REVISTA 97.1 Revista Relaciones Internacionales Enero-junio de 2024 ISSN: 1018-0583 / e-ISSN: 2215-4582 doi:https://doi.org/10.15359/97-1.2 |
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Constructivismo en el análisis de las relaciones entre China y América Latina: una mirada desde las perspectivas wentianas Constructivism in the Analysis of China-Latin America Relations: A View from Wentian Perspectives Nina Lulushca Aguiar Mariño1 ORCID: 0000-0002-2668-3124 |
Resumen
El artículo aborda la relación sino-latinoamericana desde la perspectiva del constructivismo, desafiando los enfoques materialistas que han predominado en los estudios sobre este tema. El constructivismo busca explorar aspectos que han sido subestimados por los discursos materialistas y abrir nuevas dimensiones de análisis en las relaciones internacionales entre China y América Latina.
Tradicionalmente, la visión de las relaciones exteriores se ha centrado en categorías históricas y teorías como el liberalismo neoliberalismo y la teoría de la dependencia. Sin embargo, el constructivismo busca comprender una nueva cultura internacional que trascienda lo material, incorporando aspectos culturales e ideacionales.
En este contexto, se analizan las identidades estatales de China y los países latinoamericanos como punto de partida para estudiar sus relaciones internacionales. Se reconoce que las percepciones compartidas, las normas y las narrativas culturales son fundamentales en la construcción de la identidad de los estados y en la formulación de sus políticas exteriores.
Se explora la correspondencia cultural entre el Estado chino y América Latina mediante el análisis de las “estructuras culturales” propuestas por Wendt en el sistema internacional: las culturas hobbesiana, lockeana y kantiana. Esta exploración permite comprender las lógicas culturales actuales entre los actores en el sistema internacional.
Es crucial destacar la influencia de los Estados Unidos en el sistema internacional y en su relación con China y los países de América Latina. Este enfoque resalta las complejidades y contrastes en las relaciones sino-estadounidenses y latino-estadounidenses, enmarcándolas dentro de la dinámica de la lógica lockeana que caracteriza la estructura global del sistema internacional.
La comprensión de las dimensiones culturales e ideacionales en estas interacciones internacionales ofrece una visión más completa de las relaciones y contribuye a una mayor comprensión de cómo estas dinámicas culturales moldean la identidad de los Estados y sus decisiones en el sistema internacional. El constructivismo emerge como un marco teórico valioso para enriquecer el análisis de las relaciones internacionales y abrir nuevas perspectivas en el estudio de las interacciones entre China y América Latina.
Palabras claves: América Latina, China, constructivismo, Estados Unidos, relaciones bilaterales, sino-Latinoamérica.
Abstract
In this critical analysis, the Sino-Latin American relationship is approached from the constructivist perspective, challenging the materialistic approaches that have predominated in studies on this topic. Constructivism seeks to explore aspects underestimated by materialistic discourses and open new dimensions of analysis in the international relations between China and Latin America.
Traditionally, the focus of foreign relations has been on historical categories and theories such as neoliberalism and dependency theory. However, constructivism aims to understand a new international culture that transcends the material, incorporating cultural and ideational aspects.
In this context, the article centers on the state identities of China and Latin American countries as a starting point for analyzing their international relations. It acknowledges that shared perceptions, norms, and cultural narratives are crucial in shaping states’ identities and formulating their foreign policies.
The cultural correspondence between the Chinese state and Latin America is explored through the analysis of Wendt’s “cultural structures” in the international system: the Hobbesian, Lockean, and Kantian cultures. This exploration allows an understanding of the current cultural logic among actors in the international system.
It is crucial to highlight the United States’ influence in the international system and its relationship with China and Latin American countries. This approach emphasizes the complexities and contrasts in Sino-American and Latin American-United States relations, framing them within the dynamics of the Lockean logic that characterizes the global structure of the international system.
Understanding the cultural and ideational dimensions of these international interactions provides a more comprehensive view of relationships and contributes to a deeper understanding of how these cultural dynamics shape states’ identities and decisions in the international system. Constructivism emerges as a valuable theoretical framework to enrich the analysis of international relations and open new perspectives in the study of interactions between China and Latin America.
Keywords: Bilateral Relations, China, Constructivism, Latin America, Sino-Latin America, United States.
En el análisis de la dimensión constructivista, se deben considerar variables como las identidades nacionales, las percepciones mutuas, los sentimientos de desconfianza, amistad o rivalidad, entre otros. Estos elementos, que provienen de los contextos tanto nacionales como internacionales, corresponden al plano ideacional e influyen como factores “cognitivos” en la toma de decisiones de los estados en su política exterior.
Desde el constructivismo, por anarquía se entiende a lo que acontece en el sistema internacional, como producto de construcciones sociales que toman sentido en un contexto histórico social determinado, y que se representan en las prácticas sociales. Mientras tanto, otras perspectivas teóricas apuntan a ver las relaciones desde un abordaje “material o de poder material”, que influye en las relaciones entre los actores del sistema internacional.
Una de las teorías preeminentes en el campo de las relaciones internacionales es el realismo, que se enfoca en aspectos materiales y ha tenido una influencia significativa en la disciplina. Destacados exponentes del realismo incluyen a Hans Morgenthau (1904-1980), Martin Wight (1913-1972), y Raymond Aron (1905-1983) Estos teóricos sostienen que los estados son los actores primordiales en las relaciones internacionales y que el poder desempeña un papel central en sus interacciones. Argumentan que la política internacional se caracteriza por la búsqueda del poder militar como un medio para la supervivencia y la promoción de los intereses nacionales.
Hans Morgenthau, junto con Edward Carr, es uno de los autores más influyentes en la escuela realista. Morgenthau (1986), enfatiza la importancia del poder en las relaciones internacionales y establece seis principios del realismo político, que incluyen la idea de que la política está gobernada por leyes objetivas arraigadas en la naturaleza humana y que el poder es esencial en la política internacional.
Por otro lado, Kenneth Waltz, (1988), un destacado pensador neorrealista contemporáneo, combina la teoría de sistemas con una visión estructuralista de la sociedad. Waltz clasifica las teorías de política internacional en reduccionistas y sistémicas, y argumenta que las teorías sistémicas se centran en las causas en el nivel internacional.
Waltz sostiene que la conducta de los estados no se puede predecir a partir de las características internas de los estados y que el equilibrio de poder es fundamental en el sistema internacional. El neorrealismo, influenciado por Morgenthau y Waltz, se convirtió en una forma de teoría de resolución de problemas durante la Guerra Fría, con un énfasis en el mantenimiento del orden y la estabilidad internacional.
En contraste, el constructivismo es una corriente teórica que plantea una dimensión paralela a la material en las relaciones internacionales. Esteban Nicholls (2012), señala que una crítica común al posestructuralismo y al constructivismo social es que estas teorías tienden a cuestionar la realidad y se basan en el relativismo discursivo.
Según Nicholls:
la crítica del realismo científico no es poco común: varios textos de las relaciones internacionales critican al posestructuralismo por su negación de la realidad y la ponderación del discurso (lingüístico) como la única “realidad” a la cual metodológicamente se puede apelar para emitir juicios en relación con el mundo “exterior”. Esto va en la misma línea que otros argumentos vertidos, principalmente desde el desarrollismo, los cuales aseguran que el posestructuralismo “reemplaza a la realidad con discurso y texto” (Nicholls, 2012, 171).
Nicholls insiste en que probar la existencia de una realidad externa al mundo de las ideas no es una preocupación postestructural, puesto que su análisis no parte de la llamada ansiedad cartesiana. Un análisis desde el constructivismo permite entender la realidad asociada a una construcción discursiva, la cual “no tiene nada que ver con negar la realidad” (Nicholls, 202, 174), sino como esta se estructura a partir de prácticas discursivas de construcción de la realidad.
La razón postestructural no tendría problemas en afirmar la existencia de la pobreza, la realidad del efecto físico de una bala en la cabeza o del potencial hipotérmico de las bajas temperaturas en la cumbre del monte Everest. No tendría problemas ya que su sentido no tiene nada que ver con demostrar, arraigarse a, sustentarse en, aceptar o negar la realidad del monte Everest, la pobreza o la bala en la cabeza. Su preocupación es, por el contrario, descubrir cómo la bala en la cabeza, más allá de la realidad física, llega a constituirse como realidad social o política a través del discurso y sus prácticas constitutivas (especialmente relaciones de poder). (Nicolls, 2012, 172-3)
Para los constructivistas, “las fuerzas del poder no solo son materiales, sino también son ideacionales: el poder puede entenderse también como la creación de identidades e intereses” (Lizama, 2013, 85). La conformación de las identidades e intereses estatales son las causas de las elecciones y reacciones de otros. La identidad influye en el comportamiento de los Estados y en la política exterior, y puede abordarse según el constructivismo, desde tres niveles.
En un primer nivel —nacional o local—, la construcción de la realidad social podría comenzar dentro del propio Estado y ser visible en el o los discursos internos; en un segundo nivel —bilateral—, la realidad se podría construir entre dos Estados; y en un tercer nivel —multilateral o internacional—, la identidad de un Estado y otro se ve influenciada por las normas sociales aprendidas dentro de la comunidad internacional. (Lizama, 2013, 89)
Para considerar las relaciones entre estados en el sistema internacional es importante identificar los elementos endógenos y exógenos que influyen en la construcción de la identidad de los estados y de sus intereses.
Las relaciones entre estados, por tanto, dependen de la estructura cultural dada como referencia para la construcción, no solo como comportamiento, “difiriendo así de los enfoques dominantes, que asumen que el Estado actúa en función de un interés predeterminado por la lógica de la anarquía, lo que implica considerarlo como un elemento exógeno al Estado” (Wendt, 1999, s/pág.).
Al existir una estructura de identidades e intereses que se inician en la interacción, los estados pueden reconstruir sus intereses y establecer compromisos compartidos bajo normas sociales, las que se configuran de significados colectivos, aceptados en el sistema internacional. Conforme explica Wendt:
…los procesos de formación de la identidad en condiciones de anarquía afectan primero y principalmente a la preservación de la “seguridad” del ser. Por lo tanto, los conceptos de seguridad difieren en función de cómo el yo-ser se identifique cognitivamente con el otro, y hasta qué punto esta identificación tenga lugar. (...) El significado de anarquía y de la distribución del poder depende de esta variación cognitiva. (Wendt, 2005, 9)
Wendt considera que una estructura cultural o social “consiste en el stock entrelazado de creencias, ideas, comprensión, percepciones, identidades o [...] ‘conocimiento’, que poseen los miembros del sistema” (Lizama, 2013,92).
Los sistemas se reproducen debido a que existen identidades que los causan, por ejemplo, “los sistemas de seguridad de autoayuda evolucionan a partir de ciclos de interacción donde cada parte actúa según siente al otro como una amenaza creando así la expectativa de que en el otro no se debe confiar” (Lizama, 2013,92). En otras palabras, son las identidades las que dan cabida a la gestación de los distintos dilemas de seguridad, desconfianza y alineación.
Wendt identifica tres “estructuras culturales” en el sistema internacional: las culturas hobbesiana, lockeana y kantiana. Para Wendt, aunque estas pueden verse afectadas por las culturas en el nivel nacional y transnacional, no implica que el sistema de Estados tenga una cultura que afecte el comportamiento general o sus elementos. Según Wendt:
…un aspecto clave de cualquier forma cultural es su estructura de roles. La posición de los sujetos está constituida por las representaciones del “yo” y del “otro” como tipos particulares de agentes relacionados de manera particular, que a su vez constituye la lógica y la reproducción de requisitos de los sistemas culturales distintos (escuelas, iglesias, organizaciones políticas, y así sucesivamente). La reproducción de estos sistemas solo se produce cuando las funciones son ocupadas por personas reales, pero siendo que diferentes personas pueden ocupar la misma posición en el tiempo y lo hacen de diferente manera, los roles no se pueden reducir a los individuos. Los roles son atributos de las estructuras, no de los agentes. En principio pueden ser micro-estructuras, pero debo enfocarme en los roles como propiedades de las macro-estructuras, como representaciones colectivas. (Wendt, 1999, s/pág.).
Según Wendt, en el corazón de todas las formas de anarquía yace una posición específica; por ejemplo, en la perspectiva hobbesiana se trata del “enemigo”, en la lockeana es el “rival”, y en la kantiana es el “amigo”. Cada una de estas perspectivas conlleva una actitud por parte del sujeto y en relación con su posición con el otro.
Las ideas compartidas, las manifestaciones y la comprensión alrededor del otro, se constituirán en función de estos tres sistemas anárquicos. Los roles de enemigo, rival y amigo son interiorizados por los distintos actores del sistema internacional, y es en función de estos que se organiza la política mundial.
Los roles determinan una posición o postura particular en cada actor o Estado, lo que Wendt denomina “rol estructural” es decir, aquella “configuración de las posiciones subjetivas que entregan las ideas compartidas a quienes las poseen. (...) Este rol no es un atributo de los agentes o actores, ni tampoco las creencias del actor; es, en realidad, un atributo de la estructura. (Lizama, 2013, 92).
Considerando la estructura cultural planteada por Wendt, cabrían las siguientes preguntas: ¿Cuál es la estructura cultural que envuelve las relaciones sino-latinoamericanas? Y, ¿cómo se estructura el actual sistema “cultural” que anida las diferentes culturas?
2.1. Constructivismo: internalización y roles de identidad en la política internacional de China y América Latina
Aunque se ha estudiado exhaustivamente la relación latinoamericana con China desde perspectivas económicas y políticas se ha prestado poca atención a los componentes ideacionales que acompañan y envuelven dicha relación.
Los sentidos de significación que envuelven la relación entre China y Latinoamérica son de índole bilateral, regional y global. En la relación se conjuga una realidad construida de doble sentido, donde los factores endógenos (de los países) y exógenos (de la comunidad internacional) influyen en esta. Por lo tanto, se puede considerar que la realidad que alcanza la relación sino-latinoamericana, es de un segundo y tercer nivel. Implica la relación, normas sociales aprendidas dentro de la comunidad internacional —multilateral o internacional— (Lizama, 2013).
Al mostrarse que las estructuras anárquicas son culturales no se demuestra que ellas construyan a los Estados. Para ver esto, es útil tener en cuenta tres razones por las cuales los Estados pueden observar las normas culturales: 1. Porque se ven obligados a ello; 2. Porque es de su propio interés; 3. Porque perciben las normas como legítimas. Estas explicaciones se corresponden con las teorías neorrealistas, neoliberal e idealista sobre la diferencia que hacen las normas en la vida internacional, y tal vez por eso son vistos a menudo como mutuamente excluyentes. Sin embargo, creo que es más útil verlas como tres grados diferentes en los que las normas pueden ser internalizadas, y, por lo tanto, como tres vías diferentes a través de las cuales la misma estructura se puede producir (fuerza, precio y legitimidad). (Wendt 1999, s/pág.)
Durante las últimas dos décadas, el gobierno chino ha publicado varios informes bajo el título de “El Libro Blanco”, abordando diversas perspectivas y enfoques. Uno de estos informes lleva el título “China y el mundo en la nueva era”. El objetivo declarado por el gabinete de gobierno chino al publicar estos informes es mejorar la comprensión de la comunidad internacional sobre el desarrollo del país. “El documento presenta de forma sistemática los éxitos y el camino de desarrollo de China, así como el objetivo hacia el cual el país se dirige” (XINHUA Español, 2019). El escrito destaca que el desarrollo de China radica en que el país está desplegándose mediante interacciones con otras partes del mundo, inyectando energía positiva a la paz y el desarrollo del planeta.
En este camino, China (en un primer nivel, el de lo nacional o local) fue creando las condiciones actuales para que en el sistema internacional se la considere como “la promotora de recursos públicos de la comunidad internacional”. Suscitando así “la construcción de una nueva sociedad más humana” (XINHUA Español, 2019).
Siguiendo la perspectiva de Wendt, la cultura en las relaciones internacionales puede dar lugar tanto a conflictos como a cooperación, e incluso a una combinación de ambas. El autor sostiene que la existencia de un entendimiento común entre los actores no garantiza necesariamente la cooperación.
Esta concepción cuestiona la idea de que la colaboración se basa exclusivamente en un mundo de vida compartido, ya que ello conlleva una comprensión errónea de la naturaleza de los roles. Los roles son elementos inherentes a las estructuras del sistema y no se limitan a los actores individuales. En este sentido, la cultura de un sistema internacional se sustenta en una estructura de roles.
Bajo esta afirmación, se podría entender cómo dos actores tan diferentes, Latinoamérica y China, pueden estrechar lazos de cooperación y compartir una estructura cultural (en formación) en el nivel macro.
Las cualidades (roles) de cada actor en el nivel internacional se corresponden en la estructura cultural en el nivel micro y macro, en la estructura cultural los agentes comparten ideas comunes, manifestaciones e intereses.
Según el Gobierno chino:
China no puede desarrollarse de manera aislada sin el resto del mundo, y el mundo tampoco puede mantener la paz, el desarrollo, la prosperidad y la estabilidad sin China. (...) En esta nueva era, China no vacilará en su compromiso de seguir adelante en el camino del socialismo con características chinas, buscar el aprendizaje mutuo y la cooperación de beneficio mutuo, y trabajar junto con el resto del mundo. (XINHUA Español, 2019)
De acuerdo con Wendt hay otra posible causa estructural o cultural para ciertos patrones de comportamiento, “una idealista, que implica la emergencia de una nueva cultura política internacional en Occidente en la que la no violencia y el juego en equipo son la norma. Llama a esta cultura “Kantiana” porque la Paz Perpetua de Kant es su tratamiento más conocido” (Wendt, 1999, s/pág.).
Desde la Conferencia de Bandung en 1955, China, a través del discurso de Zhou En Lai, comenzó a posicionarse como el representante del llamado “Tercer Mundo”. China desempeña el papel de un Estado que, a pesar de su fuerza económica y política, no busca establecer una posición hegemónica en el sistema internacional. Al mismo tiempo, se presenta como un país que evita tomar partido por Estados considerados fuertes en términos económicos, políticos y militares, como Estados Unidos, diferenciándose también de Corea del Norte.2 Esto fomenta el principio de no intervención en los asuntos nacionales internos de los países con los que interactúa.
En este proceso de interacción, una nueva cultura internacional está comenzando a formarse. Aunque es prematuro determinar el tipo de cultura que está emergiendo, es claramente diferente de la cultura asociada a la pax americana. Este papel ha llevado gradualmente a China a acercarse a los estados de América Latina, el Caribe y África.
La cultura kantiana se basa en una estructura de roles de amistad. En relación con el “enemigo”, el concepto de “amigo” ha sido poco estudiado en la teoría social. Parece haber buenas razones teóricas y empíricas para este desequilibrio. La enemistad es un problema mucho más grande para la política internacional que la amistad, y la historia sugiere que pocos Estados permanecen como amigos por mucho tiempo. (...) La amistad es una estructura de roles en la que los Estados esperan entre sí que se observen dos simples reglas (solo así existe la amistad). (Wendt, 1999, s/pág.)
Según Wendt, estas reglas son la no violencia implica que las disputas se resolverán sin recurrir a la guerra o amenazas de guerra. La reglade la ayuda mutua donde los países trabajarán juntos como equipo si la seguridad de uno es amenazada por un tercero. Aquí la amistad es temporalmente abierta, y respetarla supone una diferencia cualitativa con respecto a las alianzas. Los aliados se comprometen al comportamiento básico como amigos, pero no esperan que su relación sea indefinida. Las alianzas son acuerdos temporales y de conveniencia mutua dentro de la rivalidad, o tal vez enemistad. De esta manera los aliados esperan revertirla a una condición en donde la guerra entre ellos es una opción. Por otro lado, los amigos, pueden tener una pelea o discusión, pero con expectativas de continuar la relación (Wendt, 1999, s. p.).
Desde la década de 1970, China transformó su estrategia en política exterior, iniciando con la definición de tácticas diplomáticas específicas que se intensificaron con la ascensión de Deng Xiaoping en 1978. Estas tácticas han sido continuadas, ajustadas y consolidadas por sus sucesores, incluyendo a Jiang Zemin (1993-2003), Hu Jintao (2003-2013) y Xi Jinping (2013 hasta la actualidad).
Las relaciones diplomáticas entre China y América Latina podrían ubicarse en dos etapas. La primera en la década del 70, con el reingreso de China a la ONU, y la segunda a finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI, especialmente, con el ingreso de China a la OMC en el año 2001 (Bartesaghi 2015).
…los primeros acercamientos entre China y AL fueron a través de Cuba, que estableció relaciones diplomáticas con China en 1960. El régimen cubano contaba con la simpatía de China, incluso proclamando su apoyo en la lucha cubana contra el imperialismo, por lo que la importancia de la afinidad política a partir del Maoismo fue otro factor de impulso en la década del sesenta (Shixue 64, 2006). Además de Cuba, el país de avanzada en el restablecimiento de las relaciones con China fue Chile, siendo junto con Perú de los primeros en restablecer relaciones diplomáticas con China. Chile fue a su vez el primer país de la región en apoyar el ingreso de China a la OMC. En el caso de Argentina, México y Guyana restablecieron sus relaciones en 1972, Venezuela y Brasil en 1974, Surinam en 1976, Ecuador y Colombia en 1980, Bolivia en 1985 y Uruguay más tardíamente en 1988. Recientemente, cabe destacar el caso de Costa Rica, que restableció relaciones diplomáticas con China en el año 2007, siendo un hecho de importancia diplomática si se tiene en cuenta que Centroamérica es de las regiones que cuenta con un mayor número de países que aún responden diplomáticamente a Taiwán3. (Bartesaghi, 2015, 10)
La primera etapa de relación entre China y los países latinoamericanos se caracterizó, por los escasos intercambios económicos y comerciales, siendo las relaciones entre ambas partes en su mayoría de carácter político y diplomático. Para Ignacio Bartesaghi, las razones para el escaso relacionamiento entre estos países se encuentran:
…en la oposición de Estados Unidos en permitir cualquier acercamiento de China a la región (especialmente mientras duró la Guerra Fría o los gobiernos dictatoriales), pero también por las políticas públicas impulsadas por AL en dicha época, en particular la “política de sustitución de importaciones”, lo que no favorecía la cooperación económica con China. (Bartesaghi, 2015, 12)
La segunda etapa de las relaciones entre China y Latinoamérica podría ubicarse en la primera década del siglo XXI, cuando las relaciones aumentan y no solo están impulsadas por los intereses diplomáticos o políticos, sino y principalmente económicos y comerciales. Más allá del énfasis otorgado a la economía y al comercio, las consideraciones diplomáticas siguen siendo de importancia, siguiendo en debate el tema de Taiwán, Corea del Norte o Rusia.
En esta segunda etapa, si bien las relaciones siguen siendo de carácter bilateral, China ha desplegado una activa estrategia de participación en algunos organismos regionales, no importando su naturaleza financiera, económica o política.
Este es el caso de su participación en el BID, el estatus de observador en la Organización de Estados Americanos (OEA), su papel de observador del Parlamento Latinoamericano, su acuerdo de asociación con el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF), su calidad de observador en la ALADI, su participación en el Grupo de Río y su actual papel en la CELAC —rol que se vio potenciado con la creación de la Comisión recientemente creada en Cuba—, su participación en las reuniones de la Comunidad Andina (CAN), el Mercado Común del Sur (MERCOSUR), la CEPAL y más recientemente transformándose en observador de la Alianza del Pacífico. (Bartesaghi, 2015, 12-13)
El ánimo de China por formar parte de los distintos organismos internacionales de América Latina puede analizarse de forma complementaria a la evolución de las relaciones de cooperación y amistad entre ambas partes, donde China como representante del tercer mundo,4 y por su actual rol en el sistema internacional pretende ayudar a sus amigos latinoamericanos. Este hecho puede entenderse como un acto de reciprocidad, por la amistad hasta ahora demostrada por parte de los países latinoamericanos hacia China.
En ese sentido, las relaciones de China con los países de AL podrían dividirse en tres categorías, los denominados socios estratégicos donde se ubican Brasil, Venezuela y México, algunos autores ubican a Chile en esta categoría, mientras que otros incorporan a Argentina. En el caso de este país no hay que olvidar la importancia de los vínculos políticos debido al manejo que hizo Argentina frente a la condena internacional sobre la crisis de Tiananmen y por el apoyo de China al conflicto que Argentina mantiene con Gran Bretaña por las Islas Malvinas. En un segundo nivel se clasifican a los países con los que China tiene una Cooperación Integral, caso de Chile o Argentina y Perú. Con el resto de la región no se define una tipología para las relaciones diplomáticas. (Bartesaghi, 2015, 17)
La colaboración entre el gigante asiático y los países latinoamericanos se acentuó cuando los gobiernos de la región mostraron afinidad con China, no solo en términos económicos sino también desde una perspectiva política. Esto se evidenció especialmente en países como Venezuela, Ecuador, Argentina y Bolivia, cuyos gobiernos de orientación política izquierdista cuestionaron la influencia de Estados Unidos en América Latina.
Paralelamente a la emergencia de China en el sistema internacional, especialmente en esta segunda etapa de relación, Latinoamérica, aparentemente se distancia de los Estados Unidos e inicia una acentuada relación con China.
Estados Unidos es un actor de importancia para entender cómo en el sistema internacional, una región como Latinoamérica puede en la estructura cultural macro del sistema internacional tener un tipo de relación de amistad con unos y rivalidad con otros.
Desde la perspectiva kantiana, se postula que “en una comunidad de seguridad pluralista, la guerra no es considerada una forma legítima de resolver las controversias” (Wendt, 1999, s/pág.). Esta premisa es fundamental para comprender las interacciones entre China y los países latinoamericanos, especialmente aquellos que exportan recursos naturales a China y cuentan con empresas chinas implicadas en su explotación, ya sea en el ámbito de minerales, petróleo o pesca.
A pesar de las relaciones económicas, políticas y culturales entre el gigante asiático y los países latinoamericanos, surgen conflictos. Un ejemplo de ello es la pesca ilegal en Ecuador, donde ha sido víctima de flotas marinas con bandera china cerca de la zona ecuatoriana de Galápagos. Este conflicto se resolvió sin llegar a la guerra, demostrando el desempeño de la gestión a través de medios pacíficos.
En este contexto, y desde una perspectiva kantiana, se reconoce que los conflictos pueden surgir; sin embargo, lo distintivo radica en que estos son gestionados mediante la negociación, el arbitraje o la intervención de tribunales. (Wendt, 1999, s/pág.).
La discusión previa indica que, al menos en teoría, en las relaciones entre los países latinoamericanos y China, los desacuerdos se solucionan mediante la aplicación de las diversas lógicas y tendencias que emanan de las dos normas de amistad.
Desde la visión materialista de la realidad, la aceptación de la existencia de una cultura kantiana es difícil de concebir, sin embargo y siguiendo a Wendt:
…es más fácil (...) explicar el cumplimiento de la cultura kantiana si se ha internalizado hasta el Segundo Grado, lo que implica que los Estados siguen las normas por razones de interés individual. La principal diferencia del caso del Primer Grado es que aquí los Estados no tienen el deseo de violar las reglas, y por lo tanto no necesitan ser coaccionados para cumplirlas en contra de su voluntad. (...) Con el tercer grado, los Estados en una cultura kantiana aceptan las demandas que las reglas generan para su comportamiento porque las perciben como legítimas. Esto significa que los Estados se identifican entre sí, no viendo la seguridad de los otros como instrumentalmente relacionada con la de uno, sino más bien siendo literalmente la suya propia. (Wendt, 1999, s/pág.)5
La relación sino-latinoamericana habría alcanzado el tercer grado de internalización. Los Estados latinoamericanos que mantienen una relación económica, política y diplomática con China perciben las demandas de la relación como legítimas, los Estados se identifican y consideran como propias a las normas construidas en el proceso de relación, independientemente de su origen.
Al haber pasado por el segundo grado de internalización en la relación que está atravesada por los intereses individuales. Es decir que, la mayoría de los países latinoamericanos y caribeños no observa a China como un enemigo o rival.
La relación entre Estados Unidos y Latinoamérica es fundamental para entender la relación kantiana entre China y América Latina. Para Wendt, en la Cultura hobbesiana, “los enemigos se encuentran en uno de los extremos en el espectro de los diferentes roles dentro de las relaciones que rigen el uso de la violencia entre el “yo” y el “otro”. El enemigo se constituye por la representación del otro como un actor que (...) no reconoce el derecho de uno a existir como un ser autónomo” (Wendt, 1999, s/pág.).
Wendt se refiere “al alcance de la percepción respecto de las intenciones del ‘otro’, particularmente cuando se cree que ese ‘otro’ está tratando de matarnos o de esclavizarnos, o simplemente tratando de vencer o robar” (Wendt 1999, s/pág.). La enemistad implica a un “otro” que puede actuar de forma revisionista porque no nos reconoce. “El enemigo no reconoce en absoluto el derecho a vivir del otro como un sujeto libre, y por lo tanto busca ‘revisar’ la vida o libertad (llámese a esto ‘revisionismo profundo’)”. (Wendt, 1999, s.p.).
Esta forma de relación implica intenciones agresivas e ilimitadas, y los actores esperan bajo cualquier circunstancia y en cualquier momento acciones violentas. “La violencia entre enemigos no tiene límites internos, cualquier tipo de límite se debe exclusivamente a capacidades insuficientes (balance de poder o agotamiento) o a la presencia de una restricción externa (Leviatán)” (Wendt, 1999, s/pág.).
Bajo esta cultura, como es visible, no se ubican las relaciones sino-latinoamericanas, tampoco las relaciones sino-estadounidenses o latino-estadounidenses. “Un rival, por el contrario, sí reconoce nuestro derecho a la vida y a la libertad y, por ello, busca revisar solo nuestro comportamiento y propiedades (llámese a esto ‘revisionismo superficial’)” (Wendt, 1999, s/pág).
En la cultura lockeana la lógica del enemigo es remplazada por la de la rivalidad, estas representaciones del “yo” y el “otro” son menos amenazantes que las hobbesianas. A pesar de que la violencia como idea está presente, a diferencia de los enemigos, los rivales no tratan de conquistar o dominar, más bien esperan actuar entre sí como si reconocieran sus soberanías. En el análisis de Wendt, es la lógica lockeana la que ejerce su predominio en la estructura del sistema internacional.
Al explorar estas dinámicas, es crucial examinar cómo se manifiestan las relaciones políticas, económicas y diplomáticas entre China y Estados Unidos, así como entre los países latinoamericanos y Estados Unidos. Este enfoque permite destacar las complejidades y contrastes inherentes a las relaciones sino-estadounidenses y latino-estadounidenses, enmarcándolas dentro de la dinámica de la lógica lockeana que caracteriza la estructura global del sistema internacional.
Nos tratamos como adversarios”, dijo el exdiplomático estadounidense Henry Kissinger, en el cuadragésimo aniversario de la normalización de las relaciones con China. Si bien hoy China y Estados Unidos tienen embajadas y contactos regulares, el acuerdo parece ser cada vez más crudo. (…) El secretario de Estado republicano, Mike Pompeo, pareció refutar el legado de Kissinger y Nixon en China, criticando el “viejo paradigma del compromiso ciego” y preguntando “¿qué tienen que mostrar los estadounidenses ahora 50 años después?”. Pompeo dijo esto después de que Washington ordenó el cierre del consulado de China en Houston, en medio de acusaciones de que estaba relacionado con el espionaje y el robo de propiedad intelectual. Beijing respondió ordenando el cierre del consulado de Estados Unidos en la ciudad suroccidental de Chengdu. Los acontecimientos se producen en un momento en que “muchos creían que las tensiones entre Estados Unidos y China no podrían empeorar”, dijo Natasha Kassam, experta en China del Instituto Lowy y exdiplomática australiana. Kassam lo comparó con la reciente ofensiva contra los medios estatales chinos en Estados Unidos, que condujo a la expulsión de periodistas estadounidenses que trabajan en China, diezmando al cuerpo de prensa en Beijing y obstaculizando los informes sobre la segunda economía más grande del mundo en medio de una pandemia global. (CNN Mundo, julio 2020)
La rivalidad subyace al conflicto, condiciones que detrás de una relación de amistad no se observan, como la violencia bajo amenaza al otro, se ven presentes en la cultura lockeana. “Las implicaciones de la rivalidad para el ‘yo’ son menos claras de lo que son para la enemistad, puesto que las restricciones percibidas por el ‘otro’ generan un estadio de elección. Si el ‘otro’ es un enemigo, entonces el Estado no tiene otro remedio más que responder de la misma manera. No es así con la rivalidad” (Wendt 1999, s/pág.). Pese a los actuales conflictos entre Estados Unidos y China, ninguno de los dos países opta por atacar militarmente al otro, ambos se comportan “de forma statu quoista en torno a la soberanía”. De no ser así, los riesgos serían elevados. Los actores buscan estrategias alternativas que en el sistema internacional generen para sí, ganancias y aprobación con el resto de estados del sistema internacional (Wendt, 1999, s/pág.).
Tanto Estados Unidos como China han limitado la violencia. Estos límites se expresan en lo que Wendt denomina “una relación inter-psicológica, una conjunción de creencias sobre el ‘yo’ y el ‘otro’. Si estas creencias cambian, también lo hace la rivalidad”.
En este contexto las relaciones sino-estadounidenses han sobrepasado la dimensión micro de las percepciones subjetivas y se han extendido a un nivel macro, donde la rivalidad se observa y trata colectivamente, en este nivel los estados rivales, en este caso Estados Unidos y China, empiezan a actuar sobre las posibilidades que la estructura les brinda, antes que entre sí.
Estados Unidos con el ánimo de suscitar en el sistema internacional una reprimenda colectiva contra China, por la problemática en Hong Kong, hace un llamado público a la coalición con el objetivo de retornar el statu quo en el sistema internacional. Sin embargo, China, quien mantiene una relación kantiana con un gran número de países y regiones, ha logrado su propia coalición y ha desmantelado las iniciativas estadounidenses.
El discurso chino de “equilibrio de poder” y de reconocimiento mutuo de la soberanía, es lo que le ha llevado a China a una aparente victoria. La identidad China correspondería con la figura de una cultura kantiana en el sistema internacional.6 Los países latinoamericanos y africanos que mantienen con Estados Unidos una relación lockeana son en la actualidad los que apoyan internacionalmente a China. El alineamiento para con China por parte de algunos países de América Latina se convierte en una posición reconocida.
Su relación supone una rivalidad, donde los actores, por supuesto, no se matan entre sí y tampoco podrían enfrentarse militarmente en situaciones de violencia. Pero esto no quiere decir que, en momentos de tensión podrían ejecutarse acciones violentas. “La violencia entre los rivales es autolimitante, limitada por el reconocimiento del derecho del otro a existir. Este es el tipo de violencia característico de la “civilización” (Wendt, 1999, s/pág.).
Representar al otro como un adversario en la política exterior y en el comportamiento genera una dinámica particular de interacción. En este contexto, si los actores perciben a sus adversarios como reales y creen que se requiere un endurecimiento de ciertas condiciones, ya sea en términos económicos o políticos, es probable que las consecuencias se vuelvan tangibles bajo esas condiciones. Los estados tienden a adoptar respuestas que reflejan actitudes revisionistas superficiales hacia sus adversarios.
Contrastando con esto, la percepción de Estados Unidos y su relación con América Latina, especialmente desde la perspectiva de países como Venezuela y Cuba, se caracteriza por ser vista como una interferencia7. Este punto de vista se opone a la posición de China, que generalmente, sigue la norma de no intervenir en los asuntos de otras naciones.
A diferencia de la mayoría de los países latinoamericanos, cuya relación con China se fundamenta en una perspectiva kantiana que implica grados de interés y legitimidad (acciones autónomas y no condicionadas), la relación con Estados Unidos ha sido históricamente moldeada por una funcionalidad establecida normativamente.
Desde la hipótesis constructivista, en una cultura lockeana la internalización, en un primer y segundo momento se presenta como una obligación.
Algunos no pasan de este punto”, pero esto no se aplica para la mayoría de Estados, quienes obedecen las normas porque aceptan tales demandas normativas como legítimas. Los costos y beneficios de violar la norma no figuran en las opciones porque se han removido como opción del “árbol de decisión”. Lo mismo ocurre en la cultura lockeana plenamente internalizada, la mayoría de los Estados cumplen con las normas porque las perciben como legítimas, porque se identifican con ellas y quieren cumplirlas. Los Estados son statu quoistas, no solo a nivel del comportamiento, sino a nivel del interés también, y como tales, son actores más plenamente auto-regulados. (Wendt, 1999, s/pág.)
A pesar de que en una cultura lockeana los Estados “tienen el suficiente espacio social como para que el respeto a las normas sea una opción” no pueden evadir los criterios que les posibilitan un reconocimiento en el sistema.
Un hecho que finalmente institucionalizaron al establecer la soberanía empírica como el criterio para la entrada en la sociedad internacional. Los actores que fallan esta prueba no son reconocidos por el sistema internacional como individuos, lo que hace que sus intereses sean más difíciles de realizarse. En este sentido, la institución de la soberanía puede ser vista como una “estructura de cierre”, ejerciendo un poder estructural que mantiene a cierto tipo de jugadores fuera del juego de la política internacional. (Wendt, 1999, s/pág.)
Históricamente, la relación entre los países latinoamericanos y Estados Unidos, en sus interacciones, han saltado de la identificación al conflicto, sin atravesar los terrenos de la amistad. Esta razón puede justificarse con lo que Wendt denomina el cuarto efecto; el último efecto constitutivo de los cuatro efectos revisados por el autor, como aspectos de un “Efecto Foucault”. Tras este efecto los Estados se constituyen como individuos “posesivos”. Wendt toma este “como efecto de las identidades de rol de los Estados, y es una base fundamental para la rivalidad.
La estructura de roles de rivalidad entre Estados Unidos y ciertos países de Latinoamérica se alimenta de esta concepción. Los rivales son miembros de un grupo en el que los individuos no se matan unos a otros, pero que, al ser parte de una identidad colectiva, están en riesgo de caer en custodia celosa, de algunos de sus miembros.
Para Wendt los sistemas son una función de las estructuras sociales, y estas se componen de ideas que pueden ser compartidas o no. Entre China y América Latina, así como entre Estados Unidos y América Latina, “las estructuras y roles se inician con representaciones de los Estados en torno al “yo” y al “otro” (rol de identidades) y las consiguientes prácticas, pero es a nivel macro, con relativa autonomía de lo que los Estados piensan y hacen, donde ellos adquieren las lógicas y tendencias que persisten a través del tiempo” (Wendt, 1999, s/pág.).
Desde que las relaciones entre China y América Latina iniciaron, existe la tendencia entre ambos actores a internalizarla más profundamente, moviéndose desde el primer grado de internalización hacia el tercero. Los actores se ven impulsados a compartir un trasfondo cognitivo como es el de la amistad, llegando a darla por sentada, en lugar de los objetos de cálculo.
Según Wendt, una vez que una cultura lockeana se ha internalizado, hay muy pocas posibilidades de que degenere en una hobbesiana, y lo mismo entre kantiana y lockeana. Pensar en un giro en las relaciones sino-latinoamericanas a futuro, no es una garantía, de igual manera especular en argumentar que se produzcan cambios entre Estados Unidos y América Latina no es una opción, a menos que haya como dice Wendt, un gran shock exógeno, lo que es poco probable.
En resumen, los estudios sobre las relaciones entre China y América Latina han sido examinados desde diversas perspectivas materialistas dentro del ámbito de las relaciones internacionales, como los enfoques de la dependencia, el realismo y el liberalismo.
Estas aproximaciones tienden a centrarse mayormente en aspectos económicos y políticos, descuidando las dimensiones culturales e ideacionales que también desempeñan un papel significativo en la configuración de estas interacciones.
En este artículo, por el contrario, se ha buscado explorar las relaciones sino-latinoamericanas desde una perspectiva constructivista. Los aportes de Wendt y su enfoque constructivista han sido particularmente relevantes para comprender las dinámicas en estas relaciones. Wendt resalta la importancia de las estructuras culturales y las ideas compartidas en el sistema internacional.
Desde esta perspectiva, se reconoce que las interacciones entre China, América Latina y Estados Unidos no se limitan exclusivamente a factores materiales o económicos, sino que también están moldeadas por significados, normas y narrativas que influyen en las percepciones y acciones de los actores.
A través del constructivismo, se puede comprender mejor cómo China ha buscado establecer una relación con América Latina basada en la igualdad y el beneficio mutuo, distanciándose de la imagen imperialista asociada a Estados Unidos. Esta postura ha sido discursivamente construida en función de experiencias compartidas, como la lucha contra la agresión imperialista y colonial, lo que ha facilitado una mayor identificación entre China y los países latinoamericanos.
Los aportes de Wendt nos permiten entender que el poder en las relaciones internacionales no se limita únicamente a recursos materiales, sino que también involucra el ejercicio de significados y narrativas socialmente aceptadas que influyen en las preferencias y comportamientos de los actores. La formación de una estructura cultural comprende identidades, intereses y normas compartidas que se desarrollan a través del contacto intersubjetivo entre los actores en el sistema internacional.
Al analizar las relaciones entre China, América Latina y Estados Unidos en el sistema internacional, es fundamental tener en cuenta tanto las perspectivas materialistas como los aportes del constructivismo, que enfatiza las dimensiones culturales e ideacionales que influyen en la configuración de estas interacciones. El constructivismo emerge como una herramienta valiosa para comprender la complejidad y riqueza de estas relaciones, al considerar la influencia de significados compartidos y estructuras culturales en la dinámica de las relaciones entre los actores en el sistema internacional.
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1 Departamento de Comunicación. Universidad Politécnica Salesiana (Ecuador). Docente e investigadora. Doctora en Estudios Latinoamericanos. Correo electrónico: naguiar@ups.edu.ec
2 Es importante señalar que, si bien Estados Unidos tiene un peso global y multidimensional en el sistema internacional, Corea del Norte posee un peso más regional y se destaca en la dimensión militar-estratégica.
3 Más allá de una estrategia diplomática, China ha expresado de manera clara su posición con respecto a Taiwán, destacando la importancia de la adhesión a la idea de la reunificación de una sola China. Esta manifestación se percibe como un gesto de disposición hacia la amistad y la comprensión mutua. La demostración de amistad por parte de algunos países latinoamericanos hacia China refleja la aplicación de la segunda regla en una relación kantiana de amistad. Según esta regla, ambas partes trabajarán como equipo frente a una amenaza política externa, siguiendo el principio de la ayuda mutua
4 BANDUNG va a imprimir algo nuevo en el fondo y en la forma. De las cenizas del colonialismo agonizante nacerá un mundo nuevo anticolonialista, opuesto a la partición del mundo en bloques y a la alineación tras una u otra potencia; nace la condena de los pactos y alianzas militares con los países occidentales y también el neutralismo. Es el primer encuentro de los grandes líderes de la independencia y la lucha antiimperialista: Nehru, Nasser, Sukarno, Chou En Lai, Sihanuk. Costa (n. d.).
5 La clasificación de grados de internalización se encuentra detallada en la página 10 del artículo.
6 Es de importancia aclarar que la referencia que hace Wendt con respecto a las estructuras culturales no es fija ni cae en esencialismos, su análisis de las estructuras culturales gira entorno a la posibilidad de coexistencia de varias culturas en el sistema internacional. Noción que aún posibilita pensar en la reconfiguración identitaria de China.
7 El mayor temor de Estados Unidos es que la creciente participación de China en la economía mundial modifique de alguna manera la posición que los países de Latinoamérica mantienen sobre su liderazgo. China, sin embargo, se ha empeñado durante todos estos años en presentarse como un país pacífico y pragmático. (Aguiar, 2023, 28).
Fecha de recepción: 23 de agosto del 2023 • Fecha de aceptación: 14 de noviembre del 2023 • Fecha de publicación: 6 de febrero del 2024
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