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Temas de nuestra américa

e-ISSN: 2215-3896.
(Enero-Junio, 2023). Vol 39(73)
DOI: https://doi.org/10.15359/tdna.39-73.2
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Licencia: CC BY NC SA 4.0

Arte, cultura e identidad


Aproximaciones a la obra poética y ensayística de Carlos Francisco Monge

An approach to the poetics and essays works of Carlos Francisco Monge

Abordagens à obra poética e ensaística Carlos Francisco Monge

Adriano Corrales-Arias

Académico

Instituto Tecnológico de Costa Rica

ORCID: https://orcid.org/0000-0002-7135-7731

Recibido: 3/10/2022 / Aceptado: 7/11/2022


Resumen

En este breve ensayo, se ejecuta una visión panorámica por la labor literaria y académica de Carlos Francisco Monge, a modo de homenaje y reconocimiento. Dicha labor se asienta en dos robustas bases: el ensayo y la producción poética. Sin ánimos de profundizar, pues el espacio no lo permite, se hace un breve recorrido por los principales resultados del trabajo intelectual de este insigne humanista costarricense.

Palabras clave: Poesía, ensayo, trascendentalismo, teoría e historia literarias, vanguardismo.

Abstract

In this brief essay, a panoramic view of the literary and academic work of Carlos Francisco Monge is executed, as a tribute and recognition. This work is based on two robust foundations: essay and poetic production. Without the intention of going deeper, since space does not allow it, a brief tour of the main results of the intellectual work of this distinguished Costa Rican humanist is made.

Keywords

Resumo

Neste breve ensaio é realizada uma visão panorâmica da obra literária e acadêmica de Carlos Francisco Monge, como forma de homenagem e reconhecimento. Tal trabalho se sustenta em duas bases robustas: ensaio e produção poética. Sem pretender aprofundar, pois o espaço não o permite, faz-se um breve percurso pelos principais resultados da obra intelectual deste distinto humanista costarriquenho.

Palavras chave: Poetry, essay, transcendentalism, literary theory and history, avant-garde.

PRESENTACIÓN

La obra de Carlos Francisco Monge es amplia y exhaustiva, tanto en el terreno académico como en el creativo. Esta descansa sobre dos sólidas columnas: el ensayo de vasto espectro, así como el poema en diversos estratos y modulaciones.

Monge es filólogo, crítico literario, docente de la Universidad Nacional (UNA), integrante de la Academia Costarricense de la Lengua y correspondiente de la Real Academia Española. En su juventud, con Laureano Albán, Julieta Dobles y Ronald Bonilla, formó parte del grupo literario que culmina con la redacción del célebre Manifiesto trascendentalista (1977). Presentó su investigación y tesis doctoral, Códigos estéticos en la poesía de Costa Rica (1991), en la Universidad Complutense de Madrid. Ha realizado cinco recopilaciones de poesía costarricense: Antología crítica de la poesía de Costa Rica (1993), Costa Rica: poesía escogida (1998), Contemporary Costa Rican Poetry (2012), El poema en prosa en Costa Rica (2014) y Poesía de Costa Rica (2019), edición bilingüe español/japonés. En setiembre de 2021, con ocasión del Bicentenario de la Independencia, apareció un nuevo estudio de historiografía literaria: Aproximaciones a las letras de Costa Rica.

Lo dicho: su obra literaria se ha desarrollado entre la poesía y el ensayo. En esta comunicación, trataremos de ponderar, en general, esa extensa y nutritiva labor. Como poeta, ha publicado una docena de títulos; entre ellos: Reino del latido (1978), poemas erótico amorosos; Los fértiles horarios (1983), entre la ética y la política, desde la estética; La tinta extinta (1990), reflexión desde la poética sobre el lenguaje y los signos contemporáneos (traducido al inglés bajo el título Invisible Ink, 2007); Enigmas de la imperfección (2002); Fábula umbría (2009); Poemas para una ciudad inerme (2009); Nada de todo aquello (2017); El amanuense del barrio (2017); Cuadernos a la intemperie (2018), y las antologías Recomposiciones (2021) y Sin ninguna explicación (2021).

Su labor ensayística se ha enfocado en la reflexión sobre el discurso poético, las orientaciones contemporáneas de las letras hispanoamericanas, así como en las tensas relaciones y dinámicas entre cultura, discurso e historia. Títulos reconocidos son La imagen separada (1984), sobre la lírica costarricense, y La rama de fresno (1999), acerca de temas y problemas contemporáneos de la cultura y la literatura. En El vanguardismo literario en Costa Rica (2005), aborda las relaciones de las letras costarricenses con los movimientos históricos de vanguardia europeos e hispanoamericanos y en Territorios y figuraciones (2009), continúa y desarrolla tanto sus indagaciones como sus cavilaciones sobre la literatura, los eventos socioculturales y otros ámbitos de la producción literaria.

Importancia de la producción del poeta y el ensayista

Sin ánimo de profundizar, pues el tiempo y el espacio no lo permiten, haremos algunas aproximaciones sobre la extensa obra de este destacado hombre de letras contemporáneo. Más que poeta, o además de ello, Monge es un intelectual orgánico al servicio de la cultura en general y de la literatura en particular. Su importancia puede subrayarse desde ya: es un poeta que reflexiona e indaga a partir de su misma producción poética. Por eso, se esfuerza en investigar el entorno histórico, sociopolítico y cultural del ámbito en el que le ha tocado crear: los avatares, logros y alcances de la literatura y la poesía costarricenses y sus diversas relaciones con otras formaciones discursivas, especialmente iberoamericanas.

La producción poética de Carlos Francisco Monge se inicia en la década de los setenta, período fundamental para Occidente y América Latina debido a una serie de acontecimientos internacionales que impactan en el país, en especial, en jóvenes universitarios como él y que la historia registra como el “Mayo del 68”. Pero, además, está signado por la represión militar en el Cono Sur del continente y el ascenso del movimiento revolucionario en Centroamérica, el cual culmina con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista en Nicaragua, en 1979. En este contexto y teniendo a su lado la imponente presencia de Jorge Debravo, más el aporte de poetas ya no tan jóvenes como Isaac Felipe Azofeifa, Mario Picado, Carlos Rafael Duverrán, Jorge Charpentier, Virginia Grütter, Carmen Naranjo o coetáneos como Rodrigo Quirós, Alfonso Chase y Mía Gallegos, surge el grupo compuesto por cuatro jóvenes poetas (además de él, Laureano Albán, Julieta Dobles y Ronald Bonilla), quienes firman el Manifiesto trascendentalista.

Dicho documento, de escasa repercusión en el medio de la época, aboga por una poesía metafórica y de lenguaje figurado, en la cual la intuición sería el centro de la creación poética, en contraste abierto con el legado debraviano, dejando de lado la investigación y la experimentación, elementos sine qua non de toda actividad artística. En una suerte de traición estética y ética, se proclama el abecedario del grupo y se denosta la poesía que propusiera el poeta oriundo de Turrialba, pero citándolo siempre como coterráneo, compañero de generación y de viaje. Si algo importante sugiere la proclama trascendentalista es la constatación de que la poesía es una labor marginal para la sociedad de consumo y la cultura de masas. Sin embargo, es un texto contradictorio, con generalidades y repeticiones incluso antagónicas. Es imprescindible, por lo demás, ubicar el trasfondo histórico de esa sui generis toma de posición en una Centroamérica convulsionada por la violencia política y la lucha social, con una poesía militante que produjo numerosos mártires: Otto René Castillo (Guatemala 1936-1967), Roberto Obregón Morales (Guatemala, 1940-1970), Roque Dalton (El Salvador, 1935-1975), Ricardo Morales Avilés (Nicaragua, 1939-1973), Leonel Rugama (Nicaragua, 1949-1970), entre otros.

El grupo pretendía alejarse de esa fuerte influencia, para fomentar una poesía cargada de abstracciones e imágenes parnasiano/simbolistas. Lo incongruente del manifiesto es que, en 1965, en la revista Polémica, Laureano Albán y Julieta Dobles habían firmado el Manifiesto 65 redactado por el propio Jorge Debravo, con Laureano Albán, Marco Aguilar y Edith Fernández (Boccanera, 2004, p. 116). Allí se precisa, con anticipación y en grupo, la posición de Jorge Debravo, insinuando que “un día la política será una canción”. La contradicción conceptual y ética ayuda poco a comprender qué se entendía exactamente por poesía “trascendentalista”, término más cercano a la poesía de la cumbre costarricense, Eunice Odio, en el sentido de trascenderse más allá del ser y de su propia imagen, o de la filosofía de Emerson, Thoreau y demás feligreses norteamericanos, oficializando, de alguna manera, una forma de hacer poesía desvinculada del entorno sociohistórico.

Ciertamente el grupo tenía conciencia de los cambios que experimentaba la sociedad costarricense, en términos del paso de lo agrario o campesino a lo urbano, con el ingreso a una posmodernidad global y conflictiva. Se reivindica el papel de la poesía como esencia de los más altos valores humanísticos y se acude a la idea romántica del “arte comprometido”, pero no referido al compromiso ideológico, sino en términos ético/estéticos. Se trata de la autenticidad como criterio epistemológico o axiológico del arte poético: el creador debe ser exigente, para nada complaciente, la poesía no debe ceder a modas o sensiblerías de cierta “inspiración” que promuevan la improvisación, el arrebato emocional, la carencia de rigor formal y de profundidad temática.

En su libro La imagen separada (1984) y en la Antología crítica de la poesía de Costa Rica (1992), Carlos Francisco Monge se desmarca del manifiesto al reflexionar sobre lo apuntado, acentuando el interés teórico referido a la producción poética nacional. En la antología, hay una revisión de la historia de la poesía costarricense con categorías teóricas ya expuestas en el primer libro. La imagen separada es el intento pionero en realizar un estudio crítico de la historia de la poesía costarricense en nuestro medio; se reconoce la influencia de teóricos tributarios del marxismo occidental, tales como Lucien Goldmann, Nikos Hadjinicolau, Noé Jitrik, Françoise Perus, entre otros. Monge interpreta la creación literaria y poética como un reflejo simbólico de los cambios del conglomerado social donde vive y produce el poeta. El énfasis recae sobre los procesos históricos cuales experiencias vitales del poeta, tamizados, consciente o inconscientemente, por su sensibilidad artística.

La poesía es una “imagen separada” que, sin embargo, no pierde contacto con la realidad; mejor dicho, los poetas se sienten separados de la sociedad y de su rumbo político, hay un desencuentro y un rechazo del orden establecido, pero el aislamiento y la soledad creadora son, de por sí, una protesta, la manifestación del desengaño. Dicho de otro modo, las utopías y los proyectos de transformación social ceden al desencanto de una generación que emerge de la naciente clase media con acceso a los estudios universitarios, producto de las reformas que erigieron el Estado social de derecho forjado en la conflictiva y desgarradora década de los cuarenta.

En el ensayo monográfico e histórico/crítico, El vanguardismo literario en Costa Rica (2005), Monge se esfuerza por mostrar que, aunque en nuestro país no hubo un movimiento de vanguardia estructurado, como en el caso de Nicaragua, para no ir más lejos, sí que se percibieron y recibieron los diferentes ismos europeos e iberoamericanos, con un tímido cernido. El autor trata de enmendar la plana a la historiografía literaria criolla, al abordar un período histórico y unas corrientes artísticas que no ocupaban un lugar, acaso tangencial, en investigaciones anteriores.

Quizás ese hallazgo investigativo daba para más, pero su brevedad y la ausencia de elementos teóricos novedosos respecto de su producción ensayística anterior, de alguna manera, lo minimizan. No obstante, desbroza el sendero para futuros investigadores que se interesen por una temática poco abordada aun por los estudios literarios criollos.

Debe insistirse en que, siempre que nos refiramos al trabajo intelectual de Carlos Francisco Monge, en todas sus franjas y aspectos, hablamos del poeta que reflexiona sobre su quehacer, el de sus contemporáneos y acerca de la tradición que los precede. Por eso, no puede ofrecerse una imagen, más o menos “separada”, de su trayectoria creativa, si no se aborda, aunque sumariamente, su labor poética.

Es así como se encuentra la autenticidad del poeta y su singular trayectoria, si se compara, por ejemplo, con sus compañeros del grupo trascendentalista. No sigue al pie de la letra las prescripciones del mencionado manifiesto; en ese sentido, Carlos Francisco Monge no es un poeta trascendentalista, tampoco “revolucionario”, como Jorge Debravo, ni su creación poética se apoya en las corrientes marxistas, tal como su labor ensayística de crítica histórico/literaria. No obstante, en su poesía se percibe un riguroso trabajo formal y estilístico que nos retrotrae a los clásicos del Siglo de Oro español, pasando por las generaciones españolas del 98 y del 27, para remitirnos a la poesía de la experiencia con tintes filosóficos al estilo del maestro argentino Jorge Luis Borges, a quien Monge, en La tinta extinta (1990), dedica un poema y lo alude en otros.

Carlos Francisco Monge, entonces, abreva en el complejo (¿paralelo?) universo de las palabras, para objetivar la realidad o desentrañar el mundo exterior desde la subjetividad: poesía/prosa y viceversa. Así, en el ensayo, la palabra es la herramienta del discurso racional, lógico y epistemológico, que nos permite juzgar la realidad circundante. La prosa analiza lo real/objetivo desde la reflexión teórica, con el fin de tomar distancia con y desde las palabras, a pesar de sus propias limitaciones. No es lo mismo con la poesía que es un estado (de conciencia) anterior, en el cual la existencia adquiere carácter consciente de sus posibilidades y límites, así como de las diferencias o distancias con la palabra y las múltiples realidades que representa.

En la poesía, las palabras y los seres, además de actos, son animaciones, o cosas, como diría Jean Paul Sartre. Lo paradójico es que, regresando a Borges, no existe más que un mundo de palabras. De tal modo, estas, como ya lo insinuaban los románticos, los simbolistas y el mismo Rubén Darío, tienen “alma”, es decir, existencia propia con texturas, olores, colores, sabores; se aman y se odian, viven y luchan, forman parte de nuestra experiencia sensorial (Gaston Bachelard).

Nosotros también somos palabras/cosas con y desde las cuales existimos y coexistimos. Somos creación constante, somos poiesis.

La poesía es una suerte de eterno retorno al tiempo de la creación, por eso, la palabra lo es todo y nada: el amor, el prójimo, la cultura, la naturaleza; lo tangible y lo intangible. Por ello, gran parte de la poesía, y entre ella la de Carlos Francisco Monge, no se puede “ver”, entender o aprehender, como en un ensayo, sino como metalenguaje que sirve de insumo para la reflexión en un círculo epistemológico virtuoso, el cual intenta develar lo oculto, lo que se nos presenta de manera simbólica. Por lo previo, el discurso poético refiere siempre a la palabra sin “trascendentalismo”, pues se trata de descifrar el enigma de la existencia más allá de lo contingente, de lo adocenado. La poesía conserva el poder mágico del decir y el poeta, en ese rito sagrado, es un chamán lingüístico, un sacerdote de la ceremonia verbal que busca y descubre en las cosas/palabras, porque cuando dice, hace: crea. En efecto, la palabra contiene una dimensión trascendente, metafísica, precisamente porque, como un sueño, solo es. Así, Monge retoma un lenguaje más directo en sus últimos poemarios, sobre todo a partir de Enigmas de la imperfección (2002) hasta Cuadernos a la intemperie (2018), donde ya no se percibe el metalenguaje para definir la poesía, puesto que el lenguaje poético va más allá de sí mismo, trasciende lejos de las propias palabras. Por lo dicho, se intenta en el prosema, con un lenguaje poético inherente a la prosa y el ensayo; se poetiza la prosa. El drama del poeta/ensayista es que las palabras no pueden expresar todo, tienen límites; hay realidades otras donde aquellas ya no son posibles. Por lo mismo, el poeta se ocupa del poema como artefacto, y de él mismo como poeta concreto, pues lo que persigue o intenta es darle sentido al mundo, resignificarlo; en todo caso, reinterpretar los enigmas de la existencia.

A modo de conclusiones

Carlos Francisco Monge ha realizado un extenso recorrido en su producción intelectual, tanto en el ámbito académico, reflejado en su escritura ensayística, como en el mundo poético, a partir de su prolífica producción en verso. En el primer campo, debe reconocérsele como el estudioso pionero en intentar la teorización con base en nuestra propia producción poética, en nuestra tradición literaria y, además, como el primero en reconocer la presencia de las vanguardias y transvanguardias en nuestro quehacer tanto literario como artístico, aunque ellas no se estructuraran como un movimiento formal. En su poesía, asistimos a un proceso creativo mediante el cual la palabra se decanta y fluye desde las ondulaciones iniciales, simbolistas y “trascendentes” hasta las experiencias vitales externadas con sobriedad, tino y conciencia del oficio. En ambas formas de expresión, se proyecta la experiencia vital e intelectual de un humanista poeta, o un poeta humanista, que es, finalmente, lo mismo, quien dialoga consigo y con nosotros en diversos formatos y registros.

Esa notable trayectoria se proyecta en la docencia universitaria y en la promoción de las letras, en variados espacios, sin aspavientos ni estridencias. Me apresuro a reconocer, por cierto, la ejemplar conducta de Carlos Francisco, en tanto no se ha propuesto figurar en los diversos eventos académicos o literarios, no es de esos “que se hacen ruido a sí mismos para embriagarse con un renombre lugareño que se vende y se compra en salones de restorán” (Brenes Mesen, 1900), para usar palabras de otro maestro, Roberto Brenes Mesén, quien, salvando las distancias, efectuara semejante labor con la de quien nos ocupa.

Referencias

Boccanera, Jorge. 2004. Voces tatuadas. Ediciones Perro Azul, San José.

Brenes Mesén, Roberto. 1900. Enrique Echandi. En El Fígaro. San José. No. 344, año III, 27 de noviembre.

Monge, Carlos Francisco. 1984. La imagen separada. Modelos ideológicos de la poesía costarricense 1950-1980.

1992. Antología crítica de la poesía costarricense. Editorial de la Universidad de Costa Rica, San José.

1990. La tinta extinta. EDUCA, San José.

1991. La rama del fresno. EUNA, Heredia.

2002. Enigmas de la imperfección. EUNA, Heredia.

2005. El vanguardismo literario en Costa Rica. EUNA, Heredia.

2018. Cuadernos a la intemperie. EUNA, Heredia.

2021. Aproximaciones a las letras de Costa Rica. EUNA, Heredia.

2021. Sin ninguna explicación. Selección poética. EUNA, Heredia.

Mora, Arnoldo. 2007. Carlos Francisco Monge, poeta y ensayista. En Revista Comunicación; Vol. 16, Núm. 1 (28): Revista Comunicación; 57-63 , 1659-3820 , 0379-3974.

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