REVISTA

PRAXIS

86

e-ISSN: 2215-3659
Julio-diciembre 2022
http://dx.doi.org/10.15359/praxis.86.4
http://www.revistas.una.ac.cr/index.php/praxis

La universidad como dispositivo de poder-saber y el debate por la autonomía universitaria

The university as a device of power-knowledge and the debate for university autonomy

Efrén Rodríguez González

Universidad Técnica Nacional, Costa Rica

efrenrgz@gmail.com

Recibido: 12 de enero de 2022
Aceptado: 16 de mayo de 2022
Publicado: 16 de noviembre de 2022

DOI: https://dx.doi.org/10.15359/praxis.86.4

Resumen

Michael Foucault nos invita a identificar las vinculaciones sociales del poder en el devenir histórico multidireccional. Esto permite una mejor comprensión de la realidad cambiante y dinámica en la cual se desarrollan las relaciones de poder a través de diversas estrategias y técnicas. Actualmente, la institución universitaria pública, perteneciente al entramado social, es lugar de debate sobre la libertad, la autonomía, la sumisión y/o resistencias. Este escrito describe el pensamiento del autor sobre las relaciones de poder y su impacto actual en la autonomía universitaria.

Palabras clave: Biopoder, discursos de verdad, microfísica, tecnología del poder.

Abstract

Michael Foucault invites us to identify the social links of power in the multidirectional historical evolution. This allows a better understanding of the changing and dynamic reality in which power relations develop through various strategies and techniques. Nowadays, public universities, belonging to the social network, are places of debate about freedom, autonomy, submission and/or resistance. This text describes the author’s rationale on power relations and their impact on university autonomy.

Key-words: Biopower, discourses of truth, microphysics, technology of power.

1.Introducción

Michel Foucault considera que la filosofía tiene una importante función crítica en la sociedad, por eso el tema del poder es clave en su pensamiento para la comprensión de la realidad. La función suya será mapear la topografía del contexto y lo hace desde el poder para “tener del presente una percepción espesa, amplia, que permita percibir dónde están las líneas de fragilidad, dónde los puntos fuertes a los que se han aferrado los poderes” (Foucault, 1980, p. 109). El autor se asienta en la historia contemporánea para desarrollar sus reflexiones.

A diferencia del abordaje tradicional sobre el poder, su conceptualización no está dirigida hacia una figura legítima y jerárquica, como es el caso de un poderoso que domina y oprime, ya sea una persona u organización. Para el autor es de suma importancia comprender las vinculaciones sociales del poder en el devenir histórico multidireccional, disruptivo y azaroso. Esta percepción está influenciada por una visión de la historia que no es lineal ni está construida armónicamente por hilos conductores, sino más bien por “multiformes relaciones de dominación” (Foucault, 1980, p. 171), por hechos contingentes discontinuos y con rupturas constantes.

El poder es concebido como un acto de naturaleza microsocial con múltiples interacciones, siendo “coextensivo al cuerpo social” (Foucault, 1980, p. 170). El poder no está exclusivamente en un sistema de gobierno tradicional o en los aparatos administrativos imperantes, sino que es parte constitutiva de todas las estructuras sociales que componen la realidad humana. Se trata de relaciones de poder que son “un modo de acción sobre las acciones de otros” (Foucault, 1988, p. 23), en las cuales no hay imposición ni sumisión absolutas o siempre arbitrarias, sino que los participantes, gozando de cierta libertad, son simultáneamente objetos de poder y también sujetos de poder.

Para el filósofo francés, la relacionalidad es la categoría fundamental en su estudio sobre el poder. Desde ahí se distancia de enfoques sobre el soberano, las prohibiciones y las reglas, como la sociología jurídica de Jacobo Rousseau, Émile Durkheim y Levi-Strauss. Pero no solamente comenta a estos autores, sino a otros que se pronuncian sobre las manifestaciones sociales, por ejemplo, contra Karl Marx dirá que “los análisis tradicionales de los aparatos de Estado no agotan, sin duda, el campo del ejercicio y del funcionamiento del poder” (Foucault, 1980, p. 83). Es decir, el análisis del poder que no se limita al Estado como lugar del poder. Contra el Pacto social de Thomas Hobbes dirá que depositar en el Estado absoluto la custodia de la vida y sus bienes es insuficiente en la sociedad Postmoderna, pues “haría falta estudiar los cuerpos periféricos y múltiples” (Foucault, 1980, p. 143). De nuevo, la multiplicidad de actores y espacios de poder cobran relevancia en su estudio.

Esta reflexión del poder dentro de micro-cuerpos, múltiples y dispersos en la periferia, describe una red multiforme, azarosa y compleja. Para explicarla, el autor recurre a las instituciones que se han ido configurando en las sociedades modernas. Esto significa un giro enorme en su abordaje, pues antes el acento estaba puesto principalmente en las personas con poder y “se trataba de la historia anecdótica de los reyes, de los generales ... a ésta se ha opuesto una historia de las instituciones” (Foucault, 1980, p. 99). Esto significa una transición de figuras poderosas hacia la institucionalidad como lugar del poder.

Con este propósito, Michael Foucault analizó las cárceles, los manicomios, los hospitales, posteriormente la iglesia y las universidades. El abordaje de lo institucional le permitiría demostrar que en la microfísica existe una metodología que es la estrategia de poder. Esta será una postura bastante fuerte por el autor con la intencionalidad del “rechazo a los análisis que se refieren al campo simbólico o al dominio de las estructuras significantes, y el recurso a los análisis hechos en términos de genealogía, de relaciones de fuerza, de desarrollos estratégicos, de tácticas” (Foucault, 1980, p. 179). De esta manera, se puede hacer un estudio de las instituciones a partir de las relaciones de poder.

El desarrollo de este ensayo parte de estas premisas teóricas para realizar una reflexión en diálogo con Michael Foucault sobre asuntos relevantes que caracterizan a la universidad pública en cuanto institución y, por lo tanto, como lugar de relaciones de poder. Algunas preguntas orientadoras de esta investigación serán: ¿qué aporta el pensamiento del autor para comprender cómo se ejerce el poder en las universidades públicas en nuestro país?, ¿cómo ocurren las relaciones de poder en las universidades?, ¿cómo se podría describir la autonomía universitaria a partir del contexto actual?

2.Arquitectura del poder

Uno de los temas fundamentales que desarrolla Foucault en sus obras es el del poder, este lo explica en cuanto al uso que se le ha dado a lo largo de la historia, no solamente por cada individuo, sino también por las organizaciones sociales. El uso de las metáforas del espacio para explicar el poder le permite “la descripción espacializante de los hechos” (Foucault 1980, p. 118) y su comprensión de la realidad social, con lo cual logra situar a los individuos frente a una estructura que es tanto descriptiva como clarificadora. Es decir, describe las relaciones de poder y las distingue de la dominación:

Entiendo por relaciones de poder algo distinto de los estados de dominación. Las relaciones de poder tienen una extensión extraordinariamente grande en las relaciones humanas. Ahora bien, esto no quiere decir que el poder político esté en todas partes, sino que en las relaciones humanas se imbrica todo un haz de relaciones de poder que pueden ejercerse entre individuos, en el interior de una familia, en una relación pedagógica, en el cuerpo político, etc. Este análisis de las relaciones de poder constituye un campo extraordinariamente complejo. Dicho análisis se encuentra a veces con lo que podemos denominar hechos o estado de dominación en los que las relaciones de poder en lugar de ser inestables y permitir a los diferentes participantes una estrategia que las modifique, se encuentran bloqueadas y fijadas. Cuando un individuo o un grupo social consigue bloquear un campo de relaciones de poder haciendo de estas relaciones algo inmóvil y fijo, e impidiendo la mínima reversibilidad de movimientos -mediante instrumentos que pueden ser tanto económicos como políticos o militares-, nos encontramos ante lo que podemos denominar un estado de dominación. (Foucault, 1994, p. 109)

Las relaciones de poder no tienen como finalidad principalmente poseer ni conservar el poder, como si fuese una entidad, sino que son un acontecimiento que se debe analizar desde la circularidad y dinamicidad de la misma historia humana. Las mismas relaciones de poder reclaman la posibilidad de libertad o de nuevas formas de ser libre frente al poder. Por lo tanto, las relaciones de poder surgen, ocurren, pero cambian, evolucionan, desaparecen, reaparecen, se aglutinan y se dispersan. Básicamente, son estrategias de consolidación, técnicas de ejercicio de poder y, a la vez, de resistencias frente a ese sometimiento pues “la liberación abre un campo a nuevas relaciones de poder que hay que controlar mediante prácticas de libertad” (Foucault, 1994, p. 110). Las prácticas de libertad son también técnicas de ejercicio de poder, de no dejarse dominar, de resistir y de participar del poder.

El lugar específico desde donde se piensa el poder es el elemento clave para comprender el giro que propone el autor en el estudio del poder. Foucault no está interesado en reflexionar sobre el poder asimétrico que ostentan los gobernantes versus los gobernados, sino en lo que subyace para conformar el ejercicio del poder. Se trata de una arquitectura, de la forma y la organización del poder:

En contra de este privilegio del poder soberano he intentado hacer un análisis que iría en otra dirección. Entre cada punto del cuerpo social, entre un hombre y una mujer, en una familia, entre un maestro y su alumno, entre el que sabe y el que no sabe, pasan relaciones de poder que no son la proyección pura y simple del gran poder del soberano sobre los individuos, son más bien el suelo movedizo y concreto sobre el que ese poder se incardina, las condiciones de posibilidad de su funcionamiento (Foucault, 1980, p. 157).

Las relaciones de poder son descritas como pequeñas, concretas, subyacentes, cotidianas e inestables. Esas son las características fundamentales y novedosas del concepto poder que permiten plasmar dicha arquitectura “en un grupo, en una clase, en una sociedad” (Foucault, 1984), dentro de las cuales se desarrollan las mallas de poder concebidas en lo que el autor llama dispositivos de poder. Es en esa red de poder en la cual cada sujeto es protagonista histórico activo, localizado, ubicado en un lugar específico para ejercer el poder, conservarlo o, bien, resistirlo:

Si se quiere captar los mecanismos de poder en su complejidad y en detalle, no se puede uno limitar al análisis de los aparatos de Estado solamente. Habría que evitar un esquematismo —esquematismo que por otra parte no está en el propio Marx que consiste en localizar el poder en el aparato de Estado y en hacer del aparato de Estado el instrumento privilegiado, capital, mayor, casi único del poder de una clase sobre otra. De hecho, el poder en su ejercicio va mucho más lejos, pasa por canales mucho más finos, es mucho más ambiguo, porque cada uno es en el fondo titular de un cierto poder y, en esta medida, vehicula el poder. El poder no tiene como única función reproducir las relaciones de producción. Las redes de la dominación y los circuitos de la explotación se interfieren, se superponen y se refuerzan, pero no coinciden. (Foucault, 1980, p. 119)

La arquitectura, el espacio del ejercicio del poder, tiene pues dimensiones y formas. Foucault (2002) estudia esos espacios concretos en los cuales identifica la geometría del poder y muestra los resultados de su análisis en lo que llama la sociedad disciplinaria de los siglos XVII y XVIII. Para la descripción arquitectónica del poder recurre a una metáfora, la figura del Panóptico de Jeremy Bentham. Esa es la estructura en que se inspira para, metafóricamente, ilustrar la geografía del poder relacional, que en ese momento acentúa la vigilancia permanente.

En la periferia, una construcción en forma de anillo; en el centro, una torre, ésta, con anchas ventanas que se abren en la cara interior del anillo. La construcción periférica está dividida en celdas, cada una de las cuales atraviesa toda la anchura de la construcción… Basta entonces situar un vigilante en la torre central y encerrar en cada celda a un loco, un enfermo, un condenado, un obrero o un escolar. Por el efecto de la contraluz, se pueden percibir desde la torre, recortándose perfectamente sobre la luz, las pequeñas siluetas cautivas en las celdas de la periferia. (Foucault 2002, p. 184)

La forma del poder sería la de un panóptico, la cual permite observar y vigilar siempre. La vigilancia y el control se trasladan de las prácticas punitivas del sistema penitenciario a la vigilancia médica en los hospitales y a la disciplina estricta en los colegios. Esta arquitectura es el mecanismo que la modernidad capitalista utiliza para la coerción, el castigo, el premio, la modificación de conductas, el uso productivo del tiempo y del cuerpo. Una arquitectura de poder panóptico es el sistema jerárquico que se utiliza en las instituciones, pues siempre hay un vigía, un visitador o auditor que hace peritaje y evaluación del sistema.

La eficacia para hacer calzar y ajustar este engranaje de mecanismos depende de estrategias de dominación sobre la vida y el cuerpo mismo de las personas, cuya “cristalización institucional toma forma en los aparatos estatales, en la formulación de la ley, en las hegemonías sociales” (Foucault, 1991, p. 113). De esta manera, el poder estatal y la organización de las instituciones en general, incorporan los cuerpos a su ejercicio del poder en la vida política, jurídica, económica, educativa y cultural.

3.La categoría del bio-poder

El poder únicamente existe al ser actuado por las personas en diferentes contextos e interacciones. Es concebido por el autor como un acto, incluso si “está integrado a un campo disperso de posibilidades relacionadas a estructuras permanentes” (Foucault, 1988, p. 19). Por lo tanto, el ejercicio del poder literalmente se encarna, se materializa, no principalmente en una institución, sino en el mismo cuerpo de quienes integran las instituciones (Foucault, 2002). El autor se refiere a una especie de tecnología disciplinaria que está asociada al poder sobre los cuerpos, los gestos, los comportamientos, la vida personal, la intimidad del sujeto.

El cuerpo de las personas es objeto del poder en el sujeto histórico corporal cuando es subyugado por el poder que le es impuesto. El diseño de las políticas públicas de salud, la regulación de la natalidad, los seguros, la vacunación, la higiene, la educación, la vida útil y productiva de las personas, la recreación, la sexualidad, son decididas por quienes ostentan el ejercicio del poder a nivel mundial y nacional. Estas implicaciones directas sobre la vida y, concretamente, sobre la corporeidad de cada individuo, es lo que Foucault llama bio-poder.

A diferencia de lo que ocurría en los siglos XVI, y anteriores, el cuerpo humano de quienes vivimos en la sociedad moderna no está expuesto al castigo de los que imponen las leyes ni al suplicio ni a la muerte de quienes dominan, sino que progresivamente se asocia al proyecto capitalista de las industrias, de las empresas y, más recientemente, de las grandes corporaciones. El cuerpo tiene una función cíclica en el complejo mecanismo mercantil. Se convierte en un valor clave de producción, incluso en una técnica política en sí misma, en cuanto que permite el desarrollo de proyectos ambiciosos para los cuales los cuerpos no sólo son cuerpos de trabajadores, pues ahora tienen varias funciones, sirven para la ejecución de tareas, el consumo de bienes y servicios y para la reproduzcan de más cuerpos:

Ese bio-poder fue, a no dudarlo, un elemento indispensable en el desarrollo del capitalismo, éste no pudo afirmarse sino al precio de la inserción controlada de los cuerpos en el aparato de producción y mediante un ajuste de los fenómenos de población a los procesos económicos. (Foucault, 1991, p. 170)

El cuerpo es valorado, útil y productivo en la sociedad postmoderna. Para describir este mecanismo de control sobre los cuerpos y las vidas de las personas, es importante tomar en cuenta lo que el autor presenta acerca de la disciplina y la bio-política, pues afirma que “hay dos grandes revoluciones en la tecnología del poder: descubrimiento de la disciplina y descubrimiento de la regulación, perfeccionamiento de una anatomo-política y perfeccionamiento de una bio-política” (Foucault, 2019). El uso de la disciplinaria pasa a ser una estrategia de regulación política para ejercer el poder productivo de la sociedad actual.

3.1La sociedad disciplinaria

Desde la concepción del biopoder las fuerzas administradoras del capitalismo están interesadas en asegurar el sometimiento del sujeto que se convierte en el resultado de un conjunto de ciencias y técnicas para crear individuos normalizados y útiles al sistema de producción por medio del control reglamentado. Esto es lo que Foucault interpreta a partir del concepto de disciplina, insistir en la necesidad de mantener un orden en la vida, pero no un orden que surge desde la misma perspectiva del individuo, sino de la sociedad.

La minucia de los reglamentos, la mirada puntillosa de las inspecciones, la sujeción a control de las menores partículas de la vida y del cuerpo darán pronto, dentro del marco de la escuela, del cuartel, del hospital o del taller, un contenido laicizado, una racionalidad económica o técnica a este cálculo místico de lo ínfimo y del infinito. (Foucault, 2002, p. 129)

La disciplina en nuestra sociedad se inspiró en la organización interna rígida de las comunidades monásticas, que fue asumida por las demás instituciones de la época actual. Las instituciones en general “constituyen un punto de observación privilegiado, diversificado, concentrado” (Foucault, 1988, p. 24), para comprender cómo se ejercen las relaciones de poder. Las instituciones laborales, educativas y de salud han optado por “establecer ritmos, obligar a ocupaciones determinadas, regular los ciclos de repetición” (Foucault, 2002, p. 137). De esta manera, la disciplina se convirtió en una técnica de sumisión, adoctrinamiento, sometimiento corporal, uso colectivo del tiempo para la producción eficiente, con jerarquización social de los individuos que la componen.

Se trata de una estrategia que normaliza la vida en general, como poder disciplinario del “control minucioso de las operaciones del cuerpo, que garantizan la sujeción constante de sus fuerzas y les imponen una relación de docilidad-utilidad” (Foucault, 2002, p. 204). En relación con lo anterior, para Foucault, cuando se enfatiza en la realidad corpórea como un generador de producción, o una fuerza, se complementa con la minimización del sujeto del campo político. La disciplina tiene repercusión directa sobre la distribución del tiempo que hacen las personas y los grupos, de productos de consumo alimenticio que se ofertan y promueven, la recreación y el entretenimiento corporal, mental y emocional, así como de procesos de aprendizajes educativos en los cuales los cuerpos son sometidos a reglamentos.

3.2La bio-política y el gobierno de los cuerpos

La injerencia de gobierno sobre la vida de los pueblos para la vigilancia, los registros, el monitoreo y control, es el modo de hacer la gestión administrativa del bio-poder. Esta es la bio-política en cuanto “lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al poder-saber en un agente de trasformación de la vida humana” (Foucault, 1991, p. 173). Esta arquitectura del poder es efectiva para la invisibilización de las gentes como sujetos políticos, la regulación pública del espacio habitacional urbano y rural, la higiene, la educación, la demografía, la mortalidad, las migraciones, la sexualidad, la longevidad, la recreación y las distracciones de la población.

La administración pública tiene así más que nunca una injerencia directa en la vida privada de las personas y de las sociedades. A la luz de estas reflexiones del autor, hay una institucionalización de los cuerpos, lo cual se refiere “al sentido restrictivo de la palabra gobierno, uno podría decir que las relaciones de poder han sido progresivamente gubernamentalizadas, es decir, elaboradas, racionalizadas, y centralizadas en la forma de o bajo los auspicios de instituciones del Estado” (Foucault, 2007: 27). Esta afirmación es relevante pues los procesos biológicos de la especie humana son controlados, se politizan,

Da lugar a vigilancias infinitesimales, a controles de todos los instantes, a arreglos espaciales de una meticulosidad extrema, a exámenes médicos o psicológicos indefinidos, a todo un micropoder sobre el cuerpo, pero también da lugar a medidas masivas, a estimaciones estadísticas, a intervenciones que apuntan al cuerpo social entero o a grupos tomados en conjunto. (Foucault 1991, p. 176)

Estas políticas públicas prácticamente administran la vida personal y social en general. La gubernamentalidad es ejercida principalmente por medio de las instituciones que utilizan un saber especializado, como el de la estadística, la medicina, la psicología, la sociología, la biología, la bioética, siendo fundamental el papel de las instituciones dedicadas a la educación para la especialización en esos saberes. En estos conocimientos, las técnicas disciplinarias y de control demográfico tienen como propósito particular y principal la normalización y estandarización de la sociedad productiva. Este gobierno sobre las vidas y los cuerpos de las personas es una técnica de poder que se sustenta en los discursos de verdad.

4.Arqueología del saber

La metodología que utiliza el autor para analizar la realidad es el discurso. Cualquiera que sea el origen, tema y contexto discursivo, tiene la capacidad de crear sujetos. Esta es una de las particularidades de Foucault sobre el poder: hay creación social de individuos y sociedades por medio de discursos. El poder construye saberes por medio de las instituciones que la sostienen, a lo cual le llama la arqueología del saber. Esta arqueología es un entramado de construcciones históricas, de cómo esa historia se narra, se transmite y se instaura en la colectividad asumida como su propia historia. Estos saberes de poder nos permiten estudiar en este escrito qué es, cómo surge y cómo se ejercen las relaciones de poder en circularidad con el saber creado por el poder.

4.1Los discursos de verdad

Los discursos de verdad son una especie de política del saber, en la cual ocurre un entrecruzamiento entre poder y saber. De esta manera el saber se articula con el poder, pues “ejercer el poder crea objetos de saber, los hace emerger, acumula informaciones” (Foucault, 1980, p. 99). Los discursos están vinculados a los procedimientos legales en función de la logística de cualquier tipo de producción que sea efectiva, legalizada y, discursivamente, normalizada por medio de unos enunciados ya aceptados socialmente, o que estratégicamente se van incorporando a la vida cultural, social y privada de las personas.

La verdad es una práctica discursiva entendida como “el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos políticos de poder” (Foucault, 1980, p. 188), habiendo una vinculación entre poder, verdad, política y los otros aspectos de la realidad social. De esta manera, para los sistemas de poder están vinculados a unas verdades específicas que son producidas a través de estrategias y de las cuales se sirve para mantener el poder, pero principalmente se trata de discursos con la categoría de técnicas de poder:

Cuanto más avanzo, más me parece que la formación de los discursos y la genealogía del saber deben ser analizados a partir no de tipos de conciencia, de modalidades de percepción o de formas de ideologías, sino de tácticas y estrategias de poder. Tácticas y estrategias que se despliegan a través de implantaciones, de distribuciones, de divisiones, de controles de territorios, de organizaciones de dominios que podrían constituir una especie de geopolítica. (Foucault, 1980, p. 124)

El discurso es principalmente un dispositivo configurador del bio-poder y tiene que ver con la lingüística. El análisis de las reglas subyacentes en la gramática, de las unidades del texto y de las formaciones del discurso, se realizan en perspectiva de la emergencia de lo nuevo. Esta aparición de lo novedoso, la disrupción, es la cualidad principal del estudio de la realidad y de la arquitectura del saber. La clave interpretativa de la historia es descrita por el autor a partir de lo diferente, pues “la historia del pensamiento, de los conocimientos, de la filosofía, de la literatura, parece multiplicar las rupturas y buscar todos los erizamientos de la discontinuidad” (Foucault, 2007, p. 8). La continuidad, la linealidad de la vida, la secuencialidad lógica de los hechos no existe, lo cual se comprende mejor en la sociedad actual. Por lo tanto, los discursos en cuanto dispositivos de poder entran en la particularidad de los rompimientos constantes y azarosos del devenir de las situaciones humanas.

El ejercicio del poder productivo se acompaña de este tipo de discurso que el autor llama discurso de verdad, por cuanto “tenemos que producir verdad igual que tenemos que producir riquezas” (Foucault, 1980, p. 140). Tan rentable es la producción de servicios y bienes de consumo como lo es la producción de verdades. Esta afirmación “tampoco es un rechazo escéptico, relativista de cualquier verdad verificada. Lo que se cuestiona es el modo en que el conocimiento circula y funciona, sus relaciones con el poder” (Foucault, 1988, p. 10). La práctica discursiva da lugar a elaboraciones científicas y puede formar nuevos saberes en el marco de las diferentes ciencias, en las aulas y los laboratorios académicos, en la propia estructura organizativa de las instituciones educativas, sobre todo de las universidades.

4.2La autonomía de las universidades

Al saber disciplinario de las cárceles, al saber psiquiátrico del manicomio, al saber médico del hospital, al saber hacer en las fábricas, “se incorpora el saber pensar de las universidades” (Foucault, 1980, p. 120). No se puede negar que la educación institucional es uno de los dispositivos más importantes de normalización en la sociedad del conocimiento actual, el aparato educativo homogeniza socialmente, incluso puede ocultar e imponer conocimientos y metodologías según su conveniencia:

El saber académico, tal como está distribuido en el sistema de enseñanza, implica evidentemente una conformidad política: en historia, se os pide saber un determinado número de cosas, y no otras —o más bien un cierto número de cosas constituyen el saber en su contenido y en sus normas—. Dos ejemplos. El saber oficial ha representado siempre al poder político como el centro de una lucha dentro de una clase social (querellas dinásticas en la aristocracia, conflictos parlamentarios en la burguesía); o incluso como el centro de una lucha entre la aristocracia y la burguesía. En cuanto a los movimientos populares, se les ha presentado como producidos por el hambre, los impuestos, el paro; nunca como una lucha por el poder, como si las masas pudiesen soñar con comer bien pero no con ejercer el poder. La historia de las luchas por el poder, y en consecuencia las condiciones reales de su ejercicio y de su sostenimiento, sigue estando casi totalmente oculta. El saber no entra en ello: eso no debe saberse. (Foucault, 1980, p. 32)

La universidad estaría, desde esta perspectiva, dentro de la categoría de institución disciplinaria. Es una organización productora de saber-poder, creadora de identidades sociales, del gremio de los profesionales. La profesión está bajo la sospecha del autor de encontrarse “comprometida con las estructuras sociales” (Foucault, 1980, p. 42) de la postmodernidad, que influyen en las modas, los marcadores de éxito, los valores, los símbolos. La crítica del autor apunta a la concretización de los estándares sociales que se traducen en seducción, hedonismo y consumo que ha creado la misma sociedad capitalista,

La enseñanza superior del siglo XIX, ese curioso conjunto de instituciones que transformaba una pequeña fracción de la juventud en élite social. Continúan existiendo los grandes mecanismos secretos mediante los cuales una sociedad transmite su saber y se perpetúa a sí misma bajo una apariencia de saber; estos mecanismos están todavía en pie: periódicos, televisión, escuelas técnicas, y los Institutos todavía más que la universidad. (Foucault, 1980, p. 37)

Las relaciones de bio-poder se materializan en una relación pedagógica de “nueva economía del tiempo de aprendizaje” (Foucault, 2002, p. 125), en la cual no sólo se aprende, sino que se aprende de modo efectivo y eficiente, con sentido de practicidad y aplicabilidad. Esta sociedad disciplinaria académica funciona porque se ejerce con “cierta tecnología del poder sobre el cuerpo” (Foucault, 2002, p. 29). Los estudiantes, los administrativos y los académicos estarían sometidos a usos precisos del tiempo y del cuerpo para participar en los procesos educativos y alcanzar la titulación que los acredita como profesionales.

En el contexto costarricense podemos ver aplicadas las reflexiones del autor sobre las instituciones educativas como lugares donde ocurren relaciones de poder. Las universidades poseen órganos colegiados como el consejo universitario, los consejos de sede, el consejo asesor de carrera, el tribunal electoral universitario, las direcciones de planificación, de gestión del desarrollo humano, de financiero, tienen reglamentos internos y crean directrices que responden a sistemas de control nacionales establecidos por la Contraloría General de la República, el Consejo Nacional de Rectores. Estas instancias a la vez responden a normas internacionales tanto de acreditación como de su contabilidad.

El reglamento disciplinario, el reglamento de evaluación de los aprendizajes y de evaluación del desempeño docente, la enunciación de valores, la normativa, el modelo educativo, los ejes transversales, son relatos en forma de enunciados, reglas y orientaciones, que ponen de manifiesto que la universidad es una institución donde existen discursos, técnicas, estrategias, jerarquías, asimetrías, puestos de mando, partidos políticos, y en definitiva los diplomas con un alto valor social comercial.

La arquitectura del saber con poder es materializada en los procesos de evaluación educativa aplicada a la comunidad estudiantil. La persona estudiante, en el sistema de aprendizaje tradicional, debe demostrar que es capaz de reproducir lo que se le enseñó. Foucault afirmaba que “la superposición de las relaciones de poder y de las relaciones de saber adquiere en el examen toda su notoriedad visible” (Foucault, 2002, p. 171). Las pruebas son las herramientas de medición del saber instaurado y deseado por quienes asumen una función de enseñantes.

El autor describe al “intelectual específico” (Foucault, 1980, p. 185) como un agente de esta estructura, en la cual hay relación entre poder y verdad ligados a técnicas, estrategias y metodologías que desarrollan los académicos, y también los administrativos. De tal manera que un intelectual es específico por cuanto es un funcionario de dispositivos de verdad en la sociedad nuestra, descrita como sociedad productiva de capital. La especificidad de este intelectual estaría en las particularidades de sus condiciones sociales, profesionales, económicas, laborales y políticas en función de la producción capitalista. Se trataría de un actor social de relaciones de poder en el contexto de los discursos de verdad y de saber:

Entiéndase bien que por verdad no quiero decir el conjunto de cosas verdaderas que hay que descubrir o hacer aceptar, sino el conjunto de reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a lo verdadero efectos políticos de poder, se entiende asimismo que no se trata de un combate en favor de la verdad sino en torno al estatuto de verdad y al papel económico-político que juega. Hay que pensar los problemas políticos de los intelectuales no en términos de ciencia-ideología, sino en términos de verdad-poder. Y es a partir de aquí que la cuestión de la profesionalización del intelectual, de la división entre trabajo manual-intelectual puede ser contemplada de nuevo. (Foucault, 1980, p. 189)

La institución universitaria formaría parte de los dispositivos de la bio-política. Las relaciones de poder están de esta manera caracterizadas por el uso de técnicas de regulación, el disciplinamiento, el dominio sobre el tiempo y el cuerpo de las personas que participan tanto como académicos, administrativos y estudiantes, la creación de sujetos aptos para el desempeño laboral y, en no pocos casos, el hecho de tener o no una profesión se encuentra asociado con las brechas sociales, con las posibilidades o no de ascenso social. Esta realidad no siempre queda silenciada, sino que se manifiesta públicamente como nos recuerda el autor a partir de hechos importantes acaecidos en su país:

El movimiento de mayo en Francia ha hecho tomar conciencia, con fuerza, de algunos de sus aspectos: exclusión de aquellos que no tienen derecho al saber, o que no tienen derecho más que a un determinado tipo de saber; imposición de una cierta norma, de un cierto filtro de saber que se oculta bajo el aspecto desinteresado, universal, objetivo del conocimiento; existencia de lo que podría llamarse: «los circuitos reservados del saber», aquellos que se forman en el interior de un aparato de administración o de gobierno, de un aparato de producción, y a los cuales no se tiene acceso desde fuera. (Foucault, 1980, p. 32)

Esta arquitectura del poder nos aporta categorías de análisis válidas para comprender el funcionamiento interno del poder en la universidad. Sin embargo, también describen entrelazamientos como parte de esta concepción “microfísica”, donde los mecanismos del poder están simultáneamente vinculados con otra diversidad de mecanismos de toda la sociedad y pueden ser realmente significativos en procesos de resistencias, debates, replanteamientos, recuperación de libertad de cátedra. Esta microfísica del poder, en forma de mallas de interrelaciones, se pone de manifiesto en la condición de la universidad pública de nuestro país, no sólo como lugar de poder-verdad, sino también como espacio legítimo para importantes luchas para la promoción social, la inclusividad, la presencia en la periferia con grupos vulnerables.

En los últimos meses hemos sido testigos de proyectos políticos nacionales e internacionales que pretenden tomar mayor control sobre la gestión administrativo-académica de las universidades públicas. Los procesos de reclutamiento y selección, los nombramientos de nuevos funcionarios, la evaluación del desempeño académico, están siendo reclamados por el gobierno central de la República. Este es el debate legislativo, constitucional y académico de la autonomía universitaria.

La lucha por la autonomía universitaria es una combinación entre lo que el autor llama el “sobrepoder e infrapoder” (Foucault, 1980, p. 79), lo cual ha generado una red de relaciones de poder. Las universidades públicas en Costa Rica son instituciones descentralizadas y autónomas, lo cual implica que son instituciones no vinculadas al Servicio Civil ni al Ministerio de Planificación en una relación de sujeción jerárquica, lo cual sí es característico de la administración pública. Les ampara para esta autonomía amplia de su gobierno el principio constitucional de autonomía universitaria con grado máximo. Con el propósito de clarificarlo, a continuación, se citan dos artículos de la Constitución Política de Costa Rica que se refieren a la autonomía universitaria:

La Universidad de Costa Rica es una institución de cultura superior que goza de independencia para el desempeño de sus funciones y de plena capacidad jurídica para adquirir derechos y contraer obligaciones, así como para darse su organización y gobierno propios. Las demás instituciones de educación superior universitaria del Estado tendrán la misma independencia funcional e igual capacidad jurídica que la Universidad de Costa Rica (Const. 1949, art. 84). El Estado dotará de patrimonio propio a la Universidad de Costa Rica, al Instituto Tecnológico de Costa Rica, a la Universidad Nacional y a la Universidad Estatal a Distancia y les creará rentas propias, independientemente de las originadas en estas instituciones. Además, mantendrá -con las rentas actuales y con otras que sean necesarias- un fondo especial para el financiamiento de la Educación Superior Estatal. (Const. 1949, art. 85)

Este régimen de autonomía descentraliza las funciones económicas del Estado para evitar que el crecimiento administrativo sea la extensión del poder político del Ejecutivo, por medio de la cual el presidente o el poder ejecutivo gozarían de todas las atribuciones, con jerarquía única. Por lo tanto, la autonomía universitaria busca democratizar con más cantidad de jerarquías, para evitar la concentración de poder y de recursos. Se constituye así en un principio democrático de lucha contra la tiranía política en el seno de la vida académica.

Una auténtica interpretación constitucional, según la teoría del derecho, deja en claro que la autonomía amplia efectivamente es constitucional. A pesar de esto, actores económicos, políticos y sociales como la Unión Costarricense de Cámaras y Asociaciones del Sector Empresarial Privado, la Cámara Costarricense de la Industria Alimentaria y la Cámara de Industrias, reclaman el ingreso de las Universidades Públicas al régimen de empleo público. Esta pretensión es contraria a los principios constitucionales que sostienen nuestra cultura política democrática y nos vulneraría aún más frente a los poderes globales de la sociedad capitalista moderna.

El debate sobre la autonomía universitaria pública es una discusión sobre el poder, en la cual los protagonistas de las relaciones de poder son varios y diversos, hay fuerzas y contrafuerzas internas y externas, coexisten las cuestiones académicas con las administrativas, los aspectos jurídicos, económicos, retóricos, técnicos y tácticos se conjugan en discursos de verdad, estrategias y alianzas. El reto para las Facultades, Escuelas, Centros y demás organismos académicos, y sobre todo de las autoridades universitarias, es jugar el juego de las relaciones de poder con metodologías que partan de categorías de análisis bien fundamentadas y con tácticas políticas persuasivas, coherentes con la autoridad moral de una institucionalidad que ha promovido profesionales egresados críticos, conscientes de su realidad social y comprometidos con el cuidado de la vida en general.

5.Conclusiones

El autor hace un recorrido histórico sobre la arquitectura del poder jurídico, estatista y negativo, hacia una genealogía del poder vital, cotidiano, positivo, discursivo, difuso, productor de sujetos, de saberes, de cultura, de vida, como una técnica que llama “científica y administrativa y determina quien es uno” (Foucault, 1988, p. 10). Por otro lado, la arqueología del saber configura el poder y, a la vez, el poder crea esos saberes y verdades. Como se ha visto, esta circularidad está presente en el sistema universitario y atraviesa los cuerpos físicos, la vida personal y social de quienes lo componen. Pasando a través de “los dispositivos de poder se articulan directamente en el cuerpo, en cuerpos, funciones, procesos fisiológicos” (Foucault, 1991, p. 184). El saber en las universidades es parte del dispositivo de poder que se ejercer por medio del discurso construido en el ambiente académico.

La discusión sobre la autonomía de las universidades públicas pone en evidencia que las relaciones de poder en dichas instituciones son una red compleja de actores en el gobierno administrativo, financiero y curricular. En este entramado coexisten simultáneamente la dependencia financiera y política de la gubernamentalidad global que es ejercida por instancias a nivel nacional, como es la Asamblea Legislativa y la Contraloría General de la República, y también por organismos extranjeros, como es el Fondo Monetario Internacional.

Foucault afirmaba que no son las ideologías, ni los intereses, ni las voluntades de alguna autoridad, ya sea individual o colectiva, en torno a lo cual se ejerce realmente el poder, sino que “el poder se construye y funciona a partir de poderes, de multitud de cuestiones y de efectos de poder. Es este dominio complejo el que hay que estudiar” (Foucault, 1980, p. 158). Esta multiplicidad de participantes en decisiones sobre la institucionalidad universitaria, la vida privada, el tiempo y la corporeidad de los académicos, administrativos, estudiantes, es la puesta en acto de la microfísica, el bio-poder, la bio-política y las técnicas del poder.

Desmarcado de autores como Rousseau, Hobbes, Marx, de los cuales considera que reflexionaban en torno al sujeto político como sujeto de derecho jurídico y estatista, el pensador francés propone un sujeto político como sujeto ético. Esto es relevante como posible espacio de resistencias “contra los efectos de dominación que pueden estar ligados a estructuras de verdad o a instituciones encargadas de la verdad” (Foucault, 1994a), como lo es la universidad pública. Lo cual lo desmarcaría del intelectual específico, para proponer un intelectual, un profesional, como agente de cambio, donde la Universidad más bien sea quien propicie las resistencias al sistema imperante. No obstante, esto sólo se logra con la autonomía amplia para gestionar el poder en esta dirección de mayor participación social.

Las resistencias al poder dominante, injusto y excluyente, surgen desde la posibilidad de libertad. El sujeto libre tiene como tarea primordial cuidarse a sí mismo, velar por su bienestar es una obligación propia. Para Michael Foucault, el cuidado del sujeto constituye el punto de encuentro entre ética filosofía, estrategia pedagógica y praxis política. Sin libertad esto ocurre, y si es así habrá que luchar por ella, involucrarse en la vida política, como lo expresa en su presentación sobre el mundo greco-romano

Me parece que las relaciones entre filosofía y política son permanentes y fundamentales. Si se considera el cuidado de uno mismo en el pensamiento griego, esta relación es evidente. Y bajo una forma además muy completa: por una parte, está el ejemplo de Sócrates – y de Platón en el Alcibíades y de Jenofonte en las Memorables –, que interpela a los jóvenes diciéndoles: «Mira, tú, tú que quieres llegar a ser un hombre político, que quieres gobernar la ciudad, que quieres ocuparte de los otros, pero que no te ocupas de ti mismo, tú serás un mal gobernante». En esta perspectiva, el cuidado de uno mismo aparece como una condición pedagógica, ética y también ontológica, para llegar a ser un buen gobernante. Constituirse en sujeto que gobierna implica que uno se haya constituido en sujeto que se ocupa de sí. Pero por otra parte está también el Sócrates que dice en la Apología: Yo, interpelo a todo el mundo, porque todo el mundo tiene que ocuparse de sí mismo; a lo que añade justo a continuación: Y al hacer esto presto el mayor servicio a la ciudad, y no castigarme, deberíais de recompensarme, recompensarme mejor que un vencedor de los Juegos Olímpicos. Existe, por tanto, una implicación muy fuerte entre filosofía y política. (Foucault, 1994a)

La posibilidad de la disociación de las relaciones de poder en una sociedad disciplinaria, vigilante, de control o dominación, donde existe espionaje virtual para la manipulación publicitaria en la cacería de votos electorales, en la competencia por la venta de ciertos productos y servicios, hace que sea cada vez más apremiante que las universidades formen profesionales atentos y sensibles a este cuidado de sí, que se traduce en cuidado por la libertad, cuidado por la disposición de uno mismo, cuidado de la vida en general. Según el autor “esta función crítica de la filosofía se deriva hasta cierto punto del imperativo socrático: ocúpate de ti mismo, es decir, fundaméntate en libertad mediante el dominio de ti mismo” (Foucault, 1994a). El cuidado de sí mismo es el inicio del cuidado por el otro.

La Universidad Pública es un lugar concreto. Foucault plantea que las resistencias a las formas de dominación requieren organización y localización específica. La discontinuidad y la ruptura permiten sugerir que en el ámbito académico la praxis política es una forma de relación de poder: “donde hay poder hay resistencia… no pueden existir sino en el campo estratégico de las relaciones de poder” (Foucault, 1991, p. 116). Las resistencias forman parte del poder, algo que se escapa a la dominación del poder es ejercicio de libertad:

Así como la red de las relaciones de poder concluye por construir un espeso tejido que atraviesa los aparatos y las instituciones sin localizarse exactamente en ellos, así también la formación de enjambre de los puntos de resistencia surca las estratificaciones sociales y las unidades individuales. (Foucault, 1991, p. 117)

El debate sobre esta autonomía universitaria amplia, permite proponer la libertad de cátedra para la cátedra, para construir discursos antihegemónicos y no manipuladores, o al menos, discursos con sensibilidad social frente a los problemas sociales y ambientales. Este es un enunciado clave para comprender las relaciones de poder como compromiso político con el cuidado de la vida en general, dado que “la ética es la forma reflexiva que adopta la libertad” (Foucault, 1984a). El autocuidado, el autoconocimiento y el respeto a la libertad y al bienestar del otro son aspectos inseparables que describen a un sujeto político con conciencia social que ha cruzado transversalmente los programas de estudio en la Universidad de Costa Rica, la Universidad Nacional, la Universidad Estatal a Distancia, al Tecnológico de Costa Rica y a la Universidad Técnica Nacional.

La disolución de las hegemonías injustas ocurrirá cuando nos resistamos al control de la reproducción cultural artificial del ser humano. La resistencia desde la academia por medio de escuelas en ciencias sociales y programas de humanidades han creado sujetos políticos en nuestro país, no sólo expertos en áreas del saber y del hacer humano, sino profesionales con conciencia crítica sobre la realidad, capaz de identificar cómo se organiza y funciona el poder, participar de él, apropiarse de sus técnicas en función de la libertad. El autor lo describe como tarea de un tipo de intelectual consciente:

Ellos mismos, intelectuales, forman parte de ese sistema de poder, la idea de que son los agentes de la «conciencia» y del discurso pertenece a este sistema. El papel del intelectual no es el de situarse «un poco en avance o un poco al margen» para decir la muda verdad de todos, es ante todo luchar contra las formas de poder allí donde éste es a la vez el objeto y el instrumento: en el orden del «saber», de la «verdad», de la «conciencia», del «discurso». (Foucault, 1980, p. 79)

El académico y el profesional egresado de la universidad es un intelectual específico en el sentido político de la praxis si el saber y la competencia están “en orden de las luchas políticas por las reivindicaciones sectoriales, sin dejarse manipular por los partidos políticos o los aparatos sindicales que conducen estas luchas locales” (Foucault, 1980, p. 185). Los académicos disruptivos de nuestras universidades públicas serán capaces de proponer no únicamente el saber conocer y saber hacer, sino también el cuidar de sí, disfrutar el aprender desde la curiosidad, la innovación y la imaginación creativa, saber ser y convivir.

La gestión académico-administrativa que elabora modelos educativos que proponen el aprendizaje innovador es un ejercicio de lucha por la libertad y, a la vez, una eficaz estrategia para la transformación creativa de la educación que puede ser diferente, agradable, placentera, crítica, dinámica e interactiva. El autor nos invita a pensar nuevas relaciones, nuevas arquitecturas de poder, quizá desconocidas, desde los márgenes sociales, más inclusivas y sensibles a la vida.

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