R E P E R T O R I O | A M E R I C A N O | |
Segunda nueva época N.° 34, Enero-Diciembre, 2024 | ISSN: 0252-8479 / EISSN: 2215-6143 | |
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Danny Drachen
(Selección de poemas ganadores del primer lugar del premio Lisímaco Chavarría Palma 2023, San Ramón, Alajuela, Costa Rica)
I
“Entonces se hizo el deseo. Y con el deseo nació la primera distancia de la luz.”
Milton Zárate
he partido en dos
mis aguas desobedientes,
juro que la sal
sigue asfixiando
cada lágrima sin resolver.
Pierdo de vista
la tierra prometida
y su aliento pesa
como un horizonte sin futuro.
Las entrañas de tu soplo,
se empeñan en hundir
mi polvo en el polvo.
Qué amargo es el beso
de esta ballena errante;
no quedan caricias
para cubrirme los huesos.
Tan solo poseo
la carne extendida
en el estribor de mis dudas;
sin mapas
ni puertos,
ni olas que vuelvan al mar.
Heme aquí;
convertido en Jonás.
Rasguño la distancia
de estas redes,
como quien busca
algún latido,
algún cadáver
entre el naufragio.
Me queda tan solo
medio eslabón
disfrazado de sonrisa.
Mis aletas
van entumecidas;
pretensión de pasos
contra marea.
Enmudezco.
Que no sepa la arena
cuánto nos duele
esta resaca de culpas.
Y allá,
bajo marea:
hundiré la deriva
de mis coyunturas.
Y allá,
bajo marea:
arrendaremos por fin:
algún caracol,
algún descobijo,
algún arrecife sin inviernos.
Qué ambicioso estanque
en el que me descubrí.
Tengo los pies en la arena
y varios cocos sin envejecer.
Hace más años
de los que quisiera aceptar:
comencé esta colección
de caracoles.
Todos vacíos,
uno que otro
tirando pa’ trás.
Allá, del otro lado;
había un mango rojo
o el espejismo propio
de sus frutos.
Pero antes de que fuésemos
estanque y náufrago:
hubo siempre dos veredas
y quizás;
algún que otro yo.
Aquí;
botella adentro
y muy cerca del
recuerdo,
soy un barquito
flotando sobre un falso
mar de ron.
He izado de par en par
la geometría de mis velas.
¿Qué más da?
Si el puerto que anochece
a mis espaldas
es una artesanía en oferta.
He zarpado bajo tu eclipse.
Llevo los faros apagados
y más miedos que horizontes.
Me encomiendo
al último barril
y al mapa
que escondí
entre tus lunares.
Si pudiese huir
de este cristal
que me encierra;
si pudiese ser
más que un adorno
en tu librero;
me volvería
pirata de ciudad;
botella vacía,
timón inadvertido,
hacia la deriva de tu cama.
Un viernes de noviembre
después de dos tazas de café;
creo haber muerto.
Quizá fue un jueves cualquiera
y tras dos tequilas:
no recuerdo si morí.
Me parece que fue el miércoles
después del vino,
cuando giré mi cornisa
olorosa a itabos.
No estoy seguro,
sé que el martes
es el día que más odio.
Entresaco cierto lunes
anticipado a mi lápida
con este funeral sin adiós.
Fue un sábado.
¡Cierto!
en media víspera de botellas…
suelo morir los sábados,
tan solo para honrar este vicio:
volver cada domingo a mi casa.
II
“Todo lo que vemos o parecemos no es más que un sueño en un sueño.”
Edgar Allan Poe
Deambulo las arenas
sin cruzar del todo
esta runa divisoria.
Le he guiñado un ojo
al lunar seductor,
a los labios carmín
que arañaron mi escape.
Sé dónde ir,
conozco la profecía
y su llanto gritándome:
¡Heme aquí!
Me detiene la duda
bajo mis piedras.
Después de tantos desiertos
se vuelve intimidante
la promesa de un hogar.
La noche estalla
en un grito telúrico,
y me cuelga otro sueño
del aparador.
Detrás de las cortinas
la luna es una polilla oxidada,
que se desfigura entre el polvo
de este barrio expectante.
La ciudad que amamos
se enciende como una brasa;
llora nostalgias.
Quisiera descorrer
estos minutos,
izarlos sobre alguna nube
manchada de crayolas
y no abandonar tu eclipse
con los pies descalzos.
Las despedidas
son tan solo llamas
que se le escapan al iris
de nuestros silencios.
Es culpa tuya
esta aurora y su espanto.
Es culpa tuya
este desvelo herido
que arde en las enaguas
estériles del Vesubio.
Es culpa tuya
el carbón que besa
mis pestañas.
Yo solo estaba soñando.
Pero tú, Pompeya,
entrelazaste tu fuego
al halo de mis cenizas.
Pero la mujer de Lot, que iba tras él, miró hacia atrás y se convirtió en una columna de sal.
Génesis 19:26
Yo sí quise mirar atrás.
Enfrentar al cemento
que gemía cometas
tras la sombra de este escape.
Codicié el derrumbe abierto
de mi casa como un acertijo de azufre.
He preferido ahogarme
mirando de frente a las brasas
que arrodillaron mi ciudad.
Pretendí envolver entre mi piel
a la pupila herida
y desafiar las tablas de tu imperio.
Yo sí me atreví
a esparcir el amor
en las esquinas de mi cesta;
he llenado con abrazos mi cantimplora
y me guardé un par de súplicas
entre los huesos.
Hoy mis manos se petrifican
bajo la ceniza
y espero que pase de largo
el oleaje de tus llamas.
La desnudez de la distancia
sembrará empatía en nuestros hijos.
Tus prójimos se saciarán
con la sal de mis pezones
durante los siglos de los siglos
que yo siga mirando atrás.
Ayer fui un grito rojo;
los celos invadieron mi piel.
Hoy me duelen las escamas
en este silencio estéril.
Me he vestido con el eclipse
de los eucaliptos;
pero no hay tono que se compare
al laberinto de tus óleos.
Me refugié en las raíces
de un viejo tronco,
entorpeciendo mi lengua
con la savia de su whiskey.
Lamento que en sus vapores
se hayan teñido con ausencia
todas mis madrugadas.
He intentado robarle matiz
a un bache en media acera
y el gris de mi piel
rebotó ecos entre las penumbras
de mis ojos sin norte.
La nostalgia es un mal pigmento
para estos días de invierno.
Quisiera vibrar de nuevo
en el umbral de una selva cromática,
llevarme tu beso degradado
en recuerdos
y camuflarme despacio,
camuflarme como antes
entre el hechizo de mi color y el tuyo.
Suelo acumular garabatos,
sonrisas imprevistas;
una que otra madrugada sin picaporte.
Las dejo todas amontonadas
junto a treinta y tantas historias
sin contar.
Suelo ponerles nombre
a los objetos;
espero quizá,
que sus voces acompañen
esta obsesión de repisas.
Es ahí, sobre el estante,
y entre las cosas;
donde noche a noche
peregrinan las estatuillas
como un refugio de memorias.
Tengo la mala costumbre
de rellenar sus bordes,
orquestar una y otra vez
el mismo rompecabezas.
Tal vez:
encajando
una junto a la otra
no deje grietas
ni olvidos.
Pero, sobre todo;
desearía no disfrazar
con amuletos
este asedio de soledad.
III
“Ay vida mía,
no solo el fuego entre nosotros arde”
Pablo Neruda
¿Arrepentido?
No me arrepiento
de los susurros
enclaustrados
contra el azulejo,
ni del jadeo,
ni del átomo,
ni su complot.
No me arrepiento,
de los pasos sudorosos
escapando a tientas
sobre la alfombra,
o del silencio cómplice
tras la puerta.
No.
Me arrepiento
de la sequía infame
que arrasó mis labios;
indiferencia próxima
en la frontera de tus cenizas.
¿Sabes?
Me arrepiento de ti,
de tu obelisco
sobre mis huesos
de este orbe que arrastra
todos nuestros vicios.
Me arrepiento
del pecado circunscrito;
latir de olvidos,
filo y lujuria
llama o quimera.
¡Sí!
Me arrepiento
de tu tinta y mi tintero.
Aguacero
El invierno suele mentir.
Mis huellas húmedas
revelan de golpe las reliquias
de tu ruina.
Estas pupilas desabrigadas
como una utopía hecha pozo
en el asfalto,
se embriagan
con aceite,
con el despilfarro
y la estampida del metal.
Esa que siempre tuvo
más prisa que sueños.
Eres un oasis inadvertido
en el ajetreo de esta ciudad
contrariada y muda.
Mis ojos te sobrevuelan,
parecen surcar
el mismo bache,
la misma calle,
y el auspicio constante
que serpentea a tientas
mi ficción de mares muertos.
Sumo mis lágrimas
al batallón de la lluvia,
los soldados de tu presteza
son todavía esclavos del reloj.
Pasaré de lejos aquel charco
donde florece la herida
que arraiga tu nombre.
Y escondido bajo el paraguas
lloveré un grito que no se acuerde de ti.
Tienes razón:
al igual que el invierno
yo también sé mentir.
Viceversa
El déjà vu de este carboncillo
va diluyendo cada cerrojo
desvelado en mi cabeza.
Anteceden a mis sienes:
la ciudad,
el espejismo;
un proverbio de pasos
que regresan.
Estuve aquí sin saberlo.
Parece que la madrugada
condena luces como orillas;
reclama su hado fortuito.
He vivido esto antes:
Mis manos y tus líneas,
este pozo de café consagrado;
la bola de cristal desnuda
ante el secreto.
Sobrepuse cada astro
en tus labios.
Ahora regresaremos
al génesis
al caos de la profecía
y viceversa.
Cassettes
Te voy a contar dos cosas nada más:
Una, que ya se ha hecho tarde.
Otra, que el ruido
de la casetera es blanco
como tu mar en pausa.
No es la primera vez
que un lápiz me salva
del silencio.
Su cuerpo amarillo:
vestigio y grafito;
dispone de vuelta
la cinta en el cassette.
Te cuento dos cosas más:
Hoy quise volver al ruedo,
invocar la perilla de play
sin esta necesidad de repetirme.
El cúmulo de cassettes
y su ebriedad de polvos
insisten en que es más seguro
no volver nunca al lado B.
Te cuento solo dos cosas más:
Hoy dejé nuestro cassette
sin rebobinar.
Otra vez es tarde,
tarde,
tarde.
Y si vuelves,
ignora la cinta descarrilada
en mitad de la noche;
en cambio,
asegúrate de reproducir
únicamente el lado A.
Galerías
La cámara de polaroid
ha parido estrellas sepias
esta mañana,
brotaron como una bruma
de migajas añejas.
El desdén de su tinta
me recuerda los pasos
que no le estampamos a la arena.
Y sin quererlo.
Y sin alevosía,
estas lágrimas que te escribo,
diluyen mis años hechos amnesia,
están ahí;
son un rollo de veranos
sin cuarto oscuro
sin clavos que las sujeten
contra algún rincón
de esta galería clausurada.
Aprendí a tener miedo
Le temo al espejo;
infecta mis pestañas
con cepas de culpa.
Prefiero evadir
el corredor
donde extiende
sus fauces de cristal,
pasar de prisa,
del brillo y su telaraña;
hasta desviarme
sobre el zaguán que desemboca
en algún recuerdo de mi niñez.
Cuando era:
tan pequeño,
tan veloz,
tan fuerte.
Cuando tuve alas
y supe siempre
dónde estaban.
Cuando no tenía
la necesidad absurda
de rebuscar a diario:
sus filos,
tus ojeras;
mi reflejo.
Uróboros
Alejarse de lo cotidiano,
huir de la vieja escoba
conjurada detrás de la puerta,
hacerse camino
desde el otro lado de la acera
no es fácil.
Despistarse entre rituales
con un sabor a muérdago agrio,
bajo este dintel hecho dolencias
no es fácil.
Los giros que repito
antes de cualquier café
las esquinas que pueblo
casi siempre antes del amanecer.
Estos orgasmos a hurtadillas
en el vértice de tu piel.
¡No son fáciles!
Abandonar la espina propia
es crucigrama sin pistas;
arte de suicidas
amparado bajo el periódico
y su desahucio inadvertido.
Los viejos hábitos
se aferran a mis poros
retornan y retornan
entre las olas de lo conocido.
¡Es tan fácil invocarte!
Despuntar altares
sobre nuestra rutina,
odiarte tras la espuma
que nos deja
esta sed de sábanas.
Pero despertarnos de a poco,
despertarnos desde el tedio
como dos derivas ancladas
a la misma penitencia
nunca será fácil.
Equipo Editorial
Universidad Nacional, Costa Rica. Campus Omar Dengo
Apartado postal 86-3000. Heredia, Costa Rica