R E P E R T O R I O | A M E R I C A N O | |
Segunda nueva época N.° 31, Enero-Junio, 2021 | ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143 | |
El enemigo líquido: la construcción discursiva del enemigo político en
la campaña presidencial de
Costa Rica en 2018
The liquid enemy: discursive construction of the political enemy in 2018 Costa Rica's presidential campaign
Óscar Ureña García
Facultad de Comunicación
Universidad Federada San Judas Tadeo
Costa Rica
Resumen La construcción de un enemigo sólido en campaña electoral ha sido una labor frecuente. No obstante, esa construcción ha ido evolucionando hacia un enemigo más líquido, que se amolda según el recipiente en el que se necesite ubicarlo. Esta investigación es un análisis de la construcción discursiva del enemigo político en la campaña presidencial de Costa Rica en 2018 y en cómo construyó a su adversario el candidato Fabricio Alvarado. Palabras claves: enemigo político, arena política, campaña presidencial, Costa Rica Abstract Building a solid enemy in the electoral campaign has been a frequent task. However, that construction has evolved towards a more liquid enemy, which is molded according to the container in which it needs to be located. This paper is an analysis of the discursive construction of the political enemy in Costa Rica's presidential campaign in 2018 and in how the candidate Fabricio Alvarado constructed his adversary. Keywords: political enemy, political arena, presidential campaign, Costa Rica |
Desde que nació el concepto de lo político, siempre ha existido la necesidad de crear una identidad de “nosotros” y de “ellos”. La definición de un grupo siempre ha creado la contrariedad con otro. Desde que las ciudades estado en la antigua Grecia formaron la identidad de “nosotros”, también forjaron la identidad de los “otros”, principalmente para indentificar a sus aliados y a los que no lo eran. Esto quiere decir que siempre ha habido una construcción sólida del grupo que define quiénes son los aliados y, por supuesto, también una construcción rígida de quiénes son los enemigos. Como dice Javier del Rey Morató (1996), lo político siempre ha estado definido por la relación entre los gobernantes y los gobernados y (principalmente) entre los aliados y los enemigos.
No obstante, esta lógica de construir sólidamente una identidad de oponente ha variado en los últimos años. Y esto ha llevado a que, en la actualidad, veamos campañas presidenciales propuestas de comunicación política en la que se construye un enemigo abstracto, poco rígido en su conformación. Ahí nace la propuesta en esta investigación del concepto de “enemigo líquido”, ya que este estado de la materia puede amoldarse al recipiente en el que gusten ubicarlo.
Es por esa razón que vemos cada vez más campañas políticas en las que el enemigo que construye la abstracción de “los otros” es difusa y de dificil definición. Aquella solidez y tangibilidad con la que se construyeron “los otros” ha variado a una idea menos consistente. Esto quiere decir que el enemigo ha dejado de ser una persona o un grupo de personas tangibles, para convertirse en una construcción discursiva que puede calzar en muchos alguienes, o en ser grupos muy abstractos que se pueden amoldar al recipiente que la idología o la intención discursiva necesite.
Al respecto, esta investigación propone realizar un análisis de la construcción discursiva del enemigo político en la camapaña presidencial de 2018 en Costa Rica. El contexto en el que esta campaña se realizó permite un análisis más detallado de cómo se fue construyendo un enemigo abstracto por parte del candidato del Partido Restauración Nacional, Fabricio Alvarado, y cómo esto le permitió constuir un ethos enunciativo de candidato fuerte, que le haría frente a ese enemigo tan peligroso. Se analizará cómo todo esto está en función de la construcción de la imagen discursiva y qué mecanismos de legitimación utilizó para brindarle fuerza a su planteamiento.
Fabricio Alvarado es un ex diputado de la Asamblea Legislativa, ex periodista y predicador evangélico, un férreo opositor al matrimonio igualitario y defensor de posturas conservadoras y religiosas. Luego de que en enero de 2018 la Corte Interamericana de Derechos Humanos fallara a favor del matrimonio igualitario, ante la opinión consultiva del gobierno de Costa Rica, Fabricio Alvarado agudizó su discurso conservador y le permitió ganar la primera ronda electoral. Precisamente, este será el lapso en el que esta investigación se centrará.
El enemigo en el Discurso Político
Como se decía anteriormente, la construcción del enemigo ha sido una constante en el Discurso Político. No obstante, sería un error solo mencionarlo sin referir adecuadamente cómo los investigadores han desarrollado teóricamente esta relación de proponente y oponente en el Discurso Político. Precisamente, estos últimos dos conceptos son los que necesitamos dilucidar en primera instancia: el Discurso y lo Político.
La etimología, que poco ayuda para su definición, pero sí para su comprensión, explica que la palabra Discurso viene del verbo latino discurrere, que significaba “correr de un lado para otro en varias direcciones”. Este significado no se refería solamente a la acción de transitar sino que hacía referencia al acto de hablar, en el que se pasaba de un tema a otro. Este término ha evolucionado y se ha diversificado con el paso del tiempo debido al abordaje que han realizado varias disciplinas sobre el tema.
Aunque muchos autores como Maingueneau se centraron en la importancia del Discurso en tanto que su composición, como lo menciona González Campos (sf), otros teóricos como Michel Foucault no estaban interesados en cómo el discurso está estructurado y gobernado por reglas internas (es decir, los rasgos del discurso en sí mismo), sino que sus preocupaciones están dirigidas a comprender cómo el discurso produce significados que tienen efectos en el mundo real y cómo tiene una relación con el poder.
Foucault en su Arqueología del saber define el discurso como “las prácticas que forman de manera sistemática los objetos de los que hablan”. Esto quiere decir que los discursos producen, constituyen los objetos de los que hablan (sexualidad, locura, muerte, etc.), es decir, construyen una versión particular sobre ellos que tiene efectos reales. Por ejemplo, el discurso sobre la locura producido por psiquiatras y psicólogos define los roles de la enfermedad mental y, por lo tanto, los de la normalidad que todos conocemos. De esta manera, (…) los discursos constituyen los conocimientos y las verdades y por eso están en estrecha relación con la noción de poder. (González Campos, sf, p. 34)
Sin embargo, el sentido “político” en el discurso es algo bastante confuso, pues no hay una definición clara. Javier del Rey Morató (1996), en su artículo “¿De qué hablamos cuando hablamos de comunicación política?”, realiza la analogía entre la indefinición de Dios (que llevó al surgimiento de la teología negativa) y la indefinición de comunicación política: “Como los teólogos, cuando iniciaron la inútil definición de lo indefinible, y encontraron que todo lo que podían decir de Dios es lo que no es, fundando la teología negativa, diremos antes que nada lo que no es la comunicación política” (Morató, 1996, p. 2)
Para Morató, es más simple definir qué no es comunicación política, antes de dar una definición en sí, pues esta sería una tarea sumamente compleja. Por lo tanto, el término de “político”, en este caso, no está claro y se debe apelar a definir lo que no es. Además, también es difícil definir y delimitar la comunicación política, pues es una disciplina sumamente compleja. Arancibia (en Pérez Fuentes, 2009) señala que el concepto de comunicación política no sólo no está lo suficientemente instalado ni legitimado en la disciplina de la comunicación sino que, además, es problemático, y ello al menos en dos sentidos:
Primero, porque el fenómeno que parece atender es de extraordinaria complejidad y dificultad, a saber, las transformaciones de la comprensión y operación de la política en el marco de una sociedad mediatizada. Segundo, porque al interior del campo de la comunicación sería un concepto en disputa, ya que el modo en que nombra y conceptualiza, porta y configura una lectura, un posicionamiento. (Arancibia, en Pérez Fuentes, 2009, p. 7)
Javier del Rey Morató (1996) también nos revela que dentro de lo político hay dos aspectos puntuales: El primero es que, “en último término, gira alrededor de la relación entre gobernantes y gobernados”. Sin embargo, Morató también destaca que la política genera relaciones diferenciadas a otros ámbitos y agrega: “esos comportamientos tienen que ver con la relación amigo/adversario”. La definición de Morató nos muestra cómo, desde que existe lo político, es decir esa relación de gobernantes y gobernados, ha surgido una necesidad de crear una identidad para diferenciarse de los otros. Es así como para un troyano, los espartanos, al otro lado del Mar Egeo, eran sus adversarios en la época antigua.
Se puede observar que la definición teórica del término Discurso Político ya encierra una problemática conceptual. No obstante, hay otra corriente que define el discurso a partir de su destinación. En este caso, Eliseo Verón (1996) considera que existen varios destinatarios para un solo enunciador. Sostiene que lo político siempre ha implicado una relación con el adversario. “El campo discursivo de lo polítco implica un enfrentamiento (…) la enunciación política parece inseparable de la construcción de un adversario”. (Verón, 1996, p. 16)
Verón plantea que a diferencia de otros tipos de discurso (como el discurso de la información, la publicidad, el discurso científico), en el discurso político se diversifican los destinatarios. Este tipo de discurso presenta una lucha. Por esa razón existe un positivo a quien se dirige el discurso, pero también hay un oponente o negativo, como él lo llama.
La cuestión del adversario significa que todo acto de enunciación política supone necesariamente que existan otros actos de enunciación, reales o posibles, opuestos al propio. En cierto modo, todo acto de enunciación política a la vez es una réplica y supone (o anticipa) una réplica. Metafóricamente, podemos decir que todo discurso político está habitado por un Otro negativo. Pero, como todo discurso, el discurso político construye también Otro positivo, aquel al que está dirigido. (Verón, 1996, p. 16)
Sin este recorrido teórico sería imposible iniciar el análisis de la costrucción del enemigo líquido en el Discurso Político de Fabricio Alvarado en la camapaña presidencial de 2018 en Costa Rica. Es claro que, a pesar de su polisemia, el Discurso Político incluye una adversión entre el proponente y su enemigo o su negativo como lo define Verón.
El enemigo líquido y peligroso
Como mencioné anteriormente, para realizar este análisis era necesario plantear una base teórica que lo sustentara. No obstante esa base teórica, también hay una propuesta propia que quiero desarrollar en este breve apartado sobre el enemigo líquido. Un concepto que me parece el más adecuado para valorar la construcción del oponente actual en el Discurso Político.
En su interesante propuesta para explicar la modernidad tardía, el sociólogo polaco Zygmunt Bauman (2000) propuso que la sociedad actual es líquida, ya que muda y se adapta a diferentes recipientes. Para Bauman, el fin principal del individuo es la identidad. No obstante, esta identidad es movible, no tiene fronteras rígidas.
A partir de esta postura, es muy interesante notar que la construcción de un enemigo político, al igual que propone Bauman con la sociedad, ha sufrido una transformación hacia algo menos tangible, con fronteras menos rígidas para su contención. El enemigo político, como lo veíamos en el apartado anterior, solía tener una solidez. No obstante, en nuestros días, las campañas electorales nos muestran a candidatos que costruyen la imagen de enemigos líquidos, ya que estos no tienen características sólidas, más bien son abstractos y se pueden adaptar a los recipientes que el candidato necesite para configurar un enemigo peligroso.
La consistencia líquida en la configuración del oponente no es gratuita, ya que esa capacidad de adptación y transmutación que tiene la construcción del enemigo permite que cualquiera que se oponga a las posturas propuestas calce en el recipiente adecuado para marcarlo como un brazo más, una extensión más, de ese enemigo creado. Como se mencionó anteriormente, la relación aliado/oponente tenía una sólida relación directa con la identidad. No obstante, en la actualidad, esta relación sólida se ha difuminado. Cualquier recipiente es adecuado para verter la imagen de un enemigo. Es por esa razón que empezamos a ver que los enemigos ya no son personas o agrupaciones tangibles, sino que empiezan a convertirse en elementos líquidos.
En la última campaña presidencial de Estados Unidos, el enemigo principal eran los no blancos. No obstante, se logró construir una liquidez tal, que cualquiera podría ser un no blanco. Sin importar su procedencia, sin importar si era o no ciudadano norteamericano, quien se opusiera a las posturas del candidato calzaba en ese enemigo porque atentaba contra la forma de vida del norteamericano caucásico. Y esta amenaza es interesante, ya que es un anemigo peligroso, más amorfo. Ahí radica la ventaja de construir un enemigo líquido: no se puede vencer fácilmente, porque no es tangible. El enemigo líquido es determinante para plantear lo que decía Robin (en Marín Restrepo, 2017): “objeto público principal del miedo”.
“Son ellos (los líderes) quienes identifican lo que acecha el bienestar de la población, quienes interpretan las características y el origen de los peligros” y “quienes proponen el método para enfrentarla (…) Además son influidos por sus hipótesis políticas y sus fines estratégicos; observan el peligro a través de un prisma de ideas que determina que un peligro sea visto como amenazante o no, y de una lente de oportunidad política que determina si ese peligro es útil o no.” (Robin, en Marín Restrepo, 2017, p. 34)
El miedo colectivo que causa un enemigo que tenga caraterísticas difíciles de comprender y de atacar es muy fructifero para los candidatos presidenciales. Jair Bolsonaro, en la campaña electoral en Brasil, atacó a la “ideología de género” y radicalizó su discurso en contra de los derechos homosexuales. Esta postura es muy interesante, ya que no se ataca directamente a las personas homosexuales, sino a un enemigo superior que los controla y los educa. Un enemigo ambiguo que se puede amoldar a cualquier recipiente. Los homosexuales son figuras sólidas, tangible; no obstante, la “ideología de género” es un enemigo líquido, ya que es intangible. Asimismo, en este caso, se vuelve a referir a un enemigo peligroso y solo el líder elegido puede vencerlo.
Estos escenarios mencionados tienen grandes similitudes con el de Fabricio Alvarado en Costa Rica, que analizaremos más adelante. La postura de crear un enemigo ambiguo y líquido ha sido una constante en las últimas campañas electorales en Occidente. Y no deja de ser interesante que se realicen análisis sobre la transmutación del enemigo político sólido a un enemigo líquido. Sin embargo, como se desarrollará más adelante, la estrategia no es solo construir al enemimgo ya sea líquido o sólido, es también construir la postura de un líder político fuerte y competente para enfrentar a ese enemigo peligroso. Esa estrategia ha sido utilizada por Trump y por Bolsonaro en sus prácticas políticas y veremos, también, que es una estrategia en la que se sostiene la construcción discursiva de Fabricio Alvarado.
Hasta acá hemos visto la noción del enemigo y su costrucción líquida; no obstante, no hemos reflexionado aún en los porqué de este cambio a un enemigo menos tangible. Como decía anteriormente, la noción de un enemigo peligroso intrínsecamente demanda la necesidad de un héroe que venza a ese oponente.
El concepto de “ethos enunciativo” es primordial para comprender las razones de la creación de un enemigo líquido en el Discurso Político. Principalmente porque, al crear un enemigo con las características deseables, se busca constuir al héroe que lo logre vencer. Es por esa razón que la construcción de la imagen discursiva del candidato, en este caso, es primordial.
Como menciona Ureña García (2020), los estudios teóricos han considerado el ethos, en términos básicos, como una estrategia que el político implementa para contribuir a la eficacia de su discurso, justamente de su propia imagen construida. Esto quiere decir que se apela a la figura del enunciador para brindarle fuerza a su discurso. En términos generales, como dice Mendes (2012), el ethos “es la autoridad, el carácter y el estatuto (más variado), atribuible a la fuente de enunciación, que funciona como "garantías simbólicas" para la adhesión exitosa”.
Cabe destacar que el enunciador construye una imagen de sí. Y el papel que esto juega dentro del discurso político es de suma importancia. Como vimos anteriormente, uno de los propósitos principales del enunciador es lograr que el lector se adhiera a sus ideas y proyectos, para lo cual necesita mostrarse como líder autorizado y creíble. Por lo tanto, la construcción del ethos del enunciador es fundamental en el discurso político.
Asimismo, como lo plantea Guervós (2005), el miedo a lo desconocido hace que los seres humanos no prefieran el cambio o busquen algún refugio que les garantice seguridad en medio del cambio. “Bajo la influencia del miedo los seres humanos tienden a adherirse a personalidades fuertes o a ideologías que prometen seguridad. Las personas poseídas por el miedo son propensas a atender las consignas de demagogos que se muestran seguros y siguen banderas”. (Guervós, 2005, p. 39)
Esta es la clave del enemigo líquido y abstracto: es un adversario nuevo y desconocido. No es tangible, por lo tanto, genera más temor. Y solo el líder político con la suficiente fuerza y valentía podrá ser el héroe para vencer a ese enemigo. Es interesante cómo estas campañas, en las que hay un enemigo líquido, siempre elevan al héroe al nivel de lo mesiánico. Por ejemplo, el candidato republicano Donald Trump se construía como el líder que haría a Estados Unidos grande de nuevo; Jair Bolsonaro se construyó como el político idóneo para vencer la ideología de género y, en el caso particular que nos compete en esta investigación, Fabricio Alvarado era el líder que vencería a ese enemigo peligroso que domina al país y a otras instancias como a la Corte Interamericana de Derechos Humanos para atentar contra la familia tradicional.
Caso de Fabricio Alvarado y el enemigo líquido
Fabricio Alvarado es un político, ex diputado, ex candidato y ex secretario del partido Restauración Nacional que, en 2018, lideró a primera ronda presidencial en Costa Rica. Actualmente es el fundador del Partido Nueva República. En su proceso como candidato presidencial, recibió gran cobertura en los medios de comunicación luego de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) expresara su opinión consultiva que realizó el gobierno de Luis Guillermo Solís (Partido Acción Ciudadana). La CIDH anunció que el país debía legislar, en un plazo de 18 meses, el matrimonio igualitario.
Esto llevó a que Fabricio Alvardo, el candidato conservador y autorreconocido como religioso, recibiera gran cobertura por rechazar esta decisión de la Corte y alegar que estas acciones violentaban la autodeterminación de los pueblos. Recibió gran cobertura mediatica por sus posiciones.
En ese proceso dio varias declaraciones que marcaron el camino que seguiría hasta ganar la primera ronda de los comisios presidenciales y que, además, permite analizar aspectos importantes en la construcción de su enemigo líquido. Se debe resaltar que, aunque Fabricio Alvarado tiene un claro enemigo sólido, el candidato en ese momento del Partido Acción Ciudadana, Carlos Alvarado, siempre manejó un discurso de construcción de un enemigo más abstracto que “manipulaba los hilos”, incluso del candidato oponente y su partido. Esto se muestra en la declaración que hace al programa radiofónico Nuestra voz de la periodista Amelia Rueda el 30 de enero de 2018: “Las opiniones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos no son vinculantes, no son sentencias de acatamiento obligatorio. Hay una ideología que domina a este gobierno (PAC) y a la CIDH”.
Esta frase nos muestra cómo, a pesar de que tiene un enemigo sólido, Alvarado trata de reducirle protagonismo y centrarse en un enemigo más abstracto, incluso más poderoso, que domina al gobierno del Partido Acción Cuidadana y a la misma Corte Interamericana de Derechos Humanos: “la ideología perniciosa”. Hay una clara intención de construir a un enemigo líquido, que quepa en cualquier recipiente, que se adapta a la Corte, al Partido Acción Ciudadana y a cualquiera que se oponga a sus posiciones conservadoras.
En esa misma entrevista, Alvarado también aprovecha para complementar la construcción de su ethos enunciativo. Ante un enemigo peligroso, se necesita un héroe que lo venza. Es por esa razón que él habla de ser el candidato que se opondría a esta decisión de la Corte: “La CIDH viene a violentar la soberanía de nuestro país. Llegaremos hasta las últimas consecuencias para proteger a la familia; si se insiste, Costa Rica saldría de la Convención Interamericana de Derechos Humanos. Y este no solo es mi sentir, sino el de Costa Rica”.
En este fragmento, Alvarado se eleva como el líder político que le hará frente a este enemigo peligroso, aunque eso impliqe salirse del Pacto de San José. Podría pensarse que Alvarado se está enfrentando acá a un enemigo sólido, al representar a la Corte como un oponente de la soberanía; no obstante, anteriormente él mismo menciona que hay una “ideologia” que domina este ente. Vemos acá lo complicado que es el enemigo líquido que, al igual que el agua, se filtra y se escapa de las manos; sin embargo, permite que Alvarado cumpla su objetivo de construirse a sí mismo como un candidato fuerte. Acá se refuerza mucho lo planteado por Santiago Guervós: ante un enemigo peligroso, la figura de un líder fuerte atrae al electorado.
Esto que se dijo anteriormente de que la Corte no es su enemigo directo, sino la “ideología” que hay detrás de ella, se refuerza cuando declaró: “No nos extraña el criterio de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, porque ha sido su línea promover este tema y ha sido también su posición violentar la autodeterminación de los pueblos. Hay una ideología que se apodera de los organismos internacionales para promover el aborto y el matromonio igualitario”.
Acá retoma, de nuevo, la posición de que la Corte no es su enemigo directo, no hay una confrontación sólida, sino que hay, de nuevo, “una ideología” que se apodera de los organismos internacionales. Hay una clara intención de exaltar a ese enemigo líquido, abstracto, por encima incluso de organismos importantes como la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la misma Organización de Estados Americanos, que Alvardo menciona posteriormete.
Aunque es un discruso desestructurado que tiene manifestación en varias entrevistas en la prensa costarricense, es claro que desde la construcción discursiva tanto de su enemigo como de su ethos enunciativo, hay una intención de reducirle el tono a sus enemigos sólidos y directos como el candidato opositor Carlos Alvarado, para centrarse en la construcción de un enemigo más abstracto o líquido que calza tanto en Carlos Alvarado, como en la Corte Interamericana de Derechos Humanos o incluso en otros organismos internacionales.
Desde este proceso también es claro que Fabricio Alvarado se construyó a sí mismo como el candidato ideal para enfrentar a ese enemigo peligroso, incluso si eso lleva a que se tomen medidas drásticas como salirse del Pacto de San José. Un discurso que, en las últimas semanas previas a las elecciones le permitió posicionarse en los primeros puestos en las encuestas y le permitió ganar la primera ronda electoral con 24,99% por encima de los 21,63% del Partido Acción Ciudadana.
Discurso al ganar la primera ronda electoral
Al ganar la primera ronda electoral, Fabricio Alvarado dio un discurso de triunfo. En esta disertación amplió la construcción de su ethos enunciativo como un político diferente que, ante cualquier atentado contra la familia y los valores religiosos, se vuelve fuerte y agresivo.
Arranca su discurso con un enfoque a los valores y a la familia costarricense. Se destaca cómo él se quiere diferenciar de los otros candidatos y políticos. Hay una intención de plantearse como un político distinto. El discurso, en sí, no lleva un orden argumentativo tradicional. No se ve que haya una intención argumentativa, sino que el peso es retórico, centrado en la construcción de su imagen como líder diferenciado y fuerte cuando se ataca a la familia tradicional y los valores conservadores: “Costa Rica ya no quiere las campañas como antes. Costa Rica hoy ha elegido un movimiento de valores. Esto no ha sido una campaña, ha sido un movimiento de personas que aman los principios y valores de este país”.
Apela al país, a la voz del pueblo, para decir que Costa Rica ha elegido; no obstante, solo obtuvo poco más del 24% de los votos. Por supuesto, es una estrategia para exaltarse como un líder adecuado y fuerte para enfrentar a esa ideología perniciosa. Sin embargo, el centro no está en él, está en los costarricenses que, según su posición, se han cansado de las campañas tradicionales.
No obstante, rápidamente esgrime su posición sobre la soberanía de Costa Rica, de ese enemigo peligroso que ataca en las sombras y que puede tomar múltiples formas como la de la Corte Interamericana de Derechos Humanos o su oponente electoral más cercano: Carlos Alvarado: “Hoy me sumo a ese grito de unidad. A ese grito a favor de los valores. Por ver cómo vamos perdiendo nuestra soberanía. Y hoy le devolvimos la esperanza a este país”.
Es curioso cómo se posiciona desde la primera persona del plural; sin embargo, acá está centrandose él como el líder político que le devolvió la esperanza al país. Al construirse como el político fuerte que va a enfrentarse a ese enemigo peligroso que controla a la Corte y a los otros organismos internacionales y que, en Costa Rica, abandera el Partido Acción Ciudadana.
Esto se eleva aún más cuando declara que se recuperó la esperanza y la soberanía más importante de todas: la familia. No es una estrategia ajena, pero es curiosa la analogía que realiza entre la soberanía de un país y la soberanía de una familia. Ya que con esto, construye Costa Rica como una gran familia y a él como el padre defensor de los miembros de esa familia: “La esperanza de recuperar la más grande de las soberanías: la soberanía de la familia. En donde se gestan los valores”.
La familia, en este elocución, no es solo ese espacio social, sino que para Alvarado es en donde se gestan los valores. Esos valores que él está dispuesto a proteger cueste lo que cueste. Su lucha, contra el enemigo líquido, lo llevó a darle esperanza a la gran familia que es Costa Rica. Es interesante cómo en el nivel retórico hay una clara intención de construirse como el líder fuerte, ya que la analogía de la familia siempre es muy útil para posicionarse como el padre protector.
Sin embargo, ese padre protector puede también ser agresivo si se meten con su familia. En ese mismo tono un tanto agresivo, Alvarado amenaza con que no se metan con la familia ni con los valores conservadores, porque él está ahí para luchar contra cualquier enemigo que atente contra estos elementos: “Hoy ha quedado claro algo: nunca más se metan con la familia, nunca más se metan con nuestros hijos, con los valores.”
La amenaza es general. No está dirigida a un enemigo sólido o específico. Está dirigida a cualquiera que se quiera oponer a su posición. Si se meten con la familia, con los valores y con sus hijos, Alvarado, como un padre protector, saldrá a defender a su familia, que es Costa Rica, a como dé lugar.
Por último, Alvarado apela a que defender sus causas es también ser progresista. Un juego retórico interesante. Con esto, Alvarado busca posicionarse con el voto joven, pero también defender su base de que él respalda los valores conservadores. Así, vemos cómo se atenúa su discurso en contra de un enemigo y más bien gira a centrarse en él, como un candidato conservador, pero moderno: “No hay nada más progresista que defender los valores y la familia”.
Es claro que, en este discurso, hay un peso mayor en su imagen discursiva que en la de su enemigo. Un juego interesante porque, antes de las elecciones, siempre buscó posicionar a su enemigo líquido, a ese que controlaba a su candidato opositor y a los organismos internacionales. Sin embargo, al ganar la primera ronda, centra su discurso en él mismo, como el padre que protege a esta familia que es Costa Rica. Una estrategia que no es nueva, ya había sido usada, por ejemplo, por Óscar Arias en sus discursos presidenciales ante la Asamblea Legislativa. No obstante, aunque se utilizaran en contextos distintos, el fin era el mismo: elevar el ethos enunciativo del líder político como el padre que cuida su casa.
En primera instancia, es fundamental señalar que se ha demostrado a lo largo de este análisis que para la construcción de un mito electoral es necesaria la construcción del adversario político. No obstante, la construcción discursiva que se ha realizado de ese enemigo ha evolucionado a lo largo de los años y ha pasado de ser un adversario rígido a uno líquido, que es sencillo de amoldar a cualquier recipiente.
Por otra parte, esta investigación tenía como objetivo realizar un análisis de la construcción del enemigo líquido en la campaña presidencial de Fabricio Alvarado, así como el ethos enunciativo durante la elocución de los discursos previos y al finalizar la primera ronda electoral. Por esa razón, se estudió cada una de las elocuciones realizadas para comprender cuáles fueron los recursos que utilizó para construir a su enemigo líquido y su ethos enunciativo de un líder político fuerte que se enfrentaría a ese enemigo peligroso. Esto, incluso, lo llevó a ganar la primera ronda de las elecciones presidenciales.
En ese aspecto, se puede apreciar que durante la campaña y hasta ganar la primera ronda electoral, el candidato Alvarado mantuvo una construcción de su enemigo líquido centrado en una “ideología peligrosa” que tiene el control sobre el partido opositor y sobre otras instancias superiores como es la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Sin embargo, luego de ganar la primera ronda, su discurso pasa a centrarse más en él y en sus propuestas que en el enemigo peligroso que construyó. Lo cual puede percibirse como un desacierto estratégico.
Con respecto a la construcción de su ethos enunciativo, se debe resaltar que logró con acierto elevar su imagen como el candidato ideal para luchar y vencer esta “ideología” tan peligrosa. Incluso, como se pudo apreciar en el análisis, en reiteradas ocasiones se refirió a que él iría hasta las últimas consecuencias para defender la “soberanía” del país ante este enemigo que quiere atacar los principios y los valores de los costarricenses. Por último, giró el rumbo de su construcción discursiva hacia la del padre firme y protector de esta familia que es Costa Rica. Una estrategia muy utilizada ya anteriormente en nuestro país por el ex presidente Óscar Arias.
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Equipo Editorial
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