R E P E R T O R I O


creative_common

A M E R I C A N O


Segunda nueva época N.° Especial, 2020

ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143



Revistas criollas e intelectualidad criollista: el amplio debate por la tradición nacional argentina

Creole magazines and Creole intellectuality: The broad debate on Argentinian national tradition

Ivia Minelli

Universidade Estadual de Campinas (UNICAMP), Brasil

Resumen

El objetivo de esta ponencia es revisitar el debate de conformación de la tradición nacional argentina entre los años de 1890 y 1910, a partir del análisis del criollismo y sus articulaciones. Serán analizados como documentos las revistas criollas, un segmento del periodismo popular que se conformó en el contexto del centenario de la independencia y que fue constantemente desvalorizado en relación con las publicaciones del beletrismo. Estas revistas se encuentran principalmente en el archivo compilado por Robert Lehmann-Nitsche (Ibero-Amerikanisches Institut, Berlín), siendo catalogadas desde 1897 bajo la temática folclórica. De este modo se propone el análisis de los programas de las revistas criollas con el fin de considerar su contexto editorial y su especificidad discursiva, recuperando así un discurso que fue opacado en su potencial creativo e intelectual.

Palabras claves: nacionalismo, revistas culturales, revistas criollas, Argentina

Abstract

The purpose of this essay is to review the discussion on the Argentinian national tradition between 1890 and 1910 from the analysis of Creole and its branches. Creole magazines being a part of popular journalism during the independence centenary will be analyzed. These magazines are mainly preserved in Robert Lehmann-Nitsche archives (Ibero-Amerikanisches Institut, Berlin) classified as folklore since 1897. So the analysis of their programs is the main purpose of this essay in order to study their editorial context and its specificity; the result is the recovery of a speech that was overshadowed.

Keywords: nationalism, cultural magazines, Creole magazines, Argentina


El alcance de los periódicos que circulaban en la Argentina de finales de siglo XIX e inicios del siglo XX es bastante amplio y proporciona un inmenso rompecabezas para los estudios que intentan captar las dinámicas de un país impactado por la expansión urbana. La ciudad creciente descubría nuevos lectores, nuevos consumidores, nuevos escritores, por lo que acababa por entrecruzar temas y narrativas poco usuales hasta ese momento. Los más variados tipos de ediciones periódicas ganaron espacio con el dinamismo vivido en los centros urbanos, revelando las actividades de una producción impresa plural inmersa en un debate que establecería los preceptos de la literatura nacional. En ese escenario se constituían al mismo tiempo el escritor y su público, y con la gran circulación de revistas, diferentes propuestas editoriales y periodicidades, las revistas acumulaban las tensiones de aquel presente1.

Entre las décadas de 1890 y 1910, son bastante reconocidas las llamadas revistas culturales2, que se desdoblaron alrededor de las demandas del centenario de la independencia, y acabaron por erigir las bases canónicas de las letras y de la intelectualidad argentina. Estas publicaciones, configuradas por la motivación de un grupo en intervenir el espacio público3, tenían como propósito, por un lado, la formación de un nicho de discusión conceptual al respecto de la nacionalidad latente y, por otro lado, el alcance de las costumbres cotidianas dirigidas a una sociedad que se educaba según las prerrogativas de la anhelada modernidad. Como ejemplos de este segmento de las publicaciones impresas, son bastante reconocidas: Nosotros, revista mensual de literatura, historia, arte y filosofía (1907) y El Hogar, revista quincenal literaria, recreativa y de moda (1904), destacadas publicaciones que contaron, inclusive, a lo largo de su trayectoria, con contribuciones de los jóvenes Roberto Arlt y Jorge Luis Borges, consagrados como escritores décadas después; y Caras y Caretas, semanario festivo, literario, artístico y actualidades (1898), talvez la revista más antigua de ese género y que inició sus publicaciones en Montevideo, cubriendo aspectos tanto políticos cuanto literarios en sus secciones.

Es necesario tener en cuenta que la relevancia alcanzada por esas revistas se debe también, en gran medida, al consenso de estudios académicos posteriores sobre ese lugar de circulación periódica. Porque, si la propia carrera universitaria de letras aún estaba siendo fundamentada en el periodo, y los grupos letrados se empeñaban en definir las bases de su profesionalización, entiendo que hubo una convergencia de miradas sobre un tipo de discurso elitista representativo de los anhelos modernos, lo que acabó por consolidar, en el curso del siglo XX, una relación directa entre revistas culturales, saber letrado y discurso intelectual. Patricia Funes nos sugiere que las impresiones periódicas de la década de 1910 habrían sido inundadas por revisiones históricas que vaticinaban futuros posibles para el país con motivo del centenario; poetas como Rubén Darío y Leopoldo Lugones serán indicados como poetas de esa causa, así como lo fueron Ricardo Rojas y Joaquín V. González, hombres ligados a las universidades y propagadores de cierto espíritu patriótico frente a los contratiempos de la inmigración4. De esa manera, fueron delineados los contextos y los actores que participarían del debate de la modernidad, los cuales se mantuvieron como motivos privilegiados de análisis sobre el período hasta los días de hoy.

Esa sobrevalorización de uno de los materiales impresos del período de entre siglos eclipsó otro tipo de publicaciones, cuyas demandas partían de lugares e intereses divergentes como, por ejemplo, los periódicos criollistas. Vinculada a prácticas y narrativas del siglo XIX, esta vertiente periódica, que articulaba el saber gaucho a la producción de discursos de índole nacional, también sobre referencias del centenario, circuló en gran escala por los principales centros urbanos del país, agrupando una variedad importante de títulos, subscriptores y lectores. Sin embargo, al ser consideradas como populares y masificadas, o simplemente como producto de consumo fugaz, esas publicaciones periódicas recibieron escasa atención de parte de los estudiosos por lo que continúan siendo marcadas como un subproducto del auge en los debates en torno a las letras nacionales.

Con el fin de ampliar la perspectiva que restringe a los marcos de las bellas letras el debate por lo nacional, propongo un camino por algunas revistas criollas como forma de recuperar recursos y voces obliteradas en el proceso que fundamentó la intelectualidad argentina. Al considerar que la propia época procuró desarticular las publicaciones que exaltaban las marcas gauchescas del pasado, el desafío aquí es comprender el lugar del discurso criollista en el contexto de expansión y consolidación del periodismo en la Argentina, de modo que se pueda significar la dinámica de ese espacio alternativo que conjugó los aspectos urbanos y los criollos5.

Las revistas criollas

Al mencionar el carácter alternativo del periodismo criollista, se destaca que, para este estudio, ese periodismo será comprendido fuera de los parámetros de la escritura y la producción de lo que acabó tornándose canónico en el período de entre siglos, de modo que se enfatice otra perspectiva con presencia activa en el cotidiano argentino, registrada en una vasta oferta de diarios, revistas y folletos distribuidos por quioscos y librerías de todo el país. Los textos de cuño criollista revelan una importante preocupación en el trato del lenguaje literario, al mezclar idiomas y formas de habla, tratando problemáticas locales e internacionales y conjugando diferentes experiencias culturales, sociales y políticas en un contexto de intensas migraciones. El periodismo criollista se encuentra inmerso, entonces, en las discusiones intelectuales del período con respecto a las letras nacionales, disputando su lugar de representación a partir de articulaciones propias. En diferentes medidas e intereses, hubo una intensa producción criollista preocupada por las definiciones del nuevo campo literario, no apenas en lo que concierne al establecimiento de la carrera profesional y de las aperturas estéticas del momento, sino también sobre la base de un referente cultural que se reconoce en construcción.

El acervo aquí seleccionado conforma un grupo de publicaciones poco consultado por estudios académicos, ya que escasos ejemplares del género se encuentran en la Argentina e, inclusive, porque los pocos existentes no se encuentran sistematizados en archivos o bibliotecas del país. Lo anterior no significa que estas publicaciones sean desconocidas o que nunca hayan sido abordadas, muy por el contrario, significa que estas no fueron pensadas en su conjunto como deflagradoras de un campo cultural propio, siendo consideradas de forma fragmentada y puntual.

Para comenzar a rellenar tales lagunas, destacamos uno de los asuntos más recurrentes en las páginas de las revistas criollas: el límite entre la muerte y la sobrevivencia del gaucho y sus costumbres en la sociedad argentina, siendo también uno de los principales tópicos que delinea el carácter disputado por ese periodismo. Hay un texto de Miguel de Unamuno (1864-1936)6 depositado por Lehmann-Nitsche en su Biblioteca Criolla, que puede tener su contenido rastreado en diferentes documentos criollos de modo que amplíe críticamente el debate entre siglos. En 1899, el español publicó en la revista madrileña La ilustración española y americana un artículo sobre la literatura gauchesca en que delimitaba la existencia gaucha al pasado del siglo XIX: “El gaucho ha muerto; la civilización le ha matado dulcemente, sin convulsiones, y ahora su alma respira otra vida más dulce, la vida del recuerdo, la de la poesía.”7 Esa perspectiva de Unamuno pretendía sintetizar todo un debate sobre la narrativa literaria de final del siglo XIX, pues distingue el saber letrado que canta el pasado argentino, en forma de poesía, de la persistencia de una oralidad empobrecedora y reminiscente de los arrabales del centro urbano. Con la muerte del gaucho, se definía la distancia entre el oficio del literato y el de las composiciones populares8.

La entrada de las revistas criollas en esa contienda ocurriría en defensa de la presencia gaucha en medio del conturbado urbano argentino, manteniendo así la preocupación por establecer parámetros históricos y culturales propios para la reivindicación de otra tradición criolla. En un diálogo directo con la ya mencionada proposición de Miguel de Unamuno, percibimos entre las revistas las siguientes posturas: por un lado, la defensa del hombre gaucho, como agente histórico real y definidor de los éxitos argentinos; y, por otro lado, justamente en la identificación de su desaparición, la reivindicación de su lugar de enunciación. Esas características sugieren la consciencia de las revistas en la manutención de la narrativa gauchesca, al proponer argumentos en defensa de lo que estas consideran tradición criolla; además, sugerían definiciones sobre la historia nacional, los lenguajes y las expresiones de lo cotidiano argentino y las soluciones frente a los entrabamientos impuestos por la modernidad.

La revista criolla Raza Pampeana, editada inicialmente en la ciudad de La Plata, tuvo una duración de diecinueve números. El reconocido payador, cantor, poeta y compositor Arturo A. Mathón9 fue su director y propietario, quien se preocupó por presentar para su público la sobrevivencia del canto gaucho. A partir de una perspectiva progresista, el director definió en el programa de su revista las adaptaciones que lo cotidiano y las costumbres campesinas tenían por causa de las imposiciones de la modernidad, sin descaracterizar con ello la originalidad y la manutención de sus intereses criollos:

Nosotros venimos para cantar las glorias criollas, no para cantar su desaparición; porque en la vida de estos pueblos, la evolución que va cambiando el aspecto de las cosas, va perfeccionando también lo que antes fuera el nido carácter pampeano; y al perfeccionarlo ha dejado intactos los rasgos tópicos de la idasincracia [sic] nacional, porque el alma que palpitaba bajo el alero de barro y totora10 se expande con igual intensidad bajo el marco perfeccionado de la moderna habitación. paisano no ha muerto ni morirá.11

Talvez por cuenta de los intereses del director de la revista, Raza Pampeana tenía una característica bastante literaria, con una selección centrada en poemas y canciones, que presentaban al final de cada número un fragmento de algún drama nacional; los editoriales de los cinco primeros números remiten al quehacer literario, en una argumentación filosófica sobre la emoción, el intelecto y la inspiración. En su sexta edición, la revista vivía el destino anunciado inicialmente por Mathón: abriendo espacio en sus páginas para publicaciones no gauchescas, mudando su sede para la capital, alegando motivos internos y no económicos. Al extender un pedido de colaboración a autores nacionales “argentinos verdaderos, de corazón y alma y decididos admiradores de nuestro antiguo Paisano”, se destaca cómo la revista creaba cierta distancia en relación con la presencia gaucha y pasaba a elaborar su imagen histórica alegando que:

(…) no podemos permitir que descienda hasta el olvido, nuestra Gran Tradición. No. Esas reliquias, esas glorias de nuestro viejo criollaje, es para nosotros un deber sagrado en cantarlas y recordarlas constantemente, como tributo de admiración y respeto, hacia esa noble Raza de valientes defensores y libertadores de nuestra Patria12

Con esta referencia se pretende destacar que el proceso de construcción de la memoria histórica gaucha no sería homogéneo entre las diferentes revistas criollas, sería por lo tanto un campo de disputa entre narrativas bastante divergentes.

Otras revistas asumieron de forma más directa la cuestión de la ausencia de la raza gaucha en los años 1900, creando una genealogía que justificara la manutención del uso de su voz. La dirección de Pampa Florida vería en esa falta la importancia de perpetuar las nobles tradiciones del pasado; por ejemplo, en el primer número de la revista, aparecía un texto de E. T. Salvatierra en que se definía que lo criollo no estaría muerto, dislocando de la fórmula el lugar anterior de gaucho por el de criollo, con el objetivo de confirmar temporalmente la existencia de este como sucesor directo de aquel;

Bordoneo13

Lo criollo no ha muerto. Todavía existe el sentimiento nacional en nuestro suelo patrio. Todavia vibra en las cuerdas de nuestras vigüelas, el criollo acento de nuestros gauchos… Y viven aún en las nostalgias de sus vidalitas, las sentidas endechas del idilio criollo… Se alzan taperas que fueron nidos de amores y se divisa en el extenso campo el solitario rancho donde la criolla espera al trovador pampeano.

¿Lo criollo se vá…? Nó; no es verdad.

En la güeya del progreso se alzan también las junciones de la yerba, y entre un himno que adelanto canta, se mezclan las paisanas notas de un pericón. Canta Regules; inspira Leguizamón, y en el pampeano ambiente se elevan magestuosas las décimas de Coronado!...

Lo criollo no ha muerto!... (E.T. Salvatierra)14

Las revistas encontrarían en la discusión sobre las letras nacionales, tensiones de un presente que suplantaba debates de la herencia literaria gauchesca, pues su interés también estaba en las realizaciones del hombre gaucho, y no solo en la reverberación de su modo narrativo. Por medio de los textos firmados por la dirección, El Fogón Pampeano asumiría como suya la propia voz gaucha, en un tono directo y combativo típico del lenguaje criollo. La revista se definiría como interlocutora de una clase menos ilustrada, lo que le permitía defender desde la importancia del uso de trajes paisanos hasta la memoria de la sangre gaucha derramada en las batallas de frontera que habrían garantizado la libertad del país.

Me presento con el humilde traje de paisano para traerles esos dulces recuerdos de nuestros antepasados, sus costumbres que van perdiéndose poco á poco relegándose al olvido y mirándolas con la mayor indiferencia, y hasta desprecio por algunos, como si fuesen recuerdos que deshonra al que los mantienen en su corazón de argentino, renegando del gaucho al chiripá y bota de potro, de esos humildes campesinos que regaron con su sangre de valientes los campos de batallas, disputando palmo á palmo el terreno al extranjero para darnos la libertad que hoy gozamos. Es por ellos y para ellos por quienes pido se me haga un lugarcito en el periodismo y me den una manito los criollos15.

Al valerse de una memoria histórica para comunicar su mensaje, la revista sugiere que el criollo estaría en el centro de los debates sobre lo nacional, más allá del debate artístico propuesto por la élite tradicionalista: la revista definía por medio del gaucho histórico la existencia del criollo real.

Consideraciones

Al haber sido reducidas a subproductos de centros criollos, localizadas y restrictas, e incluso al haber sido clasificadas como producciones homogéneas, las revistas criollas no han sido reconocidas en la potencialidad discursiva de sus debates. Del mismo modo acontece con los grupos y publicaciones que se formaron alrededor de la temática criolla popular, pues les fue negada la misma dimensión de sociabilidad cultural, que prontamente fue identificada en otros sectores de la sociedad. Este concepto, empleado por la historiadora Paula Bruno para analizar las iniciativas particulares en los movimientos culturales e intelectuales de Buenos Aires entre 1860 y 193016 –generalmente opacado por abordajes clásicos de sesgo político, de clase o etnia –, sugiere que los centros criollos tenían tanta legitimidad discursiva como los círculos literarios, socialistas o católicos del período, los cuales también demandaban la circulación de materiales impresos para la divulgación de sus proyectos e ideales. En consecuencia, así como los centros criollos no deben ser vistos como agrupaciones vulgares y sin propósito, por el hecho de abarcar un contenido más popular, las revistas no pueden ser reducidas a la existencia física de tales centros, ni deben por ello tener sus discursividades relativizadas.

Al retirar su lugar como articuladoras del campo intelectual, las revistas cayeron en el ostracismo, una vez que los colaboradores y editores que participaron de este mercado editorial no llegaron a ser sistemáticamente estudiados o mapeados para tener una mejor apreciación de las redes editoriales del período de entre siglos. Generalmente se reconoce que muchas de las casas editoriales que participaron de esta actividad eran de origen familiar, autónomas y, muchas veces, caseras, motivo que dificulta su estudio; sin embargo, se hace necesario destacar que también existieron revistas criollas que fueron gerenciadas por importantes grupos empresariales, como es el caso de Santos Vega, revista semanal de actualidades (1914), a pesar de no estar listada hoy en el catálogo de la Empresa Haynes que la editó.

Frente a ese panorama, destaco que la tradición criollista observada en las revistas criollas corresponde a una perspectiva intelectual, pues los autores y editores de esa perspectiva periodística definían sus discursos en diálogo directo con las prerrogativas del campo de producción dominante. Al afirmarse como portavoces y, principalmente, como portadores de una cultura popular desprestigiada, las revistas se proyectaban como alternativa narrativa a los discursos modernos y académicos empeñados en fundar una tradición nacional. Al definir que sus debates confrontaban al grupo intelectual dominante, no pretendo juzgar los programas de las revistas criollas como subordinados o direccionados en un proceso de canonización en curso, muy por el contrario, pretendo incluirlas en la disputa por la narrativa de inicios del siglo XX.

Referencias

Bruno, Paula (2014). Sociabilidades y vida cultural. Buenos Aires, 1860-1930. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes.

Crespo, Regina (2011). Revistas culturais e literárias latino-americanas: objetos de pesquisa, fontes de conhecimento histórico e cultural. En: Franco, Stella Maris y Junqueira, Mary Anne (org.). Cadernos de Seminários de Pesquisa, São Paulo: USP/Humanitas.

El Fogón Pampeano. Peródico criollo ilustrado. Rosario de Santa Fé, 1911, Año I, No.1.

Funes, Patricia (2006). Salvar la nación. Intelectuales, cultura y política en los años veinte latinoamericanos. Buenos Aires: Prometeo.

Pampa Florida. Revista quincenal ilustrada de arte y teatro y crónicas sociales, independiente e impersonal. Lomas de Zamora, 1912, Año I, No.1.

Raza Pampeana. Revista jocosa, literaria, de actualidades y costumbres nacionales. La Plata, 1908, Año I, No.7.

Rey de Guido, Clara y Guido, Walter (1989). Cancionero rioplatense (1880-1925). Caracas: Biblioteca Ayacucho.

Sarlo, Beatriz (1992). Intelectuales y revistas: razones de una práctica, América (Cahiers du CRICCAL), N°9-10.

Tarcus, Horacio (2007). Catálogo de revistas culturales argentinas (1890-2006). Buenos Aires: CEDINCI.

Unamuno, Miguel de (1899). La literatura gauchesca, la ilustración española y americana, Madrid.


1 Según Beatriz Sarlo, “Entre todas las modalidades de intervención cultural, la revista pone el acento sobre lo público, imaginado como espacio de alineamiento y conflicto. Su tiempo es, por eso, el presente. Aunque luego la historia pueda desmentirlo, las revistas no se planean para alcanzar el reconocimiento futuro (positiva fatalidad que puede sucederles) sino para la escucha contemporánea. Estas consideraciones no califican a los textos incluidos en una revista (ellos bien pueden encerrar y alcanzar el futuro), sino la forma revista como práctica de producción y circulación”. Sarlo, Beatriz (1992). Intelectuales y revistas: razones de una práctica, América (Cahiers du CRICCAL), n°9-10, p. 9.

2 Horacio Tarcus, en reciente catalogación que divulga el acervo del CeDInCI – Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierda –, explica la necesidad de nombrar “revistas culturales” el amplio grupo de revistas que circularon en la Argentina en el siglo XX y que fueron, parcialmente, organizadas por por Héctor René Lafleur, Sergio D. Provenzano y Fernando P. Alonso (1968), y por José M. Otero (1990). Más que considerarlas como cenáculo de los intelectuales, y definirlas, con este fin, como revistas literarias, para Tarcus sería importante ampliar el campo y llamarlas culturales, de modo que incluyeran tanto las revistas de literatura, como las de teoría, de teatro, de cinema, de música y de áreas como antropología, filosofía, historia y educación: “El criterio adoptado fue, pues, incluir toda revista argentina (o editada por argentinos en el exterior) de temática cultural, sin importarnos si se trata de un proyecto individual, grupal o institucional, independiente o partidario”. Tarcus, Horacio (2007). Catálogo de revistas culturales argentinas (1890-2006). Buenos Aires: CEDINCI, pp. 7-8.

3 Cespo, Regina (2011). Revistas culturais e literárias latino-americanas: objetos de pesquisa, fontes de conhecimento histórico e cultural. En: Franco, Stella Maris y Junqueira, Mary Anne (org.). Cadernos de Seminários de Pesquisa, São Paulo: USP/Humanitas, p. 101.

4 Funes, Patricia (2006). Salvar la nación. Intelectuales, cultura y política en los años veinte latinoamericanos. Buenos Aires: Prometeo, p. 183.

5 Ese material periódico forma parte del acervo Biblioteca Criolla de Robert Lehmann-Nitsche.

6 Ampliamente reconocido como ensayista, novelista, dramaturgo, poeta, filósofo y académico, el español Miguel de Unamuno tenía gran interés en la literatura hispanoamericana y mantuvo intenso diálogo con los argentinos, por ejemplo, incentivando a algunos intelectuales del comienzo del siglo XX a aproximarse a un nuevo hispanismo.

7 Unamuno, Miguel de (1899). La literatura gauchesca, la ilustración española y americana, Madrid.

8 “El gaucho de pampa adentro, en 150 leguas alrededor de Buenos Aires, es un pastor sometido del todo al yugo de la civilización y servil para con el estanciero. Rubén Darío me decía que, si fuese allá yo, me había de encontrar con que más de uno de esos pastores, en vez de hablarme en el lenguaje pintoresco de Santos Vega ó de Martín Fierro, me hablaría en siciliano ó en vascuence, en mi vascuence”. Unamuno, 1899.

9 “Estuvo varios años en diversos países de América en gira artística y en 1912 retornó a Buenos Aires desde México. Escribió la letra de los tangos El cachafaz, El apache argentino, Pura parada (letra y música), milongas, valses, estilos, gatos, vidalitas y más piezas del repertorio campero. Fue el primer cantor de tangos que cantó con una orquestra típica”. Rey de Guido, Clara y Guido, Walter (1989). Cancionero rioplatense (1880-1925). Caracas: Biblioteca Ayacucho, p. 548.

10 Totora (del quechua tutura) = Planta perenne, común en esteros y pantanos, cuyo tallo erguido mide entre uno y tres metros, según las especies, y que tiene uso en la construcción de techos y paredes para cobertizos y ranchos (RAE).

11 Raza Pampeana. Revista jocosa, literaria, de actualidades y costumbres nacionales. La Plata, 1908, Año I, Nº1.

12 Raza Pampeana. Revista jocosa, literaria, de actualidades y costumbres nacionales. La Plata, 1908, Año I, Nº7.

13 Bordoneo = Sonido ronco del bordón de la guitarra (RAE).

14 Pampa Florida. Revista quincenal ilustrada de arte y teatro y crónicas sociales, independiente e impersonal. Lomas de Zamorra, 1912, Año I, Nº1.

15 El Fogón Pampeano. Periódico criollo ilustrado. Rosario de Santa Fé, 1911, Año I, Nº1.

16 A pesar de que el libro no dedica ninguno de sus capítulos específicamente a la sociabilidad criollista, la autora destaca la importancia de ese lugar conceptual: “estudiar las formas de sociabilidad cultural permite aproximarse a las dinámicas de conversación y de lectura, dos objetos tan interesantes como escurridizos. Paralelamente, dadas la notables relaciones entre ámbitos de sociabilidad y publicaciones periódicas (…) sería también factible realizar en el futuro una aproximación más sistemática a las formas de ‘trabajo cooperativo’ o colectivo (…) que realizaban editores, escritores, correctores, imprenteros, libreros y miembros de círculos culturales”. Bruno, Paula (2014). Sociabilidades y vida cultural. Buenos Aires, 1860-1930. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, p. 13.