R E P E R T O R I O


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A M E R I C A N O


Segunda nueva época N.° 33, Enero-Diciembre, 2023

ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143



Los movimientos populares en Centroamérica y el rol histórico-social de la mujer: el caso de Costa Rica

Dante Polimeni Fornés

Oscar Rojas Flores*


Pensamiento latinoamericano. Actas de las Jornadas de Pensamiento Latinoamericano: “Universidad e identidad latinoamericana”. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, Argentina, 15-18 de noviembre de 1989. Selección y compilación de Clara Alicia Jalif de Bertranou y otros. Mendoza: EDIUNC, 1991, p.208-210.

Esta ponencia intenta una caracterización histórico-social de algunas etapas relevantes de la participación de la mujer centroamericana en el marco de las luchas populares, surgidas como parte de la evolución de los modos de producción y el estrangulamiento de las configuraciones culturales originarias. Creemos que este es el camino adecuado para identificar la problemática específica de la mujer en las luchas sociales actuales, el señalamiento de sus limitaciones presentes y la necesidad de una generalización y profundización del ámbito del problema con su proyección obrera y campesina desde una perspectiva global.

Se dice con mucha frecuencia que la mujer en nuestra sociedad es un ciudadano de segunda clase. Esto plantea dos planos para el análisis: la mujer dentro de la estructura dominante versus la mujer en el plano de la estructura histórica subyacente. El enfoque también nos ubica en roles diferentes desempeñados por la mujer. La mujer “moderna”: objeto pasivo, doméstico, familiar, sexual, que refuerza lo tradicional; la mujer objeto asumido, belleza y aparato publicitario; la mujer objeto mano de obra, a cargo de quehaceres domésticos que proyecta el esquema fabril o de plantación. El otro rol que es el fundamental en nuestro caso es aquel en que la mujer asume su acción como portadora de la identidad histórica centroamericana.

Es difícil evitar la caracterización de nuestra situación actual si se elude la presencia de su raíz patriarcal que proviene de diferentes vertientes, en donde se conjugan la imposición del colonialismo mercantil por parte de España y sectores de reproducción sociocultural en comunidades aborígenes que no se pueden integrar con las estructuras dominantes. Es así como con las formas de economía de subsistencia en comunidades que han practicado la agricultura liviana o de azada, colectado frutos y raíces tropicales, se produce una organización claramente matrilineal, de identificación del grupo a través de las figuras femeninas. Estas, presentes en el momento de imposición colonial, se convierten en tendencias subyacentes sin expresión sociopolítica propia, pero con tareas que suponen formas especiales de resistencias. A la conquista, mantienen la identidad del grupo aborigen y en las culturas esclavizadas, sean aborígenes o negras con posterioridad, las mujeres asumen la responsabilidad económica y cultural del grupo.

Así, el aislamiento y conservación de algunos rasgos culturales no originaron una transición sensible de la estructura originaria a una estructura colonial integrada. Este modo de producción campesino evolucionó adecuándose lentamente hacia el desarrollo de la “hacienda” con una identidad cultural que fue claramente fortalecida con la mujer, como elemento cohesionante del grupo. Así la estructura de subsistencia se mantiene y fortalece con el nudo asociativo familiar, a partir de la inserción ideológica de dominación patriarcal de la conquista.

El periodo independiente convive con el sistema de economía de subsistencia, como elemento coadyuvante al desarrollo y consolidación de un estado liberal. La temprana inserción de Costa Rica en el mercado internacional a partir de la exportación cafetalera, la construcción de ferrocarriles con la subsiguiente inversión extranjera en las plantaciones bananeras con una significativa incorporación de mano de obra extranjera, transformó violentamente la estructura de producción que mantenía formas tradicionales. La agricultura de producción incorporó la estructura de campamento, desintegradora de la estructura familiar del trabajador y fortalecida por una concepción de consumo en donde sobresalen el licor y la prostitución, que pretende absorber y subordinar al hombre.

El fenómeno de campamento origina la descampinización a partir de la desvinculación de los trabajadores con su medio. Algunas mujeres siguen a sus hombres y se convierten en cocineras del campamento, lavanderas, costureras; algunas caen en la prostitución.

Otras mujeres enfrentan estoicamente este proceso de desintegración a partir del mantenimiento de actividades de subsistencia, elaboración de ropa, trabajo como doméstica en áreas urbanas cercanas, etc. Este proceso se extiende hasta el primer cuarto de siglo presente.

El proceso de modernización que se presenta a partir de la internacionalización del capital, acentúa aún más el proceso de descampinización. El desarrollo de la ganadería y de la agricultura extensiva concita a la expulsión del campesino que viene a promover el crecimiento del sector terciario o a la incorporación como mano de obra no calificada de un incipiente sector industrial. En este impacto progresivo, desintegrador de la familia campesina tradicional costarricense, la mujer ha sido el último y único reducto defensivo de la cohesión del grupo. En esta silenciosa labor ella administra los exiguos ingresos de los miembros de la familia con ocupaciones remuneradas, contribuyendo además con el cuidado de los niños de los que trabajan, tareas domésticas y orientación familiar y en una significativa mayoría de casos, como trabajadora en el sector informal.

Esta ingente labor de la mujer centroamericana, la hace convertirse en el epicentro del flagelo que ocasiona la crisis económica, política y social que sufre esta región del mundo.

En mayor o en menor grado, nuestra mujer ha acumulado día a día una actitud de defensa y lucha ante las aporías del sistema colonial y neocolonial, en protección de su grupo. Esta convergencia histórica que por siglos ha otorgado este papel determinante a la mujer en la sobrevivencia de la estructura de grupo, también ha sedimentado contenidos conservadores en su práctica cotidiana, en donde se manifiesta una desvinculación de su práctica política, en la mayoría de los casos de tipo electoral únicamente, con el ámbito de la práctica concreta.

La “democracia política” articulada por los sectores del poder ha generado una participación relativa de la mujer de las capas medias: intelectuales, profesionales, burócratas. No obstante, esta apertura ha significado una amenaza real a la estructura política-económica dominante, lo que produce un tránsito dialéctico de la mediación electoral de la mujer hacia un autoritarismo represivo estatal. En los actuales momentos líderes sindicales femeninos: médicos, maestras y empleadas de la burocracia estatal sufren demandas penales del Estado por haber encabezado movimientos reivindicativos de carácter gremial.

El nivel violento de la crisis que afronta Centroamérica ha originado el desbordamiento progresivo del conservatismo social de la mujer, mostrándose una creciente, fuerte y decidida incorporación política de la mujer con una visible participación en las luchas populares.

Los signos de la historia centroamericana señalan cada vez más el brote de la participación de la mujer en las luchas populares y como factor fundamental de cambio social, incorporadas en proyectos alternativos de desarrollo económico-social que gestionen niveles de liberación e independencia colectiva en la región. Este fenómeno de antecedentes y características muy específicas en el área, requiere un serio y profundo análisis. Está claro, sin embargo, que en Centroamérica en lo general debe ser a partir de la práctica cotidiana concreta de la pareja, que se debe estructurar la organización de la mujer, con el propósito de mandar y luchar por la transformación social necesaria en nuestros pueblos.


* Profesores catedráticos del Instituto de Estudios Latinoamericanos -IDELA- de la Universidad Nacional, Heredia, Costa Rica. Fallecidos.


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