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Temas de nuestra américa

e-ISSN: 2215-3896.
Número Extraordinario, 2022
DOI: https://doi.org/10.15359/tdna.38-e15
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Revistas y circulación de las ideas


Revista Repertorio Americano: algunos alcances sobre su trayectoria, 1919-19581

Mario Oliva Medina

Universidad Nacional

Costa Rica

Los avatares de la edición

Los inicios intelectuales de la revista Repertorio Americano están relacionados con el otro Repertorio que un siglo antes fundara en Londres el ilustre Andrés Bello. El 1 de septiembre de 1919, aparece el primer número de Repertorio Americano, cuya vida se prolonga por 39 años hasta mayo de 1958, alcanzando el número 1181, convirtiéndose en la revista más longeva en nuestra geografía e historia cultural continental. Fue dirigida por un solo hombre, Joaquín García Monge, quien había acumulado una larga experiencia como editor, primero, en periódicos como La Siembra y Verdad, empresas compartidas con otros intelectuales costarricenses como Roberto Brenes Mesén y Billo Zeledón.

En la primera década del siglo veinte concibe la edición de las series Ariel, y de Convivio las cuales circularon profusamente en el país y el exterior. Esta experiencia le permitió establecer las bases en cuanto a la edición y distribución de los impresos en un ámbito más allá de la pequeña geografía física e intelectual del país, no conformándose con esas ediciones que tenían en promedio 1000 ejemplares y cuya periodicidad y volumen eran bastante irregulares. Aparece entonces su decisión de homologar y actualizar el modelo de revista de Andrés Bello, actualizando sus contenidos.

El antecedente directo de la aparición de la revista Repertorio Americano está ligado a un viaje obligado que debe realizar García Monge como producto de las acciones represivas tomadas por la dictadura de los Tinocos. Ya en Nueva York, toma fuerza la idea editorial e intenta interesar a ciertos amigos e intelectuales en la fundación de su futura revista.

Al observar algunas cifras de la magnitud de Repertorio como por ejemplo, los años que duró (39), el número de páginas (18 en tamaño tabloide), con una periodicidad de 12 días (promedio), las preguntas se agolpan: ¿Cómo realizo esta obra García Monge?

¿Tuvo dificultades o por el contrario fue una tarea sin obstáculos? ¿Cuáles fueron las fuentes de financiamiento?, entre otras

Algunos de los principales problemas para estudiar los aspectos arriba mencionados, son: la falta de registros contables de la revista, número de suscriptores, movimientos de canjes y otros que nos pudieran dar pistas. Todo indica que García Monge no dejó documentación de apoyo, al menos desconocemos su existencia. Sin embargo, a partir de ciertos fragmentos documentales pueden inferirse algunas respuestas a este tipo de problemas de investigación. No fue sino con los años que el propio García Monge y varios de sus amigos comenzaron a proporcionar detalles del modo en que esta revista sobrevivió a la crisis de 1929 y a los tiempos difíciles que significan dos posguerras mundiales.

La elaboración de la revista parece haber sido bastante artesanal y bajo la total supervisión de su editor: la elección del material hasta el envío de la revista, pasando por los procesos intermedios que implica una publicación como esta; el manejo de los circuitos de circulación de una publicación que pretendía tener una cobertura continental y llegar al Viejo Continente. En 1946, Juan Montovani describía el espacio en el cual laboraba y preparaba García Monge su Repertorio Americano “no ocupa más que un sencillo cuarto de trabajo que da a la calle en San José de Costa Rica: en el se ve una mesa cargada de papeles, un sillón desvencijado, fotografías, rostros que tienen un nombre conocido, autógrafos, libros, revistas, diarios...”(116)

Parecida percepción de ese espacio de trabajo es descrita con belleza fotográfica por Aquiles Certad, en 1946:

Cerros, o mejor montañas de libros, revistas, folletos y periódicos llegados desde todos los rincones de América, llenan la pequeña habitación desde la cual el ilustre hijo de Costa Rica ha visto nacer, crecer y desarrollarse a su dilecto hijo espiritual, el Repertorio Americano... Una foto dedicada por Waldo Frank a “ mi ilustre amigo, el querido profesor García Monge , un cuadro de madera al relieve de Cortazar, representando una conocida escena del Quijote, fotos de Rodó, de Darío, de Bello, de Montalvo, de Acosta, decoran las paredes de la sencilla habitación en donde hemos encontrado refugio espiritual tantos americanos ansiosos de vivir horas especiales, lejos de la vulgaridad diaria de la vida. Allí vive don Joaquín, apartado de toda actividad política, humilde como un hijo del pueblo y heroico como un romano, ya que para editar su revista ha tenido que librar verdaderas batallas con dueños de imprenta y lo peor, contra la hostilidad de algunos ignorantes y egoístas que lo han querido silenciar el tambor sobre el cual don Joaquín da en América Latina el toque de alerta por la unión espiritual de sus hijos (156,157)

Por su parte, William Berrien reparaba en el proceso de trabajo de la revista: “García Monge acompañaba personalmente cada paso en la preparación de un tiraje de Repertorio, desde el primer arreglo y ordenamiento de materiales, hasta la distribución final del producto terminado para enviarlos a los rincones más lejanos del Hemisferio” (165)

Nunca sabremos con exactitud los costos de la edición de Repertorio Americano o cuál fue su tiraje en diversos momentos de su historia; nuestro acercamiento a estos problemas está documentado con información que el propio editor diera en distintas ocasiones y en los materiales dispersos que se hallan en los 50 volúmenes de la revista. A la muerte del impresor catalán don Avelino Alsina, el editor recordó:

Con él editamos los Cuadernos de la Colección Ariel, de las Ediciones Sarmiento, de la Obra, del Convivio, del Repertorio..., tantas cosas como hemos sacado en 25 años largos y continuos de andanzas editoriales. Como 150.000 colones invertidos en impresos, que de nuestras manos limpias han pasado a la Imprenta Alsina. Cuando flaquearon algunas horas, el maestro Alsina nos tendió la mano firme de su crédito y de sus simpatías y pudimos seguir adelante (García, A:101)

No fue sino hasta la cuarta década del siglo XX cuando el propio García Monge nos proporciona los detalles financieros de la impresión de Repertorio. El crédito fue un aspecto con el cual fue beneficiada la obra editora de García Monge durante toda su vida. Años antes en 1912, a propósito de la Colección Ariel, decía, “desde el primer año hasta el momento en que escribo estas líneas, hay siembre un saldo, como quien dice, de dos o tres números” (García, B: 41)

Los costos de la edición de Repertorio se reducían estrictamente a los de imprenta, ya que los materiales para el montaje de sus contenidos se conseguían mayoritariamente de revistas, periódicos y libros que se le enviaban a García desde los lugares más remotos de nuestra América y de España.

En 1929 ejecutó algo contra toda lógica por la limitada economía de la revista: realizó un pago a una de sus colaboradoras y amiga, se trata nada menos que de la escritora chilena Gabriela Mistral, García Monge escribió “al fin tengo el gusto de mandarle en giro bancario por $ 10 de sus preciosos 2 artículos, los que serán publicados después del convenio que hicimos. Viera el gusto que me da pensar que por vez primera el Repertorio paga” (García, C: 69)

En un inicio, los recortes de diarios y revistas eran mayoritarios; en 1919, tomaba las colaboraciones de publicaciones tales como: Nosotros, La Nación, La Nota e Ideas de Buenos Aires, El Mercurio Peruano, de Lima; Revista de la Facultad de Ciencias y Letras, El fígaro y El Universal, de La Habana; El Magazine de la Raza, La Reforma Social, de Nueva York; El Mercurio, de Valparaíso y de Santiago de Chile; Revista Universitaria y Cultura de Bogotá; Patria, de Asunción.

Con el transcurso del tiempo y el ascendente prestigio de la revista entre los intelectuales y escritores, la correlación de los materiales cambia de modo sustancial. Sin dejar de utilizar los recortes, creció la colaboración inédita de muchos que deseaban publicar sus trabajos, al punto que algunos de ellos tuvieron que esperar para ver publicadas sus notas, artículos, comentarios de libros o cualquier otro material que tuviese cabida en las hojas de dicha revista.

Repertorio Americano tuvo que soportar penurias económicas, durante toda su existencia: contaba con pocas suscripciones algunos le acompañaron por años; otros de manera rápida dejaban de pagar. En 1924, enviaba un aviso enérgico y terminante a sus clientes en el que suspendía el envió de Repertorio “a todos los suscriptores de provincias que hasta la fecha se han mostrado sordos a los ruegos de que cancelen los saldos pendientes” (D: 244). Consideraba penoso cobrar por lo que se ama y, lo más grave, tener que reducir el tiraje al número exacto de suscriptores vivos y efectivos.

El editor debía enfrentarse a situaciones muy variadas y ligadas a su propia rutina:

Con motivo de la huelga de tipógrafos y como los gastos de imprenta del Repertorio han aumentado en un 20%, esto nos obliga a vender en lo sucesivo el ejemplar a 50 ctmos. y la serie de 5 ejemplares para los agentes, a 2.00 colones. Rogamos a nuestros lectores y favorecidos que no nos nieguen su apoyo en estos días difíciles mientras lleguen mejores y podamos corresponder con más holgura a sus sacrificios de ahora (García, D: 215)

Al cumplir 37 años de editor García Monge hace una confesión conmovedora de esa faena editorial:

que dicha labor se la debía a la buena voluntad de los editores catalanes en Costa Rica, los 32 primeros tomos de Repertorio, varios libros, todo esto pudo hacerse porque conté con el crédito que me dio don Avelino Alsina y Lloveras, el propietario de la famosa Imprenta Alsina. Sin el apoyo de alguien, sin el crédito, el Repertorio Americano no habría podido publicarse; del Nº 1 a éste, el 954, todos han salido al fiado. (del tomo 24 al 32, al crédito se sacaron, también, gracias a la buena voluntad del propietario de La Tribuna, el Gral. Pinaud, que me ha tratado muy bien). Estos tomos estuvieron entonces al cuido de otro catalán, tipógrafo muy hábil, don José Faja. Este tipógrafo se encargó del tomo 33 al 39. En la imprenta de otro catalán, don José Borrasé, donde se han editado también al crédito y con todas las consideraciones. La impresión de algunos números sueltos también se la debo (se la debí, porque al crédito se hicieron) a otro catalán amigo e impresor con imprenta propia: Don Ricardo Falcó Mayor (A: 137-139)

Resultan esclarecedores estos recuerdos de García Monge; la totalidad de la revista fue editada incluyendo los diecisiete años restante desde 1943 a 1958, por impresores catalanes. En la década del veinte lo hizo Avelino Alsina y en las décadas siguientes la de los treinta, cuarenta y cincuenta estuvo a cargo de José Borrase. Nos parece que las repetidas expresiones “buena voluntad” “crédito” “de fiado” “y con todas las consideraciones”, denotan una particularidad, una singularidad de la edición del Repertorio, la única manera de dar a luz, y mantener su continuidad en un período tan extenso, era con un apoyo incondicional de aquellos impresores que probablemente perdieron dineros con dicha edición, no sabemos cuánto y si efectivamente García Monge logró cancelar todas sus deudas al respecto. El involucramiento de los impresores catalanes con la edición de Repertorio Americano es bastante obvia y trascendental en sus salidas sin retraso por cuatro décadas.

Un año más tarde (1944) en su famoso discurso que no pronunció, “Unidos por la Cultura”, escrito con ocasión del otorgamiento del Premio María Mors Cabot y que permaneció inédito hasta 1966 (cuando el periódico La Nación lo público con fecha 31 de diciembre), volvió sobre las finanzas del Repertorio. Esta vez remarcaba aspectos tales como: el Semanario había absorbido muchas de las mejores fuerzas de su vida. Había invertido en ese esfuerzo (como hacía el argentino José Ingenieros en su Revista de Filosofía) parte de su salario como bibliotecario o como profesor, hasta 1936. Desde entonces, hasta 1944, la vida del semanario dependía de las suscripciones. Luego, producto de la extraordinaria acogida que dicha revista gozó entre algunas personalidades académicas que trabajaban en los Estados Unidos, consiguió que grandes Bibliotecas universitarias y públicas norteamericanas (la del Congreso, la de Nueva York, por ejemplo) compraran las colecciones completas del Repertorio.

A la par de estas grandes compras de colecciones completas, que debió ser un alivio en las finanzas cotidianas del editor, mantuvo por muchos años el servicio de números sueltos los que se vendían a precios cómodos y se enviaban a cualquier parte del mundo.

Estas declaraciones, si bien es cierto no hablan de bonanza o de que la edición de Repertorio le reportara algunas entradas adicionales a la economía personal del editor, tampoco parece dejar entrever una crisis. Sin embargo, es muy probable que utilizara sumas considerables de su salario, como el mismo lo expresara más de una vez.

Por nuestra parte nos planteamos una lectura distinta de lo que podríamos considerar como los problemas financieros de la revista los que aparecen en variados momentos de su existencia, como queda en evidencia en algunos testimonios e impresiones de sus allegados y personalidades que le conocen. Juan Labarthe visita a García Monge en 1946, y no deja dudas sobre la situación de crisis económica de la revista y su editor:

Allí él edita, redacta, envuelve y es cartero y envía el Repertorio por la América y a Europa y a los Estados Unidos. ¡Ay América! ¿y con qué dinero? . Con el dinero de la fe y el milagro de los buenos. Depende de sus suscriptores y regala las tiradas de más de dos mil ejemplares...Él ha vendido joyas, él ha empeñado valores y ha dejado de comprar zapatos y otras necesidades para enviar el mensaje americano” (162)

Esta nos parece una visión más cercana al complejo dilema financiero en que se encontraba la revista al iniciar la década del cuarenta, situación que se prolonga hasta el final de los años cincuenta, cuando la revista deja de publicarse.

Los avatares de la edición acompañaron a la revista desde su propio inicio. Para publicar sus primeros números en el año de 1919, recurrió a un préstamo de 700 dólares que le concedió Roberto Brenes Mesén. Trece años después, en tono de decepción por la falta de apoyo García Monge decía: “A la fecha debo como 100 dólares y eso que todo lo he hecho yo, salvo llevar los paquetes al correo”. Denunciaba el inconsistente apoyo de Costa Rica y lo único que tenía era el auxilio de algunas agencias en México, París, San Salvador, Panamá y Santiago de Chile y la de unos 60 o 70 suscriptores aislados con los que contaba en exterior. Sin esto la salida de la revista prácticamente era muy difícil (C: 83-84)

Estos eran parte de unos comentarios que le enviaba al poeta y editor hondureño Froylán Turcios ante un eventual traslado de este último a San José para publicar una revista y le aconseja a partir de su nada exitosa experiencia “Si trae una buena reserva, si logra conseguir avisos y público que pague la revista, el éxito es posible. El éxito inmediato, porque el otro, el de la gente ilustrada en la exterior cuesta muchísimo. Ya ve, en 13 años de trabajo, continúo con 72 suscripciones en exterior” (C: 84)

El déficit financiero de la revista fue visible ya en los años treinta. Un lector de Repertorio hace la siguiente petición para subsanar la pobreza de la revista que en todo caso no era otra cosa que limitaciones de su editor

Quiero insinuar desde este semanario la conveniencia de que las Casas Editoras y los autores de libros donen un número voluntario de ejemplares para ayudar con el producto de su venta al sostenimiento de Repertorio Americano; cuya vida y crecimiento debe interesar primordialmente a los escritores hispanoamericanos. Sin preciarse de adivino, aseguro que Repertorio Americano pese a sus diez años de vida cumplidos no cuenta con una economía suficiente para atender sus gastos (Guevara, 3)

Este tipo de medidas o gritos de auxilio parecen haber tenido un éxito relativamente positivo para la economía de la revista, ya que muchos autores, así como las casas editoras de América y España inclusive de París y otras vieron en la figura de García Monge y en las páginas de Repertorio Americano la mejor manera de divulgar sus colecciones, o las novedades bibliográficas. García Monge, a lo largo de los años, fue acumulando enormes cantidades de materiales que le enviaban de muy diversas partes del mundo autores conocidos y desconocidos. El registro de estos materiales se encuentra desperdigado en los cincuenta tomos de la revista. Fue tal la cantidad de libros, de folletos, de revistas que le llegaron, que le permiten convertirse en uno de los bibliógrafos más importantes del Continente, y al que recurren muchos escritores e intelectuales de América para solicitarle su ayuda en este campo.

A lo largo de la edición de Repertorio se puede rastrear una gran cantidad de citas bibliográficas que muestran la devoción por los libros profesada por García Monge. Dicha documentación en su conjunto supera varias decenas de páginas que aún permanecen y merecen un estudio particular, sobre todo si tenemos en cuenta que no solo se trataba de dar a conocer la última novedad bibliográfica sino que muchas de ellas eran acompañadas de sus comentarios y de algunos párrafos seleccionados por él para entusiasmar e incitar a la lectura.

Por ahora veamos, aunque sea brevemente, la importancia de los libros y revistas como parte de una estrategia permanente de divulgación y como recurso para la obtención de fondos para mantener la publicación de Repertorio.

Al inicio de los años veinte el editor comienza a introducir notas sueltas bajo el título “De los libros que nos llegan”. En esa misma década creó una columna denominada “Noticiero”, en la que incluía numerosas notas de libros, autores, revistas, cartas, que le son enviadas, y las respuestas a muy diversas inquietudes de sus lectores, amigos y escritores del mundo.

En 1924 aparece la sección “Un estante de obras escogidas”, con el siguiente anuncio “A precios módicos y al contado tiene el editor del Repertorio Americano encargo de vender…”, y de seguido aparece la lista de libros con su respectivo precio. Bajo esta modalidad se anunciaron por años cientos de libros, algunos difíciles de conseguir de otro modo. Podían anunciarse libros bajo otros títulos, pero la idea era la misma: poner a disposición del público lector de Repertorio “Libros y folletos de ocasión a precios módicos”.

Durante 1925 y por varios años incluyó “Índice”, que era básicamente un listado de libros recientes dedicados a un tema o un país. Ese mismo año también apareció el apartado “Bibliografía titular” que era un registro semanal de extractos y referencias de los libros y folletos que se reciben de los autores y de las Casas editoras. Esta columna cambio de nombre en 1935, a “Libros y Autores”, o “Noticia de Libros y Autores”. Muchos libros de estos eran obsequios de los autores o casas editoras para poner a la venta, parte de esos ingresos iban a parar a las escuálidas arcas del editor.

Muchas señales de revistas que se editaban por toda América y en otras partes del mundo aparecieron en Repertorio Americano, seguramente como forma de llegar al público especializado (como era el de Repertorio). Las señas incluían no solamente asuntos formales como su nombre, director, contenidos, sino una dirección y formas de pagos. Entre las más connotadas que aparecen, tenemos: La Revue de l`Amérique latine; Revista Chilena; Cuba Contemporánea; Bisemanario Patria Nueva, la famosa Revista de Filosofía de José Ingenieros, Babel, Ariel de Froylán Turcios y Arturo Martínez Galindo entre muchas otras. Sobre libros y revistas le llegaban a la redacción, muchas de esas notas no solo son acuso de recibo de los mismos, sino comentarios de una primera lectura hecha por García Monge

Pero volvamos a nuestra idea de la crisis financiera de Repertorio. En 1941 se asoma su debacle despertando la preocupación y acción extranjeras: el escritor Mario Santa Cruz pide ayuda entre los colombianos donde Repertorio Americano contaba con numerosos lectores, admiradores y amigos. La idea era conseguir suscripciones a $4, con derecho a 2 volúmenes de 24 entregas cada uno. La crónica signaba que el Presidente de la República manifestaba que personalmente tomaría cien suscripciones y los doctores Plinio Mendoza Neira y Luis Eduardo Nieto Caballero, amigos personales de García Monge, ofrecían tomar varias.

Este tipo de ayuda a Repertorio se hizo bastante habitual. Parecidas acciones tomaron los venezolanos. Diego Córdoba, encargado de negocios de Venezuela, a pedido del doctor Arturo Uslar Pietri, Secretario de la Presidencia de la República, le encarga tomar 20 suscripciones para las instituciones culturales y bibliotecas del país. Dicha determinación gozaba de visto bueno del Presidente Medina Angarita. Por correo se envía el cheque correspondiente a García Monge.

En 1947, en un esfuerzo desesperado, Aquiles Certad organiza y coordina una colecta continental con el objetivo de dotar con una imprenta a Repertorio; la misma tuvo cierta acogida y García Monge anotó pacientemente en las páginas de Repertorio las contribuciones que le llegaban de varias partes del Continente.

Las listas son muy extensas, sobrepasaban los 300 contribuyentes. Se aprecia una enorme diversidad de participantes. Junto a las contribuciones individuales, participan grupos de profesores, de escuelas y de colegios, todos se organizaron para entregar su aporte. Profesores de español en los Estados Unidos enviaron también su dinero, así como las niñas de la escuela Ricardo Jiménez de San José, que contribuyeron con 15 colones.

El escritor puertorriqueño Luis Villaronga remite diez ejemplares de su libro Los motivos Eternos, publicado en Buenos Aires, para que el producto de la venta fuese al fondo pro imprenta para Repertorio. Este escritor solicitaba a sus pares enviar remesas de libros; parece que esta iniciativa tuvo acogida en una docena de escritores: Fabián Dobles contribuyo con cincuenta ejemplares de la novela Una Burbuja en el Limbo a ç 2,5 el ejemplar y 1 dólar para el extranjero. Un poeta puertorriqueño contribuía en metálico y con seis ejemplares de El Imperialismo Yanqui y la Revolución en el Caribe; seis ejemplares cada uno de los poemarios En Tropel, Con sangre roja. El insigne Franz Tamayo, desde Bolivia, envía 18 dólares y 10 ejemplares de Epigramas Griegos, que se vendían a un dólar. Por su parte, el escritor costarricense Max Jiménez, el cual profesaba una gran amistad con el editor de Repertorio, obsequiaba sus libros, El Jaúl, Revenar y algún otro para que sus ventas pasaran a los fondos recaudados. Los salvadoreños de la cuidad de Santa Ana remitieron 205 dólares.

Los venezolanos fueron los más entusiastas en llevar adelante esta campaña continental por una imprenta para Repertorio Americano. Se organizó un comité pro-Repertorio Americano cuyo presidente fue don José Nucete-Sardi. En marzo de 1947 escribía a García Monge informándole de los fondos recogidos para la mencionada imprenta, acompañaba la carta un cheque del Banco de Venezuela de la ciudad de Caracas sobre el Warranty Trust Co., de New York, por mil seiscientos cuarenta y dos dólares con nueve centavos. El dinero era un homenaje a los méritos y a la labor realizada a favor de la cultura hispánica por Repertorio Americano, tribuna de “democracia y de civismo”.

El 31 de marzo García Monge da respuesta y acusa recibo del dinero, el cual invierte en la compra de una linotipia hasta completar el equipo de una modesta imprenta. Observemos el detalle de las contribuciones venezolanas:

Empresas periodísticas venezolanas contribuyentes, 1947

Nombre

Contribución

El Universal

Bs 50

La religión

Bs 50

La esfera

Bs 50

El Heraldo

Bs 50

El Nacional

Bs 50

El País

Bs 50

Elite

Bs 50

El Cedro

Últimas Noticias

Bs 50

Semanario Acción demócrata

Bs 25

Diagonal

Bs 40

Revista Nacional de Cultura

Bs 50

Semanario Aquí está

Bs 25

Fantoches

Bs 30

Revista Billiken

Bs 40

Agencias de Repertorio en Caracas

2 colecciones

Bs36

Ministerio de relaciones exteriores

Bs 100

Junta revolucionaria de gobierno

Bs 4000

Romulo Betancourt

Bs 100

Rómulo Gallegos

Bs 20

José Nucete-Sardi

Bs 10

Luís Alberto Nieto

Bs 10

Valmore Rodríguez

100

Pedro Emilio Coll

10

Fuente: Repertorio Americano. 1947

El cuadro anterior revela algunas particularidades de la contribución venezolana. En primer lugar, su carácter institucional con apoyos significativos de instancia estatales, ministerios y la propio Junta de Gobierno (presidida por quien fuese su amigo, Rómulo Betancourt). Las empresas periodísticas participan solidariamente; todo esto tiene un enorme significado que mide la indiscutible fama de Repertorio Americano en Venezuela y otro país del Continente.

El año en que se realiza esta campaña coincide con el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945. En general, la situación económica de los países latinoamericanos no era de bonanza; por otra parte, entre las contribuciones se hecha de menos a intelectuales así como campañas en otros países aparte de los mencionados arriba y que durante muchos años gozaron de espacio privilegiado en dicha revista, como fueron los casos de Argentina, de Chile, de Cuba entre otros.

En esta campaña se reconoce la solidaridad y la presencia de destacados intelectuales y políticos venezolanos que contribuyen a dicha iniciativa. Muy destacada era la presencia en las listas de Rómulo Betancourt, Valmore Rodríguez, Rómulo Gallegos, Mario Briceño Iragorry, Jacinto Fambona y otros, así como de lectores y lectoras de la revista, probablemente algunos suscriptores por años de Repertorio.

No sabemos el total de dineros recibidos, las cifras pudieron andar cerca de 2.500 a 3.000 dólares, dinero en todo caso insuficiente para fundar la imprenta de Repertorio Americano. Los destinos de los dineros es probable que se ocuparan en la edición del semanario.

En suma, los años cincuenta fueron años terribles para la edición de Repertorio a pesar de los esfuerzos de algunos intelectuales y amigos por mantener la ayuda. El 1 de marzo de 1952 García Monge escribe a su amigo, radicado en México, Alfredo Cardona Peña: “Mucho agradezco sus gestiones para ayudar económicamente a la revista. La única protección que acepto y en el alma agradezco, es la que un ministerio u otro, o una agencia de cultura (universidad, etc.) me tome 10, 20 ó 30 suscripciones anuales, a razón de 5 dólares al año” (Monge, E)

Hasta en los momentos más difíciles el editor de una de las revistas más importantes publicada en América Latina, mantuvo una actitud que le dignifica y enaltece su labor de editor continental.

Circulación: García Monge y las redes de escritores e intelectuales

Uno de los aspectos centrales en nuestra indagación es establecer los mecanismos usados por su editor para la circulación del impreso. Sin duda, García Monge intentó varios canales de distribución, ensaya varias novedades, todas ellas con la finalidad de acercar físicamente el texto al posible comprador y/o lector.

En un inicio la venta se realizó a partir de los contactos ya establecidos por el editor y por la experiencia acumulada en un sinnúmero de tentativas editoriales llevadas a cabo por lo menos durante 15 años.

Todo indica que una de las estrategia para mantener en pie la Revista Repertorio Americano y su vocación americanista está relacionada con una red de escritores e intelectuales los cuales ayudan a consagrar la Revista a través de su opinión, le envían cartas, artículos y todo tipo de adhesiones, lo que consolidará la iniciativa haciendo crecer la adhesión a ella. Desde muy temprano encontramos todo tipo de contribuciones de intelectuales tales como Miguel de Unamuno, Gabiela Mistral, Alfonso Reyes, Baldomero Sanín Cano, José Vasconcelos, José Enrique Varona, y tantos otros. Estas adhesiones jugaban un papel muy importante dado el hecho de que se trata de voces autorizadas que funcionaban como atractivo de la revista para alcanzar cada vez más lectores. De esta manera, García Monge logra tener en sus manos la dirección de un número considerable de escritores, lo que permitía acercarse a los mismos a todos lo que quisieran iniciar relaciones epistolares.

Al finalizar los años veinte, García Monge dedicó varios números de la revista a dar nombres y direcciones de los escritores del Continente por medio de una sección que llamó “señas de escritores”. García Monge situaba en un altísimo interés obtener y divulgar los datos del mayor número de escritores de América, que le valió varios adjetivos como aquel que le gustaba tanto, “Coordinador de América”, acuñado por el mexicano Alfonso Reyes. Este interés posiblemente estuvo en relación con su actividad como editor y con el carácter continental de la revista. De modo regular necesitaba de esta red de contactos en diversos países para conseguir artículos, conocer el desenvolvimiento cultural, literario y político; era frecuente encontrar polémicas y denuncias que le enviaban estos contactos que, a la postre, se convertían en colaboradores. La publicación de dichas señas podía actuar como circuitos comunicantes entre los diversos escritores, algunos de ellos con residencias volátiles. La lista incluía escritores de América y España. Veamos el siguiente cuadro:

Señas por países

País

Número de señas

España

20

Perú

21

Chile

6

C.A

10

Colombia

4

Francia

15

Argentina

19

Venezuela

2

República

Dominicana

4

Ecuador

5

Estados Unidos

11

México

15

Bélgica

2

Paraguay

1

Inglaterra

1

Uruguay

8

Cuba

5

Japón

1

Brasil

2

Puerto Rico

1

Italia

1

Fuente: Repertorio Americano 1926-1928

El número de direcciones proporcionadas por García Monge llega a las 144 y corresponden a 21 países en América, Estados Unidos y Europa, que corresponden a latinoamericanos residentes en aquellos países o ciudades (Madrid, París, preferentemente)

La otra fuente para conocer los suscriptores es una columna miliaria de Repertorio Americano donde se suscriben los nombres de los suscriptores y amigos que por años y el hasta el final de sus días, lo recibieron y lo estimaron: Eduardo Zamora Ulloa, Alberto Rees, Claudio Pacheco Tinoco.

En 1927 aparece bien articulada una red de agencias de Repertorio Americano que crecía paulatinamente sin desmayo. En esa ocasión el editor expresaba su deseo de establecer Agencias del Repertorio en el exterior a razón de 8 cts. oro americano el ejemplar, se compromete a remitir a cualquier país del mundo los que se le pidan. Solicitaba a sus numerosos amigos en el extranjero que le recomendaran personas o agencias idóneas por su actividad y honradez. Para esa fecha, la revista circulaba en varias ciudades de América.

Agencias establecidas en 1927

Lugar

Responsable

Managua, Nicaragua

César Peñalba

Panamá

Juan B. Tribualt

San Pedro Sula, Honduras

Salomón Ibarra

Sta Tecla, El Salvador

Salvador Cañas

Guatemala

Manuel Soto

Valparaíso

Macario Ortiz Ruiz

México

J. López Méndez

Lima, Perú

Librería Minerva

Fuente: Elaboración propia a partir de Repertorio Americano

En 1932 se agregaban otras agencias y ciudades a esta labor, tales como: Arequipa en Perú, Nueva Cork en Estados Unidos, París en Francia, Manizales en Colombia, Barcelona en España. Toluca en México. Varias ciudades consiguieron tener más de una agencia distribuidora: Santiago, Panamá, México entre otras. Algunas de estas agencias lograron funcionar bien. En 1936, en El Salvador, se colocaban 60 suscripciones y en Panamá hubo épocas de colocar 100 o más (García, D: 9) En 1938 podía conseguirse la Revista en la Librería Nascimento y Librería y Editorial Ercilla, en Santiago de Chile; en San Juan de Puerto Rico; A. Vicente y Compañía, en Boston, con F.W Faxon Co. y, en Londres, en la década de los cuarenta.

Desde el punto de vista estrictamente de estas agencias, la circulación de la revista podría considerarse buena, tomando en cuenta que la publicación tiene pocas facilidades de comunicación y que García Monge no contaba con personal asistente para esa u otras labores. Es de imaginar que la dedicación de este editor era absoluta: probablemente le significaba muchas horas de trabajo diario: sólo recordemos que la periodicidad de la revista era muy regular (semanal, quincenal) y, en los peores momentos, sobre todo en los años cuarentas y cincuentas, mensual.

La distribución interna en Costa Rica se resolvió de diversas formas, llegándose a zonas alejadas de la capital. Muchas veces se ha querido confundir diciendo que la revista era más conocida en el exterior y nadie la leía en Costa Rica. En carta a Alberto Garnier fechada 16 de septiembre del año de 1933, el editor aclaraba en tono brioso:

Tengo en esta ciudad dos repartidores y personalmente, por correo, distribuyo otra parte; de modo que en San José circulan algo más de 300 ejemplares y es posible que los lean unas mil personas, en los campos circulas 300 más. El resto de la edición, que a veces llega a 1300, sale para el exterior. Es posible asegurar que en Costa Rica todas las semanas leen el Repertorio unas mil quinientas personas (García, C: 95)

Los datos proporcionados por García Monge, despejan cualquier leyenda sobre la circulación de Repertorio en el territorio costarricense. Un aspecto central de la historia de la revista es establecer los mecanismos usados por el editor para la circulación del impreso. Sin duda, García Monge intentó varios canales de distribución, todos ellos con la finalidad de acercar físicamente el impreso al posible comprador.

Censura

La vigilancia y el control de las revistas son primordiales y constituye un hecho de primera magnitud, cuyo conocimiento resulta esencial para el entendimiento de nuestro pasado cultural. El tema de la censura de la revista Repertorio Americano entre nosotros (en el medio costarricense) ni siquiera se ha insinuado. Los impresos, sean estos libros, folletos o revistas, como en el caso que nos ocupa, reviste una significación especial para la divulgación de las ideas y la movilización social, inclusive. Muchos gobiernos de América, sobre toda en la región centroamericana, vieron en esta revista un trasmisor de ideas peligrosas y desestabilizadoras.

En 1946 Antonio Zelaya, hace cuentas de uno de los contenidos ideológicos más extendidos en las páginas de la revista por su editor, así como las consecuencias de tales contenidos:

porque su rebeldía se ha conformado en la pequeñez de su cuarto de trabajo, en el clima de la libertad: y en donde ha habido presión, en donde el espíritu de predominio, de violencia y la rapacidad del mandarín se ha entronizado, el Repertorio Americano no puede circular, se le han cerrado fronteras, se ha establecido la persecución en su contra (Zelaya:1)

Que podía leerse en Guatemala antes de 1944, recordaba Luis Cardoza y Aragón:

sólo el delicado tacto de García Monge, a través de Repertorio Americano, lograba pasar alguna vez la frontera, dar su claridad ecuánime. Y en Centroamérica, lo más azotado en el Nuevo Mundo, por el atraso, la miseria, por la explotación imperialista, casi siempre totalmente inmersa en la sombra, Repertorio Americano ha llevado a término una obra ingente (Cardoza y Aragón: 53)

Es altamente probable, si nos atenemos a los juicios vertidos por los escritores de América en diversos momentos, la persecución sufrida por la revista por parte de las dictaduras. Observemos al cubano Felix Lizaso, en sus páginas se leyeron trabajos en que se demanda contra absurdas dictaduras, y el Repertorio Americano figuró en algunas épocas entre las publicaciones proscritas `por la censura de la tiranía. Y eso que nosotros recordamos y sabemos ocurrió también en muchos otros países de nuestra América, y acaso ocurra en alguno todavía (146)

Su lucha contra las dictaduras conmovió la sensibilidad de Pedro Andino quien, en 1944, escribió desde Alajuela estos siete versos finales de un poema llamado Semblanza de un hombre.

En lucha contra tanto presidencial tirano

Con la lanza incansable, su rocinante presto.

Isla sobre el océano de fría indiferencia:

Puerto de salvación.

Ciudadano de nuestra América irredenta,

la que soporta el látigo de turbios generales

casi desde el arribo de Cristóbal Colón

(Andino: 185)

Su combate alcanzó todas las dictaduras: alzó su voz contra Mussolini, Hitler, y Franco; en América no hubo ningún dictador que no conociera sus acusaciones, Ubico en Guatemala, Martínez Osmin Aguilar, en El Salvador; Somoza, en Nicaragua; Carías, en Honduras; Trujillo, en Santo Domingo; Gómez, en Venezuela; Vargas, en Brasil; Moniñingo, en Paraguay; Leguía, en Perú; Ibáñez, en Chile.

El mecanismo de censura más utilizado por los gobiernos contra Repertorio Americano, fue cerrar sus fronteras para obstaculizar la libre circulación del impreso. Sin embargo, hemos de suponer que de igual modo la revista podía llegar a esas zonas por medios mucho más sutiles, clandestinos, escondida en algún equipaje de un viajero circunstancial, o cualquier otra forma utilizada para llegar hasta los lectores.

El acto más directo sufrido por el impreso, se produjo justamente por la publicación de un escrito relacionado con las dictaduras. En febrero de 1937, apareció en las páginas de Repertorio Americano el artículo, “España, la Abisinia Blanca” de Francisco Marín Cañas, donde se manifiesta en contra de la intervención de Italia en el conflicto español. Este hecho llevó al representante de Benito Mussolinni en Costa Rica, a presentar una demanda ante los tribunales contra Marín Cañas y García Monge por haber acogido y publicado sin censura el articulo del primero. El hecho conmovió la conciencia americana y muchos escritores y organizaciones manifestaron su apoyo y solidaridad con García Monge. Las primeras manifestaciones fueron de los escritores y personalidades políticas costarricenses las cuales firmaron un pronunciamiento al respecto. Luego llegarían a la redacción de la revista comunicados mexicanos, colombianos, chilenos, panameños, cubanos.

García Monge aprovechó el incidente para ratificar sus ideales y con cierta ironía expresó “ahora basta una quejita de un diplomático de los acreditados por acá para que la ley le caiga al periodista, al escritor que adversa este o aquel régimen político” (D, 195)

García Monge se tomó el incidente con cierta despreocupación ya que al ser llamado a casación no asistió a la audiencia y continuó su ejercicio de divulgación de los traumáticos acontecimientos desarrollados en España convirtiéndose en un semanario de amplia afinidad de las tesis de la República española.

Lectores y lecturas

La primera precaución que debemos tomar en consideración para hablar de la recepción de la revista Repertorio Americano, es ofrecer un acercamiento de dicho texto como punto de referencia de donde se pueden establecer las variaciones (Burke: 1998). La revista fija su contenido a partir de una amplia percepción de la cultura de América y España y, a partir de allí, se establecen múltiples variaciones.

Entonces, de sus contenidos pueden irse determinando los públicos y las distintas lecturas de la misma. Quizás quien resuma mejor el contenido de la Revista entre tantos testimonios expresados a lo largo de los años por diversas generaciones de lectores, es el que nos proporciona Humberto Tejera:

rememoraciones cronológicas de mártires, héroes y libertadores. Aspectos ocultos hasta ayer, cartas, documentos robados al olvido, nexos entre los batalladores de la independencia y del progreso democrático en nuestros pueblos. Repertorio Americano, desde su iniciación, se hizo un deber el culto a los varones de estirpe, emancipadores de pueblos, libertadores de esclavos, unificadores de fronteras.

Las artes populares con su encanto singular, con su sabor indígena único, han recibido todo el aprecio justo en el semanario de García Monge, que por solo respeto es obra de documentación imprescindible para quienes pretenden penetrar en el alma indio-ibérica a través de sus más complicadas y espontáneas manifestaciones.

Filología, humanismo, música, grabado, escuelas excéntricas, cine, radio, en verdad, nada le ha sido extraño a esta revista, pero no al modo grosero del reclamo comercial, sino facilitando la asimilación conveniente a nuestras jóvenes generaciones mediante la acción de un criterio elevado y una ideología generosa y moderna. Labor de reforzar continuamente el haber científico, el acervo medular de las comunidades, agregando a este trabajo de suyo rudo y exigente, la delectación con recortes y viñetas del oro de los clásicos, de nuestros clásicos americanos, entre los destellos del más valioso pensamiento mundial.

Y al lado, y en seguida, la información de novedades exóticas, el atropamiento de lo mejor venga de donde viniere, la traducción, crítica y anuncio de todo lo grande que se produce en el mundo que equilibran y complementan aquellas visiones provechosas de la tradición propia (86-87)

Las líneas anteriores pertenecen a 1945, casi al cumplir 25 años de edición de Repertorio; puede que falten algunos temas, sin embargo, es lo suficientemente vasta como para permitirnos una idea profunda de los contenidos a lo largo de un periodo tan amplio.

Es necesario establecer una relación entre contenido y estrategia de lo que era la revista para su editor, y lo que es más sustancial, cuál es la función de las revistas. Escuchemos al propio García Monge: “las revistas sirven para que en ellas se exprese la generación pensante e ilustrada de un país o de un continente, lo que piensa y siente acerca de las múltiples incitaciones de la vida. Pera ello ha de haber libertad, tolerancia y la inevitable acción de los pareceres que en las revistas se dan cita” (C: 58)

Los lectores estaban conformados principalmente por sectores ilustrados o, en su efecto, por personas con cierto nivel de instrucción, entre los que se encontraban escritores ligados a la producción de la revista, o sea, colaboradores directos, intelectuales que por obvia necesidad requerían de información y actualización de temas diversos tratados en dichos impresos, entre los que podían encontrarse nombres de ambos lados del océano. Luego, un amplio grupo de educadores y educandos en letras, sobre todo de universidades latinoamericanas y estadounidenses.

Grafiquemos lo dicho con unos lectores de Repertorio Americano, particulares y significativos, a través de los cuales se pueden detectar ciertas constantes del cómo se percibió a la revista, los mismos que, por diversas vías, asociaban la revista con la figura del editor.

En ocasión de cumplirse los 25 años de la edición de Repertorio Americano, varios lectores y amigos de García Monge hicieron llegar sus colaboraciones. Muchas de ellas escritas en verso. Uno de ellAs, de título Don Joaquín García Monge, que le escribió Reinaldo Soto Esquivel, en su segunda estrofa dice:

Repertorio Americano

En sus manos, don Joaquín,

Es un anhelo sin fin

De todo lo noble y sano;

Es justiciero y humano

Clarín que pulsa un felibre,

Con un diapasón que vibre

En notas de libertad,

Y entrada la potestad

De nuestra América latina libre (Soto:189)

Estos versos aluden, de manera general, a temas recurrentes de la revista, como eran los de a libertad, la justicia y lo humano.

Mientras, Emma Gamboa opone al García Monge editor internacional, uno que muchos conocieron, el don Joaquín cercano de los costarricenses de aquellos años. Esta es, posiblemente, una de las descripciones más bellas de García Monge hecha por una coetánea y merece ser citado íntegramente:

Don Joaquín

Hablemos de don Joaquín, el nuestro,

No el internacional de Repertorio

Sino el que conversa con nosotros.

El que viene los viernes en autobús a Heredia

El don Joaquín pausado, sobrio.

Con su corazón niño. Tiene aurora todavía

su tez, en la risa repentina,

y en la manera como cada libro vuelve a crearse en sus manos.

Aquí recogemos la miel de sus años,

El fruto maduro de su palabra.

Su verbo vestido de modestia

Se ha nutrido en Salmos de David

Y en cantos franciscanos.

Verbo nacido en este paisaje de caminos y montañas.

El paisaje es su alma.

Por él vamos en ascenso lento hasta las cumbres cósmicas.

Pero hay tiempo para detenerse en cada recodo rumoroso

Por una hierba, un niño, un pájaro.

Recorremos los siglos

Y saltamos de Egipto a Castilla

Y de Andalucía a los Andes.

España esta en su sangre. América en sus ojos.

Y en la misma cédula de la sangre y el nervio

Trae el germen de Oriente, el lejano.

Le gusta andar acompañado,

A veces dice que viene con Martí, el Arcángel

O, según sus palabras, “ con el santo patrón de América”.

Predica la pedagogía teresiana de Gabriela

y anhela un gran mito “mito de América germinativo.

Porque aquí nos falta una columna vertebral

Que nos mantenga erguidos a través de los tiempos

“lo triste en un país es su orfandad de santos,

De sabios, de mujeres estéticas”.

Escuchemos a este maestro del espíritu.

“ El que escucha, ausculta, busca el corazón.

El que sabe escuchar, sabe querer.

Es así que don Joaquín en nuestro

(Gamboa: 153)

Este retrato en versos nos lleva por rasgos sobresalientes de la personalidad, del pensamiento, el magisterio, la bondad, y la sencillez de aquel al que la poeta llama don Joaquín, con voz cercana.

Pasemos ahora a un tema más delicado de la recepción: ¿Qué vieron los lectores en Repertorio Americano?. La reflexión que proponemos está determinada por el conjunto de testimonios localizados en diferentes distancias históricas al momento de juzgar el impreso. Para el especialista Wolfgang Iser, esto permite descubrir las normas de juicio del lector y se convierte en un punto clave para una historia social del gusto del público lector (132)

En primer lugar, debemos aclarar que una revista como Repertorio Americano construye su propia orientación a partir de una declaratoria de contenidos que ofrece a sus múltiples lectores ficticios sin un referente necesariamente heurístico.

La propia longevidad de la Revista, 39 años, hace que se produzca un diálogo largo con los lectores de épocas históricas. Hemos encontrado varios de esos momentos en 1929, 1939, 1946 y 1953, los tres primeros corresponden a momentos celebratorios de la historia de Repertorio Americano: el primero corresponde al cumplirse 10 años, el segundo a los 20 años, el tercero a los 25 años y el último es un homenaje continental a García Monge, realizado en el año de 1953. Los cuatro momentos están intercaladas con información adicional de momentos varios donde el lector se pronuncia sobre la revista. Veamos algunas expresiones representativas de esa valoración:

Si en algo coinciden los lectores de Repertorio, es señalarla como fuente para la historia cultural latinoamericana. Augusto Arias lo precisaba: “y a ella ha de acudirse cuando se trata no sólo de hallar los términos propios para una historia de la cultura de América contemporánea, sino cuando se quiera subrayar el conocimiento de las grandes figuras de nuestro continente” (87)

Otra coincidencia de los lectores es que la revista es un lugar identitario, en tanto forma y afirmación de la conciencia americana. Espacio asimismo de tolerancia y respeto a las ideas de los demás (Brenes: 93). Una de las deudas de los pueblos de América al semanario, según Antonio Montalvo, tiene que ver con el pensamiento americano que en él ha encontrado siempre seguro y franco asilo para sus rebeldías: se percibe así un esfuerzo en nombre de la existencia y la libertad americana. Por su parte, José Pijoán, 1935, sostenía: “nadie a propuesto una mejora. Todos queremos que siga como es: un mosaico de pensamiento de la raza en lo que va produciendo, cada día, y sólo lo mejor” (135)

Por esta vía podríamos llenar varias páginas con similares expresiones hasta concluir con el homenaje continental a García Monge, efectuado 1953, por Jesús Silva Herzog. En efecto, en Cuadernos Americanos de aquel año, más de 20 personalidades del mundo de la cultura regional se refirieron en términos laudatorios a la labor realizada por García Monge y su Repertorio Americano.

Las opiniones que encontramos en diversos lectores de variados momentos históricos, más allá de sus inevitables diferencias, son bastante coincidentes a pesar de las distintas distancias históricas en las que se prenuncian. Desde la década del veinte hasta la década de los cincuentas, nos encontramos con una matriz bastante similar en cuanto a la valorización del impreso; puede que nos encontremos con matices, sin embargo, la lectura es bastante parecida: el valor estético–social de ella, a partir de las reacciones encontradas es, en general, muy homogénea.

Bibliografía

Andino, Pedro. Repertorio Americano (1946): 185

Arias, Augusto. Repertorio Americano (1940): 87

Barrien, William. Repertorio Americano (1946): 165

Burke, Peter Los avatares de El cortesano. Barcelona, Gedisa: 1998

Cardoza y Aragón, Luis. Homenaje continental a García Monge, San José: MCJD, 1981

Cetard, Aquiles Repertorio Americano (1946): 156-157

Gamboa, Emma. Repertorio Americano (1946):153

García Monge, Joaquín. A. Obras Escogidas, 1974, San José: EDUCA, 1974

B. Empresa Alsina. San José. Imprenta Alsina, 1912

C. Cartas Selectas, San José: ECR, 1983

D. Repertorio Americano. (Diversos años)

E. Cartas a Alfredo Cardona Peña, inédito, 1952 Guevara, Guillermo. Repertorio Americano (1930): 3

Iser, Wolfgang. “Consideraciones previas sobre una teoría del efecto estético”. En busca del texto. UNAM, México, 1987, 132

Labarthe, Juan. Repertorio Americano (1946):162

Lizaso, Félix. Repertorio Americano (1946): 146

Pijoán, José. Repertorio Americano (1935):135

Soto Esquivel, Reinaldo. Repertorio Americano (1946):189

Tejera, Humberto. Repertorio Americano (1940):86-87 Zelaya, Antonio. Repertorio Americano (1946):1


1 Originalmente publicado en: Revista Izquierdas, vol. 1, núm. 1, julio, 2008, pp. 1-22

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