategias económicas que incluye producción para el autoconsumo y para la comercialización y, en no pocos casos, se perciben ingresos procedentes de otras actividades no agrícolas como pueden ser derivados de la artesanía, la explotación forestal, el turismo, los servicios comerciales, así como el acceso a subsidios gubernamentales.
La construcción del ingreso familiar es entonces muy compleja, incluye dinero por comercializar productos agrícolas y alimentos, así como productos que, por su volumen y poca rentabilidad, son de autoconsumo. Contar con productos agrícolas para el consumo familiar es una práctica que permite un ahorro muy importante para las familias campesinas y un equilibrio nutricional, además de permitirse la reproducción cultural como parte de un grupo social que consume alimentos y platillos para dar continuidad y vigencia a su tradición social.
Se observa que la AF es central en la reproducción social más allá del mercado, por su papel como proveedor de alimentos para las ciudades, y por ser una actividad que genera empleos agrícolas y dinamismo en el manejo de los recursos que forman parte de lo que se denomina Patrimonio Biocultural: semillas, animales silvestres y domesticados, bosques conservados o aprovechados, ríos y fuentes de agua, suelos y unidades ambientales de diversas escalas, que van desde las parcelas de traspatio doméstico hasta meso regiones reivindicadas por pueblos indígenas como territorios ancestrales y que, en el caso de México, se encuentran en un régimen mixto que incluye propiedad social (comunal o ejidal) y pequeña propiedad (Boege, 2008).
Conclusiones
La categoría de Agricultura Familiar propuesta por la FAO es muy cercana a la organización de las unidades domésticas campesinas. Es recomendable retomar la teoría de la economía campesina de Chayanov para diseñar estudios regionales que permitan comprender las condiciones agroecológicas, socioeconómicas y socioculturales de las experiencias de desarrollo rural.
La tipología de AF por la que se considera un primer nivel de Autosubsistencia, un segundo nivel en Transición y una AF Consolidada, puede ser útil para diseñar programas de política pública que permitan a las unidades familiares campesinas fortalecer sus procesos de producción, capacitación e innovación productiva. Estos niveles no son excluyentes: en los casos estudiados se encontró que las experiencias que pueden considerarse como Agricultura Familiar Consolidada son las que combinan estrategias de producción para la autosubsistencia, con estrategias productivas comerciales.
Para analizar los procesos locales de AF es interesante contar con un diagnóstico regional que considere los datos cuantitativos acerca de la población, condiciones de marginalidad o pobreza, principales cultivos la estructura económica por sector, así como su aporte al PIB regional y nacional. Este diagnóstico de la economía regional solamente tiene sentido si se interpreta comparándolo con los estudios de casos más cercanos a las estrategias familiares campesinas.
La categoría de Agricultura Familiar Campesina puede ser muy útil en la orientación de los componentes de política de desarrollo rural más evidentes como son subsidio al ingreso, inversión productiva y capacitación.
Aún en municipios considerados en extrema pobreza existen experiencias singulares de desarrollo rural; para comprenderlas es pertinente centrarse en las estrategias económicas de diversificación productiva, organización familiar y trabajo en grupo.
En este sentido, es posible considerar que una experiencia de desarrollo rural está consolidada cuando sustenta su organización en la agricultura familiar campesina, y a su vez, las mejores estrategias de organización campesina son las que se basan en la diversificación productiva.
Para que las estrategias de diversificación productiva tengan mayor éxito los campesinos combinan cultivos de autoconsumo con cultivos comerciales.
En el estudio de los cuatro casos que se compararon encontramos que tres estaban más consolidados; Chijil era débil en esta característica. Este grupo que tenía la expectativa de acceder a subsidios de programas de gobierno finalmente salió del proyecto. Los otros tres grupos de trabajo, cafetaleros de Kulaktik, apicultores de Sibactel y productores de maíz y hortalizas de Chiloljá, se apropiaron de los procesos de capacitación y aceptaron innovar con técnicas agroecológicas de producción de lombriabonos, sin embargo, únicamente lo consideraron como un experimento y decidieron seguir con sus prácticas agrícolas tradicionales.
Esta experiencia nos lleva a concluir que la diversificación productiva es la estrategia más importante para que los grupos de agricultura familiar campesina avancen en mejorar sus condiciones económicas. Sin embargo, la toma de decisiones acerca de los cambios e innovaciones productivas no depende de la capacidad de acceder a programas de capacitación o inversión productiva, pues tiene un peso mayor el mantener las prácticas de organización agrícola familiar.
Entender la AFC fue posible con el cruce de diferentes técnicas de investigación: cuantitativas (estadísticas, encuesta), cualitativas (observación participativa), experimentales (establecimiento de parcelas demostrativas de técnicas agroecológicas) y dialógicas (diálogo técnico-campesino y campesino-campesino). El eje fue una batería de preguntas de indagatorias y en el trabajo de campo surgieron interrogantes acerca de las experiencias empíricas.
Agradecimientos
Al Dr. Julio Baca del Moral, director del Proyecto Conacyt PDCPN 2015.01.732; al Sistema de Centros Regionales de la Universidad Autónoma Chapingo; a Geovani Alcázar Sánchez, técnico de campo en las comunidades del estudio de caso; a las familias campesinas de Tenejapa y San Juan Cancuc, Chiapas.
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Estrategias campesinas para la consolidación de la agricultura familiar en Los Altos de Chiapas, México
Emanuel Gómez Martínez
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