R E P E R T O R I O


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A M E R I C A N O


Segunda nueva época N.° 33, Enero-Diciembre, 2023

ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143



Consideraciones acerca de raza e identidad en la conformación de América Latina

Considerations about race and identity in the conformation of Latin America

Roy González Sancho

Universidad Estatal a Distancia

Costa Rica

ORCID: 0000-0002-8243-7825

rgonzalezs@uned.ac.cr


Resumen

El presente trabajo tiene por objetivo realizar un análisis breve de la conformación de América Latina. Dentro de los resultados de este análisis se ha destacado el componente estructurante que han tenido las derivas confesionales y disputas político-económicas entre las potencias colonizadoras, en la implantación durante el proceso de la conquista y las posteriores independencias de relaciones fundamentadas en formas de jerarquización, segregación y discriminación de las poblaciones amerindias, afrodescendientes y mestizas en función del mantenimiento del dominio de las potencias coloniales y de la posterior manutención del sistema de castas colonial en los periodos de vida “independiente”. De esta manera, se realiza una exposición del tema iniciando con las repercusiones y características de la época colonial, seguida por un repaso de las particularidades y efectos en los tiempos posteriores a la Independencia, para luego continuar con el análisis de algunos debates actuales en torno a las subjetividades e identidades; se finaliza con una discusión analítica sobre las conclusiones del proceso.

Palabras claves: América Latina, alteridad, identidad, colonialidad, etnicidad

Abstract

This essay aims to carry out a brief analysis of the conformation of Latin America. Among the results, it has been visualized the evident role that, confessional clashes and political-economic disputes between the colonizing countries have had in the implantation of relationships based on forms of hierarchization, segregation and discrimination of the Amerindian, Afro-descendant, and mestizo populations, during the process of conquest and the subsequent independence. Especially considering the need on the maintenance of the domination of the colonial powers and the subsequent colonial caste system in the periods of “independent” life. In this way, an exposition of the subject is carried out, beginning with the repercussions and characteristics of the colonial era, followed by a review of the particularities and effects that occurred in the post-Independence times, to continue with an analysis of some current debates around subjectivities and identities, ending with a discussion on the conclusions of the process.

Keywords: Latin America, Otherness, identity, coloniality, ethnicity

Introducción

Entre las discusiones más pertinentes a la hora de hablar de la región latinoamericana, se destacan habitualmente diferentes procesos sociales, políticos y económicos que han dado como resultado las condiciones estructurales necesarias que permitieron la aparición, consolidación e imposición de distintos discursos, prácticas y regulaciones para el comportamiento de los sujetos. Sobre esta misma base, dichos aspectos antes mencionados se han esgrimido como condición inevitable para la distribución de los recursos y su explotación, así como el acceso a bienes y servicios.

Es así que, a partir de estas consideraciones, frecuentemente se han definido la alteridad y el Otro como figuras sustanciales, en el marco de las relaciones sociales entre los distintos grupos étnicos y demográficos que fueron arribando el continente, atraídos por la fuerza, o bien los pueblos autóctonos sometidos por los europeos.

Expuesto todo lo anterior, el presente ensayo tiene por objetivo primordial para su desarrollo realizar un análisis breve de la conformación de América Latina, tomando en consideración los principales efectos evidenciados por diversos autores y autoras sobre las subjetividades y las alteridades surgidas en los diferentes colectivos involucrados en las dinámicas sociopolíticas y económicas, desde la época colonial hasta la actualidad, poniendo especial atención en las dinámicas racial e identitaria desarrolladas, promovidas o impuestas.

De previo y durante el periodo en el que sucede la llegada de los españoles al continente americano, siguiendo los planteamientos de Rinke (2015), en Europa se vivía una serie de conflictos geopolíticos, entre los que se veían envueltos la corona española católica con la Inglaterra protestante. Este enfrentamiento, además de involucrar acciones militares, también incluyó acciones político-discursivas de un bando contra el otro. Como era de esperarse estos eventos han contribuido enormemente en la configuración de la estructura de relaciones sociales, políticas y económicas que tendrían lugar en las posteriores colonias americanas.

De esta manera, la llegada de los europeos a lo que hoy se conoce como América no ha correspondido con una proeza digna de ser llamada un “descubrimiento”, sino más bien una invención, una impostura o bien un encubrimiento acorde con los intereses de la coyuntura revelada en la situación que afrontaba la corona española en aquel momento (Dussel, 1994; O’Gorman, 1958; Quijano, 2014).

A la luz de ciertas evidencias mostradas recientemente (Alonso, 2018; Deutsche Welle, 2021; Schobinger, 1977), podría decirse que se trata de un discurso que se fue haciendo a la medida en que avanzaban las incursiones continentales, y al que se le fue intentando encontrar o construir un sentido “providencial” o divino del proceso de la conquista (O’Gorman, 1958). En palabras de Quijano (2014), esto llevó ciertamente a una percepción de los europeos como la cúspide de la cultura y la civilización de aquel entonces, lo que inmediatamente llevó a que se consideraran las civilizaciones de América y sus conocimientos como parte de un pasado primitivo ante el carácter de la autoproclamada modernidad europea. De forma que, de acuerdo con el autor, la identidad y la subjetividad históricas de los pueblos no europeos iban siempre detrás de aquellos, es decir, se había fundado un patrón de poder que involucraba al mismo tiempo un patrón cognitivo que implicaba la creencia de la superioridad sobre todo aquello que le fuese “ajeno” constitutivamente.

Esta creencia llevó a que los europeos se pensaran como los protagonistas civilizatorios centrales del desarrollo humano y de la historia, en cuanto a la novedad y los avances de la especie, lo que implicó -por una dicotomía simple (europea)- que el resto de pueblos pertenecían a una condición por defecto inferior y anterior (Dussel, 1994; Quijano, 2014). Surge así el Ego conquiro como la primera muestra de poder con que las coronas española y portuguesa justificaban la imposición de su voluntad de explotación sobre las civilizaciones del continente “descubierto”, al tiempo que con esto intentaban marcar su superioridad respecto de sus antagonistas contemporáneos en aquel entonces (Dussel, 1993, 1994; Rinke, 2015).

De esta manera, esta construcción discursiva se conmutaba con un sentido triunfante respecto de las coronas vecinas y competidoras, también colonizadoras . En el siguiente fragmento, Todorov (2012) explica la esencia de esta noción europea utilizando como ejemplo el caso de Colón:

La victoria universal del cristianismo, este es el móvil que anima a Colón, hombre profundamente piadoso (nunca viaja en domingo), que, por esa misma razón, se considera como elegido, como encargado de una misión divina, y que ve la intervención divina en todas partes, tanto en el movimiento de las olas como en el naufragio de su nave (¡en Nochebuena!), y agradece a Dios “por muchos milagros señalados que ha mostrado en su viaje.” (diario, 15, 3, 1493) (p. 21)

Esta postulación discursiva, en tanto definición y declaración de intenciones, puede considerarse como el punto de inicio de la configuración en el proceso de dominación y explotación por parte del victimario como sujeto e identidad, por encima de la producción de víctimas que fue dejando a su paso (Montano, 2018). Así puede hablarse del surgimiento de una subjetividad imperial con base en el “éxito” del proceso de colonización y un eurocentrismo mítico, y de toda una gama de subjetividades nacidas a raíz de los diferentes procesos de explotación y dominación sufridos por las víctimas.

Al mismo tiempo, hay otro elemento por tomar en consideración que ha actuado como un configurado de la estructura de relaciones sociales, políticas y económicas: el antagonismo entre el protestantismo -promulgado por la corona inglesa- con respecto al catolicismo -que define en aquel momento a la corona española-. En el territorio americano, esto cobrará un sentido replicado llevado a su máxima expresión, esencialmente en lo que respecta a las relaciones que se estructuraron, primeramente, entre las diferentes colonias anglosajonas e ibéricas. Posteriormente, una vez sucedida la desintegración del imperio español, se dará una contradicción patente en los intercambios y tensiones que se fueron desarrollando entre el recién separado norte angloparlante, con el resto de ex colonias españolas y europeas (Rinke, 2015). Esto fue posible debido a que las dificultades de convivencia que experimentaban las coronas europeas fueron llevadas a sus colonias como una forma de continuar los conflictos. Esta acción se tradujo consecuentemente en fuertes desencuentros y resentimientos entre las colonias anglosajonas protestantes y las españolas católicas (Rinke, 2015; Vázquez Gómez, 2010).

De esta forma, en el presente ensayo se realiza un análisis breve de la conformación de América Latina, a la luz de los efectos producidos por la época colonial, con énfasis en las dinámicas racial e identitaria que fueron desarrolladas, promovidas o impuestas.

De esta forma, se ha organizado el análisis de este trabajo siguiendo la siguiente forma expositiva:

Repercusiones y características derivadas de la época colonial.

Particularidades y efectos acecidos en los tiempos posteriores a las independencias..

Algunos debates actuales en torno a las subjetividades e identidades.

Discusión y conclusiones preliminares.

1. Repercusiones y características en la era colonial

1.1 Inicios de las colonias, sus efectos en Europa y en América

Las repercusiones del proceso de colonización no solo se hicieron sentir en América, sino también desde un inicio en Europa. Los conflictos o guerras religiosas que se libraron décadas después de la llegada de los españoles, junto con las cuales las coronas de Francia e Inglaterra inician sus propias expediciones al continente, terminan convirtiendo de facto los territorios americanos en un terreno de disputa y desafío a las pretensiones de monopolio españolas (Rinke, 2015; Schilling, 1999).

El hito que marca el inicio de este proceso se concreta específicamente con Isabel I de Inglaterra (siglos XVI y XVII), cuando la reina rompe con varios siglos de buenas relaciones con España, en medio de diferendos y repetidas acciones en contra de embarcaciones españolas y portuguesas que regresaban luego de saquear recursos de los territorios americanos a los puertos ibéricos (Cabot, 2021; Rinke, 2015).

A la postre, los conflictos de la España católica con la Inglaterra protestante tendrían una repercusión notablemente decisiva sobre la forma en la que se estructuraron los imaginarios y las relaciones en el espacio de las colonias americanas de ambos bandos. De esta manera, a lo largo de toda la historia colonial, aquellas geografías bajo dominio católico o protestante heredaron muchas de las estructuraciones y antagonismos propios de los conflictos confesionales, políticos y económicos que se vivían en Europa. Tal es el caso que, durante el siglo XVIII, eran bien conocidas las contrariedades y enemistades entre las colonias inglesas e iberoamericanas, las cuales se consideraban entre sí antagonistas, pero especialmente rivales confesionales (Rinke, 2015; Schilling, 1999; Vázquez Gómez, 2010 ).

Pasados los siglos y de acuerdo con las diferentes tendencias de la época, este aspecto es relevante, ya que puede deducirse de lo manifestado por los autores que las motivaciones religiosas también tenían lugar, especialmente como un aspecto en el que las ideas se legitimaban. En este sentido, la confrontación entre las confesiones protestante (inglesa) y la católica (española) daba inicio, por ejemplo, a que los puritanos ingleses intentaran salvar a los indígenas de Suramérica del catolicismo español (Rinke, 2015; Schilling, 1999; Todorov, 2012; Vázquez Gómez, 2010).

La preeminencia de este elemento era tan fuerte, que se desarrollaron prejuicios confesionales en una estructura que emulaba la ruptura entre el protestantismo inglés y el catolicismo español, pero en este caso en el tipo de estereotipos negativos entre el norte y sur. Así, hubo una fuerte propaganda antihispana promovida y divulgada por los ingleses, la cual se vio influenciada por los escritos de Bartolomé de las Casas (1484-1566), especialmente en las denuncias que realizara de las Casas en contra de las acciones llevadas a cabo como parte del dominio colonial y los excesos que se cometían en contra de las poblaciones indígenas del continente americano (Rinke, 2015; Telles y Martínez Casas, 2019).

1.2 La colonia propiamente dicha

Desde su inicio, el proceso de las colonias tuvo una fuerte base económico-extractiva, fundamentada en la explotación expansiva tanto de los territorios, de sus recursos naturales y de las poblaciones indígenas, como de los esclavos africanos, entre tanto se esgrimía la evangelización como una justificación “fundacional” de este proceder. Esta estructuración ocasionó que el funcionamiento de las colonias, en aquel entonces, estuviese orientado al beneficio y manutención de la monarquía española, de las élites conquistadoras y de sus descendencias nacidas en América -criollos-, así como del pago de toda una enredada estructura de personal administrativo, político y militar. En sí, se trataba de obtener los mayores ingresos para los reyes españoles gastando lo mínimo en el continente americano (Pérez Brignoli, 2018; Sempat Assadourian, 1982).

En términos poblacionales, de acuerdo con Telles y Martínez Casas (2019), durante la época colonial la conformación demográfica y las decendencias de europeos en América estuvieron delimitadas y perfiladas por las características de las mismas migraciones europeas al continente. Vale decir que hubo una diferencia sustancial entre quienes provenían de España o Portugal y quienes llegaban al territorio que hoy compone Estados Unidos. En el primer caso, se trataba mayoritariamente de hombres de bajos recursos que emigraban para salir de la pobreza en la que vivían en Europa, mientras que en el segundo correspondía a grupos familiares generalmente completos que huían de la persecución religiosa. Esta diferenciación es clave para entender la forma en que se estructuraron las relaciones sociales de explotación y producción en ambos contextos. De acuerdo con los mismos autores, esto dio como resultado que para Latinoamérica la población europea fue pequeña y principalmente de hombres, donde estos y sus descendientes criollos se enfocaron en la economía de extracción de bienes con base en el uso de esclavos afrodescendientes, indígenas y personas de raza mixta.

De esta forma, en las colonias españolas fue común observar matrimonios mixtos entre mujeres no blancas con europeos de clase baja que tenían “acceso” a formar familia con ellas, pero con ninguna ventaja en el orden colonial. Ello dio como resultado una extensa variedad de “mestizaje biológico”, en apariencia mucho más alta que en Estados Unidos donde, a diferencia del sur, la migración compuesta principalmente por familias blancas estructuró de forma distinta y más “homogénea” la composición demográfica.

Estas formas de organización social, económica y política dieron origen e impusieron tipos de subjetividad funcional justificada en el orden colonial. Aunque también ha de mencionarse que los procesos de resistencia y de reivindicación de las civilizaciones e identidades autóctonas no fueron por completo suprimidos, buena parte de estas identidades se mantuvieron vivas incluso con los procesos de independencia que, principalmente, las castas criollas fueron elucubrando frente al desarrollo de los acontecimientos internacionales: los enfrentamientos entre las coronas europeas, la caída del monarca español a manos de Napoleón Bonaparte y la entonces reciente independencia de las colonias inglesas en el norte del continente.

Siguiendo lo planteado por Pérez Brignoli (2018), los fundamentos que configuraron las sociedades coloniales y las siguientes conformaciones nacionales en el continente se constituyeron como resultado de la combinación de todos estos factores, no solo expresados en las propias características fenotípicas de las diversas poblaciones, sino al mismo tiempo con el surgimiento de toda una gama de elementos culturales e identitarios compartidos, sin obviar la consolidación de aspectos relacionales en lo local y lo regional.

Vale agregar que, siguiendo las anotaciones de Guerra Vilaboy (1997), con la entrada en vigor de las Reformas Borbónicas (1778-1782), se introdujeron algunos cambios en materia económica, los cuales, luego de persistentes reclamos de los sectores medios en los virreinatos, permitieron el “libre” comercio entre las colonias, de estas con España y otros países neutrales de Europa, así como con el mercado norteamericano. En este contexto, se registra un aumento en la producción y exportaciones del sector agropecuario que termina por superar por primera vez al sector de la minería, situación que se complicó cuando tanto ingleses como holandeses bloquearon casi por completo el comercio marítimo de España entre 1796 y 1808.

El proceso antes descrito consolidó el surgimiento de un sector criollo menos dependiente o vinculado con las estructuras coloniales de castas, lo cual significó la aparición de una clase protocapitalista -compuesta por intelectuales, comerciantes, sembradores, estancieros, agricultores y otros- que introdujo un componente progresista en los conflictos de clase que se daban en esta última etapa colonial, con un papel determinante en el desarrollo posterior de las independencias (Guerra Vilaboy, 1997).

Así también, dentro de estas nuevas configuraciones de clase favorables al proceso de la independencia de las colonias, existían diferencias considerables. Hubo una aristocracia influenciada por el proceso de la Ilustración europea y adepta o cercana al proceso de la revolución norteamericana, pero que se negaba a eliminar la esclavitud y su estatus colonial. Mientras tanto, el otro sector estaba compuesto por criollos radicales e intelectuales de capas medias, sin ningún interés económico fundamental, influidos por la Revolución Francesa, contrarios a mantener la esclavitud, en favor de los sectores oprimidos y de la eliminación del sistema de privilegios colonial (Guerra Vilaboy, 1997; Rinke, 2015).

2. Particularidades y efectos en los tiempos posteriores a las independencias

2.1 Cuestión de independencias

A finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, las diferencias entre las colonias y sus metrópolis habían entrado en una etapa inédita. Además de las disputas entre los europeos que se beneficiaban de los monopolios comerciales y los criollos que exigían terminar con el sistema de tributos colonial y gozar de mayor libertad para comerciar, se trataba de una nueva contradicción entre quienes querían tomar el poder económico en las sociedades latinoamericanas y los productores desheredados. Así, el estallido de los procesos revolucionarios en América Latina no sólo estuvo provocado por el hartazgo derivado del régimen de opresión política y la explotación económica, sino también por la extrema polarización social y los rígidos reglamentos raciales con los que se regulaban las relaciones sociales y la vida en general de las personas (Guerra Vilaboy, 1997; Rinke, 2015; Todorov, 2012).

Llegado este punto, se hace necesaria la acotación realizada por varios autores sobre los diferentes procesos de independencia latinoamericanos (Guerra Vilaboy, 1997; Pérez Brignoli, 2018; Rinke, 2015), los cuales suceden en el contexto de un ciclo de revoluciones iniciado a finales del siglo XVIII, bajo la influencia de las concepciones antifeudales de la burguesía europea. De esta manera, el movimiento inicia en 1790 con la Revolución de Haití, que tuvo como antecedente la revolución de las colonias inglesas de Norteamérica, proceso que se extiende hasta el estallido de la gran contienda anticolonial en el año 1826, posibilitado por la Revolución Francesa de 1789 y luego por la crisis política generada por la expansión napoleónica sobre sobre España y Portugal.

Una vez culminado el proceso de desintegración de las colonias hispanas, una de las principales preocupaciones heredadas de las luchas criollas fue la conformación de los Estados nación. Sin embargo, como ha mencionado Quijano (2014), lo sucedido se destacó por ser una rearticulación de las estructuras coloniales de poder sobre el cimiento de nuevas fachadas institucionales. Así, a criterio de Quijano, este hecho constitutivo ha causado que dos siglos después de las declaratorias de independencia, aún se considere como un objetivo no logrado la consecución de sociedades plenamente nacionalizadas, ni un verdadero Estado nación. Por consiguiente, dadas las condiciones iniciales de los procesos de independencia, la mezcla racial y la diversidad étnica se convertirían en elementos cruciales en la definición y puesta en marcha de los procesos de conformación de los proyectos nacionales (Casaús Arzú, 2014; Catelli, 2020; Pérez Brignoli, 2018).

De esta manera, en tiempos de la independencia se mantuvo el sistema de castas característico de la colonia, es decir, blancos nacidos en España, españoles nacidos en América -criollos-, indígenas y esclavos -negros-, así como su justificación patente en la ideología de “pureza o limpieza” de sangre (Catelli, 2020; Palmer, 1996; Segato, 2013; Telles y Martínez Casas, 2019). En consecuencia, las élites sociales e intelectuales se inclinaron por las teorías positivistas y el evolucionismo social (Catelli, 2020; Pérez Brignoli, 2018), frente a las propuestas que marcaban o proponían la construcción de una nación racialmente homogénea por la vía del mestizaje como en los casos de México y Brasil.

De tal forma, se estableció una tendencia por blanquear los países, ocultando o excluyendo a indígenas y afrodescendientes; estas acciones estuvieron principalmente basadas en las corrientes eugenésicas y degeneracionistas de la época, las cuales defendían la postura de la “limpieza” de la sangre argumentando que el mestizaje la desvalorizaba (Casaús Arzú, 2014; Pérez Brignoli, 2018). Estas acciones, marcadas por el desprecio y la degradación de todo lo mestizo, lo indio y lo negro, a la postre dificultaron la búsqueda de opciones o alternativas para la construcción de las identidades nacionales (Casaús Arzú, 2014; Catelli, 2020; Segato, 2013). Incluso, ha sido posible evidenciar que en aquellos países en los que la población era mayoritariamente mestiza, mulata, indígena o negra, los intelectuales interpretaron erróneamente pero de forma intencional las teorías europeas, en particular en aquellos puntos en los que se podían escudar para la exclusión o exterminio de ciertos grupos étnicos o raciales no deseados para lograr la “construcción de un futuro promisorio para la nación”. No obstante, en países donde el mestizaje había sido prácticamente nulo, como Argentina, las teorías eugenésicas y darwinistas tuvieron mucha más popularidad y fueron llevadas igualmente a los extremos (Palmer, 1996; Segato, 2013; Telles y Martínez Casas, 2019).

En lo que respecta al caso centroamericano, siguiendo a Palmer (1996), las formas de encubrimiento o blanqueamiento surgidas de los proyectos nacionales liberal-positivistas se llevaron a cabo mediante diferentes estrategias, tales como censos o demografías selectivamente trabajados en los que se excluían las regiones con poca población blanca en Costa Rica, mediante censos o el exterminio en El Salvador, y recurriendo a la eugenesia y el exterminio en el caso de Guatemala.

Como ha podido observarse, y de acuerdo con varios de los autores referidos, los procesos de las independencias no significaron la derrota o el derrocamiento de los imaginarios coloniales de dominación y jerarquías de los grupos sociales y culturales, ni la estructura colonial de sometimiento y desvalorización de la condición humana de las personas nacidas en el continente. La subyugación de indígenas mestizos y afrodescendientes en condición de esclavitud forjó muchas de las estructuras culturales, identitarias y relacionales que prevalecen en el seno de las sociedades latinoamericanas. En este sentido, ha sido evidente cómo estas condiciones han servido de caldo de cultivo para el afianzamiento, crecimiento y consolidación de relaciones sociales de exclusión y dominación de las subjetividades “blancas” sobre aquellas consideradas como conquistadas o puestas al servicio de un señorío colonial.

Una de las contradicciones más llamativas de este proceso es que a pesar de haberse logrado implantar el capitalismo como forma “superadora” del modelo económico anterior, de las características de los actores y sectores que se involucraron en las distintas etapas iniciales de este cambio y en su consolidación, no se logró eliminar el sistema de castas y de segregación racial imperante desde la época colonial (Casaús Arzú, 2014; Guerra Vilaboy, 1997; Pérez Brignoli, 2018; Rinke, 2015; Segato, 2013; Telles y Martínez Casas, 2019).

2.2 Al interior, breve ejemplo de Latinoamérica y Estados Unidos

Al haberse completado el proceso de “emancipación” en la América continental, además de mantenerse las estructuras de organización social y de regulación de la convivencia entre las personas que componían cada una de las ahora repúblicas, se conservaron las estructuras fundacionales que dieron lugar a los conflictos experimentados en Europa y que se han descrito brevemente con anterioridad.

Es así que la conformación de las colonias, y del tono de las relaciones o intercambios que mantuvieron durante su historia anterior a la separación de sus respectivos centros hegemónicos, se conservó. Siguiendo la investigación llevada a cabo por Rinke (2015), los colonizadores del norte, como lo hicieron también los españoles, se encargaron de construir sus colonias respectivamente como tierras protestantes y católicas, donde por definición no había espacio para la confesión del Otro. El mismo autor indica que, en el seno de la concepción protestante que define a Estados Unidos desde sus inicios como país, reside la noción e imperativo de salvar a las ex colonias españolas del error del catolicismo, para lo cual un cambio confesional se impone como un mandato central en el desarrollo de todas las relaciones e incursiones que posteriormente se realizarán tanto en el Caribe como en el resto de la América Latina continental. Esta actitud imperialista de los Estados Unidos se detuvo únicamente cuando tuvo lugar, en 1860, una guerra civil conocida como la Guerra de secesión.

De esta forma, teniendo en consideración el elemento imperialista como un componente fundante en la idiosincrasia estadounidense, puede entenderse la atribución de tintes divinos del dogma del Destino Manifiesto y la justificación desde la cual se emprendió la Doctrina Monroe. Sobra decir que ambas construcciones discursivas e imaginarias jugaron un papel importante dentro de la estructuración de las relaciones entre los hemisferios de América (Iglesias Cavicchioli, 2019; Marín-Guzmán, 1982; Rinke, 2015, en González, sf, párr.25).

En este caso, varios autores han coincidido en señalar que la superioridad promulgada por Estados Unidos en el siglo XIX puede considerarse en toda regla un mesianismo secular, cuya meta más alta había sido fijada por Dios sobre dicho país, para llevar la civilización al sur del continente. Dada esta acotación, el país que quizás vio mayormente comprometida su integridad con la expansión estadounidense hacia el este y el sur fue México, pues terminó perdiendo al menos la mitad de su territorio usurpado por su vecino del norte (Marín-Guzmán, 1982; Rinke, 2015).

No obstante, no hay que olvidar que, de la mano con la cuestión confesional, se trataba de un proceso donde se movilizaban intereses económicos y políticos. De ahí que se recurra a varios repertorios de acción, como la propaganda en contra de las potencias europeas y la promoción de su autopercibida excepcionalidad. En el marco de esta situación, los estadounidenses se interesaron por el control de los medios de comunicación, que antes dominaban ciertos países europeos en Latinoamérica (Rinke, 2015).

Este contexto se fue agudizando en la medida en que el intercambio comercial y las relaciones entre el norte continental y el sur fueron aumentando. De esta forma, en el período de los primeros años del siglo XX, fue mucho más fácil identificar las características del discurso que se quiso implantar en medios locales tanto de Estados Unidos como de la región latinoamericana. Este aspecto es detallado por Rinke (2015) de la siguiente manera:

Un elemento importante aquí fue el discurso de la alteridad en relación con Latinoamérica. El discurso del “otro americano”, cargado de racismo y en el que los latinoamericanos eran representados a los ojos de los yankis como femeninos, blandos y débiles, como salvajes infantiles e incivilizados, así como bárbaros falsos y mentirosos, y en el que los anglosajones sin embargo se veían a sí mismos -aunque y también a los ojos de muchos latinos- como masculinos fuertes y civilizados, adquirió durante este periodo nuevas dimensiones. (p. 96)

En este caso, como se observa, la construcción discursiva se encaminaba a la definición del sur latinoamericano bajo los mismos parámetros estructurales desde los cuales los ingleses intentaban echar por menos a sus contrapartes españoles. Huelga señalar que este tipo de construcciones e imaginarios fue desde donde se legitimó el más de centenar de intervenciones directas o indirectas que Estados Unidos ha realizado en todos los países de la región (Iglesias Cavicchioli, 2019; Marín-Guzmán, 1982; Moreira Argudo et al., 2014; Rinke, 2015).

Con el fin de cerrar este apartado, vale la pena destacar la descripción que hace Rinke (2015) de las relaciones entre Estados Unidos y Latinoamérica. En este sentido, el autor afirma que actualmente hay una mayor diversidad y actores más influyentes cuyas existencias se juegan en estructuras transnacionales. En los últimos dos siglos, las relaciones entre ambos no han sido solidarias ni simétricas, sino frecuentemente todo lo contrario. De manera que para los norteamericanos, los vecinos del sur siempre han sido dependientes e inferiores, al tiempo que sus acciones se han desarrollado de la mano de una retórica civilizatoria fundamentada en el racismo que aún en la actualidad no ha podido ser superada. Mientras que en el caso latinoamericano aún se guardan con mucha viveza el recuerdo y la herencia de las diferentes incursiones yankis en los asuntos políticos internos de los países.

3. Algunos debates actuales en torno a las subjetividades e identidades

Como se ha señalado hasta ahora, pocas cosas cambiaron con respecto a los imaginarios y discursos coloniales europeos desde los inicios de las independencias1, sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial con algunos matices (Quijano, 2014; Telles y Martínez Casas, 2019); según se advierte, parece que la región dejó de ser considerada un objeto de estudio para Europa, al estilo de “cultura o grupo” por estudiar o descubrir, es decir, como “conejillo de Indias”. Esto debe de obedecer a la proliferación de centros e institutos de investigación en historia, pensamiento y realidad de Latinoamérica a mediados del siglo XX, así como el desarrollo de propuestas analíticas y propositivas de rescate o construcción del ser latinoamericano como resultado del trabajo de dichas instancias académicas.

En estos contextos, la concepción de la raza cambia notablemente y toma un rumbo con perspectiva crítica: analiza no la distribución o clasificación de los sujetos por el color, sino como una marca o señal de los pueblos y sujetos sociales excluidos y en estos momentos en plena resurgencia que podría utilizarse como una vindicación, o sea, como una ruptura del ansiado mestizaje trivial y contrario a la etnicidad (Segato, 2013). La concepción de la raza se convierte en una suerte de indicador de la marginalidad u ocultamiento de una dirección y constancia históricas de esos sujetos marginados, como colectividad viva, y no como el resultado de la clasificación de las apariencias, conocimientos y conductas concebida frecuentemente como etnicidad (Echeverría, 2011; Segato, 2013; Telles y Martínez Casas, 2019).

Asimismo, otro tema que ha saltado recientemente corresponde a los desplazamientos humanos transfronterizos, los cuales en las últimas décadas incrementaron no sólo la cantidad de personas reportadas, sino que también involucraron nuevos repertorios de movilizaciones. En este caso, todas las condiciones de desigualdad imperantes en América Latina, así como la exclusión social y los problemas derivados de estas situaciones estructurales, y más con la llegada de la pandemia, aparecen por primera vez las caravanas de personas migrantes desde territorios centroamericanos y caribeños hacia Estados Unidos (Drotbohm y Winters, 2020; Serpas Comas, 2020).

Así, durante los primeros tres años de la pandemia por los contagios masivos de COVID-19, los países establecieron diferentes medidas de vigilancia y contención de la movilidad, tanto hacia dentro como fuera de sus territorios. En este sentido, fueron comunes los casos en los que las fronteras se cerraron a la circulación de personas por vía aérea y terrestre. No obstante, hubo muchos casos excepcionales, de acuerdo con los países de procedencia y la actividad que los migrantes viniesen a desarrollar o realizar dentro del país (Navarro Alvarado, 2021; Serpas Comas, 2020). Este último aspecto resulta algo polémico, en razón de las asimetrías manifestadas en las prohibiciones por parte de Estados Unidos y Europa, por ejemplo, durante los picos altos de contagios presentes en los países latinoamericanos y de otras latitudes consideradas “en subdesarrollo” para el ingreso de personas provenientes de estos lugares, en contraposición con la alta permisividad para la entrada y tránsito de personas provenientes de países europeos y de Estados Unidos cuando estos se encontraban en el pico más alto de contagios en sus localidades.

4. La otredad como problema transversal

Como ha podido observarse hasta este momento, el tema de la alteridad y la construcción del Otro ha sido una constante en el desarrollo temático de este trabajo, pero también en la historia y el transcurso de los procesos que han compuesto la realidad latinoamericana.

Siguiendo los aportes de Todorov (2012), desde los centros de colonización se ha emprendido una serie de acciones, discursos e imposiciones que han implicado el establecimiento de dinámicas a partir de las cuales se ha subordinado a los grupos humanos procedentes primero de los territorios conquistados y luego de los países considerados subdesarrollados. Este proceso de construcción de la alteridad y el otro inferior ha sido tratado frecuentemente como la “barbarie”, a partir de la cual no se reconocen otras subjetividades que no sean las europeas u occidentales. Siguiendo al mismo autor, este proceso se ha operacionalizado básicamente desvinculando del lenguaje al Otro, al tiempo que se imponen representaciones, objetos y significados sobre aquellos lenguajes y subjetividades considerados como bárbaros.

De esta forma, durante la época colonial, aparte de las acciones llevadas a cabo por los conquistadores europeos, se insistió en suprimir tanto los idiomas como los sistemas de símbolos de los pueblos que habitaban América. Se reemplazaron nombres de sus divinidades por las cristianas y se impusieron arquetipos ideales ajenos a aquellos que se construyeron desde la memoria de estos pueblos, por ejemplo.

De esta forma, según indica Todorov (2012), se trata de un proceso de negación del Otro, en el que se cancela su humanidad, su diferencia, al tiempo que se ignoran las tradiciones, su historia; dicho de otra forma, se trata de una anulación de la subjetividad y la corporalidad de quien es considerado como bárbaro. Un ejemplo de este proceso puede verse en el caso de los imaginarios y las construcciones discursivas que Estados Unidos ha construido, en los últimos dos siglos, sobre Latinoamérica. De acuerdo con Rinke (2015), el país norteamericano se ha construido sobre la base de un Estado confesional cuya religión corresponde al cristianismo protestante integrado primordialmente por una población mayoritariamente blanca. Durante el siglo XIX, las repúblicas en el sur fueron una amenaza para los intereses estadounidenses, especialmente en aquellos casos en los que cabía la posibilidad de la emergencia de una república de ex esclavos afrodescendientes, como el caso haitiano.

Como era de esperarse, estos temores traducían el discurso reactivo u ofensivo sobre el Otro proveniente del sur de sus fronteras. De acuerdo con Todorov (2012), estos discursos, presentes principalmente en medios de comunicación, se caracterizaban por lo siguiente:

En primera fila de las imágenes más utilizadas por los angloamericanos en el cambio de siglo para describir a sus vecinos del sur se situaron los conceptos de salvajismo y barbarismo. La conciencia de la propia superioridad funcionaba ante la premisa de la inferioridad del otro. Los americanos del sur eran considerados seres impulsivos que saciaban sus pasiones sin recato, lo que, en opinión de sus observadores, los debilitaba y los privaba de la posibilidad de salir de una etapa de subdesarrollo, es decir, de pasar de ser niño dependiente a un lado en pleno derecho. A través de la creación y revisión de esta clase de estereotipos se construyó una polaridad entre el norte y el sur, consecuencia inapelable de la ley natural. Sobre la base de esta multifacética ideología imperialista, Estados Unidos logró el orden hegemónico que perseguía, sustentándolo en una misión aparentemente obligatoria. (p.97)

Como puede notarse del fragmento anterior, la definición del Otro se instaura en un primer momento negando o desconociendo la cualidad o civilización de aquel, pero este aspecto no se desarrolla sin antes haber definido una superioridad, lo que implica por dicotomía simple la inferioridad de aquellas subjetividades que se intenta eliminar, asimilar o domesticar. Al mismo tiempo, dentro de las acciones que se realizan, una en específico corresponde con abstraerles cualquier posibilidad de raciocinio, homologando su comportamiento y apariencia con lo animal. De esta misma forma, se ha recurrido también a la infantilización como una forma de demostrar la incapacidad o dependencia de ese Otro que se intenta negar.

5. Conclusiones preliminares

Hablar de la realidad continental de América Latina supone de inmediato la revisión de las relaciones y disputas que influyeron en el desarrollo de los acontecimientos históricos. De esta forma, se logró observar las características de las formaciones discursivas que componen la subjetividad de las coronas colonizadoras, las cuales tenían principalmente un componente confesional importante como justificante integral. Las disputas por la supremacía continental entre las coronas inglesa y española, sumada a la fractura confesional entre el cristianismo católico y el protestante, determinaron el antagonismo posterior entre las visiones anglosajona e hispánica -dominante en aquel tiempo- de sus devenires, así como el impacto posterior en las colonias europeas en América.

La llegada no planificada al continente americano supuso no sólo una aceleración de las ansias y las ambiciones de saqueo, sino que significó una aceleración y profundización de los conflictos políticos, económicos y la disputa confesional. Esto en el corto plazo significó la conversión del continente americano en un territorio en el que se llevaban a cabo las guerras de las coronas que no se disputaban en suelos y mares europeos, pero que encontraron lugar en un territorio habitado por seres considerados sin humanidad o subjetividad. En consecuencia, los antagonismos y los prejuicios confesionales desarrollados por las coronas europeas protestante y católica en sus disputas fueron heredados tanto en la matriz sociocultural de la vida de las colonias como en sus intercambios, reproduciéndose así con frecuencia las rivalidades de sus potencias coloniales respectivas.

Dentro de los movimientos y sectores involucrados en los procesos que consolidaron la separación de las colonias del reino español, a pesar de su acuerdo con respecto a la necesidad de llevar a cabo esta acción, se pusieron en evidencia las grandes diferencias entre estos grupos según los eventos que les inspiraban su militancia en la causa, especialmente en lo que se relacionaba con el sistema de privilegios colonial, el apoyo o no a grupos marginados y la abolición de la esclavitud.

A raíz de los procesos de sujeción y coloniaje sufridos en la región, de la mano con la reestructuración de las relaciones sociales de explotación y producción dependiente de las urgencias de la corona, se han conformado las sociedades latinoamericanas. Así mismo, las clases criollas e insulares se esforzaron por moldear procesos de organización y conservación de los mismos roles y jerarquías disfrutados desde la época colonial, una vez concretado el proceso de separación y caída del Imperio Español.

Puede mencionarse, así, que el entramado geopolítico de configuración de las dependencias nacionales no se modificó tanto, sino que se mantuvo funcionando casi de la misma manera, pero esta vez manteniendo un esfuerzo aún más fuerte sobre el control de los colectivos subalternizados, sus historias, identidades y posibilidades de acción o reivindicación que buscaran un reconocimiento o mejora de su condición. Distintos medios han sido utilizados para mantener en la sombra a esos colectivos, desde los que implican el encubrimiento en los censos hasta campañas de exterminio físico, que como es obvio no se ha tratado de incursiones en busca de desmovilizar a un grupo, sino más bien procurar su desaparición.

La relación que se ha constituido entre Estados Unidos y Latinoamérica ha resultado ser una condensación histórica de las estructuras conflictivas entre las coronas española e inglesa que se consolidaron durante la época colonial, donde las discusiones sobre la alteridad, la concepción y el lugar que se asignan al Otro-social se hacen necesarias y urgentes de tratamiento, así como la sincronía observada entre lo confesional, económico y político, en los procesos de dominación y demás dinámicas de los procesos e imperativos civilizatorios.

De esta manera, la asimetría convencional entre los llamados centros y toda la gama de las periferias se vuelven focos de reflexión y problematización de la realidad contemporánea, pues si algo han dejado claro estos años de pandemia, ha sido la pervivencia de las problemáticas e imaginarios que han conformado las sociedades latinoamericanas y caribeñas.

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1 Partiendo de las valiosas observaciones del Dr. Guillermo A. Navarro Alvarado para este trabajo, se debe hacer la salvedad de que las jerarquías a partir del siglo XIX dejan de basarse primordialmente en el discurso y la razón religiosos, para transformarse profundamente por el discurso científico y las justificaciones cientificistas.


Recibido: 29 de marzo, 2023

Aceptado: 16 de mayo, 2023

Doi: 10.15359/ra.1-33.15


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