R E P E R T O R I O | A M E R I C A N O | |
Segunda nueva época N.° 32, Enero-Diciembre, 2022 | ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143 | |
Rodolfo Castaing Castro, escorzo biográfico y poético
Luis Gustavo Lobo Bejarano
Investigador independiente
San José, Costa Rica
El nombre de Rodolfo Castaing Castro hoy nos es verdaderamente desconocido. Su vida, y sobre todo su obra, duermen el sueño de los justos. Hagamos un recuento muy somero de su vida.
Nació el 18 de mayo de 1892, en la ciudad de Alajuela, hijo de Luis Castaing Alfaro, de ascendencia francesa, y Auristela Castro Porras. Fue bautizado el 6 de enero de 1893 en la Parroquia de San Ramón, con el nombre de Rodolfo Otoniel Mercedes de Jesús Castaing Castro.
Estudió leyes, llegando a obtener el título de pasante de abogado, pero sin llegar a obtener el título de abogado.
Batallón de la Escuela de Derecho. Del libro de G. Padilla Castro, Coto y la soledad (Imprenta Nacional, 1971)
En 1921, los profesores y estudiantes de la Escuela de Derecho organizan un batallón para pelear en la guerra de Coto. La fotografía, que se encuentra en el libro Coto y la soledad (1961) del escritor Guillermo Padilla Castro, dice, a pie de página:
Escena típica de nuestras tropas que marchan hacia la frontera. El batallón de la Escuela de Derecho, estacionado en la Uvita. De izquierda a derecha: Rodolfo Castaing, René Picado, Rafael A. Valverde, José Luis Padilla, Fernando Volio Sancho, Moisés Guido, Alfredo Saborío. Profesores Víctor Guardia y Ramón Zelaya, Humberto Barahona y Roberto Mora Lizano.
Desde muy joven se relacionó con el deporte. Para 1925 ya estaba involucrado con la Liga Deportiva Alajuelense. Se cuenta que un 4 de junio de 1925, Rodolfo Castaing trae los primeros “sweaters” rojo y negro a la institución liguista. Estos llegan tras el intento fallido de conseguir los “sweaters” blanquinegros solicitados por la Junta Directiva, ya que estos habían sido adquiridos por el Club Sport La Libertad. Castaing trae los mismos ya que el viaje a San José era un trayecto que tomaba tiempo (solo en tren o a caballo) entonces para que el viaje no fuera en vano, trajo los rojinegros.
Para 1928, Rodolfo Castaing es jugador de la Liga Deportiva Alajuelense. Ese año ganan el campeonato de la Liga Nacional de Fútbol por primera vez. En esta ocasión, él volvería a darle la gloria a La Liga al anotar 4 goles ante el Club Sport Herediano. La primera vez que la Liga ganó fue en 1926, al coronarse como Campeón de Copa gracias a un joven talentoso llamado Alejandro Morera Soto.
De: Jugadores históricos de la Liga Deportiva Alajuelense (Facebook)
En la fotografía aparecen de pie, de izquierda a derecha: Franklin Mórux, Enrique “Quique” Solera, Alejandro Morera, Carlos Torres, Salvador Soto y Jorge Oreamuno. Segunda Fila, de Izquierda a derecha: Jorge Luis Solera, Hernán Bolaños y Jorge Padilla. Primera Fila: Rodolfo Castaing, Carlos Alberto “Beto” Porras, Reinaldo Ulloa y Arturo Alfaro.
Contrajo matrimonio el 28 de julio de 1928, con Marina Roa Velázquez, hija de Romualdo Roa Escandón y Nectalia Velázquez Torrealba.
En 1929 nació su primer hijo, Rolando y en 1932 su segundo hijo Jorge. Ambos fallecieron en el año 1952.
En 1943 nace su hija Francia Marina, quien hoy es la descendiente del poeta.
Rodolfo Castaing falleció el 31 de octubre de 1976, a los 84 años de edad. Su esposa, Marina Roa Velázquez, le sobrevive hasta abril de 2000.
Las personas que se encuentran inhumadas en el mausoleo Castaing Roa se dan a continuación:
Rolando Castaing Roa inhumación de cuerpo 21 de enero de 1952,
Jorge Castaing Roa inhumación de cuerpo 13 de julio de 1952,
Romualdo Roa Escandón inhumación de cuerpo 6 de abril de 1956,
Nestalia Velázquez Torrealba de Vda de Roa inhumación de cuerpo 12 de octubre de 1976,
Rodolfo Castaing Castro inhumación de cuerpo 31 de octubre de 1976,
Jorge Roa Velázquez inhumación de cuerpo 23 de agosto de 1983,
Marina Roa Velázquez inhumación de cuerpo 15 de abril de 2000.
(datos tomados del grupo Cementerio General de Costa Rica, administrado por Christian González Acuña).
En 1931, Rodolfo Castaing pertenece a la primera junta directiva de lo que hoy es la Federación Costarricense de Fútbol. Estaba conformada por José Albertazzi Avendaño (presidente), Joaquín “Toquita” Gutiérrez (vicepresidente), Ricardo Fournier (secretario), Fernando Streber (tesorero) y Manuel Rodríguez, Rodolfo Castaing y Joaquín Vargas (vocales).
Su actividad profesional se encaminó hacia la parte financiera, sobre todo, en el Banco de Costa Rica. Para 1949 figuró como Diputado a la Asamblea Nacional Constituyente y pasa a ser uno de los firmantes de la actual Constitución Política, el 7 de noviembre de 1949. En 1950 fue el primer Subcontralor General de la República.
La poesía de Rodolfo Castaing es, casi, una rareza literaria.
Su obra publicada, aparte de lo que hemos encontrado en antologías, periódicos y revistas, consta de dos extraños –si se quiere-ejemplares: A la gloria de Francia (San José, Imprenta Borrasé, 1945) y Mis dos Hijos (la obra no consta con año ni pie de imprenta).
Lo que se presenta a continuación es una compilación de la poesía de Rodolfo Castaing que hemos localizado. Tuvimos el privilegio, hace ya más de un cuarto de siglo, de obtener de parte de la familia del poeta recortes periodísticos, fotocopias y demás documentos que han hecho que nuestra búsqueda haya sido sencilla. Incluso, un ejemplar original de Mis dos Hijos cayó en nuestro poder. Una copia de la partida de bautismo del poeta nos fue encomendada, con la indicación, dentro del mismo documento, de la fecha exacta de su deceso. Tiempo después, llegó a nuestro poder su otro libro: A la gloria de Francia.
Cuando se obtuvo el material se consideró completa su obra y, aunque no hemos transcrito textos en prosa, llegará el momento en que nos dediquemos a esta labor. Como curiosidad diremos que casi todos los textos pertenecientes a dicho libro cayeron en forma de recortes periodísticos en nuestro poder.
Hemos prescindido de valoraciones y juicios críticos sobre su poesía. Preferimos darla a la luz y que sea cada lector el que le otorgue su valoración.
Nuestra labor es ir rescatando, poco a poco, el trabajo de muchos escritores rezagados que, por no pertenecer al canon literario, han ido siendo olvidados poco a poco, como sucede con Rodolfo Castaing. A esta labor nos hemos abocado desde hace ya bastante tiempo.
Lo que viene a continuación es la propia voz del poeta.
Nuestro trabajo está cumplido.
Rodolfo Castaing Castro
(1892-1976)
Madre mía
En una de las vueltas del sombrío
Maravilla, atrevido y turbulento,
hay un roble tronchado por el viento,
confundiendo sus ramas con el río.
Privado del salvaje poderío
que guardaba en su leño corpulento,
sólo anhela un consuelo a su tormento
de aquella agua en el loco desvarío.
Al igual de ese roble destronado
que en las linfas oculta la tortura
de sentirse abatido y destrozado,
¡cuántas veces rendido de amargura,
en tu pecho la frente he reclinado
para ocultar allí mi desventura!
(En: D’ Ory, Eduardo. Los mejores poetas de Costa Rica. Madrid, Compañía Ibero-Americana de Publicaciones. Librería de Fernando Fe, 1927?, p. 85. En: Marcilese, Mario. Antología Poética Hispanoamericana Actual. Tomo I. Buenos Aires, Editora Platense “La Plata”, 1968, p. 215).
Su pañuelo
No pretendas, con fútiles engaños,
rescatar el pañuelo tan deseado,
que una noche, encontrándome a tu lado
hice mío a pesar de tus regaños.
Emblema delicioso de tus años,
ese tesoro, blanco y perfumado,
sobre el pecho lo guardo apasionado,
para enjugar posibles desengaños.
Porque en lúgubres horas de desvelo,
cuando llevo a mi frente adolorida
tu reliquia, en demanda de consuelo,
me parece que en ella viven presos,
¡el encanto sonriente de tu vida
y el rumor inefable de tus besos!
(En: D’ Ory, 1927?, p. 83)
Sus caprichos
Una vez, por saber si cumpliría
lo que ella me ordenaba zalamera,
arrojó en la prisión de una pantera
el pañuelo que tanto le pedía.
Yo intenté, demostrando valentía,
librar aquella prenda de la fiera,
y, al hacerlo, una zarpa traicionera
castigó duramente mi osadía.
Ella entonces, con paso vacilante
vino a mí, de su hazaña arrepentida;
y al mirar en mi pecho palpitante
el rastro de la garra maldecida,
¡desató su cabello rutilante
para limpiar la sangre de mi herida!
(En: D’ Ory, 1927?, p. 84. En: Padilla, Rosario de. Antología de Poetas costarricenses. San José, Talleres Gráficos de La Tribuna, 1946, p. 96)
Vuelo Supremo
Cruza el ave rozando la sabana
que le extiende una alfombra de verdor,
y, al potente vibrar de su motor,
se remonta, gallarda y soberana.
En la gloria triunfal de la mañana
es el cielo de luces una flor;
y en los aires, audaz, el aviador,
lanza un reto a la muerte tan lejana.
Mas el ave que ha sido detenida
en la rauda carrera de su vuelo,
por la parca se siente sacudida;
y al hacerse pedazos contra el suelo,
¡glorifica a dos bravos que, sin vida
en su almas se vuelven hacia el cielo!
(En: D’ Ory, 1927?, p. 84. En: Marcilese, 1968, p. 215)
Anhelos
En la copa nevada de un jazmín,
donde el aura conviértese en rumores,
un trono han fabricado a sus amores
dos gorriones que habitan el jardín.
Cuando el sol al perderse en el confín
baña a la planta en suaves resplandores,
ilumina un idilio entre las flores.
cuyo ensueño de amor no tiene fin.
¡Deliciosa visión la de ese nido
columbrado a los rayos del ocaso!
¿Lograré yo, después de haber vivido
resignado al capricho del acaso,
encontrar para siempre convertido
de amor en casto nido tu regazo?
(En: D’ Ory, 1927?, p. 85)
Pasionaria
Tú bien sabes que vivo para amarte
con fervor, sin quebrantos ni medida;
tú sabes que, al hacerte mi elegida,
la existencia he querido consagrarte.
Tú sabes que jamás podré olvidarte,
pues lo que bien se quiere, no se olvida
y mientras tenga un hálito de vida,
ese hálito será para adorarte.
Por tu amor yo he luchado con desvelo,
desgarrándome el alma en los abrojos
crecidos a la sombra de ese anhelo;
y cuando, al fin postrándome de hinojos,
para no sucumbir buscaba el cielo,
¡tú me diste dos cielos en tus ojos!
(En: D’ Ory, 1927?, p. 85)
¡De Pie los Muertos!
Las trincheras se inundan de metralla.
El sol, horrorizado de la guerra,
va buscando un abrigo tras la sierra
y tiñe en rojo el campo de batalla.
El fragor del combate, que no acalla,
retumba en los espacios y en la tierra;
el corazón del hombre al mal se aferra
cuando el fervor patriota en rabia estalla.
Los germanos avanzan por doquiera
y embisten con indómita constancia
a Beauséjour, final de su carrera.
“¡De pie los muertos!” grita en su arrogancia
el último viviente en la trinchera
y los muertos responden: “¡Viva Francia!”
(En: Colegio Superior de Señoritas. Los poetas vivos de Costa Rica. Colección Aquileo J. Echeverría. San José, Imprenta Alsina, 1933, p. 70. En: Sotela, Rogelio. Los 30 mejores sonetos costarricenses. San José, Imprenta Lehmann, 1939, p. 47)
Setiembre de 1940
Al General De Gaulle
¡Francia libre! es tu excelsa aspiración
que sentimos arder como una llama
y la lumbre divina que derrama
de esperanza, nos llena el corazón.
El destino te ha dado la misión
de arrojar de tu Patria a quien la infama
y tu Patria en espíritu te aclama
porque tú eres para ella redención.
En ti encarna la Francia generosa
que ha cubierto, en sus luchas contra el mal,
de laureles la frente luminosa;
esa Francia, glorioso manantial
de una vida gallarda y milagrosa
¡por mandato de Dios hecha inmortal!
(En: Castaing, Rodolfo. A la gloria de Francia. San José, Editorial Borrasé, 1945, p. 5)
En tu ausencia
Ya no puedo vivir, amada mía,
en el hondo vacío de tu ausencia;
por momentos me falta la conciencia
y es mi vida tristísima elegía.
Me has robado contigo la alegría
que formaba un edén de mi existencia
y así quieres que espere con paciencia
sin saber que mi espera es agonía.
Estas noches repletas de negruras
y para otros ¡qué claras y qué bellas!
Solo el cielo comprende mi amargura;
porque atento al dolor de mis querellas,
con la luna me manda la dulzura
¡y me escribe tu nombre con estrellas!
(En: Padilla, 1946, p. 95)
La Bandera de Costa Rica
¡No hay bandera más linda que la nuestra!
Cinco franjas alternan los colores
y la lucha que libran sus fulgores
es un beso de luz en la palestra.
La del centro semeja una maestra
que predica su rojo a los menores:
dos blancas cual un símbolo de amores,
dos azules del cielo como muestra.
Y que alegre en el mástil se divisa
cuando rasga del aire los arcanos
para darnos de amor una sonrisa;
brilla entonces con rasgos soberanos
¡y parece, agitándose en la brisa,
nuestra Patria brindándonos las manos!
(En: Padilla, 1946, p. 95. En: Los símbolos nacionales de Costa Rica. Selección de Patricia Pacheco Ureña. San José, Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, 2003, p. 58)
POEMAS PUBLICADOS EN PERIÓDICOS Y REVISTAS COSTARRICENSES
Al oído de Lelia
Desde la azul estancia de los sueños
donde el alma se nimba de ilusiones,
tú desciendes, radiosa, entre visiones
a llenar el crismal de mis ensueños.
Tú viertes en mi vida los risueños
instantes de sublimes soñaciones,
y a través de mis férvidas pasiones
eres siempre el afán de mis empeños.
Yo te guardo magnífica en mi mente,
y sueño con la eterna venturanza
de hacerte de mi amor la confidente;
mas si mi dulce anhelo el fin no alcanza,
-¡oh mi Lelia, visión resplandeciente!-
si no la dicha, dame la esperanza.
Costa Rica, abril de 1918
(En: Athenea. Año XI, No. 12, Tercera época, 1 de Junio de 1918, p. 261)
Oye, traidor…!
-Tú no tienes, y América es testigo,
en la historia del crimen, paralelo;
has llegado a la cumbre de tu anhelo
por traidor, por cobarde y por mendigo.
No hay del mundo en el código castigo
para ti, comerciante de su suelo,
para ti, que has brindado con tu cielo
hasta el nombre de Dios al enemigo.
Judas tuvo, siquiera, la nobleza
de imponerse justicia con su mano;
pero tú, que eres monstruo de vileza,
no tendrás ese gesto soberano,
porque no hay donde cuelgue la cabeza
quien a Judas supera por villano.
(En: Diario de Costa Rica, 16 de marzo de 1927, p. 6)
Marinita Castaing Roa
Has llegado, por fin, hijita mía,
como un tierno capullo de ventura,
a llenarme de luz y de alegría;
a regar en mi vida la ternura
de tu linda y fragante lozanía.
¿Por qué tardaste tanto? ¿Dónde estabas
mientas yo, cual un viejo soñador,
soñaba sin descanso que llegabas
y en el fondo de mi alma derramabas
el sagrado secreto de tu amor?
¿Te encontrabas quizás en los fulgores
conque al mundo se anuncia la alborada,
o vivías, volando entre las flores,
que en su aroma, o tal vez en sus colores
te servían acaso de morada?
Solo sé que, siguiéndote las huellas,
de Noviembre la brisa mañanera
hasta el jardín subió de las estrellas;
y que al verte surgir de todas ellas
te condujo a la tierra prisionera.
Con la intensa blancura de las calas
un sendero trazáronte las nubes,
y, exaltando la gloria de tus galas,
te formaron un trono los querubes
con los regios plumones de sus alas.
Cuando duermes, soñando con las hadas,
en tus albos pañales como plumas,
semejas, de tu sueño entre las brumas,
una de esas valvitas nacaradas
que dejan en la playa las espumas.
Cada vez que sonríes, la divina
expresión de tu rostro es una aurora;
tanta lumbre en sus rayos atesora,
que al verla mi conciencia se ilumina
y de ensueños mi vida se colora.
Y tus ojos, tranquilos y profundos,
que parecen brotando de la nada,
¿de qué noche admirable y estrellada,
tomaron, al pasar por otros mundos,
el embrujo que encierra su mirada?
Hoy que cumples un año y que en tus lazos
de ilusión aprisionas mi existencia,
¡yo bendigo a la Santa Providencia,
porque al tierno calor de tu inocencia
me permite estrecharte entre mis brazos!
(En: Diario de Costa Rica, 12 de noviembre de 1944, p.13)
A mi Compañera
Homenaje de Cumpleaños
¡Dónde estás, inspiración!
Mi lira te necesita
para acudir a una cita
que me ha dado el corazón,
y, a la lumbre que tú exhalas,
quisiera encontrar las galas
que requiere el pensamiento
para decir en mis versos,
con rasgos claros y tersos,
lo que pienso y lo que siento.
¡Lo que pienso! ¿Y qué es pensar?
Es abrir la inteligencia
al fulgor de la conciencia
para que pueda brillar;
es poder seguir a Dios,
en vuelo audaz y veloz,
por toda la creación;
es mirar del infinito,
con nostalgias de proscrito,
la eterna interrogación.
Pensar es cubrir de huellas
de luz el entendimiento,
cual si fuese un firmamento
con ideas por estrellas;
es encerrar en la mente
una visión refulgente
que no conciben los ojos;
es, de un ensueño en la calma,
dejar que se rinda el alma,
frente a tu imagen, de hinojos.
¿Y sentir? Es percibir
el lenguaje de la vida
que lo mismo nos convida
a llorar como a reír;
sentir es tender la mano
al que se hunde en el pantano
de la desesperación;
es lavarse de una ofensa
como suprema defensa,
en las aguas del perdón.
Sentir es tener piedad
del que una desgracia llora
y es ofrecer al que implora
un poco de caridad;
es oír el sufrimiento
y llevar el sentimiento
del amor tras los arcanos;
es el gozo cuando estrecho,
con fervor contra mi pecho,
la ternura de tus manos.
Por un natural acuerdo
de armonía y lucimiento,
sentimiento y pensamiento
forman juntos el recuerdo.
¡Recordar! Soñar despierto
con aquello que está muerto
en las sombras del ayer,
cuyas hondas proyecciones
pueden ser tristes visiones
o reflejos de un placer.
El recuerdo es un bajel
cargado de maravillas,
que nos lleva a las orillas
de un recóndito vergel;
allí encuentra la memoria
fuentes en donde la historia
le ofrece penas o gozo;
y, cuando el barco regresa,
nos abruma la tristeza
o sentimos alborozo,
El recuerdo es una flor
donde van las mariposas
del presente, sigilosas,
tras el placer o el dolor;
es algo como la esencia,
trasunto de una existencia
que no volverá jamás;
el recuerdo es un joyero
donde yo guardo y venero
¡las dichas que tú me das!
(En: Diario de Costa Rica, 8 de setiembre de 1945, p. 5)
La Estrella Polar
A MI MADRE
Cuando Dios derramó sus luminares
en las urnas del célico joyero,
reservó para el nauta aquel lucero
que es gloria de los campos estelares.
Florescencia de rayos tutelares
que orientan, desde el cielo, al marinero,
cuya barca perdió su derrotero
en lucha con la furia de los mares.
Así mismo, en la ruta de la vida
cada vez que nublóse mi conciencia,
del dolor por el monstruo sorprendida,
¡tú has sido, con la santa refulgencia
de tu límpido amor, madre querida,
una estrella polar en mi existencia!
(En: Diario de Costa Rica, 15 de agosto de 1946, p. 5)
Mariposas
A mi hijita
FRANCIA MARINA CASTAING
Por la calle tranquila y luminosa,
en un triunfo de gracia tornasol,
va volando una linda mariposa,
tras las huellas, quizá, de alguna rosa
que la espera en su embrujo de arrebol.
Sube y baja en un vuelo sin escalas;
avanza o retrocede entre sus galas
y ese enjambre, que forma con sus giros,
parece una bandada de suspiros
a los que un mago diera forma y alas.
Conmigo va una tierna compañera
que dos años y medio tiene apenas;
en sus ojos hay nidos de quimera;
en su rostro, tersura de azucenas
y en su voz, un rumor de primavera.
Al mirar el insecto que se agita
en los aires, regando maravilla
-¡Papacito! ¡Millá la palomita!-,
me grita con sorpresa en donde brilla
el candor de una fresca margarita.
¿Qué visiones contempla silenciosa
en la estela de aquella mariposa?
¿Qué le dicen sus vívidos colores
mientras van, como esencia luminosa,
de un jardín a perderse entre las flores?
¡Hijita mía! ¡Lumbre bendecida
que guardaba mi espíritu escondida!
¡Cuántas veces, volando en mis ensueños,
formaste, con la trama de los sueños,
un enjambre de luz para mi vida!
Floración de esperanzas y alegría;
cielo azul de promesas y de calma;
yo también a ese encanto me rendía
y a través del espacio te seguía,
igual que tú al insecto ¡con el alma!
Pero un día el poder de lo inmutable
te envió al mundo como una bendición;
recogiste tus alas de ilusión
y aquí estás ¡mariposa incomparable!
en la flor que te abrió mi corazón.
Canta en ella el amor de un manantial;
le dio vida ese soplo universal
que no alienta ni tiempo ni distancia;
¡y en su aroma te brinda la fragancia
de una inmensa ternura paternal!
(En: Diario de Costa Rica, 13 de setiembre de 1946, p. 5)
Medallón
Marinita Castaing Roa
¡Mensajera de amor! ¡Cielo sin sombra
bajo el cual se hacen luz mis desengaños!
En la escala, trasunto de sus años,
que el ensueño con pétalos alfombra,
se han cubierto de flores ¡tres peldaños!
13 noviembre de 1946
(En: Diario de Costa Rica, 14 de noviembre de 1946, p. 7)
Guarias
A Cipriano Güell
Con temblor de luminarias
y candor que nada empaña
van enflorando las guarias,
como si fuesen plegarias,
el templo de la montaña.
Evocan el tierno llanto
que desgrana la enramada,
cuando la noche, embrujada,
robar se deja su encanto
por la luz de la alborada.
Sobre las ramas musgosas
viven soñando colores;
parecieran mariposas
que unas hadas milagrosas
convirtieron allí en flores.
Clavadas en los ramajes,
fingiendo regio crisol,
confunden, en sus mirajes,
la sombra de los follajes
y las caricias del sol.
Quimeras son que los magos
de los bosques, entre sueños,
van fabricando, risueños,
con el cristal de los lagos
y con fragmentos de ensueños.
No hay abismo ni espesura
que les cierren los caminos
para llegar a la altura,
donde mezclan su ternura
del pájaro con los trinos.
Suben al cedro más alto,
o al roble más corpulento
y no le temen al viento,
cuando, del bosque al asalto,
se lanza con ronco acento.
Allí escuchan las querellas
de los insectos en celo,
y, allí también, las estrellas,
en las noches de claro cielo,
bajan a charlar con ellas.
Buscan entre la maleza
los troncos ¡tristes fulgores
de una caída grandeza!
y convierten su tristeza
todos los años, ¡en flores!
En su agreste sencillez
las guarias, como las monjas,
desconocen la altivez,
y, su vida sin doblez,
no hace caso de lisonjas.
En la gracia seductora
de su silvestre atavío,
flota un encanto que añora,
por su ternura, a la aurora,
por su frescor, al rocío.
Asomándose al boscaje
que hace bóveda a las pozas,
parece, entre el ramaje,
aves que lucen airosas
el blasón de su plumaje.
Y en esa pasión discreta
por todo aquello que brilla,
el agua, callada y quieta,
con su mágica paleta,
las retrata a maravilla.
Son, por su rústica cuna,
un adorno de las chozas,
de tapiales y de mozas
que riegan, como la luna,
su amor en todas las cosas.
Son las novias del jilguero
cuyo canto melodioso,
cual un torrente armonioso,
deja al bosque prisionero
en sus redes de alborozo.
Son confidentes del río,
de las fuentes, de la brisa
y comparten la sonrisa
del regato que se irisa
en su loco desvarío.
Son reinas de las montañas
por las brillantes hazañas
de su exótica belleza,
y, también por su pureza,
son reinas de las cabañas.
Pero hay, entre todas ellas,
una, de humildad procera,
que aparece por doquiera,
siendo sus flores las huellas
de un sueño de primavera.
Se viste con el color
del traje del Redentor,
y, como éste, es su destino,
derramar por el camino,
entre sonrisas, ¡amor!
Esa es la Guaria Morada,
siempre al ensueño propicia,
que da, cual una primicia,
entre hechizos de alborada,
la ilusión de una caricia.
Y siendo como es, fanal,
que en su embrujo tropical
a esta tierra glorifica,
¡por eso, ya, Costa Rica,
la hizo su Flor Nacional!
(Esta poesía fue leída en una comida ofrecida al señor Jiménez de Asúa, en “El Sesteo)
(En: Diario de Costa Rica, 20 de abril de 1947, p. 9)
Dos Reliquias
De la gloria suprema conjunción
que compendia valor y gallardía,
son la tea de Juan Santamaría
y de León Cortés el corazón.
¡Fuego y vida! Simbólica fusión
que han hecho, con denuedo y bizarría,
del Caudillo, la ingénita hidalguía,
del Soldado, al caer frente al Mesón.
Dos reliquias, orgullo de Alajuela,
que se yerguen del tiempo ante el abismo,
para darse, a la Patria, en centinela;
pues rasgando el audaz materialismo,
¡la tea es corazón que a lo alto vuela
y el corazón es tea de civismo!
(En: La Nación, 27 de abril de 1947, s. i. p.)
DON ROBERTO BRENES MESÉN
(Atención del autor)
En el embrujo azul de la montaña,
para siempre, dejó su derrotero;
sopla el viento, en las hojas, plañidero,
y una inmensa congoja lo acompaña.
Hay rumores de llanto en la cabaña
y silencio de muerte en el sendero;
parece que el dolor es prisionero
del tiempo, en la selvática maraña.
De su docto sentir las fibras rotas,
nunca más, en el vórtice profundo
del verbo, regarán sus regias notas;
pues la luz de su espíritu fecundo
ya es albor, de otras márgenes ignotas,
¡más allá de las sombras de este mundo!
(En: Repertorio Americano, Tomo XLIII, No. 2, 28 de Junio de 1947, p. 17)
¡Tú!
A mi hija Marinita
Los misterios del mundo, qué pequeño
convierten al humano entendimiento;
la verdad es un reto al pensamiento
y de duda, una prueba, todo empeño.
Cada vez que deshójase un ensueño
la dicha misma es causa de tormento;
el placer no resiste al sufrimiento
y es del alma, el dolor, supremo dueño.
Después, ¿será la nada lo que impera.
o, en las alas de la muerte, iremos donde
el saber, sin reservas, nos espera?;
mas la sombra inviolable en que se esconde
este enigma que a veces desespera,
¡ya lo sabrás mañana!, me responde.
*
Y en pos de ese mañana va el abismo
que al espacio lanzó, de azul, un grito;
y ante el cual, de las páginas del mito,
se desprende un rumor de cataclismo.
Y tras él va, también, el rotarismo
del universo, rumbo al infinito,
cuya visión se pierde en el bendito
consuelo que llamamos misticismo.
Y, mientras la alborada y el ocaso,
conque a diario la tierra se engalana,
son un símil de triunfo y de fracaso,
la existencia es cristal que se desgrana,
al golpe de las horas, paso a paso,
en la espera fatal de ese ¡mañana!
*
Y así vamos un día y otro día,
desfilando entre penas y entre goces;
estos, como relámpagos veloces;
aquellas, como gotas de agonía.
Pero hay para mi espíritu una guía,
generoso presente de los dioses,
que ofrenda a mis congojas, entre voces
de inocencia, caminos de alegría.
¡Tú! Santa florescencia luminosa;
íntima inspiración de dulces cantos
en cuyas notas mi alma se alboroza;
¡porque tú, con tus gráciles encantos,
enciendes una aurora esplendorosa,
que aduerme, en su ternura, a mis quebrantos!
(En: Diario de Costa Rica, 6 de setiembre de 1947, p. 5)
MI HOMENAJE AL EJERCITO LIBERTADOR BAJO EL SOL DE LA VICTORIA
LA SOMBRA DEL CAUDILLO
I
Cayó cuando en su vida aparecía
pleno de luz, el toque de la fama
en su pecho encendiese la llama
de una justa y sagrada rebeldía.
Cayó cuando su brazo mantenía
de este pueblo la cívica oriflama
y con ella a manera de proclama
por sus fueros clamaba y combatía.
Cayó cuando, de honor dando ejemplo
ofrecía, a la patria sin alarmas
arrojar a los viles de su templo.
Cuando un crimen, baldón de nuestra historia,
arráncale su triunfo con las armas
pero no los fulgores de su gloria.
II
Y esa lumbre, inmortal, que lo ha seguido
hasta el sacro recinto en que reposa
es un iris de una aurora esplendorosa
que resguarda a su nombre esclarecido.
Cuidemos que las sombras del olvido
no derramen su esencia tenebrosa
ni desciendan jamás sobre la fosa
en la que el gran caudillo está dormido.
Porque haciendo un crisol de su recuerdo
donde puedan fundir los pareceres
quienes buscan de lucha un solo acuerdo.
Fundiremos también la voluntad
que al conjuro ¡atrás los mercaderes!
se convierta de nuevo en libertad.
III
Y ese día radiante de victoria,
en que llegue sentirse el ciudadano,
otra vez, de su arbitrio, soberano
será un fasto de espléndida memoria.
Ya no más las audacias de la escoria;
ya no más tanto falso puritano;
ya no más las ruindades del gusano
con rastreos de infame trayectoria.
¡A los vientos de nuevo las banderas!
¡Qué desgarre los aires el clarín!
¡Qué las almas sonrían placenteras!
Y, al volver a este túmulo sagrado,
que no oiga, en su sueño el paladín
gritar: ¡León Cortés! ¡hemos triunfado!
IV
Y aquí estamos, epónimo caudillo,
con el pecho en derroche de alegría,
pues ya alumbra en la Patria un nuevo día
cuya aurora bebió tu propio brillo.
El arado, la pluma y el martillo,
otra vez en gloriosa trilogía
llevarán con su ritmo la armonía
a este pueblo de espíritu sencillo.
Porque llenos de cívico fervor
en tea convertimos tu memoria
para seguir la senda del honor.
Y empeñando tu nombre en el combate,
ante Dios, alcanzamos la victoria
bajo el signo triunfal de Otilio Ulate.
V
Mas, unos cuantos viles, acogidos
a leyes que engendrará su ruindad,
no sabiendo perder con dignidad,
se echaron sobre el pueblo enfurecidos.
Y en las sombras del mal estos bandidos,
con sus manos teñidas de crueldad,
nos robaron la santa libertad
al poder de sus armas atenidos.
Pero no iba a triunfar tanta vileza;
porque un día brilló José Figueres
como faro de cívica entereza.
Aclamado por hombres y mujeres,
devolvió a su patria la grandeza
y del templo arrojó a los mercaderes.
Otilio Ulate
Llevas tú, como el águila caudal,
todo el azul del éter en las alas
que Minerva te dio; por eso igualas
de aquella ave su vuelo original.
Mas no es el tuyo el campo sideral
donde el astro fulgura con sus galas.
sino el del pensamiento, el cual escalas
a través de una prosa magistral.
Confundiendo, al volar con gracia suma,
convicciones que en tu alma nada inmola
y razones hirvientes como espuma,
tu prestigio en la cúspide tremola;
¡y es que subes tan alto con la pluma
que tu gloria es vivir para ella sola!
Carlos Luis Valverde
Dichoso tú, que has muerto con los ojos
a lo alto, como cumple el que es valiente,
sin bajar ante el déspota la frente
ni temblar al rugir de sus enojos.
Dichoso tú, que sobre los abrojos
de la lucha, te alzaste bravamente,
arrancando a la gloria el refulgente
sudario que amortaja a tus despojos.
Dichoso tú, que en medio a la metralla,
defendiendo tu hogar con alma fiera,
formaste de tu pecho una muralla;
y en la cita fatal que se te diera.
¡caíste, para siempre en la batalla
haciendo de tu sangre una bandera!
José Figueres
Gloria al hombre, prestigio de un puñado
de patriotas, que en ata del valor
nos libró para siempre del dolor
por las hordas del crimen provocado.
Gloria eterna al intrépido soldado
guardián de nuestra enseña tricolor,
cuya espada fue el rayo vengador
con que el cielo fulminó al renegado.
Gloria a quien, del honor jamás proscrito
lanzó al mundo, con su alma en rebeldía,
de Cañas y de Mara el mismo grito;
y en cuya gesta ardió la gallardía
que ya en Rivas, rasgando el infinito,
bañó de lumbre a Juan Santamaría.
(En: Diario de Costa Rica, 1º de mayo de 1948, p. 5. En: Oliva Medina, Mario y Quesada Monge, Rodrigo. Cien años de poesía popular en Costa Rica 1850-1950. Tomo III. Poesía de la guerra civil de 1948. San José, EUNED, 2008, p.74-80)
A mi Compañera
¡Dónde estás, Inspiración!
Mi lira te necesita
para acudir a una cita
que me ha dado el corazón,
y, a la lumbre que tú exhalas,
quisiera encontrar las galas
que requiere el pensamiento
para decir en mis versos,
con rasgos claros y tersos,
lo que pienso y lo que siento.
¡Lo que pienso! -¿Y qué es pensar?-
Es abrir la inteligencia
al fulgor de la conciencia
para que pueda brillar;
es poder seguir a Dios,
en vuelo audaz y veloz,
por toda la creación;
es mirar del infinito,
con nostalgias de proscrito,
la eterna interrogación.
Pensar es llenar de huellas
de luz el entendimiento,
cual si fuese un firmamento
con ideas por estrellas;
es encerrar en la mente
una visión refulgente
que no conciben los ojos;
es, de un ensueño en la calma,
dejar que se rinda mi alma,
frente a tu imagen, ¡de hinojos!
¿Y sentir? Es percibir
el lenguaje de la vida
que lo mismo nos convida
a llorar como a reír;
sentir es tender la mano
al que se hunde en el pantano
de la desesperación;
es lavarse de una ofensa
como suprema defensa,
en las aguas del perdón.
Sentir es tener piedad
del que una desgracia llora
y es ofrecer al que implora
un poco de caridad;
es oír el sufrimiento
y llevar el sentimiento
del amor tras los arcanos;
es el gozo cuando estrecho,
con fervor contra mi pecho,
la primicia de tus manos.
Por un natural acuerdo
de armonía y lucimiento,
sentimiento y pensamiento
forman juntos el recuerdo.
¡Recordar! Soñar despierto
con aquello que está muerto
en las sombras del ayer,
cuyas hondas proyecciones
pueden ser tristes visiones
o reflejos de un placer.
El recuerdo es un bajel
cargado de maravillas,
que nos lleva a las orillas
de un recóndito vergel;
allí encuentra la memoria
fuentes en donde la historia
le ofrece penas o gozo;
y, cuando el barco regresa,
suspiramos de tristeza
o reímos alborozo.
El recuerdo es una flor
donde van las mariposas
del presente, sigilosas,
tras el placer o el dolor;
es algo como la esencia,
trasunto de una existencia
que no volverá jamás;
el recuerdo es un joyero
donde yo guardo y venero
¡las dichas que tú me das!
(En: La Campana de Cubujuquí, Año III, No. 34, abril de 1949, p. 12)
El Rescate
Abre un clavel en tu boca
sus pétalos de carmín,
cuya fragancia provoca,
con su gracia ardiente y loca,
las envidias del jardín.
El espíritu travieso
que tiembla con embeleso
en la luz de lo encarnado,
tiene, a su vez, encerrado,
en broche de amor ¡un beso!
Y aun cuando este, placentero,
o tal vez por embustero,
se acomode a ese vivir,
no es posible consentir
que lo tengas prisionero.
¿Un beso en cautividad
y es derroche de alegría?
¡Qué vergüenza! ¡Qué ironía!
¡Qué amarga es la realidad
de esta inicua tiranía!
Bajo el sol de mi camino
y con acento divino
algo me dice: ¡Adelante!;
¡que libertarlo al instante
es orden de tu destino!
Por eso sin vacilar
y sin miedo a los agravios
que pudiese ocasionar,
¡vengo el preso a rescatar
de la cárcel de tus labios!
¡Cómo! ¿Qué estoy extraviado?
¿Qué me niegas el rescate…?
Pues queda el reto aceptado,
y, aunque me llames orate,
he de hacérmelo ¡robado!
Dicen que, en estas andanzas,
van, contra su buena fama,
quienes usan de acechanzas,
o echan mano de sus lanzas,
para robarle a una dama.
No carece de razón
quien expresa su opinión
pensando de modo tal;
siempre al que en esto anda mal
se le arguye de ladrón.
Pero, cierta o no, la historia,
de que nunca es laudatoria
la acción de robarse un beso,
¿por qué, su fugaz proceso,
nos brinda un sabor a gloria…?
(En: La Campana de Cubujuquí ,1949, p. 12)
¡EXCELSITUD!
¿Dónde está Dios?
Cuando Niño, mi Madre me decía,
que DIOS en todas partes se encontraba;
y, entonces, Yo, que aquello no entendía,
buscaba a DIOS, con cándida osadía,
por el mundo infantil en que me hallaba.
Ya después, con los años, lo advertí
del AMOR tras la dulce transparencia,
derramando, su Santa Refulgencia
en los Seres que han sido para mí,
el motivo mejor de la Existencia.
Y hoy que riegan, del Tiempo los abrojos,
en mis sienes su blanco simbolismo,
¡cuántas veces, mi Espíritu, de hinojos,
ha visto a DIOS, sonriéndose en los ojos,
de quien practica el Bien, por el bien mismo!
-Este poema presenta una curiosidad. Tuvimos acceso al texto que se ofrece bajo el título de “¡Excelsitud! ¿Dónde está Dios?”, que después encontramos publicado en la revista Costa Rica de ayer y hoy, Año 1, No. 1, diciembre 1949- enero 1950, p. 38, donde aparece este mismo poema bajo el título “Excelsior” y con estas variantes:
Cuando niño, mi Madre me decía,
que Dios en todas partes se encontraba;
y yo entonces, que aquello no entendía,
buscaba a Dios, con cándida osadía,
por el mundo infantil en que me hallaba.
Ya después, con los años, lo advertí
del amor tras la dulce transparencia,
derramando, su santa providencia
en los seres que, luego, para mí,
formaron un vergel de la existencia.
Y hoy que riegan, del tiempo los abrojos,
en mis sienes su blanca floración,
ha logrado, mi espíritu, de hinojos,
ver a Dios reflejándose en los ojos,
del que consagra al bien su corazón.
Nuestras Madres
(A mi hija Marinita)
Con hebras de candor y de inocencia;
en un reino que es todo florescencia,
así empiezan, las Madres, con sus ruecas,
a tejer, al amor de las muñecas,
esa trama que forma su existencia.
Sus ternuras son lagos de cariño
que a través de una atmósfera de armiño
copian cielos de nítida visión,
donde llega, temblando de ilusión,
a mirarse el espíritu del niño.
Por eso, cuando en brazos de la noche,
se han plegado sus alas maternales,
los ojos del juguete son fanales,
que guardan, de desvelo en un derroche,
el sueño de estas Madres virginales.
Que mañana, luciendo entre fulgores
y expuestas ya del mundo a los rigores,
serán ellas, en Dios los ojos fijos,
quienes guarden el sueño de sus hijos
por encima de todos los amores.
¡Madres nuestras!- Constante amanecer
de un afán sin quebrantos ni artificio;
milagro que convierte a la mujer,
para el fruto que sale de su ser,
en fuente de holocausto y sacrificio.
Haciendo del Hogar suprema alianza
y oyendo del deber la sacra voz,
ellas son, en la angustia, la esperanza;
en la duda nos llenan de confianza
y en la luz de su amor se siente a Dios.
Con hebras de candor y de inocencia;
en un reino que es todo florescencia,
nuestras Madres, como hadas, con sus ruecas,
han tejido, jugando a las muñecas,
¡la trama con que brilla su existencia!
(En: Diario de Costa Rica, 15 de agosto de 1950, p.3)
La Fe
Norte y guía de la acción
que nos reclama la vida;
chispa de nuestra razón,
que, en ritos de convicción,
mantiene el alma encendida.
Siendo la Fe luminaria
que hasta en el sueño ilumina,
y, en cada ocasión precaria,
nos conduce, en su plegaria,
ante la Gracia Divina;
Si ella desplaza montañas
y desafía al abismo;
si destruye las marañas
que, como torpes arañas,
fabrica el materialismo;
Si a través de la esperanza
es divina floración;
y es raudal de venturanza,
cuando a florecer alcanza
lo que busca el corazón;
Hoy, frente a un mundo extraviado
en laberintos de guerra,
quien piense libre y honrado
que a Dios se eleve angustiado
por lo que espera a la Tierra.
Señor de nuestros destinos
y dueño de la existencia;
Tú que repartes los sinos
y por diversos caminos
alumbras nuestra conciencia;
Tú, que has forjado con mundos
la inmensidad de tu nombre,
mira los odios profundos
que en término de segundos
pueden liquidar al Hombre;
Haz que la humana criatura
se eleve sobre el rencor,
y que en cielos de ternura,
siga siendo la cordura
eterna aurora de amor.
Que se hunda de los tiranos
la casta infame y rapaz;
que los pueblos, como hermanos,
¡se tiendan, Señor, las manos,
en un milagro de Paz!
Para un Álbum
Exaltando la belleza
con que ríen tus encantos,
llevas por boca una fresa,
a la que mi alma profesa
los más encendidos cantos.
No te sorprendas, por eso
si en alas de la osadía
llego a ti con embeleso,
y, en la emboscada de un beso,
logro hacer tu boca mía.
Aunque en prenda del respeto
que merece tu decoro,
desde luego, te prometo,
que he de guardar el secreto
como se guarda un tesoro.
Y, por si lo que persigo,
tu enojo un reto me brinda,
oye bien lo que te digo:
que quien merece castigo,
eres tú misma, por linda.
A más de que se equivoca
y en funesto predicado
a la justicia coloca,
quien perdona al que provoca
y castiga al provocado.
Pienso que no haya motivo
para juzgar que me excedo,
o que toda prueba esquivo,
porque mi espíritu altivo
de batirse tiene miedo.
Pero si el hecho anunciado
en el caso de ofenderte,
debiera ser castigado
queda mi guante lanzado
para un duelo a vida o muerte.
Mas no debes olvidar
que, según preceptos sabios,
si te resuelves a actuar,
para ello tendrás que usar,
como única arma, ¡tus labios!
(En: Brecha, Año 2, No. 8, abril de 1958, p. 14)
Albricias
Hay murmullos de célica armonía
que invaden del amor los aledaños,
porque ya ha florecido, hijita mía,
entre auroras de ensueño y alegría
la adorable visión de tus quince años.
Los días venturosos de la infancia
van quedando en la fuga del momento:
perderán su matiz con la distancia
y de otras inquietudes, la fragancia,
llegará a embalsamar tu pensamiento.
Mas, escucha esta súplica que te hago,
aunque tenga rumor de frondas secas:
si quieres atenuar, como un mal trago,
de la existencia el natural estrago,
¡no renuncies del todo a tus muñecas!
Si con ellas viviste en el candor
de ser grande, cuando eras pequeñita,
ahora que el capullo es tierna flor
no pienses, ni un momento, en el error,
de que aquella ficción está marchita.
Pues quien lleve a través de la existencia,
de tal edad, flotando la ilusión,
encontrará, en las horas de inclemencia,
más brillante la luz de la conciencia
y más cerca de Dios el corazón.
Ya vendrán, como inquietas mariposas,
a rozar el cristal de tu ventana,
el requiebro, con alas vaporosas;
el embrujo, en la esencia de las rosas;
el amor, con su espléndida mañana.
¿Y después? La estrellita que hoy alumbra
el santuario, refugio de mis duelos,
borrará de su vida la penumbra,
con destellos que mi alma ya vislumbra,
en busca del umbral de otros anhelos.
Si el destino te lleva a disponer,
como esposa, el reinado de un hogar,
cultiva la virtud de obedecer,
con humildad que te haga merecer,
sin reservas, la gloria de reinar.
La obediencia no es causa de tormento
ni tampoco es motivo de sonrojos,
cuando surge del mutuo entendimiento
y convierte, acatando al sentimiento,
en ternuras la lumbre de los ojos.
Y si anhelas la dicha de vivir
en predios de la fe, tu propio templo
¡solo tienes para ello que seguir,
consciente de un risueño porvenir,
de tu amorosa madre, el digno ejemplo!
(En: La Nación, 13 de noviembre de 1958, p. 29)
Alajuelenses
Desplegad a los vientos la bandera
que os envuelve en sus vívidos colores
y cubridla de gloria a los fulgores
de esa brava contienda que os espera.
Y al poner, como siempre, el alma entera,
por salir de la cancha vencedores,
no olvidéis, cual gentiles luchadores,
la nobleza tener por compañera.
Pues si triunfas que diga el enemigo,
Caballeros, os brindo el corazón
y en mi mano la mano de un amigo;
mas si pierden, que lleno de emoción
y poniendo a los cielos por testigo,
os ofrezca también su admiración.
(En: El Alajuelense, sin datos)
POEMAS PUBLICADOS EN PERIÓDICOS Y REVISTAS QUE NO HAN PODIDO SER IDENTIFICADOS
La Colina
¿Tú no has visto, en las tardes, la colina
destacarse del fuego del ocaso,
cuando el sol, moribundo, tras el raso
de occidente a su lecho se encamina?
Brevemente la cresta se ilumina
cual si fuera del cielo algún pedazo;
y parece que luego en el regazo
de la noche, cansada se reclina.
Y ese sol, que le dice ¡hasta mañana!
con un beso de luz desfalleciente
me recuerda mi pena cotidiana;
cuando yo, como un astro en el poniente,
me despido y te dejo en la ventana
¡con un beso de amor sobre la frente!
En Acecho
Una tarde, al cruzar un viejo lecho
del Barranca, cubierto de maleza,
me salieron al paso, con fiereza,
dos lagartos que estaban en acecho.
Yo escapé horrorizado de aquel hecho,
sobre un tronco saltando con presteza;
y después con la misma ligereza
de una liebre, seguí ´por el desecho.
Y esta escena que estaba ya perdida
del pasado entre míseros despojos,
¡cuántas veces la he visto repetida!
cuando tú, por rendirme a tus enojos,
has lanzado al asalto de mi vida,
¡cual dos fieras terríficas, tus ojos!
Las Golondrinas
Para hacer más sensible al Redentor
su martirio, las turbas asesinas,
de abrojos coronaron las divinas
sienes, bañadas en mortal sudor.
Y cuentan que, transidas de dolor,
desde lejos, piadosas golondrinas,
llegaron al Calvario y las espinas,
con ternura arrancaron al Señor.
Por eso, cada vez que el sufrimiento
me condena al rigor de una expiación,
yo te espero con todo el sentimiento;
¡porque tú, golondrina de ilusión,
arrancas las espinas que el tormento
por millares me clava al corazón!
Audacia
Cierto día una joven que llevaba
sobre el pecho colgando un Crucifijo
advirtió que un sujeto la miraba
y el colgante a menudo contemplaba
con ojos de irritante regocijo.
Estrujó largo rato la secreta
indignación que aquello le produjo,
pues no siendo, en verdad, una coqueta
tornábase en ofensa la indiscreta
admiración rendida ante su embrujo.
Mas al cabo de algunas reflexiones
y en un reto a tan burdas intenciones,
al audaz increpó -¿le gusta el Cristo?;-
y el audaz respondió, sonriente y listo,
más que el Cristo ¡me gustan los ladrones!
En Secreto
Llevo oculta una pena que me abruma
porque ya te cansaste de ser mía;
y la dicha que en ti me sonreía,
es lumbre que se pierde entre la bruma
del ayer, como un astro en agonía.
Al huir del espíritu la calma,
mi existencia, que fuese altiva palma,
hoy parece abatida por un rayo,
y, cual flor que arrancaras de su tallo,
se muere sin tu amor la paz de mi alma.
Mas si en verdad lo siento y lo deploro
no creas que con lágrimas te añoro;
solo quiero, en las sombras de mi noche,
decirte sin lamentos ni reproche,
que si tú me olvidaste, ¡yo te adoro!
POEMAS MECANOGRAFIADOS ENTREGADOS POR LA VIUDA DEL ESCRITOR Y DE LOS CUALES NO HAY NOTICIA DE PUBLICACIÓN ANTERIOR
Para Ella…
Quiero estrecharte dentro mis brazos,
libar el néctar que da tu boca;
y en arrebato de pasión loca
romper tus labios en mil pedazos.
Son mis deseos, es mi ilusión,
de tus pupilas beber el fuego:
tomarlo todo y volverlo luego…
así se queme mi corazón.
Vivir oculto entre tus cabellos
que blandos ciñen tu veste bella
cual un manojo de albos destellos
arrebatados de alguna estrella.
Y en un momento -con embeleso-
nuestras dos almas en fuerte abrazo…
yo delirante, tú en mi regazo,
unir las bocas en tierno beso.
Mas nunca esperes que te lo pida;
amor no pide nunca favores:
roba el nectario miel de las flores
que en las corolas está escondida.
Unir las almas, quiero anhelante,
y entre mi boca la tuya presa,
besar tus labios color de fresa
¡solo un minuto, solo un instante!
San José, junio de 1915
Alajuela
Voy soñando las escalas de mi vida.
Al llegar a los últimos peldaños
testigo de profundos desengaños
contemplo la distancia recorrida.
Allá lejos, cual lámpara encendida
por afectos que no han sufrido daños,
te distingo, en la senda de mis años,
como el punto ideal de su partida.
Ya comienzan las lumbres del poniente.
Va cayendo en mis sienes el armiño
con que el tiempo fatal nos sale al frente.
¡Tierra mía! Santuario de cariño
¡quien pudiera en tus brazos nuevamente
soñar como soñó cuando era niño!
Noé Solano (*)
Inspirado en el Manco de Lepanto
por sus dos inmortales personajes,
buscando va los cívicos pasajes
que son fuente de risa o desencanto.
Y en vez de pluma un lápiz que, por cuanto
es también el mejor de los linajes,
habla en su trazo todos los lenguajes
la verdad para él no tiene manto.
No cuenta, como aquél, con un breviario
que le llena de glorias el camino;
pero en cambio es su ingenio escenario,
donde actuando con gracia, chispa y tino,
¡Don Quijote se encuentra en Candelario
y Sancho Panza está en Ñor Cupertino!
*Noé Solano Vargas (1899-1971). Notable dibujante y humorista gráfico costarricense. Sus colaboraciones se vieron en la prensa nacional así como en diversos libros que ilustró como el Anecdotario nacional de Carlos Fernández Mora, Música sencilla de Blanca Milanés y Refugio Espiritual de José Albertazzi Avendaño. Creó personajes nacionales: Candelario, famoso campesino de pies grandes y dedos hacia arriba que le hace observaciones al abuelo Ñor Cupertino. Se le reconoce como el padre de la caricatura costarricense.
El Águila y el Hombre
Soy la dueña absoluta del espacio,
-dios el Águila al Hombre-; y en mi anhelo
de bogar por los ámbitos del cielo,
ya lo ves, ni me rindo, ni me sacio.
Yo sorprendo, en su lecho de topacio,
a los astros que miras desde el suelo;
y podría, en la audacia de mi vuelo,
con el Sol disfrutar de su palacio.
Es verdad, -dice el Hombre-, que el esfuerzo
de tus ramos domina al firmamento.
Mas no creas, por ello, que te adverso;
porque yo, sin tener tu valimiento,
voy a Dios, a través del Universo,
en mis alas de luz: ¡el Pensamiento!
Equipo Editorial
Universidad Nacional, Costa Rica. Campus Omar Dengo
Apartado postal 86-3000. Heredia, Costa Rica