R E P E R T O R I O | A M E R I C A N O | |
Segunda nueva época N.° 32, Enero-Diciembre, 2022 | ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143 | |
Poemas de Félix Antonio Llatas Delgado
En el tabuco de mi corazón hay un murciélago
Hay un murciélago
En el tabuco de mi corazón
Como una úvula
O como un chiste pésimo
Se columpia un murciélago
En el lugar que era del corazón
Se ha mudado
A no sé dónde
Solloza fofo el pecho
Hormigueante
Como un gato sin música
Duerme la sangre
Con su lengua de pana entumecida
Empozado en mi pozo
Siento llover las horas
Cierro los ojos
Toco la puerta: ¿Estás?
No estoy…, dice el silencio
Se ha mudado a no sé dónde el corazón
Solloza fofo el pecho
Y hace frío
En su tabuco afótico
Perennigélido
Hay un murciélago
En ese horno muerto
Cuya bravera
Ha sido tapiada a cal y canto
Hay un murciélago
Levógiro
Colgado de los pies
Como una sombra
Como una sombra o soga
Atado al techo
Durmiendo de cabeza
Con un ojo
Abierto y rojo
Oscilando cual péndulo
Dando al revés la hora
Blandiendo espesa baba
Sembrando un charco inútil.
Catorce vez
Al pie de la misma cuesta
El día en flor me llama
Como se ventea el grano
Me hace una seña
Inflamado por el ahínco grueso
Del hombre terco que se ha inclinado al vicio
Acudo
Orgullosamente resignado
Igual que un toro al embeberse
Al pie de esta gradiente estoy
Con mi camino a cuestas
Desde una ventana me llama el día
Me echo el camino al hombro y voy
Yo soy mi propia sombra
Y llevo abotonada la sonrisa
Sudo y me olvido de mí
Lentamente el sol asciende y surca el cielo
Lentamente se oculta
Como un perro que persigue su cola
Sacando chispas de los cascajos con las botas
Vuelvo a casa
Dando recios vaivenes de cabeza
Hecho todo un pelmazo
Hecho una sombra, vuelvo
El mismo tramo duro
Hago y deshago
Cada mañana
Vuelvo a nacer
Y al caer la tarde
Yo también caigo
El mío
Más parece culebra
Que camino
A veces
Cuando encuentro un rellano
O cuando el resistero golpea
Con toda su cólera
Y la cuadrilla toda
Se tumba a descansar
En un rincón
La siesta
A parte, yo
Sentado en algún témpano de tierra
Desempolvo mi nombre
El haz de las cosas ha sido cubierto
Por una fina capa de musgo
Cierro los ojos y canturreo algo
Parapetado por los rosados párpados
Sisea un riachuelo
Entonces…
Cesa un momento el ajetreo
Cesa un instante el ¡arre!
La culebra y el hombre
Deambulando por el bosque una mañana gélida
Encontré una culebra
Agonizaba, la pobre, tiritando de frío
Me arrodillé
Y con ambas manos froté su cuerpo yerto
¡Oh!, estaba casi muerta
Le insuflé espíritu
Me levanté la chompa y la arropé en mi pecho
Y la llevé conmigo. Contra mi corazón
Como una llave fría
Recobrado el aliento, al corto y raudo trecho
Empezó a moverse como un recién nacido
Con cuidado esmerado
Saqué el ovillo vivo
Y lo puse en el suelo
― Vuelve a tu nido, amiga
Lentamente entonces se deslió el ovillo y se perdió en el bosque
Hondo silencio hubo
Antes de irse
Me miró un instante. En sus ojos
Fulguró un relámpago…
¡Ay!, amiga… Tienes el brillo y el filo…
Y tienes el frío…
Mientras volvía a casa, desandando el camino
En su nido, silbando
Mi corazón venía
Sabía
Él lo sabía
Sentí de pronto envidia
Una pizca tan solo
Un brotecito enternecido.
Necedad tupida es seguir lamentándose
Cierta vez un muerto
En el panteón se lamentaba
<< ¡Ay!
¿Por qué me mató
Si yo no le hice nada?
Me mató con un hacha
Y nadie me vino a socorrer…
Después
O inmediatamente antes de después
Pedí a gritos ¡Agua!
Y nadie fue capaz de alcanzarme un vaso de agua
Se ha quedado dentro de mí, conmigo, mi alma
No ha querido irse, me acompaña
Antes encarroñarse ha preferido que dejarme solo
Y eso me mata todavía más>>
Su voz subía y bajaba
Perezosa y gangosa
Como por el cuello largo
De una rara botella
En medio de la oscuridad
Y de la soledad
De la alta noche
<< ¡Ay!>>
Se lamentaba…
Trajeado de domingo
Fresco y fétido
Embaulado en su nicho
Con un geranio blanco en el ojal de la chaqueta
Disputándose con los gusanos la suculenta podre
Vigoroso
Un serpigo
Caminaba famélico
Por su pecho y su espalda
Exacerbándolo
Colmándolo
Angustiándolo
<<Llanto salado desde entonces bebo
Qué triste ha sido (es)
No tener quién te socorra
Ni quién te dé
Por último
Un jarro de agua
Si mi madre hubiera estado viva
Si mi padre no nos hubiese abandonado
Si mi hermano
En fin
Hubiera sido un poco menos monetario…
En mis alforjas traigo un martillo chiquito
Para golpearte, hermano, tiernamente el codo
Hermano, hermano ausente, ¿estás?...
Si vienes
No me levantes, hermano
Yo ya estoy muerto>>
Un vecino suyo del pabellón de enfrente
Que atentamente había estado oyéndole
Le dijo:
— Calla, hombre, y duerme
Necedad tupida es seguir lamentándose.
Equipo Editorial
Universidad Nacional, Costa Rica. Campus Omar Dengo
Apartado postal 86-3000. Heredia, Costa Rica