R E P E R T O R I O | A M E R I C A N O | |
Segunda nueva época N.° 31, Enero-Junio, 2021 | ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143 | |
Cuatro poemas de Danny Drachen
Danny Drachen
Caminé tarde,
allí por donde se desdobla el Averno,
me sangraron las piernas
y he cruzado a tientas el ébano en plena sombra.
Troté persiguiendo mi propio aullido
y ninguna estrella resopló ecos en mi piel,
creo que aún vibran mis dudas
pues se me enterraron esquirlas
en estas piedras de nadie.
No hay lunas en las estepas de donde vengo
ni manantiales que multipliquen el pan de un beso,
ni pestañas que se rompan en azulejos
cuando llueve el alquitrán de la noche.
Mi lengua se desdibujó
como una lágrima en el aire
y mis huellas, como decir mis manos,
dejaron de soñar con tinta.
Caminé tarde,
a través del pasto que crece absurdo
en el umbral de mis heridas,
arrastré mi brújula de espino amargo
como quien cabalga embriagado de luciérnagas.
Me he perdido en el éxtasis de la tundra
y cuando la soledad anidó en mis colmillos
abrí las pupilas empapadas de grietas.
Llegué tarde, es cierto.
Pero he anclado el paraguas
a la ribera de tu puerta
y colgué de alguna cana
al hambre, al frío y a la estepa.
* * *
Hoy el viento desgaja
en gotas su violín
y veintiocho hojas se fugan
de mis venas
como un rezo de azahares.
Junto a ellas se me escapan
los arándanos del tiempo
y dejan en el olvido
un ciprés plantado de eneros.
Abordan los trenes
con dos plegarias enraizadas en el pecho,
como los dibujos sin terminar
en el tótem del sueño.
Antes de huir esconden tus besos
bajo la alfombra,
tallan sobre mi almohada
la ingenuidad de tantas facturas
sin memoria.
Hoy me quedo
con el revoltijo de minutos,
los pinceles sedientos,
los años que vendrán
y los tinteros que se embriagan
con la pólvora de tus balas.
Mañana,
cuando pase la resaca
que se agita en mi trinchera,
tejeré un estandarte de luces
y se acallarán los fusiles
de esta guerra civil
que aún estalla en el espejo…
* * *
Recogemos el ancla
invadida de versos
y descubrimos nuevos archipiélagos
sobre el tridente de los ensueños.
Sonreímos en la brisa.
Bajo un cardumen de estrellas eléctricas,
que le concede una pestaña
a nuestra brújula.
La insignia de tu proa nos guía
mientras robamos el botín de la muerte
en cada vuelco
de velocidades imposibles.
Hoy no tenemos más tripulación
que dos letras y un arpegio,
quizá un amasijo de poemas
conjurado en el retrovisor.
Y con eso basta
para vencer a las hidras
que transitan los
mares de asfalto.
Hasta que de pronto;
se cae del espejo
mi negra barba pirata
y se nos evapora la autopista
bajo el gruñido de un semáforo de fuego.
¿Y qué más da?
Si al agonizar el tedio
navegaremos de nuevo.
Escucharás el himno de tu acero
cuando gire la llave
y la gasolina grite por tus venas:
¡Leven anclas; icen las velas!
Y zarparemos, dejando
una estela de caucho
que nos lleva a ninguna parte…
* * *
Hay una hoja palpitando en la pared,
sus agujas asesinas
se encarnan despacio entre mis miedos.
Es un cañahuate florecido,
una reliquia y su reptar de arena,
que pone límites a mis días.
Me han robado abril.
Se destiñó el sigilo sobre sus números
y su deshojar arrastra mis años
como una ventisca hecha polvo.
Se me agotan las lunas,
decanto símbolos contra sus meses,
el calendario me asfixia.
La tierra es solo un espejo
que ronda desolada estas cosechas
de final abierto.
Marqué
y marqué
y volví a marcar cada elipsis,
como quien espera una mentira de
oráculos sin nacer.
Mis ciclos se han marchitado
a la sombra de tus épocas,
somos un eco de hojas despeinadas.
Ojalá noviembre olvide
la escarcha que nos falta
y Dios sentencie
esta plegaria hecha carne.
Ojalá exista algún edén
que abrace todas mis blasfemias…
NOTA: los tres primeros poemas pertenecen al libro Apología del fuego (San José, Poiesis, 2020).
Equipo Editorial
Universidad Nacional, Costa Rica. Campus Omar Dengo
Apartado postal 86-3000. Heredia, Costa Rica