Temas de nuestra américa
e-ISSN: 2215-3896.
(Edición Extraordinaria, 2022). Vol 38
DOI: https://doi.org/10.15359/tdna.38-e5
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VOCES SOBRE SU LEGADO
Crónicas del exilio: Mario Oliva Medina in memoriam1
Rogelio Cedeño Castro
Sociólogo y escritor
Costa Rica
“Se de ignorantes que jamás pasaron
una vigilia en pos de una verdad,
y más allá de sus carnales muros
un solo paso no dieron jamás.”
OMAR KHAYYÁM, poeta persa del siglo XIII.
La dialéctica implacable o ineludible entre esos dos puntos extremos que los seres humanos llamamos vida y /o muerte nos confronta, de manera inevitable, con lo efímero y pasajero de nuestra condición humana, pero también con el sentido mismo de la existencia de nosotros los humanos, en el caso de que de verdad lo tenga, como unas afirmaciones en voz alta que vienen a ser el sustrato de una serie de reflexiones y sentimientos que acuden en tropel a nosotros, o que más bien fluyen desde el interior de nuestra conciencia cuando el deceso de un amigo muy querido sacude nuestra aparente tranquilidad exterior.
El fallecimiento de nuestro querido amigo, el historiador además de ensayista, editor y gestor cultural de gran trayectoria, Mario Oliva Medina (1956-2021), ocurrido en horas de la noche del pasado viernes 30 de abril de este año de 2021 que transcurre, puso en tensión en nosotros todos esos componentes de esa tensión dialéctica entre vida y muerte. Nuestros sentimientos más hondos terminaron por golpearnos hasta hacer aflorar alguna lágrima, como en el momento en que hablamos con su esposa, quien nos comunicó lo sucedido, aunque casi de inmediato logramos contrastarlos al recordar que su vida no transcurrió en vano puesto que nos dejó un inmenso aporte en el campo de la cultura, de la producción de conocimiento histórico sobre el pensamiento latinoamericano, y acerca del sentido que asume eso que podríamos calificar como “la latinoamericanidad”, como algo que podría dar lugar a interminables y enriquecedoras discusiones.
En medio de todo esto, constatamos, una vez más, el hecho de que nos encontramos sumidos en una tensión dialéctica existencial que a veces asume rasgos complementarios, yuxtapuestos, contrapuestos o enfrentados entre sí, como decía el sociólogo ruso-francés Georges Gurvitch (1894-1965) al formular su teoría del hiperempirismo dialéctico. Conforme transcurre el tiempo, hemos podido ver como muchos de aquellos que conocimos en nuestra temprana juventud ya renunciaron a sus sueños, anhelos y esperanzas de construir un universo mejor, uno donde la vida sea digna de ser vivida, donde el mero vegetar no se convierta en el sentido de la vida, dentro de lo que vendría a ser un verdadero sinsentido, en fin parece que devinieron en una serie de gentes que ahora “descansan en paz” y esperan su deceso formal, como un mero trámite que pondrá fin a su renuncia a todo lo que alguna vez le dio sentido a su existencia, parece que se marcharán en silencio, aunque lo hicieron hace ya mucho tiempo en los más hondo de su ser.
Mario Oliva Medina, nacido en Puerto Montt, allá en el lejano sur de Chile, fue casi un chilota dada la proximidad de su puerto natal con la mítica gran isla de Chiloé, aquella tierra de las leyendas forjadas por los diversos pueblos que la habitaron desde tiempos inmemoriales, con sus caleuches o caleuche, su legendaria y temida pincoya y otras creaturas marinas de las que nos hablaba, de manera fascinante y alucinada a veces, el escritor y novelista chileno del siglo pasado, Francisco Coloane (1910-2002), un enamorado de esas tierras de ensueño y paisajes contrastantes, en medio de la loca geografía chilena (Benjamín Subercaseaux, dixit) con su interminable costa, quebrada y contrastante, un largo pasadizo entre un mar no tan tranquilo que la baña y la inmensa cordillera de los Andes.
Cercano a esa tierra de huilliches, alacalufes, criollos de ascendencia ibérica y descendientes de alemanes que dio lugar a esa síntesis increíble que es la cultura chilota, nuestro amigo Mario Oliva Medina vio transcurrir las dos primeras décadas de su fructífera existencia hasta que las tempestades políticas lo lanzaron por los sinuosos caminos del exilio, convirtiéndolo en un hombre de muchas tierras y con amores compartidos, como el inevitable exiliado en que se convirtió durante el resto de su vida.
A partir de 1976, la pequeña Costa Rica (Recuerdo como se fascinó Mario, al evocar y recoger aquella expresión amorosa del apóstol cubano José Martí, en una de sus visitas a Costa Rica, cuando la calificó de “pequeña como una esmeralda”), en la parte sur del istmo centroamericano no sólo fue su casa, sino el hábitat donde atesoró nuevos amores y al que le dejó grandes aportes como ese país que lo hizo suyo, y del que también se apropió, en una complementariedad dialéctica que lo convirtió en un latinoamericano errante, pero afincado con hondas raíces en esta tierra del istmo donde hizo una familia, donde amó a una mujer y dejó unos hijos que proyectarán su memoria hacia el tiempo de la larga duración histórica.
Su extensa obra como historiador dejó una huella muy profunda, a partir de su investigación en el campo de la historia social, la que dio como fruto inicial su libro Artesanos y obreros costarricenses (1880-1914), premiada por la Editorial Costa Rica en 1985 y publicada ese mismo año, una obra que se ha convertido en un clásico y en un referente obligado para quien quiera adentrarse en el estudio de estos temas. Dicho libro fue reeditado por la EUNED en años más recientes, dado que la edición original se había agotado hace ya muchos años.
Más recientemente había publicado El Primero de Mayo en Costa Rica 1913-1986 con el auspicio del Sindicato de Trabajadores de la Universidad Nacional (SITUN), en el mes de abril de 2013. Por cierto que, ironías del destino, nuestro amigo falleció un primero de mayo, una fecha revestida de una gran carga simbólica.
Sus estudios sobre la presencia de José Martí en Costa Rica y su impacto en el medio cultural costarricense dieron lugar a un importante volumen publicado por la EUNA y a numerosas publicaciones.
Su enorme producción editorial, todavía inconclusa, como compilador y editor de algunas obras colectivas sobre temas sociales y culturales se extendió casi hasta los últimos días de su vida tan valiosa. Cabe destacar la publicación, junto con otros historiadores, de cinco tomos sobre la vida y obra del escritor y humanista costarricense Vicente Sáenz Rojas (1896-1963) auspiciada por la UCR, la UNA y el TEC, otra obra sobre El pensamiento antimperialista de Octavio Jiménez, su recuperación de artículos sobre los aportes del Repertorio Americano de Joaquín García Monge, entre ellos las publicaciones de Gabriela Mistral, también un libro en tres tomos sobre la poesía y literatura en los medios obreros y populares de la Costa Rica de la primera mitad del siglo XX, publicado bajo el título de Cien años de poesía popular en Costa Rica, en conjunto con el también historiador costarricense Rodrigo Quesada Monge y más recientemente la recuperación de la obra del pintor chileno Julio Escámez, quien vivió un largo exilio en Costa Rica, con la publicación de un gran libro con la obra pictórica de Escámez, presentado por Mario Oliva Medina, bajo el auspicio de la rectoría de la Universidad Nacional de Costa Rica, pocos años atrás.
Estábamos trabajando en un nuevo volumen temático sobre el exilio chileno en Costa Rica, para el que le había entregado ya un texto de setenta páginas, bajo el título Recuento de una larga relación con Chile, sus gentes y su historia. Con su habitual disciplina de trabajo le puso fecha a la entrega del texto, cosa que ocurrió apenas hace dos meses. Espero que podamos concluir esa tarea con el concurso de otros amigos.
Habíamos quedado de que lo visitara en su casa, en las montañas al norte de la ciudad de Heredia, hace un par de semanas, para escoger unos libros que quería regalarme, siento como que le fallé o ¿acaso él presentía el fin inminente y no lo capté? Hasta siempre mi querido amigo, te quedas con nosotros compartiendo, discutiendo y reflexionando a la distancia sobre ese inmenso océano de la cultura y ese amor por nuestra región y nuestros pueblos, al que consagraste tantas energías con una entrega y una dosis de pasión infinita, casi en el estilo de André Breton, aunque no necesariamente desde una postura surrealista. Ese es el saldo de una vida fructífera, una vida digna de ser vivida. Gracias por todo Mario Oliva Medina, mi amigo convertido ahora en una especie de chilote universal…
1 Publicado originalmente en: https://surcosdigital.com/cronicas-del-exilio-mario-oliva-medina-in-memoriam/
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