Tania Madrigal-Hueso
Máster en Enseñanza de la Danza Actriz, bailarina y coreógrafa Académica-artista de la danza,
Escuela Nacional de Danza Morena Celarié El Salvador
Recibido: 11 de julio del 2019
Aceptado: 20 de diciembre de 2019
DOI: https://doi.org/10.15359/tdna.36-67.7
En el presente ensayo propon- go cómo el movimiento escénico puede ser una herramienta para la prevención de la violencia, a la vez
que realizo un recorrido por la dan- za durante el conflicto armado en El Salvador. Propongo que aquel pano- rama ensombrecido por el conflicto emergieron los artistas de la danza contemporánea salvadoreña y que, ante el horror, el arte es una he- rramienta de memoria que sir-
ve también para sanar tejidos sociales tan maltratados por épocas de guerra y violen-
cia generalizada.
In this essay I suggest the way in which the scenic movement can be a tool for the prevention of violence, while at the same time I take a look at dance during the armed conflict in El Salvador. I argue that out of that conflict emerged the Salvadoran con- temporary dance artists and that, in the face of horror, art is a tool of me-
mory that also serves to heal the social tissues so maltreated by times of war and generalized violence.
DOI: https://doi.org/10.15359/tdna.36-67.7
Vol.36 No 67 Enero-junio / 2020
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Neste ensaio, proponho como o movi- mento cênico pode ser uma ferramenta para a prevenção da violência, enquan- to dou uma olhada na dança durante o conflito armado em El Salvador. Pro- ponho que esse panorama, obscurecido pelo conflito, emergiu como resultado dos artistas da dança contemporânea salvadorenha e que, diante do horror, a arte é um instrumento de memória que também serve para curar tecidos sociais tão abusados pelos tempos de guerra e violência generalizada.
El arte de la danza, por antonomasia, es el arte del movimiento humano. Su historia nos muestra su evolución a través del tiempo, desde la necesidad de comunicarse corporalmente, con mov- imientos que expresan sentimientos y estados de ánimo, como para ritualizar acontecimientos importantes o de di- versa índole, hasta convertirse muchos años después, en un elemento de gran valor educativo, porque desarrolla a la vez aspectos corporales, cognitivos y emotivos, y no podemos dejar a un lado su profundo componente social, que es fundamental tanto para su práctica como para su disfrute.
Danza como actividad humana, creada por el ser humano y al servicio de este, como una expresión de símbolos de su propia cultura y sociedad, presenta ciertas características que la conforman, por mencionar algunas:
Es un arte universal: se hace en cualquier parte del mundo.
Es una actividad motora: implica movimiento del cuerpo humano con sus partes o como un todo.
Es polimórfica: para todos los indi- viduos en cuanto a formas físicas, razas, tamaños y/o edades.
Es polivalente: posee varios valores y/o tiene varias aplicaciones: social, educativa, recreativa, formativa, te- rapéutica, etc. Pero las adaptacio- nes que sufren dichas característi- cas dependerán, en gran medida, de las necesidades de expresión exclusivas de cada cultura donde se introducen. Estas expresiones no cambian mucho con el paso de los años, pero en general conllevan seg- mentos históricos de la época y del lugar donde se crearon.
Entre otras
Pero las adaptaciones que sufren dichas características dependerán, en gran me- dida, de las necesidades de expresión exclusiva de cada cultura donde se in- troducen. Estas expresiones no cam- bian mucho con el paso de los años, pero en general conllevan seguimientos
históricos de la época y del lugar donde se crearon.
Ahora bien, El Salvador, país al cual pertenezco, es considerado el país más pequeño del centro de América (20 742 km²) y uno de los países más poblados sobre el planeta, tomando en cuenta su cantidad de habitantes versus. su territorio, con una población para el año 2014 de 6 279783 habitantes (290 hab./km²). Pero haber nacido en un país como El Salvador, tan pequeño y a la vez tan grande en cantidad de perso- nas, cosas, ruido, movimiento, en fin, en historias que suenan a guerra, a hambre, a la lucha, al pasado que continúa sien- do el hoy –el presente–y probablemente el mañana… Guerras surgidas quizás por la desigualdad social, por la falta en el cumplimiento de los derechos mínimos del ser, de aquella voz llamada popular, de la inequidad… Guerras que ahora solo nos pasan la factura.
Dentro de tanta convulsión y caos, de denominado simplemente como “con- flicto armado”, aunque nunca declara- do así oficialmente, se desarrolló entre 1980 y 1992. El país vivió un ambiente de crisis política y social desde la década de 1970. Sin embargo es interesante se- ñalar que de aquí surge una generación de grandes artistas, un movimiento de expresión escénico-corpórea donde el poder moverse, decir con gestos aque- llo por lo que mataban al que se atre-
viera a decirlo con palabras, permitía a muchos ir a las plazas, universidades, y escenarios de todo tipo. A estos escena- rios que me gusta llamar “escenarios de la vida” acudían aquellos artistas para decir a otros lo que todos miraban, olían, palpaban, experimentaban: los secretos a voces y a gritos.
Fue una revolución de gente compro- metida, de gente distinta, de artistas a los cuales les costaría muy caro su prác- tica artística, pues pagaron con exilio, secuestro, tortura, silencio y violaciones de todo tipo, simplemente por el hecho de expresarse mediante su arte “y decir las verdades”.
Como dato histórico importante de conocer, para 1951 (antes de la guerra) se crea la primera Escuela Nacional de Danza (END) (Posteriormente llamada, Morena Celarié, que es la escuela con más trayectoria en la formación en Dan- za en el país, con sesenta y cuatro años de existencia, como una institución gu- bernamental creada en sus inicios con bases en la formación de bailarines en Ballet Clásico, con una línea más de en- tretenimiento y entrenamiento.
El auge, establecimiento y desarrollo del ballet en El Salvador abarca más o menos dos décadas; hasta que a principios de la década de los años setenta es introducida la danza moderna (durante la guerra) con base en la técnica Limón aplicada por los
esposos norteamericanos Nightingale, quienes venían como parte de los cuerpos de paz, con la misión de apoyar a estas poblaciones tan dañadas por el conflicto. Se dice que esta pareja logró aprovechar los talentos danzarios de la época para crear grandes obras de danza moderna y formar bailarines que se dedicarían no solo a la danza por la danza, sino a utilizar esta danza para denunciar todo aquello que el pueblo salvadoreño vivía.
Alrededor de 1986-1987 el Departa- mento de Danza Moderna optó por cambiar su nombre por el de Danza Contemporánea, ya que parecía lo ideal o porque les permitía abarcar tanto el concepto de lo tradicional como el de vanguardia, lo cual se traducía en pro- yectar la realidad y el contexto de El Salvador de entonces.
Surgieron por esos años varios grupos de danza contemporánea basándose en ese concepto, el cual explotaron crea- tivamente y muy acertadamente como medio para expresar tanto la crisis de la época como el medio vertiginoso que padecía El Salvador. Fue en esta época que la danza contemporánea logró su mayor auge en el desarrollo y reconoci- miento como parte del arte danzario de El Salvador.
Según un artículo La Prensa Gráfica con título: “Dos décadas de movimiento”
y “La guerra inspiró a corógrafos y bai- larines de danza contemporánea a ha- cer de su arte una denuncia” (Guevar, 18/01/2004, s/p). Dicho artículo seña- laba textualmente qué significaba danzar bajo la lluvia, a pleno sol, a suelo raso y hasta con los guardias nacionales en po- sición desafiante atrás del público.
En este panorama ensombrecido por el conflicto, emergían los artistas de la danza contemporánea salvadoreña. Era el fruto de la creación del Departamen- to de Danza Moderna, iniciado en la primera mitad de la década de 1970 en la Escuela Nacional de Danza Morena Celarié (END).
Sin embargo, los jóvenes que irrumpían en el convulso escenario nacional ha- bían arrancado con la misma fuerza de la guerra. Con firme decisión, dejaron los escenarios con todas las condiciones técnicas para ir a bailar a donde estaba el público.
Así recuerda el coreógrafo y bailarín Francisco Castillo, quien, junto a un quinteto de jóvenes entrenados en la END, creó el grupo Evolución. Un co- lectivo que evolucionó y desapareció a la par de la guerra.
Ellos bailaban justo en el límite de “lo aceptado y lo prohibido” por las partes involucradas en el conflicto, recuerda Castillo. Pero la situación
había contagiado en gran medida sus propuestas. La toma de conciencia sobre la realidad nacional era inevitable y un elemento casi obligatorio en sus trabajos.
La mayoría de montajes de entonces, recuerda Castillo, eran coreografías de canciones etiquetadas como “de protes- ta” interpretadas por Mercedes Sosa, Silvio Rodríguez y otros cantantes que florecieron en esta época como expo- nentes del folclor latinoamericano.
Tanto la danza clásica como la contem- poránea no decayeron con el conflicto, “más bien cobró fuerza porque los que nos quedamos vimos que era lo úni- co que podíamos hacer” afirma Sonia Franco, quien fue directora de la END en el 2004… Ella recuerda que el grupo Evolución se igualaba a las compañías independientes de México y del resto de Centroamérica.
Las disputas por las apreciaciones de la danza y los compromisos sociales que los acorralaban fracturaron Evolución en los noventa, recuerda Castillo. Sin embargo, los disidentes encontraron refugio en la Universidad Nacional de El Salvador (UES), donde se les abrie- ron espacios para ensayar y manifestar su arte. Ahí fueron acogidos, además de Castillo, Yasmín Hernández y Alfredo Pérez, entre otros, quienes bautizaron su grupo como 21-91.
Con el fin de la guerra se liberaron del peso del conflicto y la danza contempo- ránea tomó otro camino.
Para finales del siglo XX (postguerra), el ballet clásico, la danza contemporánea y la danza folklórica gozaban de una muy buena reputación en el medio salvado- reño; gracias también al notorio impul- so y apoyo de instituciones nacionales e internacionales como el Ballet Folklóri- co del Instituto Salvadoreño de Turis- mo (ISTU), y algunos de los grupos de danza independiente, tales como Evolu- ción, Barranco y otros de la época.
El siglo XXI aporta la práctica de nue- vos géneros danzarios al país, como lo son: el hip-hop, danzas consideradas re- gionales, como el belly dance o danza del vientre, las danzas de tipo hebreo, los bailes de salón como el tango, la samba, la cumbia, danza urbana, entre otros, proyectados por los grupos de danza de variedades o populares e incluso por grupos estudiantiles. Sin duda, con una línea más de entretenimiento y recrea- ción que de formación y/o prevención.
En la actualidad, la danza y las artes en general, pese al abandono inminente que por años hemos tenido por parte de nuestros Gobiernos en turno, hoy en día nos hemos convertido en una estrategia política poderosa para la solución de todos los males acaecidos por la postguerra, con un enfoque sociocultural
de sensibilización y prevención de la violencia, prioritariamente.
Pareciera que en los últimos años se han dado cuenta, tanto los organismos gubernamentales como no guberna- mentales, de la poderosa herramienta y del impacto que tienen las expresiones artísticas en el ser humano.
Será que este fenómeno proporcionará cambios en los siguientes aspectos:
•
Mejoras en las condiciones de los artistas (atención en salud, oferta laboral, pensiones, profesionaliza- ción, etc.)
Insumos necesarios y / o indispen- sables para desarrollar procesos y proyectos artísticos (fondos para la creación, investigación, produc- ción, capacitación, etc.)
Espacios convencionales y no con- vencionales para la proyección artística, formación de público, proyectos-talleres permanentes de sensibilización, etc.
Una currícula para las escuelas que busque formar a nuestros niños y jóvenes con programas integrales tanto en lo académico como en lo artístico.
Entre otras
En cuanto a esto último que mencio- no sobre una currícula para la escue- la, deseo señalar un tema más allá de
nosotros los artistas (que somos solo una parte de nuestras poblaciones), el énfasis en que los niños, las niñas y los jóvenes necesitan urgentemente proyec- tos educativo-artísticos diferentes, que los lleven a experimentar algo definido y útil para sus vidas.
Afirmo con ello la palabra urgentemente, porque hasta la fecha las llamadas es- trategias de sensibilización y programas para la prevención de la violencia en estas poblaciones tan vulnerables son propuestas muy lejanas del deber ser, y es inminente la necesidad real de con- vertir el pensamiento de nuestro pue- blo con respecto al arte, a los artistas, a la cultura, o simplemente encontrar su propia identidad, con programas serios, permanentes (continuos en el tiempo) y supervisados por personas capacitadas en las diferentes áreas artísticas; además, es fundamental llegar a la comprensión de que el arte y la cultura deben formar parte integral del ser humano, en su formación desde las primeras etapas de aprendizaje, por ende, de vida.
Por tanto, la importancia de imple- mentar programas de enseñanza-apren- dizaje de un arte como la danza, que favorezcan el desarrollo personal y la integración con las personas y el entor- no en el que viven, que favorezcan la autoconfianza a través del control del cuerpo, que aumenten la capacidad de expresar y desenvolverse en el tiempo
y el espacio, que les facilite la relación con los demás y el conocimiento de sí mismos, que fomenten la superación de estereotipos y prejuicios por cultura y sexo, que ayuden a vencer la timidez y a desinhibirse, que sea una alternativa de ocio saludable que establezca modelos de identificación social, entre otros, po- drían ser los objetivos iniciales de estos programas o la meta.
Ahora las preguntas para reflexionar serían:
¿Existen en nuestros países políti- cas sociales y culturales que definan nuestro deber ser?
¿Existen en nuestros países progra- mas integrales (multidisciplinario) que velen por el desarrollo y la me- jora de la calidad de vida de nues- tras poblaciones?
¿Existen en nuestros países progra- mas artístico-culturales-formativos que se apliquen abarquen no solo las grandes áreas metropolitanas, sino también los diferentes pueblos o ciudades, las zonas o poblaciones con alta vulnerabilidad, las áreas ru- rales, las urbano-marginales, y que sean continuos en el tiempo y su- pervisados por personas capacitadas que los lleven cada vez más a mejo- res condiciones y por ende logros?
¿Existen en nuestros países el pre- supuesto suficiente y equitativo, la infraestructura idónea y óptima,
además de la capacitación, actua- lización e implementación en el tema curricular y/o formación en distintas artes, desde las primeras etapas de vida-aprendizaje hasta ni- veles superiores de formación?
¿Existen en nuestros países el verda- dero interés y la voluntad de priori- zar desde los Gobiernos, desde las poblaciones, comunidades e indivi- duos el tema del arte y la cultura?
La respuesta sigue en espera, porque aunque siguen creándose muchas pro- puestas interesantes, en el fondo siempre quiere hacerse mucho, pero con poco o nada; quiere crearse una nueva Centroa- mérica, “una cultura de paz”, pero cons- truyéndose solo con buenas voluntades, con buenas intenciones de altruistas y artistas que seguimos en el limbo y sin querer atacar el problema de raíz.
Para El Salvador, la falta de políticas culturales que comprometan a todos los sectores a creer e invertir en la educa- ción, en la cultura, en el arte y el efecto positivo que todo esto traerá a mediano y largo plazo en nuestra población, en nuestra gente, y la concientización de la importancia de todo lo antes dicho, en cada individuo, comunidad y pobla- ción en general, es para nosotros el ver- dadero reto.
El reto
De acuerdo con la Unesco, al referirse al logro de sociedades democráticas:
La verdadera comprensión exige establecer sociedades democrá- ticas, fuera de las cuales no cabe ni tolerancia ni libertad para salir del cierre etnocéntrico. Por eso, la educación del futuro deberá asu- mir un compromiso sin fisuras por la democracia, porque no cabe una comprensión a escala plane- taria entre pueblos y culturas más que en el marco de una democra- cia abierta. (Unesco, 2005).
Cualquier tipo de desarrollo en la re- gión centroamericana siempre debe considerarse desde la unidad integra de la sociedad civil, como valor fundamen- tal de una sociedad planetaria globaliza- da; sin embargo, para ello es necesario, construir caminos que permitan la libre expresión de los ciudadanos, la partici- pación y la convivencia comunitarias.
Impulsar el desarrollo social median- te la puesta en marcha de propuestas basadas en la formación, la recreación y el ocio, el estímulo y la sensibilidad ampliarán en los ciudadanos el sentido de pertenencia al espacio vital-local, po- tencializarán mediante tal desarrollo la capacidad de autogeneración unificada, de autogestión, y contribuirán a su vez
con la búsqueda y propuesta de solu- ciones a los diferentes problemas que aquejan a las comunidades y sus po- blaciones, con consecuencias directas sobre el mejoramiento de los diferentes ámbitos de la sociedad, que al final y de modo directo influyen sobre la vida educativa, social, cultural y anímica.
Pero fomentar un desarrollo social par- ticipativo que contribuya al progreso sociocultural de las comunidades es tarea de diversos agentes: Gobiernos, instituciones educativas, universidades, organizaciones locales, ayudas externas; pero, principalmente, de los individuos que las conforman.
La participación, además, ha tendido a considerarse como una forma más o menos mecanicista de gestión de pro- gramas y equipamientos, y no como un elemento estructural central del progra- ma o del equipamiento en sí mismo. Replantear cuál debe ser el lugar de la participación ciudadana en las políticas públicas para la cultura es un reto im- portante que debe abordarse teniendo en cuenta la múltiple gama de posibi- lidades y opciones que la participación supone. En este mismo orden de cosas:
...merece la pena reflexionar so- bre la importancia de promover la existencia de una ciudadanía cultural organizada, una voz exce- sivamente ausente de los debates,
grandes o pequeños, sobre la cul- tura y sus políticas que se dan en nuestro entorno. A menudo la tan manida noción de “sociedad civil” hace referencia exclusiva- mente a las corporaciones profe- sionales y a los gremios artísticos que se arraciman en torno a la cultura. Casi nunca a la ciuda- danía organizada en tanto que es consumidora cultural o practican- te voluntaria de actividades artís- ticas (Miralles, 2006, p.9).
De tal manera que:
las políticas y medidas relativas a la cultura, ya sean éstas locales, nacionales, regionales o interna- cionales, que están centradas en la cultura como tal, o cuya fina- lidad es ejercer un efecto directo en las expresiones culturales de las personas, grupos o sociedades, en particular la creación, produc- ción, difusión y distribución de las actividades y los bienes y ser- vicios culturales y el acceso a ellos (Unesco, 2005, p. 5).
En consecuencia, es necesario agregar que la finalidad principal de las políti- cas culturales es fijar los objetivos, crear las estructuras y obtener los recursos adecuados para crear un medio huma- no favorable. En este sentido, existe una gran necesidad de trabajar en la
creación de alianzas estratégicas enfo- cadas en la capacitación y el desarrollo de recursos humanos con una inclusión activa, capaces de ayudar a solventar las carencias de nuestras sociedades, asu- miendo el reto con eficiencia y entrega.
Entonces, para poder lograr el objetivo común de las comunidades, creemos es necesario apoyarse en la conciencia, la integración de la persona, la apro- piación, la expresión, la comunicación individual y colectiva, el desarrollo de habilidades y destrezas, entre otros as- pectos intrínsecamente vinculados: estética, creatividad, producción, di- fusión, generación de conocimiento y de espacios, atención comunitaria, investigación, memoria colectiva, iden- tidad cultural, rescate del patrimonio, apoyo educativo, estímulo, sensibilidad artística, desarrollo social, organización comunal, identificación de necesidades y problemas; entre otras razones que fundamentan y sustentan las diferen- tes prácticas sociales, culturales y edu- cativas vigentes y los discursos teóricos multidisciplinarios desarrollados alre- dedor de estas, en sus distintas formas de expresión.
Referencias bibliográficas
Guevar, T. (18 de enero, 2004). Dos dé- cadas de movimiento. Periódico: La Prensa Gráfica. El Salvador.
Miralles, E (2006). Más allá de la gestión cultural: algunas estrategias para una(s) nueva(s) política(s) pública(s) para la cultura. Recuperado de httpp://www.redinterlocal.org/ spip.php?article634
Unesco. (2005). Convención sobre la pro- tección y la promoción de la diver- sidad de las expresiones culturales. París. Recuperado de httpp:// unesdoc.unesco.or g/ima - ges/0014/001429/142919s.pdf .