R E P E R T O R I O | A M E R I C A N O | |
Segunda nueva época N.° 30, Enero-Diciembre, 2020 | ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143 | |
POEMAS DE MÓNICA VELAZCO
Tatuaje en el Marais
Perfilo con mis dedos
el horizonte de tus hombros:
hacia allí vuela mi boca.
Mis yemas van bajando
en su tranquila labor
por la blancura del brazo:
aquí encuentro mi islote.
Mi decidida mano
arrastra por tu piel
el mar, el fuego, vientos
que empujen las velas...
Aquella noche
dibujé en tu cuerpo
tus mejores años
y los míos.
Bésame
Quiero contener bajo los límites
precisos de tu piel
esta vida incontenible.
Guarda en el cauce de tu aliento,
en el calor de tu boca,
esta soledad que huye
hacia el rumor del bosque.
Besémonos despacio,
hasta que cierren
las puertas de los parques
y no seamos más
que la bandada entera de gorriones
sorteando el campanario verde
de estas copas.
Quiero contener, acaso, lo invisible.
Bésame largamente, súrcame
las comisuras, los latidos,
dibújame los dientes.
Quiero contener, acaso, lo indecible
dentro de la forma exacta
de tu boca y la mía al juntarse,
al hundirse, humedecerse
en el milagro que supone
el desconcierto de ser yo
en otro.
Un insecto se ha posado en mi cuaderno
Dejar que la hoja participe de la vida,
que esta la sorprenda; ha sucedido.
Dejó de conocer la mano que urdía
y conoció las patas: seis pequeñas comillas,
rozando, el vientre endurecido,
oronda la cabeza y dos antenas
la cruzan.
No sé si sueña ahora la hoja
con brincar del cuaderno, abrirse,
cercar la lluvia hasta el milagro
que la vuelque toda hasta la tierra.
Fácil será la fusión
de este papel -que anhela
vuelo y transparencia-.
Será solo silencio entre la lluvia,
permeado y confuso.
Yo quiero salir a esa noche
y sentir que la noche me contesta.
Desconozco las preguntas
que formule
pero la noche seguirá su curso
de escucha atenta,
obstinada en su indulgencia
con lo breve de mi via
y lo importante.
Tal vez la noche me recoja
en su respuesta lumínica
e incendie mi frente de nada
parecido a la cordura; tal vez
sienta que el pecho
conoce ya lo suficiente
y prenda en él, tan solo
más paz.
Comulga el ave con el aire,
el vuelo en el vuelo
y la distancia no persigue nada.
Un océano de luces, vertical.
La rama flota en su música.
Recorta los perfiles solo el ojo
en la mirada.
Del poemario Llumantia ilíquida. Ed. Amarante. 2019.
Desnudo
Una tarde abrasada
calienta sus extremos.
El perfil de la noche
se enciende como antorcha.
Nace tu cuerpo
despacio en la espesura.
Es tu espalda una fiebre
de rayo a a mediodía.
Es tu cuerpo desnudo
un torrente de selva
escondido en los pájaros.
Tu luna imaginada
narra la vida, descifra
calendarios sin nombre,
rupturas con el pasado,
gárgolas despiertas.
Salomé
De ámbar la jarra, sus caderas.
El vientre, ensueño anochecido.
Sus brazos, seda indumea,
princesa roja bajo el velo.
Hiere en su cuerpo
la luz como un aceite
que fluye alto, ardiente,
airosa danza.
Espirales de ensueño
en las palmeras.
Llamea la luna hebrea
en los desiertos,
arde la la noche
febril en sus tobillos;
sierpes de plata
el brazalete.
Incienso, azahares, su cabello.
Noche de estrellas
la ciudad dormita.
Bálsamo el aire
tras de las cúpulas de oro.
Arde su voz, ahora.
Caen las manzanas
sobre la alfombra
de esmirna.
Huele la noche a especias,
la música ha cesado
y rueda a sus pies un cáliz
que desnudos
son un áspid esta noche,
son una daga antigua.
Un soplo frio
apaga algunas velas.
Fuera, solo queda esperar
que las estrellas huyan.
Del poemario Trazos. En torno a Anglada Camarasa. Ed. Amarante, 2018.